2. Un Nuevo Comienzo
¡El monstruo está justo detrás!
Siento mi corazón a punto de estallar...
Los ojos de la criatura parecen de fuego, su boca dibuja una sonrisa aterradora, puedo escuchar los gemidos y gruñidos muy cerca de mi oído. El monstruo intenta atraparme, pero logró reaccionar cuando este intenta poner sus garras sobre mí hombro.
Me arrastró bajo sus piernas, si a eso se le puede llamar piernas. Logró llegar a la salida, pero la criatura viene detrás de mi; a lo lejos veo una gran puerta, aumento la velocidad, sin embargo cuando llego al que parecía la puerta de escape, no lo era. Sino que se trataba de un balcón. Intente lanzarme, pero fue inútil, las garras del demonio alcanzaron mi brazo y me desgarraron la piel.
El dolor me hace caer al suelo, el demonio se aprovecha de ello y se posa sobre mi, su peso me inmoviliza y siento que el aire me empieza a faltar…
—¡Nooo!
Me incorporo en el suelo, de golpe, mi cuerpo permanece envuelto entre las sábanas y no paro de trepidar ¡que horrible! Observo confundido en todas las direcciones, pero el monstruo no estaba en la habitación.
—Sólo fue otra pesadilla.
Me levantó del piso y depósito las sábanas sobre la cama. Observo el pequeño reloj en la mesa de noche. Este marcaba las cuatro de la mañana; sabia que no iba a poder dormir, decidí tomar una ducha.
Camine hasta el clóset, saque una toalla y ropa limpia, la cual puse en el colchón.
Sentir el agua caer sobre mi piel, hacia que me relajará. El baño era mi actividad favorita, aunque me seguía gustando el baño en tina, pero la ducha era divertida y me ayudaba alejar mis fantasmas.
Hoy se cumplía dos semanas de la muerte de mi padre, dos semanas en que supe la verdad sobre a que se dedicaban realmente y de haberlo conocido a él… Daniel.
El ángel era un mensajero del cielo, un bello mensajero. Ahí estaba otra vez aquellos pensamientos, no sabia que era, pero algo en la mirada de Daniel me atraía. Y para mi eso era extraño, pues yo tenía mis gustos definidos; las mujeres, sobre todo las rubias, me llamaban mucho la atención y Daniel estaba lejos de ser una fémina.
Me di un golpe mental para alejar esos pensamientos y salí del baño. Sabiendo que no iba a dormir, decidí ir a la cocina a prepararme una taza de café.
Camine por el extenso corredor; en estas dos semanas ya había recorrido todo el búnker, sabia donde estaba cada habitación en el. Tal como me había dicho mi abuela, este lugar era un refugio, uno que se adaptaba al ocupante.
Lo que me más me gusto fue la cochera, había una variedad de autos, hermosos vehículos antiguos; muchos de ellos costaban una fortuna. Sin embargo, lo que más me llamo la atención, fue un auto negro, un Chevrolet Impala del 67. Una belleza. Mi abuela me dijo que este vehículo pertenecía a los hermanos Winchester y era el favorito del mayor. También mencionó que podía quedarme con el, siempre y cuando lo cuidara e hiciera las respectivas reparaciones.
Llegué a la cocina y me dispuse a prepararme una taza de café, estaba a punto de coger mi taza del estante, cuando sentí a alguien detrás de mi. Intenté mirar de reojo, pero no pude, lo que atine hacer fue tomar el cuchillo, sin dudar me gire y clave el arma en el cuerpo del extraño, que resultó no ser tan extraño.
—Esto es una bienvenida. —me dijo el recién llegado.
—¡Estas loco! —quite el cuchillo de su pecho—. No puedes aparecer de esa manera, Daniel.
—Lo siento.
—Deja eso… Sólo… ten cuidado, ¿ok?
Ahí estaba otra vez, el perfecto ángel del señor, Daniel. Mi dolor de cabeza.
Odiaba sus apariciones repentinas, al menos esta vez no se apareció en pleno baño, ese día tuve que tomar doble ducha con agua fría.
—Necesito tu ayuda, Alec.
—¿En qué?
—Creo que tengo un caso.
Ese era otro motivo el porque no me agradaba verlo, insistía en que me convirtiera en cazador.
—Ya te dije lo que pienso de aquello, no quiero ser un cazador.
—La situación parece grave, Alec.
Lo hice a un lado.
—No insistas, Daniel. Lo siento, pero estas solo.—le hablé mientras le daba la espalda.
—Bien.
—Oye, tal vez…
Al girar, Daniel ya no se encontraba en la cocina.
—¡Mierda! —exclame tirando el cuchillo contra la pared.
—¿A quién gritas, hijo? —Vi a mi abuela parada en la entrada. Ella me miraba como si estuviera loco.
—A ese… Nadie. Me desperté de mal humor.
—¿Seguro?
—Sí.
—Entiendo, por lo visto ibas a preparar café. —cambió de tema, eso es lo que amaba de ella, si yo no deseaba hablar, mi abuela respetaba mi decisión.
—Estaba en eso, hasta que él llegó —lo último lo dijo en voz baja—. ¿Quieres también?
—Que sea cargado.
—¡A la orden, capitana!
Me gustaba pasar tiempo con mi abuela, después de mi padres, ella era la mujer más importante de mi vida. Y ahora con la muerte de mis progenitores, ella es lo más preciado que tengo; no deseo imaginar que algo malo le pase. Es por eso que trato de hacerle entender que ya no vaya a más cacerías.
Hace unos días fue a una y no salió tan bien librada. Logró derrotar a la criatura, pero esta antes de caer, le hirió la pierna y es por eso que esta cojeando.
Luego de acabar el café fuimos a la sala de guerra o centro de operaciones, como ella lo llamaba. El portátil estaba sobre la mesa y tenía abierta la ventana de una página de noticias.
—¿Estás buscando otro caso, abuela? Pensé que ya habíamos hablado de ello—cerré la laptop.
—No seas insolente, Alec. Estoy bien, ya puedo volver al ruedo.
—No dudo de tu agilidad, mamá Clarie, pero la última vez casi pierdes una pierna.
—Eso… —se tocó la pierna—No es nada, además el caso que encontré es grave. Me hizo a un lado y abrió el portátil—. Se trata de niñas desaparecidas en extrañas circunstancias.
—Abuela, todos los días alguien desaparece y no por eso debes pensar que se trate de un monstruo.
Tenía que evitar a toda costa que mi abuela saliera esta noche de caza.
—Se que se trata de un caso sobrenatural, estoy segura.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Las niñas han desaparecido dentro de sus casas, a media noche.
—¡Uy! La hora de lo sobrenatural—dije haciendo gestos con mi mano—. Por favor abuela, puede que esas niñas se hayan escapado de casa.
—No. Estoy más que segura que se trata de algo sobrenatural y voy a encontrar al culpable de esas desapariciones.
Mi abuela me dejó solo en plena sala, pero no me iba a rendir tan fácilmente.
—Lo siento, abuelita, pero esta noche no saldrás.
Horas más tarde.
Había llegado la noche y mi abuela se preparaba para salir a su “caso sobrenatural”. En el transcurso de la tarde evite a sobremanera de que mi abuela paterna no se vaya, sin embargo mis intentos habían sido en vano; no me quedaba de otra que tomar la medida más radical.
Busque a mi abuelita Clarie por el búnker, la encontré en su habitación, estaba llenando una pequeña maleta y sobre su cama se hallaba una escopeta. Ella noto mi presencia y giró su cabeza al lugar donde me encontraba.
—Esperó no intentes detenerme, Alec.
—No, ya me rendí—mentí—, voy a salir a un bar para no quedarme solo en el búnker.
—No me parece buena idea, el hombre de ojos rojos podría aparecer. Mejor quédate y mira una película.
—A ver abuelita, yo no meto en tus cosas, tú tampoco hagas lo mismo. Ya lo tengo decidido, voy a ir a un karaoke.
—Ok, ok.
Caminó hasta mi posición y puso su mano derecha en mi mejilla izquierda.
—Cuídate y lleva esto—puso en mi mano una daga de plata.
—Abuela…
—Es por seguridad, ¿Sí?
Ese detalle me hizo sentir mal, ella se preocupaba mucho por mi, y yo le iba a pagar de mala manera.
“Espero que entiendas que es por tu bien”
—Esta bien, me llevare la daga—la puse en mi bolsillo trasero—. Abuela, tú sabes que me gusta verme bien, ¿me ayudas a escoger una chaqueta?
—Bien, vamos.
Como buen caballero, dejé que ella saliera primero y camine a su tras. Mientras caminábamos hacia mí alcoba observó que su cojera seguía. Me detuve detrás de ella cuando llegamos a la puerta de mi habitación.
—No tiene seguro, puedes abrir—Le digo a mi abuela.
Ni bien puso un pie dentro de la habitación, la empuje, lo que provocó que callera al suelo. Aproveché ese momento para cerrar la puerta y echarle llave.
—¡Alec!—escuché gritar a mi abuela.
Ella empezó a querer abrir la puerta, pero fue en vano. Entonces empezó a golpearla.
—¡Alec! ¡Abre ahora mismo la puerta!
—No, esto es por tu bien.
—¡Tengo que ayudar a esas niñas! ¡Déjame salir!
—No, no tienes que hacerlo—coloqué mi mano sobre la puerta—. Yo iré en tú lugar… Sí es algún monstruo el responsable de las desapariciones, yo me encargaré de él.
—Alec…
—No debes preocuparte, he leído ese diario tantas veces que se como matar a cada criatura… Es tiempo de ponerlo en práctica.
—Esto no es un juego, Alec. Por favor… abre la puerta.
—Volveré en algunas horas, adiós.
Me aleje lentamente mis manos de la madera al mismo tiempo que retrocedía. Di media vuelta y me encamine de regreso a la habitación de mi abuela. Cogí la maleta, pero antes guarde la escopeta dentro de ella.
Salí de la alcoba y pude escuchar los gritos de mi mamá Clarie, pero seguí de frente. Caminé hasta la cochera, metí la maleta en la cajuela y fui a la entrada del impala. Antes de encender el auto, mandé un mensaje.
10: 15 p.m
Estoy en camino, te espero en el lugar que te dije hace rato, no me falles.
Metí las llaves e inicie mi marcha hacia mí nuevo destino.
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