Capítulo 1: Llegan los primos nevados / As fragil as glass beads
Parte 1
—¡Vamos a Ramen Fuji, a Ramen Fuji~♪!
Tarareando mientras caminaba tranquila y felizmente por las calles de Estepona, Laura Zarza iba camino del pequeño restaurante familiar del señor Fuji. Había quedado ahí con Manuel y Lucía para comer algo, ya que muchas veces los gemelos les habían recomendado el sitio. Incluso Camila frecuentaba el establecimiento muy a menudo, quien también era de comer bastante.
—¿Qué debería comer~♪? Me pasaron el folleto con la carta y tenía todo una pinta... ¿Um? ¿Ese de allí es Jose?
En la distancia, divisó una cabeza blanca que era inconfundible. Pelo blanco como la nieve y algo largo en un chico, llegándole hasta la base del cuello. De estatura pequeña. Vestía una camiseta azul celeste con el símbolo del clan Uchiha y pantalón deportivo corto y negro. Sus andares eran tranquilos pero se desplazaba rápidamente, igual que su difunto padre.
«Qué extraño. Si ya han llegado, ¿por qué no nos han avisado? Voy a darle una sorpresita, je, je».
Sonriendo maliciosamente, aprovechó que el muchacho estaba distraído revisando la pantalla de su teléfono móvil y le acechó por detrás. Lentamente, paso a paso.
—¡Joseee!
—¡Miaaaaaaau!
Y de un salto lo abrazó.
«¿Miau?». Él nunca habría dicho «miau». Sin embargo, su voz sonaba similar.
—¡Ngh! ¡Suéltame! —gimió muy molesto con cierto acento escocés.
—¡P-perdón! ¿Estás bien? ¿Te he metido el dedo en el ojo?
—No. Aaah... Eres la segunda chica ya que me hace lo mismo... Joder... ¿Qué rayos os pasa?
—¡Lo siento! Te he confundido con otra persona...
—Lo sé —interrumpió su disculpa—. Me has confundido con mi primo Joseph.
—¿Eh? ¿Primo?
No fue hasta que el chico levantó su cabeza que pudo verle los ojos. No eran rojos como los de él, sino de un azul brillante.
—Guau. Qué bonitos.
—G-gracias...
«Se ha puesto colorado como un tomate... Es un calco de como era Jose antes».
—¿Cómo te llamas, minino? Soy Laura.
—¡No me trates como un niño! Mint es mi nombre, humana.
—Así que «menta», ¿eh? ¿Quieres otro abrazo o prefieres unas caricias?
—~~~.
Volvió el rostro, completamente rojo. Era incapaz de mantener contacto visual por un minuto con ella. Quedaba expuesto que no era bueno conversando con chicas. Ya que estaba mirando mucho el móvil y se le veía perdido, no perdía nada por probarlo.
—¿Adónde ibas, Mint?
—A Ramen Fuji, ¿sabes dónde está?
—Oh, yo también voy. Queda por allí —señaló ella el camino—. Ibas en dirección contraria.
—Eh... Si ibas para el restaurante, ¿por qué has tomado la misma dirección que yo?
—Porque voy camino a mi casa a recoger una cosa. ¿Me acompañas? Podemos ir dados de la mano si quieres, así no nos perdemos.
«¡Ay, qué mono! Qué fácil es hacerle sonrojar. Es muy inocente».
—Y de paso, podemos tomar un café juntos —le susurró al oído.
—¡¿U-un café?! ¿Estás hablando de ese café?
—¡Ja, ja, ja! Eres muy divertido, Mint.
—¡Deja de meterte conmigo, jooo!
—Venga, vamos, te llevo.
Parte 2
Joseph Lemon estaba disfrutando de su harén como todo un verdadero Rey Demonio, sin embargo ese título era más falso que un billete de 13 euros. El chico gato de 16 años de edad se encontraba tumbado en el sofá, besándose con Rosie mientras la gatita nipona Shiro descansaba sobre su barriga. La hawaiana Marina también quería y la besó en los labios, despertando celos en la Selene. Pequeños destellos eléctricos podían verse rodeando su cola. Aitor por su parte disfrutaba del calor de su pequeña novia, quien se había quedado dormida en su regazo mientras arreglaba su pelo con sus suaves manos. Cosas de ese estilo se darían más a menudo cuando regresaran al instituto, todos los chicos envidiosos de él. Incluso el propio Aitor García sintió envidia en su momento, pero ya le daba todo igual.
Las miradas de asco de Bonnibel, Phoebe y Kate se hacían notar, todas ellas con un factor común: no tenían novio. La vampiresa tenía la apariencia de una niña pequeña, una vieja loli legal; la gata que aún no encontraba el amor; y la autoproclamada sirvienta de 14 años de edad era completamente ignorada y dejada en visto por el muchacho albino. Aunque por lo menos esta última no estaba en la little sister zone como Patricia Clemont.
—¿Qué pasa, Emma? ¿Quieres formar parte de mi harem también?
—Por supuesto que no, tonto. Pero podrías poneros así en otro lugar... más privado.
—Esta es mi segunda casa, ¿sabes? Je, je, deja que te dé un besito en la mejilla, anda. Verás a William dentro de poco.
—¡No quiero!
—Vale, ¿pero me acercas el vaso de zumo que hay sobre la mesita, porfa?
—Ngh, está bien. Toma.
Nada más se aproximó para darle el vaso de néctar de melocotón en la mano, este le lamió la mejilla.
—¡Ouch! Me haces daño. Siempre me olvido de que tu lengua es áspera como una lija.
—Perdón.
—Y ahora que caigo... Marina, ¿cómo es que tú no te haces daño? —preguntó interesada. En teoría tendría que hacerle daño; carnívoros como los gatos y tigres emplean sus lenguas para retirar la piel de la carne de sus presas, así como limpiarse y poder remover cualquier cosa que se les quede enredada en el pelaje.
—Oh, eso. Ya estoy acostumbrada y solo me hace cosquillas, ¡hahaha! ¡Deja de lamerme, Jose!
—Yo también —dijo Aitor.
—Es muy placentero cuando Jose senpai me lame ahí abajo... —reveló Shiro con una voz desinteresada.
—Esa información... como que sobraba...
—Sí... —estuvieron todos de acuerdo.
El teléfono de Marina, que estaba sobre la mesita, comenzó a vibrar. Esta rápidamente se movió y lo cogió.
—¿Sí, Fran? Em... No. No. No, no. Para nada, nosotros no hemos tenido nada que ver, estamos en el barco.
—¿Ha pasado algo? —inquirió Jose incorporándose, acariciando el precioso cabello platino de Shiro.
—Alguien ha reventado dos furgones policiales de G.U.N. en San Pedro. De un golpe, al parecer.
—¿¿¿...???
Parte 3
—¡Ñam, ñam, ñam! ¡Munch, munch! ¡Glup, glup, glup! ¡Aaah...! ¡Delicioso! ¿Me puedes poner otra, prima? —pidió la mujer gato alzando la jarra de cerveza completamente vacía después de bebérsela de un solo trago. A su lado, una torre de boles escalaba en dirección al techo. Las pocas personas que se encontraban comiendo en el local no daban crédito. ¿Acaso el estómago de esa bella mujer no tenía fondo? Perfectamente se podían contar 32 tazones, algo inhumano—. Y ponme uno de esos Megacuencos, anda, Cheryl. Me he quedado con hambre.
«La madre que te parió, ¡cómo tragas!».
—Por supuesto. Marchando —respondió la chica de cabello rosa de detrás de la barra—. Oye, ¿no habría sido mejor que te hubieras pedido el Megacuenco desde un principio?
—Hmm... Tal vez, pero quería intentar la Carrera de los cien cuencos, pero me temo que no puedo alcanzarla. Es imposible —dijo mirando melancólicamente al tablón de corcho repleto de fotografías de los competidores al fondo de la pared, entre ellas sobresaliendo la de una hermosa mujer albina—. Ella estaba en otra liga. ¿Cloe tampoco ha podido?
Ella negó con la cabeza.
—Qué va, ni ella. Es el récord absoluto.
—67 cuencos. Alucinante...
—¿Vas a querer algo de postre?
—No, con este último ya me cuenta como postre; aunque a lo mejor luego me cabe algún helado. ¿Qué tienes por ahí?
—Helado de mochi, ¿te gusta? También hay arroz con leche, flanes, natillas...
—Una natilla de esas, venga.
En ese momento entraron por la puerta Manuel, Lucía y Camila. En cuanto cruzaron el umbral de la siempre abierta puerta del pequeño restaurante japonés, se quedaron helados al ver esa larga cabellera blanca sentada sobre un taburete. No podía ser, ¿Phoebe había vuelto a dar otro estirón? Era imposible, ¿cierto? Se suponía que hasta dentro de unos años no volverían a crecer de esa manera, llegar a su etapa adulta.
—¿Phoebe? ¿Y los demás? —quiso saber Lucía.
Ella se dio la vuelta y al instante se percataron de su error: no era Phoebe Lemon quien estaba frente a ellos. Una mujer gato con cuerpo dinamita y voluminosa cola. Su atuendo consistía en una blusa azul sin hombros que dejaba el abdomen expuesto, pantalones cortos de mezclilla y zapatos de plataforma. Y para ensalzar aún más su misticismo, heterocromia: su ojo derecho era verde mientras que el izquierdo relucía como un zafiro. Sin darse cuenta Manuel dejó caer el teléfono inteligente de su mano derecha y lo salvó a lo justo, antes de que se estrellara contra el suelo de losa rojiza. Quedaron completamente boquiabiertos.
—¡Guau! Digo, ¡miau! Sexy... O-oh, hola, Cheryl.
—Anda, ¡hola! Amigos de mis primos, ¿verdad? Me llamo Nuts, ¡encantada! —se presentó muy amigable—. ¿Habéis quedado para comer aquí? La comida está de vicio.
—S-sí. E-encantado. ¿Eres... su prima? —preguntó el muchacho rubio.
—¡Así es! ¿Quiénes sois vosotros, chicos?
—Eh... Yo soy Lucía, este tonto es mi primo Manuel.
—Yo Camila, encantada.
—Antes de nada, tengo una preguntilla. ¿Habéis visto a mis hermanos pequeños Mint y Hazel por ahí? Quedamos en vernos aquí, pero no aparecen y no me contestan al móvil tampoco. Me preocupa el pequeño, siempre se pierde. El pueblo ha cambiado bastante en poco tiempo, ¿no?
«¿De qué me suena eso a mí?», pensaron los tres.
—¡Chicos, chicos! —los llamaba Laura—. ¡Mirad a quién me he encontrado!
La muchacha pequeña de cabello castaño literalmente llevaba a Mint a rastras, con el brazo rodeando su cuello. El chaval estaba completamente ruborizado.
—¿Jo...? Eh, no. ¿Él es Mint? —preguntó—. Son dos gotas de agua, carajo.
—Tiene unos ojos preciosos y muy grandes —observó Lucía—. ¿Te puedo acariciar?
—¿Me estás llamando miope perdido?
—¡Hey, Mint! ¿Te pierdes y ya te echaste novia? —carcajeó ruidosamente su hermana mayor.
—¡No lo es!
—¡Hahaha! Pues estás todo rojo, chico. En fin, ya solo queda Hazel.
—«Hazel» y «Nuts». Nombres de frutos secos por lo que veo, ¿eh? —resaltó Lucía, la que mejor inglés tenía del grupo—. Y «Mint» es menta.
—Eres perspicaz, chica. Así es, es la tradición que nosotros tengamos nombres de plantas y frutos. Nuestros padres se llaman Quinoa y Marley, mira, y nuestros dos hermanos pequeños, Basil y Chia. Sin embargo, como mis primitos chicos se han criado como humanos, tienen nombres comunes y aburridos. Una pena, una pena. ¿No es interesante tener un nombre relacionado con un alimento rico? Es divertido y original. Juegas con las palabras y todas esas movidas.
—¿Qué edad tienes? —la interrogó Camila—. No dejas de llamarnos «chicos».
—Dieciocho años, dentro de poquito cumplo los diecinueve —reveló sin decoros haciendo el signo de la paz con los dedos.
«Mentira. No fastidies que con dieciocho años Phoebe tendrá este cuerpo...».
—Ya estoy —anunció desganada una gatita de cabello castaño sorbiendo un batido helado para llevar en vaso de plástico.
—¡¡AAAH!!
Menudo susto, nadie se salvó. ¿Desde cuándo estaba ahí?
—¡Me cago en tus muertos, gata!
—¡La madre que te parió!
—¡¿De dónde sale?!
—¡Hermanita, no hagas eso, joder!
—Hazel, cari, ¿por qué lo haces...? No tiene gracia, casi devuelvo los fideos.
—¿Esta también se teletransporta?
—¿Eeeh? ¿Pero qué dices? —Ese tono de voz... O estaba desganada, demasiado relajada o no mostraba emociones—. He entrado por la puerta, como todo el mundo. ¿No me has visto, hermanita?
—¡No! ¿Cuándo vas a arreglar tu estúpida manía de andar sin hacer ruido? ¿No puedes caminar como las personas normales?
—Solamente camino así, no es mi culpa que no estéis pendientes.
Viéndola ahora más de cerca, la pequeña Hazel se parecía mucho a Goldie. Incluso se atreverían a decir que se trataba de una Goldie de cabello castaño más mayor, más... alta, alrededor del metro cincuenta y de grandes ojos verdes. En ellos no se veía ni una sola pizca de maldad a comparación de su diabólica contraparte francesa.
—¿Qué miráis tanto? —les reprochó.
—No, no, no es nada.
—Ah, me creía. Os habéis quedado mirándome fijamente y me daba cosa, parecíais preocupados.
—A-ah... No, ni te rayes.
—¡Ajá! Ya entiendo qué os pasa. Es por el color de pelo, ¿verdad? Si bien somos gatos habituados a la nieve y el frío, no necesariamente eso significa que todos tengamos el pelaje blanco, ¿eh? Ese es un rasgo que sacamos del abuelo Bulgur. ¡Pero bueno! Tomad asiento, no os quedéis ahí de pie y pedid algo. Una cosa, no os penséis que os voy a invitar ni nada por el estilo, tanto dinero no tengo, ¡hahaha!
Parte 4
Siguiendo su consejo, juntaron dos mesas y se sentaron los seis; la hermana mayor permanecía en su asiento de la barra como una gallina en el palo mayor. Manuel sentía algo de envidia. Mentira, mucha envidia de Mint por llevarse toda la atención y ser toqueteado, abrazado y acariciado como si de una mascota se tratara. Le traía muy malos recuerdos de la escuela primaria.
—¡Pero qué lindo es! ¡También huele a limón! —exclamó Lucía mientras lo achuchaba y empujaba su rostro sin querer contra su pecho.
—¡¡Mfff!! Blanfito...
—Verdad, huele igual de bien que ellos.
—Dejad ya a mi hermano, ¿no veis que le sale humo de la cabeza?
—¡Pero es que es tan mono!
—¿Qué edad tenéis Mint y tú, Hazel? —preguntó Camila con curiosidad.
—16 años. Mint tiene 15. Oh, si veis que se comporta raro o hace símbolos del zodiaco con las manos, está enganchado a Naruto, ¿vale? Así que no le hagáis demasiado caso. Le ha dado por imitar a Sasuke —susurró.
—Entonces no estaba equivocada yo, sí que tenéis nuestra edad. Oye, ¿lo del color del pelo...?
—Sí, eso. Verás, dentro de un clan hay varias familias o linajes, no hay realmente una jerarquía o estructura definida; hasta gente que no es de la familia por parte de sangre se puede acoplar si se dan las condiciones aptas para ello o un matrimonio. Si bien el tema del color de pelo y ojos es hereditario, y por lo tanto una lotería genética, esto creo que ya os lo habrán explicado mis primos, pero el olor se pasa de madre a hijos. La excepción es cuando un bestial se aparea con una humana, ahí se pasa directamente el olor del padre.
—Sí, ese dato ya lo conocíamos —confirmó el muchacho rubio amante del baloncesto—. Es como los Pokémon, el tema de la especie va igual.
Lucía, por alguna razón, lo miró con cara de asco, como si no se hubiera duchado en semanas.
—Así que ya sabéis: si huele a limón, es pariente nuestro —dijo levantando el pulgar y guiñando un ojo la mayor.
—Eso me recuerda que, Cheryl, tú también eres una chica gato, ¿no? —dijo Camila—. No pareces estar nada sorprendida, porque estos tres ni se molestan en ocultarlo. No sé, podrían usar los cascabeles encantados o adoptar una forma humana.
—¡Oh, venga! Ahora mismo no hay nadie. Y aun si nos ven, piensan que vamos disfrazados.
—Así es.
—¿Mm? Cheryl, si eres una chica gato, ¿cómo es que no has ido tras Jose como las demás? Es el único chico gato que hay en la ciudad.
—Es que somos primos.
—¡¿Quééé?!
—Tranquilos todos, tampoco hace falta gritar.
—¡Así es, así es! Cheryl es mi prima pequeña.
—Entonces... cuando Phoebe nos dijo que tenían familiares esparcidos por todos lados... ¿lo decía literalmente?
—¡Um, um! —asintió la nieta del señor Fuji—. Mamá vino hace poco y trajo muchos souvenirs. De vez en cuando se deja caer por el restaurante.
A eso, su padre, el hijo del señor Fuji, salió de la cocina apartando la cortina con un brazo como si de una palmera se tratara y se apoyó en la barra del bar con ambos brazos cruzados.
—Oye, Cheryl, Nuts, no me dejéis fuera de la conversación aunque esté liado en la cocina. Y sí, mi mujer es una gata. Maiza es su nombre.
—«Maiza», claramente una deformación de maíz. ¿Tu nombre, Cheryl, de dónde viene?
—Es una deformación de «cereal». ¿Por?
—No, nada...
«Poniéndolo en perspectiva, sí, los nombres de Phoebe, Joseph y Goldie sí que son aburridos y sin sustancia. Al menos Cloe sí sigue la línea de estar relacionado a lo vegetal», pensó Lucía para sí.
—Maiza es un torbellino, no puede estarse quieta en un mismo lugar, es aventurera por naturaleza. Siempre nos manda fotos de todos los lugares que visita y rara vez se queda más de una semana en una misma ciudad. Siempre regresa cargada de recuerdos, imanes, banderas, vestidos y demás cosas interesantes de cada sitio al que va.
—Sí... suelen pasar meses sin que veamos a mamá en persona. Podemos hacer videollamadas, pero no es lo mismo. Me gustaría que se quedara más seguido con nosotros en casa.
—¡Anda! —exclamó Jose, quien acababa de llegar el primero acompañado de Shiro y Rosie con bolsas—. Hola, Nuts. Hazel, Mint, ¿qué tal? ¡Mira a quién tenemos aquí, Phoebe! ¡Han venido nuestros primos!
—¡Te lo dije, que me picaba la ceja!
—¿Y eso qué rayos tiene que ver? —la cuestionó Selene.
—Siempre que viene alguien de visita sorpresa, me pica.
—Sigo diciéndotelo, ¿eso qué tiene que ver?
Una vez se juntó todo el grupo, Nuts realizó un silbido sexy.
—¡Wow! Primito, ¿este es tu harén? Y con Rosie como tu esposa oficial, ya veo, ya veo... Y también Marina y Selene y una chica nueva muy linda. Así que no pudiste elegir solo una, ¿eh?...
—Jódete un poco, Nuts.
—Oye, oye, solo bromeo, Romeo. ¡Anda! Y oléis como adultos los dos ya, qué bien, así me gusta. Y menudo pibón tenemos aquí —observó con detenimiento a Emma—. Eres preciosa, chica. Qué bien come el perro. De todos los tamaños y colores. Y con una hija y todo. Eh, Joselito, ¿tienes tiempo y aguante para satisfacer a todas?
Shiro se escondió un poco detrás de él, mientras que Rosie, Marina y Selene se miraban nerviosas. Sin su permiso, comenzó a acariciar la cabecita de Shizuru diciendo alegremente «¡Qué linda, qué linda es! ¿También te la has follado?».
—No lo niego, no por nada es el nuevo emperador del siglo. Pero no soy parte de su harén, vengo a ser algo así como su hermana mayor. Ambos perdimos a nuestras madres en el atentado.
—Mm... Ya veo. ¿Y quién es este chico tan apuesto con ojos que dan miedo? —preguntó interesada. Goldie le salió al paso, enojada y con los brazos extendidos. «Prohibido, no te acerques ni un paso más».
—¡Ni se te ocurra, Aitor es mi novio! Búscate a otro, gata ladrona.
—Vale, vale, Goldinita. ¿No puedo compartirlo contigo, miau?
—No...
Alzándose de puntillas, parecía que buscaba a alguien entre el grupo, pero no parecía encontrar a esa persona.
—¿Mmm? ¿No está tita Bonnie con vosotros? Qué rollo, quería saludarla.
—Está en el barco. Quizás venga luego a coger algo para la cena.
—Más gatos. Se multiplican —anunció Nana.
—Papá, ¿quién es?
—Mi prima Nuts, es mayor que yo...
—¡Así es, pequeñina! Puedes llamarme «tita», si quieres. He oído hablar que te gustan las hamburguesas. ¿Te invito?
—¡Sí, sí, sí! ¡Hamburguesas, viva!
—¡Viva, viva! —la imitó su mejor amiga.
Fijándose Shiro en esos enormes melones con cierto odio, le dio la razón.
—¡Alucina, vecina, dos Joses! —gritó Kate.
—¿Mmm?
Al ver Mint a la sirvienta inglesa de 14 años de edad, sus ojos brillaron como dos luceros. Los de Kate Onion igual. El chaval se sonrojó fuertemente y cubrió su rostro con la carta del local. Kate corrió hasta su lado y se hizo con una silla para sentarse con él. Visto lo visto, el que les gustasen pequeñas iba en la sangre. Era innegable que eran familia.
—Soy Kate Onion, ¿cómo te llamas?
—M-mm... M-Mint. Mint Lemon.
—¡Oh, es un nombre muy bonito! ¿Te gusta Sasuke? A mí también. ¿Cuál técnica es tu favorita? La mía el Chidori.
—T-también... el Chidori.
—Hehehe~, parece que acaba de pasar Cupido por aquí repartiendo flecha —rio su hermana mayor—. ¡Vamos a comer todos juntos, venga! Ah, pero que cada uno se pague lo suyo, ¿eh?
—Hermanita, tú pagas lo nuestro, tienes el dinero.
—Eh... ¿Y qué ha pasado con los 50 que te di? ¿Ya te los has gastado?
Juntando las mesas para caber todos, pidieron lo que más les gustaba. Jose y Shiro al igual que Nuts se pidieron el Megacuenco. Un gigantesco tazón más grande que sus cabezas cargado hasta los topes de ingredientes. Entre el caldo, los fideos, la carne de cerdo, el huevo y las algas, ¿para cuántas personas había ahí?
—C-Cheryl, una preguntilla, mija —la llamó Manuel—. ¿Cuánto hay en ese cuenco?
—Mmm... como unos cuatro kilos y medio de fideos o por ahí. Creo que equivale a seis tazones normales como el que os habéis pedido.
—Ya en serio, ¿dónde se meten eso? —No podía creer que Chocola pudiera tragar de aquella manera. Al igual que su padre, la niña de tan solo 8 años de edad estaba devorando como pozo sin fondo aquel gran cuenco de fideos. Ni su mejor amiga Nana podía llegar a creérselo.
—Peor es la Carrera de los 100 cuencos. ¿No viste al fondo quién es la campeona invicta?
—No.
Al levantarse y acercarse al tablón de fotos, no era extraño que Phoebe y Jose aparecieran entre los aspirantes al título. Pero la ganadora ostentando la escalofriante cifra de 67 cuencos de ramen no era ninguna otra que Goldie Lemon, su madre.
—¿Por qué será que no me sorprende? —se dijo—. Los cabrones vienen aquí a comer por la cantidad y los precios, y porque está el reto, que si pasas de 10 comes gratis.
—Por supuesto. No son tontos. El Megacuenco se puede decir que es el plato especial para los bestiales, ya que comemos tanto. Lo hay sin picante, pero así es como le gusta a Jose. Pero un comedor profesional puede zampárselo, ¿eh?
—No, si te creo, y se me viene a la cabeza cierto comedor profesional al que le encantan los retos que podría. Lo que yo no entiendo es cómo Chocola puede comer eso. Debe tener la lengua muerta.
—No la has visto comerse las bolsas de pimientos Ultra Flame, ¿verdad?
—La he visto, la he visto... es demencial. Es solo oler ese polvo y me muero.
Ignorando lo que fuera que le estuviera contando su primo chico, ella se fijó en el joven que Phoebe no quitaba ojo de encima. El chico que estaba hablando con la futura heredera del Ramen Fuji, algo nervioso al estar ella tan cerca. Analizando su lenguaje corporal, tal parecía ser que la gata de cabello negro de 16 años Cheryl estaba interesada en él. Sus orejas de gato «parpadeaban», la cola acabada en pelo blanco estaba alzada y pegaba mucho su cuerpo al de él, casi aferrándose a su brazo. Por sus bíceps, se podía deducir que Manuel practicaba un deporte o iba al gimnasio. No se le veía mal chico, y su olor era bueno. Sabiendo eso, se lamió los labios y sonrió.
«Esta es la mía».
—Si quieres, luego por la tarde vamos al cementerio a visitar a mamá...
—Sí, luego vamos.
Al levantarse del sitio, lo cortó al pobre. Nuts los apartó y tomó al baloncestista de las manos.
—Eh, eh, Manu, ¿quieres hacer bebés conmigo?
¡Crash! El vaso de cristal con cerveza que tenía Phoebe en sus manos se rompió en mil pedazos, su peluda cola parecía un plumero cargado de electricidad estática. Los sonidos de la cocina cesaron. Ese aura asesina de gato siberiano se filtró desde su cuerpo: celos. Cheryl la miraba de tal forma y con las pupilas tan dilatadas que más de uno creería que se hubiera metido cocaína en el cuerpo, parecía que fuera a matarla solo con la mirada.
—¡¿E-eeeh?! E-estás bromeando, ¿verdad, Nuts? Es una broma, como las de Goldie. ¿Verdad?
—No. —Sus ojos de distinto color brillaban, parecían estrellas—. La verdad es que vine aquí buscando pareja. ¿Te gustaría hacer bebés conmigo?
Phoebe se levantó como una autómata de la silla, apartó a su hermano empujándolo y tirándolo de su silla para pasar y ponerse por delante de Manuel, como protegiéndolo e indicando que era suyo, enfrentando a su prima mayor de edad.
—¿Mm? ¿Qué pasa, Phoebe, Cheryl?
—No. Puedes.
—¿Por qué no, Phoebe? Está soltero. ¿Qué más da? ¿O es que os gusta?
—¡Para, para, para! ¡Nuts, no puedes! Tú eres...¡Y él es menor de edad! —chilló sonrojada la hija del dueño.
—¿Qué importa la edad por dos años de diferencia? Hay consentimiento; además, en la cama solo hay hombre y mujer. Yo también soy virgen, ¿sabes?
—¡¡¡No puedeeeeeeeeeeeees!!! —gritaron las dos gatas.
—Ay... —suspiró Jose—, cada vez que viene, no hay vez que no la líe.
—¿Por eso no te gusta que venga, senpai?
—Bingo.
—Pero, Phoebe, Manu es tu ex, ¿no? Tú lo dejaste, no tienes nada que ver ya. ¿Por qué no puedo salir con él?
—¡Porque no!
—Mmm... Eso no es un argumento muy válido que se diga —la cuestionó, meneando su cola—. ¡Está bien, me lo quedo para mí!
—¡Que no! ¡Manuel es mío!
—¡¿Q-qué dices, Cheryl?! ¡Manuel es mío!
—¿Y no rompiste tú con él, carajos?
—... Un poquito tóxica Phoebe, ¿no? —comentó Rosie.
—Es peor que el perro del hortelano: ni come ni deja comer —coincidió Selene sorbiendo fideos—. Pero Nuts también tiene una cara dura... Los exnovios de otras se respetan.
—Pero no le pertenece, no es de su propiedad, puede hacer lo que quiera —la rebatió Hazel cogiendo una gyoza de pato con los palillos—. Es una persona.
—Ay, sí. Me refiero que está feo ir tras el que fue la pareja de una amiga o hermana, ¿pillas? Es como estar al acecho, como los buitres, esperando a que rompan. Eso no es de buena persona.
—Sí... está feo. Pero se puede hacer. Oye, a mi hermano le ha gustado Kate. Está que no paran de charlar, ¿eh?
—Sí... —concordó Goldie—. Parece que el amor ha florecido. ¿Te vienes esta noche al puerto?
—¡Claro, me muero de ganas!
—Y sí, puedes bailar con Ai-Ai.
—¡Bien! —celebró. El joven se rio, era como tener a una segunda Goldie a su lado, solo que en distinto color y formato—. Cómo me lees la mente, Goldie.
—Pero nada de «perreo», que quede claro —la amenazó con los palillos.
—¡Sí, sí! Pero si sabes que no me gusta eso. ¡Um, um! Hehehe~. —Se mecía Hazel de un lado a otro en la silla, contenta—. ¿Y salimos juntos a pasear luego de madrugada por la orilla de la playa, dados de la mano?
—¿Y a qué viene esa cara de pervertido, Ai-Ai? Es como si lo estuvieras disfrutando, ¡jooo!
—Darling, ¿soy yo o Aitor tenía una cara como pensando en hacer un trío?
—Totalmente... —confirmó Rosie.
—¡Ya te digo, Marina!
—Al menos podrías tenerme más en cuenta a mí... —se quejó la chica zorro.
—¿Qué dijiste, Selene? —bromeó él, quien la escuchó perfectamente al estar sentado al lado de ella en la barra.
—¿Yo? No he dicho nada.
—¡Hehehe~! Venga, que te he oído. Te he pillado tantas veces que debería haberte hecho ya dos hijos.
—No sé de qué me estás hablando... —replicó dando un golpe en la mesa con el puño y volviendo el rostro.
—Oooh, haciéndote la tsundere, ¿eh? ¡Oh! Ya sé, ¿qué te parece si hacemos el amor esta noche?
—¿Te pongo el cuenco de ramen de sombrero? —amenazó.
—No, gracias.
—Bueno, no te preocupes, Selene. Si tú no quieres, entonces voy yo primero —bromeó la estadounidense de pelo teñido de azul—. ¿O prefieres debutar conmigo haciendo un trío?
—...
—Porfa, no me tires la sopa encima.
Parte 5
La cantidad de souvenirs, ropa, chucherías, figuritas, pósteres, dakimakuras, imanes y postales que se trajeron de Tokio y alrededores era exagerada, ni mencionar la insana cantidad de fotos. ¿Tan radical era el cambio de divisa de euros a yenes? También que los desgraciados recibían recompensas al capturar terroristas, resolver asesinatos y timar a bandas de narcotraficantes. Los muy hijos de perra se infiltraban en los carteles, robaban el dinero, destruían la droga y, si les daba la gana, asesinaban a todo el mundo. Con su poder mágico podían permitirse lo que la policía no era capaz de hacer: acabar con el problema de raíz. Muerto el perro, se acabó la rabia. No Name fue disuelta por órdenes directas de Jose y Goldie para joder a G.U.N. En palabras de Bonnibel, habían hecho lo correcto al apartarse de aquella enfermiza espiral de destrucción y violencia sin sentido. Eran jóvenes recién salidos de la escuela secundaria, no podían ejercer de vigilantes para siempre, y ni debería haber sido esta su labor en primer lugar.
Después de la comilona y charlar por un buen rato, los humanos decidieron dar un paseo antes de volver a casa para bajar la comida, mientras que la familia se dirigiría al cementerio. Había que dejarles su espacio.
—Oye, Aitor, ¿cómo es que tú no has ido con Goldie? —preguntó Camila.
—He quedado con ella luego en su casa. Mañana por la tarde se van para Francia ya.
—Oooh, la vas a echar de menos. Qué mono.
—Espérate, Lucía —le dijo su primo—, que esta es capaz de teletansportarse aquí cuando menos nos lo esperemos.
—Bien visto —le dio la razón Emma—. Seguro que hará eso.
—Oye, ¿os habéis dado cuenta cómo Selene se ha enganchado pese a que solo la familia iba a ir?
—Bueno, es que ella ya es como de la familia, hehe —rio Marina—. Y sus casas están en la misma dirección.
—¿Y tú no, Mari? —inquirió Camila—. ¿No eres también parte de la family?
—Mmm... Hoy estás más aguda de lo usual, ¿qué rayos te pasa, Cami? Quiero pasar un rato con vosotros yo también.
—Shiro también quiere ser de la familia y llevar el apellido Lemon. Luego iré a presentar mis respetos a los padres de Phoebe y Jose.
—¡Ay, mi Shiro! ¡Es que es tan mona!
—Laura, no despeines a Shiro.
—Ay, perdón, perdón. Pero es que sois irresistiblemente lindos. Sois como mascotas.
—Y así fue como convertisteis a Jose en un descarado pervertido. ¡Lo consentisteis demasiado! —se quejó Manuel—. ¡Yo también quiero que me traten así y me acaricien las chicas!
—¿Ah? ¿Pero no vas a tener esa misma diversión esta noche, Manu? Tienes el número de teléfono de Nuts. ¡Y yo el de Mint!
—¿Entonces esta noche al puerto de juerga? —quiso confirmar Emma.
—¡Desde luego! Tía, convence a Bonnie para que se venga, en serio.
—Lo intentaré. Es divertida cuando se emborracha. Haré que venga al puerto en vez de quedarse tomando una copita de vino y fumando en la cubierta del velero, lamentándose.
—Shiro está cansada. Shiro dormirá con Jose senpai.
—Solo una cosa, Shiro... No te molestes, pero vas a tener que dejar de hablar de esa forma. En japonés puede que suene lindo, pero tanto en inglés como en español queda... bastante raro. Te lo digo como amiga.
—Lo sé, Kate. Sé hablar normal, ¿sabes?
—Ya, ya... Solo decía.
—Entonces, Marina, ¿no vas a ir con ellos al cementerio? Aún estás a tiempo de alcanzarlos. Puede que Selene te quite el puesto como segunda esposa.
—Jeez, ten un poco más de tacto, Shiro, por favor. Vaya lengua de cuchillo tienes.
Parte 6
—Cariño, mira —señaló Rosie.
—Ay, otra vez —gimió él—. Nunca le pillo, ¿eh?
—Tenéis las tumbas muy bien cuidadas, se nota que venís a visitarlas frecuentemente. Aún me cuesta creer que haya pasado un año de aquello... Snif. ¿Cómo pudo oponerse la familia del tito a enterrarlos juntos? Quise matarlos en ese momento.
—Eso fue muy cruel —anotó Goldie—. Ya nos encargaremos nosotros.
«Y el abuelo quiso cagarlos a palos».
—Pero, primos, me llaman la atención las flores de los jarrones. Rosas rojas y amarillas para el tito, y girasoles para tita. ¿Tienen algún significado especial o algo?
—... —Hazel no dijo nada.
—¡Qué brillo! ¡Son preciosas!
—Saca el móvil y búscalo, hermanito. No te quedes boquiabierto mirando las flores.
—«Admiración» —explicó Bonnibel—, pero en este caso creo que significa otra cosa. Las flores amarillas significan «lo siento». Sea quien sea esta persona, se está disculpando y pidiendo perdón.
—Entonces, ¿hablamos de que esta persona la conocía muy bien?
—Sí. La flor favorita de mamá era el tulipán, sí. Pero la que más le gustaba era el girasol, pero era alérgica a ellos. Era su secreto —reveló Phoebe—, para evitar que se la regalaran. No quería estar estornudando todo el tiempo. ¿Sabías que le encantaban las pipas con sal?
—Hehe, qué «secreto» tan tonto, ¿no?
—Yo ya hablé con el personal del cementerio, y dicen no haber visto entrar a nadie sospechoso, menos con un ramo de girasoles. Parece un fantasma.
—Jose —le dijo su hermana—, ¿quieres que use mi psicometría para averiguar de quién se trata?
—No... Me gustaría habar con esta persona cara a cara. Tengo curiosidad por saber quién es. ¿Tú no, hermanita?
—Claro que sí. Pero podríamos obtener más pistas con mi habilidad.
—Mmm... Jose, llevan poco tiempo puestas —anunció Selene—. ¿Y si probáis a venir un día o dos antes de lo que soléis hacer?
—Yo tengo una mejor idea —manifestó Goldie—. Dejemos un familiar para que nos alerte de cuando esta «persona misteriosa» aparezca a dejar las flores en las tumbas. Puedo dejar dos de mis gatos sombra. No tengo problema.
—De acuerdo. Yo dejaré una ninfa observadora.
Parte 7
—Darling, darling, darling!
Acababa de subir las escaleras y ya lo estaban llamando. Siempre lo mismo. Cada vez que se dirigía coger su ordenador portátil o a ver una serie, siempre tenían que interrumpirle para alguna chorrada. Daba igual la hora del día, una maldita tortura. Luego se quejan de por qué siempre desaparece y deja un clon como reemplazo para hacer todo.
—Ay... ¿Y ahora qué? Quiero ducharme.
Agotado, el muchacho albino soltó un largo suspiro. Marina subió las escaleras corriendo con un panfleto en las manos. Parecía muy entusiasmada.
—¿Qué? ¿Qué pasa?
—¡Mira! —Bruscamente, le plantó el papel en la cara. No podía ver o leer nada así. ¿Qué diablos?—. ¡Mira, mira! ¡Matt va a tocar con su banda esta noche!
Por mucho que ojeara aquella hoja de publicidad amarilla con tintes azules como esas que se suelen dejar en los buzones o pegadas con celo en las farolas, aquel nombre no le significaba nada. Había uno tocando la batería, otro el teclado, uno dando saltos como un pato con la guitarra eléctrica, y uno rubio más guapo cantando muy emocionado agarrando el micrófono, dándolo todo. Una sonrisa extraña (mueca) se dibujó en las comisuras de sus labios. ¿Qué pintas eran esas? Parecía el puto Lectro, el último Líder de Gimnasio de los juegos de Pokémon de Cuarta Generación.
—¿Quién coño es Matt?
—¿No lo conoces? ¡Le salvaste la vida en Málaga! Este de aquí, Jose —señaló ella al chaval que cantaba—. Fue uno de los que fue a visitarte al hospital.
—Eh... No lo recuerdo. Estaría K.O. o durmiendo cuando vino a verme.
«Estoy cansado, lo que menos quiero ahora es ruido y fiesta; quiero casarme con la cama y cogérmela de lo lindo. Aunque un poco de fiesta antes de que acaben las vacaciones no hace daño a nadie, y de paso le doy las gracias, es lo menos que puedo hacer».
—Está bien. Vayamos todos. Díselo a Rosie y los demás. ¿Quedamos en la fuente y nos tomamos algo en el Speed después?
—¡Um! ¡Te quiero, darling! —Lo abrazó y le dio un beso en la mejilla—. Pero ¿quién se quedará con Chocola y Nana si Bonnie también se viene?
—No te preocupes por eso. Las dejaré con mis tíos, y así juegan con Marinette.
Viendo cómo se marchaba tan contenta al salón, no pudo evitar sonreír. El gato de las nieves entró al baño y cerró la puerta, dejándose caer en el suelo, abatido. Estaba a punto de quebrarse. Simplemente, no sabía qué hacer. Desde que habló con Claudia en privado, estuvo dándole vueltas y le quitaba el sueño por las noches.
—Idiota...
Sucedió después de la cena en el barco teniendo a los Comandantes como invitados, mientras todos disfrutaban del momento. Claudia lo había llamado para hablar a solas en el camarote que hacía de habitación de Bonnie, que Jose y Selene se habían pedido para dormir sin que la vampiresa pusiera pega alguna.
—Dime, ¿de qué quieres hablar?
—Verás, es algo muy importante para mí. Me gustaría que no se lo dijeras a nadie. Solo puedo confiar en ti, Jose.
—Claudia, me estás asustando. ¿Qué es tan importante como para que ni Simeon pueda saberlo?
—Escúchame bien, con los cuatro oídos. Quiero que... que cuidéis de Nana y el bebé si yo no estoy.
—Por supuesto. ¿Eh?... ¿Bebé? Glup, Claudia... ¿estás...?
Su mirada se desvió casi de inmediato a su vientre.
—Um. Aún no se nota. Tú ya sabes que no llegaremos a los 18 años, ¿cierto? Que nos quedan menos de dos años de vida. No llegaremos a ser adultos...
—... Sí.
«Vas a seguir adelante».
—El pronóstico... ha empeorado... A Simeon le queda menos de un año de vida. Los dolores son mayores y mucho más frecuentes, y sus poderes se salen de control. Ni los medicamentos surten efecto alguno ya; tampoco los supresores ESP...
«¿Es... culpa mía por forzarlo a pelear en serio? ¿Su esperanza de vida se ha acortado aún más por la pelea?».
—C-Claudia... —dijo él con voz temblorosa.
—No, no es culpa tuya —lo cortó.
—...
—A mí tampoco es que me quede mucho de vida, y me gustaría, por lo menos, llegar a ser mamá y vivirlo, intentarlo... ¿Entiendes lo que te digo?
—Sí. Te comprendo. Perfectamente. ¿Pero...?
Del bolsillo de su chándal de color gris y blanco sacó un dispensador de colonia de plástico con un líquido de color morado en su interior. Su respuesta.
—Le pedí a Anna Flores que me hiciera un perfume especial para ocultar mi olor, de lo contrario os habrías dado cuenta enseguida. Pero creo que Selene sospecha. Agradezco que no haya dicho nada.
Con calma, la Comandante introdujo nuevamente el frasquito dentro del pantalón. No supo reaccionar, casi parecía un autómata. Tenía tantas preguntas que hacer. ¿Por eso era que estaba tan nerviosa en el parque cuando Selene explicó qué tan bueno era su olfato?
—Esto... ¿De verdad que nadie lo sabe?
Ella lo negó suavemente.
—Ya lo hablaré con él en casa tranquilamente. Quiero que sea una sorpresa.
—Pero ¿por qué me lo cuentas a mí?
—Siendo sincera... ni yo misma lo sé, hehe —rio nerviosa, a punto de llorar—. Pero te considero algo así como un hermano. Es por eso que pensé que debía contártelo a ti el primero, antes que a nadie. ¿Me ayudarás?
—... No puedo decirte que no, Claudia. Esto es... es muy impactante, la verdad, ¿qué quieres que te diga? Debería hablarlo con Rosie, y quizás hasta consultarlo con Bonnie, o tita, o...
—Tranquilo. No pasa nada. Puedes tomarte todo el tiempo que quieras para darme tu respuesta.
Aquello fue una larga pausa. Pese a durar apenas unos seis segundos, pareció demorarse una eternidad. La bella chica conejo de cabello nevado y ojos rojos como él rompió a llorar.
—¿Sabes? Nunca se nos pasó por la mente que fuéramos a entablar lazos de amistad con vosotros, nuestros «enemigos»... ni que nuestras hijas fueran mejores amigas... Creo que esto es el karma y estamos pagando por nuestros pecados. Hemos llevado a cabo acciones horribles: hemos traicionado, asesinado, robado, realizado atentados donde ha muerto gente inocente y arrastrado a otros con nosotros a este embrollo. Y ahora la organización secreta más poderosa del mundo nos quiere muertos, snif... Si tenemos que morir, lo aceptaré; pero no sin antes luchar hasta el final. Quiero vivir. Quiero que me devuelvan el futuro que nos arrebataron.
Joseph Lemon estaba lamentándose con la cabeza hundida entre sus rodillas en la bañera, la ducha de agua caliente cubriendo todo de vapor. No podía decirle que no. ¿Reducir los efectivos de New Dawn con ese restrictivo pacto fue lo correcto, aunque entregaron a asesinos a la Justicia? Iban a enfrentarse a G.U.N. en una guerra suicida. ¿Disolver su organización estuvo acertado para protegerlos o fue una estupidez y debían seguir unidos? Y el embarazo de Claudia ahora fue la última gota que colmó el vaso.
Kon se materializó en el mundo real al igual que un ángel (desnuda), flotando por encima suya.
—¿Qué hacemos?
—No lo sé... No lo sé... —respondió enjugándose las lágrimas—. Esto es una decisión demasiado grande.
—Deberíamos debatirlo con ellos dos presentes y un adulto responsable como mediador, quizás dos.
—¿Con tita y Bonnie? Snif... Sí... eso haremos.
—¿Te traigo un Dr. Pepper de la nevera?
—Mejor tráeme algo con mucha cafeína, me va a hacer falta.
—Un Killer Mandarine, pues.
—Gracias, Konnie.
Parte 8
William Benson se encontraba sentado en el suelo de su pequeño apartamento en Italia, sorbiendo los fideos instantáneos que se había calentado en el microondas. Un piso sencillo, minimalista y acogedor. Pese a ser una única habitación con cocina, lavadero y baño, era espacioso.
—Mmm... No están mal, pero hubiera estado mejor coger los otros de gamba.
—¿Otra vez comiendo esas mierdas?
—¡Aaah! ¡Goldie!
Efectivamente, a su lado se hallaba la gata de bolsillo Goldie Lemon. Llevaba un top amarillo con un corazón rosa en el pecho, dejando al descubierto su abdomen, y bermudas vaqueras y zapatos de plataforma. Llevaba su típico bolso blanco al hombro.
—¡Te tengo dicho que no aparezcas como un fantasma! ¡Usa la puerta! —la regañó.
—Deja de escanearme, por favor. ¿Y por qué no me haces caso? Tienes que comer bien. Gastas muchas más calorías que alguien normal.
—¡No eres quién para hablar! Estás así de canija porque no tomas el sol lo suficiente y eres muy quisquillosa con la comida. ¿Es bueno eso para tus ciclos? ¡Argh! Da igual, ¿qué quieres de mí?
—He venido a disculparme.
—¿Eh? ¿A disculparte? ¿Lo dices en serio?
Metió su mano en el pequeño bolso y le tendió un USB.
—Toma. Es tuyo, te lo devuelvo.
El muchacho de 21 años de edad, el más fuerte del mundo, parpadeó dos veces. No entendió.
—¿Un pendrive?
—Es tu carpeta de hentai de lolis, cabeza hueca. Te la devuelvo. Jose ha añadido algunos que pueden gustarte de paso, de su propia cosecha.
Agarró el lápiz de memoria con ambas manos con cuidado, no fuera a ser una trampa.
—Realmente me estoy disculpando contigo por lo que te hice, estuvo mal. También he devuelto todo el dinero que te cogimos a tu cuenta y he borrado la foto; puedes quedarte la que te envié de recuerdo si quieres.
«¿Gracias, supongo?».
Los ojos del superhumano y arma secreta de G.U.N. brillaban como luceros, estaba a punto de llorar.
—¿Es esto real? —dijo con voz rota—. ¿No estoy soñando? ¿Soy libre?
—Sí. Mis padres me han castigado bien fuerte por lo que hice, me han dado donde más me duele: sin ordenador, sin móvil y sin paga mensual. Si cojo algún dispositivo, estarán encima viendo qué es lo que hago. No sabes cómo me molesta eso. Solo me dejan usar el portátil para hacer los deberes.
—Uf, no puedo imaginarme viviendo sin tele. Me moriría.
—Puedo vivir perfectamente sin tecnología, a diferencia de ti. La cosa es que mi trabajo está en mi portátil y mi móvil. ¿Crees que puedo escribir una novela erótica así? Imposible. Voy a tener que buscarme un trabajo a tiempo parcial en alguna cafetería o supermercado, o hacer de modelo, claro.
—¿Haces de modelo?
—¡Claro! Para anuncios de ropa en la tele, juguetes y esas cosas. ¿No me has visto salir en anuncios de bañadores y sandalias? Ten en cuenta que parezco una niña. Y soy muy linda.
—La verdad es que no... O-oye, ¿de veras que puedo quedarme con esto?
—No seas tonto y acéptalo, no hay trampa alguna. Y es tuyo, idiota. Solo ten cuidado con que no lo encuentre Emma. Ella realmente quería borrarlo, me hicieron borrar la original y la copia que mantenía en mi estuche. Sin embargo, soy muy precavida y tenía una tercera copia oculta en casa de mi primo. ¿Sabes dónde lo guardé? En el bote de los caramelos, que no se toca desde el Halloween pasado.
—Gracias por ayudarnos... en serio.
—No fue cosa nuestra, nosotros no hicimos nada —respondió ella sentándose en el suelo cruzando las piernas; aun si el chico enfrente suya viera un pantyflash, le daría igual—. Si hay alguien a quien tienes que agradecer por salvar vuestra relación, esa es Carola.
—¡¿Ella fue?!
—Sí. A la próxima, invítala a una merienda o algo. Pero vaya si sois tontos los dos, la que habéis liado con esa chorrada.
—¿Por qué será que siento que hay algo más? Dispara.
—Quiero pedirte un favor —manifestó agachando la cabeza y cerrando los ojos.
—¿Qué es?
—Me gustaría, por favor, que metieras presión a la Mesa de Directores para que no se emita la orden de exterminio.
—Goldie, sabes que yo no puedo hacer eso. Solo soy un soldado al servicio de G.U.N., pertenezco al grupo más secreto que existe.
—¡Me da igual! ¡Es precisamente por eso que te lo estoy pidiendo! Eres el miembro más fuerte de la organización, su estrella, su luz. Eres el As de G.U.N., solo la Mesa pueden desplegaros, por lo que tú como líder del escuadrón eres el único que puede hablar con ellos y llegar a convencerlos. ¿No sientes nada por tus antiguos compañeros de equipo? Sabes perfectamente que si esa orden ve el visto bueno, su alcance únicamente no se verá limitado a mi primo y Simeon, también salpicará a todos a nuestro alrededor: familiares, amigos, compañeros de clase, inocentes. Cualquier persona que se alinee con nosotros, se resista o intente ayudarnos será asesinada. Eso claramente incluye a Emma y tu hermana, Fran. ¿Estás dispuesto a acatar órdenes como una herramienta y matarlas tú mismo, o levantarás la cabeza y serás egoísta?
—A-ah...
Tenía razón. Solo los miembros de Masters eran capaces de llevar a cabo misiones etiquetadas como «EX», en las cuales se eliminaban los objetivos, designados por la Mesa de Directores, y aprobados por el Director. El Director era quien tenía la última palabra... Sin embargo, esta misteriosa persona, quien era la fundadora de la organización, y que se encontraba incluso por encima del Consejo, con derecho a plenos poderes, nunca se manifestó, nunca apareció en ninguna reunión. Nadie conocía su nombre, sexo o rostro. Simplemente era conocido como «el Director», y punto. Y había otro gran problema: el Consejo, formado por los representantes de los países más poderosos del mundo, básicamente estaba vendido a los intereses de la Mesa de Directores. En la práctica no había Consejo. Simplemente votarían a favor de lo que dijeran los máximos cargos de las demás instalaciones. Aunque, quizás el Reino Unido, Francia, Estados Unidos y Japón tuvieran algo que decir al respecto. Los Supernovas les salvaron el culo a todos ellos.
—¿Te quedarás mirando de brazos cruzados sin hacer nada cuando tienes el poder de evitar esta tragedia? Si esa es tu respuesta, yo me voy. Disfruta de tu «vida» siendo un mueble, entonces.
—Espera... No te vayas.
—¿Qué?
—Tienes razón... Soy un inútil. Pero, Goldie, incluso si logro evitar que reciba el visto bueno, o posponerla, la organización seguirá detrás de vosotros. No pararán hasta mataros.
—Es por eso que los mataremos nosotros primero, tonto. La fundación privada que dio origen a G.U.N., «Guardians of the United Nations», se supone que arraigaba en los valores de estudiar los fenómenos sobrenaturales y proteger a la población civil de los mismos desde las sombras; ser una organización neutral y fría, mas no cruel, corrupta y malvada. Si asesinamos a los altos cargos, como Simeon pensaba hacer, no cambiaremos nada: personas igual de maliciosas o aun peores tomarán las riendas y de Guatemala nos habremos metido en Guatepeor. Es necesario organizar una revolución desde el interior, comenzando por la base. Solo así se podrá cambiar el sistema. Ese es nuestro propósito.
—Te ayudaré... No quiero ver morir a Emma. Jamás me lo perdonaría.
Ella sonrió.
«Bien, ese es mi chico William».
—En serio, eres peor que un demonio.
—Gracias, es todo un halago. Aparte, ¿nos damos un baño juntos? Te lavaré la espalda.
—No, gracias. No quiero que me acusen, esta vez con razón, de abuso sexual.
—He dicho darnos un baño juntos, no que me folles.
—Eh... ¿Vas en serio con lo del servicio?
—Sí.
Y así fue como William terminó desnudo con ella en el baño, lavándole la espalda. El vapor de la bañera repleta de agua caliente emanaba vapor, empañando el cuarto de baño. Al parecer le gustaban las sales de baño a la gatita, pues las traía consigo en su bolso. William sufrió un déjá vu que le hizo saltar todas las alarmas: era igualito a aquella vez.
«Solo espero que no sea una trampa como esa vez...», pensó el As de Estados Unidos. «Una vez, vale. ¿Pero dos? ¡Si es que parezco imbécil!».
—Estás muy tenso, William. Tienes los hombros muy rígidos.
—¿Tú qué crees? Yo pensaba que estas cosas solo ocurrían en los animes o en el hentai.
—No te voy a lavar la espalda usando mis pechos, eso es solo para Aitor. Soy suya y de nadie más. Déjate de fantasías, maldito lolicón.
—Oye, me da curiosidad... ¿Cómo es el sexo? Quiero decir, ¿no te duele? Debe llegarte hasta el ombligo.
—Ves demasiado hentai tú... Las chicas somos bastante flexibles ahí abajo, ¿sabes? No es como si me fueran a empalar.
—Ya... Entonces, ¿tú cuándo vas a crecer?
—No lo sé. Quizás dentro de poco, quizás en unos años. Aunque no me importa mucho.
—Mentirosa. Estás restregando la esponja con más fuerza que antes y sonriendo de manera escalofriante. ¡Ni se te ocurra sacar las garras!
—Solo te estoy lavando, ¿ves? Frota, frota, frota. Frota, frota, frota.
—Sabes bien que no me fío de ti. Te he cogido miedo.
—Eso es algo que deberían aprender ellos, no tú. Por ejemplo... ¿Cómo se llama? El gilipollas este de las llamas, sí.
—¡Espera, tú! —exclamó él dándose la vuelta—. ¿Os habéis enfrentado a Nero?
—Tranquilo, no pasó nada. Tuvo un choque con mi primo. Viendo que no lo podía vencer, lo mandó a volar con una explosión. Lo dejó fuera de combate, ¿sabes?
—¡¿Hace cuánto de eso?! ¡Ese hijo de puta está desquiciado! ¡No dudará en mataros si os ve!
—Cuando no nos conocía ni el tato. Fue antes de Londres, cuando aún lo único que teníamos era el Blood Rush y tocábamos los cojones. Parece que interrumpimos una misión individual de algún tipo en Málaga capital. Sin embargo, las cosas ahora han cambiado. Somos mucho más fuertes, tenemos un modo mágico, y hasta fusión espiritual. No os tenemos miedo.
La pequeña chica gato se acercó a su oído y le susurró:
—Si quisiéramos mataros, ya lo habríamos hecho.
—Goldie, lo que estáis haciendo ya es demasiado peligroso. Os pido que paréis. Nero, a diferencia de mí o Carola, no tiene miramientos. Si conociera en persona al Director, le comería todo el cipote, es un fanático. Es el soldado perfecto: obediencia ciega y eficiencia. Es 100 % leal a la Fundación.
—En ese caso, disfrutaré mucho asesinándolo yo misma con mis propias manos. Ah, que nos desviamos del tema. ¿No te gustaría que Emma te lavara la espalda con sus pechos?
—Sí. Eso me encantaría.
—Puedo convencerla, ¿sabes? Ella es bastante pura, pero es endemoniadamente sexy. Tan solo mira ese cuerpo. Qué suerte tienes, cabrón.
—Hahaha, lo sé.
—Bueno, yo ya he terminado la parte de atrás. ¿También te limpio la de delante?
—¡No, no, no! Ya me lavo yo.
—¡Uuh! Qué grande está tu amiguito, el pequeño Willy. ¿En serio tienes esos sentimientos por mí? Se lo voy a decir a Emma. Que te gustan pequeñas.
—¡Es normal que pase si estás tan cerca y desnuda! ¡Por eso te dije que te pusieras un bañador!
—Tampoco es que haya mucho que ver, pervertido. Y vamos a bañarnos, no a la playa. Venga, termina de lavarte tú, me lavo yo y entramos juntos.
Después de eso, se introdujeron en la bañera. Por la vergüenza, William mantuvo la toalla blanca doblada por encima de sus partes, mientras que ella no llevaba nada. Estaba muy pensativa, con el codo apoyado en el borde de la bañera.
—Ahora que me doy cuenta, eres muy pequeña. Podría cogerte en brazos como si fueras mi hija pequeña.
En silencio, lo miró con el ceño fruncido y sacó las garras de su mano izquierda libre, pero prefirió ignorar el comentario.
—Ay... Oye, he estado pensando, ¿no quieres irte a vivir con Emma? Hay unos pisos que están tirados de precio cerca del parque El Calvario.
—¿Y por qué están tan bajos de precio, si se puede saber? No me vayas a decir que hubo un asesinato en una de esas residencias.
—Peor, un asesinato con suicidio. El marido asesinó a su mujer e hijo a puñaladas, y luego él se quitó la vida. Pero no te preocupes, puedo limpiar el piso de fantasmas.
—Ah, vale... Espera, ¿cómo coño matas a un fantasma? ¿No están ya muertos?
—Mmm... ¿Realmente estudiáis lo paranormal para neutralizarlo?
—Hablo en serio... ¿cómo rayos se mata un fantasma?
Parte 9
La infame fuente de los botellones, a la entrada del puerto pesquero. Ese fue el lugar de quedada acordado. Claramente las primeras en llegar al lugar serían las chicas del barco: Emma, Bonnibel y Kate. Siguieron los gatos escoceses acompañados por Manuel, Laura, Lucía y Camila. Después, los gemelos Lemon, Rosie, Marina y Shizuru. Al arribar, fueron recibidos por una extraña postal. Mint estaba en su forma de tigre correteando por el paseo marítimo, con Laura montada en su lomo, y los demás animando mientras Bonnibel, en su forma de adulta, creaba vallas con su magia de hielo.
—¡Salta, salta, salta, salta!
—¿Esto qué circo es...? —se cuestionó Jose en voz alta.
—¿Pero qué están haciendo? —continuó Rosie.
—No sé, ¡pero parece divertido! Darling, ¿te monto y echamos una carrera?
—No voy a desnudarme...
De un tenue fogonazo de luz azul, los dos que faltaban, Goldie y Aitor, aterrizaron al lado del resto. Iban acompañados de un tercero: William Benson.
—¡Hola, chicos! —saludó la gata de bolsillo—. E-eh... ¿Qué coño...?
—¿Qué hacen...?
—Siempre se me olvida que podéis transformaros... —murmuró William—. Pero esto es muy raro.
Algo avergonzado, Mint regresó a su forma habitual y corrió a ponerse la ropa que dejó doblada en el poyete. Emma se acercó a William y lo besó en los labios. Se suponía que no iba a poder estar con su novia al estar en una misión, pero cierta pequeña lo trajo nada más terminó. Nuts los revisaba con la mirada. Jose llevaba una camiseta de franela azul, pantalón chino y zapatos negros, bastante elegante. Ahora que se percataba, Manuel y Aitor iban igual, solo que rojo y verde, respectivamente. Rosie llevaba vestido de verano blanco muy bonito y simple, Marina uno azul marino, y la pequeña Shizuru, uno amarillo muy lindo.
—Oh, Goldinita, ¿no llevas tu vestido de fiesta negro con lazos rojos?
—Eso es demasiado elegante. Vamos a divertirnos, no a una celebración de la embajada. Por cierto, me gusta la chaqueta de cuero, Hazel.
—Gracias.
Diciendo eso, ella se acercó a Aitor, desembocando en que la cola de Goldie se meciera como un látigo.
—Bueno, ¿qué hacemos? ¿Adónde vamos primero, a comer o a bailar?
—Yo digo que a bailar, luego a comer, y luego a bailar —propuso la sirvienta—. ¿Qué opinas tú, Mint?
—Lo veo bien.
—Mmm... Quizás no debería haber venido con mi sudadera naranja... parezco estar fuera de lugar.
—Te ves bien, Emma. Vamos.
—Por cierto, Bonnie, ¿vas de caza?
—No, ¿por qué lo preguntas?
—Hacía tiempo que no te veíamos en tu forma adulta, aunque sea solo una ilusión. Y vas muy guapa esta noche.
La noche continuó sin ningún incidente, lo cual se les hizo raro. Ninguna pelea, ni un solo botellazo, ni un solo mago enemigo o de facciones rivales aparecieron para estropear el momento. Solamente un grupo de amigos y sus primos disfrutando de la música del local en una veraniega noche de septiembre.
Una vez se cansaron, salieron del establecimiento y se fueron a comer pizzas.
—Joder, se desmonta toda la pizza esta —se quejaba Mint—. ¡Es que se desmorona al levantarla del plato!
—Bueno, es que está recién hecha. ¿Pero a que está buena la barbacoa?
—Sí que lo está, sí.
—Por eso yo pedí tenedor, ¡ja, ja! Toma, te doy el mío, Mint.
—G-gracias, Kate...
—¿Quieres que te dé a probar de la mía? Es de pollo y salami.
—A mi me gusta la vegetal —expresó Hazel—, pero la barbacoa esa tiene muy buena pinta. Cuando me termine esta, la pido.
—¿Al ser tantos, no deberíamos haber ido mejor al Domino's a por un come y bebe?
—Phoebe, a estas horas ya deben estar completos —le recordó Goldie.
—¡Mifa, fafing, quefo infinifoooo! Ay, nom se cofta.
—Bueno, Manu, ¿vendrás esta noche a mi habitación~♪? ¿No quieres comer algo más delicioso que esa pizza?
—Grr... —gruñó la gemela mayor de los Lemon.
Shiro jaló de la manga de Jose, quería decirle algo al oído, así que este se agachó.
—Parece que el amor ha florecido entre esos dos. ¿Ves? Le está dando de comer.
—Sí, sí. Shiro, ¿quieres hacer tú lo mismo?
—¡Um!
—Está bien. Aaahn~.
—Prima Nuts.
—¿Sí, Phoebe?
—¿Es cierto que has venido a buscar pareja? —inquirió.
—Y a visitar a mis primos, eso también.
—Entonces no hay nada raro de por medio. ¿Ningún mensaje que darnos de parte de la matriarca? ¿Ni de tu hermano mayor?
—Nope. Nada de parte de la abuela Muezli ni de Almond. Oh, bueno, sí, el abuelo se ha ido de aventura nuevamente. No dijo adónde iba.
—Puto Rey Plateado —masculló Jose.
—¡¿Pero cuántos hermanos sois?! —atajó William—. ¿Tus padres piensan montarse un equipo de fútbol o qué?
—Algo así —replicó Emma Fox.
—Nuts —la llamó Lucía—, ya que buscas pareja, ¿qué buscas tú y qué ofreces a cambio? Piensa que una relación va en ambos sentidos y es de mutuo beneficio: dar y ofrecer algo a cambio. Algo así como un contrato lo veo yo.
La gata adulta sonrió de oreja a oreja, entrelazó los dedos de sus manos e hincó los codos en la mesa.
—Realmente no pido mucho, solo que sea amable, fuerte y buen padre; cariñoso, en pocas palabras. Tú me ofreces un techo donde dormir y dinero cada mes, y yo te doy comida caliente en la mesa y descendencia. ¿No es un buen trato? Por supuesto, criaré a los niños encantada. ¡Son mis hijos, por favor!
El ambiente se tornó extraño en cuanto dijo literalmente lo que pensaba. ¿Esto es lo que llaman una persona simple? Sexo a cambio de casa y comida. Una palabra no muy bonita se les vino a la mente a todos ellos...
—Puta —soltó Shiro automáticamente, y Jose le dio un pellizco—. ¡Au!
—Esto... ¿No tienes planes de buscar un trabajo? ¿O de estudiar algo?
—Nah... Odio estudiar, y trabajar para luego acabar hecha polvo y agotada no es divertido, jugar a videojuegos y hablar por teléfono sí lo es. Ya me esforcé lo suficiente en la escuela secundaria, qué asco.
—Nuestra prima ha salido socialista... —dijeron Goldie, Phoebe y Jose como un coro de fantasmas.
—No niego que el sistema educativo sea una puta mierda —coincidió Selene—, pero prueba a hacer un grado medio o superior, hay muchos tipos y seguro que encuentras algo que te guste que sea más práctico que teórico. ¿Qué tal un curso de cocina? Te gusta cocinar y hacer las tareas del hogar. Puedes tirar por ahí.
—¿Eres buena cocinera, Nuts?
—¡Sí! ¿Quieres que mañana te haga de comer en casa de mis primos?
—¡Oye, no te autoinvites! —la regañó Phoebe.
—¡Eso, eso! —continuó su hermano menor.
—En el hostal no tienen cocina, es solo una habitación para dos con cama supletoria. Vengaaa, porfaaa. Os haré a todos mis famosos macarrones con queso. ¿O es que quieres hacer un concurso de cocina a ver quién hace la comida más rica, Phoebe? Joseph, tú cocinas también, ¿no? Venga.
«¿Qué clase de fuente se necesita para hacer comida para tantos...?».
—Está bien... —se resignaron los tres—, pero no dejes la cocina hecha un desastre.
—Da cosa cuando habláis los tres a la vez —rio Selene—. Eh... Shiro, se te cae la baba. ¡Eo!
—¿Y no hay nada que te guste? Existe el teletrabajo. Ahora está de moda.
—Sigue siendo trabajo, Laura. Tienes que cumplir con un horario, y encima es aun peor, porque no distingues, trabajas en tu casa.
—¿No has pensado hacerte youtuber?
—Mmm... ¡No es mala idea, Manuel! Ya hago blogs y los subo, y tengo bastantes visitas. Podría grabarme jugando y monetizar horas de diversión.
—Y usar tu forma real, pensarán que es cosplay. Al ser tan guapa y carismática no será complicado ganarte el corazón del público y que te hagan donaciones.
—¡Sí, sí! Me gusta la idea. Así puedo ponerme los horarios que quiera, ¡me encanta!
—A eso lo llamamos «autónomo» —subrayó Phoebe.
—Bueno, y en cuanto a vosotros dos, tortolitos, ¿qué planes tenéis esta noche?
—¿Puede quedarse a dormir con nosotras en el barco, Bonnie? —le pidió la autoproclamada sirvienta.
—Claro. Pero no hagáis demasiado ruido. —La vampiresa les dedicó una sonrisa pícara y burlona, sabía perfectamente cuáles eran sus planes. Ay, qué fácil era leer a los jóvenes.
—¡Bien! —celebró ella.
Mint estaba tan rojo como un tomate reluciente, ocultando su rostro. Todos se rieron. Era tan puro.
—Manu, ¿qué me dices? —Se acercó a él seductoramente y comenzó a comerle la oreja—. ¿Sabes? Soy un animal en la cama.
—¡¡Primaaa!!
—¿Quééé? Tú lo dejaste, puede irse él con quien quiera, ¿no? No es de tu propiedad.
—Yo estoy disfrutando ahora mismo de dos Goldies, ja, ja.
—Ngh... Hazel, ¿te importa? Acaríciame a mí también, Ai-Ai, no es justo.
—¡Ja, ja, ja! No te pongas celosa, Goldie. Sabes que solo tengo ojos para ti, eres mi gatita bonita —se disculpó riendo—. ¿Así es como te sientes tú, Jose? Esto es genial.
—¡Lo es! —respondió su mejor amigo levantando el pulgar.
—Um... Aitor es tan cálido. Te buscaste un novio bueno, prima Goldie... Me está entrando hasta sueño.
—¡Hahaha! ¿Te casarías con Hazel también, Aitor?
—¡Nunca! ¡Aitor es mío y no estoy dispuesta a compartirlo con nadie!
—Me gustaría encontrar un novio como tú...
—Hey, te estás quedando dormida en mi brazo. ¿No te vas a acabar la pizza?
—Zzz...
—Se ha... dormido...
—Entonces, me la como yo —dijo Shiro.
—¿Mitad y mitad, mi koneko-chan?
Parte 10
—¡Uaaaah...! Buenos días, chicas —saludó Jose a sus gatas bajando las escaleras medio dormido—. ¿Y Kate? Ah, nada, nada. Es verdad, que se queda ahora en el Ocean. Mi cabeza, la voy a perder.
—Tú mismo te lo guisas y te lo comes, hermanito —le replicó Phoebe dando un sorbo a su taza de café bien caliente—. ¿Por qué te levantas tan temprano? Y al menos te pusiste los pantalones cortos del pijama.
—Porque hoy llevamos Rosie y yo a Choco al colegio, es su primer día.
—Son las ocho de la mañana, no entran hasta las once.
—Ya... ¿Y qué haces tú levantada tan temprano?
—Me he caído de la cama.
La tortuga se le subió en los pies al chico gato albino, reclamaba su trozo de pollo como desayuno. Este la cogió y la apartó, si no, no lo dejaría moverse. Las gatas negras comenzaron a girar en torno a él como tiburones, maullando. Tenían hambre.
—Ya, ya. Os voy a dar de comer a los tres, esperad un poco, anda. Y tenéis que comeros el pienso, ¿eh? Que sois muy sibaritas vosotras, que solo queréis embutido de tabla. Phoebe, ¿quedan snacks?
—¿Los crujientes rellenos de salmón y trucha, dices?
—Sí.
—Me los comí...
—¡¿Todos?! Yo también quería...
—Hoy tienes que ir al súper a comprar, así que puedes coger más.
—¡Uaah...! Ñam, ñam... Nunca voy a entender qué le veis a la comida de gato... —comentó Marina bostezando con los pelos despeinados y enredados, el tirante del pijama azul caído, casi mostrando un poco su pecho—. Huele bien, pero no es que sepan demasiado... bien. No os comáis la comida de los gatos, darling, Phoebe. Para eso tenéis cereales en el armario...
—¿Café, Marina?
—Con ColaCao... ¿Uuum...? Ahora que lo pienso, ¿los cereales no son pienso para humanos?
—Típico pensamiento de ducha, oye.
—Totalmente —asintió la gemela.
—...
—...
—...
Silencio.
—¿Hacemos algo? Es incómodo... Marina, siéntate, no te quedes ahí de pie.
—Vale, Phoebe... Uaaah.
—Deja de bostezar, vas a hacer que me entre sueño a mí también. ¡Uaah...!
—A mí podrías echarme una mano con mi morning wood, je, je~.
—No tengo ganas de sexo ahora, darling —respondió sentándose en el sofá, solo para tumbarse—. Oooh, voy a odiar con toda mi alma levantarme a las siete y media para ir al instituto... Estoy destrozada. En otro momento, ¿va? Ahora quiero dormir...
«Es por eso que los juernes no son buena idea; mejor ir los viernes».
—Perdona si hicimos mucho ruido anoche Shiro y yo. ¿Te traigo una manta?
—No, no, si apenas hicisteis ruido. Oh, las gatas. Venís a dormir conmigo, ¿eh? Hehehe. Venid con mamá.
«Y mira que no bebiste anoche», pensó la mayor de los gemelos.
—¿Te sentó mal la masa de la pizza de atún y beicon?
—No. No lograba dormirme con nada.
—Qué putada. Odio cuando eso pasa. ¿Entonces, para cuándo tu primera vez?
—Mmm... ¿Qué te parece esta noche? —Le sonrió.
—Perfe.
—Oye, Jose, si nosotros tenemos que estar a las ocho y cuarto en el instituto, ¿quién llevará a Chocola? Entra a las nueve.
—Konnie quiere llevarla, y Simeon y Claudia se han ofrecido. Esto ya lo hablamos en el barco, ¿no recuerdas, Phoebe?
—¿Qué hay de Shiro? Ella no va a hacer bachillerato, por lo que se quedará aquí, en casa. ¿No se aburrirá estando sola? Me da penica la pobre...
—No es mala idea. Y sola no está, Konnie se quedará con ella, y dudo que se aburra teniendo que hacer la compra, limpiar un poco y hacer la comida. Claro, que luego la ayudaremos por la tarde.
—¿No te sientes culpable por no poder llevar a tu hija al cole, darling?
El muchacho agachó la cabeza, abatido.
—Cómo me conoces... Me encantaría, pero no puedo. ¿Creéis que debería dejar un clon como los que hago cuando no quiero ir a la cafetería? ¡No, espera! Puedo dejar el clon en el instituto, qué coño. Y yo me quedo aquí en la casa. Hehehehe~.
Él ya estaba haciendo esa asquerosa sonrisa, exactamente la misma que su difunta madre esbozaba cuando pensaba en algo pervertido. De vez en cuando, incluso Phoebe la usaba. Era algo heredado, al parecer.
—¡Eso no es justo! —gritó su hermana.
—Not fair, darling. Not fair. ¿Vais a estar todo el día follando o qué?
—Haber aprendido la técnica, hermanita.
Conforme se acercaban las nueve de la mañana, Shiro se levantó y bajó las escaleras. Su pijama: únicamente una camisa blanca, y desabrochada encima. Instintivamente esta buscó su sitio preferido, el regazo de su senpai. Sobre las diez, tocaron al timbre. Rosie había llegado. Nada más vestirse, pilló las mochilas de su hija y Nana, y fueron al piso de sus tíos a recoger a las niñas para llevarlas al colegio. De paso, a ver qué tal había pasado Aitor la noche con Goldie y Hazel. Las dos chicas durmiendo en una misma cama con un chico. ¿Habría salseo? Como de costumbre, su tía Cloe les abrió la puerta.
—¡Buenos días!
—Buenos días, sobrino, Rosie. Estáis contentos hoy por la mañana, ¿eh?
—Habrán pasado una buena noche, cariño —bromeó Antonio.
Estaban terminando de desayunar los seis. Salvo por el café, el zumo de naranja y las crepes, el muchacho albino no es que fuera muy amante de los cruasanes de mantequilla. El tan solo ver cómo su tío Antonio mojaba el dulce en el café y ver la nata de la manteca flotando bastaba para darle arcadas del asco.
—¡Hola! —les recibió la pequeña Marinette y Nana.
—¡Hola, papá! ¡Hola, mamá!
—¡Pasa! —saludó la gata de bolsillo.
Hazel no dijo nada, masticando las tortitas con gran cantidad de miel y mermelada encima. Solamente saludó con la mano. Como siempre, ella tan silenciosa. Y tan amante de lo dulce.
—Aitor, ¿no saludas? ¿Qué tal has pasado la noche?
—¡Fenomenal! —celebró levantando la taza de café—. ¡Nunca había dormido tan bien!
—¡¿Y esas ojeras, tío?! —exclamó la gata de cabello negro y ojos verdes—. ¿No has pegado ojo?
—Al contrario, chicos, ¡no había quien me despertara! He dormido tan bien. Esto hay que repetirlo. Double the fluffiness, double the fun!
—Sí, hemos dormido muy bien las dos con Ai-Ai. ¿Verdad que sí?
—Sí. —Se la veía muy contenta, su cola bien en alto—. Dormir desnudas y abrazadas a un chico es lo mejor. Quiero repetir.
—No me lo puedo creer. ¿Goldie compartiendo?
—Estoy tan asombrada como tú, cari. Digo, asombrado.
—¿Te gustó mucho que te trajera aquí cargándote como a una princesa, Hazel? Mi Aitor es muy buen chico —le dijo Cloe.
—Uuum...
—¡Oh, pero qué linda es cuando se sonroja!
—Bueno, terminad de desayunar, chicas, que nos tenemos que ir al cole. Hoy es el día de prueba, el lunes se acaba el chollo y tenéis que levantaros temprano. ¿No tenéis ganas de ver a vuestros amigos?
—Ay, no quiero irme a la cama a las diez... —se quejaba Nana—. Es demasiado temprano y a esa hora ponen mis dibujos favoritos en la tele.
—¡Sí! Yo quiero ver Dragon Ball Z, joder. Es un coñazo.
—¡Eh! Esa boca, Choco —la regañó su madre.
—Perdón, mamá... ¿No puedo quedarme hasta las doce, como vosotros?
—No, cariño —le dijo su padre acariciando su cabeza—, tú tienes que dormir más horas que nosotros, aún estás creciendo.
«Aunque en verdad me suelo quedar desvelado hasta más de las tres de la mañana, pero bueno...».
—Aitor, Goldie, ¿alguien nos acompaña?
—Nah, nos vemos luego en el café —respondió su mejor amigo.
—Vale.
En el camino al colegio se reunieron con la Comandante Claudia y el Emperador Simeon. Durante el verano habían estado repasando los temarios del año pasado y tocando un poco los de este, para que no se les olvidase lo aprendido. Con esto podrían llevar vidas completamente normales y dejar su pasado atrás. Nana, quien había sido un sujeto de pruebas y mera herramienta para replicar los poderes de Simeon, no había salido al exterior y únicamente había tenido contacto con los científicos, y Chocola, quien había visto a sus padres ser asesinados delante suya, secuestrada y violada por Gai y sus hombres, quienes iban a venderla como esclava sexual en el bajo mundo. Con la emoción, se habían plantado con diez minutos de antelación frente a la puerta del colegio. Aunque no eran los únicos, había gente allí que llegó aún más temprano que ellos. Mientras esperaban, podían ver a sus hijas charlar con los niños y niñas con los que solían jugar en la plaza a la pelota o el pillapilla. Sin que se dieran cuenta, esos minutos volaron.
—¡Papá, se abre!
—¿Vamos, Nana?
—Un abrazo antes, cariño —le pidió Jose.
—¡Sí!
Las pequeñas abrazaron a sus padres y les dieron un beso antes de irse corriendo felices con sus mochilas a cuestas.
—Qué contentas están, ¿no? Jose, ¿estás llorando?
—No. Snif, para nada.
—¡Ja, ja! No sabía que fueras así. ¿También llorarás en la boda?
—Oh, déjalo tranquilo, Simeon, se ha emocionado. Aún es temprano, ¿nos tomamos algo? —sugirió la coneja blanca—. Nosotros aún no hemos desayunado.
—Venga, vamos a la cafetería. Nosotros tenemos que trabajar hoy. Cari, ¿quieres un pañuelo?
—No, yo tengo.
Una pareja que los escuchó se les acercó con curiosidad. La gata negra y el gato blanco los conocían de vista, eran los padres de una de las amigas que suele jugar con Chocola y Nana. Se les veía un poco preocupados, el marido estaba sudando.
—Perdona —dijo el hombre alto y delgado como un árbol—, no hemos podido evitar oírlo, pero ¿sois sus padres? Pensamos que eras su hermano mayor, y tú su novia. ¡No teníamos ni idea!
—Como siempre os vemos juntos. ¿No sois un poco jóvenes para ser padres? —inquirió la esposa, entregando un pañuelo de papel de su bolso al chico albino.
Se los había dejado en bandeja de plata, esa era su pregunta, así que sabían perfectamente lo que debían responder.
—Sí, sí que lo somos.
Parte 11
—¿En serio le dijisteis eso? La madre que os parió, sois de lo que no hay.
—Bueno, Aitor, no te rayes —replicó Jose secando una copa con un paño detrás de la barra del bar—. Nos la dejó a huevo.
—Y le contamos un poco por encima la historia. Que Chocola perdió a sus padres y no tenía a nadie más con quien quedarse —argumentó Rosie llevando una bandeja cargada de vasos y platos al interior de la cocina—. Eh, y sí que somos sus padres.
—Ya, ya. No me amenaces, anda.
—Tenéis solo 16 años, es normal que reaccionen así si decís que sois padres... —dijo Hazel devorando un sándwich mixto—. ¿Me pones un café?
—Claro. ¿Solo, con leche, sin lactosa, hielo?
—Solo. ¿Cuándo vendrán mi hermano y Kate?
En una mesa cerca de la barra estaba desayunando la pareja de New Dawn. Mientras que Simeon se había pedido un café solo con hielo y un mollete de lomo adobado con mayonesa y queso, Claudia ordenó una copa de batido helado de fresa con nata. Los zumos de naranja eran invitación de la casa, siempre se regalaban con el desayuno.
—¡Aquí tenéis los dos! —exclamó Rosie dejando el bote de mayonesa—. Batido de fresa helado con nata y un mollete de lomo con queso fundido, y la mayonesa, Simeon.
—Claudia, ¿segura que con el batido ese vas bien? Sé que es un vaso grande, ¿pero no quieres un sándwich o algún dulce?
—No, estoy bien. —De repente, frunció el ceño—. Simeon, ¿le estabas mirando el culo a Rosie?
—¡No! —negó él inmediatamente. Claramente estaba mintiendo, hasta Jose lo pilló.
—Entiendo que el uniforme de sirvienta te guste, pero deja de hacer eso.
—¡Que no la estaba mirando!
—Pero si estás devorando a Tearju y a las otras chicas con los ojos —atajó el novio de Goldie—. ¿Sabes que ella es una autómata? Es puro engranaje.
—¿Eh? ¿Es un robot?
—No me estés jodiendo —exclamó Claudia agarrando la cuchara para comerse la nata—. ¿Me estás vacilando?
—Lo es. Parece una humana cualquiera, ¿a que sí?
—Y que lo digas, da miedo.
—Por cierto, Jose, te sienta muy bien el uniforme de camarero —lo halagó ella, tratando de poner celoso a su pareja.
—...
—Tal parece que ahora no hace tanta gracia, ¿no, Simeon? —se rio Goldie, quien entró por la puerta vestida de sirvienta—. ¡Ja, ja, ja! Pobrecillo, qué mal se toma las bromas. ¿Quieres que te dé un besito, Simi?
—Tú solo cállate, por favor.
—Yo me pregunto si Bonnibel habrá podido dormir. Ya sabéis, dos parejitas en el barco. Goldie, ¿le dijiste a William del piso este cerca del Calvario?
—Claro, Marina. Dice que se lo pensará.
—Pero... chicos, ¿qué sentís al respecto de que G.U.N. nos esté poniendo tanta vigilancia? Primero William, y ahora Carola. Y no os extrañe que haya espías hasta detrás de las paredes.
—Tchs. Yo me iría preparando —rechistó Simeon.
—Yo no tengo nada que ocultar, pero eso es muy molesto el tener a alguien encima. Además, nosotros ya hemos alcanzado vuestros poderes, Comandantes. Si quieren guerra, la tendrán.
—Cuando nos enfrentamos en Hawái, claramente éramos superiores a vosotros. Coño, tuvisteis que hacerle un ganbang a Kyle para vencerlo. Rosie, técnicamente perdiste contra mí, y Jose contra Simeon. Marina me atacó estando yo desgastada de tu pelea, no cuenta. Y he aquí algo muy importante que quiero deciros, y perdón si duele, pero es la verdad: somos mucho más fuertes que vosotros; necesitáis transformaciones para igualarnos. Sin ellas, moriríais de un golpe.
—No quiero reconocerlo, pero es verdad... dimos pelea. Os hicisteis con el cubo raro ese. La única victoria es que no pudisteis controlar la mente del presidente de los Estados Unidos de América.
—Cierto, el cubo. ¿Para qué coño sirve el cubo ese? —quiso saber Jose—. Cuando intenté forzarlo, de alguna manera lo encendí y rompí las dimensiones o algo así.
—Y quedaste pajarito, imbécil —protestó su novia.
—¿Eso? No tenemos ni la menor idea. Pero el Director lo quería y «que le pertenecía». Así que decidimos robarlo para llamar su atención. Kyle comentó algo de que el cubo le daba más poder cuando lo sostenía, podía arrojar hechizos a diestro y siniestro. Pero... ahora se apagó. ¿Se quedó sin batería?
—Dudo que un artefacto mágico de ese calibre ande a pilas, Simeon —gimió la gata de bolsillo.
«Así que tenemos un artefacto mágico que manipula el espacio y, al parecer, potencia la magia, pero nadie sabe de dónde coño ha salido ni qué es, salvo el Director, a quien le pertenecía».
—¿Puede tratarse del arma perdida de algún dios mágico, darling?
—Eso justo estaba pensando. De ser así, no me gusta un pelo. ¿Y si al activarse emite pulsos de energía como un GPS y esa entidad llega a nuestro mundo?
—Una amenaza nivel dios... Suena épico y aterrador. ¿A vosotros no?
—No digas chorradas, Aitor —lo regañó Rosie—. Esto no es algo a tomar a broma. Simeon, ¿dónde coño tenéis guardada esa cosa?
—Sigue en el barco, en un caja fuerte. No pensábamos tocarlo, pero con lo que habéis dicho, creo que es hasta una buena idea tirar la caja al fondo del mar, donde nadie jamás vuelva a cogerla.
De nuevo, la vista se le fue al Emperador detrás de otra chica, esta vez Selene. Para despertarlo, Claudia sopló la pajita disparando a Simeon con helado.
—¡Brgh! ¡¿Qué haces?!
—Ya te vale, ¿no?
—¿Qué quieres que haga? Es la más linda vistiendo de sirvienta.
«Lo va a morder, verás. Lo va a morder...», temieron todos.
—Pienso que te quedaría muy bien el uniforme de sirvienta, Claudia.
Una flecha disparada a su tierno corazón. «¡Menuda salvada de culo! ¡Cualquier otro chico habría muerto!» gritaron internamente los demás.
—Oh, mirad quiénes llegan.
—¡Buenos días! —saludó la autoproclamada sirvienta Kate Onion, acompañada de Mint—. ¿Qué les pasa a estos dos? ¿Riña de matrimonio?
—Oh, buenos días —devolvió Selene el saludo—. Aunque sean más de las doce ya. ¿Qué tal les fue la noche? Porque van haciendo manitas, ju, ju, ju.
El pobre Mint no sabía dónde meterse ni a dónde mirar, así que para evitar el contacto visual meneó sus cabellos al punto de que su flequillo cayó y le tapó la frente, causando que los demás rieran. Tranquilamente fueron tomando asiento y pidiendo el desayuno. Selene los molestaba cambiando cada cosa que pedían del menú por algo más apropiado de un desayuno de enamorados, haciendo rabiar a Kate. En cierto modo era su venganza, por las tantas veces que se había metido con ella.
—De acuerdo, un zumo de naranja de tubo con para dos y tortitas corazón con sirope de fresa, entendido. ¿Nata?
—¡Que nooo! ¡Te hemos dicho dos catpuchinos y dos bollos de carne mechá!
—Vale, perfecto —replicó felizmente haciendo girar el bolígrafo en su mano derecha como las hélices de un helicóptero—. Se lo diré a Rosie.
—¡¡¡Los bollos y el cafééé!!!
—No grites, Kate. Nos están mirando...
—Ay, perdón.
No se habían dado cuenta, pero la taciturna Goldie versión castaña (Hazel) se había encaramado a la mesa de los dos pichoncitos.
—Hermanito, ¿qué tal?
—B-bien... ¿Qué tal tú, Hazel?
—Muy bien. Mi prima y yo dormimos juntas con Aitor. Se sintió muy bien.
Un masivo signo de exclamación apareció encima de las cabezas de Goldie y Aitor en cuanto ella dijo eso. La gente comenzaba a mirarlos raro y a cuchichear.
—¡Te voy a matar...! —masculló la francesa—. ¿Cómo dices eso en voz alta?
—Perdón. En fin, ¿cómo fue? ¿Hicieron el delicioso?
Tanto él como ella se sonrojaron muchísimo. Parecía que fuera a salir vapor de sus oídos en cualquier momento.
—No jodas, ¿lo habéis hecho?
—...
—N-no, no... —Lo nunca antes visto. La pervertida sirvienta siempre con ganas de rabo, roja como un tomate, avergonzada, bajando la cabeza y nerviosamente jugando con los dedos, sin palabras—. Aún... no... ¡Solo dormimos juntos y nos besamos!
Mint asintió con la cabeza como si tuviera un resorte por cuello.
—Aunque Mint parezca muy inocente, es muy agresivo en la cama —reveló cubriéndose la cara con ambas manos.
«¡Oh, acerté!» —pensó Jose para sí—. «Sabía que esta pervertida de 14 años se echaría para atrás al momento de la verdad; si solo es una niña que no sabe lo que dice».
—¿Ahora te haces la doncella pura, Kate? Creí que te lanzarías a por todas y te lo follarías en la primera noche, pero veo que ahora solo eres pura fachada, como la del ayuntamiento.
—¡Cállate tú, Jose! ¡¿Cómo puedes llamarme «puta» así?!
—¡Ja, ja, ja! Me encanta esa reacción tuya, Kate. Siento decirlo, pero eres algo así como una hermanita pequeña para mí. Mint, cuida muy bien de ella, es muy buena chica. Algo alborotadora, pero de gran corazón.
—¿Qué hay de Emma y William? ¿Hicieron «las paces»? ¿Hubo acción al final entre esos dos? —los interrogó la hawaiana.
—Nada. Que nosotros sepamos.
—Solo se besaron, se acariciaron y se dijeron cosas ñoñas...
—Igual que nosotros entonces, ¿no? ¡Oh, es verdad! ¡Casi se me va de la cabeza! Mint escuchó a Bonnibel hablar con Oliver usando su grimorio esta mañana. No sabemos los detalles, pero parece ser serio.
—Ese cabrón no me gusta nada. Incluso Shiro, pese a que ha sido criada por él, no lo llama «papá», solamente es su maestro. Ese tipo no es trigo limpio.
—¡Es que no lo es! —vociferó Claudia—. ¡Realmente trató de matarnos! ¡Estamos vivos gracias a que llegasteis vosotros! Si no...
Estaba temblando, sudor frío humedeció su cuerpo entero. Solo de recordarlo pensaba que le iba a dar algo e inconscientemente puso su mano sobre su vientre. Todo podría haber acabado allí, en ese instante. De una patada por poco no acaba con Kyle, y fue capaz de hacer que Aogami fusionado con Shisui se cagara en los pantalones con solo estar presente.
—Mientras no sepamos nada sobre el tema, no podremos hacer nada más que tratarlo como un enemigo —concluyó Jose—. Nos ha ayudado, sí, pero no sabemos qué tiene en mente.
—¡Anda! Aquí vienen los dos. Y muy felices por lo que veo.
—¡Buenos días!
—¡Buenos días, chicos!
William y Emma entraron por la puerta, la mar de sonrientes.
—Uuuh, algo me dice que estos han hecho arroz. ¿A vosotros no? —bromeó Marina.
—Sí, sí —asintieron.
—¡Y el que faltaba, oye! Todos juntos, de uno en uno.
—Aitor, ¿estás de vigía a ver todo el que entra por la puerta? Podrías ponerte el uniforme y ayudarme, estás muy follable.
—Luego te pones celosa porque todas las chicas van para mí. ¡Hey, Manu! ¿Qué tal te fue, tío? ¿Y Nuts?
—Ahora viene. No me habléis del tema.
¿Qué había pasado? Con la cara larga, se sentó en un taburete y pidió un chocolate caliente con churros.
—Me siento estafado.
—¿Por qué?
—Sí que era un animal en la cama.
Parte 12
Después de la fiesta, cada mochuelo se fue a su olivo. Y Manuel acompañó como todo un caballero a Nuts. Tras separarse del grupo y quedarse los dos solos, el ambiente se volvió un poco incómodo. Silencioso, sin más ruido que el típico de algún que otro coche por la noche o las motos repartiendo y la hermosa mujer gato tarareando. Cuando pararon frente al hostal, su corazón parecía que iba a estallar.
—¡Hemos llegado!
—Glup.
Manuel se llevó la mano al pecho. Bum, bum. Bum, bum. Nerviosamente, sacó de su bolsillo la cartera. Por fin, tras tanto tiempo, iba a estrenar esos preservativos. Estaban tan desesperado que el pobre pensó que al final caducarían antes de poder llegar a usarlos. Incluso se acordó de una broma que le dijo Bonnibel de que un hombre se vuelve un mago si llega virgen a los treinta, algo así como una especie de sabio. Él no quería convertirse en un buda.
«No me creo que haya llegado hasta aquí... Ni siquiera me llegué a besar con Phoebe, solo fuimos de la mano. Y lo voy a hacer con su prima...».
—¡Manu! ¿Estás bien? Venga, vamos arriba.
—E-eh... ¿Se puede subir con un invitado a estas horas?
—No seas tonto. Si le pregunto al señor, me cargará un extra. Tú ven conmigo y no digas nada. Como si estuvieras alojado.
Tomándolo de la mano, subieron las escaleras hasta el primer piso. Sacó la llave de su bolso y abrió la puerta. Tal y como les había contado era una habitación pequeña pero cómoda para una pareja de viajeros, y con vistas a la plaza. Había una cama de matrimonio desarreglada y la supletoria, donde seguramente dormía Mint. ¿Pero qué importaba la cama de Mint? Nuts había comenzado a quitarse la ropa, ¡se estaba desnudando! Se deshizo de la blusa, dejándola caer al suelo, igual con los pantalones cortos, y tiró la ropa interior. Sin pudor alguno se mostró ante Manuel tal y como la trajeron al mundo, y por la belleza de su piel este quedó impactado.
—Guau...
—¿No debería de ser «miau»? Venga, ¿a qué estás esperando? Salta a la cama.
Riendo, se tiró sobre la cama y, rodando como una croqueta sobre las sábanas, se enrolló convirtiéndose así en un tierno rollito maki. No podía acobardarse ahora, lo estaba esperando. Lo había aceptado, solo quedaba un mero paso y subiría las escaleras de la adultez. Aceptando la invitación, se deshizo de la ropa y se subió al colchón. Ella lo abrazó y comenzaron a besarse apasionadamente. Tal y como dijo Emma, su lengua era áspera, pero no era algo que lo molestase demasiado. Con sus manos amasó sus abundantes frutos, eran increíblemente suaves pero firmes, elásticos.
—Manu, acaríciame y dame de comer —demandó moviendo la cola y sus orejas de gato.
—¿Eh?
Su orden lo descolocó por completo, disipando toda la pasión que tenía acumulada y rompiendo por completo el ambiente. Se había quedado completamente congelado. ¿Y ahora qué hacía?
—¿C-cómo dices?
—Tengo hambre. ¿Me vas a por algo de comer? Y acaríciame las orejas, porfi.
—¡¿Eeeh?!
Al contarles lo sucedido, era normal que todo el mundo estuviera riéndose. Surrealista, inverosímil. Solo podían catalogarlo con una broma de mal gusto, sin embargo, por cómo él lo narró, y conociéndola a ella, no pareció haberlo hecho con mala intención. Más bien, con gran inocencia.
—¡Ja, ja, ja! ¿Sabes qué, Manu? Creo que solo te estaba probando —opinó Selene—. Dale otro intento esta noche si quieres. Ya sabes cómo es, prueba a ganártela con comida rica.
—¡Ja, ja, ja! ¡No me lo creo! «Acaríciame y dame de comer». ¡Es que es la hostia! Ojú con nuestra prima.
—¡Casi me caigo del taburete de la risa, tío! —carcajeó Aitor.
—¡Hahahaha! —Simeon estaba llorando, golpeando la mesa.
—¡Perdón! Perdón, que no puedo parar de reír —se disculpó Claudia—. Ay, se me va a subir el batido y todo. Ay, ¿y qué hiciste? Quiero decir, ¿fuiste a por comida, de verdad?
—Sí. Me acerqué al Burger, que estaba cerrando, y me llevé las sobras casi gratis. Menos mal que me hablasteis de esa treta; pero, oye, no estaba nada mal, hamburguesas y demás elementos del menú enteros y aún calientes, que la gente no quería o simplemente olvidaron. Bastante más comida de la que esperaba, fuera coña.
Algo enfadado, esgrimió una mirada fulminante a Jose, quien estaba enfrente suyo, tratando de contener la risa.
—Adelante, ríete. Deja de poner esa cara torcida. ¡Ríete de mí, venga!
—No. No quiero que me salga esa risa de cuervo malvada. Pero esto es bastante gracioso.
—¿Entonces no hicisteis nada pervertido? —intervino Kate.
—No. —Manuel dio un trago a la taza de chocolate caliente y dio un muerdo al churro—. Solo dormimos desnudos. Estuvo abrazándome toda la noche, pero nada más; me costó conciliar el sueño, pero después caí pajarito.
—Qué pena... —dijo William.
—Manu, si quieres llorar, puedes en mi hombro, ¿vale? —se ofreció Emma.
—Bueno, Phoebe... ¿Por qué tan tensa? Al final no ha pasado nada. Simplemente pelea. «El amor es una guerra», ¿no? Y esta parece ser una a tres bandas.
—Cierra el pico, Goldie —rechistó.
—¿Ooh? ¿No te interesa ahora Manu o es el hecho de que Nuts se le haya acercado?
—Déjame en paz, ¿quieres? Me voy a casa.
—¡Holis, holis! ¿Qué pasa aquí, que hay tanta gente? Oh, prima, ¿ya te vas?
—Sí. ¿Te importa? Echa a un lado.
De un empujón con el hombro la apartó y se marchó de la cafetería. La animada cola de la panteriana cayó, entristecida.
—... ¿Hice algo malo?
—Kss... Es complicado —respondió Jose—. Como mamá solía decir: «girls feelings are as fragile as glass beads».
—Mmm... Manu... ¿vienes a comer con nosotros hoy, miau?
—No sé... Creo que voy a pasar.
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