57
El viento cortaba contra el rostro de Valerys como si de pequeños cuchillos se tratase, las mañanas en Poniente solían ser heladas más las temperaturas iban ascendiendo a medida que el sol se ponía por encima de sus cabezas.
Aquel era el primero momento a solas que había obtenido tras varias semanas y había llegado hasta él únicamente despertándose antes del amanecer y huyendo de sus criadas cual niña pequeña. Evidentemente había advertido únicamente a Laisa con el fin de que cuidase de Gaemon durante un rato en el que ella pudiese salir a disfrutar del prado a lomos de un caballo para darse el lujo de pensar en todo lo que acontecía en su vida últimamente.
No le costó mucho llegar al auge de sus pensamientos que se situaba en un tema que era muy difícil de recordar. Pensó en Jace, y también en Rhaenyra, un nudo en la garganta se formó cuando se preguntó si se habrían enterado ya de la ascensión de Aegon... si habrían recibido la noticia de su casamiento y como se lo abrían tomado.
A su vez se replanteaba por qué la princesa jamás le había comentado lo del acuerdo, ¿habría querido protegerle? Val no estaba segura, pero fuese como fuese el caso seguía entrando desconcertada por ello.
Pocas veces había podido encontrarse a su misma en las últimas lunas, mientras abrazaba sus rodillas pegadas a su pecho observando el amanecer se recordaba cuán frustrada estaba y lo ahogada que se encontraba.
Cada vez que aspiraba una bocanada de aire su respiración se hacía más y más pesada. Sintiéndose más niña que nunca, si anteriormente había pensando en que los peinados sueltos y los vestidos sencillos ya no le identificaban en ese momento experimentaba todo lo contrario. Padecía estar en el papel de una reina, de una mujer, y añoraba volver a ser solo una jovencita que corría descalza por las calles de seda.
Las lágrimas se resbalaban por sus mejillas mientras apretaba con las manos la piel de sus piernas. Estaba agobiada y tenía miedo.
Deseaba mucho que se le permitiese viajar hasta Altojardin sin tener reclamos de la corona. No podía, ahora cumplía un deber.
Se apretó más sobre si misma queriendo volver a ver incluso a Rhaenyra, a Jace, a Luke... por todos los dioses extrañaba tanto a Luke.
¿Podría volver a verles? ¿Que estarían pensando ellos de ella? ¿Le recibirían con los brazos abiertos o...? No era capaz de ni pensarlo, una sensación agria le invadía el estómago cuando contemplaba la posibilidad de que ellos ya no le quisiesen.
Pero ella si los quería a ellos, muchísimo. A todos ellos.
Y no quería hacerles daño, por los siete dioses ni pensaba en hacerles daño alguno.
Se obligaba a pasar las noches pensando en cómo devolvería la corona a Rhaenyra. En un mundo perfecto lograba que la corte cediese el puesto de Aegon, que nadie intentase rebelarse y que a su vez la familia se enmendase otra vez.
No le importaba ser reina, princesa, doncella o simplemente una joven. En ese momento solo quería que las cosas se enmendasen para todos, que la princesa tomase el lugar que Valerys de algún modo había sido obligada a quitarle y que sus familias hiciesen las pases.
Pero ni siquiera Viserys había logrado que eso sucediese, ¿podría ella? No lo sabía, pero tenía que intentar algo. Cualquier cosa que se le ocurriese.
La sombra de un dragón volando por sobre los prados le sacó de sus pensamientos, no tardó nada en reconocer a Fuegosol volando por encima de su cabeza puesto que sus escamas doradas relucían tanto o más que el sol cuando pasaba por debajo de los rayos de este.
Mientras se seca las lágrimas con los puños de su traje logra ponerse de pie y volver a montar en el caballo, si hay algo que realmente no le apetece es estar sola.
Con un pequeño toque de pie al caballo este comienza a galopar con fiereza en dirección a Fosodragon.
Después de varios intentos Valerys por fin había encontrado un caballo con el que se encontraba bastante a gusto. Si bien Wyrith, el veloz, era un caballo de guerra, la castaña solía utilizarlo para sus paseos por las costas en la mañana y lo devolvía luego cerca del mediodía.
Como había dicho, Wyrith era ágil y tenía una zancada ligera lo que lo convertía en un caballo bastante silencioso.
Cuando llega a la fosa se baja de un salto y entrega el caballo a uno de los guardias quien lo amarra en la entrada.
Ella se dispone a seguir a Aegon, a quien ha visto desaparecer en la oscuridad detrás de su bestia dorada. Por un momento no hace nada de ruido, Valerys se limita a observa al rubio con una antorcha en la mano contemplando a Fuegosol, la castaña no puede evitar preguntarse que estaría pensando en ese mismo instante mientras sus ojos azules brillaban bajo el fuego de la antorcha al tiempo en el que se conectaba con su animal.
Ella no pudo evitarlo, sus pies casi tomaron la iniciativa solos cuando se acercó a él y le rodeó el estómago con los brazos apoyando el mentón sobre su hombro. Aegon apenas giró su cabeza para comprobar que en efecto se trataba de su esposa, le sonrió apenas pero por dentro estaba embelesado por su presencia en ese momento. No se lo esperaba.
—Fuegosol es un dragón hermoso —reconoce Valerys con un suspiro mientras observa al dragón removerse frente a ellos.
—Estoy de acuerdo contigo —afirma y sus ojos se posan en sus doradas —. Aunque es algo celosa —suelta un suspiro risueño mientras que mira a Valerys con media sonrisa. —Espero que algún día deje que le montes.
—Creo que fuegosol es un poco menos dócil que Vhagar.
—Estoy seguro de que Vhagar aún cree que Aemond es Visenya —una carcajada urge del estómago de Valerys ante el comentario de Aegon. Recuerda vagamente lo que el mismo joven le contó acerca de confundir a su hermano con una mujer. —Me gusta que hagas eso, reír —Aegon se toma el atrevimiento de rodear a la castaña hasta que sus ojos se encuentran de frente —. No es algo que hagas a menudo —las mejillas de Valerys se enrojecen mientras mira apenas hacia el suelo. Aegon no ha terminado de hablar —quiero decir... siento que nunca lo haces de verdad. Me hace sentir especial hacerte reír.
—Tu eres especial —al oír aquello no solo el corazón de Aegon se contrae en un pequeño espasmo de emocion. Sino que su sonrisa se ensancha cuando pasa su mano por alrededor de su cintura atrayéndole hacia él.
Aegon comenzó a rozar sus labios con los suyos, una vez y luego dos, de un modo increíblemente dulce y suave. Valerys se estremeció y noto sus labios curvarse sobre los suyos. Supo que estaba sonriendo. Supo que si abría los ojos vería sus ojos azules tan irritantemente tentadores. Sus dedos por el rededor de su cintura eran ligeros como plumas, mientras daba la impresión de examinar cada centímetro de sus finos labios con los suyos, despacio, con calma, como para volver a conocerlos. Mientras eran diminutos los escalosfrio que recorrían el cuerpo de Valerys.
Pero ella quería más.
La impacienta le recorría por dentro. Con sus manos tomó el cuello de su camisa medio desabotonada y tiro de él hacia ella.
—Creí que me besarías.
— ¿No es eso lo que estoy haciendo? —Ella niega con la cabeza.
—No es todo lo que sabes hacer.
El sonríe lobuno y tira la cabeza hacia atrás. Le está matando.
—Tienes razón. No lo es.
Y entonces si que la beso de verdad.
Reclamó sus labios como si estuviese reclamando el mismo derecho sobre toda ella. Valerys estaba demasiado inmersa, demasiado absorta en las sensaciones que el rubio le trasmitía con fogosidad, pérdida en lo exigentes que eran sus labios carnosos.
Tiro de su labio inferior con sus dientes urgiendo a separar su boca. Jadeando Valerys cedió a su pretencion, el beso fue más profundo y su lengua se deslizó por encima de la suya cuando soltó un pequeño gemido ahogado contra su boca caliente.
Su sabor, su hedor... todo la invadía.
Se besaron, se besaron y... todavía quería más.
El lo sabía, lo sentía y por fin le dio lo que necesitaba de manera tan desenfrenada.
Su mano se apartó de su mejilla y subió hasta su pecho apianándose sobre el, había una especie de veneración en sus caricias, como si le adorara mientras deslizaba la mano por encima de sus ropas. Sus manos bajaron, y volvieron a subir por encima de sus costillas hasta la curva inferior de su seno.
Ella gimió contra su boca cuando su pulgar llegó al pico turgente. Intentas punzadas de placer serpentearon por su interior.
Todo era tan terriblemente excitante. Sus labios contra los suyos, sus manos sobre sus senos, su espalda, su cuerpo contra el de ella.
Valerys echó la cabeza hacia atrás cuando sintió la humedad caliente de su lengua trazar un camino abrazador que se arrastraba por la piel de su cuello.
—Val... —murmuro, quizás suplico. No estaba segura. Su lengua lamia su piel — ¿Lo quieres? —susurro contra su piel hipersensible, ella no contestó. —Si que lo quieres.
Un pulso doloroso le robó la respiración y entonces en un alarde impresionante de fuerza metió las manos por debajo de sus muslos y le levantó mientras giraba. La espalda de la castaña chico contra la puerta mientras el enganchaba sus piernas alrededor de su cintura. Su cuerpo se encontró con el de ella y apretó, las partes más duras de él contra sus partes más blandas.
Poco a poco, los besos se ralentizaron, las caderas de Aegon inmovilizaban las suyas contra la pared. Ambos respiraban con la misma agitación que ella cuando el rubio separo su boca unos centímetros.
Él sonríe con insuficiencia, está a punto de soltar una carcajada ahogada mientras la joven se restriega contra él.
—Creo que es algo inapropiado que un encuentren a una reina desnuda en este lugar.
—Pero está con su rey...
Daba la impresión de que el estaba a minutos de desnudarla y tomarla contra la pared, pero loq ue era peor es que ella estaba a segundos de suplicarle que lo hiciera. Valerys abrió sus ojos con lentitud.
Aegon tenía los labios hinchados y los ojos vividos de un azul intenso. Era una belleza obsena.
—Una cama estaría mejor —sugiere.
Su mano apretó contra el legándola a su mismísimo centro, grueso y duro. Ella contuvo su exclamación frunciendo los labios.
— ¿Desde cuando prefieres las camas?
Aegon inhala profundo mientras echa la cabeza hacia un lado con una sonrisa sin dientes aún plasmada en el centro de su rostro.
—Desde que Fuegosol nos observa de ese modo.
Valerys se gira para en efecto ver que el dragón soltaba resoplidos y rasgaba la piedra bajo sus pies.
El bajo sus piernas con ternura. Se quedó cerca de ella durante algunos instantes con la frente apoyada sobre la suya mientras peinaba hacia atrás un poco del pelo de la castaña.
—Que incómodo —murmura ella a lo que su esposo suelta una leve sonrisa.
—Vamos, consigamos una cama.
Buenas bebes ☺️
¿Como dicen que les va?
Yo por aquí sobrellevando el calor de forma increíble, pero bueno, algo es algo.
Quiero contarles que el viernes me voy de viaje.
Así que lo más probable es que ralentíce las publicaciones por lo obvio y a menos que en las 13 horas de avión escriba 16 capítulos (cosa que podría pasar) entonces estaré publicando más lento.
No olviden que los amo, pásense por TikTok y por El dragon de dos cabezas (mi otra novela en cuestión).
Tomen agüita.
Y nos vemos mañana ❤️.
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