Epílogo #3
Krypton, minutos antes de su destrucción.
Jor-El se encontraba prisionero, con sus manos sujetas por barras de energía solida que le impedía moverlas. Sus pies se encontraban en un estado similar, y ya ni hablar de su rostro. Con el cabello y la barba crecidos, podía llegar a ocultar un poco las heridas en su rostro producto de su arresto. El único consuelo, aunque muy doloroso a la vez, era la pequeña ventana holográfica que le permitía ver los cielos de su ciudad. Y contemplando estos, añoraba que su familia hubiera llegado a salvo a su destino. Y el veterano hombre sabía que, irónicamente, el destino que a él le esperaba era trágico. «Fuiste condenado a la lobotomización, Jor-El», recordó las palabras de su verdugo. Sus últimos días de consciencia estaban por llegar a su fin, y él simplemente se dedicaba a completar el firmamento. Y fue eso lo que orilló a uno de los hombres más inteligentes de su mundo, a la casi locura. Contemplando el firmamento, vio llegar a un horror que ni siquiera los kryptonianos podían comprender. Un terror ancestral se apoderó de cada ser vivo de Krypton al observar aquel antiguo mal que ya se cernía sobre su mundo. Y ese horror inenarrable, el cual tenía diversos nombres a través de la inmensidad del cosmos, ellos lo conocían como: Galactus.
Y ante aquel desolador panorama, Jor-El solo pudo reír. Una mente lógica, se rindió ante su temor primitivo. Y sus carcajadas se escucharon, cuando Krypton calló.
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