5. Consecuencias

"Cass, nadie roba a baby sin sufrir las consecuencias, ni siquiera tú”.

Eso es lo que había dicho Dean, y de verdad que cumplió. Castiel ya estaba cansado de estar escuchando el abecedario de insultos del cazador. Sabía que se merecía un regaño por coger a baby sin permiso, pero Dean ya exageraba. Ni siquiera le dejaba defenderse; Samuel por su parte también escuchaba sentado la llamada de atención que recibía su angelical amigo, tampoco era que pudiera hacer mucho por él. Su falta había sido grande.

Pero llego un punto en que Castiel no pudo soportar más, era un ángel del señor, merecía respeto.

—Dean…

—Aún no termino, jovencito. —Dean no le dejo hablar, pero Castiel no iba a quedarse con las ganas de decirle algunas cosas.

—Creo que fue suficiente. —dijo finalmente—. Ya te pedí perdón, no volveré a tomar tus pertenencias sin tu autorización, pero para ya.

Castiel se puso de pie. Ya era suficiente de estar sentado escuchando malas palabras de la boca del cazador. Hizo el ademan de irse, pero…

—Me asuste —dijo el cazador cuando vio que Castiel abandonaba la sala—, cuando no te vi… mi corazón casi se sale del pecho. Corrí donde Sam —Castiel tomó nuevamente asiento—. Hizo lo que siempre hacemos, rastrear. Cass… aun no sabemos los efectos de ese hechizo, es lógico que me ponga de esta manera, yo… No me gusto que te citaras con Crowley, recuerda que…

—No hacemos tratos con demonios —completo el ojiazul—. Dean, no debes preocuparte por mi, soy un ángel. Ya aprendí mi lección hace años, los demonios quedan fuera de mi lista.

—Entonces, ¿por qué Crowley?

—Quería que me ayude con Rowena, pensé que ella podía hacer algo.

Dean y Sam compartieron miradas, ambos se daban un golpe mental. Ninguno de ellos había pensado en la bruja de larga cabellera roja.

—Como no se me ocurrió… —dijo Dean, ahora tomaba siento frente a Castiel.

—Suele pasar, Dean.

El ojiverde sacudió la cabeza.

—De todas maneras, debiste decirnos y no salir como un ladrón, Cass.

—Aquí vamos de nuevo —Castiel rodo los ojos. Cuando creía que ya estaba pasando esto, Dean volvía con lo mismo—. Dean…

—No te estoy llamando la atención.

—Aja.

Ambos se quedaron callados, mirando hacia un costado.

Sam miró a cada uno, cruzó sus piernas y se tomo la barbilla con la mano derecha. Estaba muy acostumbrado a este tipo de comportamiento, ese par parecía un viejo matrimonio; pero esta vez no se iba a quedar sentado sin hacer nada. Dio una fuerte palmada, el cual llamó la atención de los otros dos sobre él.

—¿Qué fue lo que te dijo Crowley? ¿va a ayudarte?

Castiel soltó un largo suspiro. No deseaba hablar, pero los ojitos que ponía el menor de los Winchester le hizo cambiar de opinión.

—Va tratar.

—Eso deja mucho que desear —Castiel asintió.

Cass miró al ojiverde, pero este seguía con sus ojos mirando a un costado. Volvió a suspirar, palmeó sus piernas y se levantó de la silla, Sam también lo imito.

—Bueno… me iré a descansar, me pesan los ojos —habló bostezando.

Aquel gesto hizo prender las alarmas del pelilargo, quien camino hasta donde su amigo y puso su mano sobre el hombro de este.

—¿Cass?

El muchacho volvió a bostezar.

—¿Sí?

—¿Estás bien?

—Sí… ¿por qué lo preguntas?

—Tienes los ojos rojos —señaló Sam a Castiel—. Estas bostezando, es como si tuvieras…

—Sueño —completo Castiel la oración, agrandando su mirada.

Al oír aquello, el cazador mayor dirigió su vista hacia su hermano y el chico. Se puso de pie y camino hasta ellos. Hizo a un lado a su hermano, tomó el rostro de Castiel con ambas manos y le hizo mirarlo fijamente, descubriendo sus ojos cansados y soñolientos. Definitivamente eso no era normal, si de algo estaba seguro es que los ángeles no dormían, y si, anteriormente lo había visto echarse una fiesta, pero eso era porque su gracia no estaba funcionando.

—Esto esta mal, Sam —dijo mirando a su hermano, sin soltar a Castiel—. Cass, se sincero. ¿Crowley te hizo algo? ¿Te toco?

El ojiazul negó con un movimiento de cabeza.

—¿Seguro? —insistió el mayor—. No temas, no te gritaré. Solo quiero la verdad.

—Te lo juro, Dean. Crowley estuvo a dos metro de mi todo el tiempo.

—Entonces, esto tiene que tener otra explicación —habló Sam—, creo que llamare a Gabriel —Sacó su celular y se paso a retirar de la escena.

Cuando vio a su hermano marcharse, devolvió su vista donde Cass, dándose cuenta que lo seguía sujetando.

—Oh… Lo siento, Cass —bajo sus manos y las guardo dentro de sus bolsillos del jean.

—No te disculpes —Castiel se masajeo las mejillas—, estoy bien. Aunque preocupado. Es extraño tener estas sensaciones de vuelta, claro que en un humano es lo más natural, pero en un ángel como yo… es… raro.

—Vamos averiguar que pasa, no te preocupes. Y si el idiota de Crowley hizo algo, yo mismo lo…

—¿Qué piensas hacerme ardilla? —Dean giró su cabeza, al igual que Castiel.

—Crowley —susurró Dean.

—Se que no recibí invitación, pero de todas maneras vine, espero no te moleste —Dean se paro derecho, se cruzó de brazos y miró fijamente al recién llegado.

—¿Qué haces aquí? —Le increpó.

—No vine por ustedes, vine por el bicho con alas.

Dean enarco las cejas.

—¿Perdón?

—Esto me pasa por tratar con idiotas —sujeto su frente—. Traigo información para Castiel.

—¿Qué clase de información?

—Lo que me solicito en el cementerio.

—¡Hallaste a Rowena! —Castiel habló casi gritando.

—Sí y no.

—¿Cómo es eso? —El joven de mirada azul ladeo la cabeza a un costado en gesto de confusión.

—Ella está en Colorado, pero la muy perra se enteró que la busco y se metió a un aquelarre.

—¿Esas casas feas con muchas brujas? —preguntó despectivamente el cazador de ojos verdes al demonio.

Este asintió.

—Quiere decir que no a ayudarme —Castiel agachó la cabeza. Había puestos todas sus esperanzas en Rowena.

Dean se dio cuenta del desánimo del chico, así que le tomó del hombro, como dándole aliento.

—No te desanimes, Cass. Crowley seguirá intentado con su madre.

—¿Perdón? —El demonio arrugó su frente—. No recuerdo haber cerrado un trato con ustedes.

—Pero, Crowley, ya tejemos un trato firmado hace mucho tiempo.

—¿Así? —mostró una pequeña sonrisa— Hazme recordar, querido.

—Crowley… —Dean movió uno de sus dedos en forma negativa—, hasta ahora te hemos dejado vivir, no quieras acabar con un cuchillo en tu feo estómago.

La risita se borro de los labios del demonio.

—Como quieras… seguiré intentado dar con la perra de mi madre. Adiós, chicos.

Crowley hizo su típica salida, dejando la sala del búnker llena se humo y olor a azufre.

—No debiste ser muy duro, Dean.

—Él está acostumbrado, Cass.

—Puede ser, pero nos está haciendo un favor sin pedir nada a cambio.

—Eso es lo que tú crees. Nada es gratis en esta vida. Estoy seguro que algún día nos cobrará este “favor”. —dijo haciendo comillas en la última palabra.

Castiel iba a hablar, pero Sam llegó.

—Chicos, Gabriel esta en camino… —Y como si de un perrito se tratara, comenzó a oler el ambiente—. Huele a azufre, ¿Crowley estuvo aquí?

No hacia falta ser adivino o mago para saber que al único demonio que los Winchester dejarían entrar al búnker sin activar las alarmas, era Crowley.

—Sí.

—¿Tiene noticias de Rowena?

—Algo así. El hijo de perra vino a decirnos que su madre esta en un aquelarre. Al parecer se escondió cuando Crowley mandó a sus demonios por ella.

—Oh…

—Si, eso mismo.

Cada uno se metió en sus pensamientos, cuando algo duro cayendo al suelo llamó su atención. Ambos giraron la cabeza al mismo tiempo, miraron el piso y encontraron al muchacho tendido en el suelo.

—¡Cass! —gritó el mayor, quien de un brinco ya se encontraba cargando en su regazo al chico—. Oye, Cass —intento despertarlo dando palmadas en su mejilla—. ¿Cass?

Pero el ángel no reaccionaba.

—Sammy…

El pelilargo saco su celular y se lo puso en la oreja.

—Gabriel, deja todo… te necesitamos —colgó la llamada y dejo el teléfono en el suelo.

No pasó mucho para que el truquero apareciera en escena.

—Querido, alcé, bien claro te dije que… —Gabriel no pudo acabar su oración al ver a su hermano en el suelo—. ¡Cassie! —gritó mientras se acercaba donde su menor—, ¿qué pasó?

—No lo sé… estábamos hablando… de pronto cayó al suelo —explicó Dean al arcángel—. ¿Puedes ayudarlo?

—Llevémoslo al mueble.

(…)

Después de un exhaustivo análisis por parte del arcángel, este determinó que Castiel estaba en el mundo de los sueños, lo que español quiere decir que dormía profundamente.

El corazón de Dean se tranquilizo.

—¡Uff! —suspiro aliviado.

—Yo no me atrevería a suspirar si fuera tú. —Le dijo el arcángel—. Lo de Cass es serio, muy serio.

—¿Qué tanto, Gabriel? —preguntó Sam.

—Puede costarle la vida.

Nuevamente el corazón de Dean comenzó a latir aceleradamente. 

—¿Qué?

—Es su gracia, la otra vez le dije que estaba sellada, no puede usarla.

—¿Y?

Gabriel suspiro ofuscado.

—Es complicado de explicar.

—Gabriel… —El arcángel volteó y se encontró con la mirada del ojiverde.

—Entendí. Bueno, aquí va. —Gabriel tomó asiento—. Nosotros los ángeles usamos nuestra gracia como si fuera alcohol, tal como lo usa la ardilla en su día a día, para que tengan una idea. Castiel tiene su gracia sellada, lo que le hace ser un humano, puede comer, dormir, usar el baño…

—Espera… —detuvo Dean al arcángel—, eso no me suena tan malo.

—Créeme, lo es. Yo puedo hacerlo porque soy un arcángel y utilice mis trucos para ello. Castiel pudo probar alimento solo cuando fue humano, pues su gracia se había ido. Este no es el caso, su gracia está sellada. La gracia cada vez que la usamos se recarga automáticamente.

—¿Pensé que era infinita? —interrumpió Samuel.

—Lo es, pero es gracias a la recarga automática. Esta lo llena y llena… La cosa que la bruja al hechizarlo hizo algo que removió por completo todo. Ahora su cuerpo cree que está utilizando su gracia para las cosas mundanas y la gracia se sigue recargando sola.

—Ya estoy entendiendo. —dijo Dean—. La gracia de Cas se está recargando, su cuerpo piensa que esta utilizando gracia y lo recarga.

—Muy bien cerebrito.

Dean rodo los ojos.

—Gabriel, pero eso no suena tan mal —opinó Sam.

—Claro que no suena mal… pero si lo es. La gracia es como una bomba, si la recargas y no la usas…

—Explota —hablaron en unísono los hermanos.

—Aja.

—¿Qué tan severa seria la explosión? —preguntó por curiosidad Dean.

—A parte que Castiel volaría en miles de pedazos como si de confeti se tratara, la mitad del país se iría con él.




Hola.

¿Qué tal chicos (as)?

Aquí estoy regalando capítulo nuevo. Todo gracias al feriado largo que tenemos en Perú.

Estamos de fiesta. 201 de independencia.

Lo más seguro es que más tarde publique otro capitulo, es mi regalo por fiestas patrias.

Eso es todo de mi parte...

Nooo. Aguarden... no olviden comentar y dejar sus estrellitas al final del capítulo.

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