Capítulo Final: FACE TO FACE
Los cielos claros parecían desgarrarse sobre su cabeza y, en un instante, el mundo a su alrededor se paralizó. Jungkook se encontró solo, aunque totalmente perdido en sus pensamientos.
―Te amo... ―fue el ultimó eco que escuchó de Taehyung a lo lejos.
El suelo al final del último extremo de tierra se desmoronó a una velocidad aterradora, como si la misma esencia del mundo se estuviera desgajando para perseguirlo. El sonido, agudo como un pitido, ensordecía todo a su paso, nublando su consciencia. Y Jungkook, desde su posición, observaba cómo la tierra se quebraba y fragmentaba tras suyo, llevándose consigo la conexión visual que había mantenido con Taehyung a lo lejos, segundos antes, que se volvieron casi eternos.
Y en medio de ese caos, esa voz suave y grave desapareció abruptamente, como si la tierra se hubiera tragado no solo su forma, sino también sus últimas palabras. Entre lágrimas y sollozos ahogados, sin más opciones Jungkook se vio obligado a huir antes de que la tierra lo arrastrara.
Corría con velocidad, adentrándose en el bosque que yacía en su camino hacia el peñasco y la maleza que se entrelazaba en sus piernas, desafiándolo, como si intentara retenerlo. El suelo irregular, lleno de raíces y piedras, castigaba sus pies descalzos, mientras que las sombras de los árboles se proyectaban alargadas sobre el camino, como espectros que le susurraban, como si el mismo le negara su consuelo mientras las lágrimas caían, mezclándose con el polvo del suelo, marcando su camino con rastros salados y dolorosos.
El bosque, se transformaba en un laberinto donde el tiempo parecía estirarse infinitamente y el sonido lejano de la cascada rumoreaba como un lamento, recordándole la fugacidad del tiempo que ambos pasaron juntos, como un recordatorio de lo que alguna vez fue y ya no sería.
A medida que avanzaba, el cansancio se convertía en su compañero y el peñasco, que antes se vislumbraba cercano, parecía moverse en la distancia. Cada tropiezo era un tributo a la agonía de una despedida que no debería haber ocurrido, mientras que su mente y su corazón luchaban internamente entre el deseo de continuar y la aceptación de una realidad que era ya demasiado cruel para sí, llevando consigo el peso de un amor que, aunque truncado por esta tragedia, perduraría como una llama eterna en lo más profundo de su ser.
Mientras corría desesperadamente, los retazos de su vida pasada parpadeaban ante sus ojos como espectros efímeros.
Los recuerdos de su infancia, tiempos inocentes y risueños, revoloteaban en la periferia de su conciencia. La imagen de un niño curioso, explorando el mundo con ojos llenos de asombro, se entrelazaba junto con las sombras de su adolescencia, donde descubrió los matices de la vida y se enfrentó a las vicisitudes del crecimiento.
Los episodios de sus días oscuros, marcados por la soledad y la lucha con su enfermedad, resurgían como sombras que intentaban abrazar su presente y Jungkook veía reflejado en esas imágenes en el niño roto que alguna vez fue antes de que Taehyung llegara, quien se desplegaba como un lienzo vívido en su mente, desde los primeros encuentros hasta los momentos que compartieron bajo el cielo estrellado y la cálida luz del atardecer. Cada risa, cada lágrima, cada promesa.
Mientras los fragmentos de su historia se desplegaban como páginas de un libro que se cerraba lentamente, siendo esa su última imagen aquel castaño de sonrisa cuadrada, justo como una instantánea antes de que la realidad se deshiciera en fragmentos.
Taehyung, envuelto en la angustia y con la herida en su abdomen, se vio forzado a retroceder hacia las ruinas. Cada paso recordándole el dolor que sentía, y la tierra inestable bajo sus pies. La luz del día se filtraba entre las grietas de las ruinas que amenzaban con desmoronarse y el camino de vuelta se volvió una carrera desesperada entre árboles que parecían enlazarse entre sí para obstaculizar su camino.
Las ramas crujían y cada esfuerzo por avanzar se traducía en una ráfaga de dolor provocada por la hemorragia. Sin embargo, aún así se aferraba a la determinación de llegar al peñasco, solo para poder verlo a él, aunque sea una vez más.
El sonido de sus propios pasos se encontraba acompañado por el eco de sus sollozos apagados y el viento, que antes acariciaba su rostro con ternura, ahora parecía llevar consigo sus lágrimas, disolviéndolas en la fría atmósfera.
Con la fuerza menguante de su cuerpo, Taehyung se desplomó sobre el césped, sintiendo cómo la hemorragia se convertía en un cruel recordatorio de su vulnerabilidad y cada latido de su corazón parecía retumbar como una cuenta regresiva, mientras luchaba contra el mareo y la debilidad que amenazaban con envolverlo por completo. La hierba bajo su cuerpo se manchaba con gotas de sangre, pero el verdadero peso recaía en el anhelo de mantener viva la promesa que había sellado con Jungkook y con ojos llenos de lágrimas, susurros mudos escapaban de sus labios mientras rogaba al universo que le permitiera continuar su camino.
De pronto, una neblina densa comenzó a envolverlo, obstruyendo su visión. Sus ojos, fijos en el firmamento se cerraron lentamente, como si un velo invisible descendiera sobre su mirada y en ese breve lapso, el mundo tangible solo se desvaneció.
Era como si, por un momento, su existencia quedara suspendida entre la tierra y el cielo, entre la oscuridad y la promesa que se sostenía en la frágil telaraña de su esperanza. En ese efímero lapso de quietud.
De repente, como un destello, una lucesilla de aquellas descendió desde de la oscuridad, titilando con gracia mientras susurraba de manera silente en el lenguaje de la luz, quien con movimientos delicados, se desplazaba en círculos alrededor de él. Su fulgor desprendía una sensación de paz, creando patrones luminosos que decoraban el aire y sus destellos iluminaban el rostro del joven, revelando el brillo de las gotas que brotaban de sus ojos.
El resplandor se materializó bellamente en una figura que conocía muy bien, cuyos contornos se delineaban con una luz suave y cálida. Sus rasgos, perfectamente esculpidos, irradiaban aquella belleza como un espectro de nostalgia que tomaba forma en ese rincón entre la realidad y el más allá.
Jungkook, en su forma etérea, revoloteó alrededor de Taehyung con una sonrisa que iluminaba su rostro, cuyos ojos, destellaban con chispas al mirarlo con solo esa dulzura que esos ojos podían transmitir en él. El joven de luz extendió su mano hacia él y la suavidad de su tacto era totalmente bella, como si el toque entre ambos trascendiera los límites de lo tangible al levantarlo del suelo. La sensación era casi como flotar en la atmósfera, donde la gravedad cedía ante la conexión espiritual entre ambos.
"No me olvides"
Susurró acercándose a su oído, suave como el viento de un atardecer.
Una luz suave, como si las estrellas mismas se congregaran para presenciar este momento. Así, bajo el manto de la danza de los destellos, Jungkook se desvaneció...
y Taehyung abrió los ojos.
Siendo arrastrado por el terreno de tierra en el que se encontraba recostado, en cuestión de segundos se encontró al borde del abismo, sosteniéndose desesperadamente de una raíz que, áspera bajo sus dígitos entumecidos, se convirtió en su salvación de momento. La sangre pulsaba en sus oídos mientras la adrenalina recorría su cuerpo, y con una mezcla de agotamiento, alzó sus piernas para buscar apoyo en la orilla desgarrada, lastimándose aun más como consecuencia.
Con dificultad y un esfuerzo casi sobrehumano logró elevarse y escalar hacia arriba, dejando atrás la tierra fracturada que se desmoronaba tras él, mientras seguía temblando a su alrededor. Sus piernas, ahora marcadas por las heridas de la huida, temblaban bajo el peso del cuerpo que se resistía a ser vencido, evitando que la fatiga le arrebatara el único propósito que lo impulsaba hacia adelante.
Taehyung, luchando contra el dolor que brotaba de sus heridas, avanzaba como un alma errante en busca de redención.
Jungkook, guiado por la luz titilante que se filtraba desde el interior del peñasco, ascendía velozmente. Cada resquicio de la roca bajo sus pies marcando un paso hacia la cima. Sin embargo, la realidad de su entorno se desmoronó con la misma implacabilidad que la tierra en el bosque. La grieta, voraz y hambrienta, se abrió paso en medio de la montaña rocosa, que acompañado por el estruendo del bosque que se desgarraba y el cometa de luz deslumbrante, que iluminaba el rostro angustiado de Jungkook mientras continuaba su ascenso hacia el cielo.
Las rocas cedían, y la grieta se expandía, dividiendo la montaña en dos. Jungkook, con ojos desbordados de lágrimas, se aferró con fuerza a la roca más cercana para no caer, mientras cada músculo de su cuerpo trabajaba en conjunto con la urgencia de su corazón, impulsándolo a mantenerse aferrado ante la amenaza de consumirlo.
Continuando su ascenso por el peñasco, cada roca que escalaba parecía pesarle más que la anterior. Sus manos y la angustia, se aferraban a la aspereza de las rocas y la presión en su pecho aumentaba con cada metro ganado en altura.
Finalmente, logró conquistar la cumbre, exhausto.
Mientras, que al contemplar la vasta distancia que se extendía entre las dos puntas, la cruel realidad le golpeó con fuerza, segregando inexorablemente su destino del de Taehyung.
Respiró agitado, sus ojos escudriñando la desoladora panorámica en busca de algún indicio del castaño, pero el paisaje yermo solo le devolvió el eco de su propia desesperación. La impotencia se cerraba como un puño en su pecho, y en un arranque desesperado, Jungkook pronunció su nombre repetidas veces con gritos que incluso traspasaban las rocas.
―¡Kim Taehyung! ―exclamó con su voz repleta de desesperanza, pero ninguna respuesta llegó y el silencio, fue roto solo por el lejano rumor de la tierra desgarrándose. El pelinegro, se arrodilló entre la áspera roca bajo sus pies y sus lágrimas, como heraldos de su dolor, continuaron deslizándose por sus mejillas.
El eco le devolvía sus propios gritos, y, en ese momento, la cima del peñasco se convirtió en un altar de duelo, donde Jungkook, abrumado por la magnitud de su pérdida, se enfrentaba a aquel vacío que le dejó la separación.
El sol, postrándose en el horizonte distante, derramaba su tonalidad más íntima sobre el firmamento, transitando desde los tonos más fuertes del naranja hasta los matices más violáceos. En el horizonte, las estrellas comenzaban a titilar tímidamente, desplegando su fulgor en el lienzo melancólico púrpura.
Jungkook, con el corazón agitado, se dejó envolver por la calidez, sintiendo la última conexión con el entorno estrellado que lo rodeaba y en un gesto de entrega, al levantarse extendió los brazos a sus costados, como si quisiera abrazar el universo mismo reprochando con la voz de su corazón.
―¿Me dejarás verlo una última vez?
Al acercarse al borde de la cumbre, la brisa jugueteó en su rostro, haciendo ondear sus cabellos, y, al cerrar los ojos, se sumió en la cacofonía que creaba aquel distante campanario, mientras las palabras revoloteaban en el aire como mariposas, llevando consigo el peso de todos sus recuerdos y las promesas.
Una chispa recorrió su cuerpo, al escuchar una voz lejana pronunciar su nombre con fuerza.
―¡Jungkook!
Y en ese instante, una sonrisa, tan frágil como la luz del atardecer, se formó en los labios de Jungkook.
La figura de Taehyung, ascendiendo con dificultad por la cumbre del otro extremo, hizo que el corazón del joven diera un vuelco, arrancándole unos suspiros, mientras el sol se despedía en una reverencia silenciosa.
En el preciso filo de la cumbre, donde el abismo se extendía como una boca hambrienta, Jungkook, abrumado por la exaltación de sus emociones, liberó su voz al viento, que llevó sus palabras hacia la distancia que separaba su corazón de Taehyung.
―¡Mi amor! ¡Sabía que lo lograrías! ―exclamó.
―Sabes que siempre estoy dispuesto a mover cielo y tierra si es necesario para poder volver a verte ―declaró el castaño en respuesta, recordando las palabras escritas en aquella carta que guardaba en lo más profundo de su corazón, mientras extendía uno de sus brazos hacia él―. Y si esto debe acabar ahora, quiero pasar mi último segundo junto a ti ―donde aquellas palabras se convirtieron en mantras que permanecerían allí, incluso en los confines del tiempo.
En el abismo ahora translúcido y los últimos rayos del sol moribundo todo parecía tan melancólico y cada lágrima que se deslizaba por sus mejillas parecían ser estrellas fugaces.
―P...perdóname mi amor ¡No puedo acércame más a ti, si salto, caeré al vacío! ―expresó Jungkook, con ojos llenos de desesperación.
―Entonces yo saltaré contigo ―exclamó Taehyung.
Jungkook, dejó escapar una sonrisa leve mientras secaba las lágrimas que adornaban sus mejillas, como si con cada gesto pretendiera borrar el rastro de la tristeza que no podía ocultar. Y en el breve interludio, asintió con la cabeza como si estuviera en comunión con los pensamientos de Taehyung.
Fue entonces cuando sus últimas palabras se manifestaron en un gesto sutil y esas miradas entre ambos expresaron todo lo que debían expresar.
―¡Te amaré por siempre!―dijo el azabache con un matiz de cariño y Taehyung, recibiendo aquel epíteto con una mezcla de tristeza en sus ojos, solo respondió con la última sonrisa cuadrada que iluminó su rostro totalmente cargado de amor.
En ese instante efímero y sin titubear, el castaño retrocedió lentamente, para tomar impulso y el pelinegro, con la mirada fija en él, también dio pasos hacia atrás, mientras el latir apresurado de sus corazones se fusionaba.
En ese momento, en la antesala de emociones por correr hacia adelante, juntos, en un empujón gentil del viento, como si bailaran al ritmo de la gravidez, se lanzaron al abismo.
Y por un instante, sintieron que todas las cadenas que los ataban se deshacían a su alrededor.
La brisa, ahora más fría, se extendía mientras acariciaba sus rostros y la luz titilante del cometa iluminaba los rincones más profundos del horizonte hasta borrarlos por completo, dejando solo un manto cristalino que parecía bailar alrededor de ellos como si el mismo universo contuviera la respiración.
La distancia entre ambos dejó de ser una barrera, en una despedida que parecía más un hasta luego que un adiós, siendo totalmente eclipsada por la grandeza de su amor.
Y así, confiando en su promesa eterna, uniendo sus labios por última vez, ambas almas decididas a escribir su propio epílogo entre las estrellas, se disolvieron lentamente entre la luz.
'Nos reencontraremos muy pronto en nuestra próxima vida, mi amor...'
FIN.
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