Capítulo 6: La gata blanca
Parte 1
—Ya falta poco para que lleguemos a Japón. Qué bien tenía Bonnie calculados los tres días de viaje.
Tecleando en el móvil, Rosie chateaba con varias amigas de clase. Al ser septiembre ya había rumores de las listas de la clase, quiénes podían caer juntos y posibles maestros.
—Sí... Se ha quedado un buen día. ¿Qué escogiste tú, Marina?
—¿De qué?
—De bachillerato.
—Bachiller de Ciencias Sociales, para estar con darling. Pensé en Humanidades, pero no me gustaba demasiado. ¿Latín y griego? No, gracias, no quiero a Sandra de Lengua soplándome en el cogote, las letras no son lo mío. ¿Tú, Rosie? Imagino que Salud, quieres ser enfermera.
—Sí.
—Yo he cogido Sociales, estaremos juntas, Marina —dijo Selene.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, metiendo la cabeza en la pantalla LCD del celular—. Ah, por eso preguntabas.
—Aaah... —Aitor, quien doblaba su espalda hasta tocar su cabeza el asiento, suspiró—. Espero no marearme al poner un pie en tierra. Si me preguntáis, ya lo sabéis: Sociales. Es lo más sencillo. Los idiomas y las mates no son lo mío. Ahí se está equilibrado, ni demasiadas letras, ni demasiadas pajas mentales.
—¿Eres consciente que en cualquier caso tienes que dar Matemáticas, Economía y Filosofía, Aitor? —arremetió Rosie.
—Ya lo sé... Pero las matemáticas son aplicadas a las ciencias sociales, más fáciles. Economía es comprender y hacer ejercicios lógicos y repetitivos, y Filosofía depende del profesor que te toque y cómo dé las clases. Lengua... comentarios de texto, uugh.
—Qué aburrimiento —se quejaba Kate, que no dejaba de suspirar...
Emma se había quedado dormida junto a Goldie, Phoebe y Jose. Justo en ese momento, la escena de ellos durmiendo en la cama era para enmarcarla. Emma Fox se había convertido, sin quererlo, en la reina de los gatos. Y, aprovechando que estaban fuera de combate, ¿qué mejor cosa que cotillear? Y para reina del tema, ninguna otra mejor que la autoproclamada sirvienta.
—¿Os habéis enterado de lo último de Phoebe? —dijo Rosie dejando su teléfono sobre la mesa y estirando su espalda, haciéndola crujir ligeramente y provocando dentera a la hawaiana—. Se ha bajado Tinder.
—¿Hn? ¿Phoebe busca novio?
—Eso parece, Marina —respondió Kate en lugar de la gata negra.
—Qué raro —meditó la kitsune—, Phoebe es muy bonita. Podría conseguir novio enseguida si se va al puerto de fiestuqui.
—Pero ya sabes cómo es ella. Los rechaza a todos sin pensarlo una sola vez.
—Toda la razón. —Selene hincó los codos en la mesa y agachó la cabeza—. A mí los chicos ni se me acercan. Estoy harta.
—¿Pero a ti no te gusta Jose? ¿Por qué quieres que se te acerquen babosos y buitres desesperados, Selene? —preguntó confusa Kate.
«Presiento que Manuel acaba de recibir una pedazo puñalada desde el otro lado del mundo», pensó Hala.
—Claro que me gusta, desde pequeña. Pero yo también quiero que otros intenten declararse, como hicieron con Rosie, aunque los rechace.
—Ea, ea. No pasada nada, Selene. No es porque seas poco femenina, porque eres preciosa. Es tan solo que te ven como inalcanzable, fuerte e independiente —le dijo su amiga, tratando de animarla—. Y que das miedo —añadió.
—No es lo mismo, a ti se te acerca todo el mundo, Mari.
Aburridas, todas dieron un largo suspiro que adormecería hasta a las graznantes gaviotas.
—¿Leísteis el informe? —inició la conversación Rosie—. La habilidad de Aogami, no se sabe. Al parecer le permite cortar lo que sea siempre y cuando tenga algo afilado en sus manos. Y pue...
—O sea, ¿que le basta con las uñas? —atajó Kate. Dio en el clavo, eso contaba como «algo afilado». Significaba que incluso si el Comandante era desarmado, aún tenía métodos mediantes los cuales hacerlos pedazos.
—Sí... Más que por poder bruto, la dificultad radica en su poder destructivo.
—Aunque si es por poder destructivo, sois Jose y tú quienes salís más beneficiados. Le hacéis un bukake de explosiones y a su casa.
—Tratamos de capturarlo, no de matarlo, Marina... —le recordó la electrizante chica—. Además, si alguien es peligrosa por sus técnicas, esa eres tú. Puedes ahogar a cualquiera metiendo su cabeza en una burbuja de agua, tarada. O cortarla en dos con un chorro a presión, o dejarlo como un colador con un bombardeo de balas de agua. Tienes mil y una formas de acabar con uno.
—¡¿Y tú qué?! Disparas rayos, ¡so zorra! ¡Ra-yos! ¡A cualquiera que no sea capaz de esquivar eso te lo rajas de una!
—A mí me preocupa que Phoebe repasase tanto el informe de Yuki y Kaori, pero en concreto que mirase tanto la foto de Aogami Kusanagi. ¿Se habrá enamorado a primera vista?
—¿De un terrorista? —dijeron todas.
—Por favor, no quiero una Sakura en el equipo —bromeó el novio de Goldie.
—Bueno... Hay que admitir que el chaval es guapo, oye. Quién sabe si no solamente es bueno con la espada, sino también con la «espada», hehehe~.
—Estás demasiado salida tú para tener 14 años... —Selene disparó un dardo envenenado.
—¡¡¡Aaaaaah!!! Creo que a este paso... —Aitor bostezó, se estiró para estirar los músculos un poco y se dejó caer en el asiento—... a este paso me voy a quedar dormido yo también. Aogami poseído por un espíritu maligno. Es nuestra primera vez enfrentando a un demonio, ¿no?
—Sí... Deberíamos ser capaces de exorcizarlo —creía Rosie.
—¿Qué coño pasa? ¿En Japón no hay hechiceros dedicados a exterminar maldiciones? —preguntó la sirvienta muy molesta—. ¿Tenemos que venir nosotros a hacerles el trabajo sucio?
—¡Ja! Ya lo han intentado —reveló Rosie poniendo los pies sobre la mesa y cruzando sus brazos por detrás de su cabeza—. Los mejores tres hechiceros de Japón han intentado sellarlo. ¿Quieres saber el resultado? El mejor está en coma, el segundo no volverá a caminar, y el tercero traumado de por vida.
—Joooooder. Entonces esto es serio... Oye, si estamos en peligro, Bonnie nos salvará, ¿no? Es la bruja más fuerte.
Marina tenía razón. Un adversario con una habilidad sumamente devastadora, y por lo escrito en el informe de las hermanas Makishima e Ichigo, al hacerse con el cuerpo de Aogami, el poder del mismo aumentó a niveles inesperados. Manipulación de la energía vital, teletransporte, lluvia de proyectiles, maldiciones y regeneración avanzada. Era un monstruo.
Incluso para ellos, que lucharon contra una princesa que blandía el poder de los ángeles y los Comandantes de New Dawn, que eran superhumanos, quizá no se encontraban a la altura del desafío. Mucho menos alguien que desconocía de la existencia de la magia y aún andaban tratando de aceptarla. De entablar una batalla personajes de la talla de Kyle, Claudia e incluso Simeon, no saldrían vivos. Las olvidadas Artes Espirituales permitían anular los efectos sobrenaturales de los poderes y la magia, negando aumentos de la durabilidad. Y aquella entidad que habitaba, que se encontraba sellada en la katana negra, era capaz de emplearlas.
Sin darse cuenta, la atmósfera se tornó lúgubre. En todas sus peleas siempre estaba la sombra de la muerte, acechando en las sombras. Pero ahora se veía tan real, tan cerca, y tan inmensa. Aún eran novatos en cuanto a combate se refería. Tenían potencial y grandes cartas bajo sus mangas, pero aún jóvenes e inexpertos. Si ganaron, fue por golpes de suerte, estrategia y que cada miembro del equipo era sólido a su manera, complementando a los demás.
Pero ¿y si por enfrentar a un enemigo demasiado grande toda estrategia dejaba de servir, a causa de la dispar diferencia de niveles?
—Eh, eh. Aprovechando que están sobaos, ¿qué tal si tocamos un temita que nos interesa? Decidme, chicas, ¿cómo creéis que es Jose en la cama?
—...
Se hizo el silencio.
—¿E-en la cama? —repitió Selene a punto de salirle vapor sus orejas de zorro.
—Mmm... —Marina comenzaba a jugar con los dedos. Tal vez si estuvieran ellas solas, hablase tan tranquilamente, pero el caso era que Aitor estaba ahí con ellas en la mesa.
—Ah... Ssshhh...
—En serio, tía —se quejó Aitor—, ¿por qué siempre tenemos que hablar de sexo? Ya aburre. ¿Es que estás en celo todo el tiempo?
—Yo sí —respondió Marina, quedándose el chaval de piedra—, siempre estoy caliente.
En aquel momento, pasó un ángel.
—Es que tengo curiosidaaad, ¿sabes?
—¿Sabes qué? Yo también. ¿Alguna idea, chicas? Y dejad ya de jugar con los deditos, todas.
—¡Eso, eso! ¿Cómo creéis que es Jose en la cama? ¿Será duro o gentil? ¿Le gusta llevar la batuta o ser dominado? ¿Qué posición le gustará más?
—¿M-misionero y cariñoso? —se preguntó Selene, medio trabándose—. ¿Un masaje de pies o la cola? Ay, no lo sé... Pero me gustaría, la verdad, que fuera un poco más brusco...
—¿Perrito tal vez? Y opino igual que Selene —anunció Marina—. Creo que sería cariñoso. Siempre nos trata muy bien.
—¿Sí? A mí me encantaría que me lo hiciera a perrito, duro, jalándome del pelo. Dándome cachetadas incluso. Y...
—Demasiada info —la cortó Aitor haciéndole una seña con la mano—. Suficiente. Para. Ya. Detente.
A las tres les entró la risa floja por eso.
—Eh. Que yo he oído que los vírgenes son auténticas bombas de relojería sexual a punto de estallar. Con lo amable que es, no sería de extrañar que fuera todo un chico duro en la cama...
—Todas vosotras sois vírgenes, Kate.
—Bueno, pero aquí tenemos a dos que no lo son... Ju, ju, ju. ¿Por qué no nos cuentas tu experiencia con Goldie? ¿Es sumisa en la cama?
—¡A-aaa mí no me preguntes! ¡Déjame en paz! Si tienes que molestar a alguien, dale la vara a Rosie, que no ha dicho nada.
Efectivamente, Rosie se quedó callada, mirando a los lados más roja que un tomate de la huerta de una abuela de la Toscana.
—¿Rosie? —dijeron todas su nombre.
—Esto... Veréis... Yo creo que a él le gustaría que estuviera encima, de frente. Para poder verla y besarla y abrazarme y acariciarme. Para verme y decirme lo bonita que soy, tocar mis pechos, jugar con mi pelo... Sería muy cariñoso y amable y amante y... Y... Y...
Cada vez Rosie se iba poniendo más y más y más roja. Pareciera que fuera a sufrir un golpe de calor o un cortocircuito, lo que antes sucediera. Quedaba claro que ese era su deseo y estaba visualizando la escena en su cabeza.
—Uy, parece que la fantasía se volvió demasiado real, ¿no, Rosie? Ja, ja, ja —rio Marina.
—Es verdad. Cuando Jose y yo dormimos juntos, estábamos abrazados y me acariciaba. Incluso casi llegamos a... ¡Na-nada! ¡No dije nada!
No hicieron falta palabras para saber el deseo de Selene, quien abrazó su cola y comenzó a jugar con ella, frotándola. Quería que él hiciese «fluf fluf» con su voluminosa y esponjosa cola. Fue entonces cuando a la estadounidense se le encendió la bombilla.
—Oye, Rosie. ¿Cómo sabes tanto? Todavía no habéis llegado a hacerlo, ¿o sí?
—N-no... ¡Cl-claro que no! —protestó—. Y-yo también quiero hacerlo. A-Aitor, te toca. ¿Cómo es el lado secreto de Goldie? O mejor aún, ¿cómo eres en la cama?
—Creedme, no lo creeríais aunque os lo dijera.
—¡¡Aaaah, no!! —gritó Marina Hala—. Tú nos vas a contar.
—Eso, eso. Mucho hemos hablado nosotras ya. Escupe las habichuelas, Ai-Ai —ordenó mientras acicalaba su cola. Kate lo devoraba con su siempre lujuriosa mirada, la cual se dirigía hacia su entrepierna. Sitio que rápidamente cubrió con su mano para que no le midiera el paquete.
Para sorpresa de todas, Goldie resultó ser muy sensible y cariñosa. Le gustaba ser halagada, acariciada y besada, y que Aitor hiciera con ella lo que quisiera. Su punto débil: sus nevadas orejas de felino, las cuales eran increíblemente sensibles, y la base de la cola.
Parte 2
Mientras los demás estaban fuera en distintas misiones y Claudia y Kyle jugaban con las niñas en la playa, él se había quedado en casa. Su pequeña oficina constaba únicamente de un escritorio con el portátil, un archivador enorme, engrosado por los muchos papeles, y una impresora. Con eso a él le bastaba para trabajar cuando no se trataba de su despacho en el crucero Olympus, aún en reparación por el ataque de Nero. Nunca le cayó bien aquel imbécil, siempre alardeando de su poder de llamas y su aura destructiva. Es más, se divertía en imaginar qué ocurriría de chocar él con los Supernovas. Con casi total seguridad, tocara quien le tocara como oponente, acabaría siendo tremendamente violado. El harén de Jose era digno de temer, y el propio Jose, si molestado, podía convertirse en un verdadero demonio que avergonzaría hasta a los villanos más pintados, déjandolos ver como pusilánimes inútiles, completos idiotas sin nada mejor que hacer en la vida que seguir insulsos ideales, buscar la gloria, la fama, o el poder absoluto, simplemente porque sí.
—Vale... La factura de la munición, los víveres, la ropa que encargamos... Hay bastantes gastos este mes, después de aquel tropezón, dudo que nos recuperemos. Entre uno, otro y el de la moto, vamos a tener que fragmentarnos aún más que antes en pos de guardar dinero. Más grupos pequeños e independientes, pero más complicados de administrar... y con alta probabilidad de corrupción y volverse alocados terroristas, como Gai y los suyos...
En la parte de atrás de su cabeza comenzaban a resonar los argumentos de la plática que tuvo con Jose, líder de la facción que se anteponía a ellos. Si querían protestar, debían buscar otra manera. Si querían liberarse del yugo de G.U.N., que fueran por la vía diplomática, la legal, y de no surtir efectos, entonces sí bombardearlos, pues eran culpables y así estaban a manos; Jose los apoyaría, G.U.N. incumplía los derechos humanos para «salvar el planeta de las amenazas paranormales y lo oculto». Sin embargo, de quedar la Fundación completamente destruida, ¿quién actuaría de guardián en su lugar?
La problemática era idéntica a asesinar al capo de la mafia de una metrópoli. Entonces, todos aquellos que estaban amordazados, en segundo plano, se pelearían por el primer puesto, ocasionando un problema de magnitud aun mayor al que se intentaba erradicar. Simple y llanamente, era un craso error. Hay cosas que es mejor no tocar, mucho menos de tratar de arreglar. Aquel hueco en la jerarquía del mundo provocaría un terremoto sin precedentes.
De hecho, es como si el gato albino precisamente quisiera hacer eso él mismo, solo por diversión y ver qué pasaba.
—Están locos. Aún más locos que nosotros. No sé si es un puto genio o un gilipollas de remate. —Simeon se miró la mano donde aquel tatuaje negro con forma de zorro apareció, pero era invisible. Bien podría haberle pedido a Chocola que se la retirara, pero ¿y si recibía un rechazo ella, o él activaba la maldición? Le daba miedo, y muy posiblemente fuera imposible retirarla, al ser su padre mucho más poderosa que ella—. Me estás tomando el pelo, ¿verdad? Pero, viendo lo que le hiciste a Kyle estando a miles de kilómetros de distancia, no me quiero arriesgar.
De repente, un fuerte dolor le sobresaltó. Una presión anómala en la parte posterior de la cabeza. El contenido de su estómago remontó por el esófago, agolpándose en su garganta. Su visión se tornó borrosa y perdió el equilibrio, cayendo de la silla en la que estaba sentado. El dolor era agudo, penetrando e intermitente. Aquella sensación similar al ser empalado por una barra de hierro al rojo vivo, quemando los nervios y órganos. Creía que su ojo izquierdo iba a estallar; de hecho, su esclerótica se había vuelto roja al haber estallado los capilares.
—Uuuuh... Otra vez... no... ¡¡¡Nggggh!!!
No podía soportar el dolor.
Al no haber nadie alrededor, no pudo hacer otra cosa que acurrucarse en posición fetal en el suelo, llorando y gimiendo del dolor hasta que se pasara. Hacía tiempo que los calmantes y analgésicos habían dejado de funcionar. Estos ataques que tanto sufrimiento le causaban eran reminiscentes del poco tiempo de vida que le quedaba, de menos de dos años. Y cuanto más usara sus poderes psíquicos, más corta se haría esa estancia.
Parte 3
28 ºC, sin viento molesto y cielos despejados. Hicieron bien en hacer de esa isla abandonada hace años su base. Nana estaba en la orilla haciendo castillos de arena, mientras la coneja de las nieves observaba que Chocola no nadara demasiado lejos desde la tumbona de rayas blancas y azules.
—Aaah, esto es vida. Isla propia, solecito, enfrente de la playita, y con preciosas chicas y fuertes chicos corriendo sobre la arena. ¿No, Claudia?
—... —Ella miraba al horizonte, absorta en sus pensamientos.
«Ojalá pudiera vivir lo suficiente como para tener hijos...».
—Claudia. Eo, ¿me estás escuchando?
—¿Eh? ¿Ah? Ah, sí, sí. ¿Qué clase de chicos te gustan, Kyle?
—Mmm... Los que son fuertes y guapos. Como Jose.
—Eh... —Ella lo miró con cara de disgusto—. Sabes perfectamente que él no está interesado en chicos, ¿cierto?
—Puedo intentarlo —dijo sonriente, mirando al sol—. Quizás pueda hacerme amigo suyo.
—Ahora mismo te odia a muerte. Después de intentar leer la mente de su hija, lo primero que hará nada más verte será trocearte, gilipollas.
—¿Por qué sois así las bestias, tía? Tampoco iba a hacerle nada a la chiquilla. Solo quiero la «info» para entrar a la jodida barrera que rodea la casa. ¿Puedo extraer la «llave» de ti, Clau?
—No —se negó ella en rotundo—. ¿Y qué barrera ni qué leches? No hay ninguna barrera en torno a la casa. De lo contrario yo tampoco habría podido entrar, y Jose estaba en el hospital.
«Tienes que estar de broma», musitó. «¿En serio no hay barrera que valga? ¿Por qué no puedo entrar entonces?».
Un fuerte chapuzón se pudo escuchar, y una sombra tapó el sol. Kyle levantó sus gafas de sol, solo para ver qué era aquello que se entrometía entre su moreno y el astro rey.
—Was zur Hölle?!
Aquello que se encontraba en plena caída libre no era otra cosa que un escualo de gran tamaño. Sin pensarlo dos veces y, creyendo que iba a ser aplastado, saltó de la tumbona activando su magia original Rayo. Cuando cayó con peso plomo sobre la arena, a pocos metros de distancia de su zona, pudieron ver bien al pez. Para ser concretos, un carcharodon carcharias, o tiburón blanco de unos cinco metros de largo.
Asombrados, los dos amigos se comunicaron con la mirada. ¿Cómo había volado un tiburón hasta ahí? El escualo había sido golpeado brutalmente por algo de gran fuerza, su panza estaba hundida hacia adentro, semejante al impacto de un camión. Se contorsionaba sin apenas fuerza, agonizante, sangrando y con las tripas sobresaliendo por su boca. Había sido reventado.
—¡¡¡Yeeeeeeeeeey!!!
Esa voz. La de una niña pequeña de ocho años de edad, alegre y vibrante, energética y, al estar en la edad, comía de todo, incluso hasta su mismo peso en carne. La pequeña niña gato Chocola, la hija adoptiva de Jose Lemon y Rosie Redd, llegó caminando a la orilla.
—¡T-tú...!
Kyle Völler no tuvo tiempo de terminar aquella oración. La niña cogió carrerilla y saltó encima del tiburón con todas sus fuerzas, un salto bomba. Salto que aplastó la cabeza del cartilaginoso pez, bañando en líquido vital al rubio Comandante que blandía el poder del relámpago.
—Ssshhh... Voy a taparme los oídos.
—A-aaah... Aaaaah... —Thor estaba temblando, observando cómo había quedado empapado en entrañas, sangre y fluido espinal, parecía que un cubo de pintura le había salpicado encima—. ¡¡¡Hyaaaaaaaaaaaaaa!!!
Dando aquel estremecedor grito, tan agudo que bien podría romper copas de cristal, perturbado y asqueado, se desmayó sobre la arena.
—¡Aaaaah! No grites. ¿Por qué gritas? Solo he pescado un tiburón... Qué nenaza. ¿Estás bien, Claudia?
—S-sí... ¿Por qué has hecho eso?
—Me entró hambre y estaba muy cerca de la costa, así que le metí un puñetazo —explicó con una inocencia terrorífica—. ¿Nos lo podemos comer? Es como una sardina gigante. ¿Crees que quede bien con nata, pepino y eneldo? Mamá prepara así los arenques. Nana, ¿tú quieres?
—¡Brrrrgh!
Nana volvió a vomitar del asco.
No volvería a comer pescado en una temporada.
Parte 4
—¿Os habéis dado cuenta de que Claudia y él son demasiado amigos? No sé por qué, pero me molesta que pasen tanto tiempo al teléfono.
—¿Por qué cuando estén al teléfono no le das una chupadita, Rosie? —sugirió Kate, sonriendo lascivamente.
—No estamos en una peli porno, Kate. Déjate de chorradas.
—Selene, ¿tú qué piensas? ¿Nos está siendo infiel darling con la novia de otro?
—No lo creo, ¿eh? Incluso Simeon está mosca. ¿Lo viste cómo lo miraba?
—¿Y quién no? Jose atrae a todas las chicas para sí —dijo Aitor—. Mayormente es su pelo blanco, pero que lo mismo ocurre con Phoebe. Es un pelo extraño, quieras o no. Y esas orejas tan monas te incitan a acariciarlo.
—Verdad, es como una mascota —admitió Marina.
—¿Seguras que no estamos ante un NTR? —preguntó la sirvienta—. NTR doble, aquí hay telenovela con «spicy drama», señores.
—Que te calles, joder —la regañó Aitor, golpeando su cabeza con el puño.
—¡Ay! Deja de hacer eso, o me acabará gustando.
—¡Qué asco!
El teléfono de Jose, ahí sobre la mesa, comenzó a sonar. Qué casualidad, el nombre reflejado en pantalla era de justo quien estaban cotilleando. Se trataba de una videollamada.
—¿Lo cojo o dejo que suene?
—No contestes —respondieron todas a la vez.
—Si es algo importante, llamará de nuevo —añadió Aitor—. ¿Pero por qué una videollamada?
—Ni puta idea. —Rosie se encogió de hombros—. ¿Sabéis qué? A la mierda, voy a cogerlo. Quizás sea por Chocola. Llamadlo intuición femenina, pero me lo huelo.
—¿Seguro que no es instinto maternal? —bromeó la sirvienta, volviendo a ser golpeada por Aitor García. La gata de cabello oscuro le dio las gracias.
—¡Aaay! En serio, que voy a mojar las bragas.
—¡Serás perra en celo!
—¡Hola, cielo! Jose, tienes que ver esto, cariño.
Eso las molestó muchísimo. ¿En serio saludaba así Claudia Kaiser a Joseph Lemon?
—Hola, Claudia —respondió enojada al teléfono—. ¿Qué pasa?
—¡Oh, Rosie! ¿Qué tal todo? ¿Puedes ponerme con Jose?
—Ahora mismo está durmiendo la siesta, ¿ocurre algo?
—¿Durmiendo? Bueno, no pasa nada, no lo despiertes. Tú también me sirves. Activa la cámara, venga. Quiero que veáis esto. Es... ¿Cómo decirlo? ¿Sorprendente?... Sí, sorprendente. O como decís vosotros los andaluces, ¡acojonante, pisha!
—¿¿¿...???
No sabían qué pasaba. Pero cuando la Comandante cambió a la cámara frontal del teléfono inteligente y en aquel cuadro vieron el tiburón blanco muerto con la cabeza espachurrada y Kyle en el suelo empapado de sangre y siendo pinchado por Nana con una rama, se les mudó el color. Con las bocas abiertas, no dijeron nada y sus miradas lo decían todo.
—Chocola ha hecho esto. ¿Puedes decirle algo? Ya la he regañado, pero a menos que tú o Jose le digáis algo, no creo que nos haga caso a nosotros. Vamos a tener pescado para una temporada, eso sí... ¿Sopa de aleta de tiburón? Os puedo guardar un poco, Simeon puede ir a llevárosla.
—Se ha... cargado un puto tiburón, una especie vulnerable —dijo el novio de Goldie anonadado—. ¡¡¿Estamos locos?!! ¡¡Estamos locos!! ¡Estamos locos!
Entonces, con rabia de madre, ella apretó el dispositivo y gritó su nombre completo:
—¡¡Chocola Lemon Redd, ven aquí!!
Consciente o no, acababa de colocar su apellido al final, declarándose sin quererlo ya como esposa oficial del gato durmiente. El cual, por cierto, se despertó al escuchar ese grito y se presentó firme como un soldado. Si eso no era el poder de una madre, ¿entonces qué sería?
Y al final sí pidieron que les guardara algunos tazones de sopa de tiburón blanco.
Parte 5
Tras tres días en alta mar en un precioso velero, finalmente habían llegado a Japón. Nada más adentrarse en la bahía de Tokio, quedaba claro el lugar de desembarque: el puerto de Tokio, en la isla artificial de Odaiba. La emoción de estar en un país en el que jamás antes habían estado, solamente visto a través de series y animes, les carcomía por dentro. Tantos lugares por visitar, comidas y bebidas que probar y estilos de vida por ver, querían bajar cuanto antes del Ocean Tornado y perderse por la enorme metrópolis que era la ciudad de Tokio. Bonnibel sabía bien que si no se andaba con cuidado los perdería, a todos. Se encontraban en Akasha, el lugar de sus sueños. Poco iba a importar que un brujo malvado hubiera poseído a un Comandante con su inmortalidad parasitaria, sería un incentivo más para destruirlo de interponerse en su camino. Si algo podía sentir la vampiresa por Kusanagi Yato, eso era lástima.
—La batería externa está cargada, ¿verdad, Rosie?
—¡Sí! ¿Adónde vamos primero?
—¡Yo quiero visitar la isla primero! —exclamó Kate—. ¡Quiero verlo todo desde el Raindbow Bridge! ¡Esto es tan emocionante!
—Jose, ¿cuántas guías de Tokio tienes en esa bolsa tuya, colega? —preguntaba Aitor, que no paraba de sustraer panfletos, folletos y demás propaganda de la interminable bandolera.
—¿Qué santuarios visitaremos? —dijo Selene, moviendo su cola tan alegremente que parecía que se iba a romper.
—¡Yo quiero visitar Tokio también! —decía Goldie saltando de la emoción.
—Me interesa mucho Shibuya, ¿nos sacamos una foto junto a la estatua de Hachiko? —Emma ojeaba las páginas viendo los mejores sitios donde comer—. ¿Está bueno el licor de arroz?
—¿Te refieres al sake? —preguntó Jose volviendo los ojos hacia la derecha—. Aunque en Occidente entendamos por «vino de arroz» al sake, en realidad no es correcto, el método de elaboración es diferente, ¿sabes? El arroz es un cereal, es la fermentación de grano, más similar a la cerveza; vino es cuando se fermentan los jugos de la fruta, en concreto de la uva. Hay bebidas que son «vino de arroz» muy diferentes del nihonshou.
—Ya, ya, lo que tú digas, sabelotodo. ¿Cuál recomiendas?
—La especialidad de la casa, por supuesto. Cada sake tiene matices distintos, los hay tanto amargos como dulces, y se puede tomar frío, tibio o caliente, dependiendo de la estación. Como es verano, mejor fresquito, ¿no? Como el gazpacho.
—Darling, aún es temprano por la mañana, por lo que podemos ir buscando donde comer. ¿Qué tal si vamos a un love hotel?
—¡Apruebo la moción! —aceptó él inmediatamente—. Rosie, Selene, ¿qué decís vosotras?
—¡¿Ah?!
—¡¿Eh?!
—¡¿Y yo estoy pintada o qué chingada?! —gritó la sirvienta indignada.
—Tú no —le cortó él el rollo—, aún eres muy pequeña.
—¡¿Lo dices en serio, cariñín?!
—Solo bromeaba, Mari. Me estaba metiendo con Kate un poco, je, je.
Eso las devastó.
Se había cargado aquellas esperanzas de un plumazo.
Selene Jazmín se llevó sus dedos índice y corazón a sus labios, recordando aquel dulce momento en el que tan cerca estuvieron sus labios. Si en ese instante se hubieran llegado a besar y Kate no hubiera interrumpido aquella noche, ¿qué habría llegado a pasar? Su corazón se agitaba y se sentía acalorada, su respiración también se aceleraba al evocar el sentimiento.
—¿Pasa algo, Selene?
—O-oh. Ejem, n-no, nada, Rosie.
—Ah, no sé. Te he visto mirando a la nada.
El barco atracó en el muelle. El llevar consigo a una de los Cuatro era realmente útil, nadie se les atrevería a toserles encima. Es más, si los gemelos albinos hiciesen cuenta de las de veces que la reputación de su tutora legal Bonnibel Rose como Bruja de la Escarcha les ha salvado el culo y servía de escudo protector, la factura sería demasiado gruesa como para pagarla en un plazo de mil años. Con la que ya habían liado meses atrás, se habrían ganado el blanco de —si no todos— los ejércitos del mundo.
En el mismo muelle, se encontraban esperándolos dos personas: una mujer gato y la que parecía ser su hija, ambas de pelaje tricolor, saludándolos ondeando con la mano. Lo primero que la Reina del Hielo hizo fue saltar de su velero a tierra y abrazarla, dándole dos besos en la mejilla.
—¿Cómo estás, Akane?
—Bien, bien. Vosotros también estáis bien, ¿no?
—¿Esta es tu hija? Es preciosa.
—Saluda, Shiori. Ella fue mi maestra.
—H-hola.
«Es muy pequeña...», pensó ella. «¿De verdad es una adulta?».
Los chicos se fueron bajando tranquilamente, aunque aún muy nerviosos. Resaltó el comentario de Aitor García.
—¡Oh! Así que no todas las mujeres gato son tetonas.
—¿Perdona? —dijo la señora.
¡Plaf! ¡Pum! ¡Pam!
Goldie, Selene y Rosie lo golpearon, en ese preciso orden. Kate, a quien no le importó nada aquella anotación, lo encontró bastante comprensible más que ofensivo. Dado que las únicas tres mujeres gato que habían conocido, Goldie, Cloe y Rosa Redd, todas ellas tenían unos atributos considerablemente abundantes y cuerpos bastante sexys. Incluso la madre de Selene, Shella, aunque no tan grandes, su talla de pecho era una C, inferior a la madre de Rosie, una D. Y las chicas tenían los boletos para convertirse en eróticas señoritas también. Jose por su parte se partía la caja, no creía que él hubiera tenido las agallas de decir eso, encima enfrente de ellas tres, acomplejadas por el tamaño de su busto. Tal parecía que deseaba morir joven. «¡Es que no aprende!». Emma se llevó la mano a la frente y suspiró.
—Aaau... No puedo respirar...
—Te entiendo, Aitor, no pasa nada. —Kate lo consolaba acariciando su cabeza—. Yoshi, yoshi, mala vibra, fuera. Toxicidad, fuera. Lloros, fuera. Vergüenza, también fuera.
—¡Hola, chicos!
—¡Ay! —La mujer gato tricolor se abalanzó sobre el trío albino, rodeándolos—. ¡Hay que ver cómo habéis crecido!
—¿Nos conocemos? —intervino el menor de los Lemon.
—¡Sí! Pero vosotros no os acordáis de mí —respondió ella liberándolos de su agarre—. Qué grandes estáis ya. La última vez que os vi teníais cuatro añitos los tres. Oh, y me acuerdo de vosotras. Rosie, Marina y Selena, ¿verdad? ¡Venid, dadme un abrazo!
—¡Ueeeh!
—¡Ugh! Aprieta...
—¡Anya! ¡Mi cola!
A Emma le temblaban las piernas, un abrazo de tigre de esos haría trizas su caja torácica.
—Bonnie, ¿piensas presentarnos acaso a toda la clase 2-B?
—¿Qué? No. Ella es tan solo una amiga nuestra.
Tomando unos momentos para recuperarse, decidieron irse presentando uno a uno a la silenciosa chica que había quedado relegada a un segundo plano debido a la extrovertida de su madre.
—Esta es mi hija menor, Shiori. Tiene vuestra edad. Venga, no seas tímida, preséntate.
«Shiori, ¿eh? Bonito nombre», pensó el albino.
—Esto... Me llamo Jose, encantado de conocerte. ¿Hablas español? —dijo en japonés.
—Hmm... —Ella asintió con su cabeza, los dedos entrelazados a la altura de sus muslos y la mejillas ligeramente encendidas.
—¡Coño con el tío! —exclamó impresionada Emma—. ¡Realmente estás hecho un pro!
—Ooh, alguien ha estado practicando. —Akane le dedicó una sonrisa—. Tienes acento y todo.
—Eh, que yo también sé hablarlo —se quejó la sirvienta en chándal azul, rojo y blanco.
—Nah, nah. Solo me he presentado, nada más. Aún me queda mucho por aprender, tengo el diccionario español-japonés de bolsillo en la bolsa. No digas esas cosas, Emma, me harás sonrojar, ¿sabes? Hehehe~~.
Tímidamente, ella caminó hacia adelante. Más concretamente hacia Joseph Lemon, abriendo sus brazos y dejándose caer; pensaron que había tropezado, por lo que el chico la cogió. Lo recibió con un cálido abrazo y dando un ligero cabezazo en su pecho, procedió a olfatear su esencia, inmediatamente haciendo saltar las alarmas a esas cuatro. Akane simplemente sonrió, tanto la Bruja como ella sabían de qué iba la cosa. El lindo muchacho de cabello color nata ya no era «aceite».
—¡¡¡...!!!
—¡Oye, tú! —exclamó Rosie.
—Darling es nuestro, ¿sabes?
—Oh... Eh... Ahahaha. —Jose estaba completamente colorado, eso no lo había visto venir—. ¿Qué pasa, Shiori?
—Qué pelo tan bonito... Snif, snif. Y hueles muy bien. Me gusta este olor a limón fresco. Eres muy cálido... Quisiera estar así por siempre, mmm...
Viendo esos ojos brillosos y húmedos, por un momento el chaval sintió que quizá estuviera en celo. Pero no era el caso, lo hubiera olido. El tenerla recostada contra su pecho, olisqueando su camiseta y esnifando como si no hubiera un mañana, bajo la atenta mirada de las chicas, lo estaba poniendo muy nervioso. Más aún teniendo en cuenta que aparte de la camisa hawaiana rosa con flores amarillas, únicamente llevaba un bañador celeste.
—Tú también hueles muy bien, Shiori. A mandarina, me gustan las mandarinas. ¿Eres prima nuestra o algo así? Ja, ja —bromeó él—. ¿Puedo acariciar tu cabeza?
—Um.
—¡¡Joseeeee!!
—¿Qué? Me ha dado permiso.
—Me encantan tus orejas, son esponjosas —lo halagó ella, haciéndolo sonrojar aún más—. Son «mofu, mofu». ¿Puedo acariciarlas? —preguntó, pese a que ya las estaba manoseando.
—¿Por qué todo el mundo me las quiere acariciar siempre? El pelo blanco no es tan raro, hasta tú tienes. Eres una gata tricolor muy bonita, Shiori.
Separándose de él con la cara tan roja como un semáforo de la vergüenza, retrocedió varios pasos e hizo una reverencia un tanto brusca.
—H-hola... Soy Tendo Shiori. Encantada de conoceros.
—Rosie Redd, encantada. Puedes llamarnos por nuestros nombres, ¿va? —se presentó ella se brazos cruzados, un poco hostil.
—Marina Hala.
—Selena Jazmín, pero dime Selene. ¿Podemos llamarte por tu nombre?
Mientras se iban presentando y conociendo, ya se hacían a la idea de que ellas harían de guía por la ciudad. ¿Qué mejor que alguien conocedor de la metrópolis para llevarlos a donde querían? Akane ni siquiera era una hechicera o alguien del lado de la magia, tan solo una ama de casa normal y corriente. Aunque, claro está, siendo una semihumana su fuerza era... pues eso, no humana. Perfectamente de un golpe serio podría acabar con la vida de una persona común.
—¿Puedo preguntarle una cosa? ¿Qué edad tiene? Se ve usted muy joven, como de unos veinte años.
—¡Aitor, no se le pregunta la edad a una mujer! —lo riñó Bonnibel Rose.
—Ara, ara. Pero qué joven tan apuesto y educado, ¿no? Je, je, je. No soy tan joven, tengo 102 años.
Una fría rasca de viento azotó sus cuerpos, retirándoles el color de la piel. Palidecieron de inmediato.
¿Qué era lo que acababa de decir?
—But how long do you live?! —gritó Emma cogiendo a Jose por el cuello de la sudadera y zarandeándolo totalmente histérica—. Are you fucking inmortal or what?! You don't even age, either!
—¡¿Pero por qué coño a mí?! ¡Coge a Phoebe, joder!
Parte 6
Conforme Shiori se iba haciendo y abriéndose al grupo, dada de la mano de Jose, y Rosie muy celosa aferrándose a su brazo, estos planeaban reunirse con las gemelas Makishima y Ichigo enfrente de la estación de tren para dividirse y buscar al Comandante. Las dos madres se habían quedado atrás, charlando de sus cosas de mayores.
—Me ha caído muy bien, Bonnie. Dime, ¿deberíamos emparejarlos? A mi hija parece que le gusta. Después de aquel incidente de hace 400 años estamos casi extintos, hay que hacer algo al respecto. Ya sabes, repoblar.
—¿Quieres provocar una guerra total en el grupo, Akane? Además, ella solo ha actuado así porque es la primera vez que ve a un nekomata macho, cualquier hembra reaccionaría con curiosidad.
—No me refiero solo a eso, sino a su olor. Tú, al igual que yo, también lo has notado, ¿cierto?
—Sí... Sé a qué te refieres. Por su culpa he tenido que «pulsar la tecla» más de una noche. Malditas hormonas.
—Je, je, je. Qué pervertida eres, Bonnie.
—¡¿Qué quieres que haga?! ¡Es el único macho que hay!
—Pero sí, es natural. Cuando un chico y una chica bestia hacen el amor, su olor corporal cambia y su fragancia se hace ligeramente más intensa y agradable, muy atractiva para las hembras.
—Oye, Bonnie. Joseph es lindo, joven y fuerte. ¿Me lo puedo comer? Puedo esperar dos años.
—Ponle una garra encima a mi hijo y acabas en el Museo del Hielo.
—¡Ja, ja, ja! Es broma, es broma. No soy una asaltacunas como tú, que se acostó con su estudiante menor de edad.
Inmediatamente al hacer mención, la vena de su frente se engrosó, marcándose fuertemente.
—Tchs, ¡fue un accidente, ¿vale?!
—Eso, eso, tú échale las culpas al alcohol.
—Al menos yo no tengo diez hijas de distinto padre, ¡humph!
Parte 7
La estatua de Hachiko, el perro fiel. La famosa estación de Shibuya fue el punto de encuentro designado con las gemelas Yuki y Kaori. Ichigo no pudo acudir al tener que cuidar de su hermana menor. Aquello de compaginar trabajo, estudios, misiones y vida familiar era un caos absoluto. Para caos, la cantidad de turistas esperando sacarse fotos junto a la estatua del perro de raza akita. Es por eso que marcharon a un maid café (propuesta de los chicos Aitor y Jose) para tomar algo de helado y planificar las cosas. La metrópolis constaba de 23 distritos especiales, entre ellos la joven Shibuya. Especial atención recibía por parte de los otakus el distrito de Akihabara, al que muy claramente los albinos iban a ir flechados, dispuestos a perderse por sus calles y tiendas, en cuanto acabaran con Shibuya primero. Ese Mandarake Shibuya no iba a ser saqueado solo. Por su lado, las chicas querían ir al 109 y visitar las distintas tiendas. Para quedar a tomar algo, el sitio estaba ya decidido de antemano: el callejón Shibuya Nonbei Yokocho.
La cuestión era sencilla: dar con Aogami, liberarlo del espíritu maligno a hostias, apresarlo y pasar tiempo haciendo turismo por el lugar. La vuelta a casa sería de otros tres días de viaje en barco, aunque quizás si se molestaba lo suficiente a la loli vampiresa esta pudiera enviarlos a casa instantáneamente al sacarla de quicio.
Fue así como cada uno tomó su camino.
Mediante la magia de Kyle, un círculo mágico se manifestaba en la azotea de un edificio. El electrizante mago y su compañera Claudia acababan de llegar, aunque deberían esperar unos minutos.
—¡Uf! —La Comandante se llevó la mano a la boca, un fuerte mareo atacaba sus sentidos. Entendía por qué Thor le advirtió que mejor era cerrar los ojos. Ella no hizo caso y vio todo el trayecto a una velocidad de infarto, causando una descoordinación total entre ojo, oído y mente, hincando la rodilla en el suelo—. Aaaah... Nunca más... haré esto...
—Ay, si es que te lo dije. ¿Te traigo algo de beber? ¿Agua? ¿Un batido?
—Uuugh... Sí, tráeme un batido de chocolate helado con nata, porfi.
—Vale, yo me voy a pedir uno de fresa y nata. ¿Crepes también? Porque este lugar podría servir muy bien como nuestra base secreta —pensó en voz alta, llevándose la mano derecha al mentón—. Mmm... Sí, lo veo. ¡Plantemos una tienda de campaña aquí! Llama a Ike.
—La cabeza me da vueltas... Qué mareo...
Parte 8
Las chicas después de tomar algo se marcharon, dejando solas a la tímida Shiori y Kate con el ligón de Jose. Les estuvieron contando todas sus aventuras, anécdotas y una pequeña demostración de sus poderes mágicos. El muchacho de cabello nevado chasqueó los dedos y creó nieve que sirvió para el raspado, solamente teniendo que añadir sirope de fresa a la mezcla. Helado ilimitado y gratuito. Fue precisamente por esa chorrada por lo que llegaron a la conclusión de por qué la magia estaba totalmente prohibida en todo el mundo: rompería la economía. El concepto era el mismo que hacer trampa en juegos de gestión de recursos como bien son Story of Seasons, Harvest Moon o Animal Crossing.
—Em... Esto... ¿Te gustaría quedarte en mi casa? —preguntó tímidamente Shiori con sus mejillas enrojecidas. Jugaba con sus dedos, dudando de si debió decirlo o no, pero ya estaba hecho—. Podemos jugar a videojuegos, o leer mangas, si quieres...
—¡Claro!
—¡Claro que no! —saltó Kate—. ¿Qué te crees? Acabas de conocerlo, ¡no puedes meter a alguien en tu cama... en tu casa así, tan rápido!
Jose frunció el ceño y, aunque tenía razón, no le gustó el cómo lo dijo. Pudo haber sido algo más delicada, con un poco más de tacto. Realmente se pensó cinco veces si meterle la servilleta en la boca para callarla.
—Además, yo, Kate Onion-sama, soy su sirvienta personal, tanto en la calle como en la cama —declaró orgullosamente colocando llevando su mano al corazón—. No tienes por qué complacerlo, de eso ya me encargo yo. Por cierto, amo, ¿no crees que me ha estado descuidando un poco últimamente? Yo también tengo mis necesidades, ¿sabe?
«Oooh. Ahora sí que te vas a comer el papel. Digo que sí te lo comes».
—No la escuches —dijo él cubriendo su rostro con la carta del local.
—Para tu información, ahora mismo no estoy llevando nada debajo. Ni leggins, ni shorts, ¡ni siquiera pantsu! Si quieres, puedes colocarte detrás mía y levantar mi falda y comprobarlo.
—¡¿Eeeh?! —exclamó sorprendida la gata tricolor—. ¿Es eso cierto?
—Sí —respondió él casualmente, hincando el codo izquierdo sobre la mesa y apoyando su cabeza, succionando la pajita del batido—, ahora mismo va en comando.
—Espera, ¡¿sabías que hoy no llevaba?! —gritó dando un puño a la mesa.
—Por supuesto que he mirado; siempre os miro. ¿Por qué crees que llevo gafas de sol aunque haga nublado, tonta?
—Alucino con vosotros, que podáis hablar de estas cosas así tan abiertamente. Yo no podría...
—Créeme, Shiori-chan, cuando te crías siendo el único varón entre tantas chicas, adquieres cierta inmunidad. Solo por ver una chica desnuda no voy a empalmarme, aunque con mucho gusto le daré las gracias por las vistas.
—Mentiroso —murmuró ella.
—Mmm... ¿Tienes alguna preferencia?
—¡Sí, le gustan pe...! —Jose arrancó unas cuantas servilletas del servilletero y se las metió de un bullón en la boca—. ¿¿¿¡¡¡Mmmmmmm!!!???
—Tú eres mi preferencia, Shiori-chan. Tan linda como dulce y pequeña.
Lo dijo con una voz y mirada tan seductoras que la pobre gatita japonesa no pudo hacer otra cosa que ocultar su rostro ella con el menú del establecimiento de lo roja que se había puesto. No comprendía qué era lo que le pasaba. Se sentía muy atraída por el chico, casi como si fuera una adicción, su mismo cuerpo le pedía estar junto a él, que la abrazara, que la besara, que la acariciara. Incluso su cola y orejas la delataban, la primera muy erguida, feliz, y las segundas inquietas como nunca. No se trataba del mismo calor que una sentía cuando estaba en temporada de apareamiento. ¿Acaso se había enamorado a primera vista?
Kate por su parte se encontraba sacándose pedazos de servilleta pastosos que aún quedaban dentro de su boca, humedecidos por la saliva de su lengua. Estaba muy enojada con Jose, gritándole y jalándole del cabello, preguntándole que por qué había hecho eso. ¿Era imbécil? Se había tragado hasta parte de una servilleta. Fue ahí entonces cuando Shiori divisó algo, o más bien, a alguien a través del escaparate de la cafetería.
—Chicos, chicos, parad —dijo dando toquecitos a Jose en el hombro con el dedo—. ¿No es esa la chica que estáis buscando?
—¿Hn?
—¿Hein?
—Mirad, es esa de allí —señaló con el dedo—, la que va a doblar la esquina. ¿La veis?
En la acera de enfrente, una semihumana bajita, cabello blanco y ojos ámbar. Llevaba una chaqueta azul, blusa blanca y minifalda marinera. En un lugar tan ajetreado y a rebosar de gente haciendo cosplay, alguien como ella podía perfectamente moverse entre la multitud en su forma semihumana sin resaltar lo más mínimo. Era el «efecto Halloween», solo que en esta zona de la ciudad era fantástica y permanente, las 24 horas del día, los 7 días de la semana.
—¡Es ella! —exclamó el michino levantándose de la silla.
—¡Que la perdemos, leñe!
—Voy con vosotros. Es fácil perderse aquí.
Jose saltó y literalmente desapareció. Se sintió como si alguien hubiese extraído un fragmento de vídeo y lo hubiese retirado. La puerta no se abrió, él apenas se movió, solo brincó y despegó sus pies del suelo. Ni un segundo pasó y el muchacho apareció detrás de la gata de blanco, quien comenzó a correr a toda pastilla, y él a seguirla, dando inicio a una persecución. Cuando salieron de la cafetería ya era demasiado tarde, las había dejado atrás.
—¡¿Pero qué...?!
—Que nos ha dejado colgando el tío... Oh, jo, jo. —Kate puso sus dos manos en sus caderas, sonriendo—. Este cuando vuelva al barco se entera de lo que vale un peine. Verá...
—Eh... ¿Vamos...?
—Adonde tú quieras, chica. Total, si nos vamos a encontrar con el resto del grupo tarde o temprano.
Parte 9
Persecución a altísima velocidad.
Instintos entrando en acción, al máximo.
El que la pequeña gata de cabellos blancos huyera de él dedicándole antes una arrogante sonrisa hizo despertar aquella bestia interior, como si se tratase del mismísimo ritual. Nunca antes había vivido algo igual, tan desafiante, tan excitante. Increíblemente rápida, fuerte y acrobática, incluso más que Rosie. ¿Era porque conocía el mapa de la ciudad? Jugueteaba con él, y varias veces el chico logró rozar, incluso agarrar su falda. Con cada intercambio, ambos crecían más y más, sorprendiéndose mutuamente por las ingeniosas tácticas del otro.
Ante el desconocimiento de todas las personas presentes, parecían moverse en otra dimensión, otro mundo. Deslizándose junto al viento, pisaban tejados, derrapaban barandas de escaleras, esquivaban gente, intercambiaban golpes, patadas y arañazos en el aire, todo ello en segundos. Si hubiera alguna forma de describirlo, sería rivalidad: ambos se deseaban, pero ninguno estaba dispuesto a ceder.
Ella quería, pero no iba a dejarse coger tan fácilmente; él la haría suya a como diera lugar, pero debía superarla primero.
Y, sin el conocimiento de aquellos dos poderosos felinos de cabellos blancos, desde el tejado de un edificio un hombre extraño hombre pelirrojo observaba el duelo de cortejo.
Sonrió.
—Heh~. Se encontraron.
Los golpes, arañazos y mordiscos se sucedían. Patadas contra la pared a decenas de metros de altura, sucesivos cambios de ritmo para esquivar el tráfico, aun a velocidades cercanas a aquellas del sonido. En uno de los callejones, después de interminables acometidas, él finalmente fue capaz de inmovilizarla tras un salto desesperado después de resbalar y comer polvo. Fue capaz de cortar su trayectoria, extendió sus brazos hacia adelante y rodeó su fina cintura mientras ella se giraba en el aire, sorprendiéndola. Quiso escapar, pero no le fue posible. El chico la agarró con todas sus fuerzas impidiendo aquel salto, y ambos cayeron sobre el duro suelo de cemento, estando él sobre ella.
—¡¡Aaaauff!!
—¡Buff!
Lo había logrado. La había atrapado.
Por fin podía verla correctamente. Bella piel blanca y cabello blanco hasta los hombros. Preciosos ojos ámbar y un sublime olor a cereza. Su cuerpo era frágil y pequeño. Debido al agarre y a la caída, su blusa se había enrollado, revelando su lisa tripita. Ambos luchaban por recuperar el aliento, jadeando, con las mejillas coloradas y sudando por la excesiva actividad física.
—Por fin... Te cogí... —gimió, casi afónico—. Sí que... me has... hecho... ¡correr!...
—Increíble...
Sus ojos estaban húmedos y brillosos, resplandecientes como luceros, podía ver su rostro reflejado en sus pupilas. Él no era el único que se había puesto caliente con el juego, otra clase de hambre había despertado. Su olor cosquilleaba sus fosas nasales, esa fragancia que lo volvía loco era idéntica a la cereza dulce de aquel accesorio para el cabello con forma de gatito que encontró sosteniendo en su mano en el hospital. Tenía tantas preguntas que hacerle.
En el calor de la batalla, otra emoción, una gama de sensaciones y sentimientos comenzaban a florecer. A punto estuvieron de besarse, cuando ella se escurrió.
—¡¿Haaaaaah?!
Fue una maniobra rápida, casi instintiva. Jose no sabía que era posible hacer eso. En el momento que él fue a arrebatar un beso de sus tiernos labios, ella se impulsó con todo su cuerpo y se deslizó como una tabla de surf sobre una pequeña ola, dándose el piro.
Parte 10
—Tchs... Ya me perdí... Mierda, lo que me faltaba.
Solo podía maldecir. La tuvo entre sus dedos, y por un despiste de nada la perdió de vista. Para colmo, andaba perdido en una ciudad tan grande como lo era Tokio. Móvil en mano, activó el GPS para descubrir dónde había acabado: el norte de Shibuya. Clavado en la zona abarrotada de hoteles dedicados a la compañía.
—¿Estás de puta coña? Joooooder. Voy a tener que llamar a Shiori-chan para que me recoja, soy capaz de perderme incluso con el Maps guiándome. Hostia, y me va a venir una buena factura, tengo que activar el roaming data. Bonnie me va a matar.
Jose se dio la vuelta, pero no había nadie.
Igualmente, se sentía vigilado.
—Espera, espera... Espera... ¡Ahora!
Efectivamente, al darse la vuelta, alguien inmediatamente se ocultó doblando una esquina.
—¡Ajá! ¡Eh, te vi! ¡Sal de ahí! ¡Sé que me estás siguiendo!
No hubo respuesta alguna, y algunos viandantes se le quedaron mirándole raro.
«Qué vergüenza...».
Este extraño pero absurdo juego de «el pollito inglés» continuó por unos aproximadamente eternos
tres minutos; la paciencia del muchacho estaba en su límite. Se giró y gritó. Juró haberla visto ocultarse detrás de un poste.
—¡Ya te vale, ¿no?!
Enfrente suya, una gatita blanca escolar de cabellos blancos y ojos de color ámbar; su estatura sería de unos 138 cm, una niña de escuela primaria. Pero él ya sabía que eso no era correcto. Al igual que con su prima, quien en realidad era unos pocos días mayor que él, parecía menor debido a la mala alimentación y falta de luz solar.
Lametón.
—...
Jose se llevó la mano derecha a su mejilla, se quedó bloqueado.
—¿Te excitaste por esa lamida?
«¡¡¡¿Español?!!!».
Era la primera vez que escuchaba su voz. Tierna y sueva, aunque juguetona, de esas que gustan tontear y tienen lengua afilada, estaba totalmente seguro de ello.
Por alguna razón, la gente comenzó a abandonar tranquilamente esa zona, como si estuvieran evacuando. Actuaban como poseídos, y bien reconocía él aquel efecto y sensación de malestar. Eso indicaba un mal presentimiento, alguien desplegó una barrera.
Cierta figura no tardó demasiado en aparecer. Aquel chico que tanto New Dawn como ellos, los Supernovas, buscaban. Metro sesenta de altura, tez morena y cabello negro, con algunos mechones azules en el flequillo. Vestía un kimono blanco de mangas muy anchas con motivos rojos y sandalias, en su faja portaba dos espadas. Kusanagi Aogami salió de una calle cual fantasma, con los ojos cerrados y las mangas juntas. Leyendo el ambiente, se le notaba claramente molesto. Les había hecho desplazarse hasta allí.
—Ahí estás... Maldita... Te crees muy graciosa, sin embargo, solo sabes correr.
—Oh, es él. ¡Corre, Jose-senpai! No podemos enfrentarnos a él, ¡es demasiado fuerte! Si en cambio el otro estuviera al mando...
—¿Eres marica? —se preguntó—. ¿Por qué coño llevas un kimono de mujer, Blau?
Eso le sacó una sonrisa a la traviesa muchacha.
—... —Aogami lo miró fijamente, suspiró—. Tienes muchas agallas diciendo eso, cachorro del limón. Me gustan los kimonos, son cómodos y ligeros, pero si voy a combatir, necesito que la movilidad sea óptima.
—Ah... Vale, te lo compro.
—Es más, no recuerdo haber pedido tu opinión.
«¡Puta! Me ha cerrao la boca». Eso fue un movimiento estúpido de su parte. Su estómago le advertía, quien estaba hablando era el demonio Yato. Su iris izquierdo brillaba, analizando a su oponente y flujos de energía.
En el instante que el poseído abrió sus ojos de color sangre, una imagen difusa apareció delante de Shiro. Iba a ser cortada por aquella filosa katana negra.
—Life Saver!
Bloqueo.
La barrera compuesta por hexágonos rojos se resquebrajó como el cristal y el gato albino antepuso sus antebrazos en forma de X. Un ataque preciso, a matar.
—¿Hmmm...? —Sorprendido, Yato entrecerró los ojos—. Eres más duro de lo que pareces, joven...
—¡Aaaah!
—¡¡¡Hyaaagh!!!
Los dos volaron por los aires, recibiendo una gran cantidad de cortes en menos de un segundo. Al levantarse, símbolos tribales extraños se comenzaban a dibujar por todo su cuerpo, comparables a tinta. Al prestar más atención, Jose pudo leerlo con claridad: 毒 (doku), veneno. Sentía aquel asqueroso veneno penetrar en su sistema circulatorio. Sus pulsaciones, las oía dentro de su cabeza. La gata ya había hincado la rodilla y estaba jadeando, mala señal. Él, en cambio, había sido herido en ambos costados, abdomen y el hombro izquierdo estaba tocado. La regeneración no funcionaba bien.
—Por haberme hecho perder el tiempo, tendréis una muerte agónica y dolorosa. Ese veneno es mi propia sangre, doy quince minutos al muchacho y diez a la niña.
—¡No soy... agh, una niña! —se quejó ella, tosiendo sangre.
«Espera, ¿magia de sangre ha dicho?». Jose comenzó a sonreír, la aliada que tenía lo miraba. ¿Por qué sonríe en una situación así? Vamos a morir pronto.
—¿Saben qué? Seré amable. Pondré fin a vuestro sufrimiento de una vez por todas si se están quietos. No soporto ver sufrir a los animales. Pondré final a vuestra miseria.
—Eh, ¿usaste un ritual de sangre? —preguntó Jose mientras sacaba del interior de su bolsa un cuchillo de caza—. ¿Mmm?
—Así es. ¿Ocurre algo, mocoso?
Aquella sonrisa de demonio había hecho acto de aparición.
—Soul Resonance! —proclamó a los cuatro vientos. Contra todo pronóstico, Jose se clavó la hoja del mismo en la palma de su mano derecha, atravesándola y derramando sangre.
«¿Qué demonios...?», se preguntó.
—¡¡¡...!!! —Yato sintió algo «extraño». Un asalto desde lo más profundo de sus entrañas. Se encorvó y vomitó aproximadamente un litro de sangre oscura, tan ácida que el suelo comenzó a humear. Sangraba profusamente, cortes idénticos a los sufridos por ellos, y una tremenda fatiga que, por increíble que fuera, cayó de rodillas—. ¡¡Uaaaaaaaaaaaaaaagh!!
—¡Increíble!
—Tu asquerosa sangre venenosa está ahora mismo dentro de mi cuerpo, eso hace que tú y yo seamos uno. El daño que yo reciba es tuyo. —Yato cada vez estaba más pálido, perdía sangre a cada rato, sentía que sus entrañas se deshacían. A ese paso no sobreviviría—. Dime, pedazo de hijo de la gran puta, ¿quién aguanta más, dos bestias debilitadas, o un simple humano?
«¡Debe ser una pesadilla!».
Había ganado, estaban muertos.
Y, sin embargo, las tornas se giraron por completo en una brutal broma de mal gusto.
La gatita blanca invocó un pilar de hielo afilado en su extremo, para finiquitarlo. El joven reía, ¡qué fácil había sido!
—¿Qué pasó? ¿Encontraste una moneda? Si es redonda es mía.
«¡No lo aceptaré...! ¡¡Jamás lo haré... ser vencido así!!».
La condición quedó bien clara: «Apagas el hechizo o morirás antes que nosotros dos».
Los kanjis enseguida comenzaron a desaparecer de sus cuerpos, retirando el veneno.
—Tienes lo que te mereces, espíritu maldito. Ahora, te exorcizaremos.
—Bien dicho, koneko-chan. Ja, ja, ja.
Y a una velocidad vertiginosa, una katana negra iba con instinto asesino en dirección de la pequeña gata blanca. El iris de Jose brilló de sobrenatural manera, no perdiendo de vista esa espada de acero negro. No iba a poder protegerla.
[Swtich].
Sin saber cómo, Jose ocupó el lugar de la fémina y fue ensartado por la katana, que perforó su abdomen. Quemaba, ¡ardía! La gata cayó de culo al suelo, asustada.
—¡¡Grrrr!!
—¡¿Eh?! ¿Cómo...?
Yato intentó sustraer la espada, pero él la agarró, sosteniéndola con sus manos, mostrando sus afiladas garras. Con la izquierda la sujetaba, con la derecha clavó sus uñas en su ojo izquierdo hasta que se lo sacó. Cascadas de sangre pegajosa y casi negra, el órgano cayó al suelo como una uva sacada de un cuenco con cuchara.
—... nance!
Una vez más, el daño le fue transferido. Aquella extraña sensación, ¡estaba tocando su alma! Intentaba destruirla, ni siquiera eso podía ser llamado exorcismo, pretendía destruir el alma del brujo, su propia existencia por completo. Por si fuera poco, por la tremenda fuerza ejercida, la espada se estaba agrietando.
—¡¡¡GRRRROOOOOOOOAAAAAAAAARRR!!!
Un terrible rugido que le borró los colores. El aura de sangre y relámpagos negros fue liberada, una corriente de energía vital sin precedentes. Pero el adolescente de 16 años no se convirtió en bestia. En su lugar, la energía se concentró, únicamente transformando su brazo izquierdo en el de un enorme tigre blanco con rayas negras, mucho más grande que su cuerpo.
Kusanagi Yato, también paralizado por el veneno, no podía moverse. No le fue físicamente posible esquivar eso. Jose movió el brazo y, con titánica fuerza, lo golpeó de pasada.
El impacto ocasionó una onda sónica. Rompió todos los huesos de su cuerpo, desstruyó los órganos internos reduciéndolos a papilla, los vasos sanguíneos junto con el corazón simplemente explotaron. Media cabeza le fue arrancada de cuajo y el cuerpo, como un trapo, fue violentamente eyectado con tanta potencia y velocidad que atravesó incontables edificios reforzados con hormigón hasta que se estampó contra una fachada cual pegatina, manchando todo de rojo.
Regresando el brazo a la normalidad, Jose se quejaba de la herida.
—Heal!
Pero la magia no funcionó. Abusando del conjuro, trató de sanarse, pero sangre seguía manando de la herida. No cicatrizaba, el tejido no se regeneraba. Sentía que iba a desfallecer ahí mismo.
—¡Sigue vivo, senpai! ¡Vámonos!
La gata blanca lo tomó del brazo, cogió carrerilla y se lo llevó a rastras. La imagen era como la de
una niña que corría a casa llevando a su muñeco favorito de felpa de la mano. Solo que este muñeco era a escala real y medía 160 cm de altura.
Parte 11
Esto es lo que había dicho la neko colegiala, cuyo uniforme era el clásico marinero.
—Hm. A Shiro le gustaría hacer unos preparativos rápidos antes de ponernos a trabajar.
—¿Qué?...
—A Shiro le gustaría un espacio privado con paredes insonorizadas donde no nos encontremos con otros clientes o empleados. Bueno, casi cualquier lugar hecho para karaoke debería funcionar.
Eso fue lo que ella dijo.
Para aclarar finalmente el punto, ella en serio había dicho eso. Y ahora el gato se enfrentaba con un
papel tapiz rosa. Sin mencionar el baño con paredes de vidrio, la televisión incrustada a la pared y la
cama giratoria. Y tenía un agujero en el estómago que Kusanagi le hizo con su espada.
—Esto está mal...
—¿Qué ocurre?
—¡Todo! ¡Simplemente todo! ¡Dijiste karaoke! ¡Así que está mal tener una cama en medio de la habitación! ¡Y no es para nada correcto tener dos cajas de pañuelos en la mesita de noche! ¡¡En serio!!
—Tienes razón. No estamos aquí para ver un vídeo XXX, así que no necesitaremos tanto pañuelo... ¿o sí? E incluso si hacemos un desorden más de lo esperado, siempre está el baño. Y si se trata de eso, siempre podemos lamerlo para...
—¡Cállate, idiota! ¡Ni siquiera sé tu nombre y huyendo de Aogami Kusanagi me has arrastrado,
literalmente, a un maldito love hotel! Aunque agradezco que me salvaras la vida usando tu propio Heal.
—Shiro. Me llamo Sasamiya Shizuru, pero prefiero que me llamen Shiro.
—Ah, muy original, de esa forma te llaman gata blanca. Clap, clap para ti. Jose. ¿Y de qué me conoces? Una cosa más, muy buen punto el escondernos aquí, a nadie se le ocurriría. Y es bonita...
Inclinando unos grados su cabeza hacia la derecha, dejó caer los hombros y se preguntó a sí misma:
—¿Tu esposa?
—Mira, pequ...
Jose iba a soltar una sorprendente réplica, cuando se vio interrumpido. Pero, ciertamente ella tenía la razón. Lo desafió y él la atrapó, la sometió, y se puso sobre ella, se había ganado el derecho a copular con ella y plantar su semilla. De tan solo pensarlo, y que estaban en un hotel del amor, se puso rojo como un tomate y dio la impresión de salir vapor de sus oídos. Nuevamente, a causa de sus instintos animales, se había dejado llevar.
—Tu habilidad de regeneración no sanará esa herida ocasionada por un arma maldita, Jose-senpai. Escucha, Shiro quiere que calientes algo de agua en un recipiente al azar. Cuanto más, mejor. La temperatura solo debería ser un poco caliente, así que... sí, que sean unos 37 grados por ahora.
—Eh... Ah, entonces un calentador de agua, el del baño.
—Y un tazón de agua fría para ajustar la temperatura. Um, y un termómetro también.
—Hablas como toda una experta, ¿eh?
—Apresúrate. Mira el panel de la bañera. Te permite configurar la temperatura del agua.
Efectivamente, ella tenía razón. Y en ese punto, nada de eso tenía que ver con la magia. Mientras el chico se dirigía al baño, ella se quitaba su chaqueta. Como realizó la tarea tan deprisa, estaba muy nervioso, no sabía qué debía hacer mientras esperaba. Se sentía mal.
—¿Qué debería hacer mientras se llena el agua?
—Preparémonos aquí. Desviste a Shiro. Cierra los ojos de Shiro, agarra sus hombros y apúntala al noreste. ¿Sabes qué dirección es? La ventana apunta hacia el sur, así que hazlo desde allí.
—Eh... ¿Así?
—Obtener cualquier producto químico extra podría causar secuelas y lesiones inesperadas, así que se debe eliminar toda impureza antes del experimento de síntesis.
—Ah, te refieres a limpiar la herida para desinfectarla primero. Qué graciosas eres, Shiro —la halagó él con voz dulce.
—A-ah... Eh... Um. Puedes tocarme, por favor, céntrate en mi espalda.
—Ja, ja. Veo que te has salido del papel, ¿eh?
Eso fue embarazoso, debió ser obra de los nervios.
—¿Puedes retirar el sujetador? Debe haber un pequeño broche metálico. Lenta y cuidadosamente, suéltalo; tranquilo, no explotará.
—Ay, que no puedo... Espero entender estas cosas, es importante... ¡Ya está!
—Ahora, empuja a Shiro.
—¿Vaaale?
Cuando empujó la espalda, Shizuru cayó al centro de la cama giratoria.
Ella cayó sobre su costado y luego lo miró con gran cantidad de piel exponiéndose por su desaliñada blusa, su falda y sus medias sobre la rodilla.
Erótico.
Jose no pudo contenerse más.
—Tranquilo, puedes comerte a Shiro. Hoy es un día seguro, no estoy en celo.
—¡No, no, no, no! Espera... ¡Sí!
Jose se pegó un puñetazo a sí mismo lo más fuerte que pudo; tanto, que le entró mareo.
—¡No puedo hacer eso! ¡Estaría traicionando a Rosie!
—De acuerdo, el agua caliente debería ya estar lista. ¿Prefieres trabajar aquí?
—Ah, es cierto, para curarme... No, un segundo. ¿Qué tratas de hacer realmente? No necesitamos baño ni cama, ¿verdad? Dijiste que era magia para sanarme, ¿no? ¡Entonces hazlo!
—¿Qué estás hablando, senpai? Tenemos un chico y una chica por aquí. Las técnicas con los efectos más inmediatos siempre han sido de las artes de dormitorio.
—¿¿¿¡¡Bfhhh!!???
Jose realmente escupió. Las heridas del hombro y el costado le dolían al estremecerse e hizo una
pregunta.
—¿Artes de... dormitorio?
—Sí, repetirlo por tu misma cuenta es una forma efectiva de llegar a comprenderlo. ¿Lo has imaginado más o menos en tu cabeza? Ahora que lo entiendes, comencemos. Después de todo, no nos sobra el tiempo, te estás desangrando. Tenemos un baño calentado a la temperatura perfecta, así que pongamos esta botella con una sustancia viscosa en el agua del baño para calentarla y...
—... Sí.
Despreocupadamente, ella continuó quitándose la ropa hasta quedar desnuda frente a él, sin mostrar pudor alguno. O al menos lo intentaba, dado que sus mejillas ligeramente se tornaron de un color rojo cerezo cuando notó que él la miraba con ojos lujuriosos, a lo cual sonrió ciertamente feliz. El chico gato albino en esta situación inclinaría la cabeza y diría su frase característica cada vez que ve a una chica desnuda: «¡Gracias por el festín!».
Pero este no fue el caso.
—No te preocupes por Shiro, también es su primera vez. Quiero que sea una buena primera experiencia para ambos. Así que, por favor, úsame como quieras. Shiro te hará sentir muy bien.
«¡Diablos, gatita!». Jose se quedó sin palabras.
—¿Hn? Shiro te espera, soy toda tuya, Jose-senpai —dijo abriendo sus piernas—. Ven aquí.
El joven de 16 años de edad tosió falsamente para arreglar su rota voz. Claramente no podía ocultar su emoción aunque tratara de hacerse el duro.
—Está bien. Soy un chico joven y sano, así que no puedo declinar semejante oferta. Itadakimaaasu!
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