- Lucifer te hizo comer del árbol prohibido - comentó Sam - ¿No deberías odiarle por hacer que te echaran del paraíso?

- Lucifer me salvó y lo de la manzana es una metáfora.

- ¿Metáfora de qué? - quiso saber Dean.

- Fornicación - apuntó el ángel desde el otro lado de la habitación.

No le debía explicaciones a nadie pero quería, necesitaba contar mi historia

- Nunca le importé a Adán, me veía como uno más de los trofeos que tenía en el Edén. Supongo que haber sido creada a partir de él y con el único objetivo de asegurar su placer y felicidad tampoco ayudó. Pero de repente, apareció alguien más, alguien que consiguió mover algo dentro de mí. Durante años de matrimonio nunca había sonreído y Lucifer conseguía hacerme siempre reír. Se preocupaba por mí, me dedicaba tiempo, me escuchaba y me permitía escucharle a él. No sé cuándo ocurrió pero me enamoré de él. Acabé por morder la manzana, ya me entendéis. Lucifer quiso hacerme inmortal para que pudiéramos vivir juntos para siempre y aunque en el cielo nadie estaba de acuerdo, igualmente lo hicimos. Su padre lo consideró un acto de rebeldía y lanzó todo su poder contra nosotros. ¿Qué íbamos a hacer? Éramos solo dos y yo puede que fuera inmortal pero seguía teniendo el resto de facultades humanas. Como es de esperar, no pudimos con el ejército de ángeles. A Lucifer lo mandaron al Infierno y a mí me encerraron en un lugar apartado el cielo. Así hemos estado desde hace miles y miles de años.

La sala se quedó en silencio.

- Y, a través del Apocalipsis, trata de recuperarte.

- Eso parece.