Capítulo 3: Lealtad
Parte 1
Jose se encontraba postrado en la cama del hospital, conectado a un ventilador mecánico. Un tubo pasaba por su garganta para ayudarle a respirar, y el suero lo habían conectado a su brazo izquierdo, para su disgusto. Siendo zurdo habían incapacitado su mano dominante, pues al mover su brazo favorito este jalaba del gotero, ocasionando una pequeña comezón. Mantenerse a base de suero y antibióticos que eran suministrados con una inyección en el fino tubo de la bolsa que colgaba del perchero que era el gotero sobre ruedas era realmente molesto, así como el no poder moverse, el sudor de la fiebre, el dolor imposible de contener y los picores. Pero aquello que más le molestaba sin duda alguna era el tubo que estaba junto a sus cuerdas vocales. La sensación no era en absoluto agradable, y aunque estaba inconsciente más o menos recuerda cuando se lo metieron, imágenes rápidas de los médicos introduciéndolo en su vía aérea y echando la lengua a un lado. Primero, que se recuperase del todo sin secuelas, que la bacteria no hubiera dañado sus pulmones, afectando a su capacidad pulmonar y el tubo no le hiciese nada raro a su voz; le encantaba bucear y sería un impedimento en combate.
Más allá de eso, el aburrimiento y el ambiente de la sala de la Unidad de Cuidados Intensivos. Tenía hambre, mucha hambre, y sed; su estómago rugía cada dos por tres cual oferta del Carrefour y no podía ni comer o beber, estando su boca más seca que una mojama. Al ser una sala dedicada a pacientes graves, se escuchaban lamentos, gemidos de dolor, personas vomitando y, de vez en cuando, a familias llorando tras la pérdida de algún ser querido. Quería que lo moviesen a planta cuanto antes, por lo menos para ver la tele o hablar con alguien. Si bien Emma o Bonnie se rotaban para verlo y hablar con él, era aburrido, casi desesperante no poder estar con el móvil. Podía comunicarse por telepatía con las chicas, pero en su estado actual realizar incluso la más débil e inocua de las magias era peligroso. Al menos tenía a su querida bufanda consigo. Bastante vergüenza pasaba ya teniendo que llamar a una enfermera para que trajera un recipiente y pudiera orinar.
«Otra vez el de al lado llorando, joder... No puedo dormir así... », pensó.
Incluso a él le estaban dando ganas de llorar, se sentía miserable. Amargado y, si pudiera hablar, sería insoportable, puede que hasta tildado de insensible. Había un vestido por hacer, un encargo importante. Y aunque confiaba plenamente en su hermana gemela, el diseño del hermoso vestido blanco era suyo, quería supervisarlo. Quería hacer los complicados lazos que eran el punto estrella del vestido y lo que lo hacían destacar por encima de la transparencia de la tela y que el sensible y delicado material estuviese siendo trabajado con el más adecuado esmero. Debido a que se pedía silencio, no podía sostener su teléfono móvil para hablar con Marina por videollamada. Bueno, «hablar», más que eso una conversación unilateral. Escribir en WhatsApp con una sola mano era algo complicado ya. Este era su verano, podría disfrutar de lo lindo y hacer todo lo que no pudo comparado al del año pasado en el que fallecieron sus padres. Pasar el tiempo con su hija, su novia Rosie —aunque aún no estaban saliendo formalmente, pero era bastante obvio a todas luces— y básicamente vivir en un sueño de aproximadamente 90 días. Y todos los planes acababan de irse por el retrete por una puta neumonía, una bacteria oportunista porque su cuerpo quedó maltratado y débil al combinar dos estados incompatibles entre sí: Fusión Espiritual, de origen mágico, y Fiebre de Sangre, de origen físico.
«Sacadme de aquí, por favor».
Con lástima, la bufanda acariciaba su mejilla.
«¡Quiero irme a casa!».
Parte 2
—¡Y uno! Y dos... Y tres... —Rosie daba un paso con la pierna y levantaba una pesa con una mano, retrocedía, cambiaba de pie y levantaba la otra, sin descansar—. Vamos, Aitor. Querías volverte más fuerte, ¿no?
En la plaza, la gata de cabello negro estaba entrenando en sus ropas deportivas con unas pesadas mancuernas. Solamente constaban de un top negro y unos pantalones deportivos grises cortos, algo ajustados, dejando expuesto su abdomen. Aitor estaba haciendo burpees y se encontraba cubierto en sudor, a su lado. Justo en el centro, Kate y Selene daban vueltas al trote. No era la primera vez que notaba la esencia de su sudor al hacer ejercicio acompañada de ella, esa dulce fragancia a lavanda fresca que embelesaba a cualquiera. Aún estando en su forma humana eran muy fuertes, pudiendo arrojar un coche de tonelada y media a un oponente de manera totalmente casual, como si no fuera la gran cosa.
Agotado, el muchacho se dejó caer sobre el suelo. Duro, áspero, cálido, pero cómodo al estar sin fuerzas.
—No tengo resistencia ilimitada como vosotras... ¡Y qué calor! ¿Por qué no entrenamos por la tarde a la fresca? O por lo menos en la sombra.
—Porque a esa hora queremos salir a comprar; a la sombra hace frío. Si no lo hacemos por la mañana o el mediodía, entonces no practicamos nunca —respondió soltando las mancuernas y colocándose para hacer diez flexiones rápidamente, solo para volverlas a coger.
Abatido, levantó la mirada del suelo. Su amiga Rosie parecía bastante concentrada, y le era algo raro verla con el pelo recogido en una coleta en lugar del usual pelo suelto y largo, pero molestaría durante el ejercicio, era entendible. Su cuerpo estaba bien tonificado, no parecía fuerte a simple vista, más bien delgado y estilizado, sus músculos serían compactos como los de un gato, no había grasa sobrante o molesta, su vientre era liso y plano, podía ver la V, y su trasero era firme y redondito, le tentaba darle una palmada. Pero sabía que de hacerlo una muerte segura le esperaba.
«Está buena», admitió. «¡Uf, ese midriff, papá!».
Aitor se rio, porque en el pasado no entendía qué diablos vio brother en ella: Rosie era borde, egoísta, ruda, poco femenina, y hasta agresiva. El pelo corto, la ropa que llevaba y la manera de comportarse suya la hacían parecer un crío a todas luces, más si vestía camiseta, gorra hacia atrás y bermudas junto con tenis. Era gracioso. Por dentro era muy «rosa».
Se quejaba mucho de su pecho por no ser muy grande. Unos 78 cm recordaba a su colega haber dicho, al igual que Marina Hala. A su criterio le parecía bien, pero ciertamente parecía pequeño. Desconocía cómo iba toda la parafernalia de las tallas de los sujetadores, qué indicaban los centímetros y las copas, o cómo se sacaban esos «números sagrados». Aquello era algo que tarde o temprano debía preguntarle a su futura esposa, pues ya sabía que su raza era propensa a dar a luz a muchas más hembras que varones. Y con casi total seguridad tendrían gatitas.
«¡Espera un segundo!».
El muchacho cayó en la cuenta de una cosa que su novia le había enseñado: matemáticas prácticas. Emplearlas en tu día a día para interiorizar la teoría, también aplicable a otras asignaturas. Tomando su pulgar como referencia podía usarlo como regla, teniendo en cuenta la longitud de su pulgar, que Rosie más o menos medía lo mismo que él y que se encontraba separado de ella unos dos metros, podía dividir su figura en segmentos, dibujar una línea métrica imaginaria que apretaba sus tetas. Dándole vueltas a la cabeza, logró sacar esos 78 centímetros, sumando los resultados de la cinta métrica justo por encima de las dos puntas y la existente justo por debajo del pecho. Ahora solo quedaba la tan famosa copa. ¿Debería apretar la cuerda imaginaria de manera que pareciese que sus pechos fueran a salir disparados?
«Marina tenía la misma medida, pero una copa B, ¿cierto?».
Estaba emocionado.
Comenzaba a comprender aquello a lo que llamaban el "maravilloso mundo de las matemáticas", ciertamente podía hacer cosas increíbles con ellas, solamente no sabías que existían, encima delante de tus narices todo este tiempo. Eso era la magia. No se precisaba de muchos cálculos, solo de concentración y paciencia e ir contando. Ahora, entendía a su amigo, cómo las sacaba. Él habría hecho esto decenas, si no cientos de veces para que no precise de dedo, solo agudizar la mirada un segundo y cual flash de una cámara de fotos, desnudar los secretos más íntimos de una dama.
«¡Geniaaaaal! Ahora a ver las demás; oh, espera, con Patri dudo que funcione».
Una mano lo cogió por el cuello de la camisa desde atrás, al igual que a una cría de gato y lo puso en pie. Era Rosie, arqueando la ceja y cuestionándolo. Comenzó a sudar, muy nervioso. Lo había descubierto. ¿O no?
—¿Qué carajos estás haciendo, Aitor? —preguntó—. Venga, sigue haciendo que aún queda tabla de ejercicios para rato; suerte que hoy no es un circuito o sesión de combate con Cloe. Te habría zurrado pero bien.
—No, nada. Solo pensaba en lo bonita que eres. Hiciste bien en dejarte el pelo largo... ¡Puaf!
¡Pum!
Sonrojada, le propinó un puñetazo al grito de «¡C-calla, idiota!» y el chaval acabó dentro de la casa, siendo detenido por el aparador. Chocola, quien estaba viendo la tele mientras Phoebe trabajaba en su cuarto, asomó la cabeza por encima del sofá preguntándose qué pasó.
—¿Estás bien, Ai-Ai?
—Menos mal que la puerta estaba abierta... Ay.
—Un segundo. ¿Qué es «Ai-Ai»? ¿Significa algo?
«Pudo haber sido peor».
—Conque calculando «números», ¿eh, Ai-Ai? —escuchó decir a su novia entrando a la casa—. ¿Quién te enseñó eso? ¿Mi primo?
—N-no. Lo siento. No lo volveré a hacer —respondió temblando como un chihuahua.
Cruzándose de brazos, se calmó y suspiró.
—La verdad es que me da igual, es natural que reacciones así estando rodeado de tantas chicas hermosas; solamente sé un poquito más discreto, mi tontín. Y no me tengas miedo, no te voy a hacer nada. Soy tuya, ¿recuerdas? Además, esa lengua es para mi uso personal, no gastes saliva balbuceando.
Parte 3
—Site 58, unas de las tantas instalaciones de G.U.N. en el mundo.
Aogami Kusanagi levantó su mirada del plano. Aquella instalación de investigación para G.U.N. parecía a simple vista una mansión enorme oculta en el bosque del Monte Fuji. Su estilo era claramente europeo, pero con ciertos motivos japoneses decorando la gigantesca vivienda. Jardines japoneses, tallos de bambú creciendo y cierto aire místico o tenebroso. La seguridad era fuerte, soldados armados se paseaban con subfusiles, había todoterrenos aparcados dentro de la finca, junto a coches normales, supuestamente de los científicos e investigadores. Site 58 era una instalación fantasma, de las que no aparecían en la documentación disponible que poseen los gobiernos. Dentro, se llevaban a cabo experimentos a todas luces ilegales con niños con poderes, y por lo que escuchó decir a su amigo Kyle, también con magos. Cualquier cosa, por más atroz que fuera, emplearían la ciencia para destripar el funcionamiento de los poderes sobrenaturales que esos niños tenían y así poder replicarlos.
—Puede que Honey esté aquí. Son más de 200 bases donde hay que mirar, no podemos estar saltando de una a otra. El poder mental de Honey de controlar a personas en un radio determinado es muy poderoso, y peligroso. Si descubren cómo aplicarlo, podrían controlar a poblaciones enteras. —El muchacho apretó los dientes, porque sabía qué drogan iban a usar en ella—. Angel Crystal, si la ingiere de nuevo puede que no salga con vida de esta. Su poder no se puede aplicar a más de un grupo de diez personas al mismo tiempo, y solo puede emplear los poderes de una persona remotamente; sin embargo, con esa cosa...
Sí, la chica de cabello miel tomó esa droga que parecía cuarzo transparente para aumentar sus poderes y controlar a todos en el aeropuerto. ¿Pero a qué coste? Su contador estaba ya bajo, a duras penas lograrían llegar a la edad adulta. Tan solo recordar el hecho que a Simeon y Claudia les quedaba menos de dos años de vida le helaba la espalda. ¿Cuánto le quedaría a él entonces que era uno de los principales luchares? No quiso mirar el monitor, prefería no saberlo y morir sin angustia o presiones.
Es por eso que New Dawn realmente no luchaba para ellos mismos, ya estarían muertos para cuando el cambio se hiciese vigente: luchaban por el futuro de las generaciones de usuarios venideras.
—Espera, Honey. ¡Te salvaré!
¿Por qué tan desesperado para salvar a una camarada? Eso era porque no se trataba de una compañera cualquiera; tampoco el motivo era por su útil y peligroso poder de control de masas, sino porque...
Honey era su prima.
Él la introdujo a New Dawn y la hizo jefa de una división.
Y por su culpa, ahora su vida corría grave peligro.
El muchacho corrió lo más rápido que pudo, alcanzado casi los 60 km/h, dio un tremendo salto y gritó.
—¡Apartad!
Los guardias apuntaron sus armas al niño, pero este tenía una especie de esfera de luz en sus manos, agarró el aire con fuerza y lo desgarró. Fue ahí cuando una sensación extraña destruyó el equilibrio de los combatientes.
Terremoto.
Un pequeño terremoto los hizo caer de culo al suelo, Aogami desenvainó su katana y cortó las armas de todos a una velocidad increíble. Desarmados, esos hombres no podrían hacer frente a un esper, mucho menos a uno con más de 5.000 unidades de poder como un Comandante. El muchacho sostuvo la espada enfrente suya, delante de su nariz. Parecía estar temblando, movió el sable para guardarlo en su funda y un corte invisible destruyó la verja.
Sin decir nada, él se adentró.
—Kaori.
—¿Sí, Yuki?
Las gemelas Makishima se encontraban en los pasillos de la gran mansión. Ellas también estaban investigando las instalaciones y la labor que llevaban a cabo. Las dos chicas iban en chándal; Yuki llevaba uno azul celeste y su hermana menor Kaori uno rojo, para diferenciarse siempre hacían cosas como esa.
—¿Por qué crees que esta gente guarda tantos artefactos mágicos?
—Sí, es extraño. Tantos objetos malditos atesorados en un mismo lugar puede ser muy peligroso.
—Siendo ellos los encargados de proteger a los humanos de anomalías, es un gran suspenso de su parte. Ni siquiera el Ministerio de Magia lo hace así de mal.
—¿Verdad?
—Sigamos merodeando, algo bueno tiene que haber.
—¿Y si cogemos la Love Note? ¡Así podemos hacer que Aogami-senpai nos haga caso!
Un silencio incómodo se asentó en aquel pasillo. Las dos siguieron caminando, hacia el hall. Bajaron las grandes escaleras que se dividían en dos, con un balcón en el medio. Casi parecía un palacio suizo. Se sentaron en los escalones, sacaron unos bocadillos y zumo de la neverita que llevaban y comenzaron a merendar, pero pronto tuvieron que quitarse porque muchos hombres y mujeres subían y bajaban.
—Qué pesadilla. Menos mal que Jose llegó a un acuerdo con Simeon.
—Umf, Zifh... —Yuki tragó el pan totalmente seco, luego dio un sorbo al zumito de naranja—. Aunque está bien, así no atacan poblaciones civiles.
—Pero hay que seguir vigilándolos. Estamos en verano y viene bien, pero cuando regresemos al instituto... ¿Qué? ¿Ellos no tienen que volver al instituto?
—No sé, Kaori. Yo solo quiero que todo vuelva a la normalidad. Echo de menos a Aogami-senpai, quiero que volvamos a pasear en bici.
—Sí... Aún no dijo a quién de nosotras dos quiere más.
—¿Deberíamos pedirle a Hannah que robe la pócima de amor que hay en esa base de Escocia?
—¡Nooo! ¡No vamos a hacer un batido con nuestra sangre menstrual, yuck!
Un sonido metálico horrible se escuchó, junto a sonidos de hombres gritando. La pesada puerta de madera fue cortada en dos y una explosión de viento la mandó a volar en pedazos. El humo fue «cortado», revelando al autor. Un muchacho de 16 años, cabello corto y negro, vistiendo una sudadera azul oscura, pantalones vaqueros rasgados y zapatillas deportivas azules y blancas, sosteniendo una katana en sus manos.
—¡Aogami-senpai!
—¡¿Aogami-senpai?!
Yuki y Kaori gritaron su nombre. Kusanagi no pudo hacer otra cosa que parpadear, y hasta se planteó si dar la media vuelta y darse el piro de aquel lugar.
—... Esto... ¿Qué estás haciendo vosotras dos aquí?
—¡Lo mismo queremos saber! —respondieron al unísono—. ¿Qué haces tú aquí?
Aogami guardó la espada y caminó hasta ellas. Colocó la mano por delante de su cuerpo, indicando que se detuvieran.
—Antes de que digáis nada, ¿estáis vosotras buscando también a Honey?
—¿Buscas a tu prima? —se preguntó Yuki.
—No, de eso se están encargando Ilde y Sabrina —reveló Kaori—. Es una misión que les ha dado Rosie, ella entiende del tema.
—¿Que «entiende del tema»? —Kusanagi se rascó la cabeza ante eso—. ¿Qué quieres decir?
—Rosie huyó de casa porque odiaba a su madre, y todos estuvimos buscándola. Fueron cuatro años, ¿sabes?
—De verdad, dejad de hablar las dos a la vez, hacéis eco... y da mal rollo. Provoca sensación de mente colmena.
«Mmm... Entonces ella como desaparecida puede tener idea de dónde se ocultaría alguien. Pero hay diferencia entre desaparecer y ser secuestrada por una organización militar».
—¿Aogami?
—Ssshhh, estoy pensando, dadme un momento.
Rápidamente el piso superior se llenó de soldados, apuntándolos a los tres jóvenes.
—¡Manos arriba, no os mováis!
—Parece que tendré que pensar luego —dijo él sorbiendo los mocos.
—¿«Mováis»? —repitió confundida Kaori.
—¡Aogami-senpai, con el alboroto que has provocado nos has roto el hechizo de invisibilidad! —le reprochó Yuki agarrando al Comandante del cuello de la sudadera—. ¿Eres tonto o qué?
—¡Ni siquiera sabía que estabais dentro! —se quejó.
—¡Pero nadie se adentra en una base enemiga destruyéndolo todo, idiota!
—Bueno, bueno. Perdonad, no nos quedará otra que luchar.
—¡¡Pero no mates a nadie, prohibido queda!! —le ordenaron las dos.
—Eh, eh. No soy un despiadado asesino, ¿vale? Mi poder es tan bestia que me cuesta controlarlo, es por eso que he matado a gente sin querer, no porque haya querido —explicó disgustado, casi sintiéndose ofendido—. Por eso intento no usar esta espada maldita.
—La acabas de usar ahora mismo, duh.
—¿A que sí, Kaori? Senpai es un mentiroso, y un cobarde.
Los soldados se comunicaban con la mirada. ¿Qué les pasaba a estos? Los estaban apuntando con rifles de asalto y ellos tan tranquilos, como si no estuvieran en peligro, a nada de ser acribillados si movían un solo músculo.
—¡Eh, vosotros! —gritó el Comandante—. ¿Sabéis dónde tienen a Honey? Nivel 4, Mentalista. La estoy buscando, es mi prima. ¿Dónde está?
—¿Ha dicho Comandante? Matadlo —ordenó un científico.
—Sigh —suspiró Aogami mientras las gemelas se ponían tensas.
—¡P-pero, ¿y las niñas?!
—¡Me da igual, son intrusos, acabad con ellos!
—En fin... tendré que hacer de malo. Chicas, atrás.
—¿Hn?
—¿Hein?
Solo desenvainó su espada y los hombres salieron despedidos contra el techo a causa de un fuerte viento, lloviendo después sobre aquel balcón y el suelo del hall. Las gemelas Makishima habían quedado encantadas con eso. El Comandante la envainó de nuevo y las invitó a ir con él.
—¡¡¡QUÉ GUAY!!!
«¡Qué vergüenza me da, por favor!».
—Venga, vamos. No he visto al doctor salir volando, seguirá arriba.
—¡Sí, cariño!
—¡Por supuesto, amor!
—A-aah...
«No empecéis, por favor os lo pido».
Parte 4
—Por fin se ha dormido —suspiró Bonnibel aliviada.
—Sí, el pobre. Estaba hasta llorando de lo que le dolía el pecho.
Emma y su maestra salieron de la Unidad de Cuidados Intensivos para coger el ascensor y bajar a la cafetería a por algo de desayuno. Cinco días habían pasado ya desde que el chico fue ingresado y su estado había mejorado bastante, pero aún no lo suficiente como para poder respirar por sí solo, necesitando todavía del ventilador.
—Voy a llamarlas ahora para que sepan que lo pasarán a planta pronto.
—Una pregunta, Bonnie, si no te importa.
—Dime.
—Sé que eres una vampiresa y tal, pero ¿no ardes con la luz del sol? ¿Puedes ingerir otra cosa que no sea sangre?
—Claro. Eso es porque no soy un vampiro.
—¿Ah? ¡¿Eres medio vampiro?!
—No. Fui convertida en uno a los 18 años. Pero de eso hace ya mucho tiempo.
—¿En serio? Para mí es como si no hubieras envejecido un solo día a partir de los 12.
—Las personas que son convertidas en vampiro no envejecen —explicó—, se quedan tal como estaban, congelados en el tiempo. Y a mí me pilló así. Deberías saber ya el porqué de mi apariencia de loli.
«Pero tú no tienes ninguna cicatriz de colmillos en el cuello», pensó la pelirroja escocesa.
—¿Y podéis tener hijos? Porque... son una clase de no muertos. No tienen pulso ni calor corporal, carecen de sombra y reflejo, y tampoco salen en fotografías. Y tú sales en fotografías y tienes sombra.
—Emma, eso son mitos sin fundamento. Los vampiros son, al igual que los semihumanos, una forma de humanos evolucionados, eso es todo. Son personas normales y corrientes, claro está, con la única diferencia que se alimentan de sangre humana y son inmortales.
—Pero pueden morir si les atraviesas el corazón o los decapitas —añadió con una sonrisa y levantando el dedo índice—, ¿no? Se vuelven cenizas.
—Ay... —Bonnibel se llevó al mano a la frente y resopló—. Obviamente. Están vivos, te lo he dicho. Incluso yo moriría si resulto herida de esa manera, tonta.
—¿Pero les afectan las cruces, la plata y todo eso?
—¡No! Aunque el polvo de plata claro que sí, eso es tóxico. Lo del ajo es porque tienen muy buen olfato y es molesto, eso es todo. ¡A mí me encanta, me flipa el pan tostado con ajo y aceite!
«En realidad me he saltado un par de detalles», rio la bruja por dentro. «Los vampiros son débiles a la magia, los hechizos pueden causarles aneurismas capaces de matarlos».
—... Para ti, yo eso no me lo como. Después apesta el aliento a ajo y no hay quien se te acerque.
—¿Por qué te crees que abuso tanto de los chicles mentolados? Je, je~.
—¿Qué hay de la luz solar? ¡¿Estallan en llamas?!
—No, no estallan en llamas. Se acumula una toxina en su piel que arde muy fácilmente, por eso se incendian —rio la vampiresa del hielo—. Eres muy retorcida, ¿sabes? Creo que por eso te llevas tan bien con ellos dos.
Al día siguiente, el gato albino fue trasladado a planta y las chicas y su hija pasaron a verlo, incluso Marina fue a visitarlo, traída por Goldie desde Honolulu. Se estaban preparando para una misión que podría ser peligrosa, en la que Aitor iría emparejado con su querida gatita albina y la hawaiana, que se quedó con hambre de pelea. Rosie obviamente iría acompañada de Selene y Patricia descansaría en casa, matando el tiempo con Kate.
«Solo espero que vaya todo bien. Le daré la bufanda a Rosie luego», meditó Jose. «A estas alturas ellas deben ser más fuertes que yo, que estoy aquí estancado. Les vendrá bien tener un as bajo la manga, y por mi parte yo abandonaré el Bloodshed. Es demasiado arriesgado, no renta terminar así».
Tras el chute de antibióticos, debido al cansancio el michi cayó en un profundo sueño. Emma estaba a su lado, chateando con su novio William. Una preciosa chica rubia vistiendo una de las prendas que Phoebe cosía pasó a visitarlo, murmuró algo como «qué lástima», lo besó en la frente y se marchó. ¿Sería alguna amiga suya?
—¿Hn? —Emma Fox levantó la mirada del celular para echar un vistazo a Jose, quien se hallaba en la cama más próxima a la ventana para que le diera el aire y la luz del sol. La televisión encendida, con el volumen bajo, lo suficiente como para haber ruido de fondo, y el respaldo reclinado para dormir a gusto—. Está descansando.
La bufanda se estiró, y como una serpiente acariciaba la mejilla de Emma. Quería llamar su atención.
—Ay, Jose, déjame. Estoy haciendo mis cosas. —Dando un guantazo, apartó la bufanda. Siempre que quería algo, y como no podía hablar, usaba la bufanda para coger el mando cuando no llegaba, darle tremenda hostia a un enfermero que le caía mal porque era gilipollas de remate, y para llamar la atención—. Bonnie dijo que nada de magia, deja eso ya.
Al bloquear el móvil y levantarse del sillón, pudo ver que el chico estaba frito, profundamente dormido. Sin embargo, la bufanda estaba a su lado, dando toquecitos a su brazo.
«No me jodas que...».
—La bufanda.
Tardó en responder, se lo pensó. Como se trataba de un objeto inanimado, tomando como referencia que la bufanda se comportaba como una especie de serpiente, la «cabeza» era lo que respondía, aunque la «cola» podía funcionar como mano y los flecos como dedos, varias veces se la había visto hacer el gesto de «OK». Era, cuanto menos, curioso. Y por cómo se preocupaba, por cómo protegía a Jose y lo defendía de los enemigos... Sí, tenía que ser eso, por fuerza.
«Mmm... La bufanda fue el último regalo de Navidad que le dio su madre antes de morir el año pasado».
—¿Eres la bufanda? ¿Estás viva?
Lo negó de inmediato.
—Pero eres algo independiente de Jose, ¿no? Dudo que esté usando magia mientras duerme.
«Más o menos» transmitió meciéndose.
—¡Oh! ¡No me digas que eres el fantasma de su madre que vive en la bufanda!
Al igual que un látigo, le arreó un guantazo en la cara. «¡No seas idiota!».
—¡Auuu! Vale, perdona. ¿Eres entonces un familiar que creó él tomando como base la bufanda?
Lo negó de inmediato.
—¿Un espíritu?
Dijo que sí.
—No entiendo cómo va eso. ¿Eres un espíritu que no es la bufanda, pero que habita en la bufanda?
Parecía decepcionada. «Eres más dura que un coco, chica». Así que optó por comunicarse directamente con ella, con su voz real.
—A ver... ¿En serio no lo entiendes? Creo que hasta un niño acertaría.
Una voz femenina, dulce y compasiva, aunque sonaba agotada, como si no hubiera descansado lo suficiente y necesitase horas de sueño.
—¡¡¡Ooooh!!! ¡Tu voz, una chica! ¡¿Eres una chica?! ¡Ahora comprendo por qué tan celosa con Rosie! Ja, ja. Ya veo, por eso le metes collejas cuando no te ve y la vuelves loca moviendo sus cosas de sitio.
—...
—Entonces, ¿eres la bufanda y al mismo tiempo no eres?
—¡No soy la bufanda, métete eso en la cabeza! Solo me valgo de ella para expresarme; en realidad estoy sentada a tu lado.
—Oh, vale, vale. ¿Me puedes decir tu nombre entonces? Cuéntame de ti, no siempre se puede hablar con un espíritu, mucho menos con uno tan inteligente y con personalidad como tú.
—Vas a hacer que me sonroje, ja, ja —rio ella—. Mira, te contestaré solo algunas, no puedo decirte todo. Y, siento no poder darte mi verdadero nombre, no puedo. Al menos no de momento.
—Mm... Vale, cosas de magos y fantasmas, supongo. Esos «pactos» que os traéis, parecen hechos por el diablo.
—¡Que no estoy muerta, joder! —protestó—. ¡Estoy viva!
—Vale, vamos a lo primero —dijo sacando de su bolso una libreta de notas y un bolígrafo azul de tinta líquida—. ¿Eres un espíritu creado por Jose?
—Sí.
—¿Elemental?
—Sí, de fuego.
—¡Ajá! ¡Patricia tenía razón! ¿Edad?
—No pienso responder a eso. Hmph!
—Usted perdone, señorita gruñona. Te acabo de visualizar cruzándote de brazos e inflando las mejillas como un pez globo, ja, ja. Apuesto que solo tienes de unos cuantos meses a un año de edad. Ejem, tienes pinta de ser un espíritu muy poderoso, ¿eres como Tear?
—Um... Sí. Más o menos.
—¡Oh! Entonces eres un espíritu artificial, ya entiendo lo que pasó. Por lo que he escuchado, sois los reyes de la ineficiencia energética. Asumo que al ponerse Jose enfermo, te afectó a ti también y perdiste gran parte del poder, ¿verdad?
—Sí... así es. Estoy muy cansada y no puedo manifestarme.
—Tengo ganas de ver cómo eres —la halagó—, conociendo sus gustos, seguro que eres preciosa.
—Deja de arrojarme piropos, Emma. Siguiente pregunta. Que luego te las voy a hacer yo a ti, ¿eeeh?
—Dime, dime. ¿Con qué misión te creó Jose? ¿Lo habéis hecho alguna vez? ¿O eres como su hija?
—¡¿Qué?! ¡No! ¡Ni en sueños! Fui creada para amar, cuidar y proteger a mi Maestro Jose, en ese preciso orden. ¡¡Yo jamás haría eso!! ¿Qué te pasa en la cabeza, tía?
—¡Qué romántico suena eso! ¿Estás enamorada de él?
—Mmmmmmmm... ¿No?
—¡Lo tomaré como un sí! —festejó la pelirroja—. Después de todo, lo que me acabas de contar suena a «suerte de amiga de la infancia» o pareja. Hey, hey. Una cosa que no entiendo, si Phoebe creó a Suzaku, ¿por qué no es un espíritu artificial, y sin embargo Tear y tú sí lo sois?
—Suzaku no tiene alma, es un puñado de llamas a las que se le ha dado vida. No podrías golpearla con una espada a menos que tuvieras magia, no tiene cuerpo físico. Y si muere, se le puede invocar de nuevo pasado un tiempo, normalmente un mes. Un espíritu artificial se llama así porque se intenta crear un alma humana. Se intenta crear vida desde cero, de la más absoluta nada. Manipulando la Oscuridad del Abismo.
—¿E-eso no es... está prohibido?
—Sí, es un tabú. Pero ¿no están las reglas para ser destruidas y explorar territorio desconocido? Esa es mi filosofía. Claro está, siempre y cuando no afecte a terceros. Si sabes que hay algo que no debes hacer porque te ponga en peligro a ti mismo, a los tuyos, y a inocentes, entonces mejor dejarlo y no hacerlo. ¿No piensas tú igual?
—Sí... Tiene sentido eso que dices.
—¿No tienes nada más para entrevistarme? Pues entonces me toca a mí, ja, ja. Dime, dime, Emma, ¿todavía eres virgen?
Acababa de pagarle con su propia moneda.
—Glup. Paso palabra, por favor.
Parte 5
—Esto aquí, y esto otro por aquí. Y tengo que ver a ver cómo coño coloco esto. Mmm... No, no me gusta cómo queda. Es difícil decorar cuando tienes un mundo entero a tu disposición; entiendo ahora cómo debe sentirse un dios mágico. Hacer esto es muy aburrido. Si tuviera a alguien para jugar conmigo otro gallo cantaría, nos echaríamos unas buenas partidas. Pero para eso, primero hay que crear y configurar el tablero de juego, crear las piezas y un set de normas.
Jose estaba durmiendo, soñando. Había creado un mundo entero lleno de verdes pastos, cielo azul y un gran lago de agua dulce, y a sus orillas, una domus romana. Con una tablet blanca en sus manos este sacaba los muebles del inventario y los hacía aparecer, moviéndolos con los dedos y ubicándolos como a él le gustaban. Con las montañas hizo lo mismo, las hizo surgir de entre la tierra, diseñó los ríos y sus meandros, estableció el mar con su flora y fauna, el clima de las regiones... Literalmente obraba como un dios. En un par de horas, creó un continente con distintos biomas. Ahora, se iba a centrar en construir la ciudad.
—Workaholic —dijo una chica.
—Eso ya lo sé, Claudia, no hace fa... —Al darse la vuelta y ver a la coneja Claudia sentada en el poyete de la ventana, se le cayó el dispositivo al suelo—. ¡Aaah, coño! ¡¿Pero qué haces tú aquí?!
—Ay —suspiró ella—, descansa por un momento, ¿quieres? Ni siquiera estás bien.
—¿Eres la Claudia real? —se preguntó—. ¿Cómo has entrado a mi sueño? No, espera. No me digas que este es tu poder, proyección astral.
—Sí, acertaste. Puedo entrar en los sueños de la gente, y también viajar por el mundo. Buen poder para una espía, ¿eh?
—¡Ya te digo! ¿Y qué te trae por estos lares?
—Lo malo es que personas sensibles pueden sentirme o hasta verme, y vosotros como «magos» entráis en el catálogo.
—No te creas, ¿eh? Haría falta tener el don o ser un médium.
Saltando del poyete, se sentó en la blandita y cómoda cama con colcha roja que el miz había creado a partir de la nada.
—He venido a visitarte; me enteré que estabas hospitalizado por neumonía.
—Sí, una aguda. Necesito un respirador para respirar, un coñazo. Tengo tanta hambre que podría comerme toda la nevera de un crucero. Al menos aquí puedo comer todo lo que quiera, pero no es lo mismo.
—Te entiendo, he pasado por lo mismo. Abusaste de la Fiebre de Sangre, ¿verdad? Lo sé, casi muero de un resfriado. Es por eso que he venido a verte.
—¿Tú también? ¡Jo, pos vaya mierda de técnica el Kaioken del chino este!
—Je, je, yo recién acabo de comer. Una rica paella y ahora me estoy echando la siestecita en una tumbona de la cubierta. Solo espero que nadie me despierte tirándose del trampolín. Como sea Joan de nuevo, lo tiro del barco. Dime, ¿eres cocinillas?
—No mucho, cocino por sobrevivir: tiro de recetas de Internet más bien y del libro de Karlos Arguiñano. ¿Dónde estáis ahora? Solo sé que vivís en un crucero llamado Olympus y que tenéis una base en alguna isla del Atlántico, por ahí perdida.
El joven se sentó a su lado, ella era cálida y amable. Se daba cierto aire a Rosie, quizás era aquello lo que lo hacía confiar en ella.
—Mmm... No me acuerdo si en Córcega o en Cerdeña.
—¿Isla grande o pequeña?
—Pequeña —respondió ella de inmediato.
—Esa entonces es Córcega, burra —la regañó—. Pertenece a Francia. ¿Es que vais a Ajaccio o qué?
—No sé. Simeon dijo algo de Bonifacio.
—Al sur de la isla, pues; creo que vas a necesitar que te dé algunas clases de Geografía.
Ella rio nerviosa, no paraba de meter la pata una tras otra.
—¿Y has venido desde ahí? Joder.
—Cambiemos de tema. He venido porque quería preguntarte algo, ¿y veo estás bastante acostumbrado a tener sueños lúcidos?
—Sí, cuando tienes pesadillas tan recurrentes, tienes que hacer algo.
—Um, no... sabía eso. Yo me paso casi todo el día durmiendo, ja, ja. Mi habilidad me viene al dedo.
—¿Qué te iba a decir yo? Que mentira no era —dijo el chico llevándose el dedo índice a la boca—. ¡Ah, sí! Te iba a comentar que eso no es un superpoder, se puede hacer con el ki.
Jose volvió sus ojos y se rascó el cuello, tan solo para añadir: «Aunque yo eso aún no puedo hacerlo». Comenzaron a charlar de temas más cotidianos, se pusieron unos bañadores y se bañaron en el lago, nadando la coneja en un donut rosa y él en una colchoneta inflable amarilla.
—Y entonces va y me dice: «Claudia, no apagué el aire acondicionado», y la habitación un poco más y crecían estalactitas del techo. Ay...
—¡Ja, ja, ja! Sí, me pasó. Chocola quiso ayudarnos mientras hacíamos la comida y puso la hogaza de pan de espelta en el horno. Pero no puso la alarma y cuando nos sentamos a la mesa, nosotros: «¿Y el pan?», «¡¡El paaaaaaan!! ¡Ay, el pan!». El pan to' turrao... Al menos seguía bueno por dentro, menos mal que seguía siendo comestible. Si no, ¡nos quedábamos sin pan!
—Podría haber sido aún peor, imagina que saliera ardiendo. Hay que tener mucho cuidado con los hornos.
—¿Crees que podrás venir a la barbacoa? Es que va a ser difícil decirles que no.
—No sé... —Claudia agachó la cabeza—. Me da vergüenza, después de haber intentado matar a tu novia... Uuuh, se me fue la pinza.
—¡Bah, bah! Eso fue por el furor de la batalla, y porque las dos teníais activado Bloodshed. ¡Oh, cierto! Rosie me dijo que tú lo activaste, pero tu pelo no se puso rojo, tampoco tu aura. ¿Eso cómo va?
—Ah, lo descubrí entrenando. Tienes que contener el aura explosiva dentro de tu cuerpo. Al principio es muy difícil, y doloroso. Pero surte efecto, logras mantener su poder y que ese multiplicador de por diez no baje a cada minuto que se use. No despilfarras la energía.
—O sea, que peleo yo contigo y me crujes vivo en un uno versus uno, ¿no?
—Eh —vociferó ella agarrándose a su colchoneta y subiendo medio cuerpo a la misma—, que con tus truquitos y que puedes volar, la cosa cambia. Sobre el papel todo es muy bonito. En teoría «no podías hacerle nada a Simeon» y vas y casi le ganas.
—Ya, hasta yo me sorprendí. Si supieras cómo tenía el pulso en ese momento, de enfrentar tan temprano a tremendo Final Boss.
—Jose.
—Dime, ¿qué ocurre? —preguntó el minino a la coneja, tomando su mano mientras flotaban en el agua en sus juguetes hinchables—. Te veo preocupada.
—Es que... tengo la sensación de que te conozco desde siempre. ¿No lo sientes?
—Eso serás tú, hija. —Tras meditarlo un poco, se percató que tenía razón, algo extraño pasaba—. Bueno, ahora que lo dices, es «extraño», estando a tu lado no me siento amenazado. No me refiero en el sentido de que somos enemigos y que tú has venido solo a hablar, sino que... sí, es como si fueras de la familia.
—¿Verdad? Yo también me siento tranquila, «acogida».
—¿Sabes quiénes era tus padres?
—No lo sé, nunca conocí a mis padres. Mi madre me dejó a las puertas del orfanato en Londres cuando era tan solo un bebé, donde me crié y conocí a Simeon. Jose, ¿tú crees que somos parientes?
—Ni idea, y no lo descarto. Es posible que alguien por parte de tu padre fuera un Lemon. Mi madre y mi tía fueron fruto de una relación extramatrimonial y aquí estamos.
—¿Hn? ¿Por parte paterna?
—Solo son suposiciones mías, no me hagas mucho caso. Tu pelo huele a zumo de uva recién exprimido, un olor que ciertamente me gusta mucho. Las madres pasan esta característica a sus hijos.
—Ah, eso no lo sabía. Espera, ¿me estás oliendo el pelo?
—No... Quizás, puede.
—Tienes muchas cosas en común con Simeon, oye. Más de las que creía.
—¿Lo dices en serio?
—Sí, sí. Muchas veces lo he pillado oliendo mi pelo cuando duermo a su lado, u olfateando mis sábanas cuando va a cambiarlas.
—Cuéntame más de Simeon, venga.
—No, no.
—Venga, o te empujo y te caes al agua.
—Qué malo eres. Está bien, vaaale. Pues mira, le gusta el café. Se vuelve loco buscando una marca en concreto, es un adicto a la cafeína. Necesita mínimo tomarse uno al día, si no, no está tranquilo.
—Black Star Coffee. Me suena. ¿Qué más?
—Le pierden los niños y las mascotas, son su debilidad. Y no se siente atraído en absoluto por mujeres mayores que él. Una enfermera, tetona y muy guapa de G.U.N flirteó con él y la dejó en visto de tal manera que la chica dejó de hablarle por días. Unos veinte años o por ahí tendría, menos de veinticinco seguro.
—LOL. ¡Venga ya! A ver, a mí no me gustan mayores que yo, pero al menos tontear un poco con ella habría tonteado. Seré sincero, el Jose del pasado se habría quedado cortado y más rojo que un tomate; pero el Jose de ahora no tiene vergüenza alguna, ¿sabes? Me gustan los pechos pequeños, pero los grandes también son buenos.
—¿Te gustan pequeñas, en serio?
—Sí. Big boobs may fill your hand, but small chests can fill you heart. Por si no lo sabías, son muchos más sensibles. Eso significa que cuando reposas tu cabeza sobre su pecho, es más fácil oír los latidos de su corazón.
—Oooh, qué romántico. Y qué pervertido eres.
—Sí, Claudia. Como que me sé tus tres medidas de arriba a abajo: 80 centímetros busto, 60 cintura, 80 caderas. Talla de sujetador: una 31 C. ¿Me equivoco?
—Say whaaat?! ¡¿Cómo lo sabes?!
—Un mago nunca revela sus secretos. ¡Nah, es broma! Es un talento que he desarrollado tras usar mucho gafas de sol.
—¡Serás mamón!
Riendo, saltó a la colchoneta con fuerza, hundiéndose los dos en el agua. De inmediato salieron los dos a la superficie.
—¡Espera y verás, ven aquí, gatito albino bronceado!
—¡Hahaha! ¡El último en llegar a la orilla es un conejo asado!
—¡Eh, oye! ¡Buceando no vale!
Desde fuera, en la habitación del hospital, a Emma le pareció verlo sonriendo.
—¿Con qué estará soñando?
Parte 6
Kate se disponía a limpiar la casa antes de irse todos a la misión, que estaban descansado en los bancos de la plaza, con Chocola jugando con Camila y algunos niños. Esta cogió la escoba y le dio varias vueltas, igual que si blandiera su lanza nórdica. Hacía malabarismos con la escoba, golpeaba a enemigos imaginarios y realizaba sonidos de rayos láser y explosiones con su boca, muy concentrada ella. Y comenzó a entonar un poema muy peculiar, un encantamiento:
"I am the stick of my broom
Soap is my body and bleach is my blood
I have cleaned over a thousand floors
Unknown to Dirtiness,
Nor known to Cleanliness
Have withstood pain to sweep many homes
Yet, those hands will never sterilize anything
So as I clean, Unlimited Broom Works!"
—¡Pffft! ¡Buah, ha, ha, ha, ha, ha!
—¡Ja, ja, ja, ja, ja!
Risas estallaron, y el rostro de la sirvienta Kate Onion se volvió rojo como un semáforo, lentamente dándose la vuelta solo para ver muertos de risa a Aitor y Patricia, sosteniendo sus estómagos del dolor en el suelo.
—¡Hostia puta, tú! ¡¿Así limpias?! ¡Ja, ja, ja! ¡Te dije que esto había que grabarlo, Patri!
—¡No puede ser, es que no puede ser! ¡Unlimited Blade Works de Fate, tío! ¡Me muero, me muero! ¡Ha, ha, ha!
—¡Nnnnnngh! —Alzando la escoba, los amenazó—. ¡Os voy a matar a escobazos, que lo sepáis!
—¡¡Coooorreeee!! ¡¡Corre, Patricia, correeee!
Abdomen.
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