Seré directo.
Capítulo 3.
Seré directo.
La ciudad de Muna no estaba tan cerca como pensaba, eso le había quedado claro al haber estado en un avión por poco más de dos horas.
Julián se había sorprendido y afligido cuando el beta confesó "haber manipulado a Bernardo" para que lo llevase con él, pero finalmente el joven alfa le deseó el mejor de los éxitos: si Jared en verdad era su pareja, entonces estarían juntos. Su madre fue comprensiva y se alegró por él, incluso antes de su partida le hizo prometer que pronto lo llevaría a casa y le presentaría como era debido.
—Wow— musitó Constanza cuando la vagoneta cerrada comenzó a avanzar, como conductor iba Omar, un beta de la manada De la Rosa, y como copiloto otro sujeto cuyo nombre Duncan no le prestó atención. El automóvil era para cuatro pasajeros, los cuales eran Gina, Bernardo, Duncan y Constanza. Para mala suerte de Duncan, Jared había abordado el otro vehículo, con los padres de la chica.
El castaño suspiró un poco decepcionado, aun teniendo un flamante paisaje, lleno de luces y construcciones sofisticadas, se sentía agobiado.
Más tarde de lo que imaginó, llegaron a un edificio alto y moderno, esos eran los dominios de la manada De la Rosa, mucho muy diferentes al pueblo de donde él provenía.
Aunque serio y formal, Omar fue bastante amable al indicarle donde permanecerían, tanto Constanza como Duncan tenían su propia habitación. Ella en el mismo piso que la pareja recién unida, y él una planta más abajo, en el mismo nivel que Lya y otros lobos importantes. Los padres de Gina estaban más arriba, en el mismo piso que Omar y demás miembros más cercanos.
Masajeó el puente de su nariz con el índice y el pulgar derecho antes de sentarse en el sofá de una plaza. Le habían asignado un pequeño y cómodo departamento, además de una sala con dos sofás, tenía incluso una pequeña cocineta. Miró sus pies y luego el par de valijas medianas que había llevado consigo, siempre había sido sencillo en cuanto a sus pertenencias, sin planearlo recordó cuando él y Julián viajaron a la ciudad por su loca idea de encontrar a su pareja, sonrió, cuánto había ocurrido desde entonces.
Debido al viaje se sentía un poco agotado, definitivamente no era lo mismo que viajar en auto. Se incorporó y estiró los brazos sobre su cabeza, echaría un mejor vistazo al departamento, tomaría una ducha para después salir a husmear por allí y, con el pretexto de localizar a su alfa, buscar a Jared.
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—Jared— el joven delta escuchó su nombre apenas las puertas del elevador se abrieron. Tras bajar del avión había ocupado el auto donde estaría cerca del gran alfa De la Rosa, desde entonces se había concentrado en los cambios generales que mencionó el hombre, esos que deberían hacerse debido a la llegada de Bernardo como nueva pareja de la única hija de los alfas. Al arribar al edificio, se reunió con otros deltas para informarse de las noticias en su ausencia, ahora había llegado a su piso.
—¿Qué sucede?— le preguntó a Lya, ya que se veía ansiosa y algo inquieta.
—¿Adivina quién ocupará el último apartamento?— señaló la puerta al final del pasillo al mismo tiempo que sonreía con amplitud.
Pero Jared no pudo siquiera pensar en una posible respuesta, cuando el olor a madera, tierra y lluvia le pegó en rostro; hizo una mueca y gruñó, —el beta.
—¡Si!— exclamó ella, —¿crees que sería pertinente ofrecerme a darle un tour por el lugar?
El pelirrojo sacudió la cabeza, —como quieras.
—¿O sería mejor que me acompañases a saludarlo y darle la bienvenida?— lo asió del brazo.
—No, gracias. Estoy cansado— se zafó rápidamente, pero con delicadeza; dirigiéndose directamente a su apartamento.
—Está bien, iré yo sola entonces— Lya no le dio mayor importancia al comportamiento de su compañero de equipo, estaba acostumbrada a su carácter; extraño hubiera sido si se mostrase interesado o entusiasmado. Jared era serio y muy hermético, pero un excelente elemento en la guardia de la manada. Pocas veces asistía a las reuniones sociales, y cuando lo hacía sólo estaba minutos y luego se retiraba, eso sí, nunca faltó a ningún entrenamiento.
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Con movimientos toscos y rápidos, Duncan secó su cabello, el cual ya estaba un poco largo, pero consideró dejárselo así, ayudaba al momento de peinarlo y disimular la cicatriz de su rostro. Colocó la toalla mediana sobre sus hombros desnudos y comprobó el nudo de la que tenía atada en la cintura. Tal vez debió desempacar antes de tomar la ducha. Abrió una maleta y no tardó mucho en hallar las prendas indicadas. Entonces alguien llamando a la entrada le hizo apresurarse; en el pasado hubiese abierto la puerta incluso en paños menores, presumiendo su abdomen plano y ejercitado; pero ahora su torso y espalda estaban llenos de cicatrices, era feo, así que se dio prisa en vestirse y caminó con velocidad hacia la puerta; no sería cortés hacer esperar a los alfas si estos lo estaban solicitando.
—Hola— una chica estaba plantada en el umbral, quien le saludó muy sonriente al instante, era Lya, la delta de la escolta de Gina. Ya habían sido presentados poco antes de ingresar al avión, gracias a Omar.
—Hola— le sonrió igualmente, recargándose en el marco.
—Mi apartamento también se encuentra en este piso— le dijo.
—Oh, claro— afirmó, —somos vecinos—, recordó algunas películas, cuando alguien nuevo llegaba al barrio no faltaban los buenos vecinos.
—Sí. Y me preguntaba si te gustaría conocer el lugar, podríamos salir por allí.
Sus pensamientos no fallaron del todo, salvo porque se dio cuenta que Lya estaba interesada en él de manera romántica y tal vez sexual; no era tonto, en el pasado había batallado con hembras y mujeres que deseaban lo mismo; no eran muchas, podía incluso contarlas con los dedos de una sola mano, pero sabía cómo era eso.
—Lo lamento, estoy algo cansado, tal vez en otra ocasión; ahora tomaré una siesta— se disculpó.
Ella torció los labios, —eres igual de aburrido que Jared— musitó.
—¿Qué quién?— lo había escuchado, sólo quiso confirmarlo.
—Jared, mi compañero de equipo, es nuestro vecino también— dijo con soltura.
¡Vaya! Las cosas no podían ser mejor, su pareja estaba más cerca de lo que imaginó, no había duda de que era el destino.
Duncan dio un paso al frente, intentando salir al pasillo, con suerte él estaba parado en la puerta de su apartamento. Pero Lya no se movió de su lugar, por lo que el beta estuvo bastante cerca para percibir un aroma delicioso y dulce que parecía impregnado en ella. Era ligero, pero él pudo percibirlo. ¿Por qué Lya olía a Jared?
—¿Dónde está él?— preguntó, ahora no tan sonriente, por el hecho de percibir el aroma no de la fuente y porque ella no parecía incomoda a pesar de estar invadiendo su espacio personal.
—¿Le conoces?
Duncan la rodeo para salir al pasillo, alejándose lo suficiente, y dijo, —en Rilltown, nos presentamos— no mintió.
—Oh, vaya— pareció pensárselo, —eso es extraño, teniendo en cuenta que él es un poco ermitaño.
No le gustó la manera en que sonaba eso, así que se limitó a justificarlo, —teníamos qué, aunque no lo parezca, Bernardo es también mi amigo— probablemente era la primera vez que admitía eso en voz alta.
Ella asintió, pareciendo convencida. Pero no había respondido la pregunta inicial de Duncan, así que este insistió; —¿dónde está Jared? Tal vez quiera saludarle.
—Ése es su apartamento— señaló una puerta al otro extremo del pasillo, pasando el elevador; —pero no creo que te reciba, te lo dije antes, es algo solitario y misterioso; además ha dicho que quiere descansar, definitivamente hoy no le verás.
Duncan asintió y agradeció la información, luego se disculpó de nuevo por no poder acompañarle y se encerró en su apartamento. Lya en cambio no perdió las esperanzas y le dijo que en otra ocasión le invitaría a conocer los alrededores.
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La tarde anterior, Lya había insinuado que Jared no saldría de su apartamento, y así fue; Duncan estuvo atento todo el tiempo, tanto que no pudo dormir bien. La idea era encontrarse accidentalmente en el pasillo con él, fuera la hora que fuera. Pero Jared nunca salió.
Ahora ya eran casi las ocho de mañana cuando por fin despertó, se había quedado dormido tal vez alrededor de las tres, o cuatro, de la madrugada.
Tenía un poco de hambre y recordó que el día anterior, al llegar, había divisado una tienda veinticuatro horas a menos de dos cuadras, seguramente encontraría café y algún sándwich pre-envasado. Haría la visita a la tienda con rapidez, quería encontrarse con Jared antes de ser llamado a alguna reunión o cosa por la que "oficialmente" estaba en Muna.
Se aseó con rapidez y tomó la llave, justo cuando salía de su apartamento la campanilla del elevador sonó, las puertas metálicas se abrieron y el pasillo se llenó de ese agradable aroma dulce. Duncan giró sobre sus talones y le vio: Jared vestía un rompe vientos aguamarina, pants y zapatos deportivos; su piel clara dejaba en evidencia su sonrojo producto de un considerable esfuerzo. Parecía haberse despertado desde muy temprano y haber salido a ejercitarse.
Los ojos bonitos del delta parecieron estudiarle durante un segundo, luego este viró el rostro hacia su destino, ignorándolo.
—Ey, espera— Duncan no lo pensó en absoluto cuando le dio alcance. Pero el pelirrojo sólo siguió su camino, y cuando llegó frente a la puerta gris, sacó de su bolsillo la llave.
—Siquiera salúdame— reclamó Duncan al llegar a su lado.
—Buenos días— dijo sin inmutarse e hizo amago de introducir la llave en el cerrojo.
—Parece que eres madrugador— trató de conversar.
—Así es.
—¿No tienes ganas de hablar?
—Mi rutina de la mañana no suele ponerme a platicar— giró la manija metálica.
—Entiendo, pero hay otra cosa de la que sí debemos hablar— Duncan estiró el brazo, cruzando el marco de la puerta ya abierta, impidiéndole el paso.
Jared no parecía intimidado en lo absoluto, ni por su "rango", ni por su diferencia de altura, enderezó los hombros y dijo con firmeza, —beta, yo no tengo nada de qué hablar con usted. A menos que nos hayan asignado alguna tarea por...
—Te he pedido que me llames por mi nombre, no lo olvides— le interrumpió.
—Y usted no olvide que ahora está en otro territorio, las cosas son diferentes, aquí las reglas se siguen.
En otra ocasión se hubiera sentido ofendido por haber sido llamado insubordinado, o rebelde; pero Duncan tenía otro objetivo.
—Hablemos de lo que ocurre entre nosotros.
Jared sonrió con soberbia, —señor, no ocurre nada entre usted y yo.
—¿Lo niegas?
—Digo la verdad.
Probablemente era cierto, Jared no sabía lo que ocurría, así que el beta decidió ser franco; —entonces, seré directo—, se acercó un paso hacia él y dijo, —hay atracción, estamos destinados, somos almas gemelas.
La sonrisa de Jared sólo disminuyó un poco, al mismo tiempo que retrocedía dos pasos y negaba con la cabeza, —por favor, no diga eso.
—Sabes muy bien lo que es una pareja destinada, sabes que Gina y Bernardo se encontraron y que ahora son felices— explicó lo obvio.
—Me he dado cuenta de ello.
—Tú eres mi pareja— lo dijo claro, por si el joven aún no había comprendido la idea, y agregó tras una pausa, —y yo la tuya.
Jared endureció su gesto.
—¿No lo sabías?— continuó Duncan arqueando las cejas, algo preocupado por la reacción de joven delta ante la gran revelación. Pero, viéndolo bien, más que confundido, Jared parecía un poco hastiado.
—Sí, lo sabía— declaró sin tacto alguno.
Duncan boqueó y preguntó, —¿desde cuando?
—Lo supe cuando pasé por su habitación, usted aún estaba convaleciente por el atentado.
—¿Y has estado ignorándome desde entonces?
No hubo respuesta, sólo los ojos bicolor se desviaron hacia el suelo por unos instantes.
—¿Por qué?— quiso saber Duncan; pero no esperó que la respuesta le lastimara tanto.
—Porque yo no quiero una pareja.
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ESPACIO PARA CHARLAR: Elegí el nombre de Muna porque suena como Moon, pero en femenino (ja, ja, ja; estoy loca); ese lugar en realidad existe, sólo que es un pueblo, no una ciudad.
Otra cosa, no sé cuándo vuelva a actualizar, tal vez esta semana o hasta la siguiente; como le dije a uno de ustedes (lectores), usualmente no subo capítulo hasta tener el siguiente por lo menos a la mitad. Y esta vez no tengo nada de nada del capítulo cuatro, sólo medio garabateado en mi cuaderno viejo, así que tardará un poco en "tomar forma". Lamento los inconvenientes que esto cause(?
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