Entrega.
Capítulo 32.
Entrega.
Adolfo exhaló con pesadez cuando Alberto finalizó de comunicarle las noticias, aquello que las manadas que se encontraban en las fronteras del continente decían. Podrían catalogarse como "chismes", es decir, ¿vampiros y cazadores, vampiros y coyotes, unidos?, imposible; pero basándose en su experiencia no estaba dispuesto a pasar por alto los rumores, no iba a descuidarse y no iba a perder a ningún elemento de su manada, lo ocurrido hacía años, cuando sus padres, Héctor y otros valiosos miembros del grupo perecieron no iba a volver a ocurrir.
—¿Dónde está Dafne?— preguntó el líder de la manada.
—Pronto estará de regreso— informó Alberto, —Duncan ha llegado a Rilltown esta mañana y ahora se encuentra con él en el pueblo.
—Llámale, por favor, es necesario una reunión extraoficial— pidió lamentando interrumpir aquél encuentro madre-hijo, probablemente Adolfo se estaba preocupando por nada, o probablemente se estaba preocupando por todo; los más cercanos al alfa sabían que la palabra "extraoficial" era casi sinónimo de "secreto".
..
—Sabes que puedes quedarte en casa, los dos pueden— exclamó Dafne mirando a Jared al decir lo último. Su hijo había insistido en ocupar la pequeña casa que anteriormente se le había asignado a Julián durante su corto "destierro"; la propiedad se había mantenido en buen estado, Beatriz no había permitido que estuviera abandonada, pues ordenaba que el jardín fuera limpiado con regularidad y las ventanas abiertas cada temporada.
—¿Para que el viejo Enrique quiera examinarme? Ni loco— al médico de la manada aún le parecía sorprendente la rápida recuperación de Duncan ante tal exposición a la plata.
—Por lo menos preséntate ante Adolfo y Beatriz, les encantará tenerte de vuelta.
—Tal vez lo haga antes de irnos, por ahora solo dales mis saludos.
—¿Se irán pronto?— al hacer la pregunta Dafne miró de nuevo a Jared, pues hasta entonces se había mantenido callado.
—Sí— respondió Duncan.
—No— habló al mismo tiempo Jared.
El beta miró a su pareja algo sorprendido, pues esa contradicción no se la esperaba.
—En realidad no lo hemos decidido— le aclaró el pelirrojo a Dafne, —tenemos que hablar sobre ello.
—No hay mucho de qué hablar, tienes responsabilidades en Muna— específicamente en Blue Hills, quiso agregar, pero se contuvo.
—Y tú las tienes aquí, cuando Julián esté a cargo necesitará a su beta— replicó Jared.
—Exactamente, cuando esté a cargo, y para eso falta algún tiempo— quiso finalizar aquello que temió fuese algo polémico, pues no le agradaba mucho la idea de discutir frente a su madre, —lo hablaremos cuando llegue el momento.
—No creo que aplazarlo demasiado sea conveniente.
—¿Podemos olvidarlo por ahora y sólo disfrutar de este viaje?— Duncan se acercó a Jared y le tocó el antebrazo, —por favor— agregó elevando las cejas.
¿Cómo podría Jared negarse a la petición de su pareja? No le convenía que Duncan supiera que lo tenía en la palma de su mano, así que fingió pensar y luego asintió.
El móvil de Dafne repicó, el tono le hizo saber que era algo importante, así que se disculpó y salió de la cabaña para contestar y tener algo de privacidad en el pórtico del frente.
—Será divertido, ya lo verás— exclamó Duncan yendo hacia la puerta posterior, aquella por la que varias veces se coló para hacerle compañía a su amigo, —hay una gran área a la que casi nadie va— agregó, bajando el escalón de acceso al patio trasero, mirando la valla que colindaba con el bosque.
Jared le siguió para afirmar, —y tú la conoces bastante bien.
—Como la palma de mi mano.
—Seguramente algunas veces escapabas de tu madre—, aun siendo el umbral bastante ancho, Jared no descendió el peldaño para estar a la par, sino que aprovechó que ahora estaba a unos centímetros más arriba que Duncan y le abrazó por la espalda, apoyando la barbilla en el hombro del beta, para mirar juntos hacia la misma dirección; inhaló profundamente, disfrutando el aroma de Duncan, cerca de su cuello era más fuerte y embriagador.
—Casi todas las tardes— contestó el castaño.
—Apuesto que con Julián— aunque sabía que el alfa no era amenaza alguna en ese sentido, su lobo se revolvió inquiero por la próxima respuesta afirmativa.
—¿Con quién más sería? Bernardo es llorón y bien portado, no sobreviviría pasar una noche en el bosque.
—Imagino que fuiste un cachorro muy hiperactivo.
—Demasiado para su propio bien— Dafne había finalizado su llamada y silenciosamente se posicionó a su lado. Jared se tensó, pues había sido encontrado en una "postura comprometedora", pero en seguida se relajó cuando Duncan le sujetó uno de los antebrazos que cruzaban sobre su abdomen, para que no le soltara.
—¿Te ha contado sobre la vez que se dislocó el hombro al caer de un árbol?— continuó ella, sin incomodarle en lo más mínimo la escena que presenciaba.
—En esa ocasión fue culpa de Bernardo— intervino el beta justificándose.
—¿Y qué hay de las otras veces?— preguntó la mujer.
—Mala suerte— rebatió.
Dafne negó con la cabeza y una sonrisa de derrota, su hijo jamás perdía una batalla, mucho menos una discusión; —ojalá que tengas un cachorro igual o más desobediente que tú, entonces ya verás lo que es mala suerte; solo voy a lamentarlo mucho por Jared, no tendrá la culpa, pero sí la carga.
—¡Mamá!— se quejó Duncan, —¿qué no debes irte ya?, seguramente Adolfo debe estar buscándote.
Duncan había notado la facilidad que tenía Jared de llevarse con los niños, como sucedió con Valentina y otros pequeños que se habían encontrado en los pasillos o elevadores de los edificios que habían visitado, pero ¿cachorros?, jamás lo había pensado, era demasiado pronto para hablar de ello.
—¿Hijo, me estás echando?
—Sí.
Jared se liberó para darle un leve golpe en el hombro a su pareja a manera de reprimenda, consideró que eso no era apropiado, ¿cómo osaba echar a su madre? Aunque aparentemente a Dafne no le importó.
—Sólo porque en verdad necesitan de mí me iré, pero regresaré mañana— la mujer miró al pelirrojo, —Jared por favor, llámame si se te ofrece algo, lo que sea.
—Gracias— contestó.
—Y tú— señaló a su hijo, —no vayas a meterte en problemas, ¿de acuerdo?
—¡Ey! Solo daremos un paseo por el pueblo.
La ceja de Dafne se elevó, demostrando que esa respuesta no le aseguraba nada, Duncan era demasiado hiperactivo y curioso, cualquier cosa podría ocurrir en un simple paseo por el pueblo.
El beta rio aun después del portazo que anunció la partida de su madre.
—Creo que fuiste muy rudo al pedirle que se marchara de esa manera— dijo Jared.
—Mamá es divertida, te aseguro que no se lo tomó personal; ya le tomarás confianza.
Claro, pero eso no significaba que iba a hablarle así, jamás.
—Ven— Duncan dio por terminado ese asunto y tomó su mano, —vamos al pueblo, quiero que conozcas la fuente del parque principal— y, sin esperar respuesta, lo guio fuera de la propiedad.
Cuando meses atrás había ido a Rilltown en compañía de Gina y su equipo, Jared no se había tomado la molestia de mirar más allá, es más, ni siquiera había salido de la casona donde se le había dado hospedaje. Y, efectivamente, no era una ciudad como las que conocía, no había edificios modernos ni tiendas de diseñadores; Rilltown era un gran pueblo, pintoresco y cálido, donde la gente caminaba o iba en bicicleta tranquilamente por la acera.
El parque principal tenía una explanada y en el centro estaba la fuente, no era tan grande como las que había visto en los numerosos viajes que había hecho al extranjero con el padre de Noah, pero era bonita, el sonido del agua y las risas de los niños correteando en la explanada mientras perseguían las pompas de jabón daban al ambiente algo mágico, en ese sitio Jared podía olvidarse del ajetreo de sus responsabilidades como socio de un gran corporativo, y lo más importante era que no estaba solo, Duncan estaba compartiendo ese maravilloso lugar con él.
Cuando estuvieron lo suficientemente cerca pudo notar unos destellos en el fondo de la pileta, entonces Duncan le explicó, —a la gente le gusta arrojar monedas y pedir deseos—, comenzó a rebuscar en su bolsillo, —¿quieres intentarlo?
Jared pensó que no había algo que quisiera; ¿dinero?, para nada, ¿felicidad?, todo indicaba que ya la tenía. Pero antes de que pudiera negarse, una persona se aproximó a ellos.
—¡Duncan, hombre, qué gusto verte de nuevo!
Jared giró en redondo y se encontró de frente con un beta de cabello oscuro como el carbón, y con un piercing dorado en su oreja derecha que destacaba bastante.
—¿En verdad te da gusto?— ironizó sonriente el nombrado.
—Por supuesto, no pude despedirme de ti cuando Bernardo decidió llevarte como parte de su comitiva. ¿Qué sucedió, por qué regresaste?, ¿no pudiste con el trabajo?. ¿O es que extrañabas a Julián?
El sujeto rio y Duncan le hizo un eco exageradamente burlón; en cambio Jared gruño por lo bajo, a pesar de que el individuo era un beta, tuvo repentinas ganas de arrancarle el piercing sin piedad.
Ese gruñido hizo que el individuo notara la presencia de Jared, pues dejó de reír, le examinó de arriba abajo y sonrió orgulloso, incluso guiñó el ojo, ¿acaso había sido un intento de flirteo?
—Víctor, mejor métete en tus asuntos— Duncan se había dado cuenta de ello y, aunque continuó el hilo de la conversación y el tono de su voz tenía algunos tintes de sarcasmo, había salido en defensa de Jared, dando incluso un paso al frente para interponerse, —no querrás que te rompa el hocico, ¿verdad?.
—Tranquilo, no tienes que ponerte agresivo— elevó las manos, mostrando las palmas, —entiendo, ¿pero, no vas a presentarme a tu amigo?
—Prefiero aventarme de un puente.
Víctor rio divertido, negando con la cabeza, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón, para luego caminar hacia atrás dispuesto a marcharse, y exclamó estando ya un poco lejos, —ten en cuenta lo que dices, estas a lado de la fuente de los deseos, ¿quieres que te preste una moneda?
—Idiota— masculló Duncan, importándole nada si el otro le había escuchado o no.
—Y uno muy grande— coincidió Jared, pensando que hasta en los lugares más tranquilos y hermosos existían los imbéciles.
—Ignóralo, desde lo ocurrido con su hermana trata de burlase de mi o de Julián.
—¿Por qué?
—Hace un tiempo salimos en una cita doble con su hermana Keyla y su prima Sally; Keyla tiene una mala tolerancia al alcohol, pero nunca nos lo dijo, y tampoco nos dimos cuenta sino hasta que terminó vomitando.
—¿Hizo qué?
—Lo que oíste, y Víctor dice que somos culpables por hacer que su hermana hiciera el ridículo en el bar; aunque el que se llevó la peor parte fue Julián, pues Keyla vomitó sobre él.
Imaginar al alfa lleno de vómito sin duda era asqueroso, pero también gracioso, Julián siempre miraba a Jared con seriedad y orgullo, una escena en medio de semejante desastre definitivamente era cómica, algo que seguramente se merecía, así que el delta no pudo más que reír.
Duncan le miró extrañado, pues el otro había comenzado a carcajearse de la nada y a pierna suelta.
—¿A ti qué te sucede?— indagó curioso.
Cuando pudo controlar su risa dijo por fin, —pagaría lo que fuera por ver algo como eso.
El beta arrugó la nariz, no le veía lo divertido a estar lleno de vómito.
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Caminaron por el pueblo, mirando las tiendas y probando el dulce de algodón que Duncan dijo extrañar; de esa manera el tiempo pasó demasiado rápido, cuando lo notó, se dio cuenta que pronto atardecería.
El beta había disfrutado de aquél paseo muchísimo, se sintió más que apreciado, se sintió amado, pues al relatar sus anécdotas vividas en casi todas y cada una de las esquinas del lugar, Jared le escuchaba atento y con interés, reía con él, le preguntaba por detalles y no tuvo reparos en tomarle la mano en público, ni en limpiarle la comisura de los labios con el pulgar cuando comió descuidadamente su algodón de azúcar. Se sintió un poco tonto por no haberse dado cuenta de esos detalles antes, cuando Jared decidió aceptarle como pareja le había dado buenas y sinceras atenciones, mientras él estaba distraído pensando y mortificándose por aquellas marcas.
El sol del atardecer les custodiaba la espalda dibujando largas sombras en el camino de regreso, miró sus manos unidas, se sentía tan natural y tan correcto.
"Y ya, hombre, tranquilo, solo deja que suceda; puedo apostar a que Jared sabrá esperar cuando estés listo y que tu pasado justamente eso es, pasado; lo importante son los sentimientos que compartan cuando estén juntos, no te abrumes ni te adelantes a los hechos."
Repitió cuatro palabras en su mente: "solo deja que suceda", debía admitir que desde la noche anterior estaba ansioso porque sucediera. ¿Y si no solo dejaba, sino que provocaba que sucediera?
Por estar pensando en ello solo notó cuando ya estaban ingresando a la cabaña, horas antes había decidido darle las llaves a Jared con el argumento de que él siempre las extraviaba.
—¿Ocurre algo?— indagó el delta, pues su silencio había sido más que notorio cuando anteriormente no había parado de hablar.
—Estaba pensando en que... tal vez...— Duncan alargó la mano y acarició la mejilla de su pareja, ¿y si, en vez de decirle, le besaba como la última vez que estuvieron bajo la lluvia?
Habían sido demasiados "¿Y sí?"; no lo pensó más y mejor actuó.
Aunque el repentino contacto le tomó por sorpresa, no tardó en corresponderle y con prudencia, Jared coló sus dedos bajo la camiseta de Duncan, tocando su piel solo unos centímetros por sobre el borde del pantalón, quería avanzar más, pero sabía que podría estarse arriesgando demasiado, así que volvió a apoyar las manos en la cadera de su pareja, dispuesto a entretenerse en el ojal por donde debería pasar el cinturón, de esa manera evitaría tocarle e incomodarle.
Inspiró con fuerza y necesidad cuando Duncan le dio tregua a su boca, apoyando la frente en la suya por unos instantes antes de volver a unir sus labios.
Duncan comenzó a acariciar el pecho, los hombros, el cuello y mejillas de Jared. La manera con la que el beta le estaba besando amenazaba con nublarle la cordura, era cierto que había dicho que sería paciente, pero horas antes comprobó que su lobo se revolvía loco solo con el aroma a tierra, lluvia y madera que despedía su cuello, mantener las manos fuera de él sería algo prácticamente imposible.
—Cc-creo que es mejor detenernos— por su bien, Jared pondría un alto. Aunque el ceño fruncido de Duncan le dijo que eso no era lo que esperaba, sobre todo por la afirmación que hizo.
—Sé que deseas esto tanto como yo.
—Sí, pero no quiero presionarte— dijo la verdad, el momento llegaría cuando estuvieran listos, eso había prometido y lo cumpliría.
—No lo haces, soy yo... soy yo el que quiere estar contigo, hoy, ahora, quiero entregarme a ti— confesó y, reuniendo todo el valor que pudo, dio un paso hacia atrás para sacarse la prenda superior por sobre la cabeza. Decidió que su inexperiencia, en vez de un obstáculo, sería algo conveniente, pues la palabra entrega tendría todo sentido.
Los pocos rayos de sol que quedaban de esa tarde y que se colaban por la ventana fueron suficientes para que Jared pudiera mirar a detalle el esculpido torso, donde la piel canela lisa pegada a los músculos definía más que bien su abdomen, donde una larga y gruesa cicatriz lo surcaba por un costado. Apretó los labios por la rabia que sintió; era algo estúpido, pues no había estado en su poder, pero se lamentó no haber estado allí para evitarlo, o al menos durante la recuperación del beta.
Cuando Duncan le tocó el antebrazo y habló de nuevo supo que probablemente se había demorado más de la cuenta mirando esa marca.
—¿Crees que es desagradable?
Por supuesto que lo era.
—Sí, pero no en el sentido que piensas, sino que es desagradable saber que existe en el mundo gente tan ruin, capaz de hacer esto— elevó la mano para tocar por todo lo largo aquel surco, era abultado y áspero. Cuando iba a la mitad del recorrido, Duncan le sujetó la muñeca para que se detuviera; pensó que había hecho mal, pero no fue así, el beta guio su mano para que apoyara la palma en su pecho.
—Puede que al principio haya sido fanfarrón y molesto— continuó Duncan, —que incluso pareciera acosarte para llamar tu atención; pero jamás me había sentido así por alguien, y ahora, aquí contigo, estoy luchando contra el miedo de echar las cosas a perder, de no ser lo que esperas; por favor no me rechaces.
Jared sintió la calidez de la piel y el latir rápido de su corazón bajo su tacto, incluso podía escucharlo; prestó atención y encontró además de miedo e inseguridad, que el frenético tamborileo se debía a la anticipación y excitación; dio un paso, acercándose lentamente, y Duncan no retrocedió.
El delta se dio cuenta de que su propio corazón también latía a la misma velocidad y por las mismas razones; entonces confesó antes de besarle, —yo también tengo miedo, tengo miedo de no ser lo que mereces.
Gimió por la sorpresa de aquella declaración y la fiereza con que el pelirrojo reclamó su aliento, sin duda el lobo de Jared era dominante y agresivo, eso, de alguna manera, provocó más a Duncan.
Dejó laxo su cuerpo cuando Jared le empujó hasta la habitación, el delta era unos centímetros más bajo, pero era igual de fuerte, aún así no le hizo daño cuando le dejó caer en el colchón.
—¿Estás seguro de esto?— Jared le miró desde arriba, pues había colocado las rodillas a los costados de la cadera del otro, —no quiero que...
—Está bien— contestó, —te lo dije, ambos lo queremos.
Jared asintió antes de sacarse la ropa superior para estar en iguales condiciones.
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ESPACIO PARA CHARLAR. Y pues bien, allí está lo que tanto deseaban (¿o no?). Algunos me preguntaron qué defecto tiene Julián que solo Mauricio sabe, pero eso, mis estimados lectores, lo dejaré a su imaginación, así como lo restante de esta escena.
¡Ah! Y lamento no haber contestado todos los comentarios del capítulo anterior, es que solo por unos minutos podré estar en la pc, así que prefería actualizar; prometo ir contestando los comentarios poco a poco por medio del móvil.
IMPORTANTE: Les recuerdo que los "adelantos" y comentarios están en "El baúl del tesoro". Se supone que el link / liga / url está en mi perfil de esta cuenta, pero parece que algunos de ustedes no lo pueden ver, así que pueden encontrarlo en FB como "Indigo: El baúl del tesoro.", o como "IndigoER.TheReal". No hay pierde, estoy usando los mismos avatares (la cola de sirena color aguamarina). [Índigo]
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