24. Sam

Nadie llamó a la puerta de mi casa, sin embargo, tuve la sensación de que había alguien fuera. Hasta ahora mis "sensaciones" habían sido correctas así que decidí ir a ver.

Cargué la pequeña pistola que tenía y me la guardé en el bolsillo de la bata por si acaso.

Cuando abrí la puerta me encontré con los ojos apenados de Sam Winchester.

- No sabía si debía llamar - me dijo.

- Anda pasa.

Cuando estuvimos dentro dejé el arma en la mesa, no la iba a necesitar, y revisé el rostro del chico.

- ¿Qué te ha pasado?

- Es una historia muy larga.

- Esas son mis favoritas - le dediqué una pequeña sonrisa, él me la devolvió a la vez que sus ojos empezaban a humedecerse.

Mi instinto fue acercarme a él y abrazarlo. Sus brazos me rodearon la cintura con firmeza, como si tuviera miedo de que me fuera a separar de él, y enterró su rostro en la curva de mi cuello.

Después de que dejáramos nuestra relación hacía casi seis meses ese gesto parecía extraño, pero a la vez familiar. Tengo que admitir que lo había echado de menos. Le pasé una mano por el pelo para tranquilizarlo.

- ¿Quieres contármelo? - le susurré.

- No he podido salvarlos - fue lo único que dijo y nudo se formó instantáneamente en mi estómago.

- No siempre puedes salvar a todo el mundo Sam.

Él solo se hundió más en mí.

Tras un par de minutos nos separamos y yo alargué el brazo para tocarle las heridas.

- Espera, iré a por el botiquín.

Cuando volví, Sam estaba sentado en un taburete de la cocina mirando al suelo.

- Lo siento - se disculpó.

- ¿Por qué?

- Por venir. No tenía ningún derecho a pedirte nada después de lo que pasó pero... - dejó la frase a medias.

- Pero, ¿qué? - lo cogí de la barbilla para que levantara la cabeza, primero, porque lo necesitaba para poder curarlo; y segundo, porque quería que me mirara a los ojos cuando respondiese.

- Pero no sabía a dónde más ir - se tomó una pausa - Sólo podía pensar en que necesitaba verte.

Después de su confesión los dos estuvimos en silencio mientras terminaba de echar alcohol y poner puntos de aproximación sobre sus heridas y cortes.

- Pasa aquí la noche - dije rompiendo el silencio - Te sacaré unas mantas y puedes quedarte en el sofá.

- ___________, no quiero molestarte.

- Insisto.

- Está bien. Gracias.

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