X: JUICIO

Un guardia atravesó la puerta metálica y se detuvo delante de la celda Su rostro totalmente desolado de emociones acompañaba su robusto cuerpo.

—¿Puedo tomar un poco de agua? Llevo horas con la garganta seca —habló Noah.

El guardia se limitó a examinar al chico por un segundo. Luego abrió la reja y, después de esposar sus brazos al frente, le dio un empujón para ponerlo en el pasillo.

—Camina recto hasta el fondo. No intentes nada —dijo sin intención de poner algo de humanismo en sus palabras.

—Aún no ha respondido: ¿Puedo tomar agua?

Volvió a preguntar Noah, caminado sin cambiar el ritmo de sus pasos, evitando voltear su torso para observar el rostro del guardia que lo había ignorado otra vez.

Llegados al lugar, las grandes puertas de madera se abrieron de par en par y dejaron ver el inmenso interior repleto de gente. Noah caminó por el pasillo entre los asientos y terminó por tomar su lugar en la mesa de los "culpables". Allí lo esperaba sentado un hombre que parecía estar en sus treinta, con su largo cabello recogido en una coleta y unos espejuelos rectangulares que lo hacían quedar como alguien que cuida su imagen. El hombre se puso de pie. Con una mano estrechó la de Noah y con la otra se organizó la barba.

—Soy Daniel Hill. Voy a ser tu abogado en este juicio. Encantado.

Todo el tribunal se puso de pie cuando el juez entró a la sala.
Al llegar a su lugar, acomodó el mazo frente a él y observó a Noah por un momento. El chico, incómodo, le devolvió la mirada. El juez acarició los rizos que se amontonaban al caer por su cuello, tomó un momento para organizar los papeles sobre su buró y, entonces, dio comienzo al juicio.

—Buenos días, primero que todo —dijo—. Estamos aquí reunidos para decidir el futuro de Noah Nyclock, presunto culpable de utilizar magia en contra del Rey de Sannhet, y además ladrón de la corona del Rey de Allvar.

Los ojos de Noah se abrieron como platos, como si así justificara el hecho de no tener idea de lo que hablaban. Es decir, el tema de la magia y el Rey de Sannhet lo conocía ya hacía tiempo, incluso había parte de algunas de sus pesadillas, pero la parte de robar la corona de un Rey no la entendía.

"¿Qué pasa?" —se preguntó— "¿Qué rayos pasa?"

Después de comenzar, un hombre en la mesa a la derecha de Noah se puso de pie. Su cabello bien peinado finamente hacia atrás y su tez casi pálida combinaban con aquel traje negro que dejaba en ridículo la ropa asquerosa que Noah usaba en ese momento.

Se acomodó el nudo de su corbata y habló:

—Su Señoría, quisiera comenzar con lo que podrían ser pruebas del delito y que, aunque no sean determinantes, podrían influir en su sentencia.

El hombre caminó hasta el buró y le entregó una hoja de papel al juez, quedándose él con otra igual.

—Esto que ven aquí —señaló mostrando la hoja al jurado—. Es una captura de un vídeo de la cámara de seguridad del Palacio de Allvar. Claramente se puede ver que alguien se lleva la corona.

—Su señoría, esa foto es irrelevante —agregó Daniel poniéndose de pie rápidamente—. En la imagen no se puede observar el rostro del ladrón. Además, este usaba ropa negra y por culpa de la mala calidad de la foto, su cuerpo no se distingue de la oscuridad. Podía haber sido cualquiera.

—Solo quiero que tenga esto en cuenta —comentó el hombre—. Estas imágenes son de hace meses, cuando en la isla el único con magia capaz de pasar entre los guardias reales sin destrozar algo era Noah. Solo digo —culminó.

—Mi cliente no tiene vínculo ninguno con esta imagen, su señoría —concluyó el otro, retomando su asiento.

El chico miró a su abogado al sentarse y este, viendo el desconcierto de Noah, le susurró:

—El idiota con el que acabo de discutir es Miller. No te martirices por lo que haga, solo es un mentiroso compulsivo que tiene el poder para terminar convenciendo al jurado.

—¿Crees que puedas con él?

—Lo intentaré. Es mi trabajo hacer que ganes este juicio.

—¿Crees que soy culpable? —preguntó el chico.

—¿Tú crees que eres culpable? —susurró Daniel.

El juicio continuó tomando el camino que perjudicaba a Noah. Después de un tiempo, Miller se puso de pie y pidió a Noah que pasara al estrado para hacer algunas preguntas.

—Tus padres se conocen desde hace más de veinte años —comenzó— y lo más curioso es que ambos tenían algo en común: eran pobres desheredados que robaban para comer. Puede ser que esa cualidad mágicamente haya sido heredada por ti y hubieras tenido la necesidad de tomar la corona. ¿Me equivoco?

—Totalmente —dijo fríamente Noah, tomando un sorbo del vaso de agua que había frente a él—. El agua es buena para el cuerpo. Me estaba muriendo de sed por vuestra culpa.

Miller apretó su mandíbula ante la indiferencia del chico y continuó:

—Hace unos días descubrimos que el general de nuestro ejército era un fraude, pues su poder mágico provenía del fragmento del Tesoro del Sol que tenía implantado en el pecho. Es curioso como puede avanzar la ciencia cuando se lo propone —una sonrisa se pintó en su rostro—. Su Señoría, quisiera llamar al estrado a una persona que me ayudará con algunas preguntas.

Una de las puertas de la entrada se abrió y entró una chica algo tímida. Su cerquillo negro cubriendo parte de sus ojos y sus escuálidos brazos siendo acompañados de un abrigo de tela fina.

—Su señoría, ella es Lona. Al igual que Miv, ella tiene un fragmento de Tesoro en su cuerpo —su mirada se centró en Noah—. Adivina qué magia puede utilizar...

Noah ni siquiera lo pensó: tenía que ser la única habilidad útil en este caso. Aún así, no temía, pues alguien que había ganado magia por ese modo nunca estaría al nivel de un Heredero Mágico.

—Te están acusando de un crimen que no cometiste, ¿verdad? —comenzó la chica, acercándose—. Si quieres puedes hablar conmigo...

—Una chica con la misma magia que yo podría derrotarme —alegó—, pero solo si su magia fuera real.

—Tranquilo, Noah —dijo Miller—. No hace falta mucha magia de La Verdad para sacar información de alguien que apenas puede mantenerse consciente.

—¿De qué-

Su voz se cortó de golpe y su cuerpo comenzó a perder el control, buscando desplomarse. La visión de Noah comenzaba a hacerse cada vez más borrosa y todo a su alrededor parecía moverse constantemente.
Los latidos de su corazón comenzaron a ir cada vez más lento y el vaso que sostenía cayó al suelo, quebrándose en su totalidad.

—¿Qué tenía el agua? —logró articular.

—Una medicina local, semejante a la anestesia, solo que con más riesgos... pero no importa.

—Vamos a conversar un rato —habló la chica—. Cuéntame todo...

—¡¡Su señoría!! —se puso de pie Daniel—. Mi cliente ha sido drogado en frente de sus ojos. ¿Va a permitir esto?

El juez le dio una breve mirada a Miller y luego le dedicó una sonrisa al abogado de Noah que dejó claro todo el dinero que su rival en este juicio le había pasado.

Daniel cayó en su asiento, sosteniendo su cabeza con ambas manos, sabiendo que el juez estaba sobornado; escuchando a Noah decir datos que nadie conocía de su familia; sabiendo que el juicio lo había perdido desde el principio.

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