Capítulo 6: Emma
Parte 1
Aquella parada en esa estación de gas fue más duradera de lo que creían que sería. El interior de dicha gasolinera-albergue contaba con toda una tienda de recuerdos donde se vendían runas, peluches, comida típica de la zona y collares y pulseras artesanales. Como era de esperarse, los jóvenes hechiceros centraron su atención en las piedras preciosas talladas a mano. Algunos de los productos que se encontraban a la venta eran artefactos mágicos reales, que funcionaban de verdad. Seguramente nadie se hubiera dado cuenta, pero muchos de los amuletos vendidos como souvenirs contra el frío tenían efecto y no era un mero placebo.
—Jose, ¿no vas a comprar una? —preguntó Rosie—. Eres muy friolero, y aunque estemos en verano, adonde nos dirigimos sigue haciendo fresco.
—No necesito ningún amuleto para el frío, esta pequeña es especial —dijo él señalando su bufanda celeste, la que siempre rodea su cuello—. Me protege de las inclemencias del tiempo, temperaturas extremas y estados alterados.
—Ooh, así que es por eso que saliste ileso de la explosión que te envió Gai —cayó en la cuenta la semihumana—. ¿Qué otras cosas puedes hacer con tu bufanda?
—Bueno, puedo hacer muchas cosas —respondió con un tono lujurioso—; la pregunta es qué no puedo hacer con ella. Si quisiera, podría inmovilizarte, descomponer todas las fibras textiles de tu ropa y hacerte mía esta noche.
Lentamente Jose se acercó a Rosie, acarició su mentón con una suavidad indescriptible y pareció buscar sellar sus labios con un apasionado beso; ella se había quedado paralizada y la sangre subió hasta su cabeza, tintando sus mejillas. Cuando logró regresar a sus cabales, Jose se estaba riendo, claramente pudo ver su salvaje fantasía.
—Es broma, es broma. Yo jamás haría eso.
—¡¡Eres un idiota!! ¡Te odio! —le gritó con todas sus fuerzas, haciendo que todos los presentes se les quedaran mirando.
—Yo también te odio, no lo sabes cuánto.
"¡¿Por qué rayos dije eso?! He quedado como un pervertido, seguro."
"¿Q-qué demonios me pasa? ¡No estoy en celo! ¡Y sin embargo...!"
No le gustaba que la molestara de esa forma. ¿Cuándo se había vuelto él tan provocador, tan apuesto? Sus rojos ojos poseían alguna clase de poder hipnotizante, un poder inexplicable del cual no podía escaparse uno tan sencillamente como solo cerrar sus ojos, y las vibraciones de su voz eran las adecuadas para que ella perdiera la razón y, aparentemente, su cuerpo se moviera por sí solo. Por mero instinto, aquello por lo que los semihumanos son muy conocidos, más allá de su gran fuerza sobrehumana y el ser "algo" excesivamente territoriales.
—Toma, mi preciosa tsundere.
Jose le colocó un colgante de preciosa plata con una gema verde incrustada. Era de bisutería barata, pero la gema de cuarzo pintada a mano de verde claramente podía ser usada en rituales mágicos y empleada como artefacto espiritual.
—¿Por qué?
—Es tu regalo por haber venido conmigo —sonrió él—. ¿Te gusta?
—S-sí... —No podía dejar de mirarlo. Era el collar en el que ella estaba interesada, pero dudaba si comprarlo o no—. ¿Cómo sabías que lo quería?
—Lo tienes escrito en la frente.
—Y tú quieres ese peluche y la taza, ¿cierto?
No había cambiado en todos estos años. Algo, quizás extraño, sí que hubiera cambiado en él, pero en el fondo seguía siendo el mismo chico tímido que actuaba tras una fachada de frialdad y dureza por miedo a volver a resultar herido como lo fue en el colegio; barrera que, tras pasar tiempo con él, este muro de distancia se venía abajo y permitía entrar en su espacio personal, su burbuja de felicidad.
—¡P-para nada! ¿Por qué querría yo un peluche?
—Ohh, ¿entonces solo quieres la taza de ese clan escocés? —lo provocó Rosie—. Venga, te la regalo. La ovejita y el salmón de peluche.
—¡No! ¡No son para mí!
—Venga, sé que la quieres~ Deja que te las compre. Sé que quieres~ No es justo que solo tú juegues conmigo.
—¡~~~! ¡Lo digo en serio!
—Mientes como un bellaco, quieres la oveja y el salmón.
Goldie solamente se dirigió a su prima, que estaba escogiendo un abrigo de entre los parabanes, y le preguntó sin pelos algunos en la lengua:
—¿Cuándo se van a liar?
Parte 2
Después de saquear la tienda habiendo comprado postales, imanes para la nevera, peluches, tazas y toda clase de regalos y tomar algo de chocolate caliente en la cafetería, siguieron su camino y bajaron en la siguiente parada, no muy lejos de una granja. Esa debía de ser la granja donde se iban a quedar por unos días, propiedad de Pedro, el amigo de Bonnibel. El olor a heno se podía respirar en el aire, así como la fragancia de las plumas de las gallinas y la humedad de la tierra trabajada.
—¡Tchs! —estornudó el albino—. ¡Tchs! ¡Tchs! ¡Tchs!
—Ya se resfrió —comentó Bonnibel—. Eso te pasa por dormir destapado.
—Calla, lo dice la que duerme con un baby doll. Es solo la alergia, ni que fuera el Coronavirus.
—A que te meto una hostia —replicó la tutora de mala gana—. ¿Cómo demonios sabes tú eso?
—¡Ja! No sé —dijo en tono burlesco—, quizás deberías ser algo un poco más cuidadosa. Vives en un barco atracado en el puerto. La gente puede verte, ¿sabes? Echa las cortinas, tía.
—Sí —estuvo de acuerdo su hermana mayor—, no es la primera vez que tras irnos de fiesta hemos pasado por allí y te hemos visto en la cubierta del barco leyendo, tomando alguna bebida en picardías. ¿Dónde compraste la tumbona? Quiero una igual de cómoda.
Con cara de incredulidad, Rosie la miró fijamente a los ojos y la cuestionó con un "¿En serio?". Nadie podía ser tan despreocupada. Justo en esa zona es donde va todo el mundo después del botellón o cuando salen pedos de las discotecas, bares y pubs del puerto. Cambiando de tema por completo, entraron a la granja y llamaron a la puerta.
—¡Ya voy! —dijo una voz.
Un hombre cuarentón, seguramente casi rozando los cincuenta, bajito, calvo, con bigote vistiendo un mono les abriría la puerta. La deducción de ellos no había fallado; al contrario, su aspecto físico se asemejaba mucho a la visión imaginaria que tenían de Pedro. Acertaron en casi todo menos en la altura, pues era ligeramente más bajo que Bonnibel, quien medía 175 cm.
—¡Bonnie, vieja amiga! —Abrazó Pedro a la profesora de Historia—. Y supongo que estos son los hijos de Goldie y Lance, si es que son clavados a ellos. Dadle un abrazo al tito Pedro, chicos —les sonrió, recibiéndolos con los brazos abiertos—. Vamos, no muerdo.
—¿Conoce a nuestros padres? —preguntó Phoebe confundida; Jose se trabó, no pudo formular nada. No podían imaginarse ninguno de los dos de qué conocería este bonachón a sus progenitores. Pero, no era extraño ni ningún secreto que ellos dos vieron mucho mundo junto a Bonnie.
—Vuestros padres era muy buenos amigos de mi mujer. Siempre tratábamos de reunirnos. Venga, pasad —los invitó—. Casi se está haciendo de noche, mi hija se estaba quejando que por qué servir la cena tan tarde. No sabes cuánto se va a alegrar de verte, Bonnie. Será toda una sorpresa.
—¿Me he... perdido algo?
El interior de la casa era rústico, cálido y acogedor. No sería muy descabellado llegar a pensar que en verano él alquilara las habitaciones para que parejas o familias se queden y estén en contacto con la naturaleza y los animales, ayudando en las labores del día a día. Pedro llamó a su hija dando una voz para que bajara al comedor a cenar mientras iba sirviendo la sopa de verduras. Guiado por el olor del estofado de ternera, el albino se apegó al fuego.
—Veo que tienes hambre, chaval. Eso es bueno, todavía tienes que crecer.
—¿Es Scotch Broth?
—Así es, je, je. Bonnibel me contó lo mucho que te gusta comer en otros sitios, así que os he preparado algunas de las delicias de Escocia para vosotros. Haggis incluido en el menú, por supuesto. Siendo sincero, a mí no me gusta.
—Yo no quiero haggis —rechazó Phoebe por completo—, para vosotros.
—Yo quiero probarlo, ¿a qué sabe? —Quería conocer Rosie Redd, quien nunca antes había salido del país—. Dicen que es fuerte y de sabor "peculiar".
—Te va a gustar, Rosie. ¡Te va a encantar! —repitió él entusiasmado; sus ojos parecieron brillar con estrellitas por unos momentos—. ¡Eh, ¿tienes Black Pudding?! Dime que tienes, Pedro.
—Claro —respondió.
—¡Te quiero, Pedro! —ronroneó el felino mientras frotaba su mejilla contra el mono—. Prrr... ¡Prrrrr!
—Oye, oye, no me marques como tu propiedad, chico. Vas a hacer que se me derrame la sopa, ¡que quema!
Al escuchar unos lentos pasos llenos de energía, los mininos dirigieron sus miradas a la escalera. Una chica —por no decir mujer— sorprendente. El aura de ella era idéntica al de una diosa, incluso podría dejar a Afrodita, la diosa del amor de los griegos, en bragas. Piel blanca y tersa, cabello naranja hasta los hombros, fiera mirada de ojos esmeralda y una figura voluptuosa más que envidiable. Las pecas de sus mejillas solo hacían aumentar su encanto.
—¡¡Ohh!! —exclamaron todos, cautivados por la belleza de la casa.
—Uff... Wow... Está buenísima. 21 años de edad. 85/56/84. 175 cm, unos 65 kg. Y... —seguía hablando para sí mismo en voz baja, haciendo cálculos con sus ojos, cuyas pupilas estaban dilatadas como si se hubiera metido nieve—, ¿eso es una copa F? ¡F de Fantasía! Si tan solo supiera silbar...
Viendo Redd que el varón de los Lemon había quedado embelesado, le asestó un codazo en la boca del estómago que poco efecto tuvo, sin embargo sí el suficiente como par devolverlo a la realidad que lo envió la diosa de la escalera, que estaba en pijama.
—¿Quieres que te enseñe a silbar partiéndote los dientes? —amenazó la gata de cabello negro.
—Eh, eh, eh —trató de calmarla—. ¿Por qué me tomas?
—Por un albino pervertido —atacó.
—Si sabes que realmente no somos albinos. ¿Por tener el pelo blanco y los ojos rojos soy ya albino? Me pongo moreno con facilidad, espera que pise la playa en el siguiente volumen.
—Al vino y al whisky.
Un flechazo directo a su tierno corazón; realmente le dolió. Emma al preguntarse qué querría su padre y asomarse, vio a Bonnibel Rose y corrió a darle un abrazo.
Uno a uno se fueron presentando, y llegado el turno de Jose, la situación se volvió tensa...
—Hi! Nice to meet you, Emma! I'm Joseph, but you can call me Jose; Phoebe's little brother.
—Nice to meet you, Jose.
Estrechando su mano, ella dejó apoyar su mano sobre el hombro derecho del muchacho, apretándolo con fuerza hasta hacerle daño, y dijo en perfecto español:
—Vuelve a mirarme de ese modo y —Jose aflojó la mano, y ella aprovechó para hacer el gesto de unas tijeras abriéndose y cerrándose mientras sonreía con los ojos cerrados— te esterilizo, minino.
—¡¡¡Yiii!!!
Por primera vez en mucho tiempo el joven experimentó esa clase de miedo que solo las madres son capaces de ejercer. Desde que perdió a sus padres, había campado a sus anchas, estando descontrolado. Solo Bonnie era capaz de contenerlo, pero no lo suficiente, había muchas veces que era imposible saber dónde se encontraba, con quién o qué hacía. No podía estar detrás de él todas las noches, ya era mayor. Pero obviamente le preocupaba. Bonnibel había prometido a su mejor amiga antes de morir que cuidaría de ellos y jamás permitiría que algo malo les sucediera.
—¡Uy! —exclamó Goldie—. Parece que mi primo ha encontrado la horma de su zapato.
—Ya iba siendo hora de que alguien le pusiera el freno —secundó la gemela.
—Eh, eh. No os peleéis. Emma, es nuestro invitado.
Parte 3
Durante la cena, la atmósfera estaba viciada de tensión. Tan densa esta era que podía ser cortada perfectamente con un cuchillo y ser servida como postre en un plato. Emma siguió dirigiendo miradas de pocos amigos hacia el albino, como si hubiera hecho algo horrible. El tema de las noticias salió, Pedro no podía creer que el jovencito sentado a su lado hubiera aniquilado a Angelfield, convirtiéndolo en una mancha más del asfalto. Molesta, Emma se levantó de la silla sin tomar el postre y se encerró en su cuarto, dando un fuerte portazo.
—¿Qué le pasa? —preguntó Jose patidifuso—. ¿Le hice algo malo? Ya me disculpé por lo de sacar las tres medidas.
—Y la edad y el peso, hermanito —añadió—, y el peso. Jamás debes decir el peso de una chica.
—Pero si es solo un número —se excusó—. Y no tiene nada que ocultar, si está buenísima. Seré sincero: yo le daba. Pero no está en mi zona de bateo, me gustan pequeñas.
El pobre Pedro casi se atragantó con la cerveza al oír ese comentario. Era la primera vez que escuchaba decir a alguien que "no le atraía su hija".
—¡¿Lo dices en serio, chico?! Me vacilas, ¿verdad?
—No, no estoy bromeando —aclaró con total honestidad—. No me gustan las mujeres mayores que yo. Además, hay una serie de cosas que busco en una chica. Goldie, ¿me pasas la sal?
La francesa le arrojó el salero en toda la cara, causando que este se inclinara hacia atrás y cayera de la silla, dando un espaldarazo contra el suelo.
—¡Ya creceré! ¡Deja de lanzarme puyas, cabrón!
—Esta vez... no te estaba mandando indirectas... Zorra...
Preocupada por el tamaño de su busto, Rosie comparó los suyos con los de Phoebe, y decepcionada, se pensó dos veces si vaciarle el vaso de agua en la cara, o dejarlo estar. Durante toda la comida había estado muy interesado en Emma tratando de hacerla el centro de atención, solamente tocaron algunos temas típicos como anécdotas, cosas del colegio, notas y demás parafernalia durante el inicio de la misma. Y poca información pudieron sacar acerca de las aventuras de sus padres, dado que Pedro no solía ir con ellos al carecer de poderes especiales. Bonnie tampoco se mostró muy por la labor; no le gusta hablar de su pasado.
Parte 4
Agotada, Emma se dejó caer en la cama y ser tragada por las sábanas. Abrazando la almohada, miró con nostalgia al cuadro enmarcado en su mesita de noche. La razón por la cual estuvo peleando todo este tiempo. Y, ese chico, se la había arrebatado.
Parte 5
—¡Que no! ¡Tú te vas a la otra habitación!
—¡¿Ah?! ¡¿Por qué yo?! ¡Vete tú a la otra, yo cogí la cama primero!
—¡¿Perdona, Rosie?! —alzó la voz Jose en tono chulesco—. Mi bolsa estaba en la cama, me pertenece. En este cuarto hay dos literas, vete a la otra.
—¡Y yo la había destapado antes de que dejaras la bolsa, ahí duermo yo! Así que te apartas, Commander Slayer. Vete tú a la otra litera.
Jose y Rosie se estaban peleando por ver quién se acostaría en la cama superior de la litera. Aprovechando la ocasión, una gata blanca salvaje de un brinco alcanzó el premio y tiró al suelo la bandolera del hermano menor.
—¡Me la quedo, miau! —dijo amasando las sábanas con sus manos, se acomodó y se tapó—. Si te vas a Sevilla te quedas sin silla. Buenas noches a los dos, tortolitos.
—¡¡Phoebe!! —gritaron los dos su nombre—. ¡Esa es mi cama!
—Pues ya no —respondió—, muy lentos.
Parte 6
La pelea se alargó unos minutos más y no parecía tener final. Goldie se había quedado con una habitación para ella sola, y Bonnibel igual. Esto podían hacerlo porque aún no estaban en temporada y Pedro tenía que preparar algunas cosas antes de abrir el portal web y que comenzara a funcionar como posada la granja. De lo contrario, no hubiera sido posible.
—Que tengas claro que yo de aquí no me muevo. Después de este robo, la cama de abajo me pertenece.
—¿Perdona? Debería pertenecerme a mí, no a ti.
Haciendo caso omiso, Jose se metió en la cama y se tapó hasta la cintura. Sonrió, iba a picarla. Sabía perfectamente cómo iba a reaccionar.
—¿Qué pasa, no dormirás conmigo? No te preocupes, no te voy a hacer nada. No estoy interesado en niñas.
—Ohh, de esta sí que no te vas —Rosie se acostó a su lado y frunció el ceño—. Ea, ¿ahora qué? ¿O te da vergüenza dormir con una chica? Qué crío eres... A mis ojos no eres un hombre, así que no me importa dormir con un niño, ¡heh!
—¿P-por qué me debería dar vergüenza? Te faltan pechos para ser mujer, pechos de aire.
—¡¿P-p-perdona?! ¡¿Cómo se te ocurre juzgar a una mujer por el tamaño de sus pechos?! Eres un crío, durmiendo con la bufanda de tu mamá. ¿No puedes quitártela?
—¿Y tú qué? Puede que haya tormenta esta noche, ¿no necesitas una manta para cubrirte de los rayos que tanto miedo te dan? Ohh, ¿o ya superaste ese miedo del colegio?
Los minutos iban pasando, transcurriendo las horas, y los dos seguían despiertos como si se tratase del mismo mediodía, con los ojos como platos. Simplemente no podían dormir. Dieron las 3 de la mañana, las 4 según sus relojes internos, acostumbrados al uso horario de España.
"¡¡¡Maldición, esto es más incómodo de lo que pensé!!! ¡Es mi primera vez durmiendo con una chica! ¡¿Cómo se me ocurrió pensar que esto sería lo mismo que dormir con mi hermana?!"
"No puedo dormir con él. No puedo dormirme... ¿Por qué tuve que ceder a sus provocaciones? ¡Qué tonta soy!"
"Joder, ¿en serio no vais a hacer nada pervertido...?"
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