1. Presentación
"Bienvenidos a la ciudad de Lebanon."
Es lo que decía el cartel, con eso me di cuenta que ya habíamos llegado a nuestro destino, imaginado que el dichoso búnker estaba cerca, pero no. Mi abuela siguió conduciendo por veinte minutos más, para este momento el viaje se me volvió pesado.
El auto entró por una pequeña entrada a lado de la carretera y se estacionó frente a una gran estructura.
—Llegamos, Alec —informó mi abuela, mientras apagaba el motor—. ¿No te parece cool?
Yo sólo usé una expresión de pocos amigos.
Al igual que ella baje del vehículo, observé a mi abuela y ella mostraba una gran sonrisa, como si tuviera buenos recuerdos de ese lugar. La verdad no sabia porque tanta fascinación por el lugar, yo sólo observaba paredes con mogo y mucho arbusto.
—Vamos, Alec. Esto es solo la careta, estoy segura que te quedaras con la boca abierta cuando mires el interior.
—¿Tú crees? —hablé de forma sarcástica.
Mi abuela ignoró mi comentario y prosiguió a ir a la entrada del búnker.
Llegamos a una oxidada puerta de metal, la cual mi abuela abrió con una extraña llave. Ni bien abrimos la entrada, un pequeño balcón nos daba la bienvenida; me acerqué al borde y pude ver el lugar.
Parecía una zona de guerra, había un pizarrón gigante, una gran mesa, también estaban algunas máquinas. Me hizo recordar a los búnkeres que utilizaban los nazis en las Ardenas.
—Ven… así ves más de cerca todo—dijo mi abuela bajando la escalera metálica.
Llegamos al centro de la sala de guerra, quedé muy asombrado, las paredes tenían símbolos extraños. Observe la mesa y pude ver el gran mapa del país, fue cuando toque la madera que pequeños recuerdos aparecieron en mi cabeza; yo de unos cuatro o cinco años jugando con mis juguetes debajo de la mesa.
Volteé en dirección al pizarrón, caminé hasta el y pegado en una esquina pude ver una fotografía; en aquella foto se encontraban mis padres, mi papá sostenía una rifle y mi madre una especie de cabeza de lagarto, aunque no estaba seguro que fuera de un animal.
—Recuerdo aquella foto, fue su primera cacería como pareja—pegué un brinco, aquella voz era de mi abuela, ella estaba a lado mío.
—¿Cacería?
—Sí, este monstruo lo cazó tus padres dos horas después de contraer matrimonio.
—¿Monstruo? Espera… ¿de qué hablas?
Mi abuela soltó un suspiro.
—Será mejor que tomes asiento, la historia es muy larga, hijo.—Yo obedecí, cogí la primera silla y me senté. Mi abuela hizo lo mismo—. Alec, sólo te pido que mantengas la cabeza abierta, porque lo que te voy a contar parecerá una película de terror. ¿Lo prometes?
—Sí, mamá Clarie.
—Bien, entonces daré inicio… todo comenzó hace cincuenta años… No, creo que debo ir mucho más atrás…
Mi abuela comenzó a contarme sobre dos hermanos que se dedicaban a la caza de seres sobrenaturales; aquellos hermanos habían vivido cosas muy duras, perdieron a su familia y amigos. Sin embargo no todo era malo, pues ellos lograron acabar con muchas de criaturas que amenazaban con destruir la tierra. Al final aquel par acabo enfrentándose al mismísimo Dios y esa lucha le costó la vida de las personas y seres más valiosas para ellos, aún así, ellos terminaron ganando.
Por mi parte en enfrentaba a un dilema, si hacerle creer que me creí su cuento de superhéroes o llamar al doctor para que la inyecte; pero seguía hablando y se metió en la historia.
Me contó que ella era una ignorante del mundo sobrenatural hasta que se topó con aquellos hermanos y Castiel. Este último era un ángel que poseyó a su padre—el bisabuelo Jimmy—, ella terminó viviendo con una fiel amiga de los cazadores, esa mujer se llamaba Jody.
Pasado un tiempo de la batalla final ella se dedicó a la caza, claro que los hermanos habían salvado el mundo, pero los seres sobrenaturales seguían existiendo. Estuvo cinco años cazando sola y fue que lo conoció a él, el abuelo Clark, se dio la chispa entre ellos, así fue como si padre llegó a la vida. Veinte años después mi papa conoció a mi madre, mi mamá había perdido a su familia por unos demonios y mu padre su al rescate de ella; al no tener un lugar donde vivir, decidieron traerla al búnker.
Esa parte de la historia si lo sabia, bueno… a medias. Mi mamá me contó que de joven perdió a su familia en un incendio y mi papá era bombero, él la rescató. Ahora veo que todo era mentira. Entonces analice lo que me paso hace unos minutos atrás, esos recuerdos de niño jugando debajo de la gran mesa eran verdad.
—Abuela, ¿yo crecí en este lugar?—Quería saber si esos recuerdos eran reales o producto de mi imaginación.
—Sí, sino me equivoco fue hasta cinco años.
—¿Por qué hasta esa edad?
—La vida de un cazador es muy riesgosa, tú madre no deseaba que crecieran en aquel mundo de la caza, rogó a tu padre dejar la cacería y vivir una vida normal.
—Lo cumplió —esto lo dije para mi mismo, pero mi abuela me había escuchado.
—No. —Aquel comentario hizo que prestara más atención a mi abuela.
—¿Qué?
—Tu padre nunca dejó la caza. Esa es la razón que las fuertes discusiones que tenían tus padres. Tu madre no aprobaba esa doble vida, pero por tu bien ella decidió no dejar a tu papá.
—Entonces… ya no se amaban.
—A su manera, hijo. Los sentimientos son muy complicados de entender, pero nunca dudes de su amor hacia tu persona. Alec… para tus padres eras lo más importante.
No se porque, pero las ganas que tenía de llamar al psiquiatra desapareció. Algo dentro de mi me decía que todo era verdad, junto con los demás recuerdos que llegaban a cabeza, las lágrimas no tardaron en aparecer.
Me acababa de enterar que mi vida era una completa mentira, mi padre no era abogado, mis padres cazaban monstruos.
—Hijo… —mi abuela puso sus manos sobre las mías—. Se es que difícil para ti todo lo que te he dicho, pero no pienses mal de tu padre, el sólo buscaba tenerte a salvo.
—¿Mintiendo?
—Tal vez fue la manera equivocada, pero quería tu seguridad. Alec, ay veces los padres toman decisiones que para nosotros los hijos tal vez sea equivocada, pero no hacen por causarnos daño, sino que creen que hacen lo correcto.
Yo me levanté de la mesa, pasé mis manos sobre mis cabellos.
—Pues el mío hizo todo mal, sus aventuras nocturnas tuvo consecuencias, abuela.—Estaba enojado, herido, tenía que sacar todo lo que había acumulado en estas horas. No medí mis palabras—. Estoy seguro que ese ser que vino a la cabaña estaba buscando a mi papá… tal vez mi padre evitó que hiciera un desastre y esa fue su forma de vengarse, matando a mi madre… ¡Y tú tienes la culpa! —La señale—. Si tan solo no te hubieras dedicado a la caza, esto… esto no hubiera pasado. Yo tendría a mis padres conmigo…
Caí de rodillas al piso, cubriendo mi rostro con ambas manos. Mi abuela me cubrió con sus brazos y acuñó mi rostro sobre su pecho.
—¡Shhh! —La escuché decir, mientras mecia su cuerpo adelante y atrás.
—L-Lo siento… yo no quise…
—Lo sé. No estoy molesta, aunque suene raro, me ha gustado verte llorar. Estaba preocupada, ya que no derramaste ni una sola lágrima durante el viaje, sabia que ibas a explotar en cualquier momento.
Luego de varios minutos y de haber sacado todo lo que tenía dentro de mi. Mamá Clarie me llevó por un extenso pasillo, había muchas puertas de madera; nos detuvimos en una.
—Quédate aquí, le daré una mano de gato a esta habitación.
Mi abuela me dejó parado en la puerta mientras que ella entró a lo que vi que era el baño y saco algunos artículos de limpieza.
—¿Te ayudó?
—No, hijo. Puedo hacerlo sola.—En cuestión de minutos la sucia habitación paso estar limpia, todo brillaba—. Ahora si, pasa.
Por fin pude ingresar a la alcoba, me pasee por todo el lugar. Habla poster de bandas de rock, entre otras cosas más.
—¿A quién pertenece esta habitación? —pregunté.
—Pertenecía a uno de los hermanos de los que te hable.
Aquella respuesta me hizo caer en cuenta que no había preguntado por los nombres de ese par de hermanos.
—¿Cuáles eran sus nombres? Es que nunca me lo dijiste.
—Dean y Sam Winchester, esos eran sus nombres. Esta habitación pertenecía al mayor, a Dean Winchester.
—Se ve que tenia bonitos gustos, esas bandas son un clásico.
—Sí, se podría decir que era el más cool de la familia. —Mi abuela esbozó una pequeña sonrisa—. Bueno, ahora duerme un poco ha sido dos días agitados para ti. —La mamá de mi papá tomó la cubeta y camino hasta la puerta—. Descansa, cariño.
Ni bien cerró la puerta yo me acosté sobre el colchón, estaba suave, muy a mi gusto. Cerré los ojos para encontrar sueño, pero no pude; la verdad era que no podía dormir, ya que ni bien cerraba los ojos los eventos vividos aparecían en forma de pesadillas. Me senté sobre la cama y echando un vistazo alrededor, vi encima de la mesa unas latas antiguas; caminé hasta ellas.
Al abrir la primera lata encontré en su interior una pistola y un par de balas, pero no eran balas comunes y corrientes, estas eran redondas, no olían a pólvora. Deje el arma y las balas sobre la mesa, ya que vi que habían fotografías. Cogí la lata y la llevé conmigo a la cama, empecé a verla una por una.
En la primera foto estaba retratado una pequeña familia, una mujer, un hombre y un niño pequeño cargando a un bebé, en la siguiente imagen estaban dos jóvenes, cada uno con un arma, la que seguía era un grupo de cinco personas, dos mujeres y tres hombres. El sujeto que llamó mi atención fue el que se parecía a mi bisabuelo Jimmy; supuse que era el ángel que había tomado el cuerpo del padre de mi abuela.
Al terminar de observar las fotos, las dejé en su lugar; tomé la otra lata y lo que encontré me dejó sin palabras, se trataba de un pequeño diario, este tenia las iniciales de mi papá, abrí la tapa y leí la primera hoja; efectivamente se trataba de la letra de mi papá.
La nota estaba dirigida a mi.
“Alec si estás leyendo esto es porque ya estoy muerto.
Lo más seguro es que mi madre te haya contado sobre nuestra vida como cazadores, seguro habrá sido un gran impacto para ti saber sobre este oscuro mundo, ahora sabes que hay criaturas entre nosotros; pero no te escribo para decirte eso. Lo más seguro es que te estés preguntado:
¿Por qué papá dejó esto?
Aquí va la razón, pues este pequeño escrito está todo mis saberes y criaturas a las cuales he combatido durante estos años. Aunque todo lo escrito en este libro no es mío, ya que es un transcrito de otro diario. Sin embargo, eso no hace que nada de aquí no sea mío. Casi al final podrás ver mis escritos. Regresando a la razón del porqué te dejo este diario, es simple, te lo doy para que puedas defenderte del mundo de las sombras.
Hijo mantente alejado lo más que puedas de lo sobrenatural, utiliza el diario para defensa personal. Te amo… Te amamos. Recuerda todo lo que has aprendido en estos años. Tal vez no te lo dije enseñe a cazar en forma física, pero si atraves de cuentos, sólo debes hacer memoria.
Eso sería todo de mi parte, Alec. Por favor… Vive.”
Cuando acabe de leer la nota de papá, las lágrimas mojaron el fino papel del diario. Con las yemas de mis dedos trazaba sobre la tinta negra; por cada acaricia un recuerdo nuevo se venía a mi cabeza.
Termine por cerrar el diario, pero recordé que papá había dicho que este pequeño escrito tenía información sobre la criaturas sobrenaturales que combatió.
—Tal vez encuentre información sobre el monstruo que nos atacó.
Volví abrir el escrito, pero esta vez pasé a la tercera hoja. Mientras leía pude darme cuenta que los monstruos de los cuentos de fantasía si eran reales; claro que aquí decía extremadamente peligrosos y no salvadores del mundo.
Traté de buscar datos de algún ser de ojos rojos, pero nada. Entonces recordé la pelea, mi abuela hablaba con el tipo como si lo conociera, así que con diario en mano fui a buscar a mi abuela, sin embargo ella no estaba. Pude notar una nota en la mesa.
"Salí hacer compras, portate bien"
Rodé mis ojos, no me gustaba que me dieran ese tipo de advertencia, ya no era un niño. Tenia veinte y uno.
Sabiendo que la abuela iba a tardar decidí recorrer el famoso búnker. Era extraño, yo no sabía dónde estaba cada habitación de este lugar, pero mis pies al parecer sí sabían. Al ver el lugar donde me habían llevado mis pasos, me di cuenta que se trataba de la biblioteca, pues había muchos estantes con cientos de libros; pero un estante en especial llamó mucho mi atención.
En esta repisa había un libro de tapa azul, con letras extrañas. Cogí el libro y vi la portada. Cuando abrí para leer el contenido me sorprendió encontrar una daga; esta arma también tenía escritos raros.
Quería observar mejor lo hallado, pero un aleteo de alas llamó mi atención, sobre todo aquella voz que pregunto por mi.
—¿Eres Alexander Stewart? —Aquella voz hizo que mi cuerpo se estremeciera, hasta podía jurar que los bellos de mi piel estaban en punta.
Me di la vuelta lentamente, cuando acabe de dar el giro, me topé con un hombre de traje negro y gabardina del mismo color, tez clara, cabello negro, alto; pero la característica que más le resaltaba era ese par de zafiros azules que me dejaron sin habla.
Nos quedamos mirando fijamente por un largo rato, pero recordé que estaba de pie frente a un extraño.
—¿Quién eres? —pregunté con cierto temor.
—Mi nombre es Daniel y soy un ángel del señor.
—Imposible…
Ni bien dije eso, luces con truenos aparecieron en la biblioteca, pero eso no era todo, pues en la pared y techo se podía ver una sombra de alas.
—Creo que con esto es suficiente, ahora me debes escuchar. —Él acortó la distancia entre nosotros—. El cielo tiene trabajo para ti.
Bienvenidos a esta nueva historia, aclarar que esta historia lo había subido hace meses atrás, pero la mande a borradores porque no me gusto como estaba quedando la trama.
Ahora le hecho las mejoras del caso y la estoy subiendo nuevamente.
Espero contar con su apoyo en esta nueva aventura.
Si les gusto el capítulo no olviden votar y comentar.
Gracias.
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