Capítulo 2: INNER SANCTUM

Suspendido en el aire, no pudo decir palabra porque estaba totalmente embelesado.

Nunca había tenido contacto con un ser igual que él desde que apareció en ese lugar, por instinto su mano se aferró con firmeza, como si en ese momento nada más importara en el mundo y parecía no ser el único que compartía ese sentimiento, ya que el castaño lo miraba fijamente con una expresión en el rostro que lo hacía casi dejar de respirar.

Esas miradas intensas parecieron ser eternas, hasta que Jungkook sintió un jalón de dolor en sus brazos, jadeando al no poder apoyar sus pies en la superficie de rocas. Estaba resbalándose de sus manos y el otro joven intentó atraerlo hacia arriba como buenamente pudo antes de que por acción de la gravedad no resistiera más, así que el azabache se impulsó de tal manera que pudo sostenerse firmemente de él, buscando algún punto en la irregularidad de las rocas en la que pudiera trepar.

Al ascender, Jungkook emergió de sus pensamientos y se distanció del joven, un tanto desorientado.

―Tranquilo, solo quiero ayudarte ―le aseguró el castaño y Jungkook, sintiendo un rubor acariciar sus mejillas, tropezó debido al mareo que le provocó la subida.

―¿Quién e...eres tú? ―preguntó, ahora sentando en el suelo de roca mientras sacudía el polvo de su ropa, con una expresión en el rostro perturbada. Esa voz grave y tan suave hacía que su pecho se apretara.

―No recuerdo nada desde el momento en el que desperté en este lugar ―confesó el joven, extendiéndole la mano nuevamente en un gesto de ayuda para que pudiera ponerse de pie. Sin embargo, su oferta fue rechazada.

Jungkook se dio cuenta de que este chico también había aparecido de la nada, sin recuerdos del pasado al igual que él. Y no podía ser un presagio bueno a decir verdad, ya que posiblemente algo muy extraño debía de estar sucediendo.

―¿Y tú quién eres? ―replicó el castaño, devolviendo la pregunta con una mirada tierna, pero la respuesta del otro lo estremeció hasta lo más profundo. Jungkook, sumido en un trance, se encontraba incapaz de articular palabra. La verdad que se escondía detrás de este mundo podría llevarlo al mismo destino, o incluso a uno peor. Sin embargo, escapar no era una opción realista; aquello ya se había convertido en un hecho irrefutable.

Aunque el joven castaño intentó acercarse cuando se puso de pie, Jungkook, manteniendo una distancia calculada, decidió alejarse sin pronunciar una sola palabra. Prudentemente, se lanzó cuesta abajo, dirigiéndose hacia el prado que enlazaba el bosque con el peñón de roca, moviéndose tan rápido que ni siquiera le dio al chico la oportunidad de reaccionar por completo.

―¡Espera! ―exclamó, pero las palabras quedaron suspendidas en el aire, ahogadas por la velocidad con la que el azabache se alejaba. Estaba aterrorizado y mientras se esforzaba por procesar el hecho de que no estaba solo como él pensaba, la certeza de que las cosas nunca volverían a ser iguales se apoderaba de él.

En ese instante, la mente de Jungkook fue invadida por un torbellino de pensamientos que lo atormentaron durante el resto del día. Se preguntaba si estaba perdiendo la razón o si todo era simplemente producto de su imaginación, pero por el ahora, la opción más sensata parecía ser intentar escapar, como lo había estado haciendo desde siempre, y era totalmente consciente de que el otro individuo lo buscaría en cualquier momento.

Debía prepararse mentalmente para enfrentar este caos, ya que sentía una chispa inquietante en la yema de sus dedos, y no podía evitar apretar fuertemente la mano contra su pecho. Jungkook sabía que se encontraba en graves problemas, en problemas que iban más allá de lo que podía comprender en ese momento.

La abrupta escapada del azabache dejó al otro sumido en un estado de desconcierto. Permaneció estático por algunos minutos, sin lograr procesar la situación y cayó en cuenta de que solo recordar su mirada lo hacía sentir escalofríos. Sin embargo, optó por esbozar una sonrisa y utilizar su brazo izquierdo para protegerse de la intensa luz que irradiaba el cielo. Debido a la confusión, el chico, incapaz de comprender sus razones, decidió levantarse y se incorporó, resuelto a encontrar a más personas que pudieran ayudarlo, mientras exploraba entre sus recuerdos difusos que no revelaban nada sustancial.

Lo peculiar de la situación radicaba en que, de alguna manera extraña, el lugar le resultaba un tanto familiar y solo sentía un poco de nostalgia.

El sol estaba a punto de ocultarse, y el viento gélido se volvía cada vez más agresivo. Después de horas explorando el lugar, llegó a la conclusión de que daba vueltas en círculos, sin ver a nadie más a su alrededor. El bosque, casi sacado de una fantasía, se extendía desolado, y la sensación de estar inmerso en una pesadilla larga se apoderaba de él. Se pellizcó varias veces, buscando confirmar que no estaba atrapado en un sueño, pero la realidad persistía, implacable.

Se rindió ante el agotamiento, decidiendo descansar junto a las raíces de un árbol alto y frondoso. Antes de que pudiera cerrar los ojos, sintió un calor suave recorriendo su brazo derecho, deslizándose a lo largo de su columna vertebral. Enseguida, luces tenues, similares a llamas de fuego, empezaron a encenderse a lo largo de un camino de rocas.

Estos fenómenos cada vez se le hacía más extraños, ¿Acaso estaba a punto de perder la razón o realmente estaba alucinando?

Las luces lo guiaron hacia un monumento formado por una serie de menhires, y se esfumaban gradualmente una por una. Con delicadeza, el joven se inclinó hacia las criaturas que aún no se ocultaban, pero estas, en lugar de acercarse, se alejaron hasta desaparecer en el suelo. La luminiscencia reveló figuras talladas justo en el lugar donde pisaba, aunque, lamentablemente, eran completamente incomprensibles.

―¿Por qué diablos estoy aquí? ―protestó, cerrando los ojos y dirigiendo su mirada hacia las estrellas, en busca de alguna señal. Después de unos segundos, notó que una de las criaturas lo observaba desde lejos, oculta detrás de un menhir, como si lo considerara alguien peligroso.

―¡Hola, pequeño! ¿Por qué te escondes? No te haré daño... ―susurró, dando pasos lentos y cortos para acercarse sin alertar a la criatura. Cuando estuvo cerca, le extendió la mano en un intento de generar confianza, pero la criatura simplemente lo rodeó y continuó su camino.

El chico intentó seguirle el paso, pero en cuestión de segundos, ya lo había perdido de vista y accidentalmente, tropezó con una piedra que no pudo divisar debido a la oscuridad del boscaje.

―¿Sabes? Me recuerdas a alguien ―murmuró, rodando los ojos y sacudiéndose las rodillas. Al levantar la mirada para buscar el camino de regreso, titubeó al ver al chico que andaba buscando.

Y ahí estaba él. Cómodamente acurrucado al lado de una hoguera, de la que solo se veían las brasas, profundamente dormido. La penumbra del bosque resaltaba la tranquilidad que parecía envolver al joven, como si estuviera inmerso en un mundo propio, ajeno a las preocupaciones del que le rodeaba. El castaño se acercó con cautela, sus pasos apenas audibles sobre la hojarasca del suelo y un suspiro de alivio escapó de los labios del castaño al comprobar que, a pesar de la extrañeza del entorno, el joven parecía estar completamente bien.

Mientras lo observaba dormir, se preguntó sobre los sueños que podrían habitar la mente de alguien que residía en un lugar tan enigmático y la quietud dejaba entrever la magia que parecía impregnar el aire. El castaño se sintió parte de un instante único, como si estuviera adentrándose en un rincón especial de la realidad que desafiaba la lógica convencional que conocía.

―Entonces, ¿aquí es donde termina el misterio? ―susurró, mientras lanzaba una mirada de reojo al chico que seguía suspirando entre sueños. Se acomodó en uno de los leños que rodeaban la hoguera y observó al chico que yacía profundamente dormido entre la oscuridad por algunos minutos. Sus párpados pesados denotaban la fatiga acumulada, mientras que sus pies resentían su cansancio.

Luego, a lo largo del perímetro, la criatura de luz que había perseguido parecía asomarse, y el joven optó por ignorarla para no perturbar su frágil presencia. La curiosidad titilaba en sus ojos, pero la cautela lo llevó a permanecer en silencio mientras la criatura se aproximaba lentamente hasta posarse sobre la hoguera, encendiendo una llama pequeña que hizo estremecer al joven.

Un sentimiento desconcertante lo invadió, quizás por las extrañas experiencias que estaba viviendo en ese momento o porque la presencia del joven a su lado le generaba algo que no sabía cómo describir.

Finalmente, el cansancio finalmente se apoderó de sus sentidos, y cerró los ojos, zambulléndose en un abismo oscuro y profundo.

El tiempo parecía haberse desvanecido en la oscuridad, ya que el entorno seguía sumido en un manto negro, solo interrumpido por la luz titilante de las estrellas en el cielo y la esfera blanca luminiscente. La hoguera a su lado continuaba ardiendo, proporcionando una tenue iluminación, y nada parecía estar fuera de lo normal en ese tranquilo rincón, excepto por su persistente fatiga mental.

Al intentar acomodarse, levantó su torso y se frotó los ojos antes de dirigir su mirada hacia el otro lado, momento en el que quedó petrificado. La realidad le golpeó cuando se dio cuenta de que el chico al que intentó evitar ahora reposaba junto a la hoguera. «¿En qué maldito momento lo encontró?» se preguntó a sí mismo, ahogando un grito al taparse la boca instintivamente. Trató de levantarse apresuradamente para alejarse, pero antes de que pudiera hacerlo, el otro también se incorporó, mostrando la misma sorpresa y temor que él.

―Oye, oye, tranquilo. ¿Te encuentras bien? ―inquirió, pero Jungkook, aún visiblemente perturbado, se levantó y retrocedió unos pasos, llevando al castaño a imitar sus movimientos mientras intentaba acercarse.

―¿Por qué huyes de mí? No te haré daño ―dijo y el otro solo parpadeó―. Estoy igual de confundido que tú, solo te encontré de casualidad mientras caminaba por los alrededores buscando ayuda y cuando te vi aquí, n... no quise asustarte, así que me quedé al otro lado esperando a que despertaras ―hablaba el castaño con suavidad, quedándose en silencio para darle espacio al otro para reaccionar.

Sin embargo, Jungkook simplemente sacudió la cabeza y, en momentos, intentaba mirar hacia atrás para evitar tropezar.

―T...tu nombre, ¿cuál es tu nombre? ―preguntó nuevamente, y el azabache volvió a negar con la cabeza. En cuanto pudo vislumbrar el camino de piedras, intentó salir corriendo como de costumbre, pero, esta vez el castaño lo interceptó, agarrando una de sus manos en medio del forcejeo.

Una repentina corriente eléctrica recorrió todo su cuerpo, haciéndolo caer al suelo. Voces incomprensibles rodearon su cabeza y un pitido nubló sus sentidos.

Risas bisbiseaban en el fondo, mezclándose con las hojas agitadas por la brisa. La luz, intensa y deslumbrante, tornaba difusas las formas y creaba una amalgama de fragmentos de escenas que, aunque reconocibles de manera inconsciente, se volvían abstractas y distorsionadas. Colores borrosos se desvanecían en destellos que inundaban sus ojos, provocando una oleada de sentimientos fugaces, como si estuvieran ocultos y distantes tras una fina niebla. A pesar de la extrañeza, experimentaba una inexplicable afinidad con el entorno.

La intensa luz que lo envolvía parecía acercarse, como si el universo mismo estuviera conspirando. Con el corazón latiendo, extendió su mano hacia el vacío, y una figura de sombra la tomó con delicadeza. Un dedo trazó letras en la parte plana de su muñeca, ascendiendo desde la base hasta el codo, desencadenando una sensación de ardor que parecía cortarle el brazo.

Cuando recobró el sentido, observó cómo la figura se alejaba de él, ambos de rodillas y con los ojos empapados en lágrimas.

Estabilizarse no era el problema; parecía que lo ocurrido era el resultado de los traumas del chico, quien permanecía suspendido con una expresión turbada en su rostro.

―Taehyung ―pronunció el azabache con un dejo de urgencia, y el castaño, parado frente a él, sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal.

―Kim Taehyung ―repitió, mientras observaba los labios ajenos y en ese instante, el rostro del chico pareció cambiar, reflejando angustia.

―¿Es ese mi nombre? ―preguntó, y Jungkook asintió, sin entender del todo lo que estaba sucediendo.

Y con desesperación en sus ojos, el castaño notó cómo el chico temblaba frente a él, lidiando con una tormenta interna que lo llevó a implorar.

―A...aléjate de mí. No vuelvas a tocarme ―suplicó el azabache y Taehyung retrocedió.Su corazón comenzando a latir descontroladamente, confundido por la extraña situación que se desarrollaba frente a él.

―E...estoy maldito ―confesó Jungkook.

―No logro entenderte ―musitó Taehyung con su mirada fija en el chico, con la energía extraña que emanaba de ese contacto haciéndolo sentir incómodo―. ¿Qué diablos estás diciendo? ―preguntó, tratando de entender de alguna forma lo que el otro intentaba comunicarle y la posibilidad de que estuviera perdiendo la razón le aterraba.

Jungkook, exhausto, se encontraba abrumado, sin saber cómo explicar lo que estaba experimentando. El castaño le observó con preocupación mientras Jungkook intentaba controlar su agitada respiración y el caos en su mente, por lo que decidió acomodarse nuevamente en el césped y cerrar los ojos, tratando de recuperar la calma mientras inhalaba profundo.

―Confía en mí, por favor ―el castaño con paciencia insistió, manteniendo una expresión amigable.

―No puedo, y...yo no quiero lastimarte ―respondió el otro, con los ojos aún aguados, titubeando al ver cómo el otro intentaba acercarse y de alguna forma se sintió chiquito cuando lo tuvo cara a cara.

―Aún sigo vivo, ¿ves? No me has hecho daño ―expresó el castaño, ofreciendo una sonrisa―. Si te sientes más cómodo manteniendo la distancia, lo respetaré, pero permíteme al menos estar cerca de ti ―concluyó.

Y Jungkook se perdió en esos ojos marrones. Las lágrimas, finalmente rodaron por sus mejillas, aún intentando esforzarse por contenerlas.

―Jungkook ―confesó, como si al decirlo encontrara un destello de consuelo en medio de la oscuridad que envolvía su realidad―. Mi nombre es Jeon Jungkook.

A medida que la noche avanzaba, Taehyung y Jungkook permanecían sentados junto a la crepitante fogata, cuyo resplandor se volvía más inconstante debido a la brisa que soplaba suavemente. Ambos se encontraban claramente incómodos, sin ánimos de entregarse al sueño.

―¿Sientes frío? ―preguntó Taehyung, tratando de romper el hielo, mientras observaba cómo Jungkook se frotaba los brazos para mantenerse cálido.

―Ya me he acostumbrado, no te preocupes ―respondió con una sonrisa tranquila, aunque sus ojos delataban cierta fatiga y preocupación que no lograba ocultar. La luz titilante de la fogata creaba sombras danzarinas en sus rostros.

En ese preciso instante, otra lucesilla a lo lejos surcó el horizonte, capturando la atención de Taehyung.

―Mira, hay una luz por allá. ¿Qué son estas cosas? ―preguntó en un susurro.

―Shhhh ―lo silenció Jungkook, frunciendo el ceño.

Luego, el azabache alentó a Taehyung a levantarse de su posición de manera muy lenta y de puntillas ambos caminaron hasta esconderse detrás de un árbol, observando cómo la luz parpadeante parecía alejarse en otra dirección. Cuando Jungkook indicó, salieron corriendo por un sendero de piedras que estaba cerca de la hoguera y se dirigieron hacia la estructura de menhires.

En el camino, observaron cómo las luces empezaron a materializarse, formando halos que parecían danzar alrededor antes de expandirse en todas direcciones.

Al llegar a los pies de la estructura Jungkook decidió subir y Taehyung lo siguió hasta que estuvieron en el centro de los monolitos, de espaldas el uno al otro y sin quitar los ojos de los halos de luz en el aire. Se sentía una energía pesada emanar desde el suelo, pero se mantuvieron quietos y alertas por si algo llegaba a suceder, mientras los ecos se revolvían en el viento copiando los patrones de luz que brillaban a su alrededor.

―Es hermoso ―afirmó el castaño volviéndose en dirección a Jungkook, quién miraba los halos boquiabierto y con los ojos brillosos.

―Es hermoso ―respondió Jungkook, y una sonrisa de oreja a oreja se formó en su rostro, siendo este un atisbo de esperanza que hizo que se derritiera el hielo que se almacenaba en su corazón.

Las estrellas en el firmamento también danzaban etéreamente mientras el azabache perseguía las luces en movimiento, como un niño y justo esta escena tenía un toque de ternura que hacía sonrojar al castaño, quien se sentía ahora como el espectador principal. Pronto, los destellos descendieron y se disiparon de una manera tan suave que, al extender su brazo, acariciaron su mano.

―Que fascinantes criaturas, ¿hacen esto por ti?―comentó Taehyung.

Jungkook se volvió hacia él, acercándose con sus brazos cruzados detrás de su espalda y levantando la mirada para llegar a la altura de los ojos de Taehyung.

―Lo hacen por nosotros ―dijo.

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