Capítulo 5: Los locos de la harina

Parte 1

Kate había terminado de limpiar, quedándose en la casa cuidando de Chocola, junto a Patricia. La pequeña chica gato de cabello castaño se estaba echando la siesta, empleando el regazo de la sirvienta como almohada, mientras Kate ponía los pies, descalzos, sobre la mesa. Las gatas negras Luna y Kyara al ver a Patricia sentada en el sofá, rápidamente se aproximaron a ella, disputándose a zarpazo el mejor sitio: el regazo. Luna, la mayor —y aunque la más pequeña de las dos— se quedó con el regazo, mientras su hermana se acomodaba apoyando su cabeza contra el muslo de la rubia londinense. Automáticamente la chica de doce años quiso acariciarla, solo para llevarse un débil mordisco por parte de la pantera negra en el dedo índice. «Ahora, no», habría espetado el felino si pudiese hablar. Cuando cerró los ojos, pudo tocar su aterciopelado pelaje, con un ronroneo que indicaba que le gustaba el masaje, especialmente en la parte de detrás de la cabeza y las orejas, mas no el lomo.

—Mira qué bonita es —dijo Kate Onion, acariciando suavemente el cabello de la niña—. Chica pechá de comer se ha dado y ahora, durmiendo la siesta.

—Sí. ¿Ponemos la tele? Hay demasiado silencio. Y... la tortuga de Jose se está paseando por la cocina. ¿Oyes a doña tacones?

—Parece un paso de Semana Santa, je, je. Mientras no tire los platos de agua de Luna y Kyara, por mí no hay problema; no quiero tener que fregar de nuevo.

—¿Por qué hace eso? ¿Celos? —preguntó.

—No. Hambre —respondió la sirvienta—. Tumba el plato del agua justo encima del pienso y luego se lo come. Pero me moja todo el suelo el tonto.

—Mételo en su agua entonces.

—Se sale —intervino ella—. Aunque le quites la piedra que usa para salirse del trasto, con lo bruto que es, logra salirse.

—¡Venga ya!

Dado que Patricia no podía levantarse al tener a las gatas encima suya, Kate aprovechó que tenía los pies sobre la mesa para coger el mando de la televisión. Con los dedos se hizo con el mando y lo lanzó al aire, dio un golpe y se lo pasó a sí misma en una filigrana digna de un jugador de fútbol profesional. Iniciando el habitual zapping, no había nada en la tele, por lo que acordaron en dejarlo en Mega por si salía algo interesante que ver y ya.

Fue entonces cuando la sirvienta, tan tranquila, sacó tema de conversación.

—Y bien. ¿Qué es lo que te gusta?

—¿El qué?

—Ya sabes, eso. Qué te gusta de él, de Jose.

—¿P-porqué sacas esto? —exclamó ruborizada.

—Nah, venga. No me saques excusas baratas, es obvio que te gusta, lo tienes escrito en la frente. Estamos solas, hablemos de cosas de chicas.

—P-pero...

—Tranquila, que no muerdo —bromeó—. Comienzo yo: me salvó la vida.

—¿Y ya está?

—¿Se necesita algo lógico para que te guste una persona?

—Mmm... —La miró a los ojos, y vio que iba en serio, ponía en entredicho sus argumentos—. No sé, ¿solo eso? ¿Que te salvó de Andrew?

—¡Realmente ni yo lo sé, ja, ja, ja! Solo sé que mi corazón se acelera cuando estoy a su lado y me siento más caliente.

«¿Seguro que no es que estás en celo como una perra?».

—Kate, algo te tendrá que gustar.

—Bueno... Aparte de que me salvó la vida a mí y a mis amigas... si bien no es muy guapo, más bien tirando a normalillo, es amable y fuerte. Hey, ¿es o no alucinante lo que hace? Él cree que no, pero queda genial cuando quiere proteger a todos y arriesga su vida por los demás. Y lo he dicho muchas veces ya: quiero hijos fuertes. ¿Qué mejor que con un hombre gato? Para mí, si no logras reproducirte y pasar tus genes a la siguiente generación, has fracasado como ser vivo. Tanto Jose como yo pensamos igual.

—Mejor no digo nada. A mí... bueno, he sido algo así como su hermanita pequeña, cuidó de mí muchos veranos y...

—¿Pese a que se olvidó de tu cara? ¿Y que no sabías que sus padres eran un matrimonio de gemelos?

—¡He crecido mucho en estos años, ¿vale?! —gritó—. Además, siempre ha jugado conmigo, me ayudaba con los deberes, me contaba historias, nos bañábamos juntos, y era muy bueno conmigo. Me recuerda mucho en cierto modo a papá.

—¡Oh! Sabía que eras una niña de papá, pero no ese tipo. Je, je, je. Así que te gustan hombres amables como tu padre, ¿eh?

—¡Aaag! ¡Cállate! ¡No debí haber dicho nada!

—Vale, vale, no te rayes, tía.

Agachó la cabeza y se mantuvo en silencio por varios segundos. Ganándose la atención de Kate.

—También... ¿Puedo contarte un secreto?

—Claro, sin problema. ¿Qué es?

—Antes de morir Goldie... —Patricia comenzó súbitamente a jugar con sus dedos, muy nerviosa o avergonzada, Kate no sabía decir. Era como si estuviera a punto de revelar información ultrasecreta— nuestras madres hablaban de casarnos, ya sabes, de un matrimonio arreglado.

—¡¿Quééé?! ¡Menuda bomba me acabas de soltar! ¿Jose lo sabe?

Patricia lo negó con la cabeza.

—Hmm... No. Nadie.

—¡Jo, tía! Menudo secreto se llevó su madre a la tumba. Pero ella sabía que a su hijo claramente le gustaba Rosie, ¿no es cierto? ¿Tiene esto que ver con el linaje de los magos y tal?

—No. No creo... No lo sé. Quizás solo fuera una broma de su parte. Pero...

—Te gustaría, ¿a que sí? —dijo la sirvienta poniendo una sonrisa felina—. Te gustaría casarte con Jose, y despertarte cada mañana con el desayuno hecho, ¿eeeeh, pillina?

—¡Eh, estoy aprendiendo a cocinar, ¿sabes?! Y no se me da tan mal. Sé preparar varios platillos.

—Pues tienes suerte, oye. Jose come de todo, y al parecer la gastronomía inglesa le gusta. En especial los pasteles de carnes y... pasteles de toda clase, para qué nos vamos a engañar. ¡Si quieres te enseño!

—¡¿Lo dices en serio?!

—¡Mooo! ¡Sois muy ruidosas! Callaos ya —gimió molesta la pequeña Chocola dándose la vuelta—. Quiero que papá vuelva pronto a casa.

—Je, je. —Kate acarició su linda cabecita—. No te preocupes, pronto papá estará en casa jugando contigo de nuevo. A ver, Patri, soy una sirvienta, chata, sé hacer de todo. ¿Por quién me tomas?

«¿Por una fulana, quizás?», se calló Clemont.

Parte 2

—Bueno, ya que estamos tocando temas de a futuro, ¿qué me dices fuera de lo de jugar a ser magos y líder de un grupo? Dentro de poco salen las listas y podrás ver si caíste con tus amigos en la misma clase.

—Sí.

Patricia lucía preocupada, la autoproclamada sirvienta de Jose Lemon lo notaba en su tono de voz. Al parecer, se trataba de un tema delicado del que no le gustaba hablar.

—Eh, ¿qué pasó? Te apagaste de repente. —Para mostrar interés, se inclinó hacia adelante y puso los pies en la alfombra, preocupándose por ella—. ¿Ocurre algo, Patri?

—No...

—Hum. Déjame adivinar, ¿no tienes... amigos fuera de la banda?

—... No, no llegué a encajar con nadie, en ningún grupo.

—Escucha. —Tomó su mano con decisión y amabilidad, su voz sonaba que se iba a quebrar, que de un momento a otro iba a romper a llorar—. No pasa nada, es el instituto. No te voy a decir que es el mejor sitio del mundo como lo pintan en todos lados, eso de «¡oh, mis mejores años! ¡Viva la juventud!», porque no. Piensa en ello como un cambio de aires, gente nueva que conocerás. Seguro encuentras tu nicho.

—¿Tú crees?

—Sí. Coño, ¡tú puedes, Patricia! Escucha, voy a entrar este septiembre a tercero y yo las pasé putas. En el colegio para sirvientas se metían conmigo porque soy pequeña, bajita, y no muy brillante que digamos. Era un dolor en el culo para los maestros, me peleaba con esas putas y me echaron. ¡Pero tú no eres como yo! Eres guapa e inteligente, se te da bien estudiar; deja esa vergüenza y timidez de lado.

—Pero no conozco a nadie... y tampoco sé qué quiero ser de mayor.

—...

—Eh. No estás sola como crees, Patri. Están tu hermanito Jose, Phoebe, Selene, Rosie... Tienes a mucha gente a tu lado, no como yo. No sé qué coño voy a hacer en el futuro, pero me da igual. Ya encontraré algo, de momento lo mejor que sé hacer es cuidar niños y limpiar. No es que me adore fregar los tiestos y mierdas de los demás, pero tampoco es que lo odie, ni fu ni fa. Lo hago porque tengo que sacarme algunos dineros. Venga, chica. Algo más de ánimo. Y si alguien se mete contigo por lo de tu pierna, ¡muletazo al canto!

—Ja, ja —rio amargamente la londinense.

—Ahora en serio, si alguien se mete contigo, voy y le meto una paliza.

Le dio una palmada en la espalda y le sonrió.

—Ten más confianza en ti misma. Jose y tú tenéis eso en común: os infravaloráis, vosotros mismos os metéis en un pozo, os encerráis y no queréis salir. Sois diamantes en bruto y no os dais cuenta.

—Sí...

—Y... —Avergonzada, se rascó el brazo como si tuviera urticaria—. He de admitir que te tengo envidia. Nunca conocí a mis padres, me crié en un orfanato. Nunca tuve «amigos» por así decirlo, solo compañeros de viaje, o algo así. Si lo miras de cierta forma, Supernovas parece una asociación de huérfanos más que otra cosa, ja, ja.

¡Ding, dong!

—¡Amazon! Pedido para Phoebe Lemon.

—¡Abro yo! —gritó Chocola bajando las escaleras.

Parte 3

—¡Jodeeeeeer!

Aitor se encontraba huyendo de múltiples esferas de fuego que estaban siendo arrojadas hacia él con intención de causar grave daño, si no matarlo. Todo esto a causa del «Programa de Protección» diseñado por su novia Goldie y el primo de esta, Jose. Un programa económico con el cual financiar a la Facción Lemon. Si no tuvieran bastante ya con cazar a peligrosos delincuentes y entregarlos a la justicia cobrando una remuneración por ello, y generar nuevos puestos de trabajo abriendo tiendas y cafeterías, esta vez dieron un paso más siniestro: similar a una mafia, se ofrecieron a proteger a aquellos pueblos o ciudades que tuvieran problemas con superhumanos de New Dawn o GU.N. a los que les costara controlar o expulsar, todo ello, claro está, a cambio de una abundante suma de dinero, pero lo suficientemente modesta como para un ayuntamiento poder pagarla.

—¡Me cago en vuestros putos muertooooooos, Jose, Goldie!

Una gran explosión se produjo al colisionar la esfera ígnea contra el concreto, saliendo el muchacho volando. El enfrentamiento estaba llevándose a cabo en un pueblo llamado Vejer de la Frontera, a unos 75 kilómetros de distancia de Estepona, sin embargo, a unos 126 kilómetros por carretera si se cogía por la ruta que pasa por Algeciras y el Parque Natural del Estrecho. Ellos claramente escogieron la vía más rápida, aquella ruta trazada por la A-381.

El problema: una banda de adolescentes con poderes anteriormente pertenecientes a New Dawn se había atrincherado en uno de los famosos molinos de vientos, usándolo como su base secreta para botellones, juegos de cartas y amenazaban a los propietarios. Un total de 20 jóvenes, con edades comprendidas entre los 12 y los 16 años conformaban la banda alborotadora. De ellos, solo 5 tenían poderes, y no demasiado poderosos. ¿Por qué G.U.N. o el ejército no hacían algo? Una cosa llevó a la otra, y el ayuntamiento contactó con Goldie. Misma Goldie que fue el detonante al presentarse el grupo en el molino.

Por alguna razón, al ver a la gatita albina vistiendo top rosa y minifalda entraron en pánico. No dijeron nada, no hicieron nada. Tan solo abrieron la puerta y tan pronto la vieron, los empujaron y salieron corriendo que se las pelaban. Sabían quiénes eran, por lo que en un inicio iba a ser una regañina, acabó volviéndose una persecución por las estrechas y tortuosas calles del pueblo, viéndose forzados a dividirse, mientras la vampiresa Bonnibel observaba a sus niños desde el tejado del Ayuntamiento. Aitor, quien se encontraba en la Plaza de España, más conocida aquí como la «Plaza de los Pescaítos» estuviera en peligro, ella lo salvaría con un solo gesto de su mano.

—¡Ngh!

Se levantó rápidamente, para ver que su ahora perseguidora se acercaba a la plaza. Una muchacha de su misma edad, de cabello negro y vistiendo pantalones vaqueros rasgados y sudadera rosa con capucha alzaba su mano derecha hacia el cielo. Esferas rojas llameantes aparecían de la nada, porque ese era su poder, así lo dictaba su ley. Es lo que un pirokinético hace: aumentar la temperatura de sus alrededores.

—¡Aitor!

Quien gritó su nombre Rosie, quien se hallaba sobrevolando el cielo usando su lanza Falchion como un monopatín. Al percatarse de la existencia de la gata de cabello azabache, las bolas de fuego fueron empujadas por una fuerza sobrenatural y detonaron al entrar en contacto con ella.

—¡¡AAAAAH!!

Los ojos de Aitor se volvieron tan grandes como focos. Esa muchacha tan solo era un Nivel 3, no podía haberla derrotado. Pero, ciertamente había algo raro. Rosie Redd no cayó al suelo, y en cuanto la pantalla de humo se desvaneció, se reveló que no había sufrido ni un solo rasguño. Su falda azul marino estaba inmaculada, igual que su camiseta de manga corta, y la bufanda azul celeste con estampado de copos de nieve se zarandeaba con el viento. Tumbada sobre la lanza, recostada como quien se echa a dormir en el suelo, le restó importancia.

—Una menos —dijo mordiéndose las uñas. Rosie Redd chasqueó los dedos y la lanza brilló.

El arma arrojadiza se dividió en pequeños cuchillos que impactaron a los pies de la jovenzuela ocasionando una explosión. La chica gato aterrizó en el suelo al lado de Aitor para ofrecerle su mano y, señalando con el dedo, la lanza se reformó detrás de su espalda, colocándose en horizontal como una escoba perteneciente a una bruja.

—Gracias. Me salvaste.

—No hay de qué, pero en casos así deberías atacar de frente al enemigo.

—Sí. ¿Vemos cómo les va a los demás?

Montando los dos la lanza, partieron hacia la corredera del mirador de Vejer de la Frontera.

Parte 4

De entre las sombras, una mujer vistiendo un hábito negro y ostentoso apareció detrás de Bonnibel y la saludó.

—¿Eso que usó fue magia de tierra? —preguntó la dama de negro Nyarla—. Ha reestructurado la lanza para emboscar a un enemigo y después devolverla a su estado inicial.

—Así es. La manera en la que progresan me da miedo y me hace feliz a partes iguales —respondió la maestra—. ¿Qué te trae por este pueblo? No me dirás que son los dulces.

—Pues sí, he oído que los dulces de este pueblo son famosos y están muy ricos. ¿Qué me recomiendas, Bonnibel?

—Mmm... No sé, pregúntales a ellos, son los expertos en bollería. Capaz te digan qué pastelería tenga los mejores camiones o pan duro. ¿En serio abandonas tu puesto?

—Es aburrido. ¿Sigues preocupada por la amenaza de Oliver?

—Debería —replicó—. Es más poderoso que yo, un dios incompleto si nos ponemos tiquismiquis. Y luego está eso.

—¿Realmente crees que tus estudiantes sean Viajeros?

—No estoy segura ni yo, pese a que son mi campo de estudio. Estoy preocupada, los quiero como si fueran mis hijos. No dejaré que les pase nada, se lo prometí a Goldie. Hice aquella promesa hace 16 años cuando nacieron y por nada del mundo la romperé.

—Je, je, los de tu especie siempre sois así con las promesas. Una vez hecha, haréis todo cuanto esté en vuestra mano para mantenerla y devolver el favor. —Su mirada inmediatamente cambió a una mucho más siniestra, y su voz dulce y compasiva se convirtió en una demoníaca—. ¿Aunque sean unos Viajeros?

Bonnibel no contestó.

Nyarla decidió cambiar de tema.

La destrucción que eran capaces de provocar. Prueba de ello el cómo quedó Honolulu tras la batalla de Jose y Simeon.

—¿Qué rango crees que son? Según me contaste, llevan menos de dos años en el mundillo de lo oculto, pero están muy bien informados. Y su manera de combatir es ciertamente... interesante.

—A diferencia de los magos tradicionales que se basan en mitos, cuentos y leyendas, ellos usan Internet, cómics, mangas, novelas y series de televisión —explicó la Bruja de la Escarcha—. Su abanico de técnicas es prácticamente infinito en comparación con el nuestro, no se les puede comparar. Perfectamente pueden ver algo que les guste en un videojuego y basar un hechizo en ello.

—Qué miedo.

—¿Verdad que sí? Y en cuanto a su poder, si bien no es muy elevado, saben usarlo. Su destreza y creatividad son sus mayores fortalezas. Con esas herramientas pueden anular sus debilidades. Hasta han creado hechizos capaces de matar a cualquiera de un solo golpe, sin importar qué tan poderoso sea.

—Me hago a la idea, vi desde lejos qué le sucedió a Oliver cuando peleabais sobre el mar. Una terrorífica garra lo asesinó, a él. Tuvo suerte de ser inmortal, de lo contrario...

—Sí. Mira, aquí una de las que han creado. Esta es de Rosie.

Bonnibel extendió la palma de su mano y formó una pequeña llama. Esta se estiró y comenzó a girarla como quien estira la masa de una pizza. En unos segundos se había formado un disco sumamente plano y fino, una radial de fuego.

—¿Y?

—Es capaz de atravesar cualquier cosa, incluso mis barreras. Al estar tan caliente, previene la regeneración. Corta y cauteriza al instante. Para colmo, pueden apuntar al enemigo y hacer que lo persigan como misiles térmicos. Y no tiene por qué hacerse con magia, con tu propia energía vital también se puede.

—¡¡¿Eeeh?!!

No podía creerlo. ¿Realmente esos adolescentes estaban bien de la cabeza? Nadie en su sano juicio crearía algo así, jamás. Nyarla no podía sentir otra cosa que más y más interés, una creciente e insaciable curiosidad por saber hasta dónde podrían llegar.

—¿Considerarías otorgarles el rango de Bruja? No cabe duda que aprendices de mago no son, y protegidos perfectamente podrían.

—Técnicamente, ellos están bajo mi ala. Por mí yo no le otorgaría a ninguno el rango de Bruja, los dejaría en Asistente. Aún son muy inmaduros.

—Entiendo. Bueno, nos vemos, Bonnie.

—Hasta otra, Nyarla.

—¡Vamos pa' llá!

Dando ese grito, una chica zorro de cabello castaño salió disparada a pocos centímetros de distancia de las dos brujas, dejándolas atónitas. Había dado ese gran salto, se enganchó a una farola con un látigo de electricidad y, mediante electromagnetismo, viajó casi al instante a la plaza. Volvió a realizar la misma acción para dar alcance a sus amigas. Ambas brujas alzaron el vuelo para observar qué sucedía, y es que la atlética Selene aterrizó en medio de un grupo de diez muchachos que fueron mandados a volar por la fuerza del impacto. La electricidad que atravesó sus cuerpos tensó los músculos, provocando gran dolor. Todos quedaron tumbados en el suelo, algunos llorando.

—¡Fiu! ¿Estáis todos bien? No quiero haceros daño, solo dejaros quietos —dijo la muchacha del chándal color crema.

—...

—La electricidad da para muchos usos. Demasiados, creo yo —aclaró Bonnibel Rose.

Parte 5

En la corredera, ahí dos batallas estaban dando lugar.

Goldie Lemon se enfrentaba a un muchacho de 18 años de edad, esmirriado, vistiendo camiseta de tirantes negros y bañador, descalzo. Su peinado punk incitaba a marcarlo como «macarra» o el tonto del pueblo. Su habilidad quedó clara en el momento que trincó una farola y la arrancó de cuajo para golpear a la niña con ella. Sin embargo, se vio sorprendido cuando lo siguiente sucedió.

—¡¡¡Haaaaah!!!

—¡Otto!

Con el menor de los esfuerzos, aquella pequeña y frágil gatita detuvo el enorme bate de béisbol improvisado, solo para ser golpeado por ella con su propia arma, enviado a volar y chocarse contra el muro de una pequeña heladería.

—No deberías destruir el mobiliario urbano. Esto se paga de nuestros impuestos, lo pagamos entre todos, ¿sabes?

No contestó, estaba inconsciente.

Con tranquilidad, ella caminó hacia él y sosteniendo su palma abierta frente a él, lo sanó. Escuchando las vibraciones en el aire, miró hacia arriba. Rosie y Aitor iban a aterrizar. Quedaban solo dos enemigos por así decirlo. Una chica de viento a la que Marina estaba enfrentando junto a diez tíos y uno cuyos poderes se desconocían. Rosie demostró cierto interés por él.

—¡Eh, Rosie! ¿Vemos a Marina?

—¡Sí, venga!

—¡Pues baja de ahí!

—¡De acuerdo! —Ella se giró y miró a Aitor. Temblando como un cachorro—. Oye, ¿no te estás sujetando demasiado fuerte a mi cintura?

—¡Perdón, pero no me gustan las alturas! Lo sabes.

—Ajá... Ya bajo —lo cortó.

—¡Doriah!

Con fluidos movimientos de sus brazos, como toda una experta en taichí manipulaba el agua presente en la atmósfera. La condensaba y aquella corriente, como una serpiente hiperactiva tras haber tomado demasiado el sol, viajaba por el aire como un vicioso látigo, castigando a sus oponentes. Tres tipos recibieron un golpe y se chocaron contra un muro, mientras cinco se le echaban encima. Calmada, sosegada, con los ojos casi cerrados, la hawaiana Marina a base de impactos de agua se los quitaba de encima uno a uno. Solo quedaba la chica de viento, que con agitar un abanico creaba pequeños tornados de alrededor de un metro de altura. Tres columnas de aire rotatorias se aproximaban a ella, fundiéndose en una mayor para provocar el mayor daño posible.

La bella chica estadounidense no sentía ningún miedo. De un salto lateral se apartó, haciéndose a un lado y evitando el ataque, dejando sorprendida a la muchacha. Entonces, la morena reunió una cantidad de agua alrededor de su puño y conectó el gancho en el mentón, noqueándola. Se quitó el polvo de su blusa y las bermudas, y miró a las demás.

—Oye, ¿y el que queda?

—¿El que no se sabe su poder? —dijo Goldie.

—¡¡¡...!!!

Escucharon un súbito y fuerte ruido. Un camión se dirigía hacia ellos a toda velocidad, pero había algo extraño: sus ruedas no se movían y el motor no parecía estar encendido. Rosie Redd gritó el nombre de su lanza mágica y esta inmediatamente cortó en dos el camión, resultando ilesos. El arma que voló hasta el final de la calle hizo un giro y regresó hasta posicionarse detrás de ella.

—¿Qué?

—Eso es extraño. Era como si patinase —recalcó Aitor.

—¿Solo eso? —criticó Selene—. Las habilidades son muy específicas, es tan raro.

Vieron que algo se acercaba. Era aquel chico que escapó del molino de viento de más arriba. El muchacho bronceado, bañador azul y gafas de natación. Con su mano izquierda arrojó un coche azul y con la derecha otro verde. A Selene le bastó con mover su mano y usando sus habilidades electromagnéticas, arrancó la valla metálica del suelo y la empleó como red para detener los coches sin ocasionar mayores daños. Los tornillos se elevaron en el aire y salieron disparados hacia el chaval. El cual de un manotazo devolvió los tornillos para su sorpresa.

Typhoon!

Rosie hizo girar la Falchion provocando un tornado que desvió los proyectiles metálicos. Aitor se arañó la muñeca con fuerza, manipulando su sangre para crear una espada y reforzando su cuerpo con ki. Su novia Goldie hizo un movimiento... particular. Comenzó a hundirse en el suelo, más concretamente, se comenzaba a hundir en su sombra, como si se tratase de arenas movedizas. Y un segundo más tarde, reapareció donde estaba el chico, propinándole una patada.

—¡¡¿Eeeeeh?!!

Eso lo pilló con la guardia baja, pero Goldie «resbaló» y atravesó un edificio, reventando el escaparate como una bala de cañón.

—¿Qué ha pasado ahí? ¡Pero si le dio! —gritó Aitor.

—¡Viene!

Selene desplegó una red eléctrica contra el muchacho kamikaze que se desplazaba sin mover sus pies. Solo llevaba chancletas, ¿cómo demonios se movía patinando? Y el destino de Selene fue el mismo que el de la loli gato albina: salir volando.

—¡Uaaaah!

Ella perdió el equilibrio y cayó por el precipicio. Como previamente quitó las protecciones y barandas, en lugar de aterrizar en el nivel inferior, ella botó y rodó hasta la zona boscosa más abajo, similar a un valle.

—Uff... ¡¿Estás bien?!

—¡Estoy bien!

—Me gusta.

Marina sonrió, procedió a disparar balas de agua al muchacho que patinaba a su alrededor cual tiburón hambriento, pero era inútil. Los proyectiles «resbalaban» al hacer contacto con él. El chico tocó su tobillo y...

¡PUM!

Perdió el equilibrio y se cayó.

Cada vez que quería ponerse de pie, no podía.

Resbalaba y otro culazo que se pegaba.

—¡Aaah! What the hell is THIS?!

—¡¡Uuum!!

Rosie arrojó la lanza, y contra todo pronóstico él la agarró y se la devolvió con aproximadamente el doble de fuerza. Fue obligada a saltar, dado que el arma iba con tanta potencia que atravesó la pared de ladrillo como una bala traspasa un cojín de algodón empleado como silenciador: un cilindro limpio.

—¡Wow! —exclamó. Eso estuvo cerca.

—¡Vas tú!

—¡Aitor, aparta! —gritó Rose.

Más rápido de lo que Aitor podía ver, sacó una estaca de su bolsillo y la clavó en el cuello del muchacho malagueño. Sin embargo, solo un poquito de sangre se filtró, formando un pequeño río.

—Eh...

—¡Eh! ¡Ah! ¡No puedo... sacarlo!

Aitor le devolvió el golpe, un potente puñetazo en el estómago, haciéndolo escupir saliva. Él mismo se quitó la estaca. Esa era uno de los muchos usos de su habilidad de sangre que Jose le recomendó: fortalecer su cuerpo desde dentro para evitar ataques fatales. Pero no debía abusar mucho de su poder, pues dependía de la cantidad de sangre existente en su cuerpo, y de perder demasiada podría llegar a morir o sufrir anemia crónica.

—¿Te gusta? ¡Toma esto!

Iba a propinar un corte en su estómago, y la espada de sangre no hizo contacto. ¿O sí hizo? Al igual que sus amigas, «resbaló». El propio Aitor incluido realizó un absurdo tirabuzón en el aire y aterrizó de espaldas contra el suelo, golpeándose fuertemente la cabeza.

—¡Ngh!

De su propia sombra, Goldie lo emboscó, montándose encima, metiéndole los dedos en los ojos y jalando del pelo. Rosie se detuvo, iba a arrojarle un Super Tornado a la cara. De haberlo hecho, habrían terminado en El Palmar los dos.

—¡¿Cómo te atreves a herir a mi novio, hijoputaaaa?!

—¡¡Yayayaya!! ¡Duele, duele! ¡Tía, baja! ¡Dueleee! ¡Aaaaaah! ¡Me vas a dejar calvo!

—¡Tienes suerte que no te muerda, miaaaaaaaau!

Aceleró, se desplazaba sin correr como un robot. Chocándose contra coches, paredes, farolas. Iba sin control alguno. Goldie lo conducía de cierta manera. Y entonces, una chica se desplazaba como él por el suelo. No era su poder, era el poder que la afectó. Marina se deslizaba como él y, a una velocidad cercana a los 30 km/h, le propinó una tremenda patada en la tibia que lo mandó a volar. La imagen fue idéntica a la de un coche pequeño arrollando a un peatón despistado por el móvil.

Una vez derrotado, Marina dejó de resbalar y se raspó un poco lo que venían siendo las piernas y el culo.

—¡Ya está!

Goldie cayó de pie, como buen gato que era. Era tiempo de preguntas: ¿qué habilidad era esa?

—¡Coeficiente de fricción! Este tipo puede alterar el coeficiente de fricción de todo lo que toca —dijo muy feliz de haberlo descubierto antes que las demás.

—Aaaah... ¿Fricción?

—Sí, Aitor —celebró—. Ya sabes, toda fuerza siempre es detenida por otra fuerza externa al absorber la energía cinética. Un balón que rueda pierde energía al rozar el suelo, césped o el propio aire hasta detenerse. Este menda hace trampas con esa propiedad. Por eso se mueve como si fuera en patines.

Selene escaló y caminó hasta donde el grupito.

—¿Qué tal si lo llevamos al hospital? —señaló la chica zorro apuntando al problemático esper—. No tiene buena pinta.

—Sí —concluyeron todos.

—Que se joda —interrumpió Aitor.

Parte 6

—Me aburro. ¡Vamos al cuarto de Jose!

—¿Eh? ¿Por qué?

—Porque es divertido ver qué guardan los demás. Venga, sube conmigo.

—Eeeh...

La traviesa Kate subió las escaleras, solo para detenerse en el piso de arriba y asomar la cabeza.

—¿Vienes o no?

—¡Ya voy, ya voy!

Las dos juntas subieron a su cuarto. Lo primero que la sirvienta hizo fue tumbarse en la cama y oler las sábanas. Patricia también quería saber cómo era el cuarto de su hermanito. Si bien había estado unas pocas veces cuando él jugaba con el ordenador o charlaba con los amigos, este pasaba casi todo su tiempo libre en el salón, leyendo libros, con la consola o llevando a su hija de paseo a jugar al parque. Nunca dejaba de llamarle la atención los pósteres de Absolute Duo y High School DxD nunca dejaban de sorprenderla, en especial el baúl con temática de cofre de Minecraft.

—¡Aaah! Echo de menos su esencia a limón fresco. Quiero dormir con él en su cama ya... Dios, por favor, concédeme mi deseo.

—Estás mal de la azotea —la riñó la rubia.

—¡Ven, mira los armarios!

—¿Por qué?... Um, bueno. Venga, vale.

La pervertida sirvienta abrió el armario empotrado. Este estaba dividido en dos partes: una de doble puerta donde se hallaba la mayor parte de la ropa y otra que rara vez se abría. Kate comenzó a sacar ropa del felino albino. Sudaderas negras, negras con rayas blancas, negras con patrones blancos en V, azules, verdes y amarillas. Había gran variedad, con o sin capucha, con o sin bolsillo de canguro. De algunas llegaba a tener hasta dos iguales.

—Decía yo que solía verlo con la misma ropa casi siempre. Joder.

—¿Verdad? Él coge lo primero que pilla, no se complica.

—Hombres —suspiró.

—Tiene muchos pantalones vaqueros, polos y camisas, me pregunto por qué no las usará.

—Meh, al menos ahora que es verano va usando más camisetas de manga corta y tirantes. ¿Qué hay en la cómoda? —señaló ella al mueble sobre el cual descansaban

—Primer cajón hay calzoncillos, calcetines y correas; en el segundo pijamas; en el tercero hay camisetas de manga corta; en el quinto ropa deportiva y en el sexto, bufandas, más gorros, gafas y gorros de natación y guantes.

—Das mal rollo.

—Soy su sirvienta, es mi trabajo lavarle la ropa y colocarla en su sitio; he de saber dónde va cada cosa. Si te preguntas qué hay en ese baúl, solo juguetes viejos suyos como Beyblades, cartas, tazos...

Patricia cogió de la cómoda el peluche de salmón y comenzó a abrazarlo sentada en la cama, Kate hizo lo propio con el de la oveja, grande, redonda y esponjosa.

—¿Quieres saber qué hay en la puerta que no he abierto? —dijo sonriendo.

—¿Qué hay?

De un salto se colocó frente al armario y lo abrió. Encima suya se derrumbó una montaña de peluches: ositos, gatitos, perritos y hasta tortuguitas. También se podían ver algunos muñecos de ellas, de Rosie o su familia. Ignoró por completo que fuese el armario de las toallas y manoplas.

—¡Woah! ¿Soy... yo? ¡Qué bien hecho! Es preciosa.

—Ya ves. Somos nosotras en pequeñito. Mira, aquí está la mía. Nunca me deja abrir este armario.

—¿Cuándo encuentra el tiempo para coser todo esto?

—Mmm... —La sirvienta pensó, pero no se le ocurría nada—. Quizás durante la noche, hay veces que no puede dormir haga lo que haga. Los somníferos normales no sirven, debe tomar de los fuertes.

—Pero con eso no descansas. Es como forzar un apagado.

—Oh, pero aún queda lo mejor. ¿Sabes qué es?

Lo negó moviendo la cabeza.

—¿Qué?

—Su-or-de-na-dor —le susurró al oído.

—¡Oh, no, no, no!

—El portátil está abierto, lo estuve usando yo.

Alegremente se sentó en el gamer y dio dos vueltas. Se acercó al escritorio y pulsó la tecla Enter, encendiendo la pantalla. Tecleó la contraseña rápidamente y el acceso le fue permitido. El fondo de escritorio era de One Piece, contaba con únicamente una sola fila de iconos: papelera, carpeta de anime, hentai, novelas ligeras, novelas y «Mis historias». En la biblioteca, en Imágenes se encontraban multitud de carpetas organizadas por año: familia, mascotas, excursiones, vacaciones, eventos, graduaciones... La biblioteca de música podía ser descrita como ecléctica: de un momento a otro se pasaba de death metal a bandas sonoras de videojuegos o anime, nuevamente saltaba a música rock inglés y vuelta al metal alternativo y al rap metal, todo ello sin previo aviso. La carpeta «Vídeos» en cambio era un caos: memes por doquier, cosas de economía, política, podcasts, etc. La cantidad de películas bajadas era abrumadora. Documentos era una colección de eso, documentos del instituto, trabajos, powerpoints y tablas de Excel.

—¿Sabes su contraseña?

—Me fue imposible dar con ella, al final vi cómo la tecleaba. Es «konnie-chan».

—Ni idea de quién sea, ¿un personaje de ficción? Porque suena a waifu material que tira pa' trás.

—¡Ya te digo! —Kate se lo tomó a risa, ¿quién tendría un nombre tan tonto como ese?

Manejando el touchpad de forma elegante, abrió la subcarpeta «Numbers», con gran cantidad de doujinshis.

—¿Leemos algo pincantón o prefieres ver H?

—No. Ninguno de las dos.

—¿Ni siquiera anime? Hay mucho de donde escoger, ji, ji. De «hidrocarburos» le da al loli. Tranqui, no hay viejo gordo o NTR.

—¡He dicho que no! —se negó cruzándose de brazos aún sosteniendo el salmón y su muñeca—. No te habrás metido en sus cuentas, ¿verdad?

—Sssh... Sí, pero no hay nada. Cosas normales: noticias, Pokémon, videojuegos, recetas de cocina japonesa. Lo normal.

—Iré a visitarlo al hospital esta tarde noche, le diré que cambie la contraseña.

—¡No! ¡Quiero seguir viendo estas dos carpetas! —Suplicando, agarró su vestido blanco—. ¡Por favor, no se lo digas!

—Bajo al salón a ver la tele. Adiós.

Parte 7

Tras mucha discusión, las dos se quedaron en el salón, cambiando el canal, y finalmente pasando a poner vídeos de memes de pájaros en el YouTube de la televisión.

—Una cosa. Si Jose y tú entrenáis, ¿por qué os besasteis? ¿Insististe tú?

—Oh, no. Fue él quien me besó.

—¡¡¡...!!!

—¿Celosa? —dijo para picarla.

—Claro que no, humph. Si era un entrenamiento, bastaba con un acuerdo verbal. ¿Por qué un beso?

Tsundere. Pero lo digo en serio, él me besó para darme su Bendición, soy su Sacerdotisa en estos momentos.

—No entiendo. ¿Cómo va eso?

—Uh, fu, fu, fu —rio la sirvienta—. Patri quiere ser la miko de Jose, ¿eeeh?

—¡Cállate!

Cogió el cojín rojo y se lo arrojó a la cara. Patricia se rio y le lanzó el suyo.

—Me dio una fracción de su poder con ese beso gentil. Sentí su poder inundarme por dentro, en mi pecho, en mi vientre. Me puse taaaan caliente. —Ella estaba disfrutándolo, regocijándose en su recuerdo y comenzó a exhalar vapor—. Me mojé entera ahí mismo, no esperaba ese beso tan sensual. Nuestras lenguas enredándose, siento el uno el calor del otro. ¡Aaah! Fantástico, lo repetiría otra vez.

—Tchs.

—No es broma. Era una sensación de placer tooootal. ¡Oh, y activó mi Ojo Mágico!

—¡DI ESO PRIMERO, PUTA! —Se levantó y la arreó con el cojín, básicamente dándole una hostia.

—Te, he~. Lo que hizo fue pasarme los «planos» y la habilidad Muerte Certera. Una vez encendida, tan solo debía grabar la sensación en mi cuerpo y activarlo por mí misma. Me dijo que una vez parpadeara, perdería el ojo. Aunque sepa cómo hacer una técnica al verla, necesito practicar para ejecutarla.

—Mmm... En parte entiendo el procedimiento. Es como cuando ves un truco con el balón en un videotutorial: lo comprendes, pero si no lo practicas no te sale.

—¡Exacto! Y, ¿sigues queriendo ese beso?

—¡Te voy a matar! ¡Deja de molestarme!

—¡Ah, ja, ja, ja! Qué linda eres, Patri.

Jolgorio, ruido. Las chicas habían llegado y rápidamente la pequeña Chocola corrió escaleras abajo.

Goldie apareció de la nada, saltando en el aire y aterrizando en el sofá, a la derecha de Kate. Rosie, Selene, Phoebe, Bonnie, Marina y Aitor entraron por la puerta, y junto con ellos una invitada: Nyarla.

—¡Hola!

—¡Qué pasa! —saludó Selene—. Habéis estado solas, ¿no?

—¡Hey, ¿qué tal fue?! —preguntó Kate.

—Bien, bien —le respondió Rosie colocando sus manos en la cintura—. Todo genial, traemos dulces.

—¡Y yo un juego de cartas! ¡Heeeey!

Diciendo eso, Goldie Lemon dejó sobre la mesa baja un paquete que contenía una baraja de cartas. Un paquetito de color rosa claro con corazones rojos: «¿Confías en tu pareja? ¡Reto o Verdad!».

—Es mío, ya está a la venta.

El teléfono móvil sonó, lo cogió de inmediato. Una amiga llamaba diciendo que pusiera la tele. Quitando la aplicación, puso el canal que le dijo y salía la sexy y dulce chica gato albina promocionando unas zapatillas deportivas infantiles.

—¡Sales en la tele, Goldie! —exclamó su prima Phoebe.

—Sí, un hombre me paró por el paseo, preguntándome si quería hacer de modelo para el anuncio. También tengo otras solicitudes de otras empresas para sus líneas de ropa.

—¡Aaah, qué envidia!

Bonnibel ayudó a su «hija» Phoebe a poner la mesa. Preparar el café, zumos y unos cuantos platos y cucharas para degustar los pastelitos que se habían traído de Vejer de la Frontera. La muy astuta se desentendió de la pelea por completo y fue a su bola, mirando en tiendas de ropa locales, accesorios, juguetes y de recuerdos, así como sitios donde comer. Lo pasaron bastante bien en El Palmar. Por eso estaban todos más o menos bronceados.

—También vamos a lanzar una colección de figuritas de acción de nosotras. Habrá varias versiones, ¡cógelas todas! Ja, ja. Y abriremos también un hotel de los grandes, no de estos chicos. Y libros, también. De eso último yo me encargo, para algo soy escritora como Jose.

—Oh, así que eso era la carpeta «Mis historias» a la que no podía acceder. No tengo ni idea de cuál es la contraseña.

—Yo sí la sé —dijeron a la vez las primas, solo para desternillarse de la risa.

—Y lo mejor es que el hotel estará en nuestras manos pronto —añadió Goldie cruzando las piernas para ocultar sus braguitas expuestas—. He conseguido bastante money extorsionando a una gran cadena: o me daban el dinero o revelaba sus mierdas al público. De una forma u otra me iba a salir con la mía, fu, fu, fu. En cuanto recibí el dinero, más rápido no pudo recibir la policía el pendrive con todos sus delitos. No necesito de hackers, solamente mirar qué sucede dentro siendo invisible.

—¡Hija de puta! —la insultó Selene.

—Me das miedo, Goldie —opinó Nyarla.

—Sí, estos no conquistan el mundo porque no quieren —dio a conocer Bonnibel Rose, su tutora, su opinión.

—Al fin estás en mi línea —dijo Aitor.

—Nah, no es la primera vez que hago esto, es parte de mi trabajo como detective. Soy una violadora intelectual, poco me importa la justicia, pues no existe: adoro ver a los malos perder y ver cómo sus vidas se destruyen. Es taaaan gratificante.

—Un Sherlock Holmes retorcido, lo que nos faltaba —exclamó Marina.

—Mis presas favoritas son cantantes y actores famosos que son abusadores sexuales, por no decir violadores, de esos ricachones que se creen intocables. Que por tener dineros un abogado siempre los va a salvar de la cárcel. Oh, amiga, con pruebas irrefutables, es imposible no caer. Me encanta verlos caer, cómo se arruinan y desaparecen; de un momento a otro pasan de ser alabados a odiados, y jamás se vuelve a oír de ellos.

Rápidamente cambió el tema, y entre charla y charla, decidieron hacer una noche de chicas entre todas. Bonnibel relevaría a Emma en el hospital para quedarse con el malito Jose, quien se moría del aburrimiento como una ostra en la cama del hospital.

—Oye, Nyarla —le preguntó Patricia—, ¿cuál era tu nombre otra vez?

—Es Lavinia.

—Mejor te llamo por tu apellido, me gusta más —sonrió ella con el vaso de zumo de naranja en la mano.

—Muchos me lo dicen, que mi nombre es muy raro.

Los ojos de Goldie y ella se encontraron. La gatita blanca la estaba observando, mirando muy fijamente, casi como una estatua. Siempre que ella se encontraba cerca de Nyarla se mostraba muy nerviosa, sin saber la razón; y para Nyarla ese sentimiento era también mutuo. Algo se olían que no se llevaban demasiado bien y preferían mantener las distancias.

—¡Eh, videollamada desde el hospital! —Levantó Rosie su celular, deslizando el dedo y dándole al altavoz.

—¡¿Papá?!

—¡Hola, chicos! —saludó Emma—. Jose quiere hablar con vosotras, decidle hola.

El muchacho, con unas ojeras cual antifaz de mapache, saludaba a la cámara.

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