XXVIII: EL PRIMER HEREDERO MÁGICO

Año 2820 del Calendario del Sol

El silencio dominaba los pasillos, tal vez la mayoría del castillo, pero la cocina era diferente.

Los murmullos entre los que arduamente allí trabajaban le daban algo de armonía al lugar. El jefe de cocina era, además, el cocinero preferido y confidente del rey, así que la cocina era una maquinaria bien engrasada que no detenía sus labores por nada del mundo.

El hombre, de apenas unos treinta años, dio media vuelta cuando pareció escuchar su nombre.

—¡Peter! —lo llamó otra vez Irina, su asistente—. Ya hemos terminado el lote del almuerzo de hoy. Quedan cinco horas para la cena. ¿Podemos permitirnos un descanso para hablar?

—Sabes muy bien que mi trabajo nunca acaba, amor —respondió él, que había continuado con lo que estaba haciendo.

—En realidad, creo que necesitas parar. Al menos escucha lo que tengo que decir.

Peter volvió a erguir su espalda, dejó los guantes de cocina a un lado y se recostó a la mesa que había cerca.

—Bien. Para que luego digas que no te escucho. ¿Qué tenías que decirme? —preguntó, cruzándose de brazos.

—El doctor Martens llamó esta mañana —dijo ella—. No estoy enferma, Pete... estoy embarazada.

El hombre sonrió de inmediato, alucinado por la gran noticia, y agarró a su amada en brazos, llenándola de besos y caricias.

—Sé que no hemos estado muy bien últimamente y no sabía cómo te lo ibas a tomar... pero creo que esto es maravilloso —dijo ella, descansando su cabeza en el pecho de Peter.

—Te amo tanto, Irina. No sé qué haría sin ti —confesó sujetándola.

—Nunca tendrás que averiguarlo —aseguró ella, posando un beso en la punta de su nariz y luego separándose de él—. Voy a descansar. No llegues tarde a casa que sabes que me preocupo.

—Descuida, lo tengo todo bajo control.

Peter volvió a agarrar los guantes de cocina y, entonces, sintió un estruendo. Todos en la cocina saltaron alarmados ante semejante temblor y el espantoso ruido.

—¿Qué fue eso? —preguntó Peter.

—Jefe, venga a ver —dijo una cocinera junto a una ventana.

Cuando el hombre se acercó, lo primero que vio fue la gran cantidad de humo emanando de una pequeña casa que parecía haber reventado en llamas. Esto resultaba, a decir verdad, algo novedoso.

La isla Utsik siempre había sido la máxima representación de armonía. A pesar de los conflictos que pudieran existir entre las pandillas de los bajos barrios, la ciudad era una mezcla de elegancia y respecto mutuo e incondicional.

—Es solo un incendio —dijo—. Vuelvan a trabajar. No hay tiempo que perder.

Pensando que ahí acababa el tema, Peter continuó con todo lo que tenía planeado. Fue entonces cuando, una hora después, el rey convocó a Peter al Salón Real. Confiado obedeció el llamado, sabiendo que no había hecho nada fuera de tiempo. Cuando llegó a la gigantesca puerta, los dos musculosos guardias la abrieron de un empujón, mostrando a su majestad en el trono con su hijo menor en brazos. El barbudo rostro del rey siendo el punto de atención del infante y sus ojos marrones siendo el escudo que lo protegía.

—Buenas tardes, Su Majestad —dijo Peter, arrodillándose ante él.

—Por favor, Pete, llámame por mi nombre de una vez.

—Sabe que no puedo, Su Majestad.

—Ya van quince años... Eres más que un amigo. Te ordeno que me llames por mi nombre.

Peter lo miró a los ojos pensando que era algún tipo de broma, pero se dio cuenta que no lo era.

—Como ordene, Kirien. ¿Qué pasó que pidió hablar conmigo sin tan previo aviso?

—Es sobre la cena de esta noche: quiero que cocines de más. Vamos a tener un banquete para los invitados... ¿Puedes hacerlo?¿Estás a tiempo?

—Por supuesto. ¿De cuántos invitados estamos hablando?

—Son cuatro personas además de mí. Y quiero cambiar el lugar, también. No cenaremos en el salón esta noche, sino en el patio del castillo.

—Como ordene. ¿Algo más?

—Quiero que vengas a traer la comida tú personalmente. Quiero a alguien de confianza —hizo una pausa para reacomodar al niño sobre él—. Ahora, Peter, ve a cocinar. Sé que no te gusta perder el tiempo —el hombre le hizo una reverencia y dejó la sala de inmediato.

A la hora de la cena, Peter llevó el gueridón en persona como se le había pedido. Las estrellas estaban más brillantes que nunca aquella noche, haciendo compañía del cielo despejado y la luna llena. Cuando observó a los invitados del rey, sentados ya en sus sillas sobre el césped, no pudo evitar analizarlos un poco:

A la derecha del rey se encontraba una chica, adorable aunque misteriosa a simple vista, con su cabello rubio cenizo cortado por los hombros. El perfil de su nariz hacía una pequeña curva y sus ojos azules se habían quedado clavados en Peter, curiosa.

A su lado se encontraba un hombre con un cabello de un tono rubio más brillante cubriendo parte de su frente, una expresión seria y una cara de pocos amigos.

Del otro lado de la mesa se encontraba otro chico, el menor de los cuatro al parecer. Su largo cabello, rapado a los lados y peinado inicialmente hacia atrás, se había desorganizado con un poco de viento como si tuviera vida propia; y la expresión en su cara no daba a entender nada más que despreocupación.

Entonces, a la izquierda del rey, se encontraba el hombre que para Peter parecía el más peligroso. Su cabello estaba acomodado elegantemente hacia la izquierda, llevaba un traje negro hecho a medida y, por su expresión casi indescifrable, no parecía ser de confiar.
Este último le sonrió mientras acomodaba su corbata, y Peter pasó de largo hasta llegar al rey.

—¡Peter, amigo mío! —exclamó el rey—. Quiero que conozcas a mis invitados: estos son Akila Shield, Abraham Arleck, Darragh Dive y Grayson Holt —presentó en el mismo orden.

Después de intercambiar algunas palabras, Peter hizo una referencia y dejó el patio. La cena transcurrió aparentemente normal y, en la mañana del día siguiente, el Rey reunió a toda la isla en la plaza.

—Buenos días, ciudadanos de Utsikt —había comenzado—. Como sabrán, durante años hemos tratado de desmantelar los experimentos ilícitos de CEMP. Esta organización a secuestrado a muchos de vuestros seres queridos y los ha usado para sus rastreros experimentos. Esta organización ha jugado y acabado con la vida de muchos ¡y esto no se tolera! Pero ahora pueden dormir tranquilos, mis queridos amigos, porque ayer mismo la organización ha perecido.

Los ciudadanos comenzaron un bullicio, algunos alarmados y otros uniendo cabos sueltos sobre el incendio.

—El accidente no dejó solamente la muerte de todos los renegados científicos, sino que nos dejó a cuatro sobrevivientes y, como si de un milagro se tratara, nos dio la muestra de que algo superior a nosotros sí existe.

El bullicio se incrementó, llegando a molestar y dando a entender que la mayoría no entendía a qué se refería.

—Señoras y señores —siguió el rey—, estos cuatro sobrevivientes han avanzado a un nuevo nivel, pues no solo son sobrevivientes del incendio, sino que también sobrevivieron a los experimentos. Estos cuatro sobrevivientes son los primeros en la historia en poder dominar y demostrar que la magia es real.

Peter observaba el discurso desde el tumulto, sin saber muy bien qué opinar sobre el tema.

—Ahora, la parte final —anunció Su Majestad—. Por su labor en acabar con CEMP desde dentro, por sus dones mágicos y su valentía, yo, Kirien Markealus, los nombro Guardianes de la Isla. Y además, como todo grupo debe llevar un nombre, a partir de hoy conforman a Vellykket, la organización dedicada a mantener la paz en Utsikt —concluyó el Rey, siendo acompañado del aclamo de la mayoría de la multitud.

Las semanas pasaron y los Vellykket recibieron nada menos que incesantes agradecimientos. Peter no sabía que la isla odiaba tanto a CEMP, sin embargo, para él eso era un tema totalmente irrelevante.

Una tarde, mientras el rey paseaba a su hijo menor por el parque, Peter se le acercó.

—Kirien, hay algo que me gustaría decir.

—Oh, Peter. Claro, claro. Dime, ¿qué te molesta?

—Creo que no debería confiar a ciegas en cuatro desconocidos. Ni siquiera sabe si están actuando para agradarle.

—Peter, no tienes nada de qué preocuparte. Todo está bien. Ellos destruyeron el laboratorio y evitaron futuros experimentos con personas inocentes. ¡Son héroes!

—Kirien, ellos destruyeron el laboratorio por pura supervivencia. Estaban siendo torturados y, cuando encontraron una oportunidad, la aprovecharon.

—Que no tienes que pensarlo tanto. Todo va a estar bien. Sinceramente, te preocupas demasiado. ¿No estás esperando un hijo? Hoy tienes el día libre. Ve a pasar tiempo con Irina.

—Eres demasiado ciego para verlo ahora, Kirien, pero algún día esta decisión te va a reventar en la cara —concluyó, antes de marcharse y dejar al rey a sus espaldas.

Al doblar la esquina, Peter se encontró con la chica del banquete.

—Peter Oursler, el mejor cocinero de la isla, según me han dicho —dijo ella, analizando cada facción del hombre.

—Akila Shield, si no me equivoco —comentó él, apartándose los pelos de la cara—. De los cuatro sobrevivientes, tu magia fue la que no entendí. ¿En realidad puedes utilizarla?

La chica le regaló una media sonrisa.

—Yo tampoco solía creer en la magia. Creía que toda la historia del dios Sunshine no era más que un truco para mantenernos entretenidos y desviarnos la atención de los verdaderos problemas de la vida... Me equivoqué, ¿sabes? Escuché lo que le dijiste al rey hace un momento. No tuvimos ninguna oportunidad... yo la creé.

Peter la miró, confundido por sus palabras, y ella continuó:

—Los científicos sabían que experimentaban con la magia de Sunshine, pero no sabían cómo sería la magia que nos sería otorgada. Esa tarde, el líder del proyecto se acercó a mí y yo lo miré fijamente a los ojos. Estaba atada a una silla, pero en ese momento sentía que podía con todo... El hombre me dijo que me daría otra dosis. "¿Cuál es la única manera de salir de aquí?" pregunté. Él, paralizado frente a mí, me dijo que el lugar tenía una sola salida: una puerta metálica de cuatro metros de grosor. De seguido, le pregunté si me podía enseñar a desatarme.

—Estoy seguro que no te desató.

—Lo hizo —dijo ella, en un tono de voz divertido—. Luego, liberé a los otros tres que estaban en la misma habitación. De seguido, agarré un cuchillo y le desgarré la garganta al líder. El resto es historia.

—Así que tú fuiste la promotora de ese accidente. ¿Cómo puedes seguir actuando como si fueras inocente?

—Porque lo soy. Mi magia consiste en obtener siempre la verdad. Si él no hubiera querido desatarme, yo no habría podido escapar... Peter, no puedo hablar por los otros Vellykket, pero tienes que creerme cuando te digo que yo nunca haría daño a nadie. Nunca más...

El hombre acercó su rostro al de ella, quedando a solo centímetros.

—Lo siento, pero no te creo —concluyó, antes de seguir su camino a casa.

La mañana siguiente, Irina entró a la cocina.

—¿Tienes un minuto, amor?

Peter dejó lo que estaba haciendo y, con una sonrisa en su rostro, bajaron al patio del castillo para hablar con tranquilidad.

—Primero: recuerda que tenemos cita mañana con el Dr. Martens.

—Quiero que sepas que no importa el sexo del bebé, lo voy a amar como sea... A ustedes dos.

Peter había saboreado la vida misma. Por primera vez en mucho tiempo, era verdaderamente feliz. Sus labios se fundieron en un delicado beso que se rompió por un inmenso temblor que estremeció toda la ciudad.

—¿Qué fue eso? —preguntó ella, asustada.

—No lo sé. Quédate aquí.

Dejando a Irina en el patio, Peter caminó hasta una de las puertas.
Los gritos de sufrimiento ahora adornaban la ciudad y el paisaje se había manchado por toda la destrucción repentina. Un trozo gigantesco de hielo, que sobrevolaba la ciudad, colapsó en una de las torres del castillo, seguido por otro que colapsó en la torre que se erguía encima de Peter.

Este se volteó y corrió al patio, tratando de advertir a Irina, pero llegó en el momento exacto para observar cómo los escombros aplastaban a su amada y la dejaban sepultada bajo una montaña de piedras.

El hombre se quedó paralizado, miles de pensamientos invadiendo su cabeza. Las lágrimas comenzaron una carrera por sus mejillas y cayó de rodillas, sabiendo que quería morir con ella. Entre todo lo que apareció en su mente, solo una idea tenía sentido para él en aquel entonces: Los Vellykket estaban detrás de esto.

Peter subió las escaleras hasta la cocina hecho una fiera. Derribó la puerta de una patada y agarró el primer cuchillo que encontró. Furioso, recorrió los desalmados pasillos hasta llegar a la sala del rey: todo era su culpa por aceptar a semejantes monstruos.

Las puertas estaban abiertas de par en par y, en el trono, yacía cómodamente Grayson Holt. Peter se escondió de inmediato, asomando su cabeza para analizar la situación: el cadáver del Rey de Utsikt se encontraba tendido frente al usurpador. Por la puerta trasera de la habitación, entró inocentemente la Reina. Holt la observó, sin mostrar mucho interés. Entonces un hombre llegó y, a la orden de Grayson, le enterró un cuchillo en el cráneo.

Peter dio media vuelta, tratando de huir, pero sintió un aura sombría a sus espaldas que lo hizo estremecer y detener sus pasos.

—¿Creíste que dejaría a alguien con vida? —preguntó con la voz ronca.

—Sabía que no eran de confiar. Sabía que ustedes iban a hacer algo como esto —Peter se dio la vuelta para quedar frente al hombre—. Por vuestra culpa he perdido lo que más amaba.

—Lo siento, débil humano, pero esto es obra mía solamente. Cuando conté mi plan de tomar el trono a los Vellykket, ellos se negaron rotundamente y amenazaron con delatarme.

—¡Estás mintiendo! Vi los trozos de hielo de Abraham. ¡Por su culpa Irina está muerta!

—Mi habilidad es controlar a los seres vivos. Con los tres Vellykket en mi control, nadie en esta ciudad tiene otra opción que morir... Ahora, con tu permiso, debo volver a mi trono. Buen viaje al mundo de los muertos.

Dos hombres aparecieron de entre las cortinas y se lanzaron hacia Peter, quien difícilmente logró derribar a uno. El otro lo derribó a él y golpeó su cabeza contra el suelo. Mareado, Peter detuvo el puñetazo del hombre y, de una patada, lo lanzó por la ventana.

El otro hombre se puso de pie y agarró el cuchillo que Peter había dejado caer. Peter rompió una mesita que sostenía una lámpara y utilizó una de las patas como arma. El hombre lanzó una estocada con el cuchillo, así que Peter agarró el mantel de la mesita y lo soltó en el rostro de su oponente, creando un punto ciego para luego golpearle la cabeza con el arma, noqueándolo.

—Debo decir que estoy impresionado —aseguró Grayson, poniéndose de pie y caminando hacia Peter—, pero lamentablemente ya sabes demasiado.

Peter lanzó un puñetazo, pero en un movimiento rápido el brazo de Grayson atravesó su pecho. La sangre brotó de su boca como una cascada, manchando mucho más que solo su ropa.

—Guarda tus agallas para el otro mundo —le susurró al oído Grayson antes de retirar su brazo del pecho de Peter.

El hombre cayó de espaldas al suelo, sintiendo cómo la vida se le escapaba. Su vista comenzó a agotarse y en pocos segundos sus ojos terminaron de cerrarse. Flotando se sentía dentro de la oscuridad a su alrededor. Entre todo y nada, lleno y vacío a la vez, Peter solamente existía; solamente sabía que había muerto.

Entonces, volvió a abrir sus ojos.

La habitación ahora carecía de iluminación: había caído la noche. Peter se levantó, preguntándose cómo era que aún seguía ahí. Debajo de él, encontró su propio cuerpo tendido en el suelo. El hombre, alarmado, dio un paso atrás. Entonces, analizó la habitación con más detenimiento y se percató que, junto al trono, estaba recostado el cadáver de Grayson.

Peter se acercó al rey, tratando de cargarlo y llevarlo junto a su esposa, pero su mano atravesó el cuerpo del hombre, evitando cualquier contacto.

Peter había leído sobre esto en muchos libros y lo había escuchado en las historias cuando era un niño, pero nunca pensó que él mismo se convertiría en un fantasma. Sin nada que hacer para arreglar el desastre, Peter salió del castillo. Los cuerpos de los ciudadanos eran el atractivo principal y la sangre derramada la decoración de fondo. Peter caminó hacia el patio del castillo y se detuvo frente a la montaña de escombros debajo de la cual yacía el cuerpo de su novia.

—¿Irina, qué me está pasando? —murmuró— Cuando morí, sentí un alivio inmenso al saber que volvería a encontrarme contigo. Dime, Irina... ¿Por qué estoy aún aquí?¡¿Qué he hecho yo para merecer esto?! —se cuestionó, arrodillado y llorando de impotencia.

Esa noche Peter fue a la biblioteca, pero esta había sido destruida en la masacre. La mañana siguiente dejó la isla Utsikt, tratando de buscar en algún lugar algo que le explicara por qué había vuelto como un fantasma.

Sin poder hacer contacto ninguno con nada, Peter pasó los siguientes cuatro siglos entre los humanos, sin que ellos pudieran verlo o siquiera saber que estaba allí; llevando su depresión de un lado a otro como el nómada más triste.

Un día, a punto de perder la cabeza, comienzó a llover y Peter decidió quedarse en su lugar, pues no había mucho más que pudiera hacer. Levantó su mirada al cielo, preguntándose si era verdad lo que le había dicho Akila sobre que el dios Sunshine había sido real.

Entonces, inesperadamente, una gota cayó en la frente de Peter, sintiéndola correr por su rostro y siendo esta acompañada de muchas más.

Peter sonrió al sentir algo colapsar en su piel por primera vez después de mucho tiempo. Aparentemente, su estancia en el mundo de los vivos, un lugar al que ya no pertenecía, había originado un error, así que había comenzado a adquirir forma corpórea una vez más con tal de mantener el equilibrio.

Semanas después, Peter caminaba por Allvar, aún sin haber podido descubrir nada sobre el porqué seguía en ese mundo. Se dirigía a la biblioteca de Allvar por un callejón cuando sintió el grito de una señora:

—¡Atrapen a esos ladrones! —gritó la viejecita desde la puerta de su tienda.

Los ladrones entraron al callejón, topándose con Peter, y se abalanzaron sobre él. Uno de ellos, el más corpulento, le dio un puñetazo en el rostro y lo levantó en peso por el cuello. Mientras trataba de asfixiar a Peter, el otro siguió corriendo y huyó con el dinero.

—No me gusta matar, pero no puedo dejar cabos sueltos.

Peter sabía que no podía morir, lo había probado ya algunas veces, pero la sensación de estar a punto de caer inconsciente no era nada agradable. Cuando pensaba que perdería el conocimiento, las hiedras de la pared parecieron cobrar vida y se enredaron alrededor del cuello del ladrón. Este soltó a Peter mientras trataba de zafarse de las plantas que, a pesar de su lucha, apretaron su cuello hasta asfixiarlo.

El cuerpo de aquel hombre cayó frente a Peter, que solo podía observar la escena, inmóvil y preguntándose qué pasaba. Cargó el cuerpo y, con la hiedra y la oscuridad de la noche haciéndole compañía, enterró el cadáver en un parque cercano.

Los siguientes meses se dedicó a investigar cómo era que había logrado controlar aquella planta. Se sumió en la biblioteca de Allvar, y de su investigación entendió que ahora él poseía la magia de Grayson Holt.

No era algo con lo que estuviera muy de acuerdo, pero con el tiempo se fue acostumbrando.

Uno de los libros decía que no estaba confirmado, pero que algunos creían posible que cuando un heredero mágico moría, la persona a su lado obtenía su magia en vez de desaparecer. Ese fenómeno se llamaba Magia Transitiva. Además, lo sucedido con Peter era un mito conocido como el Reflejo Espectro, el cual planteaba que una exposición irracional a la magia antes y después de morir podía generar fallos en el intercambio de mundos y crear un error, dejando al individuo en su forma del mundo de los muertos en el mundo de los vivos.

Peter, ansioso por más respuestas, decidió volver a Utsikt e intentó averiguar lo más que pudo sobre la magia, dado que allí había comenzado todo. Entonces encontró el santuario bajo tierra y, con la ayuda de algunos libros desgastados que había robado de Allvar, logró leer las escrituras en la pared.

Descubrió la existencia del portal que conecta el mundo de los vivos con el de los muertos. Descubrió los cuatro tesoros sagrados y descubrió que para abrir el portal se necesitaba la magia Combustión y un ritual.

Cuando descubrió cómo llevar a cabo el ritual, dibujó el mismo símbolo en el suelo de varias habitaciones del castillo, asegurando más de un lugar por si algún intento salía mal. Entonces comenzó a reconstruir el castillo y cuidó la sala donde fue asesinado.

Tres siglos más tarde, después de haber leído cada libro en cada isla y haber investigado a fondo todas las costumbres, tradiciones o cualquier cosa que pudiera relacionarse con la magia, decidió comenzar a buscar los Tesoros del Sol, pero sus pasos fueron detenidos por la ley, así que comenzó a investigar cómo crear su propio ejército. Al fallar grandemente, decidió comenzar a mover los hilos en las sombras para que, con el tiempo, todos los tesoros cayeran en sus manos.

Para eso tenía que influenciar a los grandes dirigentes, entre ellos el Rey de Sannhet, al cual obligó a prohibir la magia y buscar entre los ciudadanos de su tierra posibles herederos.

Entre todo su fracaso, Peter encontró a su primer heredero: un chico de dieciocho años llamado Noah. Ordenó al Rey de Sannhet que lo amenazara y le dijera que si no dejaba la isla en las siguientes doce horas, sería asesinado por incumplir la norma de "no magia". De esta forma no solo ponía en movimiento a su Heredero de La Verdad, sino que separaba de sus costumbre a un gran cazador como lo era Melville y cortaba por un tiempo las relaciones de Moonlight con la protectora Amalia Nyclock. ¡Era un movimiento ganador en todo su esplendor!

A través de su ventana, Peter observó aquella mañana cómo Noah y su familia llevaban sus pertenencias hasta aquel pequeño velero y huían de la isla hacia el inmenso mar.

—El primer paso ha sido completado —murmuró, con sus ojos concentrados en la imagen del otro lado del vidrio y dando un sorbo al vino en su copa—. Ahora a por el siguiente...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top