Capítulo 10: Barrera y el chamán más fuerte

Parte 1

Si hay algo que le encante al Comandante Kyle Völler, alias Thor, hacer, eso no es otra cosa que recopilar información. Para aquellos menos avispados, en términos más simples, espiar y cotillear. Uno de los conceptos más básicos que los magos deben aprender es aquel de pasar desapercibido, de ahí la existencia de tantos hechizos muy variados que logren hacer desaparecer la presencia de uno, que lo ignoren aunque haga algo impactante o que desafíe la lógica, o afectar la mente de la gente para limpiar amplias zonas en ciudades. Él, como buen maruja de manual, se aprovechaba del hechizo del huevo negro para recibir la misma atención que una piedra en el camino: ninguna. ¿Aunque no se correría el riesgo de ser pateado por un niño o adolescente futbolero? A la mayoría de Supernovas ya les pisaron la cola, con lo que eso duele.

Había hecho costumbre suya el instalarse en azoteas de edificios de viviendas, plantar una tienda de campaña de las que se compran en grandes superficies destinadas a material deportivo, y vigilar día y noche con sus prismáticos favoritos. No, estos no eran mágicos, eran unos binoculares cualesquiera comprados en un centro comercial cualquiera. Y así fue como se dispuso a descifrar los secretos de la familia Lemon, desde lo alto de la azotea de la casa de enfrente.

Tenía dos motivos para llevar dicha investigación a cabo.

El primero, eran sus enemigos.

El segundo, y quizás este fuera el principal realmente, el albino le resultaba atractivo.

Ciertamente, si bien un chico normal, el semihumano de 16 años de edad al tener esa tonalidad blanca de cabello y ojos como rubíes le daban la sensación de volverlo muchísimo más tierno de lo que realmente era, y sumado a las esponjosas orejas de gato, lo volvían alguna especie de mascota cien por ciento achuchable. Y si se tostaba al sol y acababa moreno, el contraste lo volvía mil veces más dulce.

—Aaah... Quiero ver algo bueno, pero no hacen más que cosas cotidianas. Ups, estoy babeando otra vez, ha, ha, ha.

Inclinando los binoculares, apuntó a la azotea. Una chica morena de largo cabello azul y ojos verdes había subido a regar las flores con una pesada regadera de metal gris, Marina Hala. Su objetivo podía verse en la plaza jugando con un balón con su hija pequeña y la gata de cabello negro, Rosie Redd. Kate y Camila también jugaban, y muy seguramente Aitor se uniera más tarde en cuanto terminase aquel helado de vainilla que lamía sentado en el banco de madera.

—...

Silencio.

Eso es muy aburrido, pensó.

—¿Qué hay dentro de la casa?

Por la cristalera se veía parte del salón y la cocina. Algo grande, tal vez una lasaña o un pastel estaba calentándose lentamente en el horno. Solo le interesaba la zona de los sofás, la mesita baja, la televisión conectada a dos consolas y la chimenea con fotos familiares y discos; por la ventana derecha solo se veían las escaleras y la entrada al baño. Vio una figura deslizarse hacia la derecha, donde las escaleras, iba a subir. Subiendo un piso, en el balcón de la izquierda que daba a la carretera se encontraba Emma, leyendo un libro en su tableta. Entonces, a través de la ventana del cuarto derecho que daba a la plaza, vio aparecer una chica albina, Phoebe Lemon, la hermana mayor.

La muchacha cargaba con cantidad de telas. Al parecer, se disponía a coser. Lo primero que hizo fue cerrar la ventana y el cierre del balcón, sin embargo no echó las cortinas o la persiana. A Kyle no le pareció extraño, simplemente no quería escuchar el ruido de los balonazos y jaleo de fuera en la plaza. El típico y molesto ruido de niños jugando a la pelota. Oh, y un relámpago caído del cielo por intentar Jose hacer «fluf, fluf» a la cola de Selene sin permiso.

Se acomodó en su sillón gamer, abrió una caja de latón donde se encontraba toda clase de material para coser, miró unas revistas desperdigadas en su escritorio, y se quedó quieta. En su mano derecha sostenía la aguja y botones, en la izquierda, rollos de hilo negro, rojo, azul y blanco.

—... ¿No se va a mover?

El tiempo relativo se hacía más presente con cada segundo que el reloj digital de su muñeca mostraba en su pantalla.

Parecía una estatua.

¿Se habría dado cuenta de su existencia? ¿Sería una broma? ¿O le ocurría algo poco normal, fuera de lo usual? Después de todo, alguien que se lanza de forma alocada contra un grupo terrorista conformado por adolescentes traumados con superpoderes muy bien de la cabeza no debe estar. No fue hasta que vio que comenzaba a trabajar a una velocidad nunca antes vista, y sobre la mesa se agolpaban formando una torre perfecta polos de diversos colores, algunos intercalando franjas de los distintos hilos anteriormente mencionados, creando diversos diseños y patrones.

—¡Terminé!

—¡¡¡Y una mierdaaaa!!! —gritó dando un golpe a la cornisa de la azotea con la mano, tirando los binoculares por encima de su hombro—. ¡¿Pero esto qué es?! ¡No usó magia! Ah, ah, me he hecho daño en la mano. Magia de curación, magia de curación... Uf, uf.

Molesto, recogió los prismáticos.

¿Qué demonios? Si realmente podía crear productos así de rápido, mejor automatizarlo todo con un hechizo repetitivo, similar al concepto de una impresora, y que se pusiera a jugar. Fue justo ahí que Kyle se preguntó lo siguiente: si no le costaba nada coser y gestionaba la tienda online por las mañanas y las tardes, ¿en qué gastaba el resto de su tiempo libre? Eran las 13 horas. Faltaban dos horas para comer, según su horario.

—A ver. Esta debe ponerse a estudiar magia.

Enfocó bien. Y vio algo sospechoso.

Phoebe Lemon miró a un lado, luego al otro, asegurándose que no hubiera nadie. Incluso miró al techo, ¿estaría escuchando si Marina se movería? Posiblemente. Pero ella estaba cuidando de las plantas en las macetas. Los tulipanes estaban creciendo sanos y fuertes, aun más las violetas y los dientes de león.

—Bueno, vamos a disfrutar un poquito.

Con un solo toque al teclado del ordenador que sustrajo de la bandeja del escritorio, prendió el monitor y sacó la PC de su estado de suspensión. Se levantó del asiento y comenzó a quitarse la ropa, la cual dejó tirada sobre su cama, justo atrás suya de manera descuidada, quedando completamente desnuda.

—W-wow... Creo que hasta podría volverme bi solo por ella. Debería grabar esto, a Aogami le va a encantar. Si ya gano suficiente dinero con las nudes de Claudia, no quiero saber con este material.

La muchacha blanca como la nieve se tumbó en el asiento, cómodamente tecleó la contraseña, desbloqueando el ordenador, hizo clic derecho en el navegador de la barra y abrió el modo incógnito. Acto seguido reclinó el respaldo dando a la palanca del sillón con ruedas y abrió sus piernas. Lentamente dirigió su mano hacia su lugar secreto.

—Creo... que voy a ignorar esto.

Viendo que el resto del grupo tiraba para el paseo marítimo, o eso creía él, una bombilla se encendió.

—Aprovecharé para entrar en la casa. Sí, eso haré. Marina es estúpida, no me encontrará.

Usando sus poderes mágicos se teletransportó justo en el banco de madera donde Aitor estuvo comiendo el helado. De haberse trasladado ahí y haberse sentado, se habría manchado el pantalón.

—Faltó poco —se dijo—, ¿y en serio vainilla? Tantos sabores por elegir y escoge el más aburrido. Mira, es por estas cosas que no me gustas, aunque estés bueno.

Tranquilamente comenzó a caminar hasta la puerta de la casa.

Con toda la confianza del mundo, sabiendo que estaba abierta porque la autoproclamada sirvienta Kate entró a por su bolso e iba a salir enseguida, se dirigió con fuerza, valentía, pecho bien inflado. De salir, la chiquilla le pasaría por al lado sin percatarse de su existencia, era un huevo vacío, una persona «no existente».

«¡Hehehe! Podré tumbarme en su cama, mirar su armario, echar un vistazo a su ordenador personal».

¡PAM!

El sonido de algo chocando contra un sólido panel de cristal reforzado.

Gotas de líquido rojo cayendo al suelo de piedra, y un chico sentado en el suelo llorando a causa del golpe.

—¡Ayayayayay! ¡Eso dolió!

Poco le faltó para haberse roto la nariz. La escena era tan absurda como divertida, al igual que en esos vídeos de Internet donde los niños pequeños salen corriendo, no ven que el balcón está cerrado y se chocan contra el limpio y transparente cristal.

Solo que aquello no era un cristal.

Ni siquiera había cristal.

Aquello era una barrera.

—Nngh... ¡Ayay! ¿Qué fue eso?... ¿Un domo?

Sorprendido y enojado, el calenturiento mago adolescente alemán había chocando contra un muro impenetrable invisible.

—¡A la mierda la puta barrera, joder!

Dio un puñetazo, pero no golpeó nada. Al aire, solo a eso.

No podía usar ataques mágicos, revelaría su situación. Y a pocos pasos de él se hallaba una hechicera, revelaría su ubicación. De bajo nivel, ciertamente, pero era protegida del chico que le gustaba. Si le hacía algo, o se descubría que el Comandante rondaba la casa, perfectamente era conocedor de que no saldría ileso de ese pueblo. Y con una posibilidad del 70 % de salir vivo.

Y ya lo decía él: «Si no es 100 %, entonces es 50 %».

Intentó caminar, quizás la barrera impedía a gente acercarse si mantenían activos algún hechizo. Regresando a ser detectable y visible, caminó.

Para su sorpresa, ¡un fuerte campo magnético lo repelía!

La viva imagen de alguien intentando juntar dos polos idénticos, no podía dar el siguiente paso. Cuanto más se esforzaba, más fuerza era ejercida sobre él.

—¡Agh, me rindo! Probaré por arriba.

No le importaba ser visto por Marina Hala, ¡iba a robar esa ropa interior a como diera lugar, sí o sí!

¡Pum!

Al igual que un mosquito estrellado contra la luna del coche, el muchacho de larga melena rubia rockera, camisa corta amarilla y bermudas moradas fue estampado contra el banco de madera de la plaza más cercano a la casa, golpeado por una fuerza desconocida.

¿Y bien? ¿Qué coño haces tú aquí, eh?

Feroces ojos verdes, tiernas orejas de gato con espumoso pelo blanco dentro, largo cabello negro y una cola que se movía de manera amenazante. La futura esposa de Joseph Lemon, y la madre de Chocola.

—A-ahh...

Kyle mudó el color como una serpiente de piel, tornándose blanco.

Ni falta hace falta explicar que tuvo que salir corriendo inmediatamente después de eso.

Parte 2

El Ocean Tornado estaba en total calma. Mientras esperaban a que los dos Comandantes despertaran, las chicas se pusieron a hacer sus cosas. Jose, Goldie y Rosie, acompañados por Shiro, convocaron en el lugar a la rama de Tokio y colaboraran en la búsqueda de Aogami, actualmente Yatogami. Inicialmente quedaron fuera de la tarea por dos obvias razones: su bajo poder en comparación con el núcleo (Supernovas) y el elevado peligro de muerte que conllevaba lidiar con un demonio de nivel medio-alto. Si lograban avistarlo, tan solo debían llamar y retirarse inmediatamente. Quienes si acaso algo de pelea podían darle a aquella maldición andante eran las gemelas Makishima con su As Oculto e Ichigo en su forma intermedia entre bestia y humano.

Jose jugueteaba con el teléfono del Comandante, mucho les llama la atención la aplicación del radar. Lo primero fue husmear en los chats privados y del grupo, pero no había nada fuera de lugar. Si no tenían en cuenta, claro, que Kyle se sentía atraído por el felino albino, cosa que lo asqueó muchísimo y se replanteó muy seriamente si arrojar el teléfono y dejar que se hundiera en la parte más honda del puerto. Al igual que No Name, ellos usaban aplicaciones privadas creadas por ellos mismos para comunicarse sin ser intervenidos por el gobierno sin ser rastreados. Obtuvieron una información crucial: futuros ataques, personas a las cuales apresar, objetivos de Simeon y los suyos, y una pequeña base de datos de aliados desaparecidos, entre ellos la Mentalista Honey, prima de Aogami. Claramente el lado oscuro de la fundación estaba tras todo ese regadero de desapariciones misteriosas y «accidentes».

—Kyle estaba infiltrado en el chat señuelo, ja, ja.

—¿Así que era él quien hacía esos dibujos tan guarros de ti? —dijo su hermana.

—Voy a encender la app del radar, anda. Por cierto, no lo voy a sacar del servidor, quiero torturarlo un poco más. Y usarlo, a ver si nos hace algo bueno, como un cómic.

—Como quieras —respondió su prima francesa pegada a su teléfono—. Pero, como vuelva a hacer otro puto doujinshi mío con Aitor, ahí será cuando saldrá perdiendo.

—¿Le reventamos el ordenador o le partimos las piernas?

—Las manos mejor.

El jovencito abrió el programa. Un radar apareció en pantalla, desplegando el mapa de la ciudad. Una animación de ondas se emitía desde la foto de perfil de Kyle, en el centro de la pantalla. Justo al lado aparecían varios puntos verdes, con sus nombres: Marina, Selene, Aitor y Ike, y un medidor similar a un termómetro que cuantificaba el poder.

—Oooh, así que con esto lo buscaban. Y estáis registradas y todo, chicas. A ver si puedo pasarme esto a mi móvil y al resto del grupo.

Selene metió la cabeza, dificultando su visión. Celosa, Marina la copió, pero desde la derecha.

—Oye, que no veo.

Rosie solo le dedicó una mirada, y suspiró.

—¡Con esto tendremos una ventaja táctica enorme! Todos los de New Dawn son superhumanos, ¡y los que no aparezcan en pantalla serán humanos armados o magos! Es muy preciso, hasta el débil de Aitor es registrado por el radar.

—¡Oye! Ya no soy tan débil, ¿eh?

—Pero si te puedo ganar de un puñetazo, Aitor —fanfarroneó la chica zorro.

—Pero tú eres muy bruta.

—Hmm...

—Ay... Qué ruidosos.

Ike se estaba despertando. Cuando abrió los ojos y se incorporó, lo primero que vio fue una preciosa niña de piel blanca, cabello nevado, ojos ámbar y tiernas peluditas orejas de gato. Su mirada era curiosa. Vestida con un top y shorts, le pareció bonita.

—Shiro desu. La amante de Jose.

—¿Jose? —repitió para sí mismo, y en cuanto giró el cuello, vio a los Supernovas. Comenzó a temblar, daba la impresión de que se iba a mear en los calzones en cualquier momento, completamente paralizado por el miedo.

—Bueno, ¿quién lo tortura? —anunció Goldie—. ¿Yo misma?

—¡¡¡Hiii!!!

Era una ratita asustadiza.

—Shiro lo hará —respondió la gatita loli.

Esta cerró su puño, lo retrajo y justo cuando estaba por golpear el pecho del muchacho, quien se hizo bolita contra el respaldo del sofá, se detuvo.

—A-aaaah... ¿Eh? —Abrió los ojos, ella estaba sonriendo.

Los demás, también.

—Puuuunchi~~ —dijo al tocar su pecho suavemente.

—¡¡¡Hahahahahahahahahahah!!!

—¡¿En serio creíste que te íbamos a pegar así porque sí?! —habló Rosie—. ¡Qué tonto!

También la pequeña gatita se reía. Era normal, él era fuerte, pero los Supernovas eran monstruos. Débil comparado con ellos, capaces de destruir ciudades si iban con todo.

—Mmm... Eres tan miedica que no vales ni para beta, eres un omega. A ninguna nekomusume le gustarás así.

Su rostro se tiñó de rojo de la vergüenza, y metió su cara entre sus rodillas.

—Dejadme en paz... ¿Y Claudia y Kyle?

—No te preocupes por ellos, están bien. Descansando en la cama de proa —le contestó Jose—. ¿Quieres algo de beber? ¿Agua, limonada, naranjada, refresco...?

—Una coca.

—Marchando. ¿Algo de picar? Hay un cóctel de frutos secos.

—Pedazo yate tenéis. Pequeñito, ¿eh? Pero no le llega ni a los talones a nuestro Olympus.

—Kyle —lo regañó su amiga.

—¿Aunque esté siendo reparado y llevará semanas?

Jose le tenía ganas, sus felinos ojos estaban clavados en su cara, no dejaba de seguirlo con la mirada. Diligentemente sirvió refrescos, té y algo para picar, pero hubo una cosa que quedó clara como el agua que quizás el despreocupado mago de los electrones pasaba por alto: mi casa, mis reglas. Como si Joseph Lemon fuera seguidor de la Iglesia de Satanás, las llevaría a cabo.

—Pero aun así está muy bien —añadió de inmediato al sentir que cualquiera lo apuñalaría—, es un velero muy grande, ¿son 12 metros de eslora este? Perfectamente vale para competiciones de muy alto rendimiento y dar la vuelta al mundo como Magallanes, ¿no? Ja, ja, ja. Por favor, no me matéis. Dejad de mirarme como si fuera escoria.

Una mano lo agarró del cuello de su camisa y lo levantó del asiento, ahorcándolo. ¿Cuándo fue que el albino acortó la distancia presente entre el fregadero y la mesa? Eso daba igual, pero los ojos de los dos hermanos y la prima francesa brillaban con sed de sangre; de no estar el resto presentes, lo despedazarían. Sus garras, desenvainadas y bien afiladas, se presionaban contra su cuello, clavándose. Sin quererlo le ocasionó un pequeño corte que, si bien no dolió, un hilo de sangre comenzó a emanar de la diminuta herida.

Escucha, hijo de la gran puta. Sabemos que tú fuiste quien inventó los círculos mágicos explosivos invisibles que se cobraron más de 200 vidas. Vas a colaborar para atrapar a Yatogami, y si no ayudas, no te preocupes, dormirás con los peces. No es como si te necesitemos. ¿Prefieres un candado de plomo y una pulserita de hierro blanco, o mejor unos zapatos de cemento estilo mafia?

Phoebe Lemon continuó en lugar de su hermano menor.

En ninguno de los dos casos sufrirás una muerte dulce; morir ahogado es de las peores formas de morir, ¿sabías?

Goldie Lemon tomó el relevo. Parecían un trío de demonios tan aterrador que nadie se atrevía a intervenir si no querían ser convertidos en polvo de una sola mirada.

Demasiado suave, el final es muy indulgente. O si mejor prefieres, podemos ser algo más creativos. ¿Escafismo como los persas? ¿O prefieres el águila de sangre, siguiendo con tu tema nórdico ya que estamos? Aunque me gustaría verte morir a causa del mordisco de una boomslang. El veneno correrá por todo tu cuerpo, y es muy agradable. Poderosas nauseas, fuertes vómitos, aumento drástico de la temperatura corporal, y lo mejor es que morirás desangrado tanto por fuera como por dentro. Literalmente mearás y llorarás sangre, no te apagarás hasta que tu cerebro y corazón sangren. Será un placer observar todo el proceso.

¿Qué tal si usamos la medusa australiana esa, la avispa de mar, hermano? —sugirió Phoebe.

No —negó inmediatamente el varón—. Moriría en solo unos minutos. ¿Qué tal si usamos un toro de bronce? Desollarlo vivo o la muerte por mil cortes haría demasiado desastre. Al menos nos divertiremos.

No estaban para nada bromeando, totalmente en serio iban a asesinarlo de la manera más cruel que se les pudiera ocurrir.

¡Hisss! Además, intentaste hacerle daño a mi hija. —El chico rubio miró a Rosie cruzada de brazos, cuyas venas de la frente se engrosaron, mostrándose, y sacó las garras—. Tú eliges, nos ayudas y vives, o no llegarás al próximo amanecer.

¿Qué tal si lo hervimos como oden? —preguntó Phoebe—. Dicen que la carne humana sabe a cerdo, pero jamás la he probado. ¿Haces el honor, Kyle? Con aceite será un silbido. Será divertido, y delicioso —dijo relamiéndose los labios.

Creo que hay huevos, harina y pan rallado de sobra en la despensa. ¿Comenzamos pues?

Yo misma me encargo de sacarle las tripas. Las limpiaré y haremos cascarilla. Pero los médicos no recomiendan mucho comer humano, tienen demasiada grasa. Phoebe, ve por las especias.

Todos los presentes notaron que la conversación se estaba yendo de las manos. Incluso Claudia estaba aterrada, cubriendo su boca con sus dos manos y contra la pared, sus piernas en una postura ><, temblando. ¿No se supone que los adultos deberían intervenir en ocasiones como esta? ¡¿Entonces para qué diablos están?! Si los acontecimientos seguían ese curso... ¡Kyle haría de sustituto para el pollo frito!

—A-aaah-aaaaah... —Ike temblaba de miedo, tanto que se abrazó a Aitor.

—Primera vez, ¿cierto? —dijo asombrosa indiferencia—. No van de farol, hablan MUY en serio. Han asesinado a talibanes a quienes primeros ataron en un sótano y los hicieron ver porno gay del duro durante días seguidos, y su única fuente de alimento eran bocadillos con carne y manteca colorada de cerdo y polvorones, antes de ser ejecutados y tirados a una zanja.

Ahora sí, eran unos verdaderos monstruos.

Incluso las Supernovas Rosie, Marina y Selene retrocedieron, junto con Emma, Kate y Shiori. Pero Shiro-chan no reaccionó en absoluto, solo parpadeó. No entiendo.

Todo era una mentira ideada por ellos con la colaboración de Aitor. Había sido preparada de antemano mientras dormían, y no se les dijo nada a las demás para hacerlo más realista. Sí, esos dos primos eran innegablemente malvados. Pero nunca habían llevado semejantes atroces acciones a cabo. Y si bien perfectamente podrían, no les interesaba. No porque no fuera su estilo, sino más bien porque los gritos humanos les son muy molestos. Eso sí, gustosamente se sentarían a ver cómo moría Kyle envenenado o hervido mientras comen palomitas, de eso nadie en la sala tenía duda alguna. Y de que ejecutaran a los terroristas, también.

¡¡¡Quitadme a estos locos de encima!!! —gritó en alemán.

—Vale, ya está bien —interrumpió Rosie—. Dejadlo ya en paz, no vaya a mearse encima. Escucha, Kyle, nos vas a ayudar quieras o no, y como intentes pasarte de listo, seré yo quien te aniquile. Jose es solo mío. ¿Te enteras, maricón de mierda? Búscate a otro.

—¡S-sí, señora!

«¡Santo cielo, están todos locos!», pensó Claudia Kaiser.

—¡¿Cómo que tuyo?! —berreó Marina.

—Q-quisiera decir algo —dijo Selene levantando la mano como si estuviera en clase—, pero veo que no importo.

—Shiro es la amante felina de Jose, así que no le importa. —Abrazó a su amado y esnifó su esencia a limón fresco, realmente su olor a limón le fascinaba a las féminas—. Umu, está bien. Shiro está contenta con eso.

—¿Puedo ser yo también una amante felina? —preguntó Shiori mientras se señalaba a sí misma y la batía la cola de lado a lado.

Sin comerlo ni beberlo, cambiaron de tema radicalmente. Goldie y Aitor se quedaron los dos rascándose la mejilla. Esto no estaba en el plan...

Parte 3

So, ¿me estás diciendo que tú, Oliver, les has preparado una prueba a mis chicos?

—Así es. Quiero ver de qué son capaces. Cuáles son sus límites y si pueden superarlos. Hasta dónde pueden llegar.

«Después de todo, "mamá", eres consciente y bien sabido es en todo el bajo mundo que niños y niñas que recogiste se acabaron volviendo verdaderos monstruos, terribles magos de enorme poder e influencia».

—Interesante —dijo Akane—. ¿Tiene que ver con la yincana de dar con el puñetero de Aogami?

—Efectivamente. Estoy al tanto de que ambos bandos buscan a Aogami por sus propios intereses. Y el propio Yato también quiere algo. Es por eso que he hecho uso de los deseos de cada facción y preparado un impecable escenario perfecto para el enfrentamiento. Yato conseguirá su deseo, aunque más correcto sería decir que todos sus deseos se cumplirán. Sea New Dawn, Supernovas o el hechicero de hace seis siglos, todos ganarán algo en este encuentro.

—Eso no lo he entendido bien —puntualizó la mujer gato—. ¿Dices que sacarán algo positivo?

—Tú, ¿qué estás tramando? —amenazó Bonnibel con la mirada con convertirlo en una estatua de hielo—. No creo que te hayas tomado la molestia de armar todo este teatro solo porque te aburres. ¿Qué es lo que quieres lograr esta vez?

El dios incompleto solamente respondió con una engreída sonrisa.

Parte 4

Había salido a cubierta a tomar algo de aire fresco antes de merendar algo, pero el aperitivo tendría que esperar.

—¿Qué coño es esto? —vociferó Kyle.

Cuando salieron del barco, los Supernovas y los dos Comandantes vieron algo que los sorprendió. Desde el puerto de Tokio podían observar como todo el distrito especial había sido encapsulado en un impresionante domo de color rosa pálido. Dispuestos a recorrer el camino desde el puerto hacia Shibuya, un trayecto de alrededor de tres horas que para ellos se volverían unos pocos minutos, se encontraron con la chocante realidad mucho antes de alcanzar la barrera. Un panorama sacado del fin del mundo. Un barrio tan vivo... estaba completamente desierto. Ni una sola alma humana podía verse. Y el desastre no se limitaba a los humanos únicamente. Otros seres vivos como gatos, perros, palomas o cuervos tampoco se sentían, mucho menos los insectos. El silencio era el rey absoluto. ¿Adónde se había ido todo el mundo? Tantas personas no podían haberse desvanecido como por arte de magia.

Pero... hablábamos del supuestamente hechicero más poderoso de hace 600 años, considerado un demonio y que había burlado a la muerte, transfiriendo su alma a sus espadas y reencarnando al poseer a un muchacho de su sangre.

Adentrarse en la barrera sin un plan era suicida, pero no quedaba más remedio. Fue entonces cuando presenciaron con sus propios ojos cómo una barrera secundaria, invisible, se expandió, emitiendo una pulsante onda que borró a incontables personas en el área. Simplemente desaparecieron, se desintegraron, sin más. Y nadie pareció percatarse, como si no hubieran existido nunca.

—¡¿Pero qué puta mierda?! —gritó Jose—. Efecto memético incluido y todo.

—¿Pero las barreras no manipulan ya la mente de manera pasiva? —le recriminó con tono irónico el Comandante al Supernova—. Deberías saberlo.

—¿Este dominio está usando a los seres vivos como sacrificios? Qué miedo. Tenemos que pararlo cuanto antes. Nosotros podríamos acabar igual.

—Estoy de acuerdo, Phoebe. Tan solo en Shibuya ya hay más de 200.000 personas. Y más de 12 millones en todo Tokio —explicó Kyle—. Si no detenemos a ese brujo, quién sabe lo que nos espera. Seguramente esté absorbiendo la energía vital de todas estas personas. ¿Pero para qué? Es lo que no alcanzo a entender. Es más, ni sabemos qué hechizo está empleando.

—Shiori-chan, deberías regresar al barco —aconsejó la sirvienta que empuñaba una lanza—. Esto será muy peligroso. Si Emma y nosotras no hemos sido borradas aún, eso es porque tenemos una cantidad de energía vital superior a una persona común. Pero no estaremos a salvo para siempre.

—De acuerdo. Os deseo mucha suerte. Por favor, ¡ganadle!

—No. —Emma apretó sus puños y confió en el reloj digital en su muñeca izquierda—. Yo no me voy. Pelearé con vosotros. Jose, dame una bendición de las tuyas.

—¿Emma?

—Déjala. Yo también quiero ver qué se trae entre manos. Si el Pulverizer sirvió contra Kyle, ¿por qué no contra un brujo? Un bazucazo y pa' su casa.

Rosie introdujo el brazo en el velo. La textura era similar a la pared celular presente en los seres vivos.

—No es por nada, pero parece que podemos entrar. ¿Nos está... esperando? Además, parece alguna especie de semilíquido o gelatina, es pegajosa pero no se queda en la piel o ropa, me da cosa. Es como el hidrogel, creo.

—¡Ngh! No me gusta la sensación, quema un poco la piel, como si metieras la mano en lejía —se quejó Aitor.

El resto de los Supernovas los imitaron, y Phoebe como si fuera estúpida metió todo su cuerpo, alarmando a los demás, solo para inmediatamente después poder salir.

—Raro. ¿Una barrera que permite salir a tus enemigos? Es extraño. ¿No creéis?

—¡Casi haces que me dé un infarto, hermanita! ¡¿Qué pollas haces?! ¡¿Y si no podías volver a salir?!

—Si de todas formas tenemos que entrar, ¿no?

Todos se llevaron una mano a la frente y resoplaron, negando dos veces con la cabeza. No tiene remedio.

—Phoebe, de verdad... —suspiró Claudia.

—Razón no le falta —habló Kate Onion—. Una barrera de este tipo se emplea para atrapar a tus enemigos y que no puedan huir, así te es más fácil matarlos. ¿Pero permitir que escapen? Quizás el ahorrar recursos en lugar de permitir que solo sea de una entrada es lo que permite su tan amplio rango, y el que sea capaz de extender aún más. Con menuda cosa acabamos de toparnos.

—¡Vamos dentro! Hay un demonio al que crujir vivo.

Una alianza temporal, solo por esta vez, Comandantes y Supernovas colaborarían para salvar la ciudad de Tokio de la destrucción. Colocándose en fila, todos dieron un paso adelante y cruzaron la barrera mágica y penetrando en territorio enemigo. Sus dominios, el brujo sabría su localización exacta, sus técnicas se verían potenciadas. Él era el dueño del juego y jugaba en casa, ellos, los invitados que darían lo mejor para derrocar al injusto tirano. Bueno, no todos cruzaron.

¡¡THUDDDD!!

Hubo alguien que se quedó fuera.

Como si fuera un reforzado cristal antibalas, la película impidió el acceso a Joseph D. Lemon, a quien le faltó poco para romperse la nariz. Con lágrimas saliendo de sus ojos y manchando de sangre su pecho y el suelo, se preguntaba qué demonios había ocurrido. Kyle se reía de él, Goldie también, y Claudia mostraba una sonrisa torcida entre «eso fue gracioso» y «no entiendo el porqué, pero ha sucedido».

—¿Estás bien, senpai?

—Estoy bien, estoy bien... Me curo en nada. ¡¿Pero de qué va el monje este?!

—Parece que te quedas sin entrar, darling.

—Quizás no le guste la ropa que lleva, es demasiado chillona.

Claudia tenía razón, era un buen punto. Ciertamente, la ropa que el semihumano varón llevaba era un tanto llamativa. Una camiseta hawaiana morada y flores amarillas, unas bermudas desgarradas e iba completamente descalzo, porque le daba la gana. Y el llevar una larga bufanda de lana azul enroscada alrededor del cuello no ayudaba en absoluto a retirar esa etiqueta de «¡¡¡TURISTA!!!».

—Como te burlaste de Yato anteriormente, ahora no te deja entrar como venganza. ¿O será que te tiene miedo? Casi lo mataste, senpai.

—Da igual, adelantaos. Yo... me sentaré aquí, supongo. Siento a la gente desaparecer a intervalos aleatorios a gran velocidad; iros de aquí, anda.

—¿Estás enfadado, cariño? Querías luchar, ¿verdad?

Cruzado de brazos, adoptó la postura de loto y cerró los ojos. Claramente estaba mosqueado de haber quedado fuera antes de comenzar lo bueno.

—Confío en vosotros. Mucha suerte, os estaré viendo desde aquí. Si necesitáis mi ayuda, contactad conmigo por telepatía y os guiaré. Si no, no os preocupéis, os llamaré yo.

—Hehe, estás hablando como un viejo —rio el Comandante.

—Simeon también hace eso mucho. Vamos, Kyle.

—Senpai, me quedo contigo. No quiero que estés solo.

—Gracias, Shiro-chan.

Imitándolo, ella también se sentó en el suelo. Viéndolos marchar hacia la plaza Hachiko, Jose chasqueó los dedos e hizo aparecer una lata fría de Dr. Pepper en su mano izquierda que abrió con su uña.

—¿Quieres? —le ofreció.

¡Ja!

Con otro chasquido más, agarró otra lata salida de ninguna parte, se la abrió y alegremente los dos brindaron mientras bebían la burbujeante bebida azucarada.

—¿Tienes algún plan, senpai?

—Mmm... No. —Dio un trago a la lata de aluminio, y eructó—. Pero ya se me ocurrirá. ¿Qué tal si solo pasamos el rato aquí, los dos juntos?

—¡Ja, ja, ja!

Ella también dio un trago. Él, chasqueando los dedos, sacó dos sillas, una mesa con sombrilla y el famoso tablero que arrasaba en las tiendas, «Nina», idea de Goldie para hacer billetes, y se pusieron a jugar a las cartas mientras se bebían el refresco y picaban nachos con queso fundido y jalapeños.

—Senpai, ¿no vas a romper la barrera? Oh, gané a tu Kevin con mi Erika. Murió.

—Tks, cago en la puta. ¿Me forzarás a jugar la carta de Reinicio de Ciclo? Ni falta que hace, aun así podemos entrar. ¿Vemos los combates? Quiero ver qué tan fuertes se han vuelto.

¡Ja! Pero ¿cómo podemos entrar?

—Es muy simple. Esta barrera está hecha para mantenernos a nosotros fuera mientras que permite a otros entrar; reconoce nuestro ki. Con eso en mente, solo tenemos que ocultar nuestro ki, mantenerlo bajo mínimos hasta el punto de que sea imperceptible, o engañar a la barrera imitando la huella vital de otra persona. Facilito, ¿no?

—¡Jose-senpai, eres un genio!

—No, no. Simplemente soy malvado, eso es todo.

—Pero ¿tienes tal control?

—Créeme, no doy sustos de infarto por nada.

Parte 5

Justo en medio del famoso cruce, un joven conocido por ellos se dejaba ver. Erala única figura existente en todo el barrio, Kusanagi Aogami. Al igual que un monje se prepara para un ritual, él también se había vestido para la ocasión, portando un kimono de mujer blanco de mangas anchas con decorativos tribales rojos. En una faja en su cintura, dos katanas claramente malditas. Sus oponentes eran varios, y aun así no parecía tenerles en absoluto nada de miedo, sabiendo quiénes eran.

—Finalmente llegaron. Pensé que se achantarían... Aunque eso no va con ustedes, ¿me equivoco? —habló el demonio a través del cuerpo de su amigo—. Sin embargo, no veo a la pequeña gata blanca de ojos amarillos con ustedes. ¿Decidió quedarse al otro lado de la barrera con el albino?

«No tiene remedio, pensaba entretenerme con ella después de todas las palizas que me había dado mientras aún me adaptaba a este joven cuerpo».

—De todas formas, eso ya no importa. En unos minutos la zona consumirá todo Tokio, no hay nada que puedan hacer para detenerme, tan solo retrasar lo inevitable. Así que, he decidido jugar un poco con ustedes, jóvenes magos. Quiero que me muestren, todos, de qué son capaces. Si realmente tienen madera de enfrentar a un verdadero Rey Demonio.

—Tchs, ¿qué está hablando el loco este? —exclamó Rosie Redd—. Leíste demasiadas novelas ligeras, viejo. ¿A leer manga y ver anime te dedicaste todo este tiempo? No confundas realidad con fantasía.

—Hahaha, ¡esto es buenísimo! Se cree realmente un personaje de dibujos animados. (Más vale que podamos vencer o estamos jodidos).

—¡¡KYLE!! Espera, ¿adónde se fue Ike?

Sin que nadie le echara cuenta, el compañero que traían consigo comenzó a correr hacia el área limítrofe del muro.

—¡Será mamón! —gritó Kate clavando su lanza en el suelo con enojo—. ¡Vuelve aquí, maricaaa!

—Ignorando eso, dime —exigió la gata negra—, ¿dónde tienes a los rehenes? ¿Qué has hecho con ellos? Más te vale que estén bien o vas a pasar un muy mal rato conmigo.

—Despreocupa, gato monstruo. Los humanos se encuentran bien, por el momento. Están sumidos en un sueño frío, o animación suspendida. Aunque lentamente serán drenados de su fuerza vital y serán sacrificados como parte del Ritual del Renacimiento Umbrío. Claramente, ustedes también formarán parte del ritual, como los pilares centrales.

Está bien, es hora de sacarte de ese cuerpo. Ya —exclamó Kaiser—. No dejaré que hagas más maldades con el cuerpo de mi amigo.

—¿Estamos ya todos? Si así es, que dé inicio el enfrentamiento. ¡Logren entretenerme, patéticos mortales!

—Heh~. Vamos a bajarte esos humos, Basurami Yato —amenazó Goldie—. ¿Quién va primero contra este delirante tarado de mierda? Vamos a enseñarle a vestir bien, ¿os parece?

Charcos negros comenzaron a formarse en el suelo, de los cuales extrañas criaturas comenzaron a emerger, similares a seres compuestos de tinta líquida o petróleo. Incluso los Comandantes ignorantes de la magia sabían de qué se trataban: familiares. Los habían visto en videojuegos y en series de televisión muchas veces. No sería sencillo alcanzar al jefe final sin derribar primero a los lacayos.

Lo perturbador era que copias idénticas a Yatogami se habían creado, tan poderosas como el original, y desde leguas mil se intuía que ellos iban a comandar el ejército de demonios menores. Mantis enormes variando entre 5 y 10 metros de altura de color verde esmeralda, pulpos absurdamente gigantescos, rivalizando con los rascacielos de color zafiro, tigres dientes de sable del tamaño de una casa, árboles marchitos con formas espeluznantes de varios brazos y piernas, serpientes de fuego... No necesariamente esas cosas salidas del mundo de tinta bajo sus pies retenían esos colores, sino los había variados.

Con una mirada de complicidad, nadie dijo nada y se entendieron. A repartir hostias como panes, que se rifan.

Sin mediar palabra, Kyle conjuró un poderoso ataque eléctrico que parecía ser contagioso. El rayo azul celeste viajaba de monstruo en monstruo, provocando la ilusión de electrocutar a todos cuantos había en el área a la vez. Y eso que únicamente movió su mano derecha.

¡ROAAAAAAAAR!

Ante aquel feroz rugido, se le heló la sangre. El temible ser que se le había aproximado ni siquiera retrocedió al ser electrocutado. Debería haber sido convertido a cenizas y desaparecer entre partículas mágicas, pero, ahí seguía. Elevando sus afiladas garras dispuesto a matar. El sonido de motosierra que dejó escapar de su garganta lo dejó paralizado del miedo.

—¡¡Heeeey!!

De un único puñetazo en la mandíbula desde el flanco derecho la bestia se desequilibró y se desmoronó en pedazos de roca y tierra.

—¡Son elementales, tened cuidado! Kyle, ¿qué te pasa? ¿No ves que era de tierra? ¡¿Cómo lo atacas con relámpago?!

—¡Pulpos a mí!

Marina condensó el agua en la atmósfera para crear cuchillas de agua, las cuales disparó como pedazos de metralla de una granada de la Guerra Mundial, destrozando la estructura interna de los monstruos. Algunos cayeron y desaparecieron, otros, se regeneraron sin más pese a haber sido sus cabezas o torsos destruidos más allá de cualquier reconocimiento. Fue Aitor quien, esquivando una mantis que cortó un edificio atrás suyo con sus afiladas guadañas y decapitándola, observó una estructura única dentro del hueco cascarón: una bola azul celeste transparente con algo anaranjado en su interior.

—¡Tienen núcleo, hay que destruirlos! ¡De lo contrario no morirán! —anunció, y arrancó la cabeza de cuajo de una lagartija infernal con su espada de energía vital.

—¡Lightning Spear!

Selene Jazmín arrojó una lanza de electricidad pura a sus enemigos, Aogamis incluidos, esta se dispersó y redujo todo a escombros. Arriba en el cielo, boca abajo, Rosie disparó una tormenta brutal desde sus puños, aniquilando centenares de monstruos. Por su parte, Goldie con su guadaña de fría plata se desplazaba junto con Kate asesinando copias imperfectas del demonio. Ike corría por el campo de batalla, tiroteando las criaturas Elritch que deseaban devorarlo, arrancando sus tripas y masticando sus extremidades mientras aún estuviera caliente y vivo. Sus rayos de luz concentrados eran capaces de hacer explotar a las criaturas, y mayormente atinaba a darles en el corazón.

Enough joking around! It's killing time!

Quien gritó aquello no era otra que Emma. Esta llevó su mano derecha a su reloj digital último modelo, el cual giró y los bordes de la pantalla digital brillaron. Un traje ultrafuturista comenzó a expandirse, muy ceñido al cuerpo que realzaba su belleza y encantos femeninos. Era entero de color escarlata, el cual conjuntaba espléndidamente con su larga melena naranja. El traje contaba con una pistola en el cinturón similar a un termómetro, la cual extrajo y borró de la existencia a ogros de color verde, rojo y naranja abriendo impresionantes agujeros en sus pechos o simple y llanamente reventándoles la cabeza. En su espalda, un pequeño caparazón de tortuga que sin duda era una mochila, y de ella extrajo dos mangos. Al empuñarlos, dos estructuras azul celeste emergieron como láseres, dos espadas de energía pura con las cuales luchar.

—¡¡No os creáis que también soy una inútil!!

Desatando su furia escocesa, la berserker decapitó a la mantis con sus sables, segundos después la redujo a confeti y, para finalizar, imbuyó de fuerza la empuñadura de la espada, alargando la hoja de inestable energía a unos dos metros y clavándose en la esfera que emitía luz del color de la llema de un huevo. Todos estaban sorprendidos por el poder que demostró. ¿Hace cuánto que se guardaba esta sorpresa?

—¡Vamos, vamos, vamos! ¿Esto es todo lo que tienes, Comandante poseso?

Estaba fuera de sí. Redujo la intensidad de los sables, ahora tornándose dagas, y se dirigió contra los ogros de frente. Los cortaba en la panza, esquivaba las mazas y machetes pesados que estos empuñaban. De un mortal, en pleno vuelo, llevó su mano al cinturón y arrojó cristales plateados, los cuales estallaron como bombas, liquidándolos. Un tigre le salió al paso, y ella unió las dos cuchillas, transformándose ahora en una lanza doble que podía girar como una hélice. Como si estuviera bailando, a base de pequeños saltos a cámara lenta o en gravedad cero, las garras de la bestia ni la rozaron. Ella sonreía. Ah, ¿esto es lo que ellos sienten? ¿La adrenalina lo llaman? Con razón actúan así, esto puede volverse adictivo.

Cambiando rápidamente a la pistola, la sobrecargó de tal energía que un enorme rayo salió del cañón abriendo un asombroso hueco entre las filas del ejército del Rey Demonio. Ráfaga misma que el Rey Demonio en persona tuvo que desviar a un lado con una de sus katanas si no quería ser golpeado.

—¿Qué diablos es esa cosa? —se dijo el Rey.

—¡¡Overdrive Inferno!! —chilló Phoebe. El bello fénix creció en tamaño y de una sola llamarada acabó con las aberraciones de la magia, sin importar su tipo elemental, no entendía de ventajas o desventajas. Aquella majestuosa ave que hace nada era tan pequeña como un inseparable, ahora lucía el tamaño de un verdadero monstruo que respiraba fuego. Sus llamas lo incineraban todo, fueran cuerpos de carne y hueso o de magia pura condensada—. Suzaku, ¡Llama Final!!

—¡¡¡...!!!

Sí. Aquel ataque iba dirigido directamente hacia el Rey Demonio Yatogami. Un recado serio, de criatura oriental a brujo oriental. El chamán esquivó a elevada velocidad la llama, y en menos de un segundo se colocó frente al fénix. Iba a por Phoebe, montada en la espalda del enorme ser legendario.

—¡Desaparece, nekomusume!

—¡No tan rápido! ¡Blazing Arrow!

Con su arco del Amanecer disparó una flecha fatal. Recubierta de ki, traspasaría sus defensas y quemaría su interior. Una llama purificadora que liberaría a Aogami. Pero no contó con que cortaría el proyectil de magia de fuego desenvainando el sable negro.

—Corte Diabólico.

—Je, je.

Se rio de lo nerviosa que estaba.

«Mierda, voy a morir».

Parte 6

El sonido de un choque de puños contra el duro y desprovisto de corazón acero. Una figura pequeña había salido de la nada, salvando a Phoebe de lo que hubiera sido una muerte segura. Al principio, debido a la impresión, la confundió con su prima. Pero ella no blandía una guadaña maldita, usó su propio puño, congeló la espada y rechazó al brujo.

—¡¿Hm?!

—...

Visto y no visto, Shiro hundió su puño en su estómago, haciéndolo vomitar sangre y saliva, y estrellándolo contra la fachada del icónico 109.

—¡Shiro!

—¿Estás bien, Phoebe-senpai?

—M-me tiemblan un poco aún las piernas, pero estoy bien. ¿Y Jose?

—Jose-senpai está peleando contra un ejército de Aogamis. La barrera ocupa toda Tokio.

—¿Cómo dices?

—Dejadme que os asista, tengo cuentas pendientes con Aogami. Aunque Yato también va a pagar los platos rotos.

—Aah... Que las tienes con el Comandante, no con el chamán. Una cosa, ¿y este poder que te gastas ahora?

—Shiro y Jose-senpai hicieron una apuesta. Si Shiro hace una buena lucha, será noche de sexo. Yaaay~.

—A-ah... Y yo que me alegro.

—¡Muerte Certera!

Una vez la lanza maldita abandonó la mano de la chica de secundaria, los Aogamis que fueron colocados en fila vieron sus cabezas destruidas, y posteriormente desaparecieron en partículas de luz. Era fácil matarlos. Tanto, que Aitor y ella se estaban dando un festín de experiencia. Pero no podían bajar la guardia en ningún momento. Esos Aogamis eran tan fuertes como el original sin estar poseído, y poseían la habilidad Slash completamente funcional. Si bien no tenían un arma a mano, Aogami poseía la cualidad de cortar cualquier cosa, y literalmente cualquier cosa, si agarraba algo que tuviera filo. Y eso también aplicaba para sus uñas, una parte de su cuerpo.

La plaza de Hachiko era un espectáculo de rayos, tornados, luces, pilares de hielo, ventiscas, llamaradas, rayos láser y explosiones. Los edificios estaban quedando reducidos a meros escombros, mayoritariamente a causa de los choques producidos entre Shiro y el chamán ancestral, y Kyle y Selene, al poseer buena afinidad, chamuscaban todo con sus relámpagos. Y algo insólito sucedió. Cuando Goldie y Aitor asesinaron al último clon, todos los monstruos se derritieron. La sustancia idéntica a la tinta se convirtió en un torbellino, y dio nacimiento a tres Aogamis. Uno azul, uno rojo y otro verde. Sus poderes eran mucho mayores al de todas las bestias que habían exterminado, y claramente nada que ver con los Aogamis de antes.

—Aitor, me pido el verde, Emma va a por el rojo. ¿Podrás con el azul?

—¿Estás de coña? Claro que puedo, ya no soy más un debilucho —proclamó el humano creando una espada con su energía vital—. Son solo réplicas, por mí como si vienen más. Acabaré con todas ellas.

—¡Así se habla, Ai-Ai! Yo descansaré un poco y cubriré a Claudia, está exhausta. ¿Qué hay de ti, Emma?

—Estoy OK.

—Tengo unas preguntas, pero mejor dejemos eso para luego, cuando todo esté más calmado.

—¡¿Pensáis dejar a Marina sin enemigos?! —se quejó la hawaiana—. ¡Yo también quiero pelear contra alguien importante!

—Tía, ¿te das cuenta de lo rota que estás? —matizó la albina—. De un Hidrobomba te quitas a cualquiera de encima.

—¡Pero Shiro está acaparando el protagonismo peleando contra Yatogami! Y le está dando una buena tunda...

—¡¿Nos ayudáis con las marionetas estas o qué?! —les chilló Kate—. ¡Hijas de puta!

Parte 7

Sucesiones de explosiones y látigos que se movían como serpientes destrozaban los clones de sombras de Yatogami como si no hubiera un mañana. Un joven de cabello blanco saltaba por el aire, esquivando a los familiares y asesinándolos de un único golpe. Nada más aterrizar en el suelo derrapando, rodeó su cuerpo de un aura para enfrentar a los que se le echaban encima desde todos lo frentes. Un fuerte kiai los mandó a volar y, empleando su técnica de distancia Zarpazo Demoníaco con la bufanda asesinó a los clones sin piedad. Corriendo a velocidades que duplicaban a aquella del sonido masacraba sin piedad a las réplicas que, contra todo pronóstico, aparentaban tener emociones, algunas de ellas tratando de huir del monstruo de ojos rubí, y otros dudando de si encararlo o no.

Centrado en acabarlos a todos, uno de los clones absorbió a los traidores aumentando consecuentemente su poder más allá de lo normal, y contemplaba atacar por la espalda de manera altamente cobarde al Supernova, distraído contra el ejército de seres de maná compacto.

Silenciosamente, con una fría mirada asesina, este levantó su katana y decidió cortar la sección que iba desde su nuca hasta la espalda.

Un pequeño silbido se dejó oír.

Y segundos después aquel espabilado fue asesinado, cortando en vertical como una tabla.

—A-aaaaaah...

Y regresó a la nada.

Un Aogami diferente a los demás se presentaba en el centro, de brazos cruzados. ¿Sería el real? Todo indicaba que sí, y que el resto habían sido llevados a una trampa. ¿La barrera estaba siendo empleada para mantener a Jose fuera o a ellos dentro? Fuera como fuere, al Demonio Blanco poco le importaba el asunto, su meta era acabar con todos, y tan harto estaba de la guerra de clones que bruscamente aumentó su poder, seleccionó un encantamiento de su repertorio y lo recitó como si de una orden absoluta se tratase. El brillo de su Ojo Espiritual emocionó a Yato.

—¡Sword Field!

Con aquel grito, una onda de magia recorrió el campo de batalla entero. Afilados sables comenzaron a emerger del suelo, empalando a todos los enemigos y despejando la arena de combate llamada Shibuya. Tan solo para, segundos después, deshacerse en partículas de luz.

—Creo que poco a poco voy comprendiendo por qué recibes ese apodo, «Demonio Blanco». Ciertamente, lo eres. Tus estadísticas podrán ser mediocres, pero sabes jugar muy bien las cartas que te han ofrecido los dioses. Te felicito, no lo haces nada mal... para ser un monstruo.

—Tchs. ¡Hahaha! ¿Qué pasa, Yato? ¿Me tienes miedo? El real está temblando como un flan dentro de esa burbuja rosita, ¿no? Verás como reviente tu casita y el picnic que tienes montado. ¿Te he contado alguna vez que nunca he estado en un campamento de verano? No, seguro que no. Siempre he querido ir.

—No sé de qué me hablas, ni me concierne. Y ese tsukumogami que empleas cual shikigami es tremendamente molesto, es como enfrentar a dos de ti. ¿Cuál es su nombre?

—Tchs, tchs, tchs. —Jose negó varias veces con su dedo índice—. No es un tsukumogami. Tampoco es un shikigami. Kon es Kon, y nada más.

—No comprendo —admitió el chamán de hace seis siglos, sus ojos reflejando su curiosidad—. ¿Insinúas que no es un shikigami? ¿Entonces, qué es?

—Si tanto quieres saber, deja que te muestre.

Más rápido de lo que el ojo humano es capaz de ver. Más ágil que un mono y tan grácil como una mantis, el presuntamente Aogami real se acercó con katana en mano. Iba a hacer uso de Slash para asesinarlo de una sola tajada, igual que con todos los enemigos y hechiceros de Japón con los que se cruzó en las semanas anteriores al encuentro.

Pero...

«¡Maldición!».

No era capaz de acertarle. La bufanda era persistente y perspicaz, trataba de apuñalarlo, incluso se mostraba en forma de garras recubiertas en energía espiritual, aferrándose a la esperanza de agarrar piel y matarlo. Ya vio en qué ruinoso estado quedó un edificio que pasaron momentos antes cuando el ataque fracasó, no dejando más que destrucción y escombros por doquier. Aunque, para preocupante el que no pudiera ponerle un dedo encima con su espada negra, de la mayor calidad.

Tras danzar por varios segundos, no llegando al minuto, Yatogami fue el que tuvo la iniciativa de separarse, aunque el gato fue quien estuvo rehuyendo todo el tiempo. No podía tocarlo, y él tampoco a él, porque se arriesgaba a morir automáticamente como la espada lo tocase.

—Ejem, ejem. —El demonio se aclaró la garganta—. Tu manera de moverte no es para nada casual, nunca nadie ha sido capaz de esquivarme de semejante manera. Roza lo humillante para un espadachín maestro como yo, y un onmyouji.

—Te arde, ¿verdad?

—Ejem, un poco. Sin embargo, no haces eso porque quieras, es tu instinto, ¿cierto? Tú... ¿De casualidad posees un problema en la vista que disminuye tu capacidades?

Pillado. Jose sonrió, y respondió quitándose las gafas de sol y resguardándolas en su funda, antes de introducirlas al interior de la bolsa.

—Tal vez, un poco ciego sí que esté. ¿Por qué lo preguntas?

—Intuición —mintió como si respirase—. ¿Tan mala es tu visión ocular sin anteojos? Usas el sonido que produce mi katana al cortar al aire y te apoyas en las vibraciones del entorno, que captas con tus blancos, casi transparentes bigotes.

—Sí, soy miope perdido. ¿Tienes algún problema con ello? Si no puedes tocarme, pues te jodes —escupió—. Y ya que has desmontado mi secreto, desmonto yo ahora el tuyo: sé cómo funciona el poder innato de Kusanagi Yato del cual te has apropiado. Deduzco que, por cómo reventaron los cristales de las ventanas de los edificios, y la forma en que cortaste los edificios y brazos de la bufanda, tu habilidad no «permite cortarlo todo». Eso no es totalmente cierto, de lo contrario ni podría reflectar los ataques de esa arma. La habilidad de Aogami es vibrar, le permite vibrar su cuerpo de tal manera que convierte esa espada en una sobrenatural motosierra, cortando con una endiablada precisión. Vibra tan rápido que apenas parece moverse, es casi imperceptible.

—Tchs... Maldito seas, tú y tus agudos sentidos.

—Te arde, ¿verdad? —volvió a repetir, provocándolo—. ¿Qué? ¿Nos ponemos serios, señorito del kimono de mujer?

—Cuando quieras, monstruo disminuido. Te haré entender el verdadero horror, ¡sintiéndolo en tus carnes propias!

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