Wonder Woman se elevaba por los cielos hasta la cima de una montaña, atravesando una ilusión. El glorioso Olimpo, adornado con las mejores construcciones y estatuas de índole grecorromano, se mostraba tal cual ante ella. Y en la sala del trono era esperada por varios seres de poder inconmensurable, que solo podían ser definidos como dioses.  

—Dioses —decía Diana mientras se arrodillaba ante los poderosos seres.

—De pie, Diana —habló Zeus, quien estaba sentado en medio y al frente—. Estamos satisfechos con tu desempeño contra la amenaza alienígena. Sin embargo, también vimos que casi eres derrotada —aseguró el dios, con un tono mucho más severo—. ¿Por qué?

—La kryptoniana era más poderosa de lo que creí —aseguró Diana, notando una pequeña sorpresa en Zeus.

—Y por eso, quiero que traigas a Superman ante mi —declaró Zeus—. Quiero probar yo mismo que tan poderoso puede llegar a ser un kryptoniano, y dejarle en claro que él no es un dios.  

—Si es su voluntad, enseguida iré a buscarlo.

—No —exclamó Zeus—. Déjalo descansar y que se recupere. Cuando sus heridas hayan sanado completamente, le demostraremos la diferencia entre un alienígena y un dios.