#7: El Poder de un Dios

En el mismo terreno desertico donde el rayo de Zeus chocó con la visión de calor de Superman, los poderosos dioses descendieron junto al kryptoniano para que el combate que se iba a llevar acabo no dañase el Olimpo. Ares, el dios de la guerra y la muerte, se retiro su armadura negra con detalle en rojo, la cual se asemejaba bastante a las antiguas armaduras de hoplitas griegos. Ares tenía un físico similar al de Heracles aunque no tan voluminoso. Su cuerpo era recorrido por cientos de cicatrices de todas las batallas en las que había participado, incluso una en su rostro que cruzaba su ojo izquierdo. Su cabello tenía el color de la sangre seca, y sus ojos parecían estar inyectados en sangre, con sus pupilas tan rojas como el más feroz incendio. El feroz dios dejó en el suelo su casco y su armadura, prosiguiendo a extender sus brazos a los costados.

—Observame bien, kryptoniano. Ni siquiera voy a necesitar armas o armadura para destrozarte.

—Ares —hablaba Zeus mientras se acercaba hacia donde su hijo—. No quiero que se repita lo que ocurrió con el marciano hace años. ¿Entendido?

Ares no despegó sus ojos del kryptoniano, y simplemente se limitó a sonreír de forma provocadora. Ante aquello, Zeus le dio la espalda a su hijo y se encaminó al kryptoniano. Superman se encontraba nervioso, pero aún así mantenía bastante bien la compostura.

—No te contengas con él —habló Zeus—. Atacalo con todo lo que tengas, porque eso es lo que él hará.

—No podrá ganar —afirmó Hefesto mientras observaba la escena—. Con el odio que Ares le tiene a los alienígenas, no me sorprendería que lo termine matando.

—Zeus no debería permitir esto —habló Tritón, hijo del difunto Poseidón—. El kryptoniano no tiene oportunidad.

Zeus se posicionó cerca de los demás dioses y observó nuevamente a los combatientes, intuyendo lo que pasaría cuando diera la señal.

—Comiencen —ordenó el dios del rayo.

—Te dejaré dar el primer golpe —aseguró Ares.

Superman se impulso con las piernas y salió volando hacia la deidad. Con ambos puños por delante le conectó un doble puñetazo en el estómago, logrando arrastrarlo varios metros por el impulso. Sin dudarlo empezó a conectarle miles de golpes a supervelocidad en toda la zona abdominal, hasta que Ares le atrapó ambos brazos con suma facilidad.

—¿Eso es todo, "Superman"? —preguntó en tono burlesco antes jalarlo hacia si mismo y propinarle un rodillazo en el estómago.

El kryptoniano escupió una gran cantidad de sangre, provocando que quedará paralizado. Ares lo tomó del cabello y le conectó un feroz derechazo al rostro que lo mando a volar varios metros, haciéndolo rodar por el piso. Superman apoyó una mano en el suelo para poder empezar a reincorporarse, mientras más sangre salía de su boca. Ares simplemente lo observó con superioridad y se acercó de forma lenta, cual animal depredador acechando a su presa herida. Superman empezó a levitar mientras respiraba con agitación, y sin dudarlo disparó su visión de calor. El fuego impactó contra el dios, quien alcanzó a cubrirse con sus antebrazos mientras se mantenía firme en su lugar. El hombre de acero se fue aproximando rápidamente y voló por encima de su enemigo para quedar a espaldas de este. Ares reaccionó rápido y se volteó con un golpe giratorio hacia atrás de su mano derecha. Superman logró esquivarlo al agacharse y le conectó un demoledor gancho a las costillas, seguido inmediatamente de un upercut a su mentón. Sin querer darle tiempo a ninguna reacción, empezó a darle golpe tras golpe en el rostro con su supervelocidad. Los demás dioses se sorprendieron un poco al ver como el dios de la guerra empezaba a retroceder por cada impacto que recibía, y la tierra misma parecía temblar ante la fuerza del hombre de acero. Pero la superioridad del héroe terminó tan pronto como pronto como el dios le atrapó el puño izquierdo con la misma mano sin dificultad, provocando una pequeña onda de choque.

—Con todo ese poder —habló Ares antes de sonreír, mostrando que sus dientes estaban ensangrentados—, creí que golpearias más fuerte.

Ares rápidamente le conectó un derechazo ascendente al brazo de Superman, usando tanta fuerza que le partió el hueso y lo hizo sobresalir de sus piel. Clark gritó del dolor antes de que su enemigo lo tomara del rostro y lo estrellara contra el suelo de forma humillante. Posando su pie sobre las costillas derechas del hombre de acero, fue aumentando la presión paulatinamente mientras las escuchaba crujir.

—¿¡Y a tí te comparan con un dios!? —preguntó Ares con una inmensa indignación—. ¡Pelea alienígena bastardo! —Ares tomó el brazo herido de Superman y empezó a jalar del hueso roto con la intención de arrarcarlo completamente, causando que el héroe gritase de dolor y desesperación, aumentando el sádico placer del dios—. Defiéndete, bastardo, o te juro que iré a ver si tu madre me ofrece una mejor pelea —exclamó Ares, observando como Superman lo miraba con inmenso odio—. Si no peleas, no sólo voy a matar a esa bruja. ¡Voy a ir a destrozar toda tu maldita ciudad por el simple hecho de acoger a un sucio alienígena como tú! Voy a matar a cada hombre, mujer y niño de Metrópolis y Smallvile, solo por tú maldita cobardía.

Los ojos de Superman resplandecian como el fuego del infierno, y no dudó en descargar su visión de calor sobre el rostro del feroz dios de la guerra que lo recibió de lleno. Ante aquel impactó segador, Ares no pudo hacer más que soltarlo y retroceder, cosa que le dio un pequeño respiro al hombre de acero. Aprovechando la situación, le dio una doble patada con todas sus fuerzas al abdomen de la deidad, logrando mandarlo a volar varios metros. Superman se apoyó en su brazo sano y se levantó lleno de furia, ignorando momentáneamente el dolor debido a la adrenalina que recorría su cuerpo. Respirando con enorme fatiga se elevó hacia los cielos, notando como Ares lo observaba con inquietante calma.

—Esperaba más de aquel al que consideran un dios moderno —habló Ares.

—¿¡Te crees qué ser un dios te hace mejor!? —cuestionó Superman—. ¡Solo eres un maldito psicópata! ¡Eres un monstruo despiadado que no merece ser considerado un dios!

—¿Quién te creés para decidir quién puede ser un dios y quién no?

—Un dios debe velar por el bienestar de la humanidad, debe inspirarlos a ser mejores, y no amenazar con asesinarlos por un capricho. Eso eres tú, Ares; un caprichoso con delirios divinos. Solo eres otro demente con poder al igual que Zod, y voy a detenerte aunque me cueste la vida.

Superman se lanzó en picada hacia Ares, cargando toda su fuerza en su puño derecho.

Y al impactar, la tierra bajo sus pies se agrieto y destrozó por los temblores. La onda expansiva hizo volar la arena y un inmenso cráter se formó, pero Ares seguía en pie y había atrapado aquel puño con una sola mano.

—Quiero que sepas —habló, con un semblante totalmente serio y enojado—, que solo pudiste golpearme, porque yo te lo permití.

Ares le conectó un feroz derechazo a la mandíbula, rompiéndola y destrozando la mayoría de los dientes del kryptoniano en el proceso. Superman cayó al suelo e inmediatamente sintió como sus costillas izquierdas eran destrozadas por un pisotón. Lo siguiente fue el descenso de una rodilla sobre su estómago, lo cual le destrozó los órganos interno y le hizo vomitar sangre. Desesperado, intentó atacar con su visión de calor pero un feroz puñetazo le arruinó cualquier oportunidad. Ares fesató toda su furia sobre el héroe de Metrópolis, cuya vista se tornó roja. Y de roja paso a negra cuando el sádico dios lo sujetó del cráneo y le destrozó ambos ojos con sus pulgares. Cualquier gritó de Superman fue silenciado por más feroces golpes que terminaron por romperle el cráneo. La sangre salpicaba al dios y bañaba el rostro del ya moribundo héroe quien había caído en la inconsciencia. Pero Ares no se detenía ni oía las palabras de los Olímpicos, cegado por su furia y sus deseos de matar al último hijo de Krypton.

—¡Dije que pares! —gritó con furia Zeus mientras le arrojaba un poderoso rayo a Ares, alejándolo del cuerpo de Superman.

—¿Vas a defender a este sucio alienígena? —preguntó con furia Ares mientras se ponía de pie.

—No permitiré que lo mates —aseguró Zeus, mientras los demás dioses socorrian al héroe—. Él es un buen hombre, y principalmente; es un héroe. No me importa de que mundo haya venido.

—Es una amenaza —habló Ares—. Voy a acabar con él.

—Él está bajo mi protección a partir de ahora, Ares —afirmó Zeus mientras sus ojos largaban pequeños rayos—. Intenta algo contra él, y yo iré contra ti.

—¿Prefieres a un alienígena antes que a tu hijo?

—Prefiero a un buen hombre sobre un sádico perro de guerra —aseguró Zeus.

—Algún día, padre, voy a hacer que te arrepientas de tus palabras —aseguró Ares, mientras oscuros rayos recorrían sus brazos.

—Lo sé, hijo. Y ese día, con todo el dolor de mi corazón, haré lo que deba hacer.

De la oscuridad absoluta, una pequeña luz se fue expandiendo. Aquel resplandor avanzó a paso firme, quemando las tinieblas a su paso hasta que la luz se volvió cegadora. El héroe de Metropolis se encontraba recostado en el suelo, con cuatro manos resplandecientes sobre su ser. Helios volvía a usar sus poderes divinos para recargar la energía del kryptoniano, mientras Asclepio —dios de la medicina e hijo del difunto Apolo— curaba sus huesos y heridas.

—Diana —habló Zeus mientras contemplaba la escena desde lejos.

—Gran Zeus —exclamó Diana antes de hacer una pequeña reverencia.

—Te tengo una nueva misión —aseguró el viejo dios—: Quiero que te quedes en el mundo de los hombres y aprendas de él, debes estar atenta a cualquier mal que necesite ser combatido. Los dioses nos hemos alejado mucho de la humanidad pero creo que eso deberá cambiar. Debes ir preparando el terreno. ¿Crees poder hacerlo?

—Será un honor, Gran Zeus.

Superman emitió un quejido mientras terminaba de despertar, aunque ya nada le dolía pues la totalidad de sus heridas habían sido curadas. Los dos dioses se apartaron de él cuando dio señales de querer levantarse, como si se negaran a seguir ayudándolo. Por instinto tocó su rostro, más específicamente la zona de los ojos, como si no pudiera creer que estos fueron restaurados.

—Nos preocupamos por ti —aseguró Heracles mientras le extendía la mano.

Superman por un momento observó a los demás dioses, notando el disgusto y la indiferencia en muchos de sus rostros. Luego volteó hacia Heracles, quien seguía ofreciéndole su mano.

—Gracias —dijo finalmente mientras le aceptaba la mano para levantarse.

—Quiero que sepas que Ares pagará por la brutalidad de sus acciones —afirmó Heracles—. Y no se acercará a ti ni a tu ciudad sin una rápida respuesta de nuestra parte.

—Kal-El —habló Zeus mientras caminaba hacia el kryptoniano—. Tus pruebas han terminado, pero aún así te mantendremos vigilado. Detuve a Ares porque no has demostrado querer dañar a la humanidad, pero si eso cambia todo el peso de los dioses caerá sobre ti, ¿lo entiendes?

—Sí —aseguró Superman, con algo de molestia.

—Bien. Ahora te enviaré de vuelta a Metrópolis, Diana te acompañara para ayudar con los rescates.

Sin más que decir, Zeus le lanzo un rayo a ambos que los transportó nuevamente a los cielos de Metrópolis. Superman observó detenidamente que sus ropas ahora se encontraban en perfecto estado, como si nunca hubiera luchado.

—¿Acaso todo eso fue un sueño? —cuestionó el hombre de acero.

—No —respondió Diana, observando con atenció al héroe—. Recuerdo que tras la guerra, se dijo que la era de los héroes no volvería.

—¿Te refieres al Capitán América? —preguntó Superman—. En mis clases de historia me contaron de él, y de ti también.

Diana sonrió con cierta melancolía, recordando aquella edad de oro.

—Tuve muchos compañeros allí. James Howlett, Steve Trevor, Steve Rogers, Bucky Barnes, entre otros más. Todos ellos fueron héroes. Tú me recuerdas un poco al Capitán.

—Muchas gracias —aseguró Superman—. Entonces, ¿debería llamarte Wonder Woman?

—Solo dime Diana.

Superman y Wonder Woman se quedó un momento en los cielos, observando la destruida ciudad y a muchas personas heridas. Pero también se veían a muchas personas ayudando. Algunos otros héroes como el Detective Marciano, Iron Man y Flash estaban ayudando en los rescates, y eso era algo que llenaba de esperanzas a todos.

En la tenebroso del reino conocido como Hades, el feroz dios de la guerra se encontraba sentado en su oscuro trono de huesos y piel humana. Un rayo cayó varios metros delante suyo, haciendo aparecer a Zeus y a Heracles frente a él.

—Ares —habló Zeus, ganándose la mirada resentida de su hijo.

—¿Vienes a felicitarme por destrozar al kryptoniano? —preguntó con sádica voz.

—Te dije que le demostraras la superioridad de los dioses, ¡no que lo tortutaras de esa manera!

—El objetivo se alcanzó —afirmó Ares.

—Vinimos a advertite, Ares —habló Heracles, dando un paso al frente—. Si te acercas a Superman, vamos a detenerte.

—Cuanta simpatía por el alienígena bastardo —exclamó Ares—. Pero es claro, tú no perdiste a tus dos hijos en la guerra contra los antiguos.

—Pero yo sí —aseguró Zeus—, y no dejó que mi dolor me ciegue.

—Los quiero fuera de mi reino —habló Ares—. Ahora.

—¿Y si no queremos irnos? —preguntó Heracles.

—¿Crees qué no sé porque nuestro padre vino contigo? —preguntó Ares mientras se levantaba de su trono—. Tiene miedo de venir aquí solo, porque sabe que no saldrá con vida si me sigue provocando. ¿O miento?

—Vámonos de aquí, Heracles —habló Zeus—. La locura de Ares y el hedor a muerte del lugar me van a hacer vomitar.

Con la noche cayendo sobre el día, Superman volaba por la ciudad en dirección a su departamento. Y mientras se aproximaba a su destino, observó que su vecino Eddie se encontraba sentado en la terraza. Su semblante cansado y su mirada perdida se terminaron cruzando con el hombre de acero, quien decidió descender a su lado.

—¿Se encuentra bien? —preguntó Superman.

—Yo... No. Hace mucho que no estoy bien —afirmó Eddie, con la voz quebrada—. Pero debes tener mejores cosas que hacer en lugar de escuchar mis problemas.

Superman se sentó al lado de Eddie, lo cual le sorprendió a este de sobremanera. Apoyando su antebrazo sobre la rodilla, Clark observó un momento las estrellas.

—Ningún problema es demasiado pequeño —aseguró el hombre de acero—. Te escucho.

Eddie suspiro con pesadez antes de empezar a urgar en su abrigo.

—He cometido muchos errores que llevaron mi vida al desastre —aseguró mientras sacaba una jeringa de entre sus ropas—. He dejado que esto arruinará mi vida, y fue todo por decisión mía. —La voz de Eddie se terminó de quebrar, mientras las lágrimas empezaban a brotar de sus ojos—. Pase mucho tiempo culpando a otros, pero al final es culpa mía. Ya no sé que hacer con mi vida, porque no tengo una vida. Soy un asco. No tengo salvación, y no quiero...

—¿No quieres qué?

—Me rindo —afirmó el varón—. No quiero seguir.

—Dices que tus errores definieron tu vida, pero no estoy de acuerdo —aseguró Superman—. No eres una mala persona por tus equivocaciones ni por los errores que cometiste en tu vida. Eres una buena persona, Eddie. ¿Qué hay de lo que hiciste hoy por esos niños? Eso es justamente lo que te define como persona. Todos cometemos errores, pero no debemos creer que eso nos define. Que nos levantemos, intentemos arreglar lo que rompimos y seguir adelante, eso nos define como personas.

—Yo nunca he podido arreglar nada. Solo lo estropeó más y me sigo hundiendo.

—Tal vez, porque lo intentaste solo. Pero no estas solo, Eddie. El hecho de que estés aquí, hablándome de tus problemas, me demuestra que quieres mejorar.

—Nadie nunca va a ayudar a un desperdicio como yo. Solo sería perder el tiempo.

—No es una pérdida de tiempo para mi —afirmó Superman mientras se ponía de pie—. Cuando me puse este símbolo en mi pecho, me hice la promesa de ayudar a todos los que pudiera en todo lo que estuviera a mi alcance. Este símbolo, significa esperanza. Y estoy aquí para ayudarte a encontrarla.

Eddie observó a Superman, quien con una sonrisa le ofreció su mano para levantarse.

—Puedes darle un vuelco a esto. Sé que puedes.

Eddie sujetó la mano de Superman con firmeza y se levantó. La jeringa cayó al suelo mientras el hombre de acero le brindaba su apoyo al hombre de bronce. Velando por su bienestar, ayudándolo e inspirandolo para mejorar, como los dioses y héroes deben hacerlo.

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