Yandere Vampiro x Lectora

Eras una turista en Rumanía. Siempre te había llamado la atención la cultura rumana y las leyendas que rodeaban sobre los vampiros. Tal vez todo eso había comenzado cuando leíste Drácula. Te llamaron la atención los vampiros, pensando que habían sido una de las leyendas más aterradoras que habías leído.

Fue una lástima que la media haya arruinado a esos seres con libros como Crepúsculo y series como Vampire Diaries. Creías firmemente en que los vampiros eran seres aterradores y macabros, no seres que pudieran albergar sentimientos románticos por una simple humana.

Fuiste hasta Transilvania, disputada entre Hungría y Rumanía, pues ahí se originaban la mayoría de las leyendas que correspondían a tus monstruos favorito del terror.  Tras visitar el castillo Bran, conocido como "El castillo de Drácula"; en el corazón Transilvania, estaba el Castillo Hunyad. El castillo era un atractivo turístico para muchos visitantes al ser el castillo donde Vlad Drăculea estuvo preso durante 7 años.

Dentro del palacio había muchas cosas interesantes y debías admitir que era algo muy hermoso de ver. Te preguntabas como había sido la vida allí en su época de esplendor. Tomaste muchas fotografías.

Fuiste al pozo del Castillo, donde moraba la leyenda de que 3 presos turcos acabaron durante 28 años para encontrar agua porque el rey les había prometido la libertad y cuando la encontraron, el rey murió y la reina los mandó a decapitar. En el pozo inclusive venían las inscripciones en turco con sus nombres, las cuáles fotografiaste.

—Oye, [Nombre]— llamó tu amiga —. Encontré algo interesante en la mazmorra. Ven a ver.

—Pero ya van a cerrar — dijiste al ver la hora en tu reloj de muñeca.

—¿No te interesa algo de adrenalina?— dijo ella codeando tus costillas.

—Meli, no quiero meterme en problemas, en serio. — Negaste.

— ¿Desde cuando te volviste tan aguafiestas? Ese podría ser el lugar donde tienen los restos el príncipe el Valaquia.

Con eso te convenciste. Miraste a todos lados esperando a que nadie las viera escabullirse, mientras Melissa te tomaba de la mano. Ambas bajaron a las mazmorras y ella te condujo hacía una puerta de madera, la cual tenía un candado.

—Pero está cerrado— comentaste arqueando una ceja.

Melisa rió y tomó unas pinzas para el cabello que tenía puestas. Con ello, comenzó a intentar abrir aquel pesado candado, hasta que oíste un ligero 'click' y el candado cayó al suelo.

Volviste a mirar a todos lados. Nadie. Supones que es porque ya estaban indicando a los turistas que saliera. Casi No podías ver tampoco debido a que sólo se iluminaba con el foco del celular de Melissa.

—Meli. En serio, vámonos— rogaste ya que eso podría significar una prohibición para volver.

Melissa hizo caso omiso y abrió la puerta. También tomaste tu celular y comenzaste a iluminar la penumbra. Detrás de la puerta había un largo pasillo y las luces de las antorchas comenzaron a prenderse. Eso las asustó, pero no tanto como el hecho de que la puerta se había cerrado de golpe tras de ustedes.

— Oh no. No, no, no, no. Esto no está pasando. — Escuchaste decir a tu amiga aferrándose a tu brazo.

—Esto es culpa tuya. Te dije que volviéramos — regañaste.

—¡Lo lamento!— Te gritó frustrada.

— ¿Y qué hacemos ahora?— preguntaste.

— Supongo que podemos seguir caminando. Si tenemos suerte encontraremos una salida.

Era una buena idea. Estando las dos juntas y abrazadas, comenzaron a caminar a través del pasillo. Tras unos pocos minutos, llegaron a unas escaleras. Pensaron ambas que habían encontrado la salida.

Era una escalera de caracol que les llevó varios minutos subir de nuevo y, una vez arriba, encontraron otra puerta. En las hendiduras de la puerta, vieron una tenue luz reflejarse y suspiraron ambas de alivio al creerse salvadas.

La puerta no estaba cerrada, con lo que fue sencillo abrirla. Una vez la abrieron, la chimenea se apagó, pero la luz de la luna iluminaba aquel enorme salón. Parecía ser una habitación de la realeza y estaba en un estado perfecto, como si alguien habitara allí.

— [Nombre], esto ya me está asustando. Había una chimenea encendida, pero no hay nadie aquí.— Melissa comenzó a sollozar — Soy una tonta. Por mi culpa nos metimos en este embrollo.

— Ya Meli. No sabías que esto iba a pasar.— Usaste un tono de voz suave esta vez.

Dejaste la cámara en una mesita de noche y te acercaste a la chimenea. Si no había nadie allí, podían pasar la noche hasta que alguien las sacara al día siguiente.

— [N-Nombre]— Oíste a tu amiga titubear débilmente.

Cuando volteaste, viste una figura de vestuario negro que sostenía a tu amiga con fuerza. Te quedaste en shock por unos momentos y, cuando reaccionaste, viste a Melissa en el suelo, pálida y ya sin vida.

Miraste a la figura, notando que era un hombre. Este volteó y notaste sus labios manchados de sangre y dos hilos rojizos en las comisuras de su boca. Era increíblemente atractivo, sí, con unos ojos azules como un par de zafiros, cabello oscuro como la noche y una piel blanca que brillaba con la luna, pero ¡Era un vampiro y había matado a Melissa!

Te quedaste sin habla, sentiste la sangre de tu cuerpo congelarse y comenzando a retroceder lentamente. Él se acercaba cada vez más a ti. Llegaste a la ventana y apoyaste las manos en el marco.

¿Qué es peor? Morir por una caída o porque un vampiro te chupa la sangre — pensaste. Ciertamente la segunda opción era menos dolorosa.

— ¿Ekaterina?— preguntó con una voz suave y gruesa — ¿Eres tú, lubirea mea?

— ¿Eh?

— Soy yo, Valerian. Tu esposo.

— No sé se qué está hablando— Negaste con la cabeza.

— Puedo sentirlo. Eres tú. Tú eres mi Ekaterina— Su fría mano tocó tu mejilla y te obligó a verlo fijamente a los ojos — Los mismos preciosos ojos, tu cabello, tus labios, tu piel, tu aroma. Eres tú.

— Yo soy [Nombre]. No conozco a ninguna Ekaterina.

— Claro. No puedes recordar tus vidas pasadas. Esa es tu triste maldición, lubirea mea. — Su tono de voz fue triste — Tampoco puedes recordarme y lo felices que fuimos alguna vez, antes de que me abandonaras por convertirme en un vampiro— Su otra mano apretó firmemente tu brazo, lastimándote. — Ahora no te puedo dejar ir. No puedo permitir que me abandones. Ya Alba nunca más volverá a entrometerse como lo hizo una vez.— Miró con desprecio a Melissa.

Comenzaste a sollozar por el miedo y la confusión ¿Qué era todo eso? ¿Acaso era una broma por desobedecer las reglas?

— Yo no puedo quedarme— dijiste con un hilo de voz.

— Debes quedarte. No puedes irte. No te dejaré abandonarme de nuevo ¡Esperé siglos a que volvieras conmigo!

—¡Pero ni siquiera sé quien eres o de qué hablas! — espetaste comenzando a forcejear.

El rostro de Valerian se tornó furioso y oscuro, hasta que te tomó firmemente y mordió tu cuello furtivamente. Gritaste de agonía y te desmayaste por un intenso dolor, como si te estuvieras quemando por dentro.

Poco a poco abriste los ojos. Estabas recostada en una superficie suave, pero reducida. Estabas confundida, no sabías donde estabas y te sentías extraña, con mucha sed. Instantáneamente recuerdos vinieron y te levantaste de golpe, notando que estabas en un ataúd. Apoyado en la chimenea estaba Valerian, mirando fijamente al fuego.

Al notar tu mirada, él te volteó a ver y se acercó rápidamente hacia donde estabas.

— Al fin despertaste, querida. Debes de estar sedienta— dijo en tono preocupado antes de ir a buscar algo.

Tomó una copa y se cortó la muñeca para llenar la copa con sangre. El aroma te hizo sentir más sed y hambre voraz. Al darte cuenta, temblaste y comenzaste a llorar.

— ¿Qué me hiciste?

— Te concedí la vida eterna, lubirea mea. Ahora podremos estar juntos eternamente. Ah, te vez tan hermosa.— Te dijo suavemente, mientras tomaba tus manos y te miraba con absoluta adoración. Te dio un beso en los labios. — Ahora bebe.— Te dio la copa.

Instintivamente bebiste todo, debido a tu sed y tu hambre, y tras haberla toda, te sentiste saciada.

— Ahora estaremos juntos por siempre, mi dulce Ekaterina... No. [Nombre].

Los vampiros sin dudas eran unos monstruos, por lo cual significaba, que tú también lo eras. Ahora estabas maldita con la vida eterna y tomar la energía vital de otros seres vivos.

Tal vez, el sol podría darte paz ¿O no?

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