Capítulo 11: Rey Demonio, Kusanagi Yato
Parte 1
Aitor se estaba enfrentando a uno de los clones de Aogami él solo. Eso no le hacía ni jota de gracia, pero se sentía seguro teniendo el respaldo de su novia. Si algo grave llegara a pasarle, él estaba completamente convencido de que sería salvado y ella lo borraría de la faz de la Tierra. Aitor García conocía de antemano el poder de Goldie, que si ella quisiera, podía hacerle frente al demonio desde el inicio, pero era mejor que las chicas pudieran enfrentar a un jefe final, cosa que ella y su mejor amigo José ya habían hecho muchas veces al punto de casi volverlo cotidiano. Dejarlo en sus manos por una vez estaría bien.
El muchacho de cabello negro y flequillo en forma de gancho teñido de verde se percató que los clones habían terminado de ser «impresos», pues sus colores rojo, verde y azul desaparecieron. Por mera intuición, Jose se estaría enfrentando al clon amarillo —para completar la colección— fuera del domo, o quizás al original. Fuera como fuese, esas réplicas de magia poseían la misma cantidad de poder que el Aogami real, por lo que bajar la guardia no estaba permitido.
Y había una cosa que le preocupaba de sobremanera: ¿Cómo es que Aogami puede usar magia?
—¡No tiene sentido!
—¡Tchs!
Las espadas chocaban multitud de veces, saltando chispas naranjas. Para evitar ser rebanado, García se recubrió de un manto de energía espiritual. La espada que él mismo estaba utilizando era etérea, no era una real. Había manipulado su propia energía vital y la solidificó en una espada común y corriente sin exquisito diseño, plana y sosa como unas gachas de avena. Podía seguirle el paso al clon, cosa que parecía hacerlo enojar. ¿Estos eran capaces de mostrar emociones y hacer uso del habla humana?
—¡Hmph!
Un Corte Demoníaco fue liberado de la espada de hoja negra y fácilmente esquivado por Aitor empleando el Paso Rápido que su suegra le había enseñado. Concentrado y alimentando la chispa del combate, Aitor desviaba los feroces golpes, reflejaba los cortes vibratorios con su arma y aprovechaba las diminutas aperturas en el estilo de Kusanagi para atinar dolorosos y punzantes golpes.
—¡Aagh!
—¡Ahora!
Con un corte horizontal, le cortó el estómago y cayó de rodillas al suelo.
—¿Cómo...? ¡¿Cómo un mocoso como tú sin los conocimientos básicos del arte de la espada puede seguirme el ritmo?!
—¡Porque a diferencia de ti, yo estoy vivo y tengo ganas de vencerte!
Un brusco aumento del aura y la energía cían se manifestó con la forma de la cabeza de un lobo, amenazando con morderlo y partirlo en dos. Yato se retiró mediante el Paso Rápido también y se salvó de ser consumido por aquella onda de ki.
—Muere...
Yato se aproximó desde detrás, un ataque letal por la espalda, su katana situada detrás de su hombro dispuesto a decapitar a su enemigo.
—¿Qué tal si no me da la gana? —replicó.
¡Chank!
La katana negra se rompió en pedazos al hacer contacto con la piel de Aitor García. El español seguía, increíblemente, vivo. Los ojos del espíritu temblaron ante aquel ominoso presentimiento. ¿Su nivel de poder era superior al de Aogami, un Comandante?
No, posiblemente.
Pero su espíritu, su voluntad, sí lo eran.
Aitor, a partir de un riguroso entrenamiento dedicado a explotar sus poderes al máximo, aprendió no solo a controlar su sangre y sacarla de su cuerpo sin realizarse alguna herida mediante un mordisco o arañazo, también a manipularla, a personalizar y dominar todo su sistema circulatorio. Era por eso que su fuerza física, reflejos, velocidad y sentidos eran muy ampliamente superiores a los de un humano común y corriente. Y dicho estado mejorado era potenciando por el uso de la energía natural presente en su cuerpo.
Aitor preparó los delicados vasos sanguíneos de su cuerpo para reforzarlos y crear una especie de colchón de sangre a nivel subcutáneo, de manera que la cuchilla solo hizo un superficial corte que sanaría en segundos al estar el manto activo. Fue con un fragmento de sangre cristalizado recubierto en su esencia vital que destruyó la katana, ejerciendo presión en un único punto, quebrándola como el cristal.
—¡Malnacido! ¡Puaj!
Un potente golpe en la boca del estómago que lo estrelló contra varios coches.
—¡Balas de Sangre!
Rasgando su muñeca con sus dientes muy decidido, hizo un gesto con el brazo y proyectiles capaces de perforar el acero volaron en dirección a su enemigo con la intención de fusilarlo. No era un movimiento que él pudiera utilizar muy seguido, dado que provocaría anemia severa, entre otros efectos no muy compatibles con la vida. Ahora que el oponente iba en serio, no se podía cortar un pelo. Usando más sangre, confeccionó dos espadas, una en cada mano, y las bañó en energía vital. Como se esperaba, el clon se levantó, sanó sus heridas mediante un método desconocido y se abalanzó contra Aitor con una lanza hecha de materia oscura.
Las armas se opusieron mientras los dos muchachos se miraban con odio. No la había visto, pero su novia la estaba observando de brazos cruzados. Un clon de Yato no identificado, totalmente idéntico al original que enfrentaba Shiro, fue a atacarla por la espalda. Pero la brujita ni se inmutó. Agarró su guadaña plateada y lo partió en dos a la altura del abdomen. Intentando levantarse el engendro, con el mango le aplastó el cráneo y lo hizo abandonar este mundo. Sí, realmente ella podía derrotarlo si quisiera.
—¡Shuriken Sangriento! —anunció.
Usando su control total de la sangre, Aitor creó dos estrellas ninja de gran tamaño que rotaban como aspas de un helicóptero, y tan letales como las mismas. Haciéndolas levitar con su ki, las arrojó con precisión de cirujano. Le faltó poco al maniquí para perder la cabeza, le rozó la mejilla.
—¡Onda Destructora!
—¡Soru!
Una complicada danza de cortes, rayos, luces, fuego de artificio y pequeñas explosiones acompañadas de ondas de choque invadieron la apodada «Calle España» de Shibuya, arrasando con los locales cercanos. Un golpe certero fue detenido por algo, alguna clase de tentáculo, un apéndice que emergió de la parte baja de la espalda del adolescente. Era un músculo líquido: sangre. Aitor se había creado no una, sino dos colas de sangre y ki con las cuales combatir como un animal. Se desplazaba a cuatro patas como un animal, impredecible e instintivo, forzando al Aogami a mantener las distancias para acostumbrarse al nuevo estilo de combate desarrollada de la mismísima nada y la desesperación.
Llegado cierto momento, Aitor fue alcanzado por un corte en vertical de la lanza de Aogami, estando Slash activo. Había alcanzado su límite.
—¡Aaaah!
Una masiva cantidad de sangre brotó de la herida que iba en línea recta desde el esternón hasta a parte baja del abdomen, faltó poco para abrirlo en canal. En su último suspiro, el muchacho lo apuñaló en el estómago con sus colas, y energía de color azul claro y blanca brotaba en dirección contraria a donde indicaba la gravedad. Estaba hueco por dentro. Aitor se apoyó contra la pared, pero rápidamente cayó sentado en el suelo. Goldie, preocupada y muy enojada por su futuro esposo, ya estaba lista para no solo exterminar a ese Aogami, sino que iba a extinguirlo al real también.
—Veo... que los espíritus sois muy diferentes de nosotros por dentro, ja, ja —bromeó moribundo.
—No sé de qué te ríes. ¿No comprendes tu situación? ¿Cuánta sangre has perdido?
—No sé... Pero el charco es grande, y siento frío... Je, je... Llega hasta tus pies.
—Um. Normal que delires, entonces... Pondré fin a tu sufrimiento...
Un movimiento inesperado.
Goldie también fue pillada por sorpresa.
Del asqueroso charco de sangre oscura en el suelo emergieron innumerables lanzas que salieron disparadas con inmensa fuerza, atravesando al clon Yatogami en numerosos puntos vitales. Seguía vivo, pero completamente inmovilizado, e indefenso. Aitor se levantó, cojeando y pálido, con una lanza de su propia sangre en su mano, recogida del lago.
—«Trampa Remota: Las Estacas Favoritas de Vlad Tepes», ¿qué te parece? Bueno, el nombre me parece muy largo, como que ya pensaré en otro.
—¡N-no puede ser!
—Pues lo es. —Con sed de sangre en sus pupilas verdes, agarró el arma con ambas manos y la introdujo en su boca con rencor, saliendo por la parte de atrás de la cabeza y finamente poniendo fin a la batalla—. ¡A tomar por culo, hombre!
—¡Aitor! ¡Lo conseguiste!
—Je, je, je... ¿Viste, cariño? Yo solo me valgo. No soy tan débil —dijo desmayándose en sus brazos.
—Lo vi. Te vi, Ai-Ai. Deja que te cure.
—Je... ¿Puedo descansar en tu regazo?
—Sí, claro. Te lo mereces —lo halagó acariciando su pelo mientras aplicaba el tratamiento para restaurar sus desgastadas reservas de energía—. ¿Mi primo te enseñó eso?
—Jose es un máquina. Sabe de todo el tío. Hasta me ha enseñado a manipular mis ganglios linfáticos para cambiar la cara y hacerme pasar por otro...
—Shhh —lo mandó a callar—, cierra los ojos y descansa. Has perdido mucha sangre, estás más blanco que yo.
Aitor García sonrió mientras disfrutaba del masaje de cabello y de los muslos de su prometida.
«Realmente quiero que este momento dure para siempre», pensó.
Parte 2
—¡No lo entiendo! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! Solo eres un estúpido crío. ¡¿Cómo puedes hacerme frente?! ¡No tiene sentido!
—Lo sé —admitió el felino con albinismo, quien agachó la cabeza—. Soy débil y mediocre, experto en todo y maestro de nada. Pero es precisamente en esa debilidad que yace mi fortaleza, Yato. Al haber sido el más débil conozco todos los puntos débiles de los fuertes, y cómo explotarlos. ¡¡Sé cómo contrarrestar prácticamente casi cualquier ataque!!
—He de confesarlo... Eres la mezcla de las dos cosas que más odio en el mundo: gatos e investigadores. Aquellos con las habilidades más simples son los más peligrosos.
—Tus insultos son halagos para mí. Me resbala lo que me digas. Me la sopla lo que salga de esa boca tuya. —Jose realizó una deliberada pausa en sus palabras, suspiró y llevó ambas manos a sus caderas, y entonces lo anunció—: Oye, luces cansado, ¿de veras que no quieres que vaya en serio?
—¡¿Qué?!
Sudor frío resbaló por la frente y mentón de Yatogami. Un escalofrío aterrador recorrió su columna. Debía tratarse de una broma. Sintió su garganta secarse, sus palabras atorarse. El miz albino no malgastó el tiempo, lo agarró por el antebrazo y lo estampó contra el asfalto lo más fuerte que pudo, era una intención casi asesina. La espada rodó por el suelo, quedando lejos, impregnada en miasma.
—¿Oh? Ah, ¡ja, ja, ja! No te diste cuenta, ¿verdad? Sí, en toda nuestra batalla no usé mi Modo Unión. No me digas...
Sonrisa maliciosa. Endemoniada. Malvada. Retorcida y burlona.
—... que tú ya lo estabas usando.
Mentira. Mentira. ¡Mentiras y más mentiras! ¡Debía ser una burda y putrefacta mentira! Era imposible que él fuera más poderoso estando ya el poder activo.
Derrotado, golpeó el suelo con todas sus fuerzas hasta dejar marca en el asfalto.
—Es una verdadera lástima, porque te has encerrado tú solito con Rosie sin saberlo, quien es aún más fuerte que yo.
—¿Q-qué has dicho...? —preguntó levantando la cabeza—. ¿Qué acabas de decir?
—Te lo repetiré: soy el segundo más fuerte en estos momentos. Y tú, muñeco, vas a ser mi perra.
El farsante se rio de una siniestra forma, sin mover la boca, casi como si el original desde sus dominios empleara la ventriloquia.
—¿Realmente piensas que dejaré que me hagas daño con tu magia vudú? Ni en sueños... —replicó mientras se rodeaba de un aura de oscuridad—. Jamás salvarás a tus amigos. Los dejaré al borde de la muerte y los acabaré ante tus propios ojos mientras no puedes hacer nada por evitarlo. ¡Violaré a tu mujer y tus hermanas y te dejaré a ti para lo último!
Ante eso, Jose solo sonrió. Una sonrisa aparentemente feliz, pero torcida. «No sabes dónde te estás metiendo, amigo. Si solo tú supieras...».
Una explosiva y violenta onda de ki maligno emergió de su cuerpo causando un diminuto huracán. Una gruesa capa de energía espiritual rodeaba su cuerpo. Su aspecto se volvió más maduro, como de un joven adulto. Su cabello, largo, negro y liso, caía hasta su cintura. Similar a una superforma, había cambiado. Pero el muchacho con leucismo mantenía una expresión completamente neutra en su rostro, le daba igual. Una cara de póker capaz de sacar de quicio hasta a la más santa de las hermanas.
—...
—¿Qué te parece? Impresionante, ¿verdad? Es normal que hayas quedado anonadado ante semejante poder. A esta forma la llamo «Rey Demonio»...
—Me da igual —respondió indiferente, interrumpiendo su megalómano discurso.
—¡¿Te burlas de mí?! Pensarás distinto cuando te arranque los miembros uno a uno, mocoso.
—Que sí, que sí. Todo lo que tú digas. Tarado...
«Si una marioneta de madera es capaz de sacar aún más poder y transformarse, ¿entonces qué es capaz de hacer el verdadero? Tengo un mal presentimiento. Se acabaron los juegos, no más tantear, hay que ir a matar».
La bufanda comenzó a peinar su nevado cabello, siendo incapaz de enmendar ese pelo antena que descaradamente llamaba la atención.
—Maestro, ¿qué hacemos?
—Reventarlo. ¿Y quieres dejar de peinarme?
Parte 3
—¡Corre!
Con esa orden proviniendo de Emma, Kate emprendió la huida. Valientemente enfrentó al clon de Yatogami. Curiosamente, su color ahora era el mismo que el del original, un calco idéntico. Pero claramente era una réplica, ni por asomo su poder equivaldría al actual, contra el que Shiro estaba luchando. A ella también le hubiera gustado ver cómo peleaba ella, pero tenía un asunto pendiente.
—¡Rayo Nocturno!
—¡Disparo Certero!
Con su propio proyectil de energía, contrarrestó el relámpago de electricidad del enemigo. El ceñido traje futurista que Emma portaba no solo aumentaba su fuerza, velocidad y resistencia, también potenciaba sus sentidos, y complementado con artilugios de todo tipo era una caja de sorpresas. En la suelas de sus botas había propulsores que funcionaban con su propia energía vital como combustible. Bajo condiciones normales ella no habría sido capaz de ejecutar una técnica tan compleja, pero no estaba sola, estaba respaldada por alguien. Sí, ese poder no era completamente suyo. De hecho, más del 40 % del poder no le pertenecía a Emma Fox, sino a ella. Derrapando y realizando un giro artístico, el clon se quedó maravillado, como si su mirada se desviara hacia sus grandes pechos cuando inclinó la espalda. Emma, con confianza, lo pateó, y una vez hizo contacto con su cara, encendió los reactores y el muñeco fue enviado a volar contra un resistente muro de hormigón que se resquebrajó.
—¡Ahora, sable!
Guardando la pistola con cómico aspecto de secador, sacó aquel «mango de cuchillo» y la hoja se extendió hasta un metro de longitud. Acelerando se dirigió al clon, esperando ensartarlo y matarlo. Pero eso, en su cabeza, hubiera sido espectacular. Décimas de segundo antes de convertirlo en un pinchito humano —¿contaría como pinchito humano para comenzar?— el monstruo se logró defender enviando un increíble Slash capaz de cortar todo. La hoja de aire, de no haberla esquivado al poder «patinar por el aire» la habría matado, su destino: el mismo que esa camioneta de atrás, cortada en dos y que reventó en llamas. Estaba muy enojado, y habló inclusive.
—¡Maldita mujer! ¿Qué artes son esas?
—Magia y ciencia trabajando juntas, mocoso. Esto es el poder de la tecnología —anunció sonriente—. Tú, que vienes de 600 años en el pasado, jamás viste nada igual, ¿verdad? Pólvora, armas de fuego, electricidad, reacciones químicas con las cuales poder mover transportes que pesan toneladas o mantener estructuras enormes surcando los cielos. ¿No es maravilloso?
—Ciertamente, lo es. Este mundo es verdaderamente maravilloso, y lleno de paz si lo comparo con mi mundo original. Tanta gastronomía nueva, literatura, arte, ¡anhelo vivir en esta era!
—Entonces, ¿qué te parece si dejas a Aogami en paz y llegamos a un acuerdo? Si no paras ahora, te advierto que nada detendrá a esos gatos. No hay nada que odien más que el que hagan daño a su familia. Y no necesariamente el término «familia» se aplica a su familia de sangre, también a sus amigos más cercanos. No lo repetiré otra vez. —Apuntándolo con su sable de luz, lo amenazó—. Kusanagi Yato, abandona el cuerpo de Aogami y entrégate, o si no, conocerás a la muerte en persona.
—¿Crees que estás en posición de negociar conmigo? Soy quien tiene la ventaja, juego en mi entorno. Solo trato de ganar tiempo para poder liberar mi verdadero poder, regresar a mi forma original.
—¡Hahahaha!
—¿Qué es tan gracioso, Emma Fox?
A toda velocidad, huyendo la autoproclamada sirvienta de los Lemon del clon que la perseguía, pasó rauda como alma que lleva el diablo por el espacio existente entre ellos dos.
—¡Cebolla!
Gritando eso, Emma cogió unos cristales azules de su cinturón y se las lanzó. Ella esquivó con una voltereta el espadazo del falso mago que rompió el suelo y las atrapó en el aire, efectuando una singular contestación.
—¡La polla de William en tu boca!
«¿Qué ha sido eso? Le ha entregado algo a su amiga».
—Emma... ¿Cuánto tiempo le queda a tu traje?
—Oh, ¿te refieres a mi Armadura Espiritual? Es algo que saqué de la papelera del cuarto de Jose entre tantos pañuelos empapados de material genético. —A punto de estallar de la risa estuvo la pelirroja cuando vio la mueca de asco de su oponente—. Era un proyecto descartado, y lo modifiqué a mi manera.
—Entiendo... Otra del tipo investigador, ¿eh? Cuánto os odio... Sois lo peor de lo peor, aquellos que rompen el sistema. Aquellos, que aun no teniendo el talento o poder suficientes, son capaces de vencer a bestias muy por encima de su nivel, salteándose toda lógica.
—Acabas de describir la tecnología aplicada a las armas, Yatogami. Con una pistola puedes derrotar a cualquier espadachín, es ley de vida. No por nada los arqueros, ballesteros, y actualmente francotiradores, están tan putamente rotos. Es ser sigilosos, apuntar bien y fin de la partida, te vuelves pa'l lobby.
—Un momento. ¿Por qué no me atacas?
—¡Aaay!
En su mano izquierda, escondía más de esas piedras brillantes. Esos cristales azules que parecían contener alguna clase de líquido dentro. Al arrojarlos él se asustó y los cortó de una sola pasada. Nada más entraron en contacto con la hoja negra, reaccionaron violentamente tornándose muy brillantes, y a continuación una explosión lo hirió severamente. Desesperado, una gran llamarada fue empleada para cubrirse, quemando a Emma y cortándola.
Esta gritó y rodó por el suelo. Su traje la había protegido, de lo contrario la mitad de su cara habría quedado hecha un desastre como cierto personaje enemigo de un hombre murciélago.
—Maldita zorra. Se acabó, eres más peligrosa de lo que creía. No te preocupes, haré un buen uso de tan espléndido cuerpo, lo disfrutarás incluso.
—Ngh...
Resignándose, la Afrodita escocesa cayó de rodillas, pero perdió el equilibrio y terminó acostada en la carretera. Cerró sus ojos, se quedó sin energías.
—Bueno, ¡que aproveche!
¡Pew, pew!
—¡Aaaagh...! Aaaagh... Aaagh...
Dos disparos de luz atravesaron su pecho, dañando su núcleo, pero no destruyéndolo del todo. Una gran quemazón recorrió todo su cuerpo, la energía vital se escapaba a gran velocidad. Moriría si no devoraba el alma de algún humano. Antes de que ese hecho tuviera lugar, echó la vista atrás y vio a un muchacho asomando desde detrás de unos escombros, apuntándole con sus dedos en forma de pistola. Ike, el acompañante de Kyle y Claudia lo atacó a traición.
—¡T-tú...!
—¡A callar!
Efectuando más disparos, finalmente fue abatido. Y una sombra le tapó el sol. Una mujer de 21 años vistiendo un chándal verde, y una pistola de energía en su mano izquierda.
—¿Lo planeaste todo... desde el inicio?
—Para nada. Sabía que él estaba ahí, y que quizás, solo quizás, no pudiera ganarte. Así que si aguantaba lo suficiente, saldría de él ayudarme.
—E-eres...
—Lo sé, no hace falta ni que lo digas. Algo se me ha pegado.
Y con un disparo puso fin a su sufrimiento.
Parte 4
Fuera de la barrera, el enfrentamiento del joven bestial continuaba contra el títere. Ciertamente, su poder era impresionante. El propio Yatogami, quien controlaba su copia a distancia estaba asombrado. Debía admitirlo, aquel inexperto chico de tan solo 16 años de edad le estaba plantando cara. Pese a estar sus ropas hechas trizas, haber acumulado incontables cortes y heridas abiertas aún sangrando y luchar con todo frente al imparable chamán de antaño, su voluntad permanecía inquebrantable.
—Borraré esa insoportable sonrisa de tu cara.
Juntando sus manos realizó diversos sellos, sus ojos brillaron. Claro, ¿por qué no iba a tenerlo él también? El Ojo Espiritual, mal llamado «Ojo Mágico» por ellos, jóvenes. El asfalto se quebró y de debajo de la carretera de la gran ciudad emergieron enormes raíces que lentamente adoptaron la forma de su invocador. 10 copias. Físicas, tangibles, duraderas. Acelerando con Paso Rápido, se dio de hostias contra las copias del falso chamán sellado, imitando sus movimientos para poder no recibir demasiado daño, o al menos no más del necesario. De una patada atravesó a dos en el pecho, haciéndolos desaparecer, y a otro le arrancó la cabeza de un puñetazo. Por orden del original, si así podía llamársele, regresaron a su lado.
—¡Ven a mí!
Su aura aumentó en tamaño, visiblemente azul oscuro, y se convirtió en un gigantesco samurái translúcido de diez metros de altura. Una construcción de chi, nada nuevo, pensó él. Ante esa estampa, se veía tan pequeño, tan diminuto, tan... ¿Ilusionado? ¡Claramente él estaba sonriendo! ¡¿Pero por qué?! Yato no podía entenderlo. No cabía en su cabeza cómo alguien podía sonreír así en una situación tan deprimente como la suya. ¿Acaso el miedo lo habría devorado por completo, y la locura había frito su diminuto cerebro de animal? ¡Estaba riendo!
—¿Estás de coña? ¡¿Eres Madara Uchiha?!
Bruscamente moviendo su brazo como si quisiera apartar una molesta mosca «cojonera», el viento se arremolinó atrás de su espalda, justo en sus omóplatos. Ki maligno, y una sustancia tan oscura como las cenizas apareció formando alas que amenazaban con despedazarlo todo, similares a tornados de tinta. No dudó un segundo en triturar a los peleles y sus juguetes de energía, para sorpresa del falso Yatogami.
—No les tengo miedo. Esas alas, aunque amenazantes, y claramente aterradoras, solo son magia de hollín. Mezcla de fuego y viento. El elemento agua basta para repelerlas.
—¿Oh? ¿Qué tenemos aquí? Viste a través de mi ilusión. Te felicito, pero aun sabiendo cómo funcionan, ¿podrás hacerle frente antes de ser aniquilado?
—¡Tchs!
Absurdo. Impensable. Las copias de la ya copia también hicieron gala de su avatar propio de energía vital. Lógico, aquel sujeto estaba haciendo uso de las personas habitantes de Tokio como sus baterías mágicas, era usual que semejante cantidad de magia estuviera a su disposición. Y, par absurdo, la potencia destructiva de esas alas, que no tuvieran piedad. Y las garras de la bufanda desgarraron la madera, quemaron los cuerpos y devoró como una bestia la energía natural de la que estaban hechos.
—¡¿...?!
—¡Jeh! Tendrás que esforzarte mucho, mucho, muuucho más... Yaaaato.
Glup, Yato tragó saliva.
Por unos instantes, le pareció divisar «algo» detrás suya, una silueta negra de ojos rojos y afilada sonrisa blanca de oreja a oreja.
Esa «cosa invisible» lo protegía, y conforme su poder aumentaba la presencia de aquella entidad se hacía más y más palpable.
En la forma de una presión terrorífica, abrumadora y aplastante.
—Tú...
Parte 5
A toda prisa, la autoproclamada sirvienta de la residencia Lemon huía de su perseguidor. El clon de Aogami no hacía más que maldecir e insultarla porque no paraba quieta. Desde que dio inicio la pelea había estado corriendo detrás de la niña de 14 años. Quién sabe si potenciada por el miedo o algún artefacto mágico, pero era muchísimo más veloz y ágil que él, una copia que poseía el mismo poder que el Aogami verdadero, e incluso podría transformarse se la «torre de control» le otorgaba el permiso. Claramente Kate era débil, la más débil de todo el equipo, incluso estando por debajo de Aitor. ¿Por qué ir con todo y desperdiciar fuerzas en un mero soporte del equipo? Kate se la pasaba huyendo de él con gritos «¡Wuaaah!» y del estilo, salvando el cuello siempre en el último momento. ¡¿Es que lo hace a posta o qué?!
—¡Vuelve aquí, hija de puta!
—¡¡¡Hyaaaaaaaaaaa!!!
Fue de esa ridícula manera que entraron en el famoso centro comercial Shibuya 109. La más elevada de las plantas, la última. No había escapatoria. Ella tendría que luchar, quisiera o no... No, iba a asesinarla por haberle calentado las narices de esa manera. Tan solamente tenías que haberte dejado asesinar y ser el sacrificio del ritual. ¿Mucho pedir era? El farsante estaba tan enfadado que deseaba usar sus poderes vibratorios para provocar un terremoto y derruir el edificio entero con ella dentro, total, a él no le pasaría nada e, incluso si eso lo mataba, el original podía realizar más copias, incluso más poderosas. Pues a mayor cantidad de muñecos, menor el poder de los mismos. Las muertes de los demás muñecos no hacían más que volver más poderoso al que enfrentaba Joseph D. Lemon del otro lado de la barrera.
Al final del día, ese muñeco perfeccionado y claramente distinto de los demás tendría el 50 % del Yatogami original.
—Te presentaré dos opciones, ¿queda claro? Uno, te estás quieta y te cortaré en dos, no sufrirás. O dos, puedes seguir corriendo y convertiré este lugar en una montaña de escombros.
No respondió, tan siquiera sonrió. Tratando de recuperar el aliento, estaría demasiado cansada como para responder. Lentamente metió su mano en el bolsillo de la chaqueta del chándal y sacó un palo con forma de Y. ¡No, eso no era un palo, estúpido! ¡Un tirachinas!
—¡¡¡...!!!
Un proyectil con forma de diamante —¿o era un cristal?— pasó por su lado y de repente una explosión devastadora tuvo lugar, envolviendo la planta en feroces llamas. Las alarmas de incendio se activaron y los aspersores siguieron al aviso, empapando a los dos guerreros. Su flequillo cayó cubriendo por completo sus ojos, dándole un aspecto sombrío.
En su mano derecha, una lanza normal y corriente hecha de aluminio. En su mano izquierda, el tirachinas. ¿Tendría más de esos cristales? No contó cuántos le dio la pelirroja, pero no debieron ser muchos. Es más, ¿eran capaces de seguir existiendo aun cuando su traje dejó de estar presente? Eso quería decir que fueron fabricados de antemano. ¿No?
—¿Pensaste que huía de ti? —dijo con voz ronca—. Pues siendo franca, la verdad es que sí. No puedo hacerte frente directamente, no soy un monstruo como ellos, ni tengo espíritus ni armas malditas que me ayuden a hacerme más fuerte. En ese aspecto soy muy parecida a Jose, quien se vale de tácticas, técnicas y engaños para vencer a oponentes que están por encima de su nivel.
—Te acabaré rápidamente con un Lethal Dash, mocosa —amenazó.
—Ríe cuanto quieras, ¡el único que caerá serás tú, marioneta de éter!
Una postura similar a la Garra del Dragón, Yato acumuló energías. El filo de la espada negra se vio envuelto en llamas violetas y negras. Llamas que ella ya conocía, llamas que de herirte jamás se extinguirían, y de apagarse, sus heridas no dejarían de doler. Aquellas eran las llamas del infierno o llamas de Kagutsuchi. Llamas capaces, además, de incinerar el alma humana.
Un veloz movimiento de manos. Fue a ingresar nuevamente su pequeña mano en el bolsillo para extraer otro abalorio explosivo y cargarlo en su arma, pero el enemigo se acercó demasiado.
Muerte. Sería cortada y dejaría de existir.
Kate Onion no sabía si realmente había un más allá u otro mundo, si de verdad existen el cielo, el infierno o el purgatorio. O si reencarnaría. Pero aquella terrorífica e inhumana técnica le impediría alcanzar ese sitio si era alcanzada. Es por eso que no disparó...
Y arrojó el cristal contra la hoja de la katana negra.
—¡¡¡Uaaaaaaaahhh!!!
—¡¡Hff!!
Una violenta explosión los golpeó de lleno. Ella se cubrió con un colchón de energía chi, pero el Aogami no tuvo tanta suerte. Todo su ki estaba concentrado en el sable, por lo que la defensa era cero. No fue una explosión mortal, pero los cristales perforaron el pecho, hombro derecho y sus muslos. La onda expansiva debió dañar los órganos internos y fracturar huesos como las costillas, pues sangre salía de su boca.
«Cinco cristales. Solo me quedan tres. He de usarlos bien».
—¡Hija de...!
Kate se aproximó como un animal, con ambas manos en la lanza. Brillando entre los huecos de sus manos, los cristales de maná explosivo. Debía mantenerse alejado de ella, le soltaría los cristales en la cara y los detonaría a la mínima de cambio, a la más pequeña de las aberturas. Sería un Aogami falso, pero aun así sentía dolor. Y Kate era consciente de ello. Para que un clon tenga ese nivel de humanidad, de sentimientos, de habla... conciencia a fin y al cabo, significaba estar ligado al original. Sí, el dolor era transferido al Aogami real, la posesión de Yato en el cuerpo del Comandante. El mismo ser en que Kusanagi y el demonio eran uno solo: Yatogami.
Usualmente, espada ganaba a lanza, porque podía ser bloqueada, y bastaba con deslizar el filo de la espada por el mango del bastón acabado en punta y decapitar al caballero. Pero Kate sabía defender muy bien, no parecía que manejara una lanza, sino más bien un bastón. El entrenar con palos y escobas daba sus frutos, pudiendo bloquear cada espadazo guillotina.
—¡¡¡...!!!
Y tras un choque de metal con chispas naranjas y relámpagos negros, vio algo en mitad del aire.
—Cristal... azul...
¡¡BOOM!!
Kate salió volando, esta vez no pudo protegerse. Aogami tampoco y fue a parar contra un escaparate, la lluvia de cristales añadiendo daño al ocasionado por el bombazo a bocajarro. Un dolor agudo, cruel e indescriptible. ¿Y su espada? Abriendo su ojo derecho, miró su mano.
Pero no había mano, solo un boquete del que brotaba nada... Claro, era un espíritu. Pero aún así... el dolor.
—Nngh-gh... ¡¡¡Uaaaaaaaaaaahhh!!!
Sus nervios transmitían información como locos. Le faltaba el brazo, la espada estaba tirada en el suelo. Se levantó, sentía náuseas y el reflujo de los jugos gástricos desplazarse por su esófago hasta acariciar la garganta. Pero no vomitaría nada aunque pudiera, era un cuerpo hueco, no era real. Regresando a la realidad, se acercó a la niña que estaba herida en el suelo. No tendría una muerte placentera, ni mucho menos.
La agarró por el cuello y la elevó en el aire.
Sus uñas se clavaban en su delicado y suave cuello, hasta que un hililo de sangre cayó. Reventó una ventana y la sostuvo al borde del abismo. Kate Onion caería desde la décima planta. Sus amigos serían los testigos de ver su cuerpo espachurrarse contra el duro suelo. ¿Qué clase de poder mostrarían después de presenciar la muerte de un ser querido? Eso sería excitante.
—Nnngh...
No podía respirar, iba a morir. Le iba a aplastar la tráquea a ese paso. Temblaba, era mucha la altura. El fondo lo veía doble. Luchando por sobrevivir, levantó ambos brazos en el intento de apretar el punto entre el cúbito y el radio, pero él era un demonio, y ella una niña chica.
—Di adiós, niñita tonta.
La mano la soltó. El único soporte que la mantenía con vida.
Kate Onion caería y se estrellaría contra el asfalto de abajo, al lado de Emma.
—Las damas primero, los hombres detrás.
Sí, ella dijo eso mientras se precipitaba al vacío.
Una punzada en el vientre fue lo que Aogami sintió.
Un ancla se enterró en sus carnes, una cadena unida a sus manos.
Y él cayó con ella.
—¡Aaaaaaah!
En el poco lapso de tiempo existente, apenas unos segundos para tocar el suelo, Kate se colocó encima suya y le metió los cristales en la boca. Con la palma de la mano los empujó, haciendo que se los tragara. La cara de horror no tenía precio alguno, y dándole un empujón, ella se apartó de él. Alas de energía azul brotaron de su espalda, frenando su caída, volando como un ángel de la muerte. Y antes de siquiera tocar el suelo...
¡BOOM!
Un Aogami menos.
La sirvienta menor de edad aterrizó con estilo, desinvocando las alas. Estaba exhausta, esa jugada por poco le sale mal. Pero, se sentía muy bien. Había ganado de una manera impresionante a su enemigo, uno mucho más peligroso que ella. ¿Esto era lo que uno sentía al ganar una competición del instituto, el sentirse realizado?
—¡¡¡Aaaaaaaah!!!
Aquel espantoso grito no fue de los Supernovas.
Fue del Aogami verdadero, siendo golpeado sin piedad contra el piso. Aunque esa no sería l descripción correcta de lo sucedido. Estaba volando, combatiendo a Shiro, quien era apoyada y protegida por Rosie Redd, cuando de repente cayó al suelo él solo, sin ayuda de nadie. Comenzó a convulsionar, sangre fresca y oscura brotaba de su boca, ¿acaso el imbécil se mordió la lengua? De todas formas poco importaba, en la vida real no se muere tan fácil con solo morderte la lengua, si se era tratado a tiempo podías ser salvado. Pero, aparentemente la causa de haber dejado de volar se debía a un dolor insoportable. Ríos de lágrimas recorrían su rostro, sus pupilas fuera de control y los ojos rojos, vidriosos. Una jaqueca de caballo lo golpeaba. Ni que Selene lo estuviera electrocutando metiéndole una vara de hierro al rojo vivo por el ano.
Rosie, la susodicha kitsune, Phoebe y los Comandantes lo observaban, revolcándose como un guarro.
—¿Acaso... la violenta muerte del clon ha causado esto?
«Guay», pensó.
—A Shiro no le importa. Shiro matará al demonio, y podrá tener sexo con senpai toda la noche.
—Eeeh... Eso no va a pasar, bonita.
—¿Por qué no? —preguntó sin tacto alguno.
—¡Porque YO soy su novia, ¿vale?!
—¿Trío? —pronunció de manera corta y directa, cual telegrama.
¿Qué manera de sugerir era esa? Sentido común: 0. Shiro lo dijo como si ella fuese la prometida, ¡menuda cara!
Intuyendo que Kyle diría algo como «¡Dejadme unirme!», Claudia le clavó el codo en la boca del estómago, dejándolo fuera de combate. El Comandante cayó de rodillas al suelo, vomitando saliva y jugos gástricos.
—¡Cof, cof! ¡Huueeh! Pero si yo... hueeeh, no he hecho nada... Cof, cof...
Parte 6
El demonio real se puso en pie nuevamente. Suspiró, si alguien suspirara así la felicidad se le acabaría escapando, junto a la juventud. Quizás, pensó, no fue tan buena idea el dividir su poder en varios clones para enfrentarlos a todos por separado. Pero definitivamente el no hacerlo hubiese sido peor, era ampliamente superado en número.
—Shiro vencerá. Chicas, manténganse atrás. Shiro, ahora, irá en serio. ¡Magia de hielo: White Universe!
—¡¡¡...!!!
—¡¡Será posible!! —alzó la voz Goldie.
Era imposible no reconocerla. La técnica por antonomasia de Bonnibel Rose. Ella era capaz de usarla también. Todo a su alrededor se convirtió en un paisaje helado, el suelo se congeló, y una ventisca en forma de onda mandó a volar contra un edificio al maltratado Aogami. No se achantó, se puso en pie y atacó.
Realizando un gesto con el brazo, la humedad en el aire se volvieron enormes pilares de hielo, mortales estalactitas arrojadas a velocidades cercanas a las del sonido. Solo necesitaba su mirada, ni mover los dedos hacía falta. Sus iris ámbar brillaban como faros en la oscuridad de la noche.
La energía recolectada cada vez era mayor. Hasta que alcanzó un punto crítico y evolucionó. Su cuerpo se vio revestido de un mando de luz blanca, su altura se incrementó, así como su tamaño en otros lugares.
No podían creerlo, sin embargo, había una única no sorprendida, porque ella también hizo uso de esa técnica.
Reuniendo la energía natural y sincronizándola con su aura, Shizuru se había hecho más mayor temporalmente, concediéndole completo acceso a sus poderes como bestial. Era el símbolo de la purificación en sí misma. Así lo indicaba su nuevo look de sacerdotisa o miko, conformado por una camisa blanca de hombros sueltos, hakama azul celeste, tabi y sandalias.
—¡Prepárate para ser exorcizado!
Yatogami, por alguna extraña razón ajena a ellos, entrecerró los ojos. ¿Que no era que las profetisas llevan una hakama roja? ¿Por qué motivo azul celeste? Aunque claramente era solamente el diseño elegido por ella, el que le gustaba más.
—Así que ella también puede hacerlo, ¿eh? —dijo la brujita Goldie—. Me gusta, me gusta. Veamos qué tal lo usas, porque eso solo dura apenas unos minutos. Después te resientes, es como si hubieras hecho pesas con todo el cuerpo y tuvieras agujetas. Úsalo bien, Shiro-chan
—Gracias, Goldie-senpai. Pero me bastan treinta segundos para acabar con él.
—Me sobrestimas, niña. Te tragarás tus palabras.
—Silencio, demonio.
Choque frontal sin mediación alguna. Cristales de hielo afilados como cuchillas volando por los aires, clavándose en las paredes de hormigón de los edificios y cortando los vehículos como papel. Los dos adversarios se desplazaban por el cerrado campo de batalla de nombre Shibuya a velocidades de infarto.
—No los veo... Rosie, ¿tú puedes?
Brazos cruzados, su lanza maldita Falchion levitando cerca suya. Goldie, parada sobre un charco de sombras de las cuales siniestros brazos ondeaban cuales telas de los no muertos.
—Sí. Pero es difícil —respondió.
—¡Ice Barrage!
Grandes estacas de hielo, nuevamente. De un Corte Demoniaco las rompió todas. Pero no quedó ahí, Shizuru aceleró y comenzó a patinar sobre una larga carretera de hielo previamente generada por ella y su onda gélida, evadiendo todos los cortes de Yatogami, quien se rodeó de un mando de energía oscura. Ese miasma con el que tan familiarizados estaban los primos albinos, usuarios de poderosas maldiciones. No les cabía duda alguna: esa katana negra no era otra cosa que un artefacto maldito. Y, al igual que cualquier ítem de esa índole, debía acarrear un gran poder y un efecto adverso.
—¡Quédate quieta, por el amor de Dios! ¡Qué obstinada eres!
—¿Yatogami-san es de los que prefieren mujeres sumisas?
Preguntó con un tono monótono, su mirada felina se acentuó. Nuevamente la técnica de corte fue empleada, seccionando los edificios aledaños. Sin embargo, la gata desapareció, y reapareció justo enfrente suya, cara a cara.
Gran impacto.
El calor —¿o frío?— se concentró en las entrañas del demonio. Cuerpo físico y real, recordemos. El de su recipiente Kusanagi Aogami. El daño recibido esta vez fue real, peligrosamente real. Sus órganos se comprimieron, aplastándose, sus vasos sanguíneos reventaron, y sus nervios transmitieron señales eléctricas junto a un cóctel de hormonas brutal. Su cerebro estaba hirviendo, saturado de la información que tenía que procesar. Temió, por unos momentos, que perdiera el conocimiento.
Para un demonio, el poseer a un humano le otorga un gran poder y la posibilidad de manifestarse en el plano físico, pero eso conlleva también una consecuencia fatal: si el recipiente es asesinado, él también. Aquello era el gran problema de realizar una posesión de almas como la que estaba ejecutando. ¿A esto era a lo que se refería la Afrodita escocesa Emma Fox? ¿Ella sabía acerca de este poder?
—¡Ice Beam!
Un finísimo haz de frío pasó por su lado. Ya era complicado de por sí tener que lidiar con las interminables ráfagas de pinchos de hielo y sus ágiles ataques desde ángulos imposibles, encima clones de chi que disparaban también.
La original saltó a los cielos, giró como toda una profesional del patinaje artístico y aterrizó sobre una única pierna. Descendiendo, daba la impresión de que su larga y esbelta pierna era una verdadera cuchilla de hielo, y una onda de frío cortó el camino de hielo que previamente construyó. Donde Yatogami repelía todos los dardos de frío extremo, el suelo se elevó. No, no era el suelo. Una gigantesca maraña de pinchos emergió de golpe, amenazando con convertirlo en carne triturada. Menos mal que saltó a tiempo, de lo contrario hubiera sido su final.
—Magia de fuego: ¡Llama de Kagutsuchi!
—¡Mugen no Blizzard!
Una ventisca eterna dispersó aquellas llamas infernales. Esta era una pregunta que se habían hecho ya hace rato. Yato es un chamán. Vale. Aogami es un Comandante, su habilidad es Slash. Pero, un Esper no puede usar magia, su cuerpo la rechaza, no es apto para refinar energía vital en magia.
Entonces, ¿por qué demonios estaba usando él magia sin recibir daño alguno?
Aitor hasta cierto punto puede hacer uso de la magia, porque con su habilidad innata para controlar la sangre y regeneración acelerada puede, en mayor o menor medida, solventar el problema. ¿Pero qué onda con este tipo? Yatogami estaba disparando hechizos de todos los elementos y colores habidos y por haber contra Shizuru, alias Shiro.
—¿Será qué...? ¡Ya sé!
—¿El qué, Phoebe? —preguntó Kyle Völler.
—¡Un circuito paralelo! ¡Eso es! Aogami no es quien está usando magia, porque no puede. Si usa magia, su cuerpo se vería dañado. ¡Es el propio Yato quien está disparando! Aogami solo es el receptáculo.
—¿Estás de broma? —se rio Claudia, era absurdo y extremadamente ingenioso, asombroso—. O sea, ¿que si haces un contrato con un espíritu, este puede disparar los ataques que tú idees?
—Mmm... —Aitor se mordió la uña del pulgar, hasta que la rompió—. Es interesante, de esa forma hasta yo podría usar la magia. Yo creo las técnicas y mi acompañante las ejecuta. Es hasta tentador, diría yo.
—Si algún día te doy un espíritu, da por hecho que no será una chica, Ai-Ai —le contestó celosa su novia.
—Eh... Quiero mantener mi privacidad, ¿sabes?
—¡¡¡SE ACABÓÓÓ!!!
Masivo torrente de energía oscura eyectado en forma de pilar de oscuridad hacia los cielos, cubriendo todo el domo de niebla negra. Venas de la frente engrosadas. Sí, se le acabó la paciencia. Su aspecto físico cambió: más maduro, creció en altura, cabello largo y liso hasta la cintura, y muñequeras de pinchos aparecieron.
—¡¿Qué os parece?! ¡Este es mi verdadero poder! ¡Mi forma de Rey Demonio!
Parte 8
Yato se había fortalecido una vez más. No esperó que una bestial que aún estaba en su forma preadolescente le fuera a dar tantas molestias. Estaba temblando de la rabia, apretaba los dientes hasta que rechinaron y se dejó escuchar un terrible crujido. El suelo se resquebrajaba a sus pies y los fragmentos de roca levitaban a causa de la ira y frustración acumuladas. Si los Supernovas y Comandantes no lo acababan matando, él solo moriría de la subida de tensión al reventarle una arteria.
«No me lo puedo creer... ¡No me puedo creer que haya sido obligado hasta este punto!».
Aquel aumento de poder era monstruoso, aterrador. Todos retrocedieron... Todos menos cuatro personas: Rosie, Selene, Goldie y la propia Shiro adolescente.
Desde lo alto de un edificio, sus mentores observaban todo, desde el inicio del incidente. Acompañándolos, ciertos personajes que recogieron por el camino: dos gatas tricolor, gemelas y un hombre lobo de pelaje olor a fresa.
—¡Es de locos! ¡Es un milagro que Yato no nos matase en aquel entonces, joder! ¡Qué miedo!
—Yuki.
—Sí, Kaori. Ni aun fusionándonos hubiéramos podido con él. En su forma base no te digo que sí hay posibilidad, pero esto que es la segunda forma, ¡absolutamente ridículo! Muri, muri, muri!
—Sugoi! El aura que antes no veía, ¡la veo ahora perfectamente! ¡Es como en el anime!
—...
Akane no dijo nada, porque no tenía nada que decir. Ella no era como su hija, al percibir la escalofriante energía de Yato... se desmayó de pie. La vampiresa y el semidiós se miraban a los ojos y sonreían. No dudaban de sus pupilos, tenían fe. Es más, si conservaban la calma, tanto ellos como sus alumnos, era porque alguna carta tenían bajo la manga.
El reforzado Yato se abalanzó contra la bella gatita. Un muro de fuego azul la protegió del impacto, era el famoso «Espejo de Fuego» que Jose tanto gustaba emplear. ¿También le había pasado esa técnica? Este chico... Cada vez más, la paciencia se le acababa a Yatogami. Se supone que él debía ser el más poderoso, el más fuerte, que su posesión era perfecta al ser el recipiente un descendiente del clan de hechiceros Kusanagi.
—¡Ice Barrage!
Nuevamente, pilares de hielo de gran tamaño fueron materializados en el aire y arrojados a velocidades de infarto, provocando una destrucción importante. Con su espada Yato los cortó todos, convirtiéndolo aquellos más cercanos a su persona en raspado. Iba a por la futura mascota de los Supernovas.
—¡Barrera Absoluta!
Palma de la mano abierta. Una gélida rasca de viento congeló la humedad presente en el aire, y un gigantesco muro de hielo detuvo a Yatogami en seco. No fue capaz de atravesarlo, simplemente se estampó contra aquel cristal de agua helada igual que un niño que no se percata de una puerta de cristal. Aquello podía ser llamado karma o venganza por lo que le hizo a cierto chico gato de cabellos blancos y ojos rubí.
—Se acabó, bastante se han reído de mí, mocosos.
Una voz profunda, gutural y capaz de paralizar del miedo. La katana negra vibró como una motosierra, aunque imperceptible. Y de una sola pasada hizo desaparecer la infranqueable montaña de hielo, reducida a polvo de diamantes. Podría haber pasado por encima, o haberla rodeado, claramente no estaba pensando más. Solo quería terminar con esas molestias llamadas bestiales.
—¡¿Qué?!
Suspendidos en el aire, Shiro estaba cayendo, y Yatogami frente a ella, cara a cara. Las vibraciones se acumularon en el puño derecho del joven formando alguna clase de «burbuja», quien realizó un gesto similar al de un culturalista que presume de bíceps. El muchacho poseído por el brujo ancestral sonrió. Un final perfecto para una mujer rebelde.
Y al segundo siguiente... destrucción.
El aire se agrietó, los edificios de hormigón acostumbrados a los sismos se sacudieron violentamente, explosiones se adueñaron de las calles y las chicas perdieron el equilibrio. Toda Shibuya sintió el absurdo impacto, los puentes se derrumbaron y decenas de edificios se derrumbaron como castillo de naipes. Las personas allí presentes, bruja del hielo y semidiós incluidos se esforzaron con tal de no ser arrastrados y mandados a volar por los huracanados vientos.
La muchacha que recibió el puñetazo en el abdomen no salió disparada como una bala de cañón. Tuvo el tiempo necesario para cubrirse, de lo contrario habría resultado fatal. Pero su cuerpo no pudo, temblando, y sangre brotando de su boca y sus ropas destrozadas, revirtió a su forma original, desmayada en el suelo. Alzando su puño una vez más, se veían claramente sus intenciones.
Levantarla por la cabeza por su cabello, y hundirle la cara con otro puñetazo terremoto. Destrozarle el cráneo mediante las vibraciones. No iban a permitírselo. Así fue que Claudia y Kyle lo atacaron desde detrás. Con un brazo detuvo la patada de Claudia Kaiser, aunque demostró molestia dado que ella estaba usando Blood Rush perfeccionado y su fuerza era similar, pero detuvo a Völler en seco como un insecto. A la velocidad del rayo, Selene rescató a la koneko y Goldie apareció de repente, agachada, con intenciones de seccionar su estómago y arrancarle las tripas con su guadaña.
—¡Oye, oye!
Un mortal y esquivó la letal cuchilla de metal plata, manteniendo las distancias de los jóvenes.
—¿Esa es una guadaña maldita?
—No. No lo es —respondió Goldie con indiferencia—. Solo es una herramienta que encontré por ahí en una tienda de objetos antiguos. Es de pura fría plata. Preciosa, ¿verdad?
—Rosie. ¿Vas tú?
La gata de cabello negro y chándal no respondió verbalmente, solo asintió. Caminó hasta el Rey Demonio con confianzas. Se arremangó las mangas y se paró frente a Yatogami, la fusión de Yato con el Comandante Aogami. De brazos cruzados, mirada de superioridad y condescendiente, parecía una madre o profesora enojada con su niño.
—¿Qué vas a hacer? Ni siquiera Claudia que es tan fuerte puede mantener ese estado por mucho tiempo sin recibir daño interno. ¿También vas a usar la Fiebre de Sangre?
—No.
Inclinó la cabeza. No entiendo. ¿No tiene miedo?
Calentando los nudillos, y crujiendo su cuello, Rosie iba a saltar al ring.
—Prepárate, porque vas a ser mi perra.
—Eres muy graciosa tú, ¿no? Como tu novio.
—¡¡¡Aaaaaaaaaaah...!!!
—¡¡¡...!!!
Con aquel grito guerrero capaz de reventar tímpanos, Rosie Redd comenzó a concentrar y aumentar su poder hasta límites insospechados. El remolino engulló a la joven felina de cabellos negros. «¡¿Qué demonios?!» gritó Ichigo, temblando del miedo. ¿Desde cuándo había conseguido ella semejante poder? Y pensar que ellos eran la rama más poderosa de Japón. Claramente los Supernovas eran sus superiores directos, sus jefes, y obviamente serían más poderosos que ellos. ¿Pero tanta diferencia existía? Mundos de diferencia.
—¡E-esto es...!
Disipando el manto de energía vital, la bestial reapareció con un nuevo look. Su chándal verde oscuro fue sustituido por un novedoso conjunto más propio de peleas callejeras que otra cosa. Chaleco blanco corto y abierto, top negro que dejaba al descubierto su ombligo y minifalda con shorts negros ajustados debajo. Flotando junto a ella, una fácilmente reconocible lanza maldita: Falchion. A la altura de las muñecas dos sierras de viento rotaban como si se tratasen de pulseras, y un aura verde se hallaba pegada a su cuerpo.
—¡T-tiene que ser una broma...!
—Te creías muy especial por usar la Superforma, ¿no? Lo siento, chato, pero no eres el único.
Desenfundando su espada negra, ahora debía enfrentarse a una joven que no le tenía ningún miedo.
«¡Malditos seáis!», murmuraba el chamán de hace 600 años desde lo más hondo de su corazón.
Todo ello mientras un increíblemente violento rodillazo era asestado con enfermizas intenciones en la boca del estómago, y que no vio venir.
Parte 9
—¡Woooooah! ¡Super Rosie entra en escena!
—¡¿Pero qué tan poderosa es la Jefa?! ¡Nosotras dos solo podíamos hacer eso estando fusionadas! —vociferaron las gemelas, igual de emocionadas que Shiori.
—Haced las mates —les dijo el dios fallido—, solo tenéis que multiplicar. Además, ese estado no es como la técnica Fiebre de Sangre, Blood Rush, o como lo queráis llamar, que tiene cientos de nombres esa técnica, la virgen. Un método físico que multiplica tu poder base por diez y que ejerce tanta tensión sobre el cuerpo. Este es más poderoso y mejor al sincronizar tu energía con la del entorno. También, aumenta la regeneración.
—Je, esto entra ya en la categoría de transformación, diría yo, y es mucho más estable. Simplemente, no hay punto de comparación. ¡Es como un Modo Sabio, tío! ¿Puedo yo usar eso en lugar de Fiebre de Sangre, viejo? Dime, ¿cuál es el entrenamiento?
—¿A quién llamas «viejo»? ¿Quieres que te mate, hombre lobo? No te preocupes, puedo revivir a personas, siempre y cuando no lleven muertas más de tres minutos o el cuerpo quede irreparable.
«Oe, oe. ¿Está siendo sarcástico o realmente es capaz de eso?».
—¡¡Rosie se lo va a merendar con patatas!!
—No estoy tan segura yo de eso, sus poderes están muy igualados ahora; quién sabe si ese brujo tiene todavía algún as bajo la manga.
—¿Hablas de su hechizo de veneno? ¿El que usó contra Shiro-chan y el Jefe?
—Oye, va en serio, dejad de hablar las dos a la vez, da mal rollo —se quejó el hombre lobo—. No, esperad, mejor no hagáis eso de hablar por turnos cortando las oraciones, es peor, mejor dejadlo tal como está.
La Bruja de la Escarcha asintió. No le hicieron caso al bestial universitario.
—Sí. Un veneno sumamente letal y para el cual no hay antídoto, uno tan agresivo que te derrite por dentro. El «Veneno de la Rosa Negra».
—Pero ¿no mencionó el Jefe Jose que él ya «lidió» con esa cosa, y que no iba a volver a molestar más?
—¿Qué queréis decir?
—No lo sabemos —le contestaron a la gata tricolor encogiéndose de hombros—, eso fue lo que dijo.
—Hablando del Jefe —interrumpió Ichigo rascándose la nuca—, ¿dónde carajos está él?
—Por allí va—señaló Oliver.
Parte 10
—A-aah...
Gote, goteo.
Líquido rojo se derramaba lentamente como un licor sobre el duro asfalto.
Sentía como si le devorasen por dentro.
La espada negra se había atascado en su hombro, pero aún así, el chico seguía ejerciendo fuerza, desconcertando a su oponente. ¿Estaba ido de la cabeza?
Al final, rasgando músculos y tendones, el arma incluso perforó el hueso, atravesando por completo la articulación y mostrándose por detrás.
Una herida fea y horrible, y una que debería dolor muchísimo.
Aun así, él seguía sonriendo.
Un sonrisa malévola, retorcida y psicótica.
—¡¡Te tengo, Yato!! —celebró.
Demasiado tarde. Se dio cuenta demasiado tarde. No había escapatoria alguna.
Se dejó apuñalar a propósito.
Estirando su brazo agarró el rostro de la maldita marioneta bien fuerte, que no se escapara.
Solo con la fuerza de una mano ya podía matarlo, rompiéndole literalmente la cara, arrancándosela de cuajo.
—¡Haaah, haha! ¡Calcinación!
Una explosión brutal de plasma borró de la existencia a aquel estúpido muñeco de madera, ni siquiera dejó las cenizas para el entierro.
Agotado, suspiró tan fuertemente que se le iba a escapar la felicidad.
Por el camino sus heridas cerrarían y la bufanda le sanaría. Algo así no dejará cicatriz, a menos que se trate de fuego o electricidad.
La ropa no era problema alguno tampoco, se repararía. Aunque lo mejor sería ponerse cómodo y algo que le permitiera dar el 120 % contra tan temible enemigo que parecía sacado de una serie de ninjas mágicos.
—Está bien... Todo por querer ganar sin mostrar mis cartas. —Dándose dos palmadas en la cara, se espabiló—. Ahora, a por ese hijo de puta. Entremos a esa barrera.
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