Capítulo 3: El color de los amantes / The things we do for love
Parte 1
Las 7:30 de la mañana. Las alarmas de los teléfonos móviles sonaron al unísono, era la hora de levantarse. El menor de los Lemon estiró el brazo y deslizó su huella dactilar sobre la pantalla de cristal líquido de su teléfono inteligente, desconectando la alarma con sonidos de la naturaleza, tales como el ruido de una cascada y pájaros piando. Nada más incorporarse, notó que sus piernas estaban adormecidas y retiró la manta para ver quién se ocultaba debajo de las sábanas. Bajo las mismas se hallaba la pequeña gatita japonesa Shizuru, durmiendo abrazada plácidamente a él. Al igual que el varón de los Lemon solía dormir desnuda, o como mínimo usar una camiseta blanca desabrochada que le quedaba varias tallas más grande como pijama para estar por casa. Seguramente se colara en su habitación mientras estaba durmiendo profundamente, era ya algo habitual.
—Oye, Shiro. Levanta, no me siento las piernas.
—Mmm...
—Venga, que nos tenemos que vestir y desayunar. Hoy tenemos que estar antes de que toque la campana a las 8:15. Hey. Oye. Venga. —Para despertarla, la torteó un poquito—.
—Nnngh...
—Shiiiirooooo... —Comenzó a jalarle de los mofletes, los cuales eran tan elásticos como mochis y la hacía sonreír, era divertido—. Ya eres mayorcita para que te tenga que desvestir. ¿Hacías lo mismo en el restaurante del semidiós Oliver también?
—No... Si no, Mei-Mei me daba una paliza.
—Ya... entendible. ¡Venga arriba!
Jalando de las mantas como quien tira de un mantel, el contraste de temperatura la hizo arrecirse, abrazándose más fuerte a él.
—Estás calentito, senpai. —En ese instante, abrió los ojos—. Y rígido también... ¿Tanto te gusto?
—Estás literalmente encima mía, y me estás rozando.
—¿Quiere senpai un polvo mañanero con Shiro antes de ir al instituto?
—Me encantaría, pero de hacerlo no llegamos a tiempo. Venga, levanta. ¿Qué miras?
—Solo un poquito... Onegai.
—Mmm... Si me pones esos ojos, me va a costar decirte que no.
—¡Porfi...!
Rolando sus ojos a la derecha, soltó un tímido «vale».
—¡Bien!
—Pero un rapidito, nada de segundas rondas.
—¡OK!
Minutos más tarde, los dos bajaron a desayunar siendo recibidos por Marina, Phoebe, Chocola y Rosie. La gata de pelo azabache olía maravillosamente, se notaba que recién se dio una ducha. Si vivieran algo más lejos, tendrían que levantarse más temprano, alrededor de las 7:00, pero como vivían cerca, solo tenían que recorrer un breve paseo de 5 minutos andando, quizás de 8 minutos si iban algo más despacio. Incluso si se quedaran dormidos por algún casual, con solo 3 minutos les bastaría para llegar. Claro, y si contaran con el uso de la magia, un punto de teletransporte sería lo mejor de lo mejor. Dicha idea ya la insinuó Aitor. Tal y como decía Bonnibel, «la magia era una droga; una vez la probaras, no volverías a hacer las cosas igual». ¿Por qué comprarte un coche o coger el transporte público cuando puedes volar más rápido que un avión comercial? ¿Para qué hacer las tareas o ir a algún sitio cuando puedo enviar a mis familiares a hacer las cosas por mí? ¿Para qué entrenar si disparando mi magia puedo vencer a personas más fuertes físicamente que yo? La magia era un poder demasiado útil a la par que aterrador, pero que había que saber manejarlo o podría ser tu perdición. De una manera muy similar, investigadores mágicos entregaron su vida a su tema, desentendiéndose de sus deberes y obligaciones, alejándose de sus amigos y familias... y finalmente morir solos, tristemente olvidados.
No por nada Bonnibel terminantemente prohibía el uso de la magia en el ámbito familiar o en público, sino también el restringirla solo cuando fuera realmente necesario. Incluso los demás se percataron del peligro que esta realmente significaba: crear metal y comida de la nada significaba el poder para destruir el mundo, económicamente hablando.
—Good morning, darling, Shiro! —saludó la hawaiana calentando el néctar de los dioses en la cafetera italiana—. ¿Vais a comer pan o cereales?
—Veo que os habéis estado divirtiendo sin mí —bromeó la madre adoptiva de Chocola apoyada contra la puerta—. Un «buenos días» por lo menos, ¿no?
—Buenos días. Yo nada, Marina, no tengo hambre.
—Yo tampoco —siguió Shiro.
—Chocola, ¿por qué no te acuestas un rato? Aún no son las 8.
—No tengo sueño —respondió desde el sofá—. Y son las 7:45, un cuarto de hora es lo que tardo en dormirme. ¿Dormirme para despertar de inmediato? Es tonto —dijo acariciando a las gatas, que se subieron encima suya.
—Eh... Tiene razón.
—Sí, sí que la tiene... —coincidió con su prometida—. Voy a tomarme el café.
Sentándose a la mesa, Jose conjuró un cubito de hielo que puso en su taza y sirvió el café caliente. Phoebe masticaba la tostada con mantequilla y mermelada en silencio y Marina untaba la suya con un queso hecho crema.
—No entiendo cómo es puede gustar algo tan amargo.
—Cuando seas mayor quizás te guste —replicó su padre—. De pequeño a mí me pasaba lo mismo con el café y, mira ahora, me encanta; la cerveza sigue sin convencerme, por eso tiro más por vinos dulces y sidras.
—¿Tomas café porque te acostumbraste al tomarlo todo el mundo o porque tú quisiste?
—Buena pregunta. Pero en este caso lo tengo claro: porque yo quise. Conforme vas creciendo, tus papilas gustativas cambian y notas sabores que anteriormente no sentías, por lo que tus gustos también cambian. Muy a menudo pasa con las verduras. Ah, y al café se le puede añadir cacao en polvo, ¿sabes? Quizás te guste así.
—Tengo 8 años, no me des un capuchino.
—Mejor, te daré un carajillo.
—¡Papá!
—Shiro, te vas a quedar dormida, chica —avisó Marina.
—¿Mm? Ah, perdona, tengo sueño...
—Y pensar que incluso después del «delicioso» sigue así... ¡Uaaaah! —bostezó—. Vaya, por bocazas.
—Tú mismo lo has dicho, hermano.
—Tenemos gimnasia a primera, ¿no? Quizás no debería haberme duchado.
—Te recuerdo que no dejan tiempo para ducharse una, cariño. Aunque te echaras desodorante y un tarro entero de colonia, seguirías oliendo a hurón muerto.
—Entonces hice bien en ducharme antes de correr.
—...
—¿Qué te pasa, Marina? —preguntaron Rosie, Phoebe, Jose y Chocola a la vez.
—Creo que no debería haberme comido nada para empezar... Me va a doler la barriga al correr ahora en Educación Física.
—Calla, anda, me está entrando fatiga de solo verte comer tan temprano.
—Yo ya he desayunado, hace un rato —dijo Rosie sentándose en el sofá—. Tengo algo de hambre, ¿me das una galleta o algo, bombón? —le pidió.
—Me asombra tu fuerza de voluntad para levantarte todas las mañanas a correr, yo no puedo hacer eso, me da algo —suspiraba Marina mientras se regocijaba con la culposa tostada—. Me encanta dormir.
—Yo soy capaz, pero quizás hagan falta bombas para sacarme de la cama. Menos mal que con esto de iniciar el curso Bonnie y tita no nos sacan literalmente a hostias de la cama para entrenar.
—¿Y si te saco de otra forma? —insinuó la gata de cabello negro y ojos esmeralda.
—Quizás funcione —le correspondió con una sonrisa pícara.
—Demasiado dulces —se quejó su hija.
Parte 2
—¡Venga, vamos! ¡Comenzad a calentar! Tenéis que dar vueltas hasta que yo vuelva con los materiales, y luego calentamos las articulaciones.
—¡Sí!
Obedeciendo la orden y comenzando a trotar junto con el grupo, Shiro entendió por qué era apodada «la sargento».
—Tengo sueño...
—Ya no te gusta tanto el instituto, ¿verdad? —bromeaba su superior, yendo a medio gas a su lado.
—¡Jose, carrera! —propuso su mejor amigo Aitor adelantando desde el fondo de la cola.
—¡Me apunto! —saltó su novia.
—¡Y yo! —dijo Selene.
—Yo no quiero... —murmuró Shiro, pero ellos ya habían salido a toda pastilla.
—¡La madre que...! ¡Parecen coches, coño! —gritó Manuel.
—Verás tú que uno se come los palos de la portería... —dijo Phoebe—. ¿A qué velocidad van? ¿A 25 por hora?
—Ni idea, pero son rápidos de cojones hasta en forma humana.
—Podrías estar como Aitor si entrenaras con nosotros.
—¡Pero si siempre estáis viajando para un lado y para el otro!
—Umu. Es bueno que os estéis hablando.
Sin que se percataran de ello, Shiro se había metido en medio de la conversación, literalmente. Completando los corredores una vuelta completa, y por ello adelantándolos, Jose decidió acelerar aún más para adelantar a Rosie y Selene, quienes iban en cabeza, corriendo justo por encima del muro situado detrás de la portería más cercana al muro de ladrillo. A saber cuál sería la estrategia, porque usualmente para adelantar en un circuito uno coge por el interior de la curva, y no por un muro de piedra con ángulos rectos, a menos que su idea fuera que quedara guay al correr por una superficie pequeña muy rápido y sin comerse el suelo. De ser así, lo había logrado.
Parados en el sitio, observaron cómo los cazas de combate cada vez les sacaban más vueltas. Jose iba en cabeza, mientras que Selene, ligeramente atrás, le daba pelea; Rosie, que se estaba cansando, iba tercera.
—Están como una chota.
—Ya ves... —coincidió Laura.
—Aitor va cojeando... —señaló la pequeña gata.
—Creo que Aitor se ha jodido el tobillo —dijo Marina.
—Esos dos como siempre... —suspiró Cheryl—. Manu, ¿corremos juntos? Como sigamos aquí parados y Cristina vuelva, cobramos.
—Sí.
Pasados alrededor de 10 minutos de reloj, la maestra regresó con sogas, balones medicinales mal llamados «melones», pesas y un banco. También se había traído una tela amarilla similar a un pañuelo, casi parecía una bandera. Viendo eso, ya se sabía qué era lo que iban a hacer: evaluar sus capacidades. Fuerza, resistencia, flexibilidad, etc. Este año la cosa iba en serio. La profesora de Educación Física comenzó a dar la explicación de que llevaría un registro de las capacidades de cada alumno y que, al final de cada trimestre, realizarían las pruebas nuevamente para comprobar cuánto habían progresado respecto a los tres meses anteriores.
—Ñam, ñam, ñam...
Masticando ruidosamente pero sin ser capaz de enmascarar el crujir del pan al cerrar sus mandíbulas, Sasamiya estaba disfrutando de su tentempié matutino. Un bocadillo igual de grande que media barra de pan.
—¿Eh? Shiro, ¿de dónde has sacado ese bocadillo? —preguntó Rosie.
—Otro como Jose no, por favor...
—Eh... Shizuru, por favor, estamos en clase, cómetelo luego en el recreo.
—Perdón. Ya me lo acabo.
Dando dos, tres grandes mordiscos, infló sus mejillas como hámster y tragó, suspirando aliviada.
—Estaba muy bueno. Podemos seguir.
Sus compañeros estaban alucinando. Devoró esos casi 60 centímetros de pan con relleno de mayonesa, atún, huevo y lechuga en un instante, entrando a su pequeño cuerpo.
—No pasa nada —añadió lamiéndose los dedos—, soy buena metiendo cosas grandes en mi boca.
Ella dijo eso ahí delante de todos, dedicándole una breve pero traviesa mirada a su senpai Joseph. Normal que las cuatro clases de bachillerato juntas estallaran de la risa.
—¡Tú lo haces a posta, ¿no?!
Rosie le dio un pellizco a Shiro, quien gimió su ya clásico «¡au!».
—Cristina, ¿quieres que te haga un truco de magia?
—No, Jose.
—Solo uno. Espera, tienes algo detrás de la oreja.
Acercándose él y la maestra dando un paso atrás, y haciendo como que agarraba el aire, el muchacho albino «sacó» un emparedado idéntico al que se acababa de comer su compañera.
—Et voilá! Desayuno gratis.
Colocándoselo en sus manos, no sabía qué decir. Sus amigos aplaudían y los compadres se pusieron a dar silbidos.
—¿Quieres un café también?
—Eh... No, gracias. ¿De dónde lo has sacado?
—Te lo he dicho —atajó—, de tu oreja.
—¿No tienes papel para liarlo?
—Oh, eso... Pregunta en la cafetería, je, je. —Sonrió, caminando hacia donde estaban discutiendo sus queridas—. Oye, ¿qué os pasa a las dos?
—... —Shizuru evitó el contacto visual—. Lo siento
—Ya... —Colocando sus brazos en las caderas, se puso serio—. Ya no tiene remedio, ¿no? Pues ya está, no hay más que hacer. Pero no lo vuelvas a hacer, por favor.
Finalmente, la clase propiamente dicha comenzó. Realizaron un calentamiento para preparar las articulaciones y la primera prueba fue la de flexibilidad. Ni falta decir que Rosie fue la que se coronó como la chica más flexible de todas, después de todo solía hacer gimnasia rítmica en el pasado. Y después, la peor de todas. El malvado test de resistencia, el Test de Cooper.
Parte 3
Habiendo finalizado la tortura padre, Sebastián salió embalado hacia los vestuarios. Directo a vomitar el desayuno después de haber expuesto su cuerpo y órganos a un estrés al que no estaba acostumbrado. Y no era el único que echó la pota o acabó al borde de desmayarse. En general, la clase estaba en una forma física muy baja, salvo por los típicos deportistas y los Supernovas. Test de Cooper: 12 minutos corriendo sin parar a la misma intensidad, todos, sin escaparse ninguno. No era recomendable sentarse o detenerse de inmediato tras finalizar la actividad, o tu estómago pagaría las consecuencias, ya que dicha prueba llevaba al límite la patata que tenían por corazón. Las chicas admiraban a Rosie, Selene y Marina por lo increíbles que habían estado, y Cheryl y Shiro no se quedaban para nada atrás. Lo mismo sucedía en el vestuario de los chicos.
—Brutalítico el truco de magia ese. ¿Dónde tenías guardado el bocata, Jose?
—Un buen mago nunca revela sus trucos. Vale, estaba en mi manga.
—¡No tienes mangas, vas en manga corta! Y aun si las tuvieras, ¡es imposible!
—Creo... que voy a vomitar —gemía Manuel aferrándose a la madera del banco—. Ni en baloncesto corremos así.
—Capullo, tú te callas —le dijo Aitor tumbado sobre el banco verde, empapado en sudor—. En la prueba esta... de aceleración que se hace con los pitidos... ahí vas a estar en tu salsa.
—Y que lo digas...
—Habéis estado de puta madre, tíos. Jose ya corría bastante, pero tú, Aitor... joder, me has sorprendido, macho. ¡Eres un puto crack! —Los dos chocaron las manos—. Esa tía nos va a matar este curso y el siguiente. ¿Seguiréis el año que viene?
—Sí...
—Después de lo de hoy, muchos se cambiarán Francés o cualquier otra cosa —mencionó Jose haciendo crujir su espalda y el resto de articulaciones, para el desagrado de los demás.
Incorporándose Aitor, era mejor seguir el ejemplo de su socio y cambiarse de ropa, secarse, darse con una toallita en los sobacos y descargar el bote de desodorante antes de que tocara la campana. Cuando fueron adentro de los vestuarios quedaban solo 10 minutos. Alberto se quitó su camiseta roja, oscurecido el color por la cantidad insana de sudor y revelando su fornido cuerpo. Fue campeón nacional de kick-boxing y acostumbraba a meterse en peleas. No era raro que tuviera la tableta de chocolate y llamara la atención de las chicas, de la misma forma que Manuel tenía unos buenos bíceps. Alberto se encaramó a la madera superior de la puerta y se marcó unas dominadas, para bajarse segundos después.
—¡Aaaah! Mucho mejor, hay que soltar tensión.
—... —Jose miraba silenciosamente.
—¡Camiseta fuera! —Aitor se la sacó como si hubiera estado vistiendo un saco de papas.
—¡¡¡Hostias!!! —gritó Alberto. Incluso los chicos que estaban meando giraron la cabeza para ver.
—¡Guau! —Manuel dio un paso atrás, sorprendido.
—Aaah... —Casi arrastrándose, el espía de No Name, Sebastián, salió del cuarto de baño—. ¡Joooder...!
—¡¿Qué has estado haciendo este verano, Aitor?! Tienes la tableta, como yo. ¡Qué digo, estás fibrao! ¿Tomas batidos de proteínas?
Entristecido, el miz con leucismo se miraba su estómago y se lo pellizcaba. Liso como una tabla, ni rastro del famoso y tan ansiado six pack. Sus músculos del brazo se notaban, pero muy poco en comparación con Alberto, las piernas también. Era un lindo muñeco achuchable. No parecía ser tan fuerte como ellos dos. Solamente había crecido en altura. ¿Debería dejar de comer tanto? ¿O seguir como estaba y entrenar mucho más? En especial, enfocarse en los abdominales y oblicuos en lugar de todo el cuerpo en general.
—No te preocupes, Jose —le dijo dándole dos palmadas en la espalda—. Estás fuerte, tío. Ahí, hecho un máquina, y morenito. Contrasta con tu pelo blanco. Se ha notao que has estado dándole fuerte en el verano, has crecido. Pero ¿qué has hecho, Aitor? Es más, te noto hasta distinto. Estás más motivado, fresco. Pareces otro, tronco. No tienes nada que ver con el Aitor inseguro, torpe y cansado que conozco.
«... ¿Me estás piropeando o insultando?».
—He estado entrenando todo el verano con la tía de Jose y Phoebe.
—Así es. Nos ha hecho pasar por un infierno. Tanto a nosotros como a las chicas.
—Joder, me voy a tener que ir a entrenar con vosotros y to' —dijo cruzándose de brazos—. ¡Y tú! Tú tienes un morro que te lo pisas. Las traes a todas loquitas, cabrón. ¿Es por tu pelo blanco, los ojos rojos o el olor a ambientador de coche? ¿Cuál es el secreto?
—No a todas —replicó—. ¿Y a quién llamas ambientador de coche? Es limón.
—¿Que no? Venga, tío. Deja alguna para los demás al menos.
—¡Eso, eso! —vociferó un amigo—. Antes del verano solo estaba Selene y Marina cuando venía. Vuelves de Reino Unido y apareces con Rosie y otras más.
—¡Y poco se habla de la pelirroja con la que te vi en el puerto, ¿eh?! —dijo otro —Preséntamela, hombre. Está cañón.
—Está cogida, tiene novio —informó García.
—¡Joder! Siempre igual.
—Hasta te has follado a la nueva de intercambio, la pequeña. ¡Qué me gustaría a mí tirarme a la Marina! Es que, ¡aaah! Ese culito que tiene es para pasar por al lado y darle así, ¡plas!
La mirada que Jose le estaba echando era terrorífica. Ella era su chica. Aitor se estaba comenzando a preocupar.
—Y Phoebe ha cambiado un montón también. ¿Habéis visto qué pechotes? Cómo rebotan. A eso llamo yo dar un estirón en verano.
Tan espeluznante que Alberto se detuvo en seco. Sentía que se lo comía, que estaba frente a una fiera salvaje y peligrosa. Manuel comenzó a sudar de nuevo su recién puesta y limpia camiseta gris transpirable y Sebastián se recuperó de su malestar.
—C-cálmate, Jose. Das miedo, tío... Sé que es tu hermana, calma. Me está entrando hasta frío. Ni que me fueras a matar con la mirada.
«Si tú supieras», pensó Aitor.
—Están todas muy buenas, salvo la pequeña —opinó Sebastián—. Aunque les falta un poco más de pecho. No soy como el pedófilo este.
—Habló el simp de Patricia. ¿Quieres que te pegue?
—Eh, ella es mi jefa, no te pases. Bueno, era. ¡Y baja el puño, no quiero morir, gato estúpido!
—Ah, y Aitor se ha echado novia —soltó un compañero—. Qué callao te lo tenías, hijo de la gran puta. Que lo sé. Que lo he visto yo, no digas que no. Bajita, pelo blanco y largo. Que te vi con ella en la playa. La llevabas como una princesa y os estuvisteis besando.
«¡¿Y este hijo de puta qué hacía por esa zona?! ¡Se supone que por ahí no pasa nadie!»
—¡¿Que sí?!
—Ay... Sí. Goldie es mi novia, la prima de Jose y Phoebe.
—¡No me jodas! ¡¿Goldie?! ¿El tapón molesto?
Nuevamente, esa mala sensación se volvía a adueñar del ambiente. Aunque el albino se estuviera poniendo la camiseta limpia.
—No la llames así, Alberto. Inés no es que sea precisamente muy alta tampoco. Metro y medio. Y no tiene nada destacable, si sabes a qué me refiero.
—Tú estás enfermo, bro. ¿Qué le ves? Nos puteaba bien fuerte la muy zorra. Nos pinchó las ruedas de las bicis y tuvimos que volver andando desde más allá del hotel ese más allá del McDonald's, que no se me olvida.
—Ella es un cacho pan, bro. No la conoces.
—¿Tengo que recordarte todas las veces que nos ha jodido con sus «bromitas»? Se pasa tres pueblos. Especialmente tú, eras el blanco de casi todas ellas. No entiendo cómo puedes defenderla, de verdad.
—Es su manera de llamar la atención. Y os pinchó las ruedas precisamente por llamarla «tapón» y decirle que «le huele la cabeza a pies». Y a ti, Damián, le reventó el coche a tu padre porque casi la atropella cruzando el paso de peatones del ambulatorio, porque tu padre iba hablando por teléfono mientras conducía.
—¡¡¿Ella fue?!! ¡Será...!
¡Riiiiiiiiing!
—¡Listo! —exclamó Jose—. ¿Qué toca ahora? Aún no me sé el horario.
—Ni puta idea —dijeron.
—Ah, pos mu bien. ¿Nos vamos?
En el instante que los dos cruzaron miradas, tuvieran una breve conversación telepática.
«Oye, colega, una pregunta».
«Dime, ¿qué?».
«¿Cuándo aprendiste a crear carne y huevo? ¿No decías que solo podías crear cosas de origen vegetal?».
«Shiro me enseñó; ella modificó la base del hechizo».
«Joder, mola».
Parte 4
Habiendo regresado al aula, resultó curioso que el maestro aún no hubiera aparecido. Fue ahí cuando cayeron en la cuenta de la asignatura que correspondía: Lengua.
—Es verdad... que la maestra se rompió la clavícula —recordó Aitor apoyando su cara en su mano.
—Entonces ¿tenemos una hora libre para hacer lo que queramos, senpai? —preguntó inocentemente Shiro
—Hora libre para «estudiar», o sea, tocarnos los huevos a dos manos. Voy a ponerme a leer el temario.
—Jose, ¿me haces un bocata como el que le sacaste a Cristina?
—Sí, claro, luego en el recreo.
—Selene, puedo hacerte una piruleta si quieres.
—¡Claro!
—Toma, aquí tienes.
—¿Esto no es un Chupa Chups?
—Um, una piruleta.
—Ah...
—Creo que eso es porque en Japón usan el término inglés lollipop, ¿no, experto en animes?
—Sí, Mari, sí... Oye, la mayoría del contenido del libro de Lengua ya lo hemos dado en la ESO. ¿Qué timo es este, tío? ¿En serio cerca de 30 pavos por esta bazofia de libro? Lo único interesante en sí es la parte de Literatura. Y tampoco es para tanto...
—¿En serio te vas a poner a estudiar, Jose? Échate una partida conmigo a los cabezones, anda.
—Luego, dame 15 minutos.
—Juego yo contigo, Selene —se ofreció Aitor—. Oh, ya me estás mirando raro. ¿Celoso, Jose?
—Métete un calcetín en la boca —escupió hundiendo la mirada en el tomo.
—Mmm... ¿No vendrá un maestro de guardia o qué? —masculló malhumorada la albina, dando toquecitos con la uña a la mesa—. Que luego nos descontrolamos como animales.
—Atrás también están jugando con sus ordenadores portátiles, Phoebe senpai. —Shiro se volvió para echar un vistazo—. ¿No sacas el tuyo? Podemos jugar juntas.
—Lo siento, no tengo ganas.
—¿Es por Manuel?
—¡Gargh! En serio, tú... No tienes miramiento alguno, ¿eh?
—Perdón.
—Déjalo, no te disculpes. Eso solo me hará enojarme más.
—¿Qué es eso que tienes ahí, Josele? —Debido a que no estaba prestando atención, Alberto le cogió el fajo de papeles que tenía desperdigado sobre su mesa—. Coño, como siempre, tu letra es imposible de leer. Así no hay quien te copie en un examen.
—¡Dame eso!
—¿Qué es este dibujo de una tía desnuda y engranajes? ¿Vas a construir un androide o qué?
—¡No es asunto tuyo, devuélvemelos!
«Hermano, ¿qué piensas hacerle a Tear?».
«Yo nada, hermanita. Ella fue quien me pidió si podía volverla de metal. Lo importante es el núcleo, así que, por favor, no me saques la paradoja del barco de Teseo».
«Lo que tú digas».
—Hazme una A-18, porfa.
—¿Pero tú eres gilipollas o qué? Ya tienes a Inés. ¿Para qué te quieres follar un robot?
—Es un robot, no una persona real. No cuenta como infidelidad, ¿no? ¿O sí?
—Yo no te aconsejo meter el pepino en sitios peligrosos, Alberto —bromeó Manuel, quien sabía a quién hacían referencia esos planos. Claramente, a la mecánica dueña de La Zitrone.
—Venga, Alberto, dale ya las hojas —insistió Damián—. Quién sabe, a lo mejor nos sorprenden con algo bien chulo. Conociendo a los gemelos, seguro nos traen un autómata de combate que se transforma y dispara rayos láser.
—Alberto, tú no quieres que cruce a 1º C y le cuente a Inés lo que acabas de decir, ¿verdad? ¿Verdaaad?
—¡Guau! Phoebe, no juegues con eso, por favor te lo pido. Ya sabes como es Inés. ¡Me matará!
—Entonces, ¿qué tal si me pagas para mantenerme callada? De lo contrario, se lo contaré todo.
—Eh, eh, eh. No hace falta que lleguemos a esos extremos, ¿v-vale? Tengo una idea, te compro una camiseta. ¿Hace? ¿Hay trato o no hay trato?
—Mmm... Depende de si me estás mintiendo o no. ¿Le has sido infiel a Inés?
—¡Claro que no! ¿Qué rayos te pasa?
«Una respuesta sincera. El timbre de su voz y el lenguaje corporal me dicen que no miente, sus latidos tampoco. Solo está cagado de cómo pueda reaccionar ella si le digo».
—Entiendo. No me estás mintiendo. Sin embargo, tendrás que comprarme un bocadillo de lomo con mayo para mantener mis labios sellados, y un café bien caliente de paso.
—¡Ngh! Tan diabólica como siempre. No por nada sois hermanos, joder.
—Gracias, Alberto. Muy amable por tu parte, je, je.
—Senpai, das miedo. Con razón ningún chico quiere salir contigo. ¡Ay!
—Te doy otra en la cabeza, ¿eh?
—¿Qué rayos vio Manuel en ti?
—¡Aaay!
—Sigue hablando y llegarás a casa llena de cardenales. Tú eliges.
Parte 5
—¡Ja, ja, ja! No ganas ni una partida, darling.
—¡Cállate! Es solo que no estoy acostumbrado a los controles todavía, el jugador dos tiene que jugar inclinado, es una mierda.
—¡Sí, venga! Échale las culpas al juego, no al jugador. ¡Manco!
—¿Quieres que te golee, Aitor?
—¡Venga! Y para que veas que eres más manco que Cervantes, me cojo yo el jugador dos. Dame el teclado numérico, anda.
Dando inicio a un nuevo juego, los cabezones del equipo blanco nata y azulgrana se enfrentaron en un duelo sin igual. Joseph y Aitor no paraban de colarse goles el uno al otro, así como de detenerlos. Tras cinco extenuantes minutos de golpear el teclado como si no hubiese un mañana, finalizaron empatados a 8 goles.
—¿Ves? ¿Qué te dije? No soy manco.
—Al final va a ser verdad que las teclas para el jugador invitado son una bazofia. ¿Otra? Pero me cojo el WASD yo, ¿eh?
—Como quieras.
—¿Qué estás haciendo, Shizuru?
La compañera que se le había acercado era Mireia, una chica nueva. La mayoría de la clase estaba integrada por personas que los Supernovas ya conocían por haber estado juntos en la misma clase en el colegio, haber caído en el mismo aula durante la secundaria o incluso pertenecer a distintos colegios pero haber acudido a las mismas clases extraescolares. En este caso, la chica alta y rubia era de aquellos que, tras echar una matrícula en un instituto y serle denegada la plaza, fue admitida en este.
—Escribo una canción.
—¿Puedo verla?
—Claro. Ten.
Entregándole la hoja arrancada de la libreta, le estuvo echando un vistazo. Estaba en inglés y parecía romántica, aunque aún le faltaba mucho para estar completa.
—Es muy bonita, me encanta la letra. Yo toco la guitarra, estoy en el conservatorio. ¿Te gustaría que la tocara cuando esté finalizada?
—Um. Estaría bien.
—Eres una chica de pocas palabras, ¿no, Shizuru?
—Sí, supongo... No se me da bien hablar con extraños...
—Ya veo... ¿Puedo hacerte una pregunta? Me pica la curiosidad, y no me gusta meterme en los asuntos de otras personas... pero... ¿qué relación tienes exactamente con Jose?
La pregunta que no debía ser formulada. El resto de los Supernovas, que estaban a su bola aunque con las antenas puestas, nada más oír la cuestión bastó para que entraran en pánico (internamente). Desesperadamente, Marina le hacía señas con los brazos, en forma de X y negando repetidas veces, rezando para que no dijera su línea de diálogo por defecto. Afortunadamente, parece que Shiro la vio al mirar en su dirección al notar el movimiento, aunque ella también es como si buscara la respuesta en el grupo de cuatro en torno al portátil. Si Phoebe no se hubiera marchado al baño esta la habría espantado respondiendo de manera contundente «¡Métete en tus asuntos!».
—Soy su novia.
Marina realizó un perfecto facepalm.
—¿Y Rosie está de acuerdo?
—Sí. ¿Algún problema?
—N-no, ninguno. Solo quería saber.
—Si no me crees, puedes preguntarles. Pero lo que nosotros hagamos o dejemos de hacer no es asunto tuyo, como bien tú dices.
—Eh... Bueno, vale. Me vuelvo a mi sitio, entonces.
—Mireia. Encantada de conocerte.
—S-sí, lo mismo digo. Igualmente.
Phoebe regresó con un vaso de café caliente en su mano y vio a ellos cuatro entre suspirando aliviados y riendo. Aitor y Manuel se estaban partiendo la caja por el tajante corte que esta le había metido.
—¿Me he perdido algo?
Tal parecía que Shizuru Sasamiya no necesitaba ayuda en lo absoluto. Podía apañárselas ella sola.
Parte 6
Después de lo que realmente se podía considerar el primer día de clases oficial habiendo comenzado el temario, volver a casa sabía a gloria. La turra de las clases era cuanto menos insoportable. Era diferente del estar de paseo durante todo el verano, que quedarse en casita únicamente era para hacer el vago o hincharse a dormir. Ahora, que la caída de las hojas comenzaba y los días se volvían grises y con viento, y a veces con lluvias intermitentes, era buen momento para pasar tiempo de calidad en familia en el hogar.
Y con la llegada del frío, claramente platos más contundentes y espesos, calentitos y cargados de grasa. Sopas, potajes, pasteles, dulces con miel y frutos secos... Justamente para almorzar había lentejas con arroz, patatas, morcilla y chorizo. Una comida que mucho no alegraba a la mayoría. Rosie bien que se escaqueó quedándose a comer en su casa en lugar de la de su novio. De segundo plato: croquetas. De postre lo de siempre: fruta.
—¿Sabes qué? La prefiero fresquita en una ensalada con quinoa, garbanzos y toda la pesca —comentó Marina.
Con asco, Shiro sumergió la cuchara en el líquido marrón con granos de arroz y la levantó, mirando fijamente el contenido humeante de la misma con cara de asco. Phoebe no tenía mucho apetito, y hasta se la podía ver disimuladamente apartando el plato, toquecito a toquecito, a un lado.
—... No quiero —dijo Chocola.
—¡Venga! En serio, ¿qué os pasa a vosotras con las legumbres? ¡Si están buenas!
Estarían buenas para Jose, que era al que le gustaban, daba igual la modalidad.
—Cada vez que las pongo es lo mismo. Hay que comer de todo —las regañó Kon—. Cada vez que toca verdura es siempre igual. No siempre se puede vivir de carne y pescado, aunque seáis gatos. Las legumbres también son importantes. ¡Y no os podéis quejar, lleva carne!
—La morcilla y el chorizo están buenos, pero... a Shiro no le gustan las lentejas.
—No me digas que os la voy a tener que batir como a los niños pequeños... Que ya somos mayorcitos. Mirad a Chocola, se las está comiendo la mar de bien.
—Me las como porque no quiero que te pongas pesado, papá.
—... Ya...
«Claro, mientras tenga algo de carne, pa' entro que va».
—Ah, otra cosa. Este domingo pondré callos. Rosie me ayudará a prepararlos.
—Jo, más carne...
—¡Acepto! —exclamó la niña.
—¿Callos?
Joseph Lemon no tenía la habilidad de leer la mente o ver globos de pensamiento, pero como si pudiera, este despejó la nube de dos manotazos.
—No, no, no estoy hablando de las asperezas de las manos. Me refiero a las tripas de la vaca.
—¡Uagh!
—¿De qué te quejas? Comes lengua de res, la lengua de la vaca, y esa morcilla que te estás comiendo es sangre de cerdo, con la tripa incluida.
—Ah... Entonces supongo que estará rico.
—¡Claro que lo está! Y habrá también manitas de cerdo y carne. Si quieres, le puedes echar tabasco, queda bien. Invitaré a Aitor de paso. La olla será grande.
—Con algo así de carnívoro no me extraña que Rosie se acople... Solo espero que no sea tan grande como aquella olla de albóndigas, hiciste para uno y un ciento, darling.
—Sí... se me fue un poco la mano con la cantidad. ¡Pero con la pasta ahora no hay problema! Como somos cinco, perfectamente si hago macarrones para seis no pasa nada. Total, siempre alguien repite plato.
Mientras tanto, en el Ocean Tornado, Bonnibel estaba en su camarote en ropa interior frente al espejo, sosteniendo un vestido rosa en en una mano y otro azul en la otra.
—Mmm... ¿Cuál debería ponerme mañana? ¿El rosa o el azul? ¿O voy como suelo ir en mi forma adulta, «vestida de oficina» como dicen ellos? ¡Aaah! No sé qué ponerme.
—¿Qué te pasa, Bonnie? —preguntó la gata de cabello castaño mientras sorbía un batido de proteínas.
—Oh, Hazel, justo a tiempo. Escucha, ¿qué me pongo para ir mañana a trabajar? ¿De dónde has sacado eso?
—Mi hermano lo dejó en la encimera a medio terminar y se lo he cogido.
—Ah, vale. Mira, mañana quiero probar a ir con mi forma real al trabajo. Sé cómo reaccionarán mis compañeros y alumnos de la facultad, pero estoy harta ya de engañarlos. Quiero aparecer tal como soy realmente.
—Así que irás en tu forma pequeñita... entendido. Mmm... Rosa o de profesora formal. ¿Qué impacto es el que quieres causar?
—Pues un impacto serio, por supuesto. Voy a trabajar, no a jugar.
—¿Entonces a qué viene que me preguntes si el vestido rosa o el azul? A todo esto, ¿por qué tienes tantos vestidos en tu armario?
—Me gustan los vestidos, solo eso —repuso.
—¿Por qué no vas mañana con el vestido rosa para gastarles una broma? —repuso ella—. Seguro pensarán que eres la «hija de Bonnibel», y pasado mañana vas vestida de manera seria. Da igual cómo te arregles, sigues viéndote linda.
—Llevo años trabajando en la universidad. No estoy segura de si es la mejor idea.
—¿Tienes miedo de que te llamen «lolibaba» o rajen a tus espaldas? Debería darte igual eso. Si alguien te molesta, tú solo dime y les pincho las ruedas del coche —anunció felizmente sorbiendo el batido proteico y levantando un pulgar.
—No sé cómo puedes decir eso y quedarte tan ancha. No hay duda de que sois familia.
—Bonnie.
—¿Sí?
—Tanto problema para arreglarte... ¿Hay algún compañero que te guste? —preguntó esbozando una sonrisa cotilla.
—¡Claro que no!
—¿Seguro...?
—Te mando de vuelta a Escocia metida en un paquete, ¿eh?
—Este domingo nos vamos. También tenemos instituto, ¿sabes? Y el abuelo viene de visita.
—¡¿Eh?! —De la sorpresa, el vestido rosa se le cayó al suelo—. ¿Bulgur?
—Sí, ahora mismo está por México, y dice que se va a pasar por Granada para dejar a Maple. De camino a aquí vio dos camiones de G.U.N. y les sacó la información a hostias. Me envió un mensaje.
—¿Eso fue el incidente de los camiones? ¡¿Y por qué no lo has dicho antes, hijaputa?! Tengo relaciones con G.U.N., podría haber hecho que la soltaran de inmediato. Soy un Rey, ¿sabes?
—El mensaje me acaba de llegar hace nada.
—Vale, déjalo. ¿Adónde han ido tus hermanos?
—Mint está con Kate. Nuts se ha ido a pasear.
Goldie estaba escribiendo una historia en su casa, en Aviñón. La temática que había escogido era el amor, un romance basado en la relación que ella y Aitor tenían. Estaba segura que, si la presentaba a un concurso, ganaría y lograría publicarla como libro. Estaba teniendo problemas con cómo darle un inicio.
—¿Por dónde puedo meterle mano? Es que no sé si lo que he escrito está bien... Sería más sencillo si mi primo estuviera aquí, él es bueno para estas cosas. —Dando toques en el escritorio con la uña, decidió bajar a la cocina a coger algo de beber—. ¿Habrá limonada?
Su teléfono sonó, era su novio Aitor. Felizmente lo cogió.
—¡Hola!
—Hola —saludó él desde el otro lado de la línea—, ¿qué tal lo llevas por ahí? No habrás cagado a alguien a sillazos, ¿no? Ja, ja.
—No, no, qué va. Lo llevo igual que vosotros por allí, todo bien. ¿Algo interesante que contar?
—Sí, Shiro está con nosotros en clase.
—¡No me digas! ¿Y qué? ¿Ya la ha liado? Porque no me habéis dicho nada, capullos.
—Más o menos... Hoy la clase se ha enterado de la relación que tienen, que son amantes. Tampoco había que darle mucho al coco. Pero se ha defendido la mar de bien, oye. También no tenemos tutor, la maestra de Lengua se ha roto la clavícula, así que esa hora está libre. Los jueves toca a última, así que nos vamos una hora antes. Y mañana miércoles toca a primera, por lo que podemos dormir una horita más.
—Qué suerte tenéis, hijo de puta.
—No sé yo si llamar a eso «suerte», vamos a tener un retraso en una materia troncal. ¿Y tú?
—Pues nada, aburrida. He logrado que mis padres me dejen el teléfono móvil y el portátil, pero tienen vigilado todo lo que hago. Estoy escribiendo ahora mismo.
—¿Sí? Léeme algo, porfi.
—Claro. Justo iba a preguntarte. Estoy escribiendo una historia basada en cómo nos conocimos. Pero ando liada con el inicio, quiero poner como un pensamiento a posteriori o cosa similar. A ver qué piensas.
—Dale, preciosa.
—Ejem. «¿De qué color son los chicos? ¿Y las chicas? ¿Serán azules? ¿Serán rojos? Hay miles de colores y tipos de personas diferentes. Al estar juntos, ¿de qué color sería su relación? Hay tantos tipos de relaciones como estrellas en el firmamento. Por mi parte, yo pienso que el color de una relación ha de ser blanco, de un blanco puro como la nieve. Como un lienzo sobre el cual pintar nuestro futuro no escrito juntos». Bueno, eso es lo que llevo. El resto está estructurado en notas en mi móvil y en la nube.
—Joder, me he puesto todo rojo.
—¿Qué te parece?
—Está muy bien. ¿En serio la vas a basar en nuestra relación?
—Sí. Pero voy a quitar las cosas de magia, asesinato de tíos y venganza por hijas a un lado. Voy a situarlo en un entorno escolar. Los personajes, si bien tendrán nombres distintos a los nuestros, podrás notar perfectamente quién es quién.
—¿Qué nombre tienes pensado para la historia?
—No estoy seguro.
—Ya que estamos con colores, ¿qué tal «The Color of Lovers»? Suena bien.
—Sí, suena muy bien. Me pregunto si no se encontrará ya cogido eso. Sería estupendo. Adrede, ¿cómo va Phoebe?
—Bueno, digamos que las cosas están algo más suaves. Estando en la misma clase se evitan, pero si caen juntos en un ejercicio o algo tendrán que hacerlo y ya.
—¿Cheryl no ha hecho ningún avance aún?
—Es lo raro, pero no. Eso sí, Manuel no está bien. ¿Sabes si hay algo que no sepa? Es que me pareció extraño que ella lo rechazara. Ya sabes, estuvieron a punto de liarse y eso.
—Sí, sí que lo hay. ¿Conocías a Riley?
—No.
—Te cuento...
Parte 7
—Buenas noches, prima.
—¡Aaah!
Jose había aparecido de la nada en la cama de Cheryl, tumbado a su lado. Ella, que estaba tranquilamente jugando un juego RPG en su teléfono móvil no se lo pudo esperar ni en broma.
—¿Te he asustado?
—¡¿Tú qué crees?! ¡Te tengo dicho que no hagas eso! Usa la puerta, que para algo está. ¿Y si estuviera en la ducha o haciendo cualquier otra cosa en mi cuarto?
—Miraría y disfrutaría del paisaje anunciando «¡Gracias por el festín!» —bromeó—. Cheryl, no sé si te enteraste de las últimas noticias. Lo que te voy a decir va a sonar maquiavélico, pero es tu oportunidad para consolarlo, aprovecha. Manuel está doblemente debilitado: viene de rechazar a Phoebe y de ser rechazado él también. No sé si era esto lo que esperabas, pero, ganaste.
—¿Qué dices? ¿En serio? Y no, yo no estoy jugando a nada, José. No voy a aprovechar que la persona que me gusta está pasando por una mala situación para mi beneficio propio, eso solo lo hacen mujeres sin corazón. Quiero acercarme poco a poco a él y conocerlo mejor. Me gusta desde que lo vi en el instituto. Por eso te pedí ayuda, es tu amigo.
Al igual que un diablo que pone a prueba a los creyentes, estaba sonriendo.
—Así me gusta. Si no, te habría regañado bien fuerte. Hazle un buen bocata de tortilla de patatas con mayonesa y entrégaselo mañana en el recreo. Te lo agradecerá.
—¡Deja de tratarme como si fuera tu hermana pequeña! Tengo la misma edad que tú.
—Ah, pero yo soy mayor.
—¡Por meses! ¿Cómo están Phoebe y Nuts?
—Mal. Llorando las dos. Vengo de hablar con ellas. Nuts todavía se siente culpable por lo de Riley.
—Ya veo... Debe ser muy duro perder a la persona que amas.
Parte 8
Jose estaba sentado en el sofá. Quizás «sentado» no era la palabra adecuada, estaba en cuclillas y con su cabeza entre las palmas de las manos. Sobre la pequeña mesa del salón había una caja de cartón abierta y una inmensa cantidad de documentos desperdigados, algunos de ellos en el suelo, aunque no parecía darle importancia.
—Oh. ¿Todavía tenéis deberes?
—No. Los terminé después de comer.
—¿Entonces qué es todo esto? ¿A ver?
Agachándose para recoger los cuatro o cinco folios caídos, les echó un vistazo. Un escalofrío recorrió su espina dorsal. Eran informes de casos de niños desaparecidos sin resolver.
—¿De dónde has sacado esto? No los habrás robado, ¿no?
—¿Eh? No. Se los he pedido al padre de un compañero que trabaja en la policía. Mañana tenemos que devolverlos. Le hemos dicho que es para un trabajo.
—Vale... Aunque no creo que sea muy legal eso de ir dando pruebas de un caso a chavales. Podrían despedirlo. Oye, ¿este no es el niño que está en la isla paraíso de Simeon?
—Es que es él. Los niños con superpoderes que están con ellos son los niños desaparecidos. Secuestrados por G.U.N. para sus experimentos. Si se los devuelven a sus familias, nada impide que vuelvan a llevárselos. Además, han recibido la medicación de la amnesia, por lo que aunque regresen, no tienen recuerdos de sus hijos.
—Joder... ¿Qué pensáis hacer entonces?
—Tenemos la corazonada de que un medicamento no puede borrar recuerdos, solo suprimirlos. Hay personas que son resistentes a los fármacos, y otros han recuperado la memoria sin ayuda externa o estímulos. Esos recuerdos están ahí, guardados en algún lado, como en una carpeta que tiras dentro de un gran trastero. Un hechizo de manipulación mental debería hacer el apaño.
—Entiendo... ¿Pero no tienes tú la capacidad para entrar en las mentes de las personas y ver sus recuerdos?
—Solo mediante contacto físico, y lo que hago es como ver una película en un rollo de cinta. Al ser los recuerdos de esa persona, no significa que esa sea la verdad, sino su lado de la historia, que puede estar incluso alterado. El cerebro llena los agujeros con mentiras y adornamos relatos para que sean más bonitos e impresionantes de lo que realmente son.
—Sí, eso es verdad. Quizás es por eso mismo que los traumas hacen tanto daño. No somos capaces de adornarlos al ser muestras muy crudas de la realidad en la que vivimos.
—Bingo —replicó él tomando otro folio—. De Estepona hay muy pocos niños desaparecidos, pero buscando por las redes sociales, la cantidad es inmensa. No solo hablo en España, sino alrededor de todo el mundo entero. ¿Cómo llevas tú tus invenciones?
—¡Están casi listos! Kon es muy buena trabajadora.
—Ya, ya, se pasa todo el día durmiendo. ¿Cuánto tiempo la tienes trabajando? ¿En turnos de 14 horas? —inquirió mientras ojeaba una ficha. Con su magia invocó a un clon de hilos que adoptó su forma y cogió los documentos.
—12 horas. Le digo que se calme, que hay tiempo, pero repite como un disco rayado que no tiene nada que hacer mientras vosotros estáis en el instituto, así que me ayuda con todo.
—A ese paso acabarás en un santiamén —dijo él estirándose y bostezando, agarró la lata de café negro y se la llevó a los labios—. Oh, cierto, ¿el Rey Demonio?
—Aún no. Primero tengo que terminar el recubrimiento del Ocean Tornado.
—Eres una máquina, Emma.
—Y tú eres fenomenal. ¿De dónde sacaste un espíritu tan fuerte?
—Piensa en los espíritus como baterías de magia. Los magos que tienen menos magia pueden irla acumulando poco a poco y así concentran una gran cantidad que, luego en combate, pueden usar para alimentar sus hechizos y enfrentar de tú a tú a enemigos más poderosos que ellos mismos que, en condiciones habituales, ni de broma podrían llegar a soñar con derrotar. Las Armas Malditas y Tesoros Sagrados son lo mismo en el fondo, reservas de magia listas para usar.
—Una cosa. ¿Harás el recubrimiento metálico que pidió Tear o lo hago yo?
—Te agradecería mucho que lo hicieras tú. Estoy muy liado ahora mismo, y es muy complicado. Hablamos de un autómata de madera con más de 4 millones de engranajes. No es lo mismo invocarla ya así que tener que repararla o desmontarla.
—«Ginoide» es el término, es una mujer. No necesito los planos, con solo verla por dentro me basta. Pero ¿la nueva Tear de metal sigue siendo Tear o es otra totalmente distinta? Vamos a reemplazar todas sus piezas de madera por nuevas de metal.
—La paradoja del barco de Teseo, ay —suspiró—. Sabía que me la sacabas. Tear es Tear, y su personalidad está en el núcleo en forma de corazón que tiene en el pecho. Da igual el cuerpo. Si bien su nuevo cuerpo hecho de metal no es el original, ella seguirá siendo ella, su esencia no cambiará.
—Oh, la has respondido bien. ¡Así se hace, José! —celebró dándole unas palmadas en la espalda—. ¿Por qué la hicisteis Goldie y tú de madera?
—Porque era más fácil y requería de menos magia. La cosa era que, si alguien descubre que se trata de un androide, aunque se trate de uno que funciona en base a la magia, y le lanzaban un ataque electromagnético, fuera inmune a este.
—¡Claro! Sois unos genios. Si fueran de metal los engranajes, estos se magnetizarían y dejarían de funcionar, se quedarían atrancados. Pero ¿sabes que hay maneras de evitar eso?
—Sí. Lo descubrí hace poco. Incluso aumentar la temperatura interna podría ayudar a solventar el problema.
—¿Puedo descubrir su secreto? No soy tonta, sé que no crearíais un espíritu artificial con un cuerpo físico real por el amor al arte. ¿A quién tratabais de revivir? ¿A tus padres?
—Acertaste de lleno, cabrona —admitió—. Sí, fue un experimento. Pero más importante, Tearju es un arma de destrucción masiva. Es un as que tenemos bajo la manga en caso de que las cosas se pongan feas. En su forma liberada es tan poderosa que solamente alguien del calibre de Simeon podría ser su contratista.
Nuevamente, esa desquiciada sonrisa de asesino serial. ¿Qué es lo que acababa de decir?
—Desmóntala y disfruta del espectáculo. Seguro que encuentras algo útil para tu modelo «Tarántula». Tearju después de todo no es pura magia, es una especie de «aleación» de las dos: magia y ciencia.
—¡Eh! No vale mirar, es una sorpresa. ¿Quieres que le diga a los demás acerca del Rey Demonio o la casa que estás haciendo?
—Vale, vale. No diré nada, je, je.
Parte 9
En la mañana, un rumor se había expandido por todo el campus. Una preciosa niña cuya belleza podría ser comparada por la de una muñeca de porcelana de la mejor calidad se había dejado ver. Tez blanca, grandes ojos verdes como esmeraldas, largo cabello rubio hasta la espalda con algunas mechas rosas en su flequillo y un monísimo vestido rosa claro con sus preciosos zapatos negros. Iba con su bolsito de color blanco roto. Bajo su brazo derecho, una carpeta rosa semitransparente con sus cosas. Llevaba al cuello una tarjeta de identificación. En un mundo de adultos como lo era la universidad, una niña claramente iba a resaltar. ¿Estaría perdida? Aunque por cómo caminaba, sabía hacia dónde se dirigía. Se decía que se había bajado del Ferrari rojo de la famosa profesora Bonnibel Rose.
Y a la hora indicada, con una puntualidad escalofriante aun más precisa que un reloj atómico, esa niña apareció en la clase, caminando hacia su escritorio.
—No hay duda alguna. Es ella.
—Sí, tío. Es idéntica a ella. No se puede negar que no es su hija.
—¿Quién ha sido el afortunado de dejar preñada a la Reina de Hielo?
—¡Es preciosa! Qué mona es.
—¿Por qué la profesora la habrá traído al trabajo? ¿Estará malita?
—Podría habernos dicho que tenía una hija.
La clase entera se convirtió en un gallinero. Debido a la forma de cámara de eco de la sala, la reverberación del cacareo fue monumental. Los flashes de las cámaras frontales de los teléfonos de los más despistados los delataron. Bonnibel sonrió, sabía que algo como esto pasaría; no era muy fotogénica, solía salir mal en las fotos, especialmente si sabía que se las estaban haciendo. Ya le habían sacado unas cuantas y grabado en vídeo cuando iba por el campus. A eso, tres alumnos se levantaron de sus asientos, bajaron los escalones hasta donde ella se encontraba ajustándose el pinganillo para empezar la clase. Xiang, Ekaterina y Gregory. Sus tres estudiantes favoritos.
—Hola, pequeña —saludó amablemente la chica asiática—, ¿has venido con mamá a acompañarla hoy al trabajo? ¿Cómo te llamas?
—... —En silencio, la miró con esos enormes ojos.
—¡Qué monada! ¿Cuántos años tienes?
—¿Qué tal, peque? ¿Quieres un donut? —le preguntó ofreciéndole uno de la cajita de cuatro—. A tu madre le encantan los glaseados rellenos de chocolate. Mañana salen unos de edición limitada de chocolate blanco y negro picantes con relleno de mantequilla frita.
Sin decir nada, tomó una rosquilla y se la llevó a los labios, dándole un tímido bocado.
—Gracias. Cómpralos a ver qué tan buenos están, pintan bien. Pero no os creáis que hoy no hay clase.
Ese tono de voz cercano y frío, esos aires, y esa manera de comerse el dulce... Una rasca de aire gélido los atravesó robándoles la temperatura. No, no podía ser posible. Mientras se lamía los dedos, miraron el colgante rojo con la tarjeta de identificación.
—Profesora Bonnibel... ¿se ha encogido?
—No te habrás metido en la secadora, ¿verdad?
—¿Seguro que esto no es una cámara oculta?
—No, no lo es. Y tampoco me he encogido en la secadora. Esta es la yo real. Estaba harta de engañaros, y de engañarme a mí misma. ¿Me das otro, Gregory?
—C-claro, coge. Parece una niña de primaria...
—¿Por qué crees que me disfrazaba de adulta? —repuso ella encogiéndose de hombros mientras devoraba el pastelito—. ¿Quién me tomaría en serio?
—Cierto, parece una loli.
—Pero ¿por qué ha venido con este vestido? —preguntó Xiang.
—Quería gastaros una broma. ¿No puedo? Y esto que llevo pega más con mi apariencia infantil.
—Pienso que se ve muy joven así. Demasiado joven —matizó Ekaterina—. ¿Se cayó en la fuente de la eterna juventud? ¿O probó un bocado de la ambrosía?
—Algo parecido. Y hace tiempo que no pruebo una hidromiel, oye. Debería decirle a Jose que pruebe a hacerla. Lo malo es que es demasiado fácil que salga con un sabor terrible...
—Yo creo que se vería muy bien con su ropa habitual. Será el furor de toda la universidad.
—¡Sí! Algo así como la mascota de la Facultad.
—¿Por qué siento que tengo al FBI a mis espaldas?
—Bueno, venga, dejad de hacerme la pelota y volved a vuestros sitios, voy a comenzar a dar la clase.
Parte 10
Viernes por la noche.
En la entrada del puerto una multitud de adolescentes se había reunido para hacer un botellón. Después de haber estado de fiesta Nuts y Marina en el puerto, lógicamente acudieron a beber clandestinamente. Si ella era impresionante el apetito de la mujer gato, sus habilidades bebedoras no se quedaban para nada atrás. Manuel coincidió con ella en uno de los locales, pero ambos se evitaron. Cheryl también andaba por ahí. Algunos de los chicos habían traído también refrescos para combinar con la piña colada, el ron o la ginebra, y bolsas de cubos de hielo en neveras de la playa. Otros compartían cigarros, hierba, papel de liar y porros, pasándose el mechero. Si alguno pillaba un «amarillo», allá ellos. Conectando sus teléfonos a los pequeños altavoces portátiles por Bluetooth, pusieron algo de música para darle más vida a la cosa, si no, sería demasiado aburrido. Ciertos amigos habían bebido demasiado y estaban discutiendo fuertemente vete a saber tú por qué, cualquier chorrada, empezaron a darse de hostias, se rieron e hicieron las paces, para comenzar a pegarse puñetazos otra vez. El público comenzó a pitarles para que se pelearan en condiciones, mientras otros amigos salieron a separarlos y calmarlos un poco, así como ofrecerles agua para beber. La gata escocesa ni se ocultaba, porque quiso se metió en la pelea mostrando sus dotes felinas esquivando los puñetazos y patadas con los ojos cerrados, aunque, siendo francos, cualquier fácilmente podría esquivar un golpe de un borracho que a duras penas se mantiene en pie. Al caerse al suelo, ella se llevó sus manos al vientre y comenzó a reír.
Manuel estaba algo apartado del resto, sentado en el muro de piedra dando un trago a su ron cola y volviendo a mirar el suelo a sus pies. Cheryl diligentemente se le acercó, sosteniendo un cubata. Este notó su presencia, la miró de reojo, dio otro sorbo y suspiró.
—¿Cómo puede beber así y no emborracharse?
—Usa el ki para metabolizar más rápido el alcohol y no intoxicarse —le explicó ella, pasando la pierna por encima del poyete y sentándose.
—Ah... El alcohol es un veneno, claro. Siempre me olvido. Ah, Cheryl, gracias por el bollo de tortilla el otro día. Estaba muy bueno.
—No es nada. Oye, ¿nos vamos? No me gusta el ambiente que hay.
—Sí, a mí tampoco... Estamos haciendo demasiado ruido, pronto vendrá la policía y tendremos que salir todos corriendo. No quiero que mis padres tengan que pagar una multa.
—Yo tampoco.
Terminándose sus bebidas y tirando los vasos de plástico a la primera papelera que pillaron, fueron por el paseo marítimo. El olor de la brisa marina penetraba en las fosas nasales, levante diría su primo. La luna se podía ver en lo alto, aunque cubierta por las nubes de paso. La oscuridad de la noche era casi absoluta, una pena que en la zona no se pudieran ver las estrellas debido a tanta iluminación. Si eso con suerte, el paso de algún satélite o el brillo de algún avión. Tanta oscuridad hacía ver al mar como una inmensa mancha desconocida que se tragaba la arena de no ser por algún que otro barquito velero.
—¿No se lo has vuelto a preguntar?
—No... Siento como que huye de mí.
—Ya veo... Sé que te gusta, pero no le des mucha importancia. Estaba en celo esa noche.
—Si lo sé... Pero se me acelera el pecho cada vez que la veo.
—¿Sabes qué dice mi padre? Que si no sabes por qué te duele el pecho, entonces es amor de verdad. Si no, es que estás pensando con el nabo.
—¿Eh?
—¡Ja, ja, ja! Lo sé, es muy raro, pero tiene razón, oye. ¿Qué es lo que te gusta de mi prima? ¿Sus tetas?
Sonrojándose, evitó el contacto visual.
—Lo sabía. ¿Tienes idea de a cuántos ha mandado a la mierda por eso mismo?
—Y Phoebe también. Creo que nunca voy a conseguir novia. Las pocas chicas que he tenido como «novia» lo han sido para acercarse a algún amigo mío.
—Levanta la cabeza y mira al frente, no te vayas a comer la farola. ¿Inés hizo eso también?
—Sí.
«Eres demasiado ingenuo...».
—Creo que nadie me va a querer de verdad... Me quedaré solo.
—No te vas a quedar solo, hombre, aún es muy temprano para que digas eso. Y yo sé de alguien que te quiere.
—¿Hn? —Sorprendido, sus ojos se abrieron como dos platos—. ¿Quién?
—Yo.
Quizás decir eso en voz baja y mirando para el otro lado con la cara colorada no era la mejor confesión del mundo, pero su amigo lo escuchó. Sus orejas de gato sobre su cabeza se plegaban y desplegaban, y su cola daba latigazos al aire, como diciendo «Quita, quita, no dije nada». Un silencio muy incómodo se había quedado.
—¡No te me quedes mirando así! ¡Haz algo, hombre!
—¿C-como qué...?
—¡Y yo qué sé! ¡No lo sé! ¡Bésame o dime algo bonito!
Retomando el paso, esta vez pasando un ángel, poco a poco se acercaban a la oficina de Correos. Ahora tenían que girar en la plaza a la izquierda y cruzar el paso de peatones hacia el centro por la calle Terraza. De manera involuntaria, Manuel la estaba escoltando a casa. Eran casi las dos de la mañana
—Bueno... Em... Nos vemos.
—Espera. ¿No vas a entrar?
—Está tu padre, ¿no?
—Quédate un rato conmigo al menos.
—Es muy tarde, Cheryl. Mi padre me llamará dentro de nada a preguntarme que dónde estoy. A la próxima, ¿vale?
—Um... Vale. Pero pasas adentro conmigo, ¿vale?
—Te lo prometo.
—Oye, Manu. ¿Quieres que quedemos mañana en el parque por la tarde?
—¡Claro! Dime la hora y allí estaré. Hasta mañana.
—Hasta mañana.
Sacando las llaves de la casa del bolsillo del abrigo y entrando, volvió a echar la llave. Sopló aliviada. ¿Debió haberlo besado? Sí, quizás debería haberlo hecho para despejar sus dudas, tanto las suyas como las de él. Cruzando el pasillo, entró a su cuarto, cerró la puerta y le dio a la luz; se deshizo del abrigo y comenzó a desnudarse, quedando en ropa interior. En el lapso de tiempo que la cama fue ocultada al quitarse la camiseta, un chico gato albino apareció de brazos cruzados, tumbado en la cama. Llevaba un pijama azul celeste a rayas.
—Esta vez te he sentido. No me has asustado.
—Me alegro. ¿Cómo te ha ido? —Sonrió presumidamente.
—Bien, bien. Se lo he dicho.
—¡Qué bien! ¿Hubo beso?
Ella negó dos veces con la cabeza.
—¡Ooooh! Bueno, a la próxima será.
—Levanta, voy a destapar la cama.
—Tienes los cachetes coloraos. ¿Te ha subido el cubata ahora?
—Mm... Puede que un poco.
Quitándose de en medio, retiró la colcha, el edredón y las sábanas.
—Deja. —Estirando su mano, la plantó en su frente y el efecto del alcohol había desaparecido de su cuerpo. Se sentía incluso algo fría—. Listo. ¿Mejor?
—Creo que sí... No deja de ser raro, es un cambio muy brusco. ¿No estabas con Rosie y Marina en el botellón?
—Y lo sigo estando, je, je.
—¿Qué es esto, un clon de hilos?
—No. Es un hechizo nuevo que estoy probando.
—¿Uno mejor que los clones de hilos? Increíble. Bueno, yo me voy a dormir ya. Puedes irte.
—Que descanses, prima.
—Adiós.
Cubriéndose hasta el pecho con la manta, apagó la luz golpeando el interruptor con sus pies. Lo vio desvanecerse como un fantasma, su figura se volvió gradualmente transparente y desapareció. Eso no fue la teletransportación, simplemente ese clon dejó de existir. Ya había visto previamente lo que pasaba cuando no requería los servicios de un clon: se deshacía en partículas de luz muy bonitas. Este no.
—Joder. Eso da más miedo que un muñeco hecho de hilos.
Parte 10
—Menuda fiesta... —dijo Benjamin—. Todos los Supernovas, todos los Comandantes excepto Thor, dos Reyes y el objetivo. Atacar es un suicidio. Si el Rey se queda junto a su nieta, va a ser imposible recuperarla. Es mejor que la demos por perdida.
—¡¿Qué es esta mierda, Carola?! —sonó desde los altavoces del portátil la estridente voz de Nero, viéndolo enojado al otro lado de la pantalla. Parecía que si el cabreo fuera a más, su pelo se fuera a prender en llamas.
—Mi informe...
—¡Esto es una puta mierda! ¡Te pedí un informe, no un fanfic rancio de amor adolescente! Me da igual lo que hagan en el instituto, ¡se te asignó vigilar a Joseph Lemon! ¿Por qué coño metes a los otros en el informe?! ¡¿Y cómo puedes mencionar una misión ultrasecreta?!
—¿Porque están juntos todo el tiempo, van a la misma clase y VIVEN juntos?
—¡Usa el vocabulario adecuado entonces, idiota! ¿No lo entiendes? ¡Escríbelo de nuevo!
—Sí, sí... Lo haré.
Nero se desconectó de la videollamada.
—¡HIJO DE PUTAAAAAAA! —Carola golpeó la mesa con ambos puños—. ¿Eres un puto retrasado mental ciego o qué mierdas te pasa? He hackeado sus teléfonos móviles, he proporcionado mensajes, audios y grabaciones, Claudia está embarazada y los Supernovas tienen una jodida alianza con New Dawn para proteger a sus hijas. ¡¿Qué puto más quieres de mí?! ¡A la mierda! Yo no voy a rescribir nada. Algún día de estos, como lo vea, ¡LO MATO!
—No te sulfures, Carola —le dijo Ben—. Es gilipollas. Déjalo.
—¿Ah? —Deteniendo su ira, miró al escritorio—. ¿Ben? ¿Seguías conectado?
—Solo desconecté la cámara. Es cierto que tienes muy buena información, pero tienes que redactar los informes siguiendo el protocolo y evitar añadir información innecesaria; pero no tenía por qué decírtelo así. Aún estás aprendiendo. Y... creo que ha debido de haber alguna confusión por el tema de los idiomas.
—¡¡Me da igual! ¡Ese tío me odia! Sabe que soy mejor que él y trata de echarme, porque soy la novata. Quiere quitarle el puesto de líder a William, y creo que me tiene tirria porque soy amiga suya. Impedirá a toda costa que me vuelva un miembro oficial del equipo. ¡Oh! Ya sé. Ben, ¿qué tal si «accidentalmente» lo matamos? Es una mala persona. A nadie le importará si muere. No tiene familia ni le cae bien a nadie.
—Carola, dime que es una broma... No. Por tu cara veo que no estás de broma. ¿Qué estás pensando? Vuelve en ti, tú no eres así.
—Bueno... Digamos que realmente sí pienso así. La competencia está tratando de eliminarme, ¿por qué no «eliminarlo» yo a él?
—No estarás pensando realmente en matar a tu superior.
—¡Claro que no! No me seas idiota, por favor. Pero has leído los informes, ¿verdad? No están bien. Si Nero trata de ponerles un solo dedo encima a las niñas...
—Ese no sale vivo de ahí... Lo sé.
Parte 11
En una habitación oscura una misteriosa figura sentada en su trono observaba a través de diversas pantallas flotantes a Comandantes, Supernovas y Ases. Realizando un gesto con su brazo izquierdo, estas se desactivaron y dejó escapar un largo suspiro.
—¿Cómo van los preparativos?
—Todo marcha acorde al plan. Aún no hemos detectado a la diosa Viajera —respondió la silueta camuflada en las sombras. Al levantarse, pequeños tañidos de engranajes pudieron oírse—. ¿Invadimos G.U.N. HQ?
—No os preocupéis, no la vais a encontrar. Sé una manera de hacerla salir de su fortaleza. Primero hay que eliminar al Emperador y al Demonio Blanco. Esos dos son las piezas claves de su plan. Utilizaremos a su favorita para ello.
—¿Está segura? Es un plan demasiado arriesgado.
Parte 12
Sábado, mediodía.
Tal y como Joseph le había prometido a Shizuru, habían ido a la piscina municipal a pasar el día y enseñarla a nadar. Todos el grupo estaba reunido. Esto es Rosie, Jose y su hija Chocola, Phoebe, Marina y Shiro, y Bonnibel. Sus tres primos escoceses Nuts, Hazel y Mint también, invitados por Kate Onion. Emma hizo lo mismo con William Benson, y Cheryl se trajo a Manuel. Parece que su relación va progresando, y a Phoebe no se le notaba tan molesta. Simeon y Claudia estaban bajo la sombrilla, sentados en la toalla mientras vigilaban a su hija Nana jugar con su mejor amiga.
—No sé por qué me siento tan... extraña. Supongo que William debe sentirse igual. Pero manipular y engañar es nuestro trabajo en pos de proteger a todo el mundo.
Carola se quedó mirando al cielo, viendo las nubes blancas como pedazos de algodón azúcar surcar el cielo. Los niños correteando y jugando en el agua, pasándose pelotas de voleibol o disparándose chorros de agua con sus pistolas en el verde césped mientras sus padres comen y beben.
—Si tan solo supieran la capacidad destructiva que tiene el grupito más cerca al bar... ¿qué pensaría la gente? —se preguntó a sí misma—. Parecen tan normales, pero no lo son... no lo somos. Cada uno de nosotros es capaz de borrar del mapa un ejército entero.
—Venga, dame las manos y mueve los pies.
—Mmm... No estoy segura.
—No te preocupes, yo tengo.
Poco a poco, la gatita japonesa iba avanzando. Su querido la mantenía a flote, era su soporte. A diferencia de su clásico bañador escolar, él llevaba un bañador casual azul oscuro. Habían llegado a la parte más honda de la piscina, donde la profundidad rozaba los dos metros. El albino se movía de pie como si pedaleara tranquila pero incesablemente en un monociclo, para no irse para abajo. Entonces, tocaron la pared y por reflejo Shiro se abrazó a su cuerpo.
—¡Uh!
Por instinto, su mano izquierda se agarró fuertemente a la piedra blanca y con la derecha envolvió a la chica.
—¿Qué tal?
—Muy bien —respiró aliviada, sonrojándose levemente—. Senpai, eres muy bueno.
—No es nada. ¿Lo hacemos hasta el otro lado?
—Um.
—¡Yahoo!
Corriendo por el borde de la piscina, Chocola saltó en bomba y salpicando a su padre y la pequeña gata. Segundos más tarde, esta emergió al lado suya.
—¿Has visto, papá?
—Sí. Pero no corras por el borde de la piscina así, te puedes caer y hacerte daño.
—¡Se lo he dicho! —chilló Nana.
—Shiro, ¿no sabes nadar de verdad?
—No... A los bestiales no nos gusta mucho el agua.
—¿Es porque somos gatos? Yo sé nadar. ¡Mira, mira! Papá me enseñó —decía mientras se desplazaba a braza—. Papá me en... Snif, papá... papá... ¡Papááá...!
—Perdona, Shiro. —Soltándola, ella se agarró al borde mientras que él dio una zancada hasta donde estaba su hija y la abrazó. Había comenzado a llorar al recordar a su verdadero padre, quien la enseñó—. No pasa nada, mi pequeña...
—Sniff... Snif... Papá y mamá...
—¿Quieres salir fuera?
Ella se negó, quería seguir jugando.
—Se me ha puesto el cuerpo malo, Simeon...
—No eres la única —dijo él levantando sus gafas de sol y restregándose los ojos—. Es nuestra culpa. Si yo hubiera controlado a Gai nada de esto habría pasado. Chocola no estaría sufriendo.
—... —En silencio, la Paladín observaba desde el taburete del bar con un fresco zumo de piña en la mano.
—¡Oh, Carola!
—¡Ay! ¡Marina!
No se esperó que la Supernova luciendo un bikini azul turquesa la abordara por la espalda. Faltó poco para que derramara su jugo por el bote que dio del asiento y se cayera.
—¿Tú también estás aquí? ¿Por qué?
—He venido a mojarme un poco.
—Pero si sigues con la blusa y el pantalón puestos, mentirosa. ¡Venga! ¡Quítate ese atuendo y entra al agua conmigo! ¿O es que tienes vergüenza?
—...
—¡Venga! Eres muy bonita. Y la gente va a lo suyo, ni te cosques.
—V-vale... Deja que me termine mi zumo primero.
«Tío... No puedo meter a Jose en la cárcel. Me da pena la niña. Y estoy segura que si lo intentamos, armará un pollo increíble».
—Tienes muy mala cara. ¿Pasa algo con darling?
—¿Eres vidente?
—No. Pero te has puesto triste al verle abrazar a la peque y llevarla con Rosie a la toalla. No te preocupes por Choco. Ella estará bien.
—¿Está segura?
—Sí... eso creo. Tratamos de no mencionar el tema. A veces no pasa nada, pero otras veces tiene flashes y recuerdos de lo que le pasó, especialmente en las noches. Solo Jose puede calmarla. Según él, es porque se parece a su padre.
—Joder...
—Eh, Phoebe, Cheryl y Manuel están hablando. Mira ese bikini verde claro con círculos blancos que lleva Cheryl, trata de sorprenderlo. Espera que le diga algo. Phoebe lleva el suyo blanco. ¿Quedarán de acuerdo en compartirlo? Ju, ju, ju...
—Lo dudo mucho. ¿Aitor no está con vosotros?
—Vendrá más tarde, está con Goldie.
—¿No está ella en Francia?
—Je, je, ese anillo es muy útil.
—¿Eh? ¿Anillo?
—Venga, vente, no te quedes aquí sola, tonta. ¡Eh, chicos! ¡Mirad quién está aquí!
Los primeros en volver la cabeza fueron claramente los dos Comandantes, que estaban más cerca. Simeon se levantó las gafas de sol para ver si estaba viendo visiones o no.
—¿Carola?
—¡No me jales del brazo, tengo que pagar!
Al final, la As fue invitada a comer con todo el grupo de amigos. La cantidad de comida que trajeron en las neveras era impresionante: ensalada rusa, tortilla, cuscús, pinchitos de gambas con jamón, quesos, patatas fritas a mansalva, delicias de beicon y dátiles, pasteles, refrescos y cervezas bien frías.
¿Por qué eran tan amables con ella?
Eran enemigos, estaban en bandos opuestos, pero ahí estaban, disfrutando, divirtiéndose y comiendo de la misma mesa. Gastándose bromas, lanzando puyas y riendo. ¿Realmente era necesario estar enfrentados? ¿Eran tan malvados como se les pintaba? No. Eran personas, con sus luces y sombras. La ambición humana de etiquetar todo como blanco y negro, verdadero o falso, los arquetipos. La realidad era una complicada escala de grises entremezclada. Carola recordó una cosa que le solía decir su madre: «Todas las personas luchan para ser felices». El miz albino lo único que deseaba una era una familia; Simeon, proteger a los suyos; G.U.N., proteger al mundo, a la humanidad de desastres paranormales. Pero ¿el origen de New Dawn? Sí... Esa guerra intestina dentro de la organización.
—¡Aaah! Shiro ha comido demasiado —anunció frotándose la barriga—. Senpai, ¿nos vamos al agua?
—Yo voy a reposar un poco —respondió caminando hacia la parte honda de la piscina—. Voy a vigilar a Choco. Ese niño, el de la toalla de allí, no la deja en paz.
—¿Ese de la pistola de agua?
—Sí. Al parecer puede verla aunque lleve el cascabel puesto. No creo que sea hijo de magos, solo no funciona con él al igual que mi padre.
—Vienen para acá.
—Déjame que lo apañe.
Tomando una decisión, Carola se levantó y se acercó al líder de los Supernovas.
—¡Aaaay! ¡Déjame! ¡Mi colaaaa! ¡Papááá!
—¡Déjame tocarte las orejas!
—¡No! ¡No quiero!
—¡Deja a Chocola, niño! —gritó Nana persiguiéndolo.
—¡Papááá! ¡Ayúdameee!
Escondiéndose detrás del adolescente de cabellos blancos y ojos rojos, el chiquillo se detuvo y Nana le pegó una patada en la pierna, haciendo que se raspara las rodillas.
—¡Ay! ¿Qué haces? ¡Eso duele!
—¡Deja a mi amiga!
—¡Quiero tocar sus orejas! Son muy grandes.
Levantándose, parecía que le iba a pegar un puñetazo a Nana. A eso, Jose detuvo su mano y agarró con la derecha libre el arma.
—A ver, ¿qué pasa?
—¡Me está disparando agua con la pistola en el oído, papá!
—¿Papá?
—Así es. —Jose lo soltó—. Deja de dispararle, chico. Eso duele. ¿Te gustaría que te dispararan agua en el oído a ti también?
—No.
—¿Entonces? —inquirió—. ¿Por qué lo haces?
—¡Porque es divertido! —repuso.
—Así que te parece divertido molestar a los demás porque sí, ¿eh? Mmm... Chico, ¿quieres que te enseñe un truco muy chuli?
—¿Qué truco? —preguntó entusiasmado.
—Dame la mano.
Nada más estrecharle la mano, en segundos le hizo una barrida y cayó a la piscina junto con la pistola. El chico de unos 12 años salió del agua, tosiendo.
—¿A que ha molado?
—¡No tiene gracia!
—¿Verdad? No hace gracia que alguien mayor se meta contigo.
De cuclillas, estiró su brazo para ayudarlo a salir en lugar de tener que coger este por las escaleras. Sin embargo, retiró la mano en el último momento y la plantó encima de su cabeza, hundiéndolo. El mocoso luchaba por salir, burbujas saliendo a diestra y siniestra, luchando por el tan ansiado aire. Carola estaba viendo todo. Los ojos de Shiro se volvieron dos puntos negros de la impresión y las dos chiquillas estaban asustadas. ¡Lo iba a ahogar! ¡Había que pararlo!
Jose agarró su brazo y lo sacó del agua, quedando el muchacho tumbado en el suelo, tosiendo y vomitando agua. Lo miró fijamente a los ojos, sonriendo igual que un diablo.
—Ahora, deja a mi hija en paz y vete a jugar con la puta pistolita a otra parte, muchacho. Y si le dices a tu madre, te corto la picha. ¿Capichi?
El chico simplemente asintió y se fue de allí llorando.
—¡Eres lo peor! ¡Un mafioso de manual! —le reprochó Carola.
—¿Qué querías que hiciera? No puedo pegarle. Lo volvería aún más tonto.
Parte 12
—¡Venga, William!
—¡A ver quién llega antes!
—¡Eh! ¡Bajo el agua no vale, capullos!
—¡No valen poderes, Willy!
Jose, Marina y William estaban haciendo carreras en la piscina mientras Shiro miraba, flotando en la piscina agarrada al flotador rosa. Quería hacer lo mismo que ellos y poder moverse así de libre en el agua. Envidiaba a sus senpais por poder desplazarse como sirenas. Si tan solo ella pudiera.
—¡Me uno yo también! —añadió Carola mientras saltaba al agua.
Manuel se levantó de su toalla y caminó hasta el lado de Goldie, quien estaba echándose una siesta en el regazo de su novio Aitor. Si no los conociera, perfectamente podría pensar que eran hermanos.
—Goldie, tengo una pregunta.
—¿Mm? Dime.
—Jose... —Sentándose en el césped de cuclillas, apoyó la mano en la hierba—. ¿Siempre fue así de fuerte? ¿Tan invencible?
—Porque usemos magia no somos invencibles, Manu. Y no, todos fuimos unos inútiles. ¿Sabes? Jose al principio mayormente peleaba cuerpo a cuerpo. Es un bestial, tenemos mucha más fuerza que un humano, así que que derrotaba a todos de un golpe, a veces dos. Y cuando te hablo de pelear, no me refiero a artes marciales precisamente. Hablo de correr, esquivar y pegar a donde te pille hasta dejar tieso al que tienes enfrente. Luego pasó a pelear con un cuchillo de caza y una pistola que robó a alguien.
—Melee total.
—La primera magia que aprendió ya la sabes, la de hilos. Y era muy bueno creando barreras. No solo le servían para defenderse, también para atacar. Los escudos creados con magia los arrojaba a toda velocidad y golpeaba a los enemigos con ellos, o los aplastaba contra una pared. También usaba las barreras como plataformas para llegar a sitios altos si no llegaba saltando, ya que no podíamos volar por aquel entonces.
—Ya veo... Pero aun así, usar las barreras de esa manera tan ingeniosa, es un puto genio.
—Mmm... Más que ingenio, mala baba lo llamaría yo. La mejor combinación que tenía era envenenar al enemigo con balas de hilo malditas y encerrarlo en una barrera hasta que se desmayara. Luego le robaba lo que llevara encima.
—¡Hijo de la gran puta! Qué guarro.
—¡Ja, ja, ja! Si te da asco pelear así, no te culpo, pero no tienes ni idea de cuando mejoró su magia de hilos, eso fue un desastre. Siempre acababa rojo como un tomate, totalmente empapado en sangre.
—Ah... —No pudo ocultar la mueca del asco que sintió al imaginarse a su amigo bañado en la sangre de sus enemigos—. Tía... no sé cómo...
—Tranquilo, la mayoría no morían. Y no sé por qué sientes tanta empatía por terroristas que no dudarían ni una vez en matarte a ti y toda tu familia solo porque les sale de la punta de la polla. Nadie los recordará ni llorará su pérdida, Manuel. No sientas lástima por basura, anda —le dijo subiéndose las gafas de sol.
—¡¡Aaah!! ¡Me volviste a ganar!
—¡Sí! ¡Gano yo! Ya sabes qué toca esta noche, daaarling~.
—Joder, sois muy rápidos bajo el agua los dos.
—Tú tampoco es que seas lenta, Carola. Aunque Willy... ¿estás cansado?
—¿Eh? ¿Yo? No... Qué va.
—Salte fuera y descansa en el regazo de Emma si quieres, no te sobreesfuerces —le aconsejó Jose—. Tienes más músculo que nosotros, pesas más, por lo que tienes que hacer mucho más esfuerzo para mantenerte a flote y moverte en el agua.
—¿Y cómo es que no os hundís en el agua Shiro y tú? —preguntó—. Vuestra fuerza extrema viene de una densa médula ósea y músculos, ¿no? Deberíais pesar un quintal e iros para el fondo.
—¿Qué dices, tío? No, si soy muy liviano. Aunque de todas formas, los de mi raza no es que les guste demasiado el agua.
Mirando a sus primos nadar como si nada y pasándose la pelota de playa, Carola no parecía muy convencida.
—Sé lo que vas a decir. No, ellos son raros —señaló con el dedo.
—Y tú... que os habéis criado como humanos —replicó la Paladín.
—Touché.
—¡Pero darling es muy fuerte! Toca, Carola, toca —la incitaba mientras lo abrazaba por detrás y acariciaba sus pectorales. Jose esbozaba una sonrisa pervertida, disfrutando mientras tanto de la agradable sensación de dos bultos presionándose contra su espalda.
—Aah... ¿Puedo? —preguntó avergonzada.
—S-sí...
Con timidez, palpó su estómago. Ruborizada, acariciaba la piel del miz. Era la primera vez que tocaba a un chico semidesnudo, por lo que por un lado le parecía muy emocionante, a la par que desvergonzado. Le gustaba la placentera sensación, era duro, no podía describirlo exactamente, solo sabía que era agradable al tacto y siguió masajeando sus bíceps.
—Eh... ¿Carola?
—Es verdad que estás fuerte. Es... compacto.
—C-Carola, me haces cosquillas. ¿P-puedes parar, porfa? —pidió él con las mejillas sonrojadas.
—Carola —la llamó Shiro—, estás poniendo una cara pervertida. Se te cae la baba. ¿Es la primera vez que tocas a un chico?
—¡¡¡...!!! ¡Claro que no! ¡Tengo un hermano pequeño!
—No es lo mismo —añadió Willliam.
—¿Y por qué tanta vergüenza, Carola? Ya os bañasteis juntos y desnudos en las aguas termales.
—¡¿Qué?! —vociferó William—. ¿En serio?
—¡Marina! ¡Cállate!
Jose solamente apartó la mirada, ruborizado, mientras movía su cola a un lado y al otro, y plegando sus orejas de gato contra su cabeza.
—Sí, saltó hacia el lado de los chicos y estuvo allí charlando.
—Y sin la toalla —añadió Shiro la guinda al pastel.
—No tenía ni idea de que fueras así... una pervertida. En serio, no te pega.
—¡No lo soy! ¡No les hagas caso!
—Eso es justamente lo que diría una pervertida de closet —repuso Shiro.
—¡Cierro el pico, enana!
—¡Yeeeeeey! —respondió ella salpicándole agua en los ojos.
—¡Aah! ¡Serás! ¡Toma! ¡Toma agua!
—Simeon, ¿nos unimos? —le preguntó su novia.
—Venga —dijo él quitándose las gafas de sol.
Aprovechando que después de esa tonta guerra de agua se pusieron a jugar con el balón, Phoebe se sentó al lado de su prima Nuts, quien estaba tomándose una cerveza en el bar. Ella pidió una Fanta de naranja.
—¿Por qué rechazaste a Manuel? Te gusta, ¿no?
—No me gusta... no de ese modo. Estaba caliente y ya.
—¿Aún te sientes culpable por lo de Riley? No es tu culpa. No lo sabías. Nadie lo podría haber sabido.
—¿Y tú, qué? ¿No te gusta el chico?
Aquella pregunta era tan afilada como un cuchillo. Sentía que le había arrojado uno a la garganta. Directa a sus sentimientos, a su corazón. Claramente era un sí, pero sus sentimientos no eran correspondidos.
—Digamos... que tengo que aceptarlo y salir adelante, no me queda de otra.
—Entonces, ¿se lo dejas a Cheryl?
—No se lo dejo, no es de mi propiedad. Y eso ahora ya depende más de Manu que de ella. ¿No te das un baño?
—Luego, cundo me termine la cerveza.
Parte 13
Después del partido, Aitor y Manuel fueron al servicio. Mientras orinaban, vio que su amigo estaba algo decaído, así que decidió indagar en el tema.
—¿Qué te pasa? Te veo cabizbajo. ¿Es por lo de Nuts? Lleva todo el día evitándote.
—Sí... Aitor, ¿hay alguien más que te guste aparte de Goldie?
—No —respondió honestamente—. ¿Por qué lo dices? ¿Te gusta también Cheryl?
—Sí. Pero es que... no lo sé... Me gusta Nuts, pero también Cheryl. ¿Qué hago?
—¡Ja, ja, ja! Ni te preocupes, ¿por qué no sales con las dos primas a la vez? No, venga, ahora hablando en serio. ¿Qué es lo que te gusta de cada una?
—Nuts es muy guapa y Cheryl... Cheryl...
—No lo sabes decir, ¿eh? Eso es el amor —le explicó—. No saber describir lo que sientes por esa persona, por qué te atrae. ¿Es su sonrisa, su pelo, su personalidad? No lo sabes, solo lo sientes, con el corazón —dijo poniendo la mano en el pecho—. Por muy pesada que sea Goldie, sus bromas subidas de tono o su retorcido sentido del humor, yo la amo. Tío, escucha a tu corazón y haz lo que tengas que hacer.
—¿Pero y si...?
—¿Y si te dice que no? No tengas miedo de ser rechazado de nuevo —parloteó dándole una palmada en la espalda—. Además, a Cheryl le gustas, deja de comerte tanto el tarro. Sal con ella, tío.
Parte 14
Tal y como habían acordado, por la tarde irían a ver una película al cine Marina y Jose. Después de pasar un buen día en la piscina con todos y cambiarse, tomaron el autobús rumbo al centro comercial. Usualmente lo suyo sería llegar temprano, esperar a la chica en el lugar designado y halagarla por su bonito atuendo. Pero viviendo juntos ese factor sorpresa no era posible. Mientras que el miz albino vestía una camisa blanca y pantalones beige, acompañado de su confiable bolsa, Marina iba vestida mayormente ligera. Marina llevaba una blusa sin mangas que estaba decorada con una cinta de color azul celeste, junto con unos pantalones cortos de color beige.
La blusa estaba dimensionada por su pecho al frente, tenía una corta longitud y dejaba ver su ombligo. Los pantalones cortos con color tierra se aferraron fuertemente a su redondeado trasero y sin problemas expusieron sus muslos deslumbrantes. Sus pies estaban usando sandalias con una correa de cuero. Jose tuvo la sensación de Marina estaba bastante audaz hoy.
Su ropa no se sentía para nada vulgar, es más, el contraste de los colores le daba un aire elegante y a juego con los suyos. Marina jugueteaba alrededor al recibir la mirada de Jose. Para ser mirada por él casi sin parar, Marina miró hacia abajo mientras su cara se ponía completamente roja.
—¿Por qué me miras tanto?
—Porque estás preciosa. Me entran ganas de secuestrarte.
—Para, no digas tonterías, por favor.
Ella también miraba su atuendo, después de todo mientras venía el bus no había mucho que hacer salvo conversar o mirar el teléfono. Jose no tenía mucha idea acerca de la moda o combinar colores, con que quedara bien le bastaba. Era extraño verlo tan arreglado, odiaba los vaqueros al ser apretados, pero esa mezcla de colores simples junto con su silueta lo hacían ver elegante.
—Tú también te ves genial... darling —dijo mientras jugueteaba con su pelo. Esto hizo que Jose se sintiera consciente de sí mismo y luego, en silencio, rodeara su cintura con su brazo derecho antes de abrazarla, quedando pegada a su cuerpo.
—¿Vamos a esperar al bus así?
«Fuuuuck! ¡Estoy muy nervioso, sudando a mares! ¡Espero que no se dé cuenta, por Satán!».
—Vas tan linda que todas las miradas se centran en ti, Mari. Vas tan preciosa que todos quieren verte.
—¿Eh?
Marina se dio cuenta y prestó atención al mundo exterior. Era sábado, cerca de las cinco, bastantes personas iban para aquí y para allá y sus miradas se centraban en Marina, quien parecía una ninfa. Esto hizo que su rostro se volviera completamente rojo.
—Querías llamar la atención, ¿no?
—S-solo la tuya... ¡Deja de actuar en ese modo seductor, darling! —dijo apartándolo—. ¡No te queda!
—Oh, bueno... Entonces, ¿paro?
Entonces, ella volvió a abrazarlo, ocultando su cara en su pecho. Entendió que no le disgustaba, solo sentía vergüenza de que la gente los viera. Y en cierto modo, Marina lo prefería así. «Para evitar que otros chicos (babosos) se acercaran, actuó para demostrarles que soy su chica». En gratitud, le dio un beso en la mejilla.
—No me importa mucho lo que piensen los demás de mí, darling. Soy tuya.
De hecho, Marina tenía una cara que quería decir «Hazlo más veces, porfa».
Llegando finalmente el autobús, subieron y se sentaron juntos, aprovechando el viaje para compartir memes y ver vídeos graciosos. Una partida a su juego favorito duraría demasiado y tendrían que parar a mitad. El tiempo se pasó volando, parecía mentira. Nada más bajar en la parada y visualizar el centro comercial, la respiración del chico se volvió agitada, sentía que algo le oprimía el pecho y se le hacía difícil respirar. Flashes de aquel día pasaban frente a sus ojos, mezclando pasado y presente. La explosión, los gritos de terror, los llantos, su madre peleando a muerte con Gai.
—¡Jose! ¿Estás bien?
—S-sí... Estoy bien... Estoy bien...
—Si no puedes entrar, volvemos. No pasa nada, ¿vale?
—No, no. Vamos dentro. Estaré bien, solo tengo que tomar aire y calmarme.
Sí... El síndrome de estrés postraumático no era algo fácil de combatir. Cuando menos lo esperas, regresa, especialmente en sueños. Para calmarlo, Marina le dio la mano a Jose, que no se sintiera solo y que ella estaba ahí para lo que hiciera falta.
Parecía mentira que en un tan corto periodo de tiempo lograsen reconstruir el centro comercial. Fue una explosión grande, pero al parecer no causó tanto daño a la estructura principal del edificio. En la plaza central del edificio se hallaba ahora una gran losa negra en homenaje a los fallecidos aquel día, habiendo abundantes ramos de flores y velas encendidas. No le hacía falta mirar el monumento, sabía que los nombres de sus padres estaban ahí, y también el de Claire, la madre de Emma.
Cogiendo las escaleras mecánicas para llegar al piso superior, fueron directos al cine, no sin antes pasar por la tienda de chucherías y coger provisiones que ambos guardaron en sus bolsos. Dos latas de Dr. Pepper, una bolsa de palomitas saladas y otra dulce. Comprar la comida y la bebida en el cine junto con las entradas les costaría un riñón y un ojo de la cara.
—¡Muchas gracias! ¡Disfruten de la película! —les agradeció la muchacha del mostrador tras darles las entradas.
Ambos rieron como una pareja estúpida marchando hacia el pasillo, buscando la sala de su película.
—Qué mala eres, Marina. Rompiendo las reglas.
—¡Haha! Anda que tú.
Una y otra vez Jose quería probar la mejilla morena de Marina con sus labios.
—No me beses aquí... —Al decir eso, Marina Hala estaba dirigiéndose hacia él llena de deseo.
Deteniendo su caminar, Jose la besó en los labios. Después de chuparlos por un tiempo, reanudaron de nuevo su caminata. Sin embargo, inmediatamente Marina pidió más con un hilo de voz. Ella lo miró con una cara de color rojo brillante, pero sin decir nada volvió sus labios hacia los de Jose.
Él se detuvo y la besó, esta vez pegándose más y buscando el roce de sus cuerpos.
—¿Ahora quieres que te toque? ¿Aquí?
—N-no... Aquí no, estamos en público y hay mucha gente.
Como era de esperar, hacer algo de este estilo en un lugar tan público era malo. Era mejor dejarlo para más tarde.
—Me gusta este lado pervertido tuyo, Marina.
—~~~.
Las puertas de la sala no tardaron en abrirse. El interior era tal y como lo recordaban: una amplia estancia de asientos en grada con alfombra roja, y la gran pantalla al frente. Sus asientos estaban en el centro, ni muy cerca ni muy lejos. De hecho, ese era el mejor sitio para ver la cinta. No había mucha gente que quisiera ver esta película, por lo que los espacios entre asiento y asiento eran inútilmente amplios, por lo que era una atmósfera que parecía que estuvieran en una habitación personal.
Aunque también estaba el hecho de que era sábado por la tarde y la mayoría de la gente no había salido aún del trabajo.
Al rato, se apagaron las luces y comenzaron a rodar los anuncios. Anuncio tras anuncio de las películas ya disponibles y las que llegarían a estreno los próximos meses. Un clásico el devorar toda tu munición antes del inicio de la película.
La que habían escogido era una que a Marina particularmente le gustaba mucho. Trataba de una heroína huérfana que se involucraba en el mundo de la mafia para buscar al cabrón que mató a sus padres. Una película de acción y romance adolescente con muchos tiroteos y hostias. Jose se reía de algunas estúpidas elecciones que tomaban los personajes en el film y errores graciosos, como que alguien sostenía un libro con su mano derecha pero, en el cambio de plano, el libro ya no estaba o lo sostenía con la otra mano, o también objetos que entre escena y escena eran misteriosamente cambiados de sitio sin motivo alguno. Un fallo muy grosero que Marina notó fue cuando le arrancaron a la heroína, Diana, el colgante que le regaló su padre. ¡Tan solo para a la siguiente escena tenerlo de nuevo! ¡Realismo!
De alguna forma, parecían conectar con los héroes. Marina con Diana y Jose con Dino, el chico malo de la otra banda que le gustaba. Les hacía sentir como si estuviera reuniéndose con Marina nuevamente dentro de una vida completamente diferente y se enamoraba de ella. Podría ser una película bastante barata, pero si lograba eso, chapó por ella.
Incluso en la escena en que Diana se dio su primero beso, Marina y Jose se besaron dulcemente al igual que en la película. Estaba bien si se iba mas lejos, pero el contenido de la película era un poco extremo. Estaba justo en el límite para ser considerada +18 en lugar de +16. Apenas lograron mantenerse en el límite de edad evitando la representación del acto de la heroína con el amigo mediante un gran trabajo de inteligencia con la cámara, y es que los personajes principales llevaron a cabo una maravillosa escena de cama.
La escena en que ambos se amaban mutuamente se proyectó sin ningún corte. Dentro de la pantalla la heroína mostró su propia ropa abierta y se desnudó. Marina estaba viéndola con su mente en otra parte. Jose la llamó susurrando, ya que en un estado de embriaguez, Marina Hala puso su mano sobre la blusa y desabrochó los botones uno a uno al igual que hizo Diana en la pantalla.
Cuando se abrió la parte delantera y apareció el sujetador de color azul claro, ella no lo dudó y lo levantó por completo.
«¡Oye!».
Menos mal que no había nadie alrededor de ellos. Dino, el de la película, tenía la respiración cortada por la belleza desnuda de la chica, y comenzó a masajear el pecho de su compañera.
—Jose... Yo también, tócame así.
Marina sacudió su pecho ante la tentación. La parte restante del razonamiento de Jose saltó por la ventana y extendió su mano izquierda. Su mirada esta clavada en ella. Solo a partir de su penetrante mirada, la respiración de Marina se volvió agitada y los brotes de color melocotón en el centro se hincharon y agudizaron.
Jose le dio la espalda a la película mientras que cubría su pecho con la palma de su mano. Lo masajeaba igual que si hiciera la masa de un tierno pastelito, pellizcó las yemas en el centro con sus dedos y el cuerpo de Marina se estremeció, temblando.
Por un lado estaba la pasión que les había hecho llegar la película, pero desde el inicio de la cita andaban calientes; ambos tenían ese deseo acumulado desde hace algún tiempo.
—Marina, no es bueno que levantes la voz.
Cubriendo su boca con su mano, asintió.
Jose levantó la cabeza y miró a su alrededor para cerciorarse, no estaban solos, por lo que era peligroso. Pero parecía que eso hizo a Marina excitarse aún más. Ella miraba a Jose con lágrimas en sus ojos, con la expectativa de que hiciera algo.
«Tal vez sí soy una pervertida».
Respuesta que se tradujo en él levantando la pierna derecha de Marina, quien estaba sentada a su izquierda y puso la pierna por encima de su rodilla. Su cintura sobresalía hacia adelante como un tobogán, dejando al descubierto su entrepierna.
«¡N-no... ¡este tipo de postura...!».
Llena de vergüenza, ella se negó aún con sus pantalones calientes, indicando lo contrario que decía su boca.
Quería ser tocada.
Jose acarició suavemente sus muslos abiertos con una gran delicadeza. Marina sacudió la región inferior de los pantalones e instó a Jose que la tocara ahí. Había una delgada vestimenta que se veía entre sus piernas, aferrándose, su punto central se veía húmedo. Jose presionó el dedo en la línea central del pantalón y lo frotó arriba y abajo. La punta de los dedos de Marina se contrajeron en tensión.
Quería hacerla sentir mejor. Quería verla sentirse mejor. ¿Dónde debería tocar para hacerla sentir tan bien? Moviendo su mano, abrió los botones del pantalón y deslizó suavemente dentro sus dedos en esa abertura.
Directamente fue a por el punto más sensible de Marina Hala.
En el interior había una hendidura vertical larga que estaba provocándole, su entrada estaba dividida como cuando se abrían las piernas. Cuando presionaba, su dedo era como si fuera absorbido y quedara enterrado. Estaba mojada con un líquido acuoso y hacía un sonido gracioso, *chup, chup*. Era su lugar importante. La cara de Marina se tiñó de carmesí y dejó escapar un largo suspiro.
Sus dedos estimularon con cuidado los lugares a los que alcanzaban, en el interior y en el exterior, ambos de forma simultánea. En la parte superior había algo pequeño y sensible que destacaba. Sonriendo, Jose lo presionó como un interruptor con la yema del dedo, y un grito atrapado escapó desde el interior de Marina.
—¡¡Nnn!!
«Ssshhh. Baja el volumen, Marina», le dijo telepáticamente.
Jose la besó, chupó sus labios y bloqueó su voz. Jose continuó jugueteando con ello mientras otro de sus dedos se introducía en su interior. Estaría mintiendo si dijera que no estaba muy acostumbrado a hacerlo, pues Rosie y Shiro no dirían lo mismo. El joven era capaz de llevarla a la estimulación máxima, y no precisaba de su magia para ello. Jose era capaz de percibir todos los puntos débiles de Marina Hala y atacarlos. Marina abrió las piernas aún más inmodestamente para tratar de convencerlo más y más.
—¡Nngh~~! J-Jose, ¡¿cómo sabes los lugares donde se siente tan bien?! ¡Es mucho mejor que cuando lo hago yo!
—¿Ajá?
—¡...!
Marina se delató y Jose atacó sin perder el tiempo. Atacó y acosó tanto con sus palabras como con su mano. Los espasmos de Marina se hicieron más feroces y su fuerza se iba yendo. Sintiendo que iba a gritar, Jose siguió con su mano y besó sus labios tanto como pudo.
—¡N-nn! ¡Nn-n!
Su grito fue bloqueado a la salida debido al beso, era tan intenso que su cuerpo estaba temblando. Y llegado a un punto, algo caliente se derramó en su parte más importante.
Con esto último, las fuerzas dejaron el cuerpo de Marina Hala y se volvió flácida. Jose acarició su cabeza suavemente por un tiempo y esperó a que se recuperara. En cuanto su respiración se calmó, estimuló su pecho y su lugar importante de nuevo.
Inmediatamente Marina reaccionó y temblaba. Una y otra vez Marina fue llevada al límite. No podía gritar, todo sucedía mientras Jose apasionadamente chupaba sus labios.
Cuando la película terminó, Marina estaba en un muy mal estado. Sus extremidades estaban estiradas en la butaca como una marioneta a la que le habían cortado sus hilos, sus muslos estaban empapados como si se hubiera orinado encima, su expresión se aflojaba por la falta de aire y saliva se derramaba de su boca, dibujando una línea hasta su barbilla.
—Ahhh... I can't take it anymore... darling...
Le recordaba a cómo quedó Kate tras darle Aitor un masaje de cabello con sus manos «mágicas». Rolando los créditos de la película y sabiendo que pronto se prenderían las luces, Jose arregló rápidamente la ropa de Marina y usó magia de fuego para eliminar las huellas del crimen, secando su ropa y el asiento.
Las luces se encendieron y la gente comenzó a bajar, pasando por al lado comentando el film y abandonando la sala. Mientras, inclinada hacia su lado, Jose acariciaba su cabeza.
—... Estoy mejor... Me siento... sucia...
—Qué va, estabas muy linda. Me gusta este lado tuyo.
Marina se mantuvo aferrada a Jose por un tiempo, acostada con él sin ningún signo de poder levantarse, ignorando la escena postcréditos. Cuando salieron, parecía mentira que ninguno de los dos hubiera hecho alguna maldad dentro de la sala de cine. Por supuesto, se acabaron las palomitas paseando por el centro comercial antes de tomar algo en la cafetería de la plaza. Una copa de helado para compartir los dos era lo mejor.
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