Capítulo 17: Poderes

Uno de los lobos se acercó y comenzó a olfatearme. Cerré mis ojos con aún más fuerza e hice una mueca que mostraba repugnancia. Detestaba a estos depredadores. Sentía el hocico húmedo sobre mi abrigo, y la suavidad del pelaje del animal sobre mi piel me provocaba un leve cosquilleo. Armándome de valor abrí los ojos para encontrarme con todas las miradas de aquellos individuos clavadas en mí. Parecían penetrarme, me estaban poniendo demasiado incómoda. Todos ellos mostraban sus colmillos y tenía la vaga impresión de que sonreían con malicia, a su manera. Estaba turbada por lo que estaba ocurriendo, y solo quería que el sufrimiento terminara.

Luego, aquel que se encontraba más cerca de mí, tomó entre sus filosos y blancos dientes mi campera, y comenzó a arrastrarme por el suelo seguido de todos sus compañeros. Me estaban llevando al castillo de la reina, lo sabía. No me decidía entre sentirme aliviada o preocupada. Al menos no me matarían, por ahora. El camino al palacio sería largo, eso me daría tiempo para pensar más detenidamente las cosas, y podría idear un plan de escape.

Avanzábamos con lentitud. Me sentía una tonta siendo arrastrada de ese modo por un perro de gran magnitud. Al menos no tenía que caminar, pero mi espalda se encontraba dolida, y mi ropa empapada. A las pocas horas del comienzo del viaje solté un pequeño estornudo, y a los pocos minutos, otro. Esperaba no enfermarme, o las cosas empeorarían aún más de lo que estaban.

Me encontraba boca arriba, mi rostro contemplaba las nubes grises. Era curioso pensar que detrás de ellas intentaba sobresalir el Sol. No estaba enojada. Estaba convencida de que Él no me había abandonado. Tal vez era parte de su plan que esto pasara, pero no comprendía. Solté una pequeña risita, siempre había misterio si se trataba del Sol. Por qué, me preguntaba a menudo, y luego recordaba que jamás lo sabría a menos que Él así lo quisiera. Soy consciente de que hay cosas que no se pueden entender. Cosas que ocurren sin explicación alguna, y que ni siquiera la ciencia, el hombre, es capaz de razonar. ¿Será, tal vez, porque son cosas que no se pueden entender por medio de la razón?

— Nuestro razonamiento es limitado— decía mi madre a menudo—.Hay cosas en las que solo debemos creer. El hombre siempre buscará respuestas científicas a todo, pero eso no significa que las vayan a encontrar.

Me encontraba sumida en mis pensamientos cuando la locura comenzó. Al igual que la otra vez, mis manos comenzaron a arder, y en un segundo, bolas de fuego emanaban de la palma de estas. Sonreí. Este era el poder que el Sol me otorgaba, y a pesar de no saber cómo había hecho para invocarlo, debía sacar provecho de él todo lo que pudiera. Es así como pasé mis manos sobre el pelaje de mi captor, y éste comenzó a aullar de dolor. Fue de gran entretenimiento ver su reacción, y el dolor que el fuego le estaba provocando. Pero no me percaté de que tal espectáculo había llamado la atención de sus compañeros. Pronto, todos se volvieron hacia mí dispuestos a atacar, pero, como toda bestia, parecían demasiado aterrados por las llamas que seguían emergiendo de mis manos.

Corrí hacia dónde estaba Simon, que también había sido capturado por los lobos, y ataqué. Pronto, ambos estábamos libres de aquellas bestias. Comenzamos a correr. Las criaturas se encontraban a poca distancia nuestra, y el tramo que nos separaba cada vez se hacía menor. Pronto nos alcanzarían, era evidente. Pero no podrían hacernos nada mientras esta magia extraña siguiera activa.

Cuando ya habíamos recorrido un largo tramo, nuestras piernas comenzaron a fallar, y el cansancio se hizo sentir. Nuestros pies se estaban hinchando, y ya no podíamos seguir más. Frenamos súbitamente. Miré hacia adelante. Un lago completamente congelado se encontraba en nuestro camino. Miré hacia atrás. Los lobos venían. No teníamos muchas opciones. Coloqué uno de mis pies sobre la superficie del lago. Luego, el otro. Intenté mantener el equilibrio. Nunca había sido buena patinando, y era bastante extraño ya que me había criado en un mundo hecho de hielo. Traté de caminar, deslizarme, algo, pero no podía. Al poco rato perdí el equilibrio, y caí con mis manos en el suelo. Pocos segundos después me di cuenta del gran error que había hecho. Mis manos, compuestas de puro fuego, estaban apoyadas contra la lámina de hielo que cubría el lago. Antes de poder hacer algo al respecto, el hielo se transformó en agua, con una rapidez sorprendente, y pronto me encontré luchando por salir de allí. Ya no me encontraba parada sobre algo sólido sino líquido.

Desesperación, ¡No sabía nadar! Nunca había tenido la necesidad de aprender. El agua era demasiado densa para poder flotar, y estaba helada. Cuando mis manos se sumergieron, instantáneamente el fuego se apagó, y por un momento, los lobos, que habían comenzado a rodear el lago, me importaron poco. Quería salir de allí. Pataleaba con todas mis fuerzas tratando de conseguir una bocanada de aire, pero hacía demasiado frío. Mis miembros se paralizaron, y mi piel se tornó de un color medio morado. Mis labios comenzaron a temblar, y pronto, la lucha para salir de allí terminó.

Me hundía: mis brazos, luego mi cuello, mis labios, y por último mi nariz. Contuve el aliento todo lo que pude, pero no era suficiente para salvarme. Me hundía. Cada vez iba descendiendo más y más, y sentí una angustia terrible. Jamás vería la luz del Sol de nuevo, este era mi fin. Ni devorada por lobos, ni asesinada por Mafera, ahogada. Nunca me había dispuesto a aprender cómo nadar. Mi ignorancia fue mi perdición al final. ¿Qué estaría haciendo Simon arriba? ¿Sabría él nadar? Apostaba que sí. Esto no podía acabar así, no podía morir de la manera más humillante del mundo. Si tan solo hubiera aprendido...

Toqué el fondo. Estaba oscuro. Sentía como me quedaba lentamente sin aire. No aguantaría mucho más. En cualquier momento me vería en la necesidad de abrir la boca, de buscar aire, y ahí, mis pulmones se llenarían de agua. En ese momento, daría mi último suspiro. Y ese momento llegó a los pocos segundos. Abrí mi boca, tragando enormes cantidades de agua, y sentí como mis ojos se cerraron, dejándome inmersa en mi propia oscuridad.

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