Epílogo


 —Aah... Mucha luz...

Abriendo los ojos, pudo ver un borroso techo blanco que no era el suyo. Demasiada luz entraba por la ventana que al parecer estaba situada a su izquierda, junto a una suave brisa. Poco a poco iba recobrando la visión. Sentía la garganta seca, y la lengua igual que un zapato; necesitaba beber algo de agua. Haciendo un intento de incorporarse, experimentó mil agujas clavarse por todo su cuerpo. Una vía estaba anclada a su brazo izquierdo, lo cual ya era mala suerte, y se encontraba vistiendo una bata azul para pacientes. Con esto Jose ya se hacía a la idea del lugar donde se hallaba: en el hospital. Sus recuerdos se encontraban en un estado de opacidad igual al de su visión: no recordaba cómo llegó ahí, aunque sí el hecho de que William lo lanzó como a una almohada. Mirando a su derecha, se percató que no estaba solo. En la cama de al lado, tumbada, estaba su amiga de la infancia Rosie. Había arreglado su largo pelo negro que usualmente llevaba suelto en una trenza que colgaba a su derecha.

—¿Cómo te encuentras? Has descansado bien, dormilón. ¿Qué miras?

—N-no, nada. Es solo que te sienta muy bien, estás muy guapa.

No hacía falta darle muchas vueltas a la cabeza, lo había sacado de esa revista de moda femenina que se hallaba sobre su regazo, mal doblada seguramente porque escuchó que él se despertaría de un momento para otro.

—¿Qué día es? Por la luz imagino que más de mediodía.

—Estamos a miércoles —respondió ella sonriendo.

Abandonando su lucha por incorporarse, se dejó absorber por la incómoda cama y la dura almohada; Jose nunca usaba las almohadas, prefería dormir enroscado o abrazado, muchas veces usando sus manos como apoyo para la cabeza. Su brazo derecho estaba más pesado de lo normal y le picaba mucho.

—Oye, esto pica una hartá. ¿Acaso me rompí el brazo?

—No, te lo cortaron.

—¿Cómo dices? —dijo él, con una sonrisa torcida, esperando que fuera una coña—. ¿Que me... lo cortaron? ¿Y cómo pasó eso...?

—No lo sabemos. Nos desmayamos todos, fui de las primeras en despertar. Bonnibel trató tu herida, al parecer un enemigo nos atacó mientras estábamos con la guardia baja. Eso sí, los doctores se sorprendieron mucho, pudieron unirlo de nuevo "como un juguete". Dicen que tu cuerpo es una maravilla.

—Je, je... Por lo menos fue mi brazo derecho y no el de las pajas.

Rosie arrugó el rostro ante ese comentario. Jose seguía riendo y moviendo su brazo, comprobando que todo estaba en orden y correcto.

Lentamente su risa se volvía más lenta, pausada y ominosa.

Jose vio su brazo derecho con una mirada de horror y sufrió una severa jaqueca llevándose ambos brazos a la cabeza del dolor, pataleó y jaló del gotero, tirándolo al piso. Estaba recordando el impactante dolor de su brazo haber sido cortado, fuertemente arrancado de cuajo como si fuera un muñeco de trapo. Gritó y gritó por dentro, quería gritar hasta quedarse afónico. Rosie se preocupó por él porque se quedó mudo, se levantó de la cama y lo abrazó. No tardó mucho en calmarse y retornar a la realidad, pero el albino notó que algo había sucedido, no lograba sacarlo a la capa más superficial de sus recuerdos. Es como si alguien hubiese manipulado su memoria de aquella noche, había lagunas en su "hemeroteca".

Y estaba en lo cierto... Cuando despertó, se encontró que las chicas, William y todo el mundo que los habían ayudado a salvar a Alice estaban sobre el suelo, con los ojos en blanco y echando espuma por la boca, desmayados. Y enfrente suya aquel hombre de rojo que lo derrotó con un poder inexplicable. Aquel tipo cuyo ki o huella mágica no podía leer, muchos menos comprender. Con un simple "movimiento" lo aplastó como una mosca. El mero hecho de pensar en esa situación le aterraba. No temía por su seguridad, poco le importaba a él lo que le pasara a su cuerpo, pero sí a los demás.

—¿Estás bien?

—Sí... ¿Tú cómo estás?

—Déficit de maná por el uso extendido de Bloodshed. Comer bien, dormir bien y no hacer magia en un tiempo, eso me han dicho. Lo mismo aplica para ti.

—Y follar mucho también, no te olvides de eso; muy importante.

—¿Te tiro la almohada? —amenazó la gata de cabellos negros.

Iban a armar otro escándalo, pero sus estómagos rugieron como leones. Comenzaron a reírse, y el chico preguntó por su teléfono móvil y la ropa. También que por qué ella estaba del lado de la ventana. Rosie le comentó que no fue él único que durmió varios días, ella también hibernó un poco, despertando el día de antes. Que su ropa había quedado hecha trizas y estaba manchada de sangre que ni de chiste iba a salir de las fibras textiles de la prenda, y su móvil lo tenía en la bandeja con ruedas justo a su derecha. Se lo pensó dos veces, si comunicarle a su preciada amiga acerca de aquel sujeto tan imponente que podría haberlos asesinado en el sitio de tan solo cruzársele los cables, pero prefirió no hacerlo.

—¿Comemos?

—¿Cómo? Son las tres de la tarde, ya nos dieron de comer.

Estirándose y con cuidado de no caerse de la cama, el gatito de metro y medio de altura decidió coger su bufanda de la mesa esa con ruedas donde las enfermeras traen la comida o tú puedes dejar tus cosas, pero cambió de opinión y cogió el móvil. Viendo que al pulsar la pantalla táctil dos veces este no reaccionaba, presionó el botón del lateral, recordando que después de la llamada de Aitor lo desconectó. Sin embargo, ¿la alarma no habría sonado a las 8:30, encendiendo el móvil y dejándolo en la pantalla de bloqueo, a espera de introducir el patrón de seguridad? Seguramente la alarma sonase y alguien decidió apagar la alarma programada y volver a apagar el móvil.

—Brrrrruf. —Jose resopló, un chorro de notificaciones y mensajes no cesaban de aparecer en la barra de notificaciones, "+999" mensajes entre varios chats, llamadas de distintas personas, en especial de un número en concreto, y demasiados vídeos de YouTube pendientes—. A la mierda, no pienso ver nada. Lo marco como leído y a tomar por culo. Ya haré una videollamada.

Chasqueando los dedos, un vaso de fideos instantáneos sabor jengibre y cerdo apareció en sus manos, caliente y humeando, listo para degustar. En su mano izquierda, un tenedor. Lamiendo sus labios, deseaba hincarle el diente.

—¡¿Cómo haces eso?!

—¿Quieres?

—¡Sí, por favor! ¡La comida del hospital es horrible! Y mira que nos encontramos en el mejor hospital de todo Londres.

"Evadió la pregunta por completo..."

—¿El Saint Thomas? —preguntó sorbiendo los fideos de arroz—. Vente, Rosie. Siéntante —la invitó dando golpecitos con su brazo derecho al borde de la cama.

—No debería moverme...

La bombilla se encendió sobre su cabeza. Solo con pensarlo, la bufanda en la bandeja se estiró y agarró la baranda de la cama de Redd, arrastrándola al lado de la suya. Ahora las dos camas estaban juntas, como una de matrimonio. Rosie se movió un poco y se sentó, ya entrando en el territorio del felino y este le tendió el tenedor, el cual Rosie procedió a mirar con las mejillas teñidas.

—¿Qué pasa? Tiene carne de cerdo.

—N-no es eso —trató de excusarse—, es que...

¿Cómo no lo había pensado antes? Ella se fija mucho en esas cosas. Solo tenía un tenedor, uno que él mismo acababa de usar y ahora se lo estaba ofreciendo: un beso indirecto. Reluctante, Rosie abrió la boca y su amigo le dio de comer.

—Mmm... Está bueno. ¡Hmf! Y pica... Pica, eh. Pica.

—El jengibre, tiene bastante. Es la única pega que les tengo, pero son los mejores.

—¿Dónde los compras? —diciendo eso, Rosie tomó el tenedor, enrolló unos fideos y se lo dio de comer a Jose. Metió nuevamente el tenedor y se cogió un trozo de carne de cerdo.

—¡Eh! Ese trozo me lo estaba guardando para mí. Era grande...

—Se siente —rio—, haber sido más rápido.

—Una cosa —interrumpió él—, ¿cómo están las demás? ¿Qué ha sido de los alocados amantes? ¿Hizo Emma el informe que le pedí? Sin duda fue de utilidad dirigiendo a las tropas de G.U.N y neutralizado las naves mágicas con mi tablet.

—Están todas en la cafetería con Kate, le han dado el alta. Catherine huyó cuando nadie miraba, y Phoebe logró convencer a la reina para que perdonase a Andrew y Alice. Si no hubiera sido por su actuación, les habría caído la pena más alta: la muerte. Además, nos van a condecorar héroes del Reino Unido y de Inglaterra. —Fue entonces cuando cayó en la cuenta de sus palabras—. Oye, ¿cómo que amantes?

—Pos claro, ¿no lo notaste? Estaba más que claro que esos dos se quieren, pero lo llevan en secreto. Caballero y princesa, como en los cuentos. Aunque... No, viéndolo ahora en retrospectiva, era muy obvio. Estaba muy pesada conmigo, ese acoso sexual... me da escalofríos de solo pensarlo. ¿Esa era su manera de pedir ayuda? Creepy.

—Eso parece. A mí también me daba mucho asco.

Mientras los dos disfrutaban del almuerzo y charlaban en privado, sin que nadie les interrumpiera o molestara. Por una vez podían estar solos, en paz y tranquilidad, aunque fuera en la habitación de un hospital. Se sentían cómodos, como peces en el agua.

—¿Huh...?

—¿A ver, a ver...?

Un curioso tótem había aparecido junto a la puerta, fisgoneando. Vieron todo. En orden de altura, Emma, Selene, Phoebe, Kate, Patricia y Goldie estaban vigilando a los dos tortolitos. Rosie le daba de comer a Jose con el tenedor, diciéndole que abriera la boca, al igual que una acaramelada pareja de enamorados. Ajenos a sus alrededores, las cinco ratas mironas llevaban tiempo observándolos en completo silencio.

—Oooh —expresó Goldie con sorpresa antes de cambiar su boca a una de felino—. Phoebe, saca foto; no, mucho mejor, ¡graba! ¡Se viene, se viene!

—Estoy en ello, estoy en ello —contestó, tratando de sacar el teléfono.

Rosie se acercó mucho más a él, sentándose en sus piernas, se inclinó hacia adelante y le dio un beso en los labios.

—¡Ro...! ¡Rosie!

—C-considerálo un regalo por habernos salvado.

El jovencito estaba flipando en colores. Esa fue una de esas pocas veces en la que Rosie mostraba su lado femenino. No sabía dónde meterse, parecía un tomate en comparación con su amiga de la infancia quien tan solo se había ruborizado un poco. Un temblor seguido de varios "¡Ay!" y "¡Au!" los regresó al mundo real, pues las chicas se habían caído al suelo, sonriendo nerviosamente su hermana y su prima. Selene estaba casi fuera de sí, con la boca abierta, interrumpiendo que la bella gata de cabello azabache le diera de comer.

—R-Rosie, ¿p-podrías quitarte de encima, por favor?

—Ten, toma. Un poquito de cerdo.

Ella dijo eso con una voz increíblemente dulce, tierna, amable y sensual. Acercó el tenedor con el pedazo de cerdo cocido, pero era un amago; Rosie apartó rápidamente el cubierto de aluminio y lo besó. Un apasionado beso con lengua que lo sorprendió totalmente.

—¡¡Hmmm!! ¡Hm!

Al principio se resistió, pataleando un poco, pero inmediatamente cerró los párpados y se dejó llevar mientras sus lenguas se enredaban. Emma, Phoebe, Goldie, Selene, Patricia y Kate estaban con la mandíbula desencajada, casi rozando el suelo.

—¡¡Aaah!!

Rosie levantó el párpado izquierdo y las miró de manera desafiante mientras aumentaba la intensidad del beso, llegando hasta la campanilla. Marcando el territorio, su mirada era una declaración total de guerra hacia Selene y las otras dos. "Él es mío, buscaos otro", decía el mensaje. El rostro de Selene progresivamente se tornaba más y más rojo por la ira hasta el punto de echar vapor por las orejas conforme levantaba su cuerpo del suelo, apareciendo pequeñas chispas de electricidad azul en torno a ella.

—¡Selene, no puedes! —Entre todas la sujetaron, tirando con fuerza de ella para sacarla de la habitación lo antes posible para que nadie resultase herido—. ¡Estamos en un hospital! ¡Destruirás el equipamiento! ¡Hay personas con marcapasos, bebés en incubadoras, gente enganchada al soporte vital! —gritaba Phoebe.

Finalizado el beso, los labios de ambos se separaron, quedando un puente de saliva entre ellos que los mantenía unidos. Jose se llevó sus dedos índice y corazón a los labios después de saborearlo unos momentos, y atónito, se quedó mirándola sin palabras que pudiera expresar.

—A-ah... Rosie...

No pudo decir nada más. Ella lamió sus labios con cierta lujuria en sus ojos, montada sobre él. Con otro fino beso, nuevamente selló sus labios. El teléfono de Jose sonaba entonando la melodía estándar, pero nadie hizo caso. La llamada se cortó, reflejándose inmediatamente después en la pantalla un mensaje:

[Marina: Darling~! Tengo una sorpresa para ti!]

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