Capítulo 8: WHEN THE TIME FADES

El atardecer, casi anocheciente, desplegaba su manto de tonos íntimos y cálidos sobre el escenario de las antiguas ruinas. Estos vestigios del pasado, parecían despertar a la vida, imbuidos por la pasión que se desataba entre ambos jóvenes. Cada caricia, suave, en medio del beso que sellaba su unión, se sincronizaba con el susurro delicado de las hojas distantes.

La bruma dorada, arropaba con suavidad sus figuras entrelazadas, transformando el espacio en un lienzo donde el amor, en su estado más puro se manifestaba. Cada matiz de la paleta del crepúsculo realzaba la calidad etérea y efímera, mientras los destellos danzaban entre las piedras antiguas, y la magia del momento en la convergencia de la dulce fusión de sus labios. 

En ese instante y en ese rincón olvidado del bosque, el mundo parecía detenerse, solo existiendo ellos, inmersos en la belleza de sus sentimientos que transcurrían con la lentitud de un sueño encantado.

En un paréntesis, Taehyung inhaló profundamente, permitiéndose saborear la esencia del azabache. En medio del susurro y la melodía de la naturaleza circundante, solo pronunció un "Te amo" como un suave suspiro.

Jungkook recibió esas palabras con gratitud, volviendo a sus labios ferozmente y el castaño guiado por su impulso, tomó firmemente el cuello del otro joven, descendiendo sus manos con firmeza por su espalda. En un movimiento, Jungkook, sintió el tirón en sus caderas ascendiendo como suaves caricias hasta alcanzar los muslos, y en un arrebato, Taehyung lo elevó, sosteniéndolo con destreza a la altura de su cintura.

El traslado los condujo hacia otro rincón de las ruinas y el suave crujir de las hojas secas bajo sus pies, combinado con el aroma de la vegetación. Donde las flores parecían emerger de la tierra como un regalo espontáneo de la naturaleza, desplegando sus pétalos en colores que caían suavemente ante la presencia de Taehyung y Jungkook, se convertía en un tapiz como un lecho floral que acogía su danza de movimientos y las caricias delicadas que comenzaban a surgir entre ambos cuerpos, como el suave roce de las hojas mecidas por la brisa. 

Cada contacto era un poema que se escribían ambos en la piel. 

Luego, Taehyung, sin desvincular sus manos de los muslos de Jungkook, procedió con delicadeza a depositarlo sobre el manto de follaje natural y en un gesto reverente, lo recostó con suavidad, permitiendo que la textura fresca de la vegetación acariciara la piel que los separaba del suelo. 

Como un devoto que se arrodilla ante un altar sagrado, el castaño se posicionó sobre sus rodillas, separando con sutileza las piernas de Jungkook e inclinó su torso con una expresión profunda, mientras sus labios buscaban el cuello del azabache con una avidez desesperada. 

El sol, cómplice de aquel juego, se despedía en el horizonte distante y las estrellas, titilantes guardianas del firmamento, que ascendían tímidamente para contemplar la escena terrenal que se desplegaba bajo ellas. En medio de ese devenir, el castaño, apartó los pantalones de Jungkook dejando al descubierto una piel ansiosa de caricias y sus labios, cual devoción, descendieron con suavidad sobre su vientre, explorando cada rincón con delicadas lamidas, haciendo a Jungkook humedecerse y arquear su espalda, mientras sus manos se sumían en la vegetación, arrancando suavemente fragmentos del manto de la naturaleza que les rodeaba. 

Al completar su fervorosa ofrenda, Taehyung, se despojó de su camiseta y pantalón. La piel desnuda siendo iluminada solo por la luz tenue de los destellos de las estrellas que parecían danzar sobre ellos, y con una mirada anhelante acompañando su respiración acelerada, se sumió en un breve silencio antes de articular con suavidad palabras en el aire enrarecido.

―¿Puedo? ―dijo en un susurro, acercándose tenuemente al oído de Jungkook. 

En ese momento, más que un consentimiento; era un pacto entre dos almas que se buscaban. Y Taehyung, prosiguió con el acto, dejando que el deseo se tradujera en gestos íntimos y caricias que iban más allá de las palabras. 

―Te quiero aquí, dentro de mí ―confesó, logrando susurrar y con la respiración agitada asintió con la cabeza, entregando su consentimiento, por lo que el castaño acercó sus labios a los de él interrumpiendo sus palabras con un beso casto.

Con una sonrisa traviesa que danzó en sus labios, inició un juego de caricias en donde, sus manos, como hábiles artistas, se deslizaron desde las caderas del Jungkook hasta los muslos, trazando senderos que se imprimían en la piel como si las yemas de sus dedos fueran pinceles que pintaban con delicadeza sobre un lienzo. Y luego, con un movimiento, el castaño tomó las piernas del joven, elevándolas con firmeza y enrollándolas a la altura de su pelvis, mientras la proximidad de sus cuerpos creaban ese encuentro íntimo, donde la fricción de sus pieles les generaba sensaciones húmedas.

Taehyung se sumió en el momento, llevando consigo el fervor que solo el deseo podía evocar y con delicadeza, dejó que el peso de su cuerpo descendiera sobre Jungkook, recostando su cadera nuevamente sobre el suave lecho de hierba. 

Con su mano libre regresando su mirada hacia abajo, guió con devoción su intimidad hacia los glúteos de Jungkook y este entregándose al placer, contuvo un gemido largo, aferrándose al césped como si fuera el único anclaje. El castaño en medio de los movimientos que danzaban al ritmo de sus corazones acelerados, inclinó su figura hacia adelante mientras sus labios hallaban refugio en el hombro izquierdo de Jungkook, escuchando sus jadeos cual melodía apasionada.

―¿T...te gusta? ahhh ―murmuró Taehyung, su aliento acariciando la piel sensible del oído de Jungkook. 

Los párpados cerrados del azabache no ocultaban el deleite que fluía a través de él y dejó que su cabeza se inclinara hacia atrás, sus labios, entreabiertos, dejaban escapar sus propias exhalaciones entrecortadas. 

―No... n...no te detengas ―respondió con un ruego apenas audible.

En el santuario secreto de su encuentro, Taehyung , lo llevaba hacia el centro de su ser con cada movimiento. Cada vaivén como una danza que fusionaba sus cuerpos en una coreografía única.

―Ahhh ―gimoteó Jungkook respirando con apnea y su pecho palpitando constantemente, temblando en armonía con la danza que Taehyung dirigía con el ritmo de su cadera cada que llegaba muy profundo en su interior.

―iAh! así, bebé ―jadeó el castaño con la piel perlada de sudor y el pelinegro, guiado por él comenzó a moverse en sincronía. Seguidamente, Taehyung sostuvo con firmeza la espalda del contrario usando una mano y con la otra bajó hasta llegar a su cintura, aumentando la velocidad de sus movimientos, Jungkook instintivamente soltó el césped, respondiendo al instinto de aferrarse a algo tangible, mientras sus manos encontraron el camino a la espalda de Taehyung, dibujando senderos con sus dedos.

Este, llevado por las oleadas de placer, arqueó su espalda de forma completa y gemidos se desbordaron de sus labios mientras su cuerpo se entregaba al éxtasis.

―Ah ah aaah ―exclamaba una y otra vez.

La tensión que ambos acumulaban en su interior finalmente cedió, liberando una explosión de sensaciones que se traducían en suspiros y jadeos sincronizados, propagándose en cada fibra. 

Jungkook, casi en un lloriqueo gritó suave al sentir la última estocada y por su parte, Taehyung envuelto en el rumor melódico que se asemejaba a un suave llanto por parte del hermoso azabache, dejó escapar un suspiro antes de retirarse de su interior, mientras sus gemidos, que momentos antes había alcanzado su apogeo, descendieron gradualmente, dejando un pequeño eco delicado.

El azabache, todavía atrapado en la espiral del climax que dejaba tras de sí, exhaló profundamente mientras Taehyung se retiraba con suavidad dejando cálidos besos en su pecho, sintiendo como este temblaba ligeramente y, con suavidad, mordió los labios de Jungkook y recostándose a un lado, tomó su cintura, atrayéndolo hacia él.

―¿Quieres que volvamos a la cascada? ―preguntó, su aliento cálido acariciando la piel de Jungkook. 

No obstante, el pelinegro, casi adormecido, negó con la cabeza, desviando sus pensamientos antes de responder.

―Quedémonos aquí hasta que amanezca ―murmuró con suavidad.

Así, abrazados bajo la luz tenue de las estrellas, se sumieron en la promesa de dejar que el tiempo se deslizara sin prisas, compartiendo el silencio que hablaba más allá de las palabras, mientras esperaban la llegada de un nuevo amanecer.

―Buenos días, dormilón hermoso, despierta ―murmuró, acariciando con ternura los mechones rebeldes que enmarcaban su rostro mientras entreabría los ojos suspirando entre sueños, pero, a pesar de sus intentos y al no recibir respuesta deslizó las manos por las costillas de Jungkook, explorando cada curva con suavidad, optando por picarle las costillas, para arrancarle una risa. 

Finalmente, el pelinegro entre risas, cedió ante Taehyung, abriendo lentamente los ojos al sentir las caricias juguetonas danzando todavía sobre su piel. Un bostezo se apoderó de él, estirando los brazos con gracia, y con un gesto, empujó suavemente a Taehyung, indicándole que cesara de molestarlo.

En ese momento, Jungkook notó su propio estado de desnudez, y un rubor fugaz tiñó sus mejillas, al darse cuenta de que solo la tela de la noche anterior cubría su figura. Taehyung, en cambio, ya se había vestido con la serenidad de quien acoge la mañana con una calma premeditada, observando la reacción del más joven.

―¿Podrías besarme? ―dijo, y Taehyung no se pudo resistir. Acercándose con gracia, depositando besos tiernos y repetitivos, como notas melódicas en sus labios y piel. 

El azabache respondió al gesto, aferrándose al castaño en un beso más prolongado y fue entonces, en ese íntimo intercambio, cuando Taehyung percibió una sensación húmeda y salada mezclarse entre sus labios que se incorporaba con el dulce sabor del amor que compartían. 

Al separarse, las gotas húmedas caían de los ojos de Jungkook, quien incapaz de contener la marea de sus propias emociones comenzó a sollozar. Taehyung, con una mirada llena de preocupación, tomó el rostro del joven entre sus manos con delicadeza, buscando secar las lágrimas que empañaban aquellos ojos que amaba con devoción.

―¿Qué sucede, mi amor? ¿Te sientes bien? ―preguntó con tono aprehensivo, su corazón latiendo rápidamente.

Las palabras apenas escaparon de sus labios cuando el pelinegro no respondió, abalanzándose nuevamente sobre sus labios, pero esta vez con una ferocidad que llevaba consigo un rastro de urgencia y desesperación. Entre mordiscos y besos, desequilibró la posición en la que estaban, provocando que Taehyung cayera hacia atrás sobre el césped. 

El pelinegro se apartó con suavidad, disculpándose entre sollozos entrecortados y sus palabras ascendieron temblorosas, mientras colocaba la frente sobre el pecho del castaño, quien, comprendiendo sus sentimientos, lo envolvió con sus brazos, acariciando con ternura la piel desnuda de su espalda.

―C...cada vez, que me tocas así ―susurró Jungkook, su voz titubeante―. Me siento... tan completo, que desearía con todas mis fuerz... fuerzas dejar de depender del tiempo que nos queda ―confesó.

―Todas las noches le imploraba a las estrellas que nos dieran un día mas para estar juntos ―expresó el castaño, buscando infundir algo de tranquilidad en el corazón del otro joven, mientras los tiernos besos que dejaba en su cabeza eran como suaves caricias destinadas a disipar cualquier sombra de preocupación―. Y aún si ellas no pudieran escucharme hoy o mañana, seguiré creyendo que el destino tiene algo especial para nosotros después de esto.

Las lágrimas, como gemas salinas, surcaban la faz de Jungkook. En el vaivén de la emoción, volvió a buscar los labios de Taehyung, como si en ese efímero contacto pudiera hallar la respuesta a la añoranza que yacía pesadamente en su corazón. 

El castaño, atento a cada matiz emocional que se deslizaba a través de los labios del otro, mientras acariciaba con sus manos su piel desnuda, trazando un camino desde la nuca hasta la cintura, como si cada contacto fuese una cartografía de sus sentimientos más profundos hasta perder el aliento.

―¿No sientes frío, mi amor? ¿Me permites ayudar a vestirte? ―inquirió con delicadeza, mirando las prendas que yacían abandonadas en un rincón de la vegetación bajo sus pies.

Y Jungkook, aún con lágrimas en sus mejillas, rechazó con un suave movimiento de cabeza.

―No te preocupes, yo lo haré ―susurró, sin embargo, ante su persistencia Taehyung tomó su camisa con un gesto y la deslizó sobre su torso. Su semblante, bañado en la luminosidad de una sonrisa cuadrada.

―Volvamos ―dijo y con gracia, se levantó y extendió la mano hacia Jungkook.

Después, el azabache tomando sus pantalones con delicadeza, se deslizó en la tela con naturalidad y con los pantalones ahora en su sitio, ambos estaban listos para abandonar las ruinas que, por un breve lapso, se convirtió en su santuario.

Como si el entorno conociera su tiempo, se manifestó con un relámpago que iluminó el horizonte distante, desatando consigo un estruendo que retumbó en todo el bosque. La inesperada exhibición de fuerzas naturales suscitó sorprendentemente de manera subsecuente y un sutil temblor hizo que el suelo se moviera bajo sus pies, provocando una reacción que los instó a abandonar rápidamente las ruinas.

―Maldita sea, ¿Qué esta sucediendo? ―dijo Jungkook, cargado de frustración y con un gesto de preocupación, buscó seguridad en la mano de Taehyung. 

El castaño, en respuesta, no emitió palabra alguna, optando por señalar hacia lo alto con la otra mano. La mirada del pelinegro se elevó, y en la cima del promontorio, un rayo de luz se infiltró entre las nubes, iluminando la cumbre rocosa, ante tal espectáculo, un escalofrío recorrió su cuerpo agudizando la sensación de nerviosismo que le provocaba aquel fenómeno luminoso en lo más alto del peñasco. 

Era como si un cometa fugaz, forjado en luz pura, se elevara majestuosamente hacia el firmamento, dejando tras de sí un rastro brillante.

―No me sueltes, mi amor ―dijo Taehyung, aferrando con firmeza la mano de Jungkook, como si temiera que un simple destello de luz pudiera desvanecer su agarre. 

―¿Estás seguro de querer cruzar el sendero? ―inquirió Jungkook, sus ojos reflejando la preocupación que agitaba su ser.

―Es más peligroso intentar cruzar al otro lado rodeando el peñasco por el lago; la grieta se extiende hacia esa dirección ―afirmó el castaño, guiándolo con confianza por el camino que se extendía ante ellos.

―Deberíamos apresurarnos ―sugirió acelerando el paso. Las hojas crujían con firmeza bajo sus pies y el camino, ahora sumidos en la sombra de los imponentes árboles que los absorbía con cada paso.

Al llegar al mismo rincón del bosque que habían atravesado con confianza el día anterior, la escena que se les presentó fue un sombrío reflejo de la transformación que había experimentado la tierra debido al temblor. La grieta había crecido exponencialmente en amplitud y profundidad, extendiéndose hacia ambos extremos y el terreno parecía haber caído al vacío. Cualquier indicio del sendero que habían trazado con anterioridad había desaparecido por completo y gracias a esto, el temor y la ansiedad que perecían creció de sobremanera.

―Maldición ―dijo Taehyung con un suspiro de frustración que se escapó de sus labios y se apartó con desesperación jalando a Jungkook hacia atrás, con la mirada fija en la expansión voraz de la grieta, buscando un camino seguro para sortear el abismo que se interponía en su camino. Sin embargo, como si el destino se complaciera en desafiar cada intento de eludir el peligro, la tierra tembló nuevamente, añadiendo una capa adicional al ya complicado escenario.

Taehyung y Jungkook avanzaron con rapidez hacia la dirección que les permitiría sortear la amenaza y coordinaron sus movimientos para evitar las áreas más inestables bajo el crugir de los arboles que se rompían tras ellos. En medio de la carrera, se miraban el uno al otro, con preocupación, la urgencia en sus pasos reflejaba la conciencia de que el tiempo no estaba de su lado y a medida que avanzaban, la distancia hacia la zona de tierra firme se acortaba.

―iPor ahí! ―exclamó Jungkook con ojos agudos, mientras dividía con certeza el punto exacto donde la extensión de la grieta llegaba a su fin. 

Señaló con determinación y adelantó el paso, tirando suavemente de la mano a Taehyung para guiarlo hacia la porción de tierra firme, pero sintió un tirón repentino en su brazo, y al voltear la mirada, se encontró con el castaño de rodillas, y una astilla de árbol incrustada en su vientre.

Y al ver las lágrimas recorrer su rostro, el mundo pareció detenerse para Jungkook en un instante. Un nudo en el estómago se apretó dolorosamente al ver la sangre brotar lentamente de la herida del joven, mezclándose con la tierra del suelo.

―No, no, no, no, ¡Mi amor, no! ―gritó desesperadamente, cayendo de rodillas al suelo junto a él y la impotencia se apoderó al ver cómo el castaño luchaba contra el dolor, con los puños y dientes apretados.

Con manos temblorosas, Jungkook trató de extraer la astilla con cuidado, pero la carne alrededor se inflamaba y al retirarla por completo rompió un trozo de tela de su camisa para envolver la cintura del castaño, intentando controlar la hemorragia. El castaño se aferró a su brazo fuertemente al sentir la presión del nudo de la tela en su piel y Jungkook desesperado intentó halar su cuerpo como buenamente pudo a un lugar donde no corrieran tanto peligro en ese estado.

―D...debemos continuar el camino, no... n...no podemos quedarnos aquí mi amor ―murmuró el castaño, tratando de sobreponerse al dolor. 

Jungkook, aún temblando por la ansiedad, apoyó uno de los brazos de Taehyung en su hombro mientras caminaban lentamente. Taehyung apretó los dientes para reprimir cualquier gemido de dolor, con lágrimas en los ojos mirando hacia adelante con fragilidad y Jungkook, sintiendo el peso del castaño, se aferró a la esperanza de que llegarían a salvo.

Atrás quedaba el rastro de la grieta, y a medida que intentaban cruzar, Jungkook, con pericia, reajustó su posición para guiar al castaño de manera segura. Sin embargo, el rugir sordo de la tierra fracturándose hizo su aparición, y con velocidad delineando la separación bajo sus pies hizo que el firme agarre que los unía se desvaneciera en cuestión de segundos que parecieron ocurrir casi en cámara lenta.

―¡Taehyung! ―exclamó Jungkook buscando una respuesta en el rostro pálido del castaño, pero su voz casi se desgarró al contemplar cómo la tierra colapsaba bajo sus ojos y al estirar su mano hacia el castaño para fijar el agarre... fue demasiado tarde.

La tierra entre ellos se había transformado en vacío, y Jungkook se vio forzado a correr hacia el otro extremo para evitar ser engullido por el abismo, al mismo tiempo en el que taehyung fue arrastrado por la corriente de tierra del otro extremo, mientras que la distancia entre ellos se ampliaba con velocidad.

En la desesperación de la situación, el castaño se aferró con firmeza al borde del terreno que amenazaba con tragárselo y la tierra temblaba bajo sus manos, al mismo tiempo que la herida en su vientre parecía arder con intensidad. La tierra cedía a su alrededor, desmoronándose como arena entre sus dedos y con la determinación tallada en su rostro, resistió la fuerza ascendente que intentaba separarlo de la única conexión visible con Jungkook, quien con el corazón latiendo fuerte, se esforzaba por mantenerse en pie hasta llegar a la zona segura.

Jungkook alcanzó el otro extremo, mientras todo se volvía borroso por las lágrimas y el silencio, roto solo por el eco lejano de la tierra desmoronándose. Mientras, en un rincón, se aferraba a la última imagen de Taehyung, como si pudiera desafiar aquella distancia y traerlo de vuelta a su lado.

―¡Jeon Jungkook! ―el grito desesperado de Taehyung hizo eco a través del abismo que los separaba, llevando consigo una mezcla de angustia que jugueteaba entre los bordes de la grieta. La voz del castaño, parecía viajar con rapidez, y desde la distancia, su figura se perfilaba borrosa, pero sus palabras llegaban con una nitidez que cortaba a través del ruido de la tierra que se desmoronaba. 

El pelinegro, en un torbellino de emociones, cayó sobre sus pies al sentir alivio de escuchar la voz de Taehyung a lo lejos como una señal de que se encontraba bien y aún mantenía su consciencia. 

―¡No intentes cruzar, te lo suplico. N...nos veremos en el peñasco! ―continuó el castaño.

Jungkook, aunque abrumado por la desesperación, se aferraba a cada sílaba como si fueran un lazo invisible, manteniendo viva la esperanza de que, de alguna manera, podrían volver a verse. Su corazón latía con fuerza, cada pulsación en su pecho y la distancia que los separaba se expandía con la grieta que amenazaba con tragarse toda posibilidad de un reencuentro seguro.

―¡Taehyung! ―gritó Jungkook, su voz llevada por el viento. 

Las lágrimas brotaban de sus ojos a borbotones, no solo por el temor a perder a la persona que amaba, sino por la sensación de impotencia. Los minutos se volvían eternos.

―¡Si no logro llegar a la cumbre, antes de que este mundo se desvanezca, quiero que sepas que aún así cumpliré mi promesa contigo! ―continuó el castaño, y el azabache, sintiendo un nudo en la garganta, buscó desesperadamente una manera de revertir el curso de los acontecimientos.

―¡Idiota! 

―¡Si nadie me va a recordar después de marcharme, al menos déjame existir en tu corazón! ―Respondió Taehyung con la voz quebrada y con cada palabra cargada de amor, dejando que el eco las desvaneciera en el aire hasta desaparecer.

―¡No puedes dejarme!―fue lo último que Jungkook pudo suplicar entre lágrimas.

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