#2: Hombres de Acero
Las defensas de la Casa Blanca habían sido completamente destrozadas. Los hombres encargados de la seguridad del presidente se encontraban tirados en el suelo o incrustados en las paredes.
—Entonces tú eres lo que llaman presidente —hablaba Zod, dentro de la Oficina Oval, observando al hombre sentado en la silla presidencial.
—Sí, soy yo —afirmó George W. Bush, con claro temor en su voz—. ¿Qué es lo que usted quiere?
—Lo que todo líder quiere, presidente: la prosperidad de su pueblo —afirmó Zod mientras se paraba frente al presidente—. Supongo que si es un líder competente, tendrá un medio para comunicarse rápidamente con todos los terrestres.
—¿Todos los terrestres? No, yo no...
—Cierto —exclamó Zod con molestia, y un leve tono de burla—. Ustedes están tan atrasados que siguen sub-dividiendo su especie en el concepto de naciones separadas. ¿Al menos puede comunicarse con todo su país? —cuestionó el kryptoniano, recibiendo como respuesta un asentir de cabeza—. Bien, porque quiero dar un mensaje.
Ignorantes de lo que ocurría, los periodistas del Daily Planet hacían su rutina diaria en busca de noticias para publicar. Y en medio de esa rutina, una situación incómoda daba lugar.
—¡No te soporto más, Clark! —exclamaba con molestia una mujer rubia y de ojos claros, con un físico bastante delgado.
—Pero, Ailin, no te entiendo —dijo Clark—. Yo solo te pedí...
—¡Cállate, Clark! —gritó Ailin—. Eres totalmente insoportable. Tu sola presencia es irritante y tu voz es una patada en los ovarios. Eres un total rompe...
—¡Hey! —exclamó Lois Lane, aproximándose al lugar—. ¿Qué te traes contra Clark? Desde que entró, no has hecho más que despreciarlo.
—Es lento, estúpido e ineficiente. Es una mierda en su trabajo, y solo es un lastre para este lugar.
—Y tú no eres más que una estúpida rubia caprichosa, altanera, soberbia y mal hablada que mira a todos por encima del hombro —exclamó Lane, encarando a su contraria—. He visto tu trabajo, y no me impresionas.
Mientras Lois y Ailin discutían, Jimmy Olsen observó como Clark tenía restos de tinta en su mano derecha, y el lapicero que este usaba se encontraba partido en varios pedazos en el suelo, como si alguien lo hubiera apretado con mucha fuerza.
—En otras noticias —hablaba el reportero en la televisión de la oficina—, se espera que la reunión entre LexCorp y Wayne Industries, donde ambos magnates se encontrarán presentes, inicie alrededor de las tres de la tarde. No se sabe con exactitud que temas se trata...
Interrumpiendo la transmisión, apareció el cartel que antecedía a una transmisión gubernamental de emergencia. Pronto, el presidente Bush apareció en pantalla. Se lo veía cansado y temeroso, con algo de sudor en su frente. Y detrás de él, se veía a un hombre en armadura.
—Compatriotas —habló, con voz temblorosa—. Es mi deber informarles que a partir de este momento, Estados Unidos se encuentra bajo las órdenes del general Zod, de Krypton.
Bush se dejó caer en el respaldo de su silla, en un claro gesto de derrota total.
—Termine su mensaje —exclamó con seriedad Zod.
—Superman —habló Bush, en medio de un gran suspiro—. Si me escuchas, detén a este maldito maniático.
Zod rápidamente tomó de la boca a Bush y lo levantó de la silla, siendo seguido en todo momento por la cámara. Los ojos del kryptoniano se volvieron rojos, y el cráneo del presidente fue destrozado por unos feroces rayos caloríficos. Y el silencio se adueñó del país, al ver aquella ejecución en vivo y en directo.
—A partir de este momento —habló Zod mientras dejaba caer el cuerpo sin vida de Bush al suelo—. Todo este planeta esta sujeto a mi voluntad.
—¿Qué carajos? —preguntaba con temor Jimmy.
—¿D-Dijo que era de Krypton? —preguntó con temor Ailin.
—Siempre dije que Superman era el primero de una invasión —aseguró un hombre.
Lo que nadie se había percatado, es que una persona del lugar había desaparecido.
—Con esto entenderán —aseguró Zod, sin importarle si la cámara seguía grabando o no—. Posiblemente intenten resistirse un poco más, es algo esperable —afirmó Zod mientras volteaba hacia los temblorosos humanos presentes—. Háblenme de ese tal Superman.
Pero para respuesta del general, un hombre se detuvo súbitamente en el cielo y descendió como si la gravedad hubiese vuelto a tener efecto sobre él. Entrando por el agujero inmenso en el techo, Superman se hizo presente para ponerse entre Zod y los humanos que aún seguían vivos.
—¡General! —exclamó con seriedad y molestia el hombre de acero—. Usted y yo vamos a tener una larga conversación sobre lo que acaba de hacer.
—¿Cómo te atreves a hablarle así? —cuestionó Faora, dispuesta a atacar al héroe.
—Espera —ordenó Zod, levantando una mano—. Perdonemos la insolencia de nuestro joven invitado. Por el símbolo que usas en tu pecho, sé que eres miembro de la casa de El. ¿Eres acaso el hijo de Jor-El?
—Así es —afirmó Superman—. Yo soy Kal-El.
—Kal-El —exclamó Zod en medio de una amplia sonrisa—. No sabes como me alegra encontrar finalmente a tu familia. ¿Dónde están tus padres y tu prima?
—¿Prima? —preguntó Superman con confusión, pero decidió no prestarle importancia—. Mis padres murieron, nunca llegué a conocerlos.
—Eso me entristece, de verdad.
—Basta de rodeos, Zod. ¿Cómo te atreves a asesinar a tantas personas inocentes? ¡He visto los pasillos llenos de cadáveres!
—¿Y eso por qué te importa? Los humanos son inferiores a nosotros. Este mundo ahora nos pertenece, y debemos gobernarlo.
—No. Este mundo no le pertenece a nadie. Los humanos y este planeta están bajo mi protección, y no permitiré que sigan su matanza indiscriminada.
—¿Eliges a estos animales primitivos por encima de tu propia gente? —cuestionó Zod con asco—. ¡Te estoy dando la oportunidad de reconstruir Krypton!
—Ellos son mi gente —afirmó Superman—. Krypton tuvo su oportunidad.
—Vivir en este planeta te ha afectado. Vendes tu herencia por ellos, no tienes honor.
—No permitiré que domines este planeta, Zod. Tendrás que matarme antes.
—Una vida a cambio de cientos —aseguró Zod—. Lo lamento más de lo que crees.
Zod le conectó un poderoso derechazo ascendente a la mandíbula, provocando que Superman saliera disparado por el impacto. Velozmente emprendió vuelo tras su enemigo, y a los pocos segundos ambos atravesaron el suelo hasta la planta baja de la Casa Blanca. Superman fue el primero en salir despedido hacia el jardín, con sangre saliendo de su boca y nariz.
«Nunca había sentido un golpe tan doloroso» pensaba el kryptoniano mientras escupía sangre. «Ni siquiera expuesto a la kryptonita. Debo terminar esto rápido».
Superman emprendió vuelo contra Zod e intentó taclearlo con el hombro, pero el veterano guerrero logró frenarle con gran dificultad el impulso. Zod le propinó un demoledor rodillazo a la boca del estómago antes de tomarlo de la capa y arrojarlo a un costado. Superman rodó un poco por el suelo antes de disparar su visión de calor. Zod no se quedó atrás y respondió con el mismo ataque, provocando un intenso choque. Sin embargo, Zod notó como la energía de Kal-El empezaba a ganar en el choque. Entendiendo rápidamente que necesitaba un cambio de estrategia, saltó a un costado y corrió hacia su enemigo. Antes de que Kal pudiera girar la cabeza, Zod le conectó un gancho a las costillas seguido de un golpe ascendente a la mandíbula. Superman rugió del dolor e intentó conectarle un izquierdazo a su enemigo, pero este lo bloqueo. Zod combinó su velocidad con su fuerza para alternar ataques a los diferentes puntos de presión en el cuerpo de Superman, quien apenas si podía retroceder ante los golpes. Desesperado, el hombre de acero lanzó un derechazo que fue esquivado por su enemigo. El general le conectó un golpe en el hombro y se lo sacó de lugar, antes de posicionarse detrás de su enemigo. Zod le pateó la parte trasera de la rodilla para hacerlo caer arrodillado y arremetió contra sus oídos, logrando hacerlos sangrar. Jalándolo de la capa, Zod provocó que Superman cayera de espaldas al suelo y sin piedad arremetió con feroces golpes contra su rostro, desquitando toda la ira y la frustración que traía consigo. Finalmente, el militar contempló a su enemigo completamente desmayado y ensangrentado. Zod lo tomó del brazo y alzó vuelo con él, llevándolo hasta el ventanal de la Oficina Oval. Allí lo arrojó bruscamente, y los humanos sobrevivientes observaron este gesto con el más grande de los temores.
—Quiero que todo el mundo vea esto —afirmó Zod mientras tomaba del cabello a Superman—. Quiero saber, ¿había algún lugar en este mundo que él considerara especial?
—Me-Metrópolis —dijo un hombre—. Era su ciudad.
—Metrópolis —dijo Zod, soltando finalmente al héroe caído—. Voy a ir a esa ciudad y la destruiré hasta los cimientos. Voy a asesinar a cada miserable humano de esa ciudad por haber contaminado la mente de un prometedor kryptoniano, y servirán de ejemplo para el resto del planeta.
Zod y los suyos se elevaron, y sus ojos ardieron mientras disparaban furiosos hacia la Casa Blanca. El infierno se desató y consumió hasta los cimientos de la construcción, como un presagio de lo que le pasaría al mundo.
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