Prólogo
Sobrenatural
Salí de las frías aguas, totalmente helado y temblando, mientras gritaba y lloraba el nombre de mi familia, a punto que lastimara mi garganta.
No era un buen nadador, pero pudo salir usando algo de fuerza. Mis uñas se clavaron sobre las rocas, mientras me arrastraba con fuerzas, de mi boca salía una gran cantidad de agua debido a la fuerte corriente del rio, por eso mi desesperación de querer salir.
Ni bien llegué a la superficie, lo primero que hice fue correr hasta la pequeña cabaña que mi familia había alquilado, pero antes de poder entrar, una fuerte explosión me echo por los aires, ya en el suelo sólo fui testigo como la casa ardía en fuego.
—Mamá… Papá… —susurre—. No, no, no… por favor…
Todo había pasado muy rápido, no pude defender a mi familia cuando aquel extraño de ojos rojos, interrumpió en la cabaña. Sacó su cuchillo y atacó a mi madre, luego fue por mi padre, pero él se defendió lo que me dio tiempo de sujetar un jarrón y golpear la cabeza del atacante, sin embargo fue inútil, él sujeto con un solo golpe me lanzo contra la pared, pero fue tanto la fuerza que usó que salí atravesando la pared y caí al río.
Me puse de pie y sólo dejé caer mis lágrimas. En una sola noche había perdido a las dos personas más importantes para mí. Lo único que alegraba mi corazón era que el asesino también estaba muerto, o eso pensé.
Al mirar detalladamente la entrada de la casa, la cual se consumía por el fuego, vi una figura que caminaba entre las llamas. No podía creerlo, era él… El asesino de mis padres, ¿pero cómo?
Lo vi salir como si nada de la cabaña, avanzo hasta quedar a unos pasos de mí. Y con una sonrisa demoníaca me dijo:
—Ahora sigues tú, y con eso mi venganza habrá acabado.
Cerré mis ojos ante mi eminente muerte. Sentía sus pasos acercarse a mi, me tomó del cuello y me alzo del suelo.
—Abre tus ojos, quiero que lo último que veas sean mis ojos.—Yo negué, no iba a cumplir sus caprichos—. No lo hagas más difícil, niño. Tus padres están esperando por ti.
Que él mencionara a mis padres me hizo enojar; hace un par de años, mi papá me dio una daga, dijo que en caso de emergencia, de verdadera emergencia, lo usará. Use mis fuerzas para cogerla.
Sin remordimiento alguno termine clavando la daga en el estómago del extraño, lo que causó que me soltará.
—Maldito… ¿cómo te atreviste? —me dijo.— No sabes con quién te has metido.
De pronto sus ojos brillaron a un rojo más fuerte, alzo su mano en dirección mía, sentía que era el final, pero una fecha cayó en su brazo y otra en su pierna.
—¡Alec! —Escuché mi nombre, me giré para ver de quien se trataba.
—Abuela…
Mi abuela Clarie sostenía una ballesta y amenazó al hombre de ojos brillantes.
—¡Aléjate de mí nieto, maldito bastardo!
Nunca lo había oído hablar así, ella era mujer pulcra cuando conversaba conmigo.
—¿Piensas que con unas simples flechas cas acabar conmigo? —El tipo saco las fechas de su cuerpo.
Mi abuela mostró una pequeña sonrisa.
—Te equivocas, esas no son simples flechas.
De las partes donde el señor había sido herido, salió humo, como si estuviera quemándose.
—Agua bendita…
—Exacto, maldito.
El señor camino hasta quedar dos metros de distancia de mi mamá Clarie. Se miraron fijamente.
—Dejaremos esto por hoy.
Al decir aquello el sujeto de traje negro desapareció.
Mi abuela corrió hasta donde me encontraba.
—Mi niño, ¿estás bien?
No pude contener mis lágrimas, sólo la abracé, mientras balbuceaba el nombre de mis padres. Y como si ella lo supiera, me dijo que lo sentía, que le perdonará por no haber llegado a tiempo.
Llámanos a la policía, ella fue quien habló con los agentes, a mi sólo me hicieron algunas preguntas. Todo concluyó en un accidente casero.
Según mi abuela eso era lo mejor, ya que me iban a tachar de loco si les contaba sobre un asesino de ojos rojos.
Lo único que pude rescatar de la extinta cabaña fue un pedazo del pañuelo de mi madre y la cadena de oro de mi padre, que tenía grabado.
“La familia no termina en la sangre”
Me la puse y guarde el pedazo de tela en mi bolsillo delantero de mi pecho.
—Debemos irnos —dijo mi abuela.
—¿A dónde? —pregunté.
—A donde todo lo que has visto tenga sentido.
—¿Y donde es eso?
—El búnker de hombres de letras. Se que ahora todo lo has vivido te tiene consternado, cariño, pero en ese lugar entenderás todo y a lo que realmente se dedicaban tus padres.
—¿De qué hablas?
—No te lo puedo decir aquí, vamos. Es un largo camino hasta Lebanon.
Teniendo más dudas en mi cabeza, acepte la invitación de mi abuela, además, ya no tenía a un hogar que regresar. Subía a su auto azul y nos embarcamos en la larga carretera.
Lo que no sabia es que mi mundo como lo había conocido, cambiaría completamente.
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