XVII: HÉROE O COBARDE
Karamat se acercó a Noah, que contemplaba prácticamente la isla Lidelse en su totalidad al borde de un precipicio.
—¿Aún nada? —preguntó el chico.
—No encontramos nada: ni el arma, ni huellas, nada sospechoso. Esto es muy raro, Noah.
El chico dejó el precipicio a sus espaldas y caminó a pasos lentos hacia Karamat.
—¿Sabes lo que quiere decir, verdad? Es muy probable que sea cierto lo que comentamos.
—No sabemos si en realidad fue Melville, Noah. Creo que no deberías ilusionarte mucho, solo por precaución.
—Papá tiene una puntería intachable y sus habilidades de cazador lo habrán ayudado a huir sin ser detectado —explicó—. ¡Todo tiene sentido, Karamat!
—De igual modo, quien disparó no es muy importante ahora. Debemos hacer algo con Hasek.
—Si tan solo tuviéramos una moneda de cambio, algo por lo cual apostar... ¡Joder! —gritó indignado antes de lanzar una piedra por el precipicio hacia el agua del océano.
—¿Qué haremos ahora, Noah?
El chico tomó un suspiro para calmarse un poco. Entonces, habló:
—Supongo que debemos aprovechar la ventaja: está claro que Peter no está en condiciones de luchar ahora. Debemos ser rápidos y efectivos.
—¿Lo vamos a matar?
—No, Karamat, piensa. ¿Qué es lo que él está buscando?
—Los tesoros...
—¡Exacto! Vamos a reunir los tesoros antes que él lo haga.
—Pero ¿qué haremos con Hasek? Está claro que no nos va a dar los pendientes. Ya viste cómo luchó contra Peter.
—No le vamos a quitar los pendientes. Encontraré una forma de que venga con nosotros.
Noah bajó la colina hasta la aldea. Avril ya podía mantenerse de pie y Hasek estaba siendo vendado por un médico de la tribu.
—Hasek, tenemos que hablar —dijo decidido el chico, acercándose a pasos gigantescos y tomando asiento justo al frente de él.
—Ni loco voy a perseguir a ese tipo —aseguró el líder de la tribu sin que Noah pudiera hablar.
—No lo vamos a perseguir. Vamos a encontrar los otros tesoros y los vamos a alejar de él.
—No parece un trabajo tan violento cuando lo dices con esas palabras —comentó, sarcástico—. Mira, chico —Hasek se inclinó hacia delante, apoyando los codos en sus rodillas, quedando cara a cara con Noah—: eventualmente, tendremos que luchar. Puede que el actual dueño de algún tesoro no quiera entregarlo y vas a querer arrebatárselo a la fuerza. Yo voy a quedarme aquí, en mi hogar. El único motivo por el que luché contra ese loco fue para proteger mi aldea, no para salvarlos a ustedes.
—Déjame hablar, por favor —pidió Noah. Hasek suspiró y se recostó al espaldar de la silla—. Ya conocemos la ubicación de los tesoros: los pendientes los tienes tú, la tabla la tiene el subcomandante de Allvar, el reloj lo tiene el idiota este —dijo, señalando a Cameron y este le dedicó el dedo del medio—, y el anillo probablemente lo tenga mi madre.
—¿Probablemente? No pareces muy seguro.
—No puedo sonar seguro. No la he visto desde hace mucho. Puede haber pasado cualquier cosa...
—No me estás convenciendo.
—Bien, mira —Noah se puso de pie, molesto—. Tienes dos opciones: ayudarnos o quedarte en la aldea. Si vienes con nosotros buscaremos los tesoros clandestinamente y los alejaremos de un tipo que claramente no está en sus cabales y que quiere destruir el mundo. Serás un maldito héroe. Por otro lado, puedes optar por la opción del vago: puedes quedarte aquí, en tu refugio de mierda, mientras vives tu miserable y aburrida vida esperando a que Peter venga a robarte los pendientes, cosa que eventualmente hará, y quedarás en la historia como el cobarde que no pudo detener al villano.
Si Hasek abría un poco más los ojos tal vez terminarían cayéndose.
Tragó saliva y se pasó la mano por el rostro antes de ponerse de pie, indeciso.
—Dame tiempo para pensarlo —concluyó, antes de entrar a su cabaña.
Karamat se acercó a Noah:
—Sabes que probablemente diga que no, ¿cierto?
—Va a decir que sí —aseguró Cameron, que había llegado al otro lado del chico.
—Eso espero —comentó Noah antes de comenzar a organizar una mochila.
—¿Qué estás haciendo?
—Una chica de la tribu me regaló esta mochila. Estoy metiendo algo de comida para el camino.
—¿Ya te vas a rendir?
—Nunca dije eso. Voy a ir a ver al Creador una vez más. Tengo que hablar algo con él.
Después de unos minutos, Noah caminó hasta la entrada.
—Quédense aquí y estén atentos a la decisión de Hasek. Nos vemos en una hora, más o menos —se despidió y cruzó entonces las puertas de la aldea.
Camino a la costa nuevamente. Escuchó en el camino a sus espaldas pequeñas ramas partirse, al ritmo de un siseo constante, y notó una presencia que lo observaba de cerca. Noah había sentido esto muchas veces en su vida. De pequeño, Melville lo llevaba de caza con él, pues resulta que Noah traía el arte de la caza en la sangre. En poco tiempo logró igualar a su padre y, desde entonces, habían sido uña y carne.
La actual situación no resultaba incómoda para Noah pero, por la seguridad de su viaje y su objetivo, se vio obligado a hacer frente a la amenaza.
Noah arrojó el cuchillo que Cameron le había dado hacia los arbustos, haciendo que de ellos apareciera, en un movimiento fugaz, una mujer.
—Creo que nos hemos visto antes —comentó Noah—. ¿No eres tú la que quería llevarme de vuelta a Sannhet?
—Mi nombre es Liria —se presentó, formalmente—. Sería un verdadero placer que me acompañes, Noah.
—Helier dijo que El Vigilante lo controla todo desde las sombras. ¿Por qué el Rey de Sannhet envía a alguien a capturarme, si El Vigilante me está obligando a trabajar para él?
—¿El Rey? Nunca dije nada acerca del Rey de Sannhet —aclaró ella—. Estoy aquí por mi cuenta, Noah. Debo llevarte de vuelta, sino yo tampoco podré volver.
—¿O sea que eres una desterrada? —bufó el chico—. Sabrá el cielo cuántas atrocidades habrás hecho para merecer ese castigo.
—Entonces sabrás lo peligrosa que puedo llegar a ser.
—Al parecer, no sabes cuánto puedo llegar a serlo yo —agregó Noah, subiendo su guardia.
Liria se lanzó sobre él, primero intentando una patada, la cual Noah evitó sin problemas, y luego un crochet, pero este también falló.
—Me sorprende lo peligrosa que eres —comentó sarcástico el chico.
La mujer, irritada por semejante burla, volvió a acercarse a él. Su velocidad parecía haber aumentado y logró acertar un puñetazo en las costillas de Noah. El chico retrocedió un momento y la mujer sacó un pequeño cuchillo de su bolsillo. Atacó con este varias veces, intentando cortar al chico de alguna manera. Él, sin perder la concentración, comenzó a retroceder, esperando el momento exacto para hacer su movimiento.
En un ágil salto, se colocó detrás de un árbol caído y cuando Liria intentó detener su propio ataque ya era tarde: su cuchillo se quedó clavado en el árbol y Noah se abalanzó sobre ella. Entonces, con un placaje en la cintura, la mujer cayó derrotada al suelo. Noah agarró el cuchillo antes incrustado en el árbol, sin levantase de encima de la mujer, y cortó suavemente una parte de su estómago, suficiente para que la sangre manchara sus dedos.
—No te voy a matar —aclaró, mientras la mujer debajo de él seguía despavorida ante su aparente miedo a la sangre—. Aléjate y busca un lugar para curar esta herida —Noah se acostó completamente sobre la espalda de la mujer, quedando su boca cerca del oído de Liria— Si vuelves a intentar algo contra mí o mis compañeros, te mato —susurró y la mujer soltó un quejido de dolor, sin poder moverse y con su mejilla aún apoyada en el suelo.
Noah se puso de pie, dejándola libre una vez más. Ella lo observó por un momento, dejando la sangre fluir fuera de su cuerpo. Cuando reunió las fuerzas necesarias, se logró poner de pie, haciendo presión en la herida con su mano y analizando la inexpresiva mirada del chico frente a ella.
—¿Qué rayos eres en realidad? —preguntó con una voz tambaleante.
—Soy un cazador —respondió él, sin siquiera pensarlo.
Ella no desperdició más tiempo y, a pesar de su herida, desapareció como el viento entre los arbustos que adornaban la vereda.
Noah miró al cielo cuando recordó, una vez más, a su padre y se preguntó dónde estaba. Melville había sido su apoyo siempre. Sin él, había una pieza importante de su vida faltante.
Cuando Noah intentó caminar rumbo a la costa, sintió los pasos de alguien acercase desde la Tribu. El chico quedó sorprendido cuando divisó el abrigo de piel de Hasek a lo lejos.
—¿Ya tomaste tu decisión? —preguntó.
—Efectivamente. Desde mi punto de vista, de todos los herederos que están aquí, tú eres el más débil. Incluso yo, que no soy más que un humano, puedo derrotarte en batalla.
—Estoy totalmente de acuerdo. ¿Por qué lo dices?
—Aceptaré ir contigo a reunir los tesoros si ganas mi apuesta.
—¿De qué apuesta estamos hablando? —quiso saber, intrigado.
—Tú y yo vamos a luchar. Si no puedes ponerte de pie o te rindes, gano yo y me quedo en la aldea. Si logras golpearme una sola vez en el rostro, ganas tú.
Noah tragó saliva y luego sus labios se curvaron en una sonrisa:
—Acepto.
Ambos caminaron hasta la orilla. La arena blanca se sentía caliente al tacto de los pies descalzos y el agua del océano estaba demasiado calmada, huyendo de la costumbre.
—¿Comenzamos? —preguntó Hasek.
—Cuando quieras.
—Te voy a dar una ventaja. No me voy a mover en siete segundos... ¡Desde ahora!
Noah extendió su mano derecha en dirección a Hasek:
—¡Paralyzed! —exclamó.
La posición de Hasek no cambió. Noah no podía distinguir si era por su magia que en realidad lo había paralizado o era porque aún sobraban algunos segundos de ventaja.
De cualquier modo, extendió esta vez su mano izquierda hacia su oponente y susurró:
—"Step Back"
El cuerpo de Hasek dio un ligero paso hacia atrás y, cuando Noah pensó que de verdad lo había atrapado en su magia, Hasek se lanzó a toda velocidad hasta él, haciendo que esos metros que tenían de distancia parecieran ínfimos centímetros.
Hasek le pegó un puñetazo a Noah en el estómago que lo hizo doblarse de dolor.
—Si quieres, podemos parar ya —comentó a un lado de Noah, que estaba hecho un ovillo en la arena.
—Voy a ganar. Ya verás.
—Como digas —agregó, dándole una patada en el estómago y lanzándolo a la orilla, donde el agua le tocaba el brazo por las diminutas olas.
Hasek no se movió de su lugar, dando espacio a Noah para ponerse de pie.
—¿Ahora quieres parar? —repitió.
El chico soltó una carcajada y comenzó a apoyarse en sus rodillas para levantarse débilmente. Escupió un poco de sangre a un lado y luego se limpió la arena que había en su rostro.
—Te voy a ganar —dijo, levantando la guardia con sus manos protegiendo su rostro.
Hasek chasqueó la lengua y tronó su cuello.
—No quiero hacerte daño, pero me la estás poniendo difícil. Es más, no me voy a mover de aquí.
Noah se lanzó hacia él, quien con solo mover el brazo, enterró al chico en la arena. Este se volvió a poner de pie y siguió atacando una y otra vez obteniendo el mismo resultado, sin poder apenas tocar a Hasek.
El último golpe fue en la espalda y dejó a Noah arrodillado en la orilla, sus manos apoyadas en la arena y su cuerpo sostenido por sus ya débiles brazos.
—¿Quieres rendirte? —preguntó Hasek que estaba a espaldas de Noah, a menos de un metro y listo para darle el golpe final.
Fue en el instante en que se preparó para acabar con el combate, cuando Noah soltó una carcajada. Su cuerpo giró a la izquierda con una velocidad increíble y con la mano derecha le lanzó toda la arena que pudo sostener. Los ojos del líder de Takaazar ardían producto a la arena, y el resplandor de la luz del día no ayudaba.
Después de girar en el lugar, con el mismo impulso, el pie derecho de Noah pateó con fuerza el rostro de Hasek.
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