24. Rescate
Las alarmas en el cielo sonaban y todos los seres celestiales corrían de un lado a otro. Eso se debía a que dos de sus prisioneros habían escapado.
—Debemos dividirnos.
—Tienes razón, ustedes irán al lado norte y nosotros al lado sur.
Los grupos se separaron.
Lo que desconocían era que sus fugitivos estaban más cerca de lo que creían. El niño ángel y el otro ángel estaban en la biblioteca.
—Creo que es hora de salir—propuso Bob.
—No te apresures, debemos ser cautelosos.
—Nos van a descubrir si nos quedamos aquí adentro—insistió el chico.
—Lo sé, pero recuerda el plan. —El ángel abrió la puerta y se asomó a ver por el corredor, como no observó a nadie de sus hermanos andando por el pasillo decidió salir—. Bien, es ahora o nunca.
Bob salió de la habitación, ni bien puso un pie fuera corrió por el pasillo. Ambos lograron salir de las oficinas del cielo; llegaron a la entrada celestial, esa que daba pase a las almas de los humanos.
—¿Está seguro que es el camino correcto?
Bob no se sentía seguro.
—Es el único camino, que yo sepa.—contestó el ángel.
Siguieron su camino hasta el borde del cielo, sin imaginar que Racheel estaba detrás de ellos; ella aprovechó un descuido de ambos hombres para irse contra el nephilim, pero su hermano reaccionó a tiempo y recibió el golpe que le terminó echando al abismo.
—¡No!
Racheel sujetó al adolescente quien trataba de liberarse.
—¿Sabes que significa que un ángel caiga por el abismo celestial? —El chico negó—. Me lo imaginé, si un ser celestial cae por el abismo cae a la tierra, pero… Ahí está el problema, el angel pierde la memoria de su vida celestial, se vuelve un caído.
—No entiendo.
—Que tu compañero de fuga ha perdido sus alas, lo mismo te pasará a ti.
—No lo creo perra.
Racheel giró su rostro y se topó con el padre humano del chico.
—Dean Winchester.
—El mismo.—El cazador dio un vistazo a su hijo—. Será mejor que sueltes al chico.
—No.
—¿No?—Dio dos pasos hacia delante—Esa no es la respuesta que deseaba oír.
—Detente Winchester, si te acercas tu hijo se muere.
La mujer saco su espada celestial y lo puso sobre el cuello del menor.
—Adelanté, por mi no te detengas—declaró el rubio, dejando a su hijo absorto por sus palabras.
—Pa… papá.
Dean miró a su hijo.
—Te lo he dicho mil veces, tú no eres mi hijo.
Lagrimas amenazaban en salir del rostro del muchacho.
Racheel por su parte no sabía que hacer, se suponía que el cazador estaba ahí para rescatar al chico, pero al parecer era otro el motivo que lo traía al cielo.
—¿Qué buscas aquí, Winchester?
Dean sacó su espada.
—Vine a saldar cuentas contigo, perra.
—Tus palabras no me ofendes, cazador.
—Lastima.
La mujer soltó a Bob, quien por instinto retrocedió.
Bingo, pensó el cazador.
De pronto Racheel desapareció, causando el asombro del humano.
—Mierda. —dijo mirando a todos lados.
—Atrás tuyo, cazador.
Dean quiso voltear, pero fue lanzado al aire, dando algunas vueltas para que finalmente cayera al suelo.
—Te lo dije cazador, no eres nadie.
—Yo no cantaría victoria, bruja—Dean señaló atrás de ella.
—¿Tú…?
Castiel no le dio tiempo de reacción a su hermana, este sin remordimiento alguno clavo su espada angelical en el estomago de la mujer, quien empezó a emanar su gracia por los ojos, para segundos después caer al suelo. El de la gabardina dejo caer su espada al suelo y se giró en dirección donde se hallaba su hijo.
—¡Bob! —Lo abrazó.
—Padre… —El joven correspondió al abrazo.
—¿Estas bien? —preguntó Castiel a su hijo mientras le revisaba.
—Sí, papá. No me hicieron nada.
—Seguro no les alcanzo tiempo para realizar sus planes, pero me alegra saber que no te pusieron la mano encima.
—Yo menos lo hubiera permitido —Ese era el cazador.
—Usted no se meta —El muchacho soltó con enojo.
—Hijo, ¿qué pasa? Es tu padre.
—Ese no es nada mío, padre. Le escuché decir que no le importaba si moría o no.
—Oye, no es así, todo fue…
—¡Cállese!
—¡Bob!
El nephilim había atacado a su padre humano, pero no fue nada que lamentar, a los pocos segundos el cazador estaba de pie nuevamente.
—Eso si me dolió.
—¿Te encuentras bien, Dean? —preguntó Castiel.
—Sí, sí. No te preocupes.
Castiel miró a su hijo.
—¿Porqué hiciste eso? Tu padre vino a rescatarte.
—Ya te lo dije, ese señor le dijo a la señora esa que no le importaba lo que me hiciera, no me quiere, nunca lo va hacer.
—Te estas equivocando, hijo.
—Ahora no me crees.
—No es eso, solo que todo lo que escuchaste fue parte de un plan.
—¿Un plan?
—Sí, verás…
En el bunker.
—¿Estas seguro de poder hacer eso, Dean? –Castiel estaba preocupado por su pareja y no estaba seguro de que podría con él plan.
—No te preocupes, Cas. Recuerda que me sale hacer del chico malo.
—Una cosa es aparentar y otra muy diferente ponerlo en práctica —comentó Gabriel.
—Ok, ya paren.—intervino Sam—. Lo que quiere decir Gabriel es que vas a tener que negar a Bob.
—Pero eso ya lo hice, será pan comido.—Castiel rodó los ojos—. Eh… creo que debí quedarme callado.
—Se nos hace tarde chicos, debemos darnos prisa.
—Gabriel tiene razón, entonces este será el plan—explicó Sam—. Dean, tu serás el primero en ir con Racheel y harás tiempo, aunque eso signifique que tengas que mentir referente a Bob, ¿estamos?
—Sí.
El cielo.
—Eso fue lo que pasó, Bob—terminó de narrar el ojiazul.
—¿De verdad fue así? O ¿sólo lo dices para defenderlo?
—Jamás te mentiría en algo así, hijo.
El chico miró al cazador y este último le sonrió.
—Papá... ¡Papá!
Bob corrió hacia su padre, ambos se unieron en un fuerte abrazo.
—Me alegra verte bien, Bob.
—A mi igual, lo siento, no quise preocuparlos.
—No debes disculparte, hijo. Yo también cometo tonterías cuando estoy presionado, pregúntale a tu padre cuantas veces me tuvo que rescatar.
—Tu papá dice la verdad, una vez lo tuve que golpear porque le quería decir que si a Miguel.
—¿Te golpeó? —Bob preguntó curioso.
—Sí, dolió mucho, pero fue necesario.
Los tres rieron; entonces a la mente del adolescente llego la imagen de su compañero de celda, aquel que Racheel había arrojado al abismo.
—Sariel… —Mencionó el menor, captando la atención de sus padre celestial.
—¿Dijiste Sariel?
—Sí, por poco me olvido de él, tenemos que encontrarlo, padre.
—Esperen… ¿de qué hablan? —preguntó confuso el cazador.
—Sariel, es un antiguo soldado del cielo, se podría decir que fue un amigo —explicó Castiel, para luego mirar a su hijo—. Bob, ¿cómo sabes de él? Yo nunca lo mencioné.
—Estaba en la prisión conmigo, claro que en otra celda. Me ayudo a escapar.
—Es imposible, el murió hace mil años.
—Eso es lo que te hicieron creer, papá. Sariel está vivo y tiene un hijo.
Cazador y ángel compartieron miradas.
—No me miren así, estoy diciendo la verdad, Sariel tuvo un hijo, se llama Jace y es igual que yo, un nefelim.
En eso apareció Gabriel.
—¡Bob, que bueno verte chico! Gabriel miró a su hermano y al cazador —. ¿Qué pasa?
—¿Te acuerdas de Sariel?
—Eh… sí, era nuestro hermano, pero el murió hace un milenio. Por qué la pregunta, Cas?
—Sariel está vivo —la expresión de Gabriel era de asombro—, pero eso no es todo. Gabriel, nuestro hermano tuvo un hijo, un nefelim.
—Ok, eso sí es una sorpresa. Será mejor regresar al bunker y hablar de este tema con todos.
Castiel obedeció al arcángel, sujeto a su hijo y al cazador, teletrasportándolos al bunker de los hombres de letras.
(…)
En un punto de la ciudad de Kansas, un joven de cabello rojizo y ojos marrones, salía de una heladería en eso fue abordado por una mujer vestida de traje.
—Hola, chico.
El joven le quedo mirando, mostrando asombro ante la presencia de la extraña, pues esta irradiaba luz.
—¿Quién es usted? —consultó el chico.
—Iré al grano, se quien eres realmente.
—¿Así? ¿Y qué se supone que soy?
—Un nefelim.
El chico volvió analizar a la mujer, no había duda, se trataba de un ser celestial.
—¿Eres un…?
—Ángel, si, eso soy. Mi nombre es Racheel.
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