Única parte
Roger ingresó a la habitación de su novio y cerró la puerta tras él. El dueño del lugar lo miró con una sonrisa sentado sobre su cama y esperó un saludo o una palabra por parte del rubio. Este simplemente se acercó y besó suavemente sus labios a modo de saludo. El beso fue correspondido y tras unos pocos segundos, Roger se separó para sonreírle.
— Hola, mi amor.
— Hola, Roggie —le sonrió el rizado devuelta, atento a la mirada azul que le proporcionaba el rubio y que le parecía tan maravillosa. Roger se sentó frente a él.
— ¿Cómo estás?
— Genial, ¿tú? —le preguntó devuelta.
— Bien, de hecho vengo a contarte algo.
— Pensé que venías a verme —lo tomó por la cintura atrayéndolo a él. El rubio rió levemente y puso ambas manos tras su cuello para luego darle un piquito en los labios.
— Claro que vengo a verte, pero también quiero contarte algo —repuso.
— ¿Le dijiste a tus padres? —preguntó intentando adivinar.
— No, aún no...
— Bueno, yo tampoco, así que no importa —le besó la frente—. Lo siento, Roggie, solo dime.
— Bueno, en una semana me iré de vacaciones con mis padres y Clare, y...
— ¿Entonces no podré verte? —interrumpió.
— Déjame contarte —repuso riendo levemente—. Claro que podrás verme, porque Clare llevará a una amiga, me dijeron que llevara a un amigo y...
— ¿Pensaste en mí? —sonrió dándole una leve caricia en la cintura mediante el pulgar.
— Por supuesto que pensé en ti —sonrió riendo un poco por el cariño y dándole otro piquito en los labios—. Así que ¿quieres venir de vacaciones conmigo y mi familia?
— Claro, no estaría mal —sonrió—. Solo quiero confirmar algo, voy como... ¿tu amigo...? ¿Tu novio...? ¿Tu compañero...?
— Como mi novio —respondió. Brian pareció sorprenderse—. Pero primero como mi amigo. Planeo decirles allá... bueno, si quieres, no quiero ponerte incómodo.
— Me gusta esa idea —admitió con una sonrisa—. Solo si quieres tú.
— Oh sí quiero —repuso—. No quiero que seas un secreto —acarició su mejilla—. Estos meses contigo han sido maravillosos.
— Ocho maravillosos meses —le sonrió.
— Justamente... y bueno, la fecha en la que estaremos allá concuerda con nuestro cumple-mes de nueve meses, y bueno, podemos ir a comer o a la playa.
— Me encantaría —sonrió—. ¿Y a qué lugar vamos? Si puedo saber.
— Italia —sonrió devuelta—. En la costa.
— Suena meravigliosa, amore mio —le besó la mano y volvió a tomarlo por la cintura.
— No sabía que hablabas italiano —rió levemente bastante rojo.
— Certo che posso, bellezza, non lo sapevi?
— ¿Qué? —rió más fuerte ladeando la cabeza y sin entender.
— Que sí puedo —río y lo besó suavemente—. ¿Cuando nos vamos?
— El jueves —también lo besó suavemente—. A las ocho tomaremos el avión, te iremos a buscar a las siete treinta.
— Me parece perfecto —le dio un beso casto en el cuello y luego uno en la mejilla—. Voy a avisarle a mis padres.
— Claro —sonrió.
— Y podemos decirles devuelta del viaje. Que estamos juntos —propuso.
— Me encantaría.
— Estupendo —le sonrió también—. Le pediré permiso a mis padres.
— Espero que digan que sí...
— Claro que dirán que sí —repuso entusiasta. Y cuando lo hagan, viajaremos juntos.
— Aunque tenemos que hacer un viaje de un día en auto.
— No importa, iré a tu lado. ¿Cabremos todos?
— Mi papá arrendó una camioneta. ¿O furgoneta...? No sé, pero cabemos todos.
— Está bien —rió levemente—. Tampoco llevaré tanto equipaje... ¿por cuántos días nos quedaremos?
— Tres semanas.
— Me alegra en ese caso que iremos juntos, no soportaría tres semanas sin verte y más encima perdernos nuestro cumple-mes de nueve meses.
— No lo perderemos —aseguró.
— No, no lo haremos.
— Genial, ahora abrázame que quiero darte suerte.
— Claro —rió levemente y lo abrazó.
(...)
El día de la partida llegó más rápido de lo esperado, y tanto los Taylor como Brian se encontraban revisando si llevaban todo antes de partir.
— ¿Ya pasaremos por Brian? —preguntó Roger mientras salían en el auto al aeropuerto.
— Primero iremos por Adeline, la amiga de Clare —respondió su padre tras el volante—. Luego por tu amigo.
— Claro, gracias —respondió el rubio intentando desviar la mirada para no sonrojarse con el "amigo".
— Clare, ya deja el celular, vas a gastarle toda la batería —dijo su madre.
— Es nuevo, durará más —repuso—. Y tengo un cargador portátil, no es para tanto.
Su madre rodó los ojos y no hizo más caso. El padre se dirigió a la casa de Adeline y estacionó afuera para luego tocar la bocina dos veces. La casa era enorme y al estilo Victoriano. Evidentemente la niña y sus padres tenían buena situación económica, por lo que a Roger seguía llamándole la atención que le hubieran dado permiso para irse de vacaciones con una amiga y su hermano de diecisiete años. Y claro, el "amigo" de este —por supuesto, el tono irónico que se acentuaba en su mente era porque claramente los demás pensaban que Brian y él eran solo amigos—.
Bueno, quizá los padres de Adeline querían quitársela de encima. Era algo que algunas veces le había sucedido, pero solo pocas.
Cuando Adeline subió al auto, se sentó entre él y Clare. Esperaba que Brian pudiese ir a su lado, quizá pudieran tomarse de la mano cuando nadie mirase, o escuchar música con un audífono cada uno en la oreja. Qué fácil serían las cosas si simplemente sus padres supieran. Quizá hasta podría apoyar la cabeza en su hombro. Bueno, era mejor guardar aquello, aunque fuese por unos días más.
Y claro, cuando empezaron a salir los dos decidieron que era mejor guardarse que eran novios. Al menos de sus padres. Claro, sí se besaban o andaban de la mano en la escuela y lugares públicos, pero temían la reacción que sus padres pudiesen tener. Y era relativamente entendible.
"Les diré cuando cumplamos dos meses." "Les diré cuando cumplamos seis meses." "Les diré cuando cumplamos nueve meses." ¿En qué momento se había convertido en alguien que le mentía a sus padres y ocultaba que tenía una relación? Y claro, Brian estaba en la misma situación.
No evitaba sentir que Brian no merecía ser un secreto oculto, pero el rizado insistía en que por el momento, las cosas estarían mejor así. Claro, Roger recordaba a su primo que había salido del closet, sus padres no habían sido muy comprensivos, ni el resto de la familia, y seguían recordándolo como el "marica de la familia". ¿Le sucedería lo mismo a él?
Y claro, llevaba diez, no nueve, meses besuqueándose con Brian cuando podía, dos años sintiendo mariposas por él y tres meses diciéndole deliberadamente que lo amaba. Y claramente así era, pero el tiempo que llevaba ocultándolo comenzaba a atormentarlo, sobretodo porque significaban dos años mintiéndole a sus padres y hermana, y diez meses donde su "amigo" y él eran algo más.
Quizás su madre sospechaba. No, si lo hiciera ya hubiera estado interrogándolo. Si su padre supiera ¿lo regañaría? ¿Lo ignoraría? ¿Lo apoyaría? Qué confuso y tormentoso era pensarlo. Incluso más que cuando intentaba convencerse de que Brian no le gustaba, que las mariposas que sentía cuando estaba a su lado eran solo parte de su imaginación, que los sonrojos cuando él era cariñoso solo eran por vergüenza, y que las ganas de querer besarlo eran impulsos ridículos que debía ignorar. Oh, y cuantas noches de insomnio había tenido por esos pensamientos.
Clare y Adeline cuchicheaban entre ellas y reían de vez en cuando. Roger miraba por la ventanilla del auto pensando en cómo decirle a sus padres que Brian era su novio y no su amigo, e intentando adivinar la reacción que estos tendrían.
— ¿Y quién viene con Roger? —preguntó Adeline a Clare.
— Brian, su mejor amigo —respondió.
"Bueno, si lo ves de ese modo..."
— ¿El chico ese rizado y muy alto? —preguntó ella.
— Ese mismo, es tan guapo y dulce —sonrió Clare bastante ruborizada. Roger abrió los ojos con exactitud al oírla, intentando disimular su sorpresa y miedo.
— ¡Lo es! Hey, Roger ¿no le darás ayuda a tu hermana con tu amigo? —preguntó Adeline dándole un ligero golpe en el brazo.
— ¡Adeline!
— No, es demasiado mayor para ella —repuso excusándose.
— Vamos, no seas sobreprotector —repuso su madre riendo levemente.
— Ese es mi hijo, cuidando a su hermana cuando yo no puedo —sonrió su padre—. No dejarás que tu amigo salga con tu hermanita, porque la cuidas.
— Eh... sí —dijo e hizo una risa falsa.
— Uf, qué aburridos son —bufó Clare cruzándose de brazos.
— Ya deja tu berrinche que llegamos a la casa de tu príncipe azul —dijo su padre deteniéndose frente a la casa de Brian.
"Querrás decir del mío."
— Roger, ¿por qué estás tan rojo? ¿Estás enfermo? —preguntó su madre volteándose a verlo.
— Eh... no, no, estoy bien.
— De seguro vio a una chica bonita —dijo su padre orgulloso.
— Sí, eso es —respondió en voz baja.
Brian salió despidiéndose de sus padres con la mano e ingresó al auto, dejando sus maletas en el mecanismo que había hecho el padre de Roger sobre el techo del auto y acomodándolo para que los amarres evitaran que se cayeran, luego entró al auto por el lado de Roger —dejándolo más rojo de lo que ya estaba—, y sentándose entre él y Adeline.
— Hey —le susurró.
— Hey —le sonrió un poco.
— Hola, Bri, ¿cómo están tus padres? —preguntó la madre de Roger.
— Muy bien, gracias... ¿y usted, señora Taylor?
— Muy bien, gracias también —sonrió la mujer.
El hombre partió en el auto. Brian logró pasar el brazo por detrás del asiento para abrazar a su novio sin que los demás se percataran. El rubio sonrió y colocó una chaqueta cubriéndolos a ambos para que no se percataran y tomó su mano restante entrelazando sus dedos.
— ¿Tienen frío? —preguntó el padre de Roger.
— Muchísimo —respondió Roger rápidamente y sin más se colocó audífonos dándole uno a Brian.
El viaje hasta el aeropuerto fue corto, y al llegar salieron del auto y llevaron el equipaje al lugar indicado. Mientras los demás estaban distraídos, Brian se acercó a su novio y le susurró discretamente al oído.
— Casi perdí el brazo, pero a penas estemos solos voy a besarte.
Roger rió un poco.
— Lo siento, Bri —siguió riendo, Brian iba a tomarlo por la cintura, pero Roger notó que su madre iba a darse vuelta así que le hizo un gesto, Brian comprendió y simplemente palmeó su espalda en gesto amistoso con un suspiro—. Perdón, mi amor...
— Tranquilo, entiendo —le sonrió y cuando notó que nadie los miraba besó rápidamente su cabeza. El rubio sonrió al instante con los labios juntos.
Tras un rato subieron al avión y este partió a los minutos. Pudieron ver cómo se elevaban, Roger iba a la ventana y Brian al pasillo. Sus padres sólo habían logrado encontrar un asiento bastante más adelante, y Clare con Adeline estaban tras ellos. Tenían un rato relativamente solos, y aquello los ponía felices.
— ¿Quieres ver una película o escuchar música? —preguntó Roger y tomó su mano entrelazando sus dedos sin preocuparse. Nadie los vería.
— Veamos una película y después escuchamos música —le sonrió y lo besó suavemente.
— Claro —sonrió también tras corresponder.
El viaje siguió con regularidad. No tuvieron complicaciones y tampoco fue necesario soltar sus manos tantas veces como pensaron. Vieron algunas películas, escucharon música y durmieron. Roger pudo apoyar la cabeza en el hombro de su novio como tanto quiso.
Brian no pudo dormir. Estaba nervioso por lo que sucedería en adelante. Todo había sucedido bastante rápido, como si hubiese sido el día anterior cuando supo que amaba a Roger.
Su caso había sido distinto, no quiso darse muchos rodeos, pensó que le gustaba y punto. Tampoco le importó mucho que Roger fuera un chico. Lo amaba tal cual era.
De todas formas, sí tuvo sus dudas en algún momento. Con un chico de su clase, Neil Wilham. Tenía doce años cuando comenzó a sentir atracción por él, y aquello sí lo dejó bastante mareado. Las noches de insomnio fueron recurrentes y el miedo al rechazo también. Pero prefirió guardárselo, aceptarse como era y esperar a que sus sentimientos fuesen efímeros.
Neil por suerte se mudó. Brian y él tenían catorce años en aquel entonces. Solo allí el rizado pudo respirar tranquilo. La pesadilla había acabado.
Y claro, con el tiempo comenzó a sentirse atraído por su mejor amigo desde la infancia. Roger. Con su cabello dorado como el trigo, tan suave como la seda, sus grandes ojos azules, que brillaban como dos zafiros adornados con estrellas cada vez que lo miraba y sus labios rosados y suaves que por mucho tiempo añoró besar y que por fin logró hacerlo.
Para Brian, Roger era perfecto, perfectamente imperfecto, tanto, que incluso amaba sus defectos. Cuando se mordía las uñas por los nervios, reía sin parar por un chiste cualquiera, se emocionaba con algo tan simple como la lluvia o cuando se enojaba demasiado por cosas pequeñas. Incluso cuando comenzaba a lanzar cosas en una especie de rabieta. El rubio tenía un carácter fuerte y a la vez nervioso que simplemente le fascinaba. Era único.
Y claro, temía ser rechazado. Roger había tenido antes una novia, habían terminado porque el rubio admitió no sentir lo mismo, y hasta ahí habían llegado, pero de todas formas, pensaba que Roger no se fijaría en él, porque era un chico.
Y así estuvo año y medio. Intentando conquistarlo de a poco. No sabía que el corazón del rubio ya era suyo de hacía tiempo, y que aquellos intentos de conquista solo lograban que este se enamorara más y más de él.
Un día, recordaba bien cómo había sido todo. Nueve, casi diez, meses atrás, habían estado en la casa de Roger para terminar un proyecto. Ambos tenían buenas calificaciones y terminaron relativamente rápido, por lo que decidieron que era buena idea distraerse antes de que el rizado se fuera. Así que comenzaron a jugar videojuegos.
Roger era realmente bueno jugando Mario Kart, e iba ganando mientras una sonrisa le adornaba el rostro. Brian lo miraba de reojo, y eso lo hacía perder la dirección del auto del juego, y claro, hacerlo perder.
Recordaba como cuando terminó una de las numerosas copas del juego, con Roger triunfador en el primer lugar, y él en el séptimo, el chico había comenzado a hacer celebraciones mediante pequeños bailes ridículos que hacían reír a su acompañante. Entre tanto, Roger le sonrió y le preguntó si le daría su premio. Brian dijo que no tenía nada que darle, y Roger repuso que sí para luego besarlo. Había sido el primer beso que se daban entre los dos. Brian tomó su delgada cintura mientras que Roger abrazó su cuello con fuerza, se besaron varias veces y tras un rato se sonrieron y volvieron a jugar. Ese día no hablaron de lo que sucedería entre ellos.
Y claro, al otro día se repitió otro beso. El el parque, cuando habían ido a caminar. Aquella vez fue Brian quien lo besó y tomó su cintura. Y sonrió entre el beso cuando Roger abrazó su cuello correspondiendo.
Y durante ese mes se besaban todos los días, sin explicarse si eran algo, si se besaban por amor, por probar, por saber algo sobre sí mismos, y con las mismas incertidumbres a la hora de dormir. Queriendo probar los labios del otro en todo momento.
Y recordaba como un día Roger no pudo más y fue directamente a preguntarle qué eran. Estaban en recreo, y el rizado terminaba de guardar algunas cosas en su casillero. Recordaba las palabras exactas del rubio:
"Escucha, idiota, me gustas, nos besamos y esto de besarse sin ser nada me está matando, así que dime ahora qué demonios somos o vete a besarle el trasero a tu abuela".
Recordó la carcajada que soltó cuando el rubio terminó de decir aquella frase. Este frunció el ceño, confundido, y pronto Brian dio su respuesta.
"También me gustas, así que seamos novios ¿te parece?"
Claramente el rubio había quedado bastante perplejo al escuchar aquello de la nada y lo miró con la boca abierta, pasmado. Brian dio una leve risa y le besó la mejilla para luego ir a su clase.
— ¿Y vas a pedirlo así como así?
— Es lo que quieres, ¿no?
— ¡Pero actúas como si no te importara!
— Sí me importa, y mucho, pero te veo pronto y lo hablamos, tengo clases.
— Pero...
— Nos vemos, novio.
Y aún sonreía al recordar la sonrisa boba que dio Roger cuando terminó esa última oración.
Claro, unas semanas después, lo notó más pensativo de lo normal. "No quiero ser tu secreto, Bri", le había dicho y lo comprendía a la perfección. En ese instante dejó que se fuera, sin saber qué hacer. Y claro, al otro día nada lo besó cuando Roger cerró su casillero. A la vista de todos. ¿Y qué más daba? Eran pareja.
Y claro, así iban pasando los meses. A quienes acordaron no mencionárselo fue a sus padres, pero ya estaban listos para hacerlo. Querían dejar de ser secretos.
Eso de verdad lo ponía nervioso, a ambos. Más que nada por la incertidumbre de la reacción de ambos progenitores. Notaba que su novio estaba igual. De vez en cuando mirando la ventanilla, moviendo los pies o mordiéndose las uñas. Siempre hacía eso al estar nervioso.
— Rog, no hagas eso —le sacó la mano de la boca y la entrelazó con la suya.
— Lo... lo siento.
— No te disculpes —repuso y besó su mano. Roger sonrió un poco por eso—. Estás nervioso por decirle a tus padres, ¿verdad?
— Sí, mucho —admitió—. ¿Y si ya no me quieren?
— Te van a querer igual —dijo al instante.
— Pero... mi primo... a él lo juzgan siempre...
— Quizás sea distinto contigo, eres su hijo, no su sobrino —le acarició la mejilla.
— No sé, de todas formas... —se interrumpió y le hizo un gesto—. ¡Y entonces el idiota se cayó! —comenzó a reír para luego soltarle rápidamente la mano y Brian comprendió siguiéndole el juego.
Su madre con Clare pasaban por el pasillo para llevar a la niña al baño. Ella les sonrió y Clare miró a Brian directamente.
Allí hay un problema, a mi hermana le gusta mi novio sin saber que lo es.
Cuando ambas se fueron, suspiraron aliviados y Roger se llevó las manos al rostro.
— Lo siento —dijo el rubio.
— Tranquilo, hubiera reaccionado igual probablemente.
— Esto me está matando —suspiró.
— ¿Qué cosa?
— Fingir que somos amigos. No poder besarte cuando quiera, no poder tomar tu mano para caminar, no poder abrazarte... es como... no sé, cuando me gustabas y no podía hacer nada.
— Es distinto...
— No tanto —repuso y dio un suspiro—. Bri, yo te amo, muchísimo, y es horrible no poder demostrarlo frente a mis padres por miedo a que me odien. Ya no quiero mentirles. Ya no quiero ocultarte.
— Lo sé, yo pienso lo mismo —lo abrazó por los hombros y Roger apoyó la cabeza en su hombro—. Y yo también te amo.
El rubio sonrió un poco, e iba a besarlo, pero alcanzó a distinguir a su madre saliendo del baño con Clare y se sentó correctamente. Brian comprendió y suspiró, pero abrió un libro para fingir que lo leía.
— No los molestamos, ya nos vamos —dijo la madre de Roger sonriendo.
— Sí, nos vamos —dijo Clare yéndose con ella.
— Te debo un beso —le susurró Roger y Brian sonrió.
A las horas llegaron a Italia. Miraron todo bastante emocionados y bajaron su equipaje para acomodar todo en la furgoneta que había arrendado el padre de Roger.
Subieron, Roger y Brian iban más atrás, mientras que Clare y Adeline al medio y los padres de ambos chicos adelante. Volvieron a escuchar música con un audífono cada uno, mientras miraban el paisaje.
— ¡Oh, me encanta esta canción! —exclamó Roger aumentando el volumen a I'll be there for you de Bon Jovi. Brian rió levemente viéndolo cantar la canción, hasta la parte del grito, donde lo hizo de forma excesivamente aguda.
— Roger, no cantes así que pareces marica —lo reprochó su padre. Roger guardó silencio avergonzado y triste, y no siguió cantando el resto del camino. Brian suspiró y discretamente le tomó la mano y la acarició con el pulgar, luego la soltó para impedir inconvenientes.
— Rog, And your bird Can sing, es tu favorita de los Beatles —le comentó cuando la canción salió. Roger hizo una media sonrisa, la cual borró a los instantes después de haber sido formada, y echó la cabeza para atrás cerrando los ojos. El rizado volvió a suspirar y lo único que ocupó el ambiente de la furgoneta por esos momentos fueron los cuchicheos provenientes de Clare y Adeline.
El camino siguió así, Roger siguió callado y solo comió lo que le ofrecieron de vez en cuando. Que fue una barra de chocolate y unas papas fritas.
Tras un rato, decidieron bajar para ir al baño y almorzar en una gasolinera. Roger tomó a su novio de la mano cuando no los veían y lo llevó a la zona opuesta a donde su familia comía. Brian lo miró confundido y el rubio simplemente juntó sus labios con una mano en su mejilla y la otra en su hombro.
Fue correspondido, claramente, y sonrió entre el beso cuando sintió que su novio lo tomaba por la cintura y lo besaba devuelta. Necesitaba aquel beso de confort en aquel momento, para aliviarlo del miedo y la vergüenza anteriormente pasada.
— ¡Eh! ¡No deberían estar aquí, es solo para empleados! —reclamó un trabajador acercándose. Ambos se separaron rápidamente y comenzaron a correr riendo y de la mano—. ¡Eh, vuelvan aquí...! Adolescentes...
Llegaron al patio de comidas aun riendo y tuvieron que soltar sus manos para sentarse a comer. Adeline y Clare se sacaban fotografías y las subían a sus redes sociales, mientras que los adultos conversaban del viaje. No les prestaron especial atención, por lo que comieron sus hamburguesas con sus manos tomadas bajo la mesa.
Tras ocupar el baño siguieron en viaje y varias horas después llegaron al hotel. Ya estaba oscuro y fue realmente un alivio.
— Los chicos con los chicos y las chichas con las chicas —sentenció el padre y llevó sus cosas.
No se sorprendieron, aquello era más evidente que pasaría, así que simplemente fueron a dejar sus cosas.
Al entrar vieron las dos camas de plaza y media, un balcón, un gran armario y una televisión, además de una puerta que seguramente conducía al baño.
— Vaya, esto está genial —comentó Roger dejando su maleta a un lado.
— Realmente lo está —dijo Brian haciendo lo mismo y sentándose en la cama—. Yo tomaré la más cercana al ventanal, así no te da frío.
Roger sonrió por lo dicho y se sentó a su lado para luego apoyar la cabeza en su hombro y mirar al lugar señalado anteriormente. Brian lo abrazó por los hombros y besó su cabeza.
— Eres tierno conmigo —comentó el rubio tras un lapso de silencio.
— Por supuesto que lo soy, somos novios —rió levemente.
— Pero igual lo eres. Te preocupas por mí.
— ¿Y cómo no hacerlo?
— No sé, pasé a segundo plano desde que Clare nació... me siento querido contigo. Me siento una prioridad y nunca lo he sido.
— Eres mi prioridad —asintió y le acarició el cabello—. Pero no pienses eso, tus padres te aman de la misma forma que aman a Clare.
— Sí... creo...
— Vamos, Rog, debe ser genial tener un hermano.
— Y lo es, pero... no sé, Clare es malvada conmigo.
— ¡Tiene trece años! —rió.
— ¡Trece diabólicos años! —repuso, Brian rió más.
— A mí me hubiese gustado tener un hermano.
— A mí me gusta tener una, pero siempre anda acusándome y discutiendo conmigo... aún así la adoro, no me malinterpretes, moriría por ella, pero... me duele que sea así conmigo.
— Lo sé y te entiendo, pero ella es tu hermana y no tienes otra. Deberías agradecerlo.
— Tienes razón... —dio un pequeño suspiro—. ¿Amor?
— Dime, Roggie.
— ¿Qué crees que pase cuando le diga a mis padres?
— A ver... yo creo que... van a sonreír... y luego van a felicitarte diciendo que te aman de cualquier forma.
— Eso suena lindo —sonrió—. ¿Cómo lo sabes?
— Porque es lo que yo haría —se encogió de hombros.
— Sí... también es lo que haría yo —se acomodó entre sus brazos.
— Tranquilo, todo saldrá bien.
— ¿Y si me prohíben verte? —preguntó asustado.
— No te prohibirán verme —intentó tranquilizarlo—. Quizás al inicio la reacción no sea muy buena, pero con el tiempo van a aceptarte.
— ¿Y cuánto crees que tarden en eso? ¿Unos días? ¿Unas semanas? ¿Meses? ¿Años? ¿O crees que nunca vuelvan a hablarme?
— Yo... no puedo asegurarte eso —dijo—. Pero sí puedo asegurarte que en algún momento lo harán. Aunque tarden en hacerlo.
— Espero que sí.
— Tranquilo, todo saldrá bien.
Roger asintió y se puso de pie para ir a guardar sus últimas cosas. Brian lo miró atento y cuando el rubio terminó, se acercó al rizado.
— Pronto nos llamarán a cenar, ¿bajamos?
— Claro, amor.
(...)
Cuando Brian despertó, lo primero que vio fue a Roger durmiendo en la cama continua, con la boca abierta y con baba que le salía de esta y caía en la almohada. Rió un poco al verlo así, y siguió admirándolo por un rato, viendo como el cabello le caía por la frente y los hombros.
Se puso de pie y movió en círculos la cabeza para no acalambrarse, luego se acercó a Roger y le besó la frente para posteriormente sacar ropa de su maleta e ir a la ducha.
Cuando salió, con los pantalones puestos y el pecho descubierto —puesto que la camiseta se le había quedado en la cama—, Roger estaba comenzando a despertar, y al verlo abrió los ojos notoriamente y con las mejillas encendidas. Brian rió levemente y lo saludó con un beso suave que su novio claramente correspondió.
— Buenos días.
— Buenos días, Bri —le sonrió.
— ¿Cómo dormiste?
— Genial... ¿tú, amor?
— También genial —respondió—. ¿Y por qué tan rojo?
— ¿Por qué crees? —preguntó devuelta y se llevó las manos al rostro—. Ponte una camisa, exhibicionista.
Brian rió por lo dicho y negó varias veces con la cabeza para luego obedecer e ir donde su novio para besarle el rostro varias veces. Roger rió un poco por aquello sintiéndose verdaderamente feliz y correspondió al último beso dado, que fue en los labios.
— Te toca —le dijo Brian.
— ¿Qué cosa? ¿Besarte? —preguntó con una ceja alzada abrazándole el cuello.
— No, bañarte, estás hediondo.
— ¡Brian! —reclamó y comenzó a reír fuertemente.
— Solo anda —también rió y lo destapó, Roger negó y lo tomó de la camiseta provocando que cayera sobre él.
— Bésame.
— No, hueles mal.
— Soy tu novio —repuso riendo y sin soltarle la camiseta, Brian acomodó en la cama para estar más cómodo.
— Mi pequeño novio con olor a eructo.
— ¡Ay, por favor! —volvió a reír fuertemente—. Brian, quiero un beso.
— Te lo tendrás que ganar.
— ¿Y cómo?
— Bañándote, hediondo.
— Deja de decirme así —volvió a reír y le acarició el cabello—. Ahora te estoy traspasando mi hediondez.
— ¡Roger!
— ¿Serías hediondo conmigo?
— Claro que no, anda a bañarte.
— Seamos hediondos juntos, mi amor —dijo fingiendo el tono de una telenovela. Brian comenzó a reír más.
— Bien, tú ganas, hendiondito —río un poco más y lo besó suavemente para luego volver a ponerse de pie.
— Muchas gracias —dijo y fue a buscar qué ponerse para luego entrar al baño.
Brian se recostó en su cama esperando a su novio aún riendo levemente. Comenzó a mirar las fotos que tenían juntos en su celular, aquello era realmente agradable. Pasarlas una por una, recordando sus momentos vividos.
Tras un rato, Roger salió totalmente arreglado y decidieron bajar a desayunar. Los demás ya estaban allí y los saludaron con una sonrisa.
— ¿Durmieron bien?
— Sí, mucho —respondió el rubio y se sentó, Brian también lo hizo.
— Y díganme, ¿pasaron buena noche? —preguntó su madre.
— Sí, las camas son cómodas —respondió Roger.
— Espero que no se hayan dormido muy tarde por escuchar música —rió un poco la mujer—. La tenían muy alta.
— Eh... sí, solo... solo nos quedamos un rato —dijo Roger rápidamente intentando evadir la oración "tampoco íbamos a pasar de los besos, pero no nos quedamos hasta tarde besuqueándonos mientras ustedes ni saben que somos pareja."
Brian notó que estaba rojo, e intentó buscar la forma de que los demás no lo notaran, así que rápidamente comenzó a mirar por alrededor, Roger seguía hablando demasiado. Estaba nervioso, se le notaba, y seguía diciendo horas aleatorias hasta las cuales quizás estuvieron despiertos, y seguía repitiéndose mentalmente que no mencionara lo que realmente hacían, que pese a que no era algo subido de tono, claramente hacía obvio el hecho que eran algo más.
— Y bueno, después me dio sueño y le dije a Bri que...
— ¿A esa señora la están asaltando? —dijo Brian rápidamente.
— Oh, Dios mío, es verdad...
Perfecto, había desviado la atención de Roger. Él ya se había quedado callado y de a poco dejaba de estar tan rojo. Los padres del rubio habían ido a ayudar a la anciana. Dos cosas buenas, la anciana salvaba y ellos también. Estupendo.
— ¿Qué le dijiste? —preguntó Clare atenta.
— ¿Ah?
— A Brian —dijo convencida. Adeline también estaba atenta.
— Que tenía sueño —respondió Roger rápidamente.
— ¿En serio? Porque usaste un "que" —siguió.
— Le dije que tenía sueño —insistió.
"Le dije que no quería pasar a segunda base porque mis padres estaban en la habitación continua."
— No eres bueno mintiendo. Te pones rojo y empiezas a hablar mucho.
"Demonios."
— Clare, no estoy mintiendo —aseguró.
— ¿Por qué escapas con Brian siempre? —preguntó Clare.
— No me escapo con Brian —repuso.
— Claro que lo haces. Lo has hecho todo el rato.
— Que no.
— Que sí.
— Que no.
— Que sí.
— Bien, te dire la verdad —suspiró Roger, Brian lo miró asombrado y nervioso—. Brian y yo estamos drogándonos.
"Ay, Rog, no."
— ¡Lo sabía! —exclamó la niña.
— ¡Pero no puedes decirle a mamá! ¡Mucho menos a papá!
— Oh, claro que les diré, maldito drogo —dijo mirándolo mal.
— ¡Haré lo que sea! —exclamó—. Por favor.
— Hm... quiero tu mesada de los próximos seis meses —dijo.
— Grandioso —soltó Roger en un tono irónico—. Bien, te daré mi mesada. Adiós al disco de Iron Maiden que quería...
— Ah, ah, eso no es todo —se apresuró en decir la niña—. Quiero un beso suyo.
— ¿Quieres que Brian y yo nos besemos...?
— No, imbécil, quiero que Brian me bese a mí.
— Oh, no, eso ya es demasiado, no —dijo al instante.
— ¿Y por qué te molesta tanto?
— ¡Porque tienes trece años y Brian diecisiete!
"Y porque es mi novio."
— ¡No es tanto! —repuso—. ¡Los padres de Adeline tienen ocho años de diferencia!
— ¡Pero no se conocieron con uno de ellos teniendo trece! —repuso. Quizás sí podía justificarse con el papel de hermano mayor sobreprotector. Bueno, tampoco quería a su hermana pequeña besándose con un chico mayor que ella. Fuese su novio o no.
— ¡Es lo mismo!
— ¡Por supuesto que no!
— Bien, entonces a papá y a mamá les encantará saber que te drogas con tu mejor amigo —sonrió maliciosamente.
— Maldita sea, es buena —soltó Roger.
— Bien, puede besarme —suspiró Brian—. Pero solo un piquete. No quiero que una preadolescente intente meterme la lengua en la boca.
— ¡Hey!
— ¡Solo apúrate! —exclamó Brian. Clare sonrió y le dio un piquito —un poco más largo que lo normal—, y sonrió separándose y comenzando a reír con Adeline. Roger bufó y se colocó una mano en el mentón desviando la mirada. Estaba molesto, eso era obvio.
Tras desayunar, los dos salieron a la playa. Cuando estaban lo suficientemente lejos del hotel, Brian le tomó la mano, pero Roger se soltó y se colocó las manos en los bolsillos.
— Hey, amor, no te enojes.
Roger no respondió y aceleró el paso. Brian lo siguió en un suspiro.
— Rog, hablémoslo.
— "Puedes besarme, pero no me metas la lengua" wow, Brian, qué buen novio eres.
— ¿De verdad estás molesto por eso?
— ¡Por supuesto que sí!
— ¡Fue para evitar que siguiera hablando!
— Hubiera preferido tener que decirle a mis padres que somos novios a tener que verte besándote con mi hermana.
— Eso siquiera fue un beso.
— Pero igual. No corresponde.
— Podrías agradecerme el hecho que ahora no pensarán que eres un drogadicto.
— Al menos no le dije a Adeline que me besara.
— ¡Yo no le dije a Clare, ella quiso besarme a mí! ¡Y tampoco fue un beso!
— ¡Bueno, quizás hubiese dicho que somos novios y que estoy jodidamente enamorado de ti!
— Hubiera sido peor quizás.
— Hubiera sido la verdad, y no hubiera tenido que verte dándote piquitos con mi hermana menor.
Brian suspiró y se pasó las manos por el cabello.
— Bien, entiendo tu punto, lo siento.
Roger no respondió, siguió caminando.
— Amor. Lo siento —le tomó la mano. Roger suspiró, y se soltó—. Rog...
— Brian, ya déjame solo —dijo. Brian detectó un tono deprimido mezclado con el molesto. Luego volvió a tomarle la mano y entrelazó sus dedos.
— Supongo que estabas en una situación difícil —dijo Roger tras un rato en silencio.
— No supe qué hacer —besó su mano y luego lo acercó para besarle la mejilla—. Perdón.
— Bien, yo también lo siento, solo... no lo hagas de nuevo —siguió caminando.
— No, amor, no lo haré —lo abrazó por los hombros y besó su cabeza.
(...)
Los días en la playa fueron pasando, a veces iban a algún lugar turístico y otras veces preferían quedarse en la playa u hotel, disfrutando de las piscinas y el mar. Por suerte para ambos enamorados, Clare había mantenido la boca cerrada respecto a la supuesta drogadicción de Roger. Aquello era un alivio y en cierta forma ayudaba a quitar molestias pasadas por el piquito que la niña le había dado a Brian.
Así que aquel día tan especial y esperado acababa de llegar. Cumplían nueve meses de noviazgo, y aquello era algo que realmente los animaba.
El sol cálido de la mañana se filtraba por las persianas cerradas, y Roger comenzó a despertar gracias a los besos que su novio le proporcionaba en el rostro de forma suave. Sonrió y comenzó a abrir los ojos de forma lenta. Brian sintió un cosquilleo al ver sus azules orbes.
— Buenos días, mi vida —sonrió Brian y le acarició el cabello—. ¿Cómo dormiste, mi bello durmiente?
— Fenomenal... —sonrió el rubio por las palabras de su novio y le acarició la mejilla—. ¿Y tú, mi pequeño poodle?
— También fenomenal —sonrió devuelta por el apodo y besó su frente—. Felices nueve meses.
— Felices nueve meses, mi amor —lo besó suavemente.
— Te tengo un regalo.
— ¿Sí? —preguntó sonriente mientras se acomodaba en la cama para sentarse un poco—. Yo también te tengo uno.
— Yo primero —dijo y le besó la frente. Roger sonrió al instante mientras Brian sacaba una caja pequeña de su maleta envuelta en papel de regalo azul y se la entregaba.
Roger sonrió nuevamente por la emoción y comenzó a desenvolverlo. Abrió la caja encontrándose con una gargantilla de fina cinta negra, del cual colgaba una Estrella plateada. Rápidamente el rubio sacó la joya de la caja y comenzó a mirarla feliz.
— ¡Es hermoso, Bri! —exclamó—. Me encanta.
— Eso no es todo —dijo Brian. Roger comprendió y miró la caja, sacó la esponja que sostenía la gargantilla y vio un caramelo —de sabor manzana, su favorito—, junto a una nota. Tomó ambos y leyó el escrito, viendo la caligrafía de su amado novio allí.
Para mi Roggie, más hermoso y brillante que esa Estrella, y más dulce que ese caramelo. Felices nueve meses, mi bebé. Te amo.
- Bri
— Amor... —dijo enternecido sintiendo como el corazón se le derretía al instante.
— ¿Te gustó? —preguntó Brian, Roger logró percibir un pequeño tono nervioso en su pregunta.
— Me encantó —sonrió y lo besó suavemente acariciando su mejilla con una mano—. ¿Y bien? ¿Vas a ponérmelo? —sonrió.
— Por supuesto, Roggie —rió levemente y le corrió el cabello, le besó suavemente la parte de atrás del cuello y le abrochó la gargantilla de forma que no le quedara incómodo ni tampoco suelto.
— ¿Cómo me queda?
— Hermoso. Como tú.
Roger volvió a sonreír con el tono bastante acostumbrado de sus mejillas, el cual era el carmesí y lo besó suavemente.
— Mi turno —dijo y se puso de pie a buscar un paquete de regalo entre sus cosas.
Brian lo tomó tras este fuera entregado y comenzó a abrirlo. Pronto vio un videojuego de Mario Kart con una tarjeta.
¿Recuerdas lo que sucedió aquella tarde que jugamos Mario Kart?
Felices nueve meses, amor mío.
— ¿Te gusta?
— No, no me gusta.
— Oh... yo... lo siento —dijo el rubio apenado. Quizás había sido estúpido de su parte regalar un videojuego. Pese al significado que este tenía para ambos.
— Porque me fascina —sonrió Brian y Roger lo miró rápidamente.
— ¿¡Y por qué me dijiste que no, idiota!? —exclamó y comenzó a reír para luego abrazarlo por el cuello y besarlo suavemente—. Feliz aniversario, mi amor.
— Feliz aniversario —sonrió Brian devuelta y tomó su cintura acercándolo a él y besando sus labios.
Tras ducharse por turnos y desayunar, decidieron salir a la playa. Se colocaron bajo el muelle, con una pequeña sombra y el mar a sus pies, besando los labios de su amado y abrazando sus cuerpos, jugando en el océano o en la arena, con el infantilismo de un amor nuevo, pese a que aquel llevaba cierto tiempo existiendo.
Brian miraba a Roger feliz y enamorado. Perfectamente imperfecto. Pese a que a veces era mandón y con mal temperamento, el rubio era un verdadero ángel. Al menos para Brian. Un ángel caído del cielo al cual debía proteger costara lo que costara. Con su cabello dorado tan suave y brillante ante el sol, y sus ojos más hermosos que el cielo azul.
Su ancha sonrisa iluminaba su mundo, y sus mejillas rojas por el sol y el no haber usado bloqueador solar le parecían adorables. Podía notar como incluso tenía algunos colores diferentes por el cambio de piel que se producía al quemarse esta, y pese a todo aquello, para Brian estaba perfecto.
— ¿Qué sucede? Me estás asustando con como me miras —rió un poco el rubio.
— Eres tan hermoso... —suspiró Brian a modo de respuesta. Las mejillas bronceadas de Roger se pusieron aún más rojas y una sonrisa se formó en su juvenil rostro. Ahí estaba, la luz de su vida.
— Tú lo eres —sonrió y se acercó a él apoyando la cabeza en su hombro—. Tócame una canción —señaló la guitarra de Brian que estaba sobre la arena. Brian la tomó y comenzó a tocar Beautiful Boy de John Lennon. Roger sonrió aún más escuchándolo atento.
— Tú eres mi niño hermoso —le susurró Brian al oído una vez terminada la canción.
— Y tú el mío —aseguró Roger y tomó su rostro dispuesto a besarlo. Brian dejó la guitarra a un lado y lo acercó mediante la cintura sentándolo en su regazo. Roger dio una risa nerviosa y lo besó tiernamente.
Tras varios besos suaves, Roger se levantó y caminó al agua—. ¿No vienes?
— Por supuesto —respondió Brian y también se levantó tomando su mano. Roger entrelazó sus dedos y se dirigieron al agua, donde comenzaron a salpicarse y jugar con ella. Estaban realmente felices.
Tras varias horas, volvieron al hotel. Se encontraron al padre de Roger, quien estaba sentado en la sala de estar de la recepción. El hombre miró mal al rubio.
— ¿Qué demonios tienes en el cuello?
— Una gargantilla —respondió asustado.
— ¿Te crees marica acaso? Quítate esa cosa ahora mismo —dijo molesto.
— Pero me gus-
— ¡Quítatela! ¡Y si te la vuelvo a ver puesta te la quemo!
— P-Pero me la regaló... —comenzó a hablar pero Brian negó varias veces con la cabeza.
— ¿Quién?
— Una... una niña que ayudé en la playa —mintió rápidamente—. Se estaba ahogando y...
— ¿Crees que me importa? Con mayor razón deberías quitártelo, quizá qué cosas tenía esa mocosa y además es de mujer. Quítatelo.
— No.
— ¿Qué dijiste?
— Que no me lo voy a quitar. Es importante para mí.
El hombre le pegó una cachetada. Roger no hizo nada.
— A tu cuarto, ahora, no soportaré insolencias y tu madre tampoco.
Roger suspiró y obedeció, Brian fue con él. El corto trayecto fue silencioso y algo incómodo, pero pronto llegaron a la habitación y se quedaron allí.
— Lamento mucho lo que pa... —empezó diciendo Brian pero Roger lo interrumpió besándolo a tiempo que se sentaba en su regazo y abrazaba su cuello. El rizado por instinto lo tomó de la cintura pero se separó al poco rato—. Rog.
— No importa, mi papá vale un rábano —dijo al instante y volvió a besarlo solo que de manera más desesperada. Brian estaba confundido, y no le dio ningún indicio el hecho de que Roger acababa de introducir la lengua al beso, a fin de cuentas varias veces se habían besado de aquel modo.
Sin embargo, la cosa fue más allá cuando el rubio comenzó a desabotonarle la camisa. Ahí Brian se separó inmediatamente y lo miró confundido. Roger tenía la misma expresión.
— ¿Qué pasa? —preguntó.
— Estás haciendo esto solo para hacer enojar a tu papá —dijo Brian al instante.
— Por supuesto que no, mi papá me importa un rábano, solo me importas tú.
— Sí, pero esa es tu intención. ¿Y si alguien nos ve? Rog, no podemos...
— Al diablo si alguien nos ve, ¿por qué tengo que seguir fingiendo que somos amigos y que me gustan las chicas? Que me acepten como soy y punto.
— Roger, entiende. Nunca lo hemos hecho. Nunca hemos pasado de segunda base y no quiero que nuestra primera vez sea solo porque quieres molestar a tu papá.
— ¡No es por eso! —refutó.
— Sí lo es —suspiró—. Vas a terminar arrepintiéndote y no quiero que recuerdes así la primera vez que lo hacemos. Quiero que sea distinto. Además estaría aprovechándome de la situación.
— No estarías aprovechándote, no me arrepentiría, yo...
— Rog, puedo notar solo por tus ojos que tú tampoco quieres hacerlo.
— Yo... tienes razón —suspiró Roger y se sentó a su lado con ambas manos en su mentón y apoyándolas en las rodillas—. Lo siento.
— Tranquilo, amor, estás confundido y lo entiendo —lo abrazó por los hombros y el rubio apoyó la cabeza en su hombro.
— Sé que no van a aceptarme —dijo bastante triste.
— Por supuesto que sí, son tus padres y te aman mucho —intentó tranquilizarlo, pese a que él también tenía aquel mal presentimiento.
— En unos años dirán "¿recuerdan las vacaciones en Italia?" Y dirán "claro que sí, ese año Roger lo arruinó todo saliendo del closet."
— Claro que no —repuso y le acarició el cabello—. Dirán "ese año nuestro hijo fue valiente y pudo decir a viva voz que amaba a un chico."
— Lo haces sonar lindo, no se vale —reclamó el rubio. Brian rió un poco—. Devuélveme mi atención.
— Uy, bien, señor mandón —rió levemente—. ¿Puedo besarte o vas a querer tener relaciones?
— Ay, ya cállate —rió y le dio un leve golpe en el brazo mientras Brian reía fuertemente. Luego el mayor lo besó dulcemente.
— Te amo, Rog.
— Yo te amo más, Bri.
(...)
Los días siguieron pasando. Roger no dejó de usar su regalo, pero sí intentaba ocultarlo a vista de su padre. Normalmente se lo colocaba después de salir del hotel y se lo sacaba antes de entrar. A veces no, pero su padre se mantuvo al margen, pese a que era notoria la vergüenza que sentía.
Pronto llegó el día de partir nuevamente. Habían decidido dormir en la misma cama por frío, para abrazarse y repeler este. Así que Brian despertó antes y sonrió al ver a su novio durmiendo acurrucado de él y con la boca entreabierta. Besó su frente, pero no ocurrió nada así que prosiguió a besar su mejilla. Roger seguía sin despertar y Brian tuvo una idea.
Así que comenzó a besarle el rostro numerosas veces de forma suave. Pronto una sonrisa se formó en el rostro del receptor comenzando a despertar.
— Buenos días, Roggie —saludó Brian acomodándole el cabello para verlo mejor.
— Buenos días, Bri —le sonrió él.
— ¿Dormiste bien? ¿O te dio frío con tu pijama de cars?
— Que no es de cars —dijo Roger—. Pero sí, amor, dormí fenomenal... ¿tú?
— También. Eres como una estufa.
Roger rió un poco y se acomodó mejor apegándose un poco más y abrazándolo más fuerte. Brian le besó la cabeza.
— Mi estufita —siguió Brian.
— No seas tan empalagoso —río levemente y le besó la mejilla—. Poodle.
— Zoofílico.
— ¡Brian! —rió.
— ¿Les dirás hoy? —preguntó Brian.
— Sí, en la furgoneta —respondió—. Espero tener suerte.
— Tranquilo, todo saldrá bien, estarán felices por ti.
— Eso espero...
— Mi pequeño novio —rió levemente y lo abrazó más fuerte.
— Mi empalagoso novio —rió también y lo besó suavemente.
— No jodas, Roger, estoy intentando ser tierno —dijo fingiendo seriedad.
— Oww qué dulce eres —besó su mejilla.
— Después no te quejes si no soy tierno —dijo fingiendo indignación.
— Ay vamos —le besó de nuevo la mejilla.
— Tendrás que esforzarte más.
— ¿Cómo?
— No sé, piensa en algo.
— Ya se me ocurrió —sonrió y abrazó su cuello besándolo en los labios. Brian correspondió mientras tomaba su cintura dándole pequeñas y suaves caricias, sin pasarse de la zona, claramente no le faltaría el respeto a Roger.
Tras un rato se separaron volviendo a besarse. Se sentían en las nubes y pensaron que podrían estar así todo el día, pero la puerta se abrió de golpe y lamentablemente no se dieron cuenta hasta oír la voz masculina.
— ¡Roger, suéltalo ahora mismo! —exclamó su padre. El corazón del nombrado comenzó a latir con fuerza inmediatamente mientras el nerviosismo se apoderó de él. Rápidamente —con los ojos abiertos a más no poder—, se dio vuelta viendo la expresión de molestia de su padre.
— P-Papá, y-yo...
— ¡Sale de esa cama ahora mismo! —gritó. Roger obedeció asustado, y Brian no sabía qué hacer, solo miraba la escena con una expresión similar.
El hombre comenzó a examinarlo en busca de alguna marca mientras lo miraba furioso.
— Brian, ¿podrías darnos un momento por favor? —le pidió el padre de Roger. El nombrado se sorprendió del tono amable usado—. Puedes ir a la habitación de Clare y Adeline.
Brian asintió y le dio una última mirada a Roger quien le hizo un gesto de que fuera. Brian salió y se dirigió al lugar.
— ¿Qué sucede? —preguntó Clare.
(...)
— ¡Con un hombre! —exclamó su padre molesto. Roger seguía sentado en su cama con la vista gacha—. ¡Un hombre está con una mujer y punto!
— No puede ser que estuvieras experimentando con Brian —concordó su madre—. ¡Terminarás depravándote!
— ¡No estoy experimentando con él! —repuso y pese a querer seguir hablando, su padre lo interrumpió.
— ¡Eso es lo qué haces al estar besándote con él!
— ¡Y duermen en la misma habitación! —exclamó la madre horrorizada.
— No estoy experimentando... —repitió.
— ¡Mi hijo no va a ser un marica!
— Y nosotros dormíamos al lado... —siguió hablando la madre con horror—. ¡Por eso ponían música!
— ¡No me he acostado con él!
— ¿¡Y por qué la música fuerte!? —gritó su padre.
— ¡Porque nos gusta escuchar música! —dijo al instante, y aquello era verdad. Muchos de los días ni siquiera se besaron, solo charlaban o cantaban hasta tarde.
— ¿Y por qué estaban en la misma cama?
— ¡Hacia frío!
— ¡No te creo! —exclamó su padre.
— Papá, yo... iba a contarles, pero...
— ¿Contarnos qué? —preguntó si madre.
— Yo no estoy experimentando con Brian. Él es mi novio.
— ¿T-Tu novio? —preguntó su madre. La expresión de su padre era la misma a la de la mujer. Una mezcla de enojo, decepción y asco.
— Sí —respondió evitando mirar a sus progenitores—. Y-Yo nunca quise decirles, tenía miedo a que m-me odiaran, yo...
— Ya cállate, Roger —interrumpió su padre.
— P-Pero...
— Que te calles. Ahora.
— ¿Cuánto tiempo llevas saliendo con él? —pregunto ahora su madre.
— Winifred, le dije que se callara, eso conlleva a no más preguntas —interrumpió el padre.
— Es mi hijo y yo decido qué y cuando preguntar cosas —dijo ella mirándolo con molestia.
— Nueve meses —dijo Roger hablando en voz baja.
— ¿Tanto?
— Sí —respondió.
— Debí darme cuenta que era marica cuando se puso esa cosa en el cuello —espetó el padre.
— Michael, ya deja de llamarlo así —dijo Winifred—. Roger, ¿cuánto tiempo llevas así?
— ¿Que me gusten los chicos...?
— Por supuesto, imbécil ¿de qué estamos hablando?
— Michael, cállate.
— Dos... dos años —respondió mirando al suelo.
— ¿Por qué nunca nos dijiste? —preguntó Winifred—. Y no tienes que agachar la cabeza, no has hecho nada malo.
— ¡Que le gusten los hombres es malo! —repuso Michael.
— ¡Por dios, ya para con la actitud de macho! ¡Es tu hijo! —exclamó la madre. El mayor no dijo nada.
— Tenía miedo —admitió Roger.
— ¿De qué?
— De que no me aceptaran y que ya no me quisieran. Ya sabes lo que pasó con Jace...
— Lamento que hayas tenido que afrontar esto solo —dijo Winifred.
— Les juro que intenté ser normal... —dijo Roger—. Pensé que si salía con Debbie me dejarían de gustar los chicos, pero no fue así y preferí terminarle...
— Para mí sigues siendo un bicho raro —dijo su padre.
— Perdón que hayan tenido que enterarse así... yo iba a decirles en el auto...
— ¿Para que chocáramos? —preguntó el padre.
— No, yo...
— ¿Qué?
— Lo amo —soltó—. Amo a Brian como nunca he amado a alguien y él me ama a mí. Me hace feliz.
— Solo ve a la ducha, Roger, no quiero hablar contigo —dijo su padre saliendo de la habitación.
(...)
— Brian, ¿vas a decirnos qué pasó? —preguntó Clare mirando atentamente al chico.
— Nos descubrieron —respondió triste.
— ¿Drogándose? —preguntó la niña.
— Besándonos —repuso Brian. Tanto Clare como Adeline lo miraron con sorpresa.
— ¿Besándose? —repitió Clare.
— Sí —asintió Brian—. Roger y yo somos novios, ¿bien? Les digo porque iban a enterarse de todos modos.
— Vaya... —soltó Adeline.
— Solo no se rían de él, ya tiene bastante con sus padres —dijo Brian.
— No voy a reírme de él —dijo Clare—. Ni de ti. No tiene nada de malo.
— ¿Tú crees?
— ¿Cómo va a serlo? Es feliz contigo. Es mi hermano y lo quiero.
— Gracias...
— Solo quiero saber un par de cosas —dijo Clare.
— Adelante —suspiró Brian.
— ¿Cuando ponían música lo estaban haciendo?
— No, no —rió un poco—. Solo poníamos música para hablar o... bueno, besarnos. Aún no lo hemos hecho.
— ¿No? ¿Absolutamente nada?
— ¿Qué cosas andas leyendo en internet, Clare? —preguntó Brian riendo un poco—. Solo hemos llegado a segunda base.
— ¿Qué es eso? —preguntó Adeline.
— Acariciarse mientras te besas con alguien, tonta —respondió Clare—. Pero sin llegar a ser subido de tono.
— En serio, ¿cómo sabes esas cosas? —volvió a preguntar Brian. La niña se encogió de hombros.
— Segunda pregunta, ¿lo amas? —preguntó Clare. Brian sonrió.
— Lo amo como Romeo amó a Julieta. Incondicionalmente.
Ambas niñas soltaron una exclamación de ternura al oírlo. Brian se había puesto rojo y se tapaba el rostro riendo levemente.
— Entonces solo me queda felicitarlos —sonrió la niña.
— Vaya... yo... gracias, Clare —dijo Brian sinceramente. Ella simplemente sonrió.
Tras que todos estuvieran listos, cargaron el auto y partieron. Roger iba mudo y el padre claramente molesto. Brian pensó que quizás los separarían, pero al menos no fue así.
— Bueno —habló Michael—. Hoy en la mañana descubrimos que Roger es marica y que está con Brian.
El nombrado suspiró encogiéndose en su puesto.
— Michael, ya cállate —dijo Winifred molesta.
— Puedo criar a mi hijo como quiera.
— Y yo también, así que guarda silencio ahora mismo o cuando lleguemos a casa duermes en el sofá.
El hombre no dijo nada. Roger sabía la razón, su padre no era un mal hombre, quizás algo homófobo, claro, pero no malo. Siempre había cuidado de él y Clare, y jamás le había levantado la mano a su madre. Además era amable con todos. Bueno, la mayoría. Y siempre intentaba ayudar al resto.
Aunque en aquellos momentos no estuviera demostrando eso.
El camino iba silencioso, ni siquiera Adeline y Clare conversaban. Claro, se notaba que lo hacían mediante sus celulares para evitar problemas, pero no habían abierto la boca.
Tras algunas horas, hicieron una parada para ir al baño, y cuando retomaban la marcha, el paisaje semiárido de la pista lo tenía mareado, además estaba horrorizado respecto a qué podría suceder cuando volvieran a la casa. Quizás le prohibirían ver a Brian y aquello era lo que menos quería, incluso prefería quemar su propio celular antes que eso. Esperaba que su madre no permitiese tal castigo, ella era la única esperanza que tenía en aquellos momentos. Literalmente. Quizás Clare, pero no quería que ella fuera castigada por un tema suyo.
Seguían en silencio, sumidos en sus pensamientos hasta que el padre volvió a hablar.
— Roger... quería disculparme por cómo reaccioné —dijo de forma directa—. Fui hiriente e irrespetuoso.
El chico no evitó sorprenderse, abriendo la boca y los ojos, estos últimos un poco más de lo que se abren comúnmente.
— No te preocupes, papá... —respondió un poco más tranquilo—. Respeto tu punto de vista y... entiendo que te moleste.
— No... no me molesta —admitió—. Quiero que sepas que pese a lo que dije, me alegra que estés feliz y no importa si Brian es un chico o no. Se aman y... Lamento no haberte dado la confianza suficiente como para decirme en un inicio.
— No tienes que disculparte por eso... gracias, papá, de verdad —sonrió un poco y se apoyó en el hombro de su novio—. Te amo mucho.
— Yo también, hijo —respondió el hombre—. Y lamento no haber estado contigo cuando tuviste dudas. Debió ser difícil.
— Mamá habló contigo, ¿no? —interrumpió Clare. Michael rió un poco.
— Quizás, pero todo esto se lo digo de corazón. No importa si están de la mano o abrazados, tampoco si los veo dándose un beso. Al fin y al cabo son novios.
Roger sonrió más y asintió. Brian le sonrió y le pasó la mano por los hombros.
— Solo espero que respetes a mi hijo —dijo el hombre dirigiéndose esta vez a Brian.
— Tranquilo, señor, no lo obligaré a nada —dijo sin mentir.
— No te estoy diciendo eso, me refiero a que aunque Roger se te ofrezca en bandeja de plata no vas a andar haciendo esas cosas con mi hijo, al menos mientras vivan bajo mi techo, ¿bien? —dijo, todos los presentes en el auto rieron—. No era una broma.
— Si cuidas así a Roger no quiero ni imaginarme como lo harás con Clare —rió Winifred. El hombre sonrió.
— Lo siento, pero igual, ¡quiero a mi hijo como un niño aún!
— Ay papá, si lo hacemos todo el tiempo —bromeó Roger, el hombre se la creyó y abrió mucho los ojos—. ¡Era broma, era broma! ¡No lo hemos hecho, lo juro!
— Bien... —rió un poco—. Y que se quede así, aún eres muy niño.
— Tengo diecisiete, papá —sonrió un poco Roger.
— Aún así. Para tu madre y yo eres nuestro niño igual —dijo. Roger volvió a sonreír.
— Está bien.
Tras varias horas de viaje, Roger se durmió en el auto y abrazado a Brian. El mayor le acariciaba el cabello y miraba el paisaje, de vez en cuando mirándolo a él. Clare y Adeline no dejaban de hablar y los padres habían puesto música. Claramente el ambiente era distinto. Uno mejor.
— Bri —habló Winifred, el nombrado los miró atento—. Cuídamelo, por favor.
— Lo haré, señora Taylor, lo prometo—aseguró. Los dos progenitores sonrieron.
El viaje siguió así. Cuando Roger despertó no cambiaron muchas cosas, solo que quizás él y Brian aportaron al parloteo que se oía en el auto, con sus manos tomadas sin miedo.
— Eh... hijo, ¿la gargantilla de dónde la sacaste? La verdad —pidió su padre.
— Me la regaló Bri —respondió jugando con la pequeña Estrella colgante—. Para cuando cumplimos nueve meses.
— Ya veo... y también puedes usarla. Es como si yo no usara algo que tu madre me regalara.
— Gracias, papá.
— Solo intenta no seguir mintiendo —dijo.
— Por supuesto, solo era eso, tampoco mentía cuando decía que íbamos a ir a algún lado.
— Está bien, te creo.
Después de varias horas, llegaron al aeropuerto y acomodaron sus cosas en el avión para poder viajar. Iban cansados, pero supusieron que podrían dormir allí mismo, mientras estaban en viaje.
Sabían que quedaba un último asunto pendiente, el cual era decirle a los padres de Brian. Así que decidieron hacerlo directamente el día siguiente de haber vuelto.
Claro, tuvieron que ordenar varias cosas y todo en familia, pero a penas terminaron, Roger le avisó a sus padres y fue a la casa de su novio.
Caminó hasta llegar, y al hacerlo tocó la puerta. El mismo rizado abrió y se sonrieron para luego saludarse. Posteriormente entraron y Brian llamó a sus padres.
— Siéntate, ¿sí? No tardan —aseguró y Roger asintió.
Ambos progenitores llegaron y también se sentaron tras saludar al rubio.
— ¿Qué sucede, Bri? —preguntó su madre.
— Tengo algo que decirles —dijo el nombrado—. Incluye a Roger.
— No están drogándose... ¿verdad? —preguntó el padre.
— No, no es eso —aseguró—. Lo diré y ya... eh...
— Vamos, cariño, sea lo que sea nos puedes decir —aseguró ella. Brian asintió.
— Roger y yo somos novios —dijo tensándose al instante.
— Ay, Bri...
— ¿Q-Qué? —preguntó asustado ante lo dicho por su madre.
— Ya lo sabíamos —sonrió su padre—. No eres bueno ocultando cosas.
— ¿Eh? —preguntaron ambos bastante confundidos.
— De partida, si van a besarse en el jardín, no crean que es imposible verlos —sonrió también la madre—. Pero estábamos esperando a que tú nos dijeras. Tardaste un poco, ¿no?
— Eh... quizás —respondió Brian riendo un poco y sintiendo como un peso salía de su cuerpo.
— Tranquilo, Bri —dijo su padre—. Eso no te hace menos hombre, y tampoco hace que te queramos menos.
— Está bien... gracias —sonrió.
— Y Roger, cuídalo por favor —pidió el padre.
— Por supuesto.
Y claro, aquello los dejó más tranquilos y seguros. Ya no tenían que esconder nada, no tenían que tener miedo de una reacción, o de un rechazo.
Y sabían que su amor no sería algo malo. Solo sería amor, y nada más.
The End
~•~•~
Uff 9600 palabras. Pasé un récord.
Bueno, estuve como una semana escribiendo esto jaj, pero ya está listo uwu
Ps: pongan The End de los Beatles cuando se pone The End ahr perdón.
Bueh, esto se me ocurrió cuando me fui de vacaciones xd, así que lo hice, sé que es larguísimo, pero era muy corto para hacerlo historia. De todas formas, me gustaría escuchar algunas sugerencias respecto a ello. Porque intenté evitar el relleno lo mejor posible xd
Así que eso, gracias por leer, los tkm 🖤
- Em
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