Capítulo 6: Noche de chicas


Parte 1

—¡¡¡Doriaaah!!!

Rapid Fire!!!

Con un dedo, Aogami detuvo la bola de fuego que se disparó de las manos de Kaori, y con otro detuvo el filo de la espada de Yuki. Suspendido en el aire, se mostraba todopoderoso. Ichigo y ellas dos no podían dejarlo huir así como así. Fue su error el que esto ocurriera en primer lugar por querer mirar aquella espada sellada. Quién fuera a imaginar que un objeto maldito fuera a contener semejante entidad maligna.

Ichigo, en el suelo, cerraba sus ojos y controlaba su respiración, preparándose para establecer un ritmo de inhalación y expiración acorde a la actividad y despertar su máximo poder. Activó su forma original, la humana con rasgos de lobo: orejas y cola. Sus ojos brillaron en la oscuridad de la noche con un color ámbar, mientras las gemelas Makishima colisionaban con el demonio en el cielo cubierto de oscuras nubes. Golpeaban, se retiraban al tejado de un edificio cercano y se volvían a lanzar contra el desgraciado que se atrevió a robarles su senpai.

—¡Kuh! No me equivoqué al juzgarlos, ¡son fuertes! ¡Pero no lo suficiente, mocosos!

Seimei no honō (Llamas de la Vida).

A una velocidad vertiginosa que claramente sobrepasaba el Mach 2, Ichigo Tanaka se plantó delante de Aogami. En sus puños, potentes y vivaces llamas de una tonalidad turquesa procedente de su propia fuerza vital, vigor y coraje. El maligno hechicero no vio esa venir, sin embargo sonrió y con su puño envuelto en llamas negras como cenizas bloqueó el puñetazo. La onda expansiva lo mandó a volar, realizó un mortal en el aire y aterrizó con estilo, como un ninja.

—¡Ha, Ha, ha! ¡Muy bien, muy bien, cachorro! Me extrañaba a mí que no fueras capaz de emplear las Artes Espirituales perteneciendo a la raza que se las enseñó a la humanidad. —Su mirada se tornó seria, aquellas artes místicas eran capaces de herirlo realmente, el núcleo de su alma—. Ven, hijo del lobo. Muéstrame de lo que eres capaz.

Senmetsu Jōtai! (Modo Asalto).

—Eso es, ven con todo.

Ichigo comenzó a reunir poder en su interior, aumentando su temperatura corporal por encima de los 40º C. Su aura comenzaba a hacerse visible a su alrededor, pasando de un color azul celeste a uno rojo sangriento con rayos negros.

—¿Eh? Oh, estás intentando hacer uso de la Destrucción Sanguínea al mantener todo el poder de tu Forma Ancestral en forma humana. No durarás más de unos minutos en este estado, lo sabes, cachorro.

—Lo que sea... ¡con tal de destruirte! —sentenció.

—Heh. Tienes una boca demasiado grande, niño ingenuo.

El suelo se hundió, fragmentos de concreto se elevaron por la densa acumulación de energía. Los rayos negros freían todo lo que tocaban, fuera suelo, árboles o coches de la ciudad. Una pisada y el aire colapsó, desatándose una horrible tempestad. Aogami decidió dejarse de juegos y pelear algo más en serio. Si un golpe en condiciones atinaba, no solo Aogami moriría, también lo haría su alma. Por ello, teletransportó su katana lo más lejos posible.

Los choques eran increíbles. Haciendo uso de la habilidad innata de Aogami, era capaz de quebrar el aire y provocar terribles terremotos que sacudían la ciudad entera. Ichigo incrustó sus pies en la fachada de un rascacielos para visualizar a su enemigo. Cuando se quiso dar cuenta, Aogami se hallaba frente a él, a centímetros de distancia con una mano impregnada en fuego infernal.

—¡Haaaah!

La mano destruyó aquel edificio con una devastadora explosión de ki, viajando y haciendo estallar todas las plantas. Por suerte, se trataba de un edificio de oficinas sin nadie adentro, o las muertes habrían sido considerables. Ichigo se desplazó décimas de segundos antes y lo golpeó con todas sus fuerzas con ambos pies. Lo aplastó contra el cemento y buscó arrancarle el corazón. Pero una barrera de aura concentrada se lo impidió.

—No tan rápido, bastardo.

—¡¡¡...!!!

Con una onda de voluntad, Ichigo fue mandado a volar, destrozando el escaparate de una cafetería y quedando dentro de la vitrina de los pasteles, cubierto de crema, bizcochos y pedazos de cristal. Las gemelas del frío y el calor volvieron a la carga. Sin embargo, sus hechizos fueron anulados al agarrar Aogami sus brazos.

—¡Debe ser una broma!

—¡¿Eeeeeh?!

—Las Artes Espirituales también son conocidas por poder anular artes mágicas al contacto físico, niñas. ¿De dónde creen que proviene la resistencia sobrenatural de los monstruos?

Aún sosteniendo sus brazos con fuerza inhumana, este empezó a girar sobre su pierna derecha como una peonza y las soltó. Primero a Yuki, luego a Kaori. La hermana mayor se estampó contra una columna de cemento de un aparcamiento, y siguió su hermana menor, quien ocasionó daño interno al usar sin quererlo a su pariente como cojín de aterrizaje. Yuki tosió sangre, pudo escuchar el crujir de sus costillas.

—Aaah...

Kill Smasher!!!

—Barrera Sísmica —pronunció el brujo.

Una vibración inconcebible contuvo el golpe, lo disipó. El suelo y los edificios aledaños pagaron el pato, agrietándose, deshaciéndose y viniéndose abajo como un corrimiento de tierra brutal.

—¡Te voy a hacer picadillo, lobito plateado!

—¡Inténtalo si puedes! Accel!

Con la katana en mano, comenzó a realizar cortes sucesivos, tan rápido que eran casi imposibles de ver. Un viento infernal los atraía, como si generase él mismo la gravedad. Si se acercaban demasiado, ¡serían asesinados! Ichigo se vio obligado a valerse de una farola para no acabar como aquel coche que hizo contacto con la espada del mago. Yuki y Kaori se mantenían a distancia segura volando mediante propulsión, con un hechizo de fuego. El problema sería su resistencia, volar de ese modo gastaba demasiada magia.

—¿Me quieres? ¡Entonces voy!

Tanaka se lanzó contra él como una bestia, rugiendo. En el segundo y medio entre el salto y el choque, creó de su aura roja un bastón y bloqueó la katana negra, colisionando múltiples veces y finalmente interrumpiendo la técnica. Hirió a su oponente, un corte en la mejilla; él recibió dos: uno en el brazo izquierdo y otro en la frente. Un corte bastante profundo, pero nada serio o que dejara cicatriz.

Dos bolas de fuego, por así describirlas, una de luz negra y otra escarlata devastaban el centro de Tokio. Y al final, la oscura acabó por subyugar a la escarlata, hundiendo el rostro del lobo universitario en el asfalto. Derrotado, su aura de sangre se desvaneció, la sangre regresó a sus capilares, su cabello volvió a su estado natural, y la regeneración volvía a funcionar como antes, sanando cortes, vasos sanguíneos rotos, fracturas y daño interno.

—O-ooooh... Aaaah

—¿Eso es todo, mocoso? No está mal, pero comparado con el espadachín que me arrebató no eres nada. Si este es el vergonzoso estado de todos los magos de la actualidad tras más de dos cientos años de sueño, únicamente un Rey Celestial podría detenerme.

—¿Alguien me llamaba?

—¿Huh?

Nuevamente hundió el rostro del joven lobo de lomo plateado en el asfalto, dejándolo tirado. Se levantó y se dio la vuelta. Un hombre alto, vistiendo un jersei de rayas rojas, pantalones vaqueros rojos rasgados y mocasines. Su cabello era anaranjado, y sus ojos ámbar emitían un siniestro brillo capaz de aterrar a cualquiera. El poder desplegado era sobrenatural, incomprensible.

—T-tú... ¡Tú eres!

—Sí. Soy yo. Uno de los Cuatro. ¿Qué tal la siesta, Yato?

Impulso de miedo.

Retrocedió quince metros de un salto.

Aogami... No, Yato se volvió blanco.

Las gemelas se levantaron doloridas, preguntándose quién demonios era aquel tipo que en apariencia no tendría más de veinticinco años. Tono de voz relajado, despreocupado, pero alerta. No podían sentir ninguna clase de poder mágico provenir de su ser, era sumamente extraño. Una extraña presión ejercía fuerza en sus pechos. Debilidad, como si en cualquier instante pudieran perder el conocimiento.

—Me parece abusivo que le hagas bullying a unos niños.

—¡Kkkgh...!

«Ese poder ilimitado que mana de su interior... ¡Ese maldito...!».

—Déjalos en paz y lárgate, vivo por esta zona. Mira el desastre que has hecho. ¿Dónde voy a comprar yo ahora? Escucha, no pienso poner fin a tu diversión. No voy a ser yo quien lo haga, después de todo, no se te puede matar por medios convencionales.

Oliver hizo una marcada pausa. Las hermanas tragaron saliva e Ichigo levantó la cabeza, tratando de comprender qué era lo que sucedía. El Rey señaló con su dedo índice al brujo negro, amenazándolo.

Pero si interfieres con mis planes, entonces seré yo quien te asesine.

Entonces, un ataque inexplicable sucedió. Veloz, fugaz, aterrador, sangriento e implacable. El cuerpo de Aogami estalló en pedazos, lloviendo sangre y vísceras. Como si un cañonazo invisible hubiese impactado, el maniquí rodó por el asfalto dibujando un reguero de vísceras. Únicamente el torso y la cabeza sobrevivieron a aquella mortífera magia invisible. No hay nada más aterrador que un ataque inexplicable que golpea desde un ángulo imposible y cuyo efecto es desconocido. A ese nivel se encontraba el inmortal.

Yato se regeneró por completo mediante el uso de una extraña e inexplicable materia oscura que mucho recordaba a la habilidad de Gai o las Alas Negras de Jose, ropa incluida que sustituyó por un largo kimono de color beige. Sobrevivió a su muerte, pese a que su corazón y los pulmones quedaron destruidos por la onda expansiva.

Ahora, largo.

Aterrado, se retiró dando grandes brincos, y desapareciendo de su vista. Cuando quisieron darse cuenta, Ichigo, Yuki y Kaori estaban ilesas. Sus heridas y el dolor habían desaparecido, sus ropas no estaban ya hechas jirones, y sus energías también fueron restauradas.

Aque hombre, ya no estaba.

—¿Qué demonios... es él? —exclamó Ichigo furioso.

—Qué miedo —dijo Kaori.

—Dios, qué diferencia de nivel —mencionó Yuki en voz alta—. ¿Quién es? ¿Qué magia ha empleado? Nunca he visto nada igual.

—Ni idea. Pero algo me dice que mejor será no encontrarse con él. O en todo caso, que se encuentre de nuestro lado —habló Ichigo—. Maldición, esto es demasiado para mi cuerpo.

Parte 2

—¡Eh, he-hey! ¡Qué pasa, pequeño!

El enfermero que tan gordo le caía a Jose acababa de entrar por la puerta. Varios segundos antes de que este atravesara el umbral, el minino albino ya estaba poniendo los ojos en blanco al oír aproximarse sus pasos.

—¡¿Cómo está mi paciente favorito, eh?!

«Por favor. No me toques las orejas», pedía desde su interior. Lo sentía en sus tripas, otra vez iba ese espagueti humano a plantar su mano sobre su cabeza y despeinarlo entero, porque quería tocar sus grandes y mulliditas orejas. Esta vez, Jose no estaba en posesión de su bufanda para apartar sus manoplas o propinarle un latigazo que le dejara el culo igual de rojo e inflamado que un babuino.

El joven siquiera podía resoplar, estando aún intubado. Solo podía comunicarse por señas con sus manos y con la mirada. La telepatía estaba incluida en el paquete, claro, pero solo con sus allegados, y Bonnibel no se lo recomendaba a causa de su débil condición. Si por él fuera, practicaría la proyección astral y se daría una vuelta, a ver qué hacían los demás.

—Aún me cuesta creer que estas orejas y la cola sean reales, te juro que me parecían cosplay. Pero realmente eres un chico gato como de esos que salen en los dibujitos chinos.

«Anime. Se llama anime».

En cuanto fue a posar su mano sobre su largo pelo, Jose rápidamente la apartó de un guantazo.

«¡Sh! No me toques, bicho».

—Oh, venga. No seas así. Encima que vengo a verte en mis ratos libres. ¡Eres un héroe, tío!

«¿Haaah? ¿Un héroe, dices? Soy un villano».

—¡Salvaste Estepona de Gai y a un montón de niños! He estado leyendo los rumores. Se rumorea por Internet que también tuviste algo que ver en Inglaterra y en Honolulú.

«Que sí... Pesao...».

—He estado investigando un poquito acerca de ti. Y adivina qué: ¡tu hermana y tú nacisteis en este mismo hospital! No es que haya demasiada gente que se apellide Lemon. ¡Y hasta hueles a limón!¿Cómo va eso? Oh, y otra cosa que quería comentarte. He visto que en algunas bases de datos te marcan a ti y a tu hermana como «D. Lemon». ¿Qué significa esa «D»? ¿Aguarda algún significado oculto capaz de volarnos la cabeza como la «D» de One Piece, quizás?

Jose puso los ojos en blanco.

«No lo sé», resopló internamente. «Ni me importa. Me la sopla lo que hicieran mis ancestros».

—Eh, ¿podrías invitarme a tu casa algún día de estos? Quiero hablar con todos vosotros. ¡Sois tan guays! ¡Tenéis superpoderes de verdad, es que es de alucine! Siempre quise poder usar el agua para pelear, como en Naruto o en Avatar. Ahí, to' guapo.

«Que alguien me saque de aquí... ¡No se calla ni bajo agua!».

Parte 3

Las chicas no se ponían de acuerdo acerca de qué comer. Ninguna de ellas tenían ganas de cocinar después de una relajante ducha y estar en pijama, por lo que acabaron pidiendo al Mister Noodles, Domino's y demás cadenas de comida rápida. Si había una cosa que les encantara a ellos de Mister Noodles, aparte de lo sabrosa que era su comida tailandesa, eso era las enormes y exageradas cantidades. Si bien para muchos era motivo de queja al ser demasiado para tan solo dos personas, para unos glotones como ellos era una bendición poder comer hasta el hartazgo por tan poco dinero. Patricia estaba sufriendo trastorno de estrés postraumático al recordar el destino de su tarjeta de crédito en aquel restaurante chino de Londres como si aquello hubiera sido la guerra del Vietnam, y Laura, Lucía y Camila se hallaban bastante sorprendidas, pese a saber de oídas que eran el terror de los bufés «como todo lo que puedas». Y Marina también comía lo suyo al ser una superhumana, aunque nada comparado con las semihumanas. Pidieron un total de veinte pizzas, multitud de entrantes, cinco tipos de tallarines, dos arroces al curry, dos ensaladas de la casa y tres sopas.

Aunque para sorpresa, la enorme bandeja de fritura que trajo una alegre chica de cabello rosa que tocó a la puerta. Marina pidió una «fritura para cuatro personas» a un bar que a Rosie le sonaba, y mucho. La enorme fritanga se componía de chipirones, merluza, chanquetitos, pulpo, calamares, jurelitos, y demás clase de pescados. Costaba creer que «eso» fuera una comanda para cuatro. En palabras de Marina: «El dueño del bar es muy exagerado cuando pides la fuente, con nada más».

Emma, quien debía vigilar a los Supernovas para que no la liaran demasiado, se sumó al cotarro, siendo ella quien puso sobre la mesa las cervezas y la sidra; hizo bien en considerar en no sacar los frascos de licor casero del albino del armario. A cuenta de ella corrió la cena japonesa que también pillaron.

Todo eran risas. Rosie se cabreaba porque no era capaz de usar bien los palillos y se le caían las cosas. Selene estaba que echaba chispas, literalmente, y Camila enseñándola a coger la comida con ellos. Marina tenía una maestría sin igual con los palillos, aun por encima de Camila, quien acostumbraba a recorrer restaurantes «raros» o exóticos. La hawaiana aseguraba tener una técnica aun superior a la de su amado Jose, todo un weeb.

Parte 4

—Mmm... ¡Hhhhm! ¡¡¡Nggggh!!!

Tumbado en la cama, Jose trataba de estirar el brazo. No alcanzaba su móvil, cargando en la bandeja móvil al lado de su cama. Delante de sus narices, en el sillón, había una estampa que deseaba inmortalizar sin importar lo que diera a lugar, ¡y él no alcanzaba el dichoso teléfono! Tampoco podía apretar el botón del cabecero de la cama para pedir ayuda a una enfermera, de lo contrario todo se echaría a perder.

¡El escenario era perfecto!

«¡Oh, claro! Qué idiota soy», se rio. «Puedo hacer eso».

Fue entonces cuando se le ocurrió la idea de jalar del cable del cargador para acercar el dispositivo a su persona. Después de todo, aquel carrito tenía ruedas y el freno no se encontraba echado.

Pero salió tremendamente mal.

El teléfono móvil cayó demasiado fuerte de la plataforma, desenchufándose del cable y estrellándose contra el suelo de canto, rajándose la pantalla LCD.

«¡¡¡ME CAGO EN DIOOOOOOOOOOOOOOS!!!».

Parte 5

—¡¡Uf, estaba todo buenísimo!! —dijo Goldie acariciando su tripita.

—Sois las que más habéis comido —señaló Lucía.

—Demasiado, diría yo —añadió Laura.

—¿Queréis algo de postre? —preguntó Phoebe levantándose del sofá—. Yo voy a por unas patatillas para picar.

—¡Yo quiero arroz con leche! —Levantó la mano Selene, aún tomando la sopa de marisco picante.

«¡Y todavía sigue comiendo la tía!» fue el pensamiento colectivo.

—No hay. Cuando mi primo vuelva hará.

—Jooo... Entonces un yogur de caña de azúcar —pidió.

—Yo no creo que quiera nada; aún sigo con el pescaíto —dijo Rosie llevándose un salmonete a la boca—. Esto está de vicio, ¿es nuevo el bar? Porque no me suena. ¿Y en serio te vas a comer unas patatas fritas ahora, Phoebe? Estás mal de la cabeza, chocho. Pilla un postre de verdad.

—Sí —respondió Marina—. Para ti sí, lleva dos años y pico ya abierto. El antiguo dueño cerró y vendió el bar; la cosa no iba bien.

—Ah, ¿que no es Juan?

—Rosie, estuviste cuatro años fuera. En cuatro años las cosas cambian bastante, je, je. ¿Y en serio no te diste cuenta cuando pasaste por delante del local a por Patri?

—No... La verdad, no me fijé.

—¿«Cuatro años fuera» o desaparecida? —recalcó Camila—. Jamás vamos a olvidarlo, saliste hasta en las noticias. Si toda la que tienen montada de la Facción comenzó por ti.

—Me siento culpable —dijo Patricia Clemont.

—¡Bah, ya pasó!

Phoebe regresó con un montón de bolsas de patatas de todos los idiomas y colores. La gran mayoría del material provenía del sudeste asiático, con sabores muy peculiares. Pan de gambas, palitos de semillas con sabor a chile, cáctus, guacamole, un bote de helado sabor mayonesa, patatas sabor a pato asado, otras con sabor a ostra... Una ecléctica mezcla de tubérculo sumergido en grasas vegetales de Tailandia, China, Japón, etc.

—Siempre comes muchas papas, Phoebe —se quejó Laura.

—¡Qué quieres que le haga! Me encantan las patatas fritas.

—Sí. Si hay algo que les pierde a los gemelos, son las patatas fritas. —Rosie se reía, los conocía demasiado bien—. ¿Por qué creéis que suelen evitar comerlas? Es una y no pueden parar, los gordos estos. Anda, dame una. ¿De qué es?

—Berberechos y soja.

—¿Qué coño? A ver. —Al llevársela en la boca y probarla, le gustó—. Oye, no está mal. ¿Ess de allí son barritas de sésamo?

Lucía hizo lo propio con el aperitivo de pan tostado, arroz y algas. No le hizo mucho chiste, siendo Goldie la aspiradora encargada de devorar la bolsita. De la bandolera de Jose siguieron sacando dulces extranjeros, refrescos y toda clase de bebidas. La mayoría japoneses. Fue la misma gata aviñonesa quien reveló el secreto de la bolsa sin fondo: el llavero. Aquel llavero de Flareon distorsionaba el espacio interior del bolso, permitiendo así guardar muchas cosas más de las que en realidad cabrían.

Entonces, todos los teléfonos sonaron a la vez.

Sabían quién había sido: Jose.

Aburrido, se dedicaba a enviar publicaciones, fotos y memes a todos los contactos, a la espera de que alguien le contestara. «No hay peor veneno para una bruja que el aburrimiento». El contenido enviado se trataba de una fotografía hecha con la cámara frontal del móvil: en el sillón azul e incómodo del hospital donde se sientan y duermen los invitados estaba dormida Bonnibel, y Chocola en sus piernas, también frita. La Bruja de la Escarcha era una linda muñeca luciendo un vestido rosa claro con un lazo del mismo color en su cabeza, y la pequeña Chocola vistiendo un chándal verde hoja. Una foto de abuela y nieta. La luz de la luna que entraba por el cierre del balcón daba el matiz perfecto para hacerla única.

—¡Qué bonita!

Parte 6

—¡Oh! —Godie dio un aplauso como si quisiera aplastar una mosca—. Hablando de dulces japoneses. Tenemos que ir a Tokio, lo de la gata blanca esa.

—Hmm... Es verdad. —Rosie Redd trataba de recordar—. Dicen que ella sola destruyó una célula de New Dawn y enfrentó en igualdad de condiciones al cuarto, Aogami. Como si no tuvieran suficiente con el Desastre, ja, ja. Por cierto, Goldie, te ves muy bien con esas gafas rosas.

—Me las quito. Por eso prefiero llevar lentillas.

—Tía...

—¿Desastre? —se preguntaron las aprendices de mago Lucía, Laura y Camila.

—Vosotras no lo sabéis —les respondió Selene—, pero Goldie y Jose ocasionaron ese «Desastre». No muy lejos de Venecia, ellos dos solos destruyeron una gigantesca flota con tecnología robada a G.U.N. Claudia casi es capturada en esa batalla por Marco. Se salvó de milagro.

—No, si es que os merecéis la clasificación S —rio Emma Fox—. ¿Pero por qué tengo yo SS?

—Hasta donde yo sé, crear armas capaces de matar a un Comandante con piezas sacadas del basurero muy normal no es que digamos —matizó Selene.

—¡Eh, eh! Hablemos de chicos —propuso Marina levantándose de la silla—. ¿Quién os gusta? A ver, a ver.

—Oh, ho, ho —se rio Goldie—. Tengo algo mucho mejor: usemos mi baraja de cartas. ¿O preferís jugar a la solterona?

—Yo al UNO —opinó Camila.

—No... Ya sé a qué podemos jugar —habló con malicia la albina mayor—. Juguemos a verdad o reto. Comienzo yo. Camila, ¿verdad o reto?

—¿Eh? ¿Yo? ¿Por qué? Em... Esto, verdad mismo.

—¿Quién de los chicos de la clase te gusta?

—Dilo, venga.

—No tengo a nadie que me guste, por ahora.

—¿En serio, tía? —dijo Lucía.

—¿De verdad? Hasta yo llegué a pensar que Jose y tú estuvisteis juntos un tiempo.

—No, Laura. Solo somos mejores amigos y ya.

Rosie le susurró algo al oído a Marina, y esta comenzó a reírse al punto de que casi se le va el agua por el otro lado, atragantándose. Camila lo escuchó, eso era algo que jamás iban a olvidar en la vida.

—¡Hahahaha! ¡Tía, nooo! ¿Aún te acuerdas de eso? No puede ser. Cuando nos enseñó su pilila.

—Sí, sí, sí. Eso fue muy bueno, ¡ja, ja, ja! ¿Pero qué teníamos? ¿Ocho años?

—¡¿Qué, qué, qué?! —Kate no daba crédito a lo que acababa de escuchar—. ¿Va en serio?

—¿Lo suficiente «mejo» como para querer perder la virginidad con él? —preguntó Goldie Lemon de brazos cruzados y levantando la ceja derecha—. Porque a Laurita le va.

—¡¡No, lo decía en broma!! ¡Sabes que me gusta...!

—¡¡Noo!! ¡¿Pero por qué dices siempre esa clase de cosas?! Como sigas así, yo me levanto y me voy. Que lo sepas.

—Hmm... Ñam, ñam. Bueno, cálmate, Camila. En cuanto al resto, no hace falta saber mucho para saber que les gusta Jose. ¿Verdad, chicas? —golpeó Kate.

Lucía, Laura y Camila se lanzaron miradas de complicidad, ahora era el turno de ellas. Pero primero...

—Dejemos esto, no me gusta. Hablemos normal.

Emma acababa de erigirse como la nueva diana.

—Emma, ¿William y tú lo habéis hecho ya?

—¡Sí, seguro que sí! Es muy guapo, ¿viste qué músculos, Laura?

—¡Sí, está macizo! Todo lo contrario a Josele. Vaya decepción, era una tabla de planchar.

Lejos de allí, en el Costa del Sol al muchacho le comenzó a picar la ceja.

«¿Es que tenemos visita o qué? Ay, esperemos que no estén trasteando en mis cosas».

—Mmm...

Como todo un cachorrito, la belleza pelirroja de ojos esmeralda agachaba la cabeza. Estaba claro: no.

—Vaya, y yo que pensaba que alguien con un cuerpo tan lujurioso ya habría cedido. Qué puritana.

—¡¡Cállate, no soy tan promiscua como tú, Goldie!! —le gritó colorada como un tomate.

—Nope. No soy promiscua ni una buscona, el sexo es algo natural. No hay por qué ocultarlo, es bonito y placentero. Lo mismo con la desnudez; si por mí fuera, estaría ahora en bolas.

—¡Ja, ja, ja, ja! What a joke! —atajó Patricia—. Lo dice la que le da igual que la vean desnuda, pero la vio el repartidor de Telepizza los otros días y se puso como el semáforo del colegio.

—¡¡¡No es lo mismo que te vea alguien conocido que un cualquiera, ¿vale?!!!

—¿Y tú, Lucía? —preguntó Selene.

—Yo estoy con Aaron. Llevamos desde inicios de la ESO juntos.

—Entonces ni se pregunta. La respuesta es sí. ¿Phoebe?

—Aún no veo chico que me haga tilín —respondió llevándose un puñado de papas a la boca—. Me gustaría que supiera cocinar, en general bueno con las tareas del hogar. Que sea amable y me trate bien.

—Tú lo que deseas es un proveedor, hija mía —musitó su prima.

«Es una vaga de cuidado».

—Tu primo Manu estaba coladito por ella, ¿cierto? —chismorreaba Laura con su mejor amiga Lucía.

—Sí.

—Manu me pidió salir y acepté. Pero como amigos —contó sin darle mucha importancia—. Rompimos poco después. ¿Creo que un mes o dos duramos? No sé. ¿Qué hay de ti, Selene? ¿Eh?

—Eeeh... Bien, bien. Voy bien con Jose.

—O sea, que mi hermano te sigue considerando una mejor amiga y ya.

¡Bang!

La destruyó. La chica zorro chocó la cabeza contra la mesa baja del salón, derrotada.

«Bueno, bueno. Nosotras perdimos ya la cuenta de cuántos chicos dejaste en la Friend Zone, Phoebe».

—¡Animal, te la has cargao! —exclamó Rosie.

—Tranquila, Selene —dijo Marina abrazándola, tratando de reconfortarla—, a mí también me rechazó.

—Pero Mari... —dijo la kitsune morena respondiendo con otro abrazo—. Tú le pediste matrimonio, que es distinto.

Todo el mundo dio una carcajada. Ahora Marina había quedado la última.

—¿Y tú, Rosie? —replicó Marina con su propia pregunta cargada de pólvora. Ansiaba poder disparar aquella bala mortal y que terminara tan bajo como ellas dos.

—¡¿Eh?!

—¡Eso, eso! Tanto reírte —Selene, animada por el contraataque, se reincorporó—. Eres la más cercana a su corazón. ¿Es que ya lo habéis hecho o qué?

—Oooh... —Patricia estaba atenta, le interesaba saberlo.

—Em... Hmm... Esto... Este...

—¡No juegues con los dedos! Di la verdad, o te haremos cosquillas —amenazó Kate.

—¡Cosquillas, cosquillas, cosquillas! —cantaban al unísono como un coro sectario las demás.

—No... ¡¡No, no lo hemos hecho!!... Aún.

—¡¡¡Aaaah!!! —Las chicas sonaron defraudadas.

Y de entre la decepción, dos gritos de júbilo.

Marina y Kate.

YEEEES!!

Aún tenían una oportunidad.

—¡De yes nada, chata! ¿Te crees que vamos a entregártelo así como así, sin luchar nosotras? —habló Selene con mirada seria.

—Sí, esto es una declaración de guerra —estuvo de acuerdo la sirvienta Kate Onion.

—¡Yo lucharé por el amor de mi hermanito! —anunció Patricia.

—¡Bien dicho, Patricia! Te ayudaré en todo lo que pueda, lo sabes —celebró con ella la sirvienta de la lanza—. Eres mi amiga del alma. ¡Adelante, Royal Navy!

—¡Royal Navy, yeah!

«¿Pero esto qué es...?».

—A mi hermano le gustan pequeñas, no «pequeñas» —aclaró.

Phoebe las mató de un único disparo que atravesó su pecho, dejando que se desangraran sobre la alfombra. Sopló su dedo humeante y guardó la inexistente pistola en el bolsillo de su pantalón de pijama.

—No... si es que ella también es una Lemon.

—Lo trae en la sangre.

Laura y Lucía habían dado en el clavo. Por mucho que trataran de negarlo, los dos gemelos eran como su puñetera madre, que en paz descanse. Al parecer, lo único que sacaron de su padre fue la cara amable, la memoria y la miopía. Por lo demás, eran más malos que un dolor.

—Oh, Selene —dijo Lucía—. Tenías el pelo largo en secundaria. ¿Por qué te lo dejaste corto de repente?

—¡Sí, sí! El peinado de ahora no te queda nada mal, pero me gustaba más tu larga melena de antes. ¿A qué vino ese cambio? —la interrogaba Laura.

—Esto... Este... —Selene, nerviosa, rizaba su pelo con su dedo índice.

—Mi hermano dijo algo «Te verías bien con el pelo corto», ¿verdad?

—Hmm... Tss... Chi... —respondió, sonrojada.

—¡Espera, espera! —exclamó Goldie—. Creo que sé cuándo fue eso. ¿Fue después de que te eliminaran en el campeonato de tenis? Te dio un beso felicitándote por lo bien que lo hiciste.

—Sí... Uwu. Me dijo que me vería muy bonita con el pelo corto. Y me gustó.

—¡¡Aaah!! Qué dulce.

Después de eso, le tocó el turno a Goldie, bastante reacia a compartir información de su relación con Aitor. A modo de represalia, asaltó a Laura con sus mismas preguntas. Tras quedarse a gusto, haber cuchicheado y tratado rumores como las cotillas que eran, se pasaron a ver películas y juegos de mesa hasta caer rendidas.

Realmente pasaron una muy buena noches todas juntas.

—Mmm... Le preguntaré a William si podría hacerse con una tarjeta de investigación para mí, o al menos un permiso temporal. Quiero tener acceso a los archivos de la fundación para mirar una cosilla.

Parte 7

Mientras él dormía, una persona entró a la habitación.

Una silueta pequeña, bajita.

Miró a la vampiresa y la gatita Chocola durmiendo, y luego dirigió su mirada al joven intubado en la cama.

Se acercó a la cama y lo observó, en silencio.

Tomó su mano, estaba fría.

—Ponte bueno pronto, desu. Shiro te está esperando, desu.

La chica se inclinó, apartó su largo mechón de cabello blanco con cuidado para que no la molestase y besó su frente, deseándole una pronta recuperación. Removió su broche negro de gatito de su pelo y se lo entregó, cerrando su mano. Sería su amuleto de la buena suerte.

Entonces, se marchó del lugar.

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