Capítulo 8: Gatos, harén y celos
Parte 1
En una cama donde cabe uno, caben dos. Y si es una de matrimonio donde caben dos, por supuesto que caben tres. Olvidando cerrar la noche anterior la pequeña escotilla que sirve como ventana del cuarto, los cálidos y molestos rayos del sol penetraron la abertura. El muchacho estaba bastante contento, en más de un sentido. Y eso era porque dos preciosas chicas gato estaban con él, sin ropa.
Recordaba con felicidad el torneo de piedra, papel y tijeras que se llevó a cabo anoche por ver cuál de las chicas dormía con él, y se reía de la muy sucia jugada que llevó a cabo su chica traicionando a su mejor amiga Selene. Momentos antes de enfrentarse se declararon aliadas y juraron ser ellas dos quienes se enfrentarían en la final, sin embargo Rosie no mostró piedad alguna a sus compañeras, ni siquiera a su mejor amiga, a quien despachó cruelmente. Sorprendentemente, Shiori-chan llegó a la final tras vencer a Marina tras un infernal duelo, y la gata veterana y la novicia se vieron las caras en la gran final. Rosie iba a defender aquello que era suyo por derecho. Shiori-chan tenía la mentalidad de un tigre hambriento, iba a ganar. ¡Digo si le plantó cara a Rosie Redd! Nadie sabía cómo, si por instinto, precognición, juegos mentales o casualidad, siempre sacaban lo mismo. Llegaron a empatar hasta cincuenta y dos veces las dos.
Cansados y aburridos, Akane (para nada favoreciendo a su hija) decidió que ellas dos serían las ganadoras, y de ahí la situación actual. Dos hermosas chicas gato, una de largo cabello negro y otra de cabello corto tricolor, dormían desnudas y abrazadas a él en su cama. Hubiera sido genial haber llegado a mayores, más allá de unos simples besos y caricias, pero no estuvo nada mal, y que aquello habría molestado al resto, que querían dormir.
Volviendo la mirada, observaba a las dos hermosas chicas que tenía a su lado. Rosie a su derecha, Shiori a su izquierda. Se quedó pensativo, mirándola fijamente mientras sonreía.
—Shiori. Shiori. Shiori —repitió en voz baja—. Es un nombre muy bonito. Me gustaría llamar así a mi primera hija.
«Me aburro...».
—Heh~. Si quieres, baja aquí y duerme con nosotros. Venga, materialízate.
«Quiero presentarme cuando estemos todos, quiero que sea una sorpresa».
—Desde luego que sí lo será. Anda, baja.
«Ya te he dicho que no». —Viendo que sonreía, se preocupó de que activara el tatuaje—. «¡Eh! No estarás pensando en usar un comando, ¿no? Si lo haces, realmente me enfadaré de verdad».
—Ja, ja, ja.
«Claro que no lo haré, tonta. Solo bromeaba», se dijo a sí mismo.
«Hmph. No tiene ninguna gracia», refunfuñó ella.
—¿De qué te estás riendo? —preguntó su novia con tono acaramelado.
—Oh, de nada, de nada. Pensaba en qué nombre le pondríamos a nuestra primera hija.
—¿N-nuestra primera hija? —Quizás él fue demasiado directo, lo dijo con tanta naturalidad como si ya estuviesen casados. Su sonrojo fue tan fuerte que pareció que le iba a salir humo de la cabeza y ella le dio dos pequeños golpes en la cabeza—. I-idiota, no digas esas cosas, aún es muy pronto.
—¿Hm? ¿Por qué no? ¿Qué nombres te gustarían? Sabemos que hay un 90 % de posibilidades que sea una niña.
—S-sí... Pero... —titubeaba jugando con sus dedos, y un escalofrío recorrió su cuerpo—. ¡Brr! Dame algo más de manta, que hace frío.
—A mí no me digas, eso a ella —señaló él con su pulgar—. Shiori-chan se la ha quedado casi toda para ella. —Dirigió una traviesa sonrisa a su chica y la besó—. No me desvíes del tema, ¿qué nombre te gustaría?
—A decir verdad, se me ocurren algunos. Pero son casi todos nombres ingleses.
—No me importa si es inglés, español o italiano, pero todo lo que te quiero te lo digo en namekiano. —Volviéndose a meter con ella, le dio otro golpe en el hombro—. Ja, ja, vale, vale. Me da igual, mientras sea bonito.
—¿Tienes alguno?
Él asintió con la cabeza.
—Sip. ¿No te parece bonito Shiori? Es un nombre calmado, tranquilo. No como el Cola Cao Turbo de Chocola.
—¡Qué malo eres! De verdad...
—¡Ja, ja, ja! ¿Qué? Tiene gracia.
—Jose, ¿qué me dices de una flor? —propuso la mar de alegre, apuntando su cola al cielo.
—Verdad. —Dio un aplauso y la despeinó plantando su mano sobre su pelo azabache—. ¿Cuál escogemos? Son muy bonitas. ¿De las orquídeas?
—Mm...
Se quedaron pensando un buen rato, en silencio. No se les ocurría absolutamente nada. Había tantas flores y de dónde escoger, que se vieron abrumados.
—¿Y si seguimos la tradición?
—Nombres de frutos y alimentos, ¿eh? Me gusta, me gusta... ¿Pero qué elegimos?
—Un segundo, dijiste orquídeas antes, ¿no?
—Sí. ¡Ah, ya sé! —exclamó el albino.
—¿Estás pensando lo mismo que yo? —dijo ella con cierto entusiasmo.
—¿Vainilla?
—¡Sí! ¡Vainilla! ¿Qué tal Vanilla?
—¡Sí, sí! ¡Te quiero, Rosie! —La abrazó y sellaron sus labios con un apasionado beso—. ¡Así va a juego con Chocola! Oh, jo, jo~, así que tú también jugaste Nekopara, ¿eh?
—~~~.
—Oye, no me apartes la mirada. ¿Lo jugaste, sí o no?
—Sí... —respondió tímidamente—. Lo jugué.
—Ju, ju~. ¿Quieres que lo juguemos juntos una de estas noches?
—¡Nyaaa~~~!
Tras emitir un largo bostezo, y aún con los ojos cerrados, Shiori se desperezó como un felino después de una buena y reparadora siesta, estirando la espalda, y saludó a los dos tortolitos.
—¡Muy buenos días, nya~! Estáis muy animados hoy, ¿no?
—¿Ese «nya~» era necesario? —dijeron a unísono.
Ignorando su cuestión, Tendo Shiori gateó y lamió a Jose en la mejilla, sugiriéndose, y disimuladamente llevó su mano a la entrepierna del chico. No le hizo mucha gracia a la gata negra, quien sacó las garras de su mano derecha.
—Shiori-chan, para, por favor. Vale que estés en celo... pero esto es un «poco» incómodo. ¿Adónde se fue tu vergüenza?
—Claro está que por la borda.
—Es tan chiquitín —rio mientras lo masajeaba—, pero crece tan grande y fuerte. ¡Oh! Mira. ¿Puedo jugar con él?
—No —espetó ella.
—Porfi... Porfi, Rosie.
—¡Y deja de hacerle una paja a mi novio!
Y así, tan tranquilos como estaban, se inició una pelea bien temprano por la mañana.
Parte 2
Poco a poco, todos en el barco fueron despertándose, dándose sus respectivas duchas de agua bien fría y tomando asiento para desayunar. La vampiresa dueña del navío fue la primera en salir de la cama y ponerse manos a la obra, encendiendo la cafetera, sacando sartenes e ingredientes de los armarios y la nevera, y comenzar a hacer el desayuno.
Nadie sabía qué clase de mosca la había picado, pero después de todo el rollo que les soltó de la importancia de un comienzo saludable del día, el menú a degustar era casi en su totalidad una bomba de calorías: salchichas, beicon, chorizo, morcilla, longaniza, huevos revueltos, chicharitos, tortas de avena, pan de centeno, zumo de manzana recién licuado y tostadas los esperaban sobre la mesa.
Duda no cabía de que tarde o temprano se verían las caras con el Comandante Aogami Kusanagi, aunque poseído por el demonio de la espada, Yato, por lo que había que estar bien alimentado para la consecuente guerra de hechiceros.
No fue hasta que pasaron alrededor de diez minutos que la gata blanca de Tokio se levantó medio dormida, frotando sus párpados mientras caminaba torpemente hacia el lado del joven gato al que Akane le gustaba referirse como «el macho alfa».
—¡Buenos días, Shiro-chan! —la saludó Aitor.
—¡Oye, pero vístete primero! —se quejó Rosie—. Que estás desnuda.
—Oha... ¡Aawww! —bostezó, mostrando sus filosos colmillos.
—Tienes sueñito aún, ¿no? —dijo él, acariciando su cabeza con cariño, despeinándola aún más de lo que ya estaba—. ¿Quieres café?
—Mmm... Zzz...
—¡Oe! No te duermas de pie. ¿No dormiste lo suficiente?
—Aaah... —gimió ella—. A Shiro no le sientan bien los barcos, supone...
—Vaya, hombre. Como Manu —comentó la hermana mayor del albino.
—¿Quieres un poquito de café? —le ofreció su senpai su lata recién abierta, ya que siempre se tomaba la bebida al final—. Así te despiertas un poco. Ten.
—Eh, eh, ¿esa lata no es...?
—Sí, Marina, lo es. Black Star.
—She's going to throw up —se rio Emma. Nadie hasta ahora, salvo el Emperador Simeon, había podido tragarse aquel amargo y fatal líquido sin tener que diluirlo primero en leche. Las chicas y ella constantemente lo comparaban con el más puro de los vodka, 99 % etanol, pero su equivalente en café. Era incomprensible que siguiera en el mercado; a estas alturas debería haber desaparecido de todas las estanterías de las tiendas. La variante de medio litro a 1 € desapareció sin dejar rastro, y las latas de 250 ml como aquella bajaron de los 0,60 € a 0,40 €—. Shiro, mejor no la bebas.
—Gracias... —Llevó el borde de la negra lata a sus labios y dio un sorbo. Sus ojos se abrieron de par en par, como si de un resorte se tratase. No dijo nada, no se movió, sosteniendo aquel contenedor con ambas manos como si de una taza de cacao caliente se tratase—. Oishī desu.
Se quedaron mudos, a cuadros. «Delicioso» decía que estaba, sus ojos brillaban como dos luceros, emocionada.
—Oishī desu. Oishī desu! —repitió para que quedara claro.
—¡¿Lo dices en serio?! —Su senpai se emocionó, como que llegó a abrazarla—. ¿Te gusta? ¡Qué bien!
—¿Qué marca es? Buracku Estaru... ¿«Estrella Negra»?.
—¡Um! Eso es. Es café muy intenso, y bien frío. Perfecto para comenzar el día, ¿no?
De un chasquido de sus dedos, ahora portaba una camiseta blanca a modo de pijama que en cierta forma era erótico, y él hizo hueco para que se sentara a su lado a desayunar. Aunque ella quería sentarse en su regazo, esa fue su intención.
«Buah, esto es de locos. Yo probé eso y se me descompuso el estómago», recordó Aitor García.
—No te fuerces en hacer que te gusta para contentarme, ¿vale? Si no te gusta o te sientes mal, dímelo y no lo tomes. Hay refrescos y soja en la nevera si quieres quitarte el sabor de la boca.
—No. A Shiro le gusta este café. ¿Dónde puede comprarlo?
—Propongo la teoría de que estos dos tienen la lengua muerta —dijo Selene—, porque entre el picante y el cacao puro 100 %, madre mía.
En respuesta a eso, ambos le dirigieron a la chica zorro una mirada bañada en sorpresa. ¿Por qué dijo eso?
—¡Pft! A saber, está desapareciendo de las tiendas. Como sea igual de fácil que encontrar Dr. Pepper aquí en Tokio, la llevamos clara. No por nada lo pido por Amazon.
—¿A senpai también le gusta Dr. Pepper? —preguntó apuntando su cola al techo.
—Espera. No me jodas que tú también... ¡¿También la tomas?!
—¡Ja! Es la soda favorita de Shiro.
—¡Hostiaaa! —Volvió a abrazarla. Un poco exagerado pensaron los demás, solo se trataba de un refresco estadounidense a base de jarabe de maíz—. ¿Puede ser que seas mi alma gemela?
«Mira su cola, está apuntando al techo de lo contento que está», pensó su hermana.
—¡Ja! Ni al maestro ni a Mei le gustan. Dicen que sabe horrible.
—¿Eso fue un «sí» en sueco? —la interrogó Rosie con la ceja izquierda alzada mientras daba un trago a su taza de café con leche de avena.
—Sí. A Shiro le gusta decirlo, suena lindo.
—Vale, si tú lo dices...
—Jose-san, ¿puedo probar de tu café? —pidió amablemente Shiori—. No huele mal.
—¿Estás segura? Es muy fuerte, puede sentarte mal.
—¿Qué tal se coges una lata de la nevera? Hay toda una caja entera, Shiori-chan —contestó la novia del michino—. En el cajón de en medio, al fondo, detrás de de las cervezas Argus.
Y a modo de respuesta, le arrebató el envase metálico.
—Mi lata...
Parte 3
—Ne, Shiro-chan —la llamó Marina, muy contenta y meciendo los pies por debajo de la mesa—, anoche apenas tuvimos tiempo para hablar. ¿Qué tal si nos cuentas sobre ti? ¿Tienes padres?
—No.
—Vaya.... Acerté —añadió Kate Onion totalmente desilusionada—. Realmente somos una asociación de huérfanos sin ánimo de lucro.
«Te lo dije», quiso decir Emma, pero estaba ocupada tomando su café con leche y espuma.
—Shiro fue fruto de una violación.
—¡Cof! ¡¡Cof, cof!! ¡¡¡Cof, cof, cof!!!
De la impresión, a la escocesa se le fue el manjar marrón por mal sitio y se estaba atragantando. El semblante de todos se desencajó, sin saber si bien fue por el perturbador dato o por la normalidad con que lo dijo.
—Mi madre tiene actualmente 28 años, no quiere saber nada de mí. Mi tía dijo que intentó saltar del balcón de su apartamento con Shiro en sus brazos cuando aún era un bebé.
—Ssshhh... —Jose sopló aire entre sus dientes, tratando de digerir aquella información—. Joooder.
Sudando frío, totalmente pálido, Aitor trataba de hacer el cálculo. No podía creerlo, tanto que incluso estaba empleando sus dedos para contar los años y asegurarse de no estar cometiendo ningún error.
—S-si tú todavía tienes 15, y ella ahora tiene 28... E-entonces, es... es...
—Déjalo, Ai-Ai —le ordenó su novia por su bienestar mental—. Mejor déjalo.
—Tía cuidó de Shiro hasta los 8 años, pero se aburrió, y la dejó en un orfanato porque no era normal. A Shiro no le gusta ese lugar, ni el colegio, ni el instituto. Se burlan de mí y me llaman «rarita» o «monstruo». Shi... Yo no soy ningún monstruo...
—Tranquila, no pasa nada. Llora si quieres. —Jose le ofreció una servilleta para que se secara las lágrimas—. Nosotros pasamos por eso mismo en el colegio.
—Um. Shiro no quiere dar pena, pero no está sola. Tiene a Oliver y a Mei, su mujer.
Bonnibel dudó de si hacerlo o no, pero no tenía nada que perder por preguntar.
—Shizuru-chan, ¿puedo preguntarte por tu maestro?
—Um. El maestro Oliver salvó a Shiro. No lo consideraría un padre, pero sí algo así como un mentor, un tutor. Acogió a Shiro en su casa a cambio de hacer las tareas del hogar. Fue amable.
—Eeeh... Eso no suena a buena persona. Ojito, cuidao —señaló Kate—. ¿Meter a una menor de edad en tu casa a cambio de que haga los quehaceres, en lugar de avisar a las autoridades pertinentes? Mmm... ¿Seguro que no busca cumplir su fetiche de «papá folla a hijastra»?
—El maestro no es mala persona, huele bien. Pero es misterioso, o intenta hacerse el misterioso.
—¿Acabaste en la calle, Shizuru-chan?
—Rosie, Shiro-chan, onegai.
—Vale, perdona. Shiro-chan —se corrigió.
—Shiro se escapó del orfanato, robaba comida y dormía en la calle. Una vez, Shiro robó la cartera de un hombre pelirrojo en el centro de Tokio y este la atrapó. Ahí fue cuando vio que Shiro era una pequeña niña semihumana, por lo que pensó en dejarme vivir en su casa.
—¡Ah! Entonces, es de ahí que aprendiste a cocinar tan bien —dijo Marina.
—¡Um! El maestro lleva una tienda de ramen. Y su mujer Mei hace los mejores helados del mundo. Hace poco que se casaron. ¿Aunque tal vez Shiro debería decir que es su hombre?
—¿Ramen y helado de postre? Eso no creo que haga buena combinación —pensó Shiori en voz alta.
—Sabe bien, Shiro te lo confirma. Hay helado de mayonesa y de cactus. A Shiro le encanta el pistacho con chocolate.
Silencio sepulcral. ¡¿Qué clase de sabores eran esos?! Aunque teniendo en cuenta la gran (y extraña) variedad de sabores para dulces tales como Kit Kat, no era algo raro en el país del sol naciente.
—Eeeeeeeh... Yo por ahí no paso —exclamó Aitor.
—Mira, oye, ahora tengo ganas de ir a tu casa a comer.
—Shiro-chan, ¿cómo dices que se llama tu maestro? —se interesó la vampiresa, dejando un plato con bollos partidos por la mitad y tostados sobre la mesa—. ¿Oliver qué más?
—Oliver Rose—respondió escuetamente mientras tomaba un panecillo del plato.
La Bruja de la Escarcha mudó enteramente de color en cuanto escuchó aquel nombre ser pronunciado. Fue como si le drenaran la sangre con una máquina de diálisis.
—¿O-Oliver dices que se llama?
—Sí. Es un mago muy poderoso buscado por todos en el bajo mundo, lo apodan «el Fracasado». Puede leer grimorios sin envenenarse, enseñó a Shiro a cocinar, usar la magia y a pelear. También fue quien le habló a Shiro de Jose-senpai, Phoebe-senpai, Goldie-senpai y de ti, Bonnie-sensei. ¿Es cierto que el maestro Oliver es tu hijo?
Todos la miraron, la bruja sudaba frío. Ahora es cuando de verdad no la iban a dejar en paz, ni a sol ni sombra hasta que les contase absolutamente todo.
—Así que... tienes un hijo —dijo Phoebe.
—¿Pudiste dar a luz con ese cuerpo de loli tuyo? —comentó Rosie.
—Ya en serio, ¿qué edad tienes, Bonnibel? —reiteró Aitor.
—¡Vamos a conocer al hijo de Bonnie! —gritó emocionada Marina.
—¿Pero que no eras la «Vampiresa Virgen»? —se preguntó la escocesa.
—Él... Él no es mi hijo —negó dando un golpe sobre la mesa—. Yo tan solo lo cuidé...
—Como si fuera tu propio hijo —interrumpió Goldie—. Lleva tu apellido.
—Totalmente —continuó Phoebe.
—Absolutamente —siguió el juego Joseph.
—¡Callaos! Oliver solo es uno de mis tantos alumnos, lo recogí cuando era un bebé durante la Primera Guerra Mundial. La casa fue bombardeada y sus padres murieron, él fue el único superviviente. ¿Vale? No es la primera ni la última vez que lo he hecho.
—¡Coño! De eso hace ya poco más de un siglo —exclamó Rosie.
—Sí... —dijo Marina.
—Tan solo dinos ya qué tan vieja eres, abuela —bromeó Jose, recibiendo un golpe en la cabeza de parte de Selene.
—Tienes suerte de que no te electrocute, estoy de buen humor hoy.
—Ay, ay, ay... En celo, dirás.
—Dinos, Bonnie, ¿qué edad tienes? —preguntó la kitsune europea.
—Tampoco os creáis que soy tan vieja, solo tengo 300 años. Soy una vampiresa bastante joven, ¿eh? Los siglos pasan volando.
—Eh... Claro que no —opinó el muchacho de apellido García.
Parte 4
En un callejón, alguien se arrastraba como una pisoteada serpiente.
Gemía de dolor y se lamentaba.
Se había quedado sin magia tras haberla gastado toda.
Su trauma había vuelto a aflorar tras seiscientos años durmiente.
Y lo maldecía.
—Es por estas cosas... que odio a los gatos...
Parte 5
Phoebe Lemon murmuraba algo ininteligible para sí misma, se fue para el sofá y cogió aguja e hilo. Repetidamente miraba en dirección a Shiro mientras esta terminaba de desayunar. Aparte de ir a derrotar al Comandante, entre todos estaban planificando una ruta para los lugares a visitar una vez terminaran el trabajo. El gato alfa estaba sentado en el sofá arropado por su harén: Rosie a su derecha y Shiori a su izquierda, y Shiro ocupando su regazo como su asiento personal. Desde la mesa de las cartas, Selene los observaba celosa.
—¿Qué haces, hermanita?
—Trabajo —respondió totalmente concentrada, mirando al aire.
—Pues llevas como una puta estatua un buen rato, parece que se te apagó el cerebro, prima —comentó Goldie.
—Si puedo sacar mi teléfono del bolsillo, te saco una foto —dijo el menor de los Lemon.
—¿Por qué miras tanto a Shiro?
—Mmm... Cállate, necesito silencio.
«La complexión de sus cuerpos es muy similar. Las medidas de Goldie son 68/54/77. Copa AA. Las de Shiro entonces son...».
—Esto... ¿Phoebe? —Arqueó la aviñonesa la ceja.
«Ya veo... Las de Shiro entonces son 67/57/77. Copa AA, también».
Sus ojos reflejaron una mirada fiera, estiró sus hombros haciéndolos crujir y comenzó a mover sus manos. La velocidad a la que trabajaba era tal que solo se veía un tumulto de hilos blancos, manos infinitas. En aproximadamente un minuto y medio un vestido de novia muy similar al de Rosie con increíblemente hermosos lazos fue confeccionado.
—¡Ya está!
—¡Qué rápido! —exclamaron todos.
—Ten. —La gemela se lo ofreció a la gata blanca nipona—. Es para ti.
—Woaaah... A Shiro le encanta —dijo ella recogiéndolo—. Es precioso. ¿De verdad es para mí, Phoebe?
—Claro. —Asintió, retomando la aguja y el hilo—. Dame también tu ropa, voy a coserla. Estaba hecha trizas. La arreglaré mejor que si mi hermano usa su magia de hilos en ella.
—Shiro no puede aceptar esto, es demasiado.
—Que no, tú te lo quedas y punto. No me tienes que pagar nada —insistió—. Eres mi cuñada.
—Hai?
—Phoebe, ¿esto no es...? —Rosie estaba alucinando en colores. Aquel vestido se asemejaba muchísimo, demasiado al suyo que su novio le regaló por su cumpleaños. Era una réplica a escala menor, hecha a medida para la loli neko.
—Así es. Como mi hermanito y ella consumaron el acto, ¿eso no la hace su segunda esposa? —explicó con una sonrisa de oreja a oreja—. Eh, Shiro-chan, ¿Jose te mordió?
—¡¡¡...!!! —El culpable inmediatamente dio un respingo.
La pequeña gata inconscientemente llevó su mano a la parte de atrás de su cuello como si se tratase de la mordida de un vampiro y su rostro se tiñó de cerezo, recordando el apasionado momento, y no fue la única, también Rosie, Selene, Marina, e incluso Shiori se llevó la mano al cuello.
—Veo que sí, siempre le gustó dar mordisquitos cariñosos y besitos. Hey, ¿también te lamió?
—Bruh —añadió Aitor—. ¿Es en serio?
—Llega a estar mi padre aquí y te mata, Jose —rio la estadounidense.
—Venga, Shiro-chan, pruébatelo, yo creo que te queda de maravilla.
—Phoebe —pronunció su madre postiza su nombre—, no usaste magia, ¿cierto?
—Por supuesto que no, Bonnie. Aunque si tengo que hacer patrones más complejos, suelo usar el Ojo Espiritual para ayudarme. Un vestido o dos como estos no es nada para mí...
—Trabajé durante días sin descanso, cosiendo, para hacer ese traje... Esto no es justo... ¡Te voy a denunciar!
—¿El qué no es justo, hermano? —alzó la voz claramente enojada—. Tú robas las técnicas de todos según te parece, eso es propiedad intelectual, ¿sabes?
—E-entonces, ¿a qué dedicas tu tiempo si tardas tan poco en coser una prenda?
—Eso no es de tu conveniencia, mamá... digo, Bonnie. —Colocando su dedo índice delante de sus labios, se inclinó ligeramente hacia adelante—. Eso es secreto.
—Vale... Sois hermanos, no se puede negar —masculló la inmortal llevándose la mano a la frente.
Uno a uno, todos fueron copiando a la chupasangre con apariencia de niña de escuela primaria Claro, ¡cómo no! ¿En qué estaban pensando? Son gemelos, mucha diferencia no podía haber.
—No he cogido el chiste —interrumpió Shizuru.
—Mejor déjalo —habló Goldie Lemon—, y se dice «pillado», no «cogido».
—Vale. Me lo apunto.
—Shiro-chan, manzuri —le dijo la gata tricolor.
—Aaah, ahora sí entendí.
Parte 6
—Mmm, están buenas las tortitas. Shiro, ¿me alcanzas un puñado de servilletas?
—Sí. ¿Cuántas quieres?
—Un par, dos o tres.
—¿Quieres dos o tres servilletas, senpai?
Eso fue extraño.
—Solo dame unas cuantas y ya está, no te rayes.
—¿Cuánto son «unas cuantas»? —preguntó ella confusa.
Para confundidos el resto de los «desayunantes», que se pensaban que estaba tomándole el pelo a su senpai, pero por su manera de hablar no parecía estar bromeando, su tono de voz permaneció normal e inalterado.
—Niña, ¿estás tonta? —espetó Goldie—. Dale unas pocas servilletas y ya.
Selene la miró mal, no le gustó esa actitud.
—Espera, Goldie —le dijo la sirvienta del Reino Unido.
—Es que, no entiendo. ¿Qué es «un puñado» o «unas pocas»? —se explicó ella como pudo.
—No digas eso, Goldie —lo regañó su primo visiblemente enojado; Marina pareció entender la situación al vuelo—. Pásame dos, porfa.
—Aquí tienes.
—Shiro-chan, ¿me das dos de esas?
—¿Mm? ¿El qué te doy, Marina-senpai?
—¡Ajá! I knew it! Dos de esas servilletas, las de las franjas rojas y blancas, no las azules. —Inmediatamente, se las dio—. Gracias.
—Shiro-chan —se dirigió amablemente el muchacho de cabellos nevados—, ¿puede ser que tengas un poco de Asperger?
—Um. A Shiro no se le da bien entender algunas órdenes.
—Ya veo...
—Perdona, Shiro-chan —se disculpó Goldie sintiéndose mal por haberla insultado sin saber—. No era mi intención, yo no sabía...
—Um. —Ella negó con la cabeza dos veces—. No te preocupes, Goldie-senpai. No pasa nada.
—Eres de las que se lanzan a la piscina sin comprobar que está llena primero, ¿no, Goldie-san? —dijo Kate, buscándole las cosquillas.
Al igual que una niña pequeña y mimada, se cruzó de brazos y apartó la mirada, enfadada con todos.
—Eh, no pasa nada, Goldie. Tan solo no seas tan agresiva y directa, chica. A veces te pasas de la raya y haces mucho daño, ¿sabes?
—Lo siento.
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