• cats •

La gente solía decir que los gatos te cambiaban la vida.

Así que adoptar un gatito debió ser la mejor idea que Midoriya Izuku tuvo para ayudar a controlar su ansiedad.

Se lo había recomendado su terapeuta. Y también varios de sus amigos. Midoriya necesitaba algo de qué ocuparse con el verano que pronto llegaría. Los animales eran capaces de quitarte el estrés con tan solo jugar contigo, y sus peludos hocicos traían sonrisas a cualquiera que no tuviera el corazón hecho de piedra.

Necesitaba la compañía de otro ser que no esperase demasiadas cosas de él, más que limpiarle la caja de arena y tener su plato de comida siempre lleno.

Solo que, claro... Midoriya no esperaba adoptar al gato más odioso de todo el refugio.

Pero Izuku no había podido quitar sus ojos de encima de aquel gatito, ignorando por completo a la gran variedad de maullantes mininos que el refugio —y veterinaria— EraserHead tenía para ofrecer.

—¿Este? —preguntó Shinsou, el chico del refugio que ayudaba al dueño—. Solo es un poquito difícil. Pero te aseguro, en el fondo, es mucho, muuuucho...

—¿Más cariñoso? —completó Izuku, ilusionado.

Shinsou solo le dedicó una mirada sombría. Y una mueca que se delataba por sí sola.

—No —dijo con seriedad—. Mucho peor.

Midoriya parpadeó confundido mientras miraba a la bolita de pelos dorados y erizados que le siseaba desde su jaula. Se notaba a simple vista que no era una nube de dulzura y ronroneos; más bien parecía un tornado de rasguños y bufidos.

También tenía grandes ojos rojos, que parecían perforar adentro de su alma con una sola orden que, al menos Midoriya, interpretaba de una sola manera:

Adóptame. Adóptame. Adóptame.

Demuéstrame que me querrás de todas formas.

Parecía una especie de desafío. Un desafío para cambiar el corazón negro de aquel pequeño gato de ojos furiosos.

E Izuku era débil ante cualquier desafío que implicase sacar lo mejor de una persona —o animal—, costase lo que costase.

Shinsou solo suspiró, y accedió a traer la jaula para que Midoriya se llevase por fin a aquella pequeña bestia del refugio —le escuchó farfullarlo entre dientes— que aterrorizaba al resto de gatos.

Pero Izuku no se dejó intimidar. Estaba maravillado ante la pequeña criatura que se agazapaba ante una esquina, desafiante y a la defensiva, ante ese extraño que metía su dedo entre las ranuras de la jaula solo para poder acariciarlo.

—Vamos, ven —Izuku le silbó—. Estoy seguro que seremos buenos amigos.

El gato dejó de sisear por un instante. Cauteloso, acercó sus peludas patitas en dirección a los dedos llenos de cicatrices de Midoriya. Tenía el corazón latiéndole fuerte, ya que no estaba seguro de qué pasaría a continuación.

Como el felino cazador que era, escaneó con sus ojos rojizos al intruso. Claro que Midoriya no era una amenaza —alguien que prefería CardCaptor All Might por sobre All Might's Bizarre Adventure no podía ser una amenaza—, pero eso el gato no lo sabía.

Siguió acercándose, despacio. Midoriya volvió a agitar su dedo para llamar su atención.

Primero sintió su húmeda nariz contra su piel. Le hizo cosquillas, y hasta soltó una pequeña carcajada que asustó al animal por un instante.

Pero eso no le impidió seguir examinándolo. Pasó su nariz por cada pedazo de piel libre adentro de la jaula. Incluso le lamió los dedos con aquella lengua lijosa que tenían los felinos.

Finalmente, acercó la cabeza hacia la curva de sus dedos para frotarse contra ellos. Su pelaje suave le acarició la piel como si de un algodón se tratase.

Midoriya sintió que se le derretía el corazón, y supo entonces que aquello con ese gatito debía ser amor a primera vista.

—Te vas a llamar Kacchan —dijo Midoriya con una sonrisa.

A partir de entonces, Izuku se preguntó si los gatos, de alguna forma, podían entender a los humanos.

Porque Kacchan le hundió los dientes en el dedo, como si estuviera completamente inconforme con su nombre.

* * * *

Midoriya se llevó a Kacchan, a pesar de todo. Era hasta divertido ver el rostro que sus familiares y conocidos ponían cada vez que comentaba que llevó a casa al gato que le costó una sutura en el dedo por la profundidad de la herida.

—Es el diablo —dijo Ochako, su mejor amiga, el día que conoció a su nueva mascota—. Te lo juro, siento que la muerte me acecha cada vez que me mira.

—Pero, ¿qué dices? ¡Si Kacchan es un amor!

Ni siquiera Midoriya se lo creía del todo.

Ellos estaban en la cocina disfrutando de un batido para refrescarse por las altas temperaturas mientras el gato les observaba desde lo alto del refrigerador.

A Kacchan le gustaba subirse al punto de más altura que encontrase en la casa. Observaba todo como si de un rey se tratase, y también era perfecto para saltar encima de Midoriya y atacarlo en la mitad de la noche por si se levantaba a tomar agua.

Empezó a acostumbrarse a llevar una botella para tener en su mesa de noche. Y a poner un cascabel en su collar para al menos saber cuándo acontecería la desgracia.

Y que no le provocase un infarto.

El gato se negaba a dormir con él. Tampoco le gustaba que se acercasen a acariciarlo, a menos que a él le apeteciese recibir atención y sería capaz de mordisquearte el pie hasta que lo hicieras.

—Este gato te odia, Deku —siguió Ochako—. Fijo que es por ese nombre estúpido que le pusiste.

—Kacchan ama su nombre.

Kacchan, demostrándole que poseía un intelecto superior al resto de los de su especie, bufó al escuchar su nombre. Ochako levantó la palma hacia el animal, queriendo demostrar que tenía razón.

—Solo tiene problemas de adaptación —se excusó Izuku.

—¿Desde hace dos meses? —Ochako arqueó una ceja.

—¡Yo le quiero! —Midoriya se golpeó el pecho—. ¡Y también haré que me quiera!

—Pues iré preparando tu ataúd.

Midoriya no le dio importancia. Ochako solo era una exagerada. Sí, puede que Kacchan tuviese un carácter de mil diablos, ¡pero su vida sí que era mucho mejor desde que el gatito llegó a su vida!

El simple hecho de tener que cuidar de él le hacía pensar menos en su ansiedad. Y, las poquísimas veces que se acurrucaba consigo en el sofá, todo parecía que iría mucho mejor.

Además, de a poco iba conociéndolo. Se dio cuenta que a Kacchan solo le gustaba el alimento balanceado sabor a pollo —el de pescado y el de carne acababan vomitados sobre sus pantuflas de All Might—, las cajas de sus figuras de acción en las cuales anhelaba meterse y que los baños eran un enorme NO con letras rojas y luminosas si es que apreciaba conservar su brazo.

No era tan difícil como todos exclamaban.

Solo no tenían un corazón tan grande como el de Midoriya.

* * * *

Sacar afuera por primera vez a su gato debió haberse considerado disciplina olímpica.

—¡Vamos, Kacchan! —Izuku tironeó de la correa—. ¡Mira qué bonito y soleado esta el día!

El gato, ya casi del doble del tamaño que tuvo al llegar, y tan peludo como la melena de un león, bufó hacia los escalones que daban al jardín delantero de la casa.

Izuku tironeó con más fuerza de la correa que sujetaba al arnés del animal. Sintió que Kacchan clavaba sus garras sobre la madera para evitar ser llevado en contra de su voluntad.

Pero Midoriya era persistente.

—¡Anda, Kacchan! —exclamó entre dientes—. El aire fresco te va a hacer bien, bebé.

El gato le dedicó una mirada asesina. Una especie de amenaza latente de que se abalanzaría sobre él en venganza cuando menos lo esperaba.

—¡Por favor!

Midoriya ya estaba gimoteando. Dudaba mucho que generar lástima en su mascota funcionase, pero al menos lo intentaba.

Una voz profunda y desconocida le habló desde algún lugar a sus espaldas, sacándole un buen susto que terminó en un respingo:

—Debes hacerlo practicar con el arnés en casa y darle premios para que se incentive. Dale su bocadillo favorito y verás cómo obtienes buenos resultados.

Ahogó un jadeo ante aquella voz salida de la nada. El pelaje de Kacchan se erizó.

Izuku giró la cabeza en varias direcciones hasta que logró enfocar al extraño que acababa de sacarlo de su ensimismamiento.

Se sorprendió bastante al descubrir a un chico como de su edad, con cabello bicolor y una extraña cicatriz que le atravesaba el rostro; eso no quitaba el hecho de que sus rasgos eran bastante simétricos y perfectos.

En sencillas palabras... era hermoso.

Vaya, vaya, pensó para sí mismo. Se ve bastante sabroso.

Pero, ¿por qué sentía que lo conocía de alguna parte?

Quiso abofetearse mentalmente. Porque, por supuesto: era su vecino, hijo de la familia rara de al lado que nunca interactuaban con los del vecindario.

Pensó que un ejemplar así de hombre debería haber interactuado más a menudo con la plebe. Incluso la plebe que salía a pasar a su amargado gato con pijamas de All Might y crocs, como él.

—¡O-oh! —Midoriya balbuceó con una sonrisa nerviosa—. ¡Gracias por el dato! Kacchan se estaba haciendo un poco de rogar.

El chico no le devolvió la sonrisa. Tanta seriedad estaba intimidándole.

—¿Lo adoptaste hace poco? —inquirió el muchacho—. No le he visto por los tejados.

—Hace unos meses —Izuku comentó—. Pero tenía miedo de que saliera solo y se perdiese, así que prefiero enseñarle yo mismo algo del mundo exterior antes de que decida volar del nido.

Midoriya observó a Kacchan, que se había acostado con las patas hacia arriba sobre el pórtico y empezó a dormitar.

—Dueño responsable —asintió el chico—. Mi gato siempre fue un tornado. El segundo día en casa después de adoptarlo ya quiso salir a explorar. Se escapó por la ventana de mi hermano y regresó con un pajarito muerto entre el hocico que depositó en mi puerta.

El chico apretó la boca un instante. Midoriya estaba horrorizado al escuchar toda la historia.

—Se veía bastante orgullo —decidió seguir—. Es que cuando te traen animales muertos es porque te quieren, es su forma de decir que cuidan de ti al traerte algo que ellos creen podrías comer.

—Oh... ¡Oh! —exclamó Midoriya al desembelesarse de mirar su bello rostro—. Eso es... fascinante.

Fascinante era hablar de gatos con tu guapo vecino como si fueran dos viejas que cuentan las excitantes experiencias de sus nietos recién nacidos haciendo popó.

Una actividad de lo más dinámica.

—Bueno... me gustan los gatos —dijo el chico de pelo bicolor—. Así que... si tú tienes alguna duda...

—Ya sé dónde vives —completó Midoriya de forma veloz. Quiso morderse la lengua por parecer desesperado—. D-digo, ¡somos vecinos!

El muchacho asintió, luciendo un poco más inquieto. Saludó a Midoriya con la mano, y decidió regresar zumbando de regreso al interior de su casa. Pudo atisbar un poquito que tenía un trasero bastante duro.

Izuku se quedó allí, pasmado, observando el lugar en donde el vecino guapo estuvo segundos atrás dándole consejos de maternidad gatuna.

El maullido de Kacchan —que al parecer se había despertado—, le trajo de regreso a la tierra de los mortales.

El animal le miraba como una especie de esposa enojada y celosa, arqueando la espalda en una pose amenazante. Izuku le frunció el ceño.

—A ver cuándo me traes tu animal muerto para que sepa que me quieres —dijo antes de suspirar y regresar a la casa tras el fallido paseo.

Por supuesto, Kacchan nunca le llevó un animal muerto a su puerta.

* * * *

Los días pasaban, y nada parecía mejorar entre la relación de Izuku y Kacchan.

El animal era brutal. Y todo parecía ponerle de malas, ya que Midoriya nunca se salvaba de sus salvajes rasguños y mordidas. Tenía la mano con el doble de cicatrices a causa del animal.

Inko no le tenía demasiado aprecio, pese a que nunca levantó una sola garrita ante ella. Era Midoriya el blanco de sus frustraciones felinas.

A veces le cansaba. Él tenía mucho amor para dar a aquel gato, pero el animal se negaba a quererlo. Ni siquiera sabía qué estaba haciendo del todo mal para ser maltratado de aquella forma.

Física, mental y psicológicamente.

—¡Kacchan! ¡Fuera del escritorio!

Y allí iba el gato a tirar toda su invaluable colección de figuras de All Might al suelo.

—¡No rasguñes el sofá!

Y allí tenía que ir Izuku a ahorrar dinero para pagar el nuevo tapizado.

—¡Kacchan! ¡No muerdas a Mighty Junior!

Y allí quedaban los restos de su conejo de peluche sobre el suelo; muerto y despedazado ante el territorial gato que no aceptaba a nadie que pudiese ser una amenaza para él.

A veces era demasiado desalentador convivir con aquel bicho.

Pero, una tarde casi al anochecer, cuando hacía demasiado calor como para poder existir... Midoriya lo olvidó, y una ventana quedó abierta.

Se dio cuenta de ello demasiado tarde.

—¡Mamá! —gritó Izuku desde la sala, corriendo de aquí para allá—. ¿Has visto a Kacchan?

Inko asomó su cabeza desde la cocina.

—¿No está durmiendo arriba de algún mueble?

—No.

—¿Bajo mi cama? Sabes que se esconde allí cada vez que lo buscas.

—Ya me fijé —Izuku suspiró con preocupación—. ¡Lo busqué por toda la casa!

—Ya aparecerá, cariño. Casi es hora de la cena y nunca se la pierde.

Inko sonreía para calmarlo, pero nada podría llevarse la angustia que Izuku sentía al pensar que su gato no estaba en casa.

Y fue entonces que lo descubrió —la ventana abierta.

Su corazón casi se detuvo. Fue trotando hasta ella, casi dando un traspié. Se encaramó sobre la misma, y observó hacia la oscura noche y a las copas de los árboles de la cuadra para ver si Kacchan estaba por allí.

También salió de su casa y gritó por él. Pero el gato no aparecía. Dio vuelta toda la cuadra, buscando en las esquinas, con el alma en un puño, por si había sido víctima de un coche o un perro callejero.

Sentía que se quedaba sin aire de solo pensarlo. Puede que Kacchan fuese gruñón, pero ese gato lo era todo para él.

Era su compañero.

Su amigo —o algo así.

Pero había desaparecido. Tal vez para siempre.

E Izuku no tuvo más remedio que volver a casa. Deseando que Kacchan no hubiese sido tan infeliz como para escaparse de él.

* * * *

Midoriya apenas había podido conciliar un sueño demasiado ligero cuando un alboroto de afuera le despertó.

Era un ruido demasiado extraño. Algo así como chillidos, y también gruñidos guturales. Las hojas crujían, pero fue el ruido de un contenedor metálico de basura rodando por el suelo el que le despabiló por completo.

Izuku tuvo terror de repente.

Se arrastró hacia su ventana y la abrió. Apuntó con la linterna de su teléfono móvil en busca de qué diablos estaba pasando.

—¿Pero qué...?

La luz de la linterna, temblorosa por su mano adormilada, enfocó algo anómalo de repente en el jardín trasero de su casa.

Midoriya tuvo que tallarse los ojos para estar completamente seguro de lo que estaba viendo.

La mandíbula se le cayó hasta el suelo.

—¡¿Kacchan...?! —chilló histérico.

Su gato giró la cabeza al escuchar su nombre. Bueno, no solo su gato...

¡Un gato pelirrojo, que le doblaba en tamaño, también volteó hacia Midoriya!

Ambos se miraron con completa estupefacción. Pero no era solo eso —Izuku, por un instante, creyó que el gato pelirrojo estaba tratando de lastimar a Kacchan y ya casi estaba preguntándose cuál de sus figuras de All Might funcionaría mejor como arma letal, hasta que...

Descubrió que el gato pelirrojo estaba encima de Kacchan. Como, encima para montarlo.

Para follar.

¡Ese maldito gato estaba sodomizando a su Kacchan! ¡Y el muy marrano de su gato no se oponía!

¡No solo tenía un gato amargado, sino que también era homosexual!

Bueno, que los animales se parecían a sus dueños, pero ya...

Izuku empezó a chillar desaforado sin importarle que los vecinos pudiesen denunciarlo con la policía.

Él no iba a dejar que un sinvergüenza pelirrojo se llevase la florecita de su gato.

—¡Kacchan! —gritó Izuku—. ¡Vuelve aquí, ahora!

Kacchan le observó con sus grandes ojos rojos, sin moverse.

El gato pelirrojo pareció desafiar a Midoriya, ya que se acomodó mejor para seguir montado encima del otro más pequeño.

Izuku estaba completamente horrorizado de tener que presenciar aquella escena pornográfica, homosexual y felina.

Como si su vida no hubiese sido ya horrorosa...

A Midoriya no le importó nada, y saltó desde su ventana hasta el patio. Se acercó sigiloso, para no espantar a Kacchan. Al parecer funcionó, ya que fue el gato pelirrojo el que se asustó y se separó del otro, huyendo por la tapia que separaba su casa de la del vecino guapo.

Kacchan estaba quietecito sobre el césped, observándolo asustado, mientras las manos de Midoriya buscaban capturarlo entre sus brazos.

—¡Te tengo, gato culisuelto!

Pero el felino reaccionó. Escapó justo a tiempo de las manos de Izuku, y corrió en dirección a la ventana abierta de su cuarto para colarse a través de ella.

Midoriya suspiró. Al menos, su gato estaba vivo. Y en casa.

Después podría regañarlo acerca del sexo con desconocidos.

Se arrastró de regreso a su cuarto. Solo para encontrar a Kacchan en su cama desordenada, moviendo la cola en un vaivén hipnótico. Casi retándolo a que lo echase de la misma y afrontase las consecuencias.

Trató de sacarlo, pero sus garras se le hundieron en la piel hasta que le salió sangre.

—Supongo que dormiré en la sala —suspiró Midoriya con lagrimillas en los ojos.

A veces se preguntaba quién de los dos era el dueño.

Pero nunca se cuestionaba quién mandaba en la casa.

* * * *

Las cosas fueron diferentes desde aquel día.

Midoriya lo adjudicó a la pérdida de la inocencia de su gato. Esas cosas cambiaban a la gente —o eso decía Ochako. No es como si alguno de los dos pudiese saberlo porque tenían más virginidad que un frasco de aceite de oliva.

Pero Izuku estaba seguro que algo andaba diferente en su hogar.

Kacchan estaba cada vez más y más perezoso. También comía el doble, y estaba el doble de amargado. Ya hasta había aprendido a andar con mangas largas a pesar del sofocante calor adentro de la casa.

Ochako se mofaba de sus desgracias.

—Solo tú tendrías un gato gay —Le salió un bufido—. Esto es tan tragicómico...

Iida, su otro mejor amigo, se acomodó las gafas antes de hablar:

—Agradece que no usa las almohadas para satisfacer sus necesidades. Tengo un recuerdo no muy grato con el poodle de mi hermano y mi almohada favorita...

Ochako seguía burlándose de ambos, pero Izuku no le prestaba atención.

Estaba demasiado enfocado en Kacchan, que se arrastraba por la sala —con mucha mala hostia—, pero como si estuviera sufriendo de alguna manera. Sus quejidos se lo decían.

Dejó a sus mejores amigos discutiendo acerca de deseos sexuales en el reino animal, y él se acercó con cuidado hasta Kacchan. Notó que el animal ni siquiera reparó en su presencia, ni un solo bufido hacia el dueño al que tanto le hacía la vida imposible.

—¿Kacchan? —preguntó Midoriya con un hilo de voz.

El gato volvió a quejarse. Izuku lo atrapó con las manos en cuanto se tambaleó y amenazó con caer de bruces contra el suelo.

Lo sostuvo entre sus brazos, contra el pecho, mientras el gato no dejaba de revolcarse —no porque su dueño le abrazara— sino porque algo parecía inquietarle demasiado.

Izuku debía tener un rostro horrorizado como si fuese una madre primeriza. Iida y Ochako corrieron a su lado.

—¿Por qué ese gato no te ha sacado ya un ojo...?

—No sé —respondió Izuku preocupado—. Creo que algo le duele...

—Deberíamos llevarlo al veterinario —propuso Iida. Agitó las manos hacia la puerta—. Tengo mi coche, podemos ir ahora.

Ninguno opuso resistencia. Los tres amigos salieron a los trompicones de la casa al par de minutos, con el gato agonizante en brazos y una incertidumbre horrible de lo que podía estar pasando.

Iida arrancó el vehículo. Ochako observaba a Izuku desde el asiento delantero; miraba aterrorizado hacia su gato que no dejaba de quejarse.

—Todo va a estar bien —Trató de alentarlo su amiga—. Ya verás que en cualquier momento te deja una cicatriz en la cara del tamaño de Rusia.

Midoriya quería reírse, pero no pudo.

Kacchan acababa de acurrucarse en sus brazos. Por primera vez desde que le había adoptado.

Y eso no parecía ser una buena señal.

* * * *

Midoriya casi se desmayó cuando Shinsou —el chico del refugio, que era asistente de Aizawa, el veterinario— llegó con el veredicto tras examinar a Kacchan.

La mandíbula le cayó hasta el inframundo y no por alguna grata sorpresa.

—¡¿Embarazado?! Kacchan... ¡¿está embarazado?!

—Embarazada —Shinsou corrigió—. Kacchan está embarazada.

Tanto Midoriya como sus dos amigos no podían verse más anonadados por la noticia. Kacchan, en brazos de Shinsou, ronroneaba por primera vez en lo que debía ser toda su vida.

Izuku quiso hablar, pero las palabras no salían de su boca.

—¡Eso no es cierto! ¡Kacchan es macho!

—No, estoy seguro que es hembra —Shinsou frunció las cejas—. Los machos no se embarazan.

—¡Nunca me dijiste que era una hembra! —Izuku chilló.

—Nunca preguntaste.

Shinsou rodó los ojos y le ofreció a su felino. Midoriya, que estaba en modo automático, le tomó entre sus brazos. Le sorprendió que no le atacase, y que de hecho empezase a jugar a atrapar uno de los alborotados rizos de su cabeza.

—Te equivocas —intervino Iida—. ¡Igual no tienes certificación veterinaria!

—He visto más gatos que personas en mi vida —Shinsou espetó—. Puedo hacerle una ecografía, pero les costará dinero. Y es obvio que está embarazada, hasta se le están hinchando los senos. Debe tener unas dos o tres semanas.

Izuku seguía en shock. No podía creer que Kacchan, su gato, era...

Una gata.

Y que estaba embarazada.

Aquella escena con el gato pelirrojo empezó a cobrar inquietante sentido en ese momento.

Si tan solo nunca hubiese dejado la ventana abierta por el calor... podría seguir viviendo en la feliz ignorancia...

—Tráela dentro de un mes y medio —continuó Shinsou—. No creo que sepas mucho sobre cómo ayudar a una gata con su embarazo...

—¡Deja de decir que es una gata! —estalló Midoriya.

—¡Es una jodida gata!

Midoriya gimoteó. Aquello no podía estar pasándole, claro que no.

¿Qué diablos haría él con una manada de gatitos? Apenas podía soportar a un amargado gato. Bueno, gata.

Todavía no podía superarlo.

Ochako se burló de él todo el camino de regreso. Iida lo regañó por ni siquiera saber dilucidar el sexo de su mascota.

Kacchan descansaba en su regazo.

Sería un largo mes y medio.

* * * *

Fue un muy largo mes y medio.

Había tenido que soportar los cambios de humor de su gato —se negaba a decirle gata— y comprar el doble de alimento balanceado, así como otras comidas con ciertos nutrientes que podrían necesitar los gatitos. Pagó la ecografía en la veterinaria, y también se desveló varias noches —pese a tener escuela al día siguiente— para prepararse a la llegada del gran día.

Y, finalmente, lo hizo.

Izuku llevaría esa mañana a Kacchan para que diera a luz. Aizawa le dijo que eran demasiados gatitos para un cuerpo tan pequeño, y que un parto natural podría dejarla al borde de la muerte por todo el esfuerzo.

Así que Midoriya tuvo que hacer trabajos por el vecindario, como pasear perros y podar el césped así podría pagar la operación del pobre animal.

—Las cosas que hago por amor —farfulló Midoriya a Kacchan, que dormitaba en su cama.

Su vientre estaba demasiado hinchado. Se veía divertido, como una pelota peluda y dorada. Según Aizawa, debía haber al menos seis gatitos allí adentro.

Midoriya ya fantaseaba con los nombres que iba a ponerles. Los colores de sus collares. Todo.

No es como si pudiera quedárselos a todos. Pero al menos podría disfrutarlos por un par de semanas.

Iida y Ochako le acompañaron en aquel día tan importante. Debieron llevar a Kacchan en una jaula, ya que se veía más irritado que de costumbre.

—Ya cálmate —Ochako le regañó—. No es como si se fuera a morir.

—¡Pero le van a poner anestesia! ¡Y sutura! ¡Y le va a doler! —lloriqueó Izuku—. Oh, mi pobre Kacchan...

La gata le bufó desde la jaula.

—De pobre, nada —espetó ella—. Bastante entendida es como para andar entregando el trasero a cualquier vagabundo del vecindario.

Izuku entrecerró los ojos y agitó el puño al aire. Aquel maldito gato pelirrojo. Pero ya, ya llegaría el día de la venganza.

Ese día tenía otras preocupaciones.

Dejó a su gato —gata— entre lágrimas al veterinario. A Kacchan no pareció afectarle mucho la despedida momentánea.

Sus amigos lo llevaron a almorzar y al cine —vieron el remake de All Might En El País de las Maravillas— para que se distrajera, pero era casi imposible. Su mente volaba todo el tiempo hacia Kacchan, en la sala de cirugía, mientras le abrían el estómago de par en par para sacar a las larvas que consumieron su energía y nutrientes en ese último par de meses.

De repente odiaba a los gatitos.

—Yo quiero uno de los bebés —dijo Ochako tras sorber de su bebida—. Le voy a poner Gran Torino.

—Admito que también quisiera un gatito —dijo Iida—. ¡Pero no le pondría un nombre tan soso y ridículo!

—Vamos, tú seguro le pondrías tarea de matemáticas.

—No eres quien para hablar —Tenya agitó la mano—. Y Midoriya tampoco, que ya sabemos que seguro le pondrá All Might.

—Orumaito se escucha más chulo.

Izuku permaneció callado durante todas las discusiones de aquellos dos. Al menos le tranquilizaba saber que dos de aquellos gatitos tendrían un hogar seguro donde les amarían.

Pero, ¿y los otros cuatro? Tal vez Tsuyu quisiera uno. O Aoyama. Ya hostigaría a todos sus conocidos para se hicieran con uno de los bebés llegado el momento.

Y hablando de momentos...

¡Ya eran las cinco! ¡Tenía que correr a buscar a su gata!

Estuvo gritándole a Iida todo el trayecto en coche, al punto de que casi atropellaron a alguien que andaba en bicicleta. Pero Izuku no era bueno manejando la ansiedad, y mucho menos si su gato —gata— estaba esperándole para que lo recogiese.

Bajó de un salto del carro antes de que se detuviera frente al refugio y veterinaria.

—¡Midoriya...!

Fue como una bala hacia el interior del lugar. En la sala de espera estaba Shinsou, bebiéndose un humeante vasito de café. Ignoró a Izuku hasta que le chilló histérico cerca del oído.

—¡Ya llegué por Kacchan!

El chico dio un respingo, provocando que derramase todo el café sobre el libro que había estado concentrado. Dio una mirada asesina a Midoriya.

—¿Ha salido todo bien? —Midoriya preguntó con las palmas juntas—. ¿Él... ella está bien?

—Todavía no se despierta. Es mejor que la lleves así y salga de la anestesia en un lugar familiar. Deberás darle mucho cariño y cuidados, estará débil. También mucha comida.

Midoriya asintió frenético mientras alentaba al chico a que le devolviera a su gata. Shinsou rodó los ojos y regresó al consultorio, del cual regresó primero con una caja de cartón que entregó a Izuku.

—Ten cuidado.

La caja era más que pesada. Y estaba caliente. Y se movía.

Cuando vio en su interior, supo al instante por qué —media docena de gatitos recién nacidos se removían inquietos arriba de una manta celeste con el logo de la clínica.

Tuvo que dejar la caja en el suelo y arrodillarse a su lado. Tenía miedo que el shock le hiciese tirarla. Con manos temblorosas metió la mano, solo para que los seis se lanzaran a frotarse contra su piel.

Se aguantó de chillar ante aquella imagen. Tres gatitos completamente rojos, uno igualito a Kacchan y dos mestizos —uno de ellos rubio con una mancha roja que le tapaba una oreja, y otro más moteado.

Bueno, ya no pudo contenerse de chillar. Era un padre —ahora también abuelo— orgulloso.

Y todo sin haber perdido sus florecitas.

—Todos son sanos y fuertes —dijo Shinsou, que se arrodilló a su lado. Tenía una sonrisa de costado—. Espero los cuides como se debe.

Había amenaza en el tono de su voz. Midoriya asintió sin prestarle mucha atención.

—¿Ya sabes qué harás con ellos?

—Yo... supongo que los cuidaré hasta que les consiga un hogar. Mis amigos quieren uno cada uno... y ya veré con los demás...

Shinsou se removió incómodo en su lugar.

—¿Podrías guardarme uno? —preguntó el chico.

—Oh... es que... no quisiera dejar a uno de los gatitos en el refugio...

—No es para el refugio —Shinsou espetó molesto—. Es para . Quiero al de la mancha roja en la oreja, es al que Aizawa me permitió que hiciera nacer.

Izuku abrió la boca en una pequeña o sorprendida. Luego, sonrió.

Shinsou parecía ser una persona de mucha confianza. No hubiese pensado en alguien mejor. Ahora solo necesitaba un hogar para los otros tres.

Ochako e Iida le llamaron desde la entrada al consultorio, donde también estaba el veterinario Aizawa. Su amiga tenía un bulto inmóvil envuelto en mantas entre sus brazos.

Tenía una sonrisa victoriosa, también.

—Es la primera vez que puedo cargar a tu gata.

—Gato —Izuku frunció la boca.

—Lo que sea —Ochako rodó los ojos. Le entregó el bulto a Midoriya y se acercó a la caja de gatitos que Shinsou cargaba—. ¡Qué bonitos! ¡Oh, por All Might...! Quiero al de la manchita roja.

—Muy tarde, es mío —Shinsou la desafió entre dientes—. Consíguete el tuyo.

Ochako refunfuñó. Dijo que quería al otro manchado, mientras que Iida escogió a uno de los pelirrojos. Fue su amigo el que tomó la caja para que así pudieran regresar todos al coche.

Midoriya iba concentrado en observar al adormecido rostro de Kacchan, la serenidad que nunca tenía, cuando alguien rebotó contra su cuerpo.

Soltó un jadeo asustado mientras apretaba más fuerte a su gato —gata— contra su cuerpo.

—Discúlpame —dijo una voz profunda—. Iba distraído.

Midoriya alzó la mirada.

¡Pero si era el vecino buenorro de pelo bicolor y amante de los gatos! ¡El del trasero suculento!

El chico no le miraba a él, si no que estaba absorto mirando hacia el adormecido Kacchan entre sus brazos.

—¿Así que ha dado a luz? —preguntó curioso.

—¿Cómo sabes que es una hembra...?

El chico se encogió de hombros.

—Tiene cara de hembra.

Midoriya se sintió como el ser humano más estúpido del planeta.

Su vecino escaneó con la mirada hasta que dio con Iida, más precisamente a la caja que el chico cargaba. Se acercó hacia la misma para husmear.

—¿Puedo ver? —inquirió, aunque claramente iba a hacerlo de todas formas.

Acercó su perfecto rostro hacia el interior de la caja y se quedó completamente de piedra al ver lo que allí había.

Ni un solo músculo de su cara se movió, a excepción de sus ojos abiertos como platos.

Bueno, eran gatitos, ¿acaso nunca vio uno...? Tal vez tanta ternura le dejó sin habla.

Así se sentía Midoriya cuando veía su belleza.

—Yo, eh... —empezó a balbucear—. Yo...

—¿Quieres uno? —preguntó Izuku con una sonrisa tímida—. Todavía tengo tres disponibles...

—Me tengo que ir —le cortó el chico—. Vine a comprar una cosa, y... me voy. Ahora mismo. Adiós.

El muchacho se alejó de la caja y atravesó por el hueco entre Izuku y Ochako dando torpes pasos. Los tres amigos le vieron desaparecer por el pasillo de la clínica.

Allá se iban sus esperanzas de ligar con el guapo amante de los gatos.

—Vaya rarito —bufó Ochako—. Ya vámonos, Deku.

Ella e Iida empezaron a andar hacia el coche. Midoriya no podía dejar de mirar hacia el mostrador, al fondo, donde Shinsou le estaba entregando una bolsa de alimento balanceado al vecino guapo y extraño.

Se encogió entonces de hombros. No es como si tuviera tiempo para entenderlo.

Tenía siete gatos que atender.

* * * *

Su casa fue un caos en el siguiente par de días.

Kacchan se levantó de mala hostia —no era novedad— y amenazó con morder varias veces a Midoriya, que se salvó porque la anestesia le dejó tan atontada  que se golpeaba contra los muebles como borracho.

También estaba más territorial. Nadie podía acercarse a los gatitos, mucho menos cuando los estaba amamantando. Cualquiera que osara meter mano a alguno sufriría su ira.

Los gatitos eran demasiado revoltosos. Izuku debía controlar que no se escaparan de la caja —no tenía dinero para comprarles una cama, y al menos allí adentro les armó un pequeño nidito con mantas— porque les encantaba meterse en cada agujero que encontrasen.

Y dado que Kacchan había desgarrado casi todos los muebles... había demasiados huecos.

Pero Izuku se equivocaba en algo —Kacchan no quería que Ochako, Iida o Inko se acercasen a los bebés.

Solamente se lo permitía a Midoriya.

Era el único que podía acariciarle en la cabeza mientras los amamantaba, y también le dejaba sacar a tres de los gatitos para que se dieran turnos a la hora de alimentarse. Incluso no le atacaba cuando ellos lo buscaban a él para jugar.

Puede que todavía le mirase con odio, pero estaba claro que había aprendido a quererle.

Lo supo el día que una pila de cucarachas muertas aparecieron en su puerta. Puede que no fueran pajaritos, pero era su manera de decirle que se preocupaba por él.

—Eres un gran padre... madre... lo que sea —Midoriya suspiró. Acarició la cabeza de su gata—. Estoy orgulloso de ti.

Kacchan ronroneó en respuesta. Luego le mordisqueó la mano, para que nunca olvidase quien mandaba en esa casa.

El timbre sonó. Izuku estaba solo en casa, así que no tuvo más opción que ser él quien tuviera que acudir. Primero agrupó a los gatitos en la caja, lo cual le llevó su tiempo ya que los gatos eran igual de rebeldes que su madre.

Volvió a sonar el timbre.

—¡Ya voy! —Izuku gritó. Como iba descalzo, se golpeó el dedo pequeño con el sofá—. ¡Uf!

Fue dando saltitos hacia la puerta, sobándose la herida de guerra y la abrió de par en par sin detenerse a ver por la mirilla.

Pero allí afuera no había nadie. Izuku rezongó porque tal vez solo fuera una boba broma de los niños del vecindario, y nadie pensaba que él era ahora un padre luchón con seis bebés y...

Dejó de rezongar cuando vio un paquete en la entrada. Rengueó hacia el mismo, y fue cuando descubrió que tenía un cartel pegado encima del envoltorio que rezaba:

MANUTENCIÓN GATUNA

—¿Manutención...? —Izuku repitió, confundido.

El envoltorio también tenía motivos de gatos, y lo rasgó con cuidado. Adentro de la caja había una bolsa de alimento para cachorros, seis comederos pequeños, jeringas, seis collares y también una cama de gran tamaño donde entraban Kacchan y todos los pequeños.

Izuku empezó a mirar hacia el cielo, creyendo por un estúpido instante que tal vez era un regalo de los dioses —o del mismo All Might— hasta que una figura se le apareció en el jardín delantero.

La reconoció al instante. No podía olvidar esos apretados pantalones de vestir.

—¿Qué significa todo esto? —Midoriya preguntó al vecino.

Apenas se dio cuenta que ni siquiera sabía su nombre. El chico bicolor parecía apenado. Tenía las manos en la espalda, además.

Como si escondiera algo.

—Es lo único que se me ha ocurrido para retribuirte por los problemas causados.

—¿Retribuirme...? —Midoriya repitió—. ¿Problemas...?

El chico suspiró. Trajo hacia adelante sus brazos con lo que había tenido escondido. Un fogonazo de color rojo pasó frente a los ojos de Midoriya.

Tuvo que ahogar un grito de indignación.

El reconocimiento fue instantáneo. Sobre todo porque esos ojos sinvergüenzas era algo imposible de olvidar.

—¡Tú...! —exclamó Izuku sin poder articular otra palabra—. ¡Eres el pervertido!

El gato pelirrojo roba florecitas le respondió con un maullido. Ronroneaba en los brazos del vecino guapo, mientras el chico le acariciaba en el lomo con completa familiaridad.

El rompecabezas comenzó a unirse en la mente de Midoriya.

—¡Es tu gato! —dijo tras ponerse de pie de un salto—. ¡Tu gato ha ultrajado al mío! ¡Y me ha dejado con seis bendiciones!

—Lo siento —respondió su vecino—. Kiri está muy apenado. Bueno, no... yo estoy apenado. Siempre digo que voy a esterilizarlo y se me olvida... casi me he muerto cuando vi los gatitos pelirrojos en la caja.

Midoriya bajó los escalones de la entrada hasta quedar frente a frente con el vecino. De cerca se veía todavía más guapo.

Y el gato lucía más pervertido.

—¿Kiri? —Izuku preguntó hacia el felino—. Es el nombre de un donjuán roba florecitas.

—Kirishima, de hecho —corrigió el chico—. Le llamo Kiri de cariño. Suele portarse bien. Pero desde hace un par de meses que se desesperaba por salir de casa... supongo que es porque olía a tu gata.

—Ah, ¿ahora es culpa de Kacchan?

El muchacho rió. Kirishima maulló. Había algo en su rostro gatuno que le hacía ver como si estuviera sonriendo todo el tiempo.

Y burlándose de Midoriya.

—Lamento haberte dejado con todas esas bendiciones, eh... ¿cómo es tu nombre? Me apena de verdad no saberlo.

Sintió que sonrojaba de repente.

—Soy Izuku —dijo con la vocecilla chillona—. Izuku Midoriya, ¿y tú?

—Soy Shouto Todoroki —asintió con una sonrisa tímida.

—Pues encantado, Todoroki-kun —Izuku hizo una reverencia—. No puedo decir lo mismo de tu gato.

—Vamos, él es agradable —Todoroki dijo—. Puedes tocarlo, no muerde.

Izuku le miró con recelo. No iba a negar que seguía ofendido con ese gato rufián. No iba a perdonarle tan fácil por todo lo que le hizo pasar.

Pero también... le había dado a los seis gatitos más hermosos del planeta. Y toda la experiencia terminó por unir a Izuku con su mascota. En parte, le debía las gracias.

Una caricia no dañaría a nadie.

Trató de acercar su mano hacia la cabeza de aquel rechoncho gato pelirrojo, pero el mismo empezó a removerse desesperado de los brazos de su dueño. Izuku chilló cuando Todoroki lo soltó y casi le saltó a la cara.

—¡Ahhhh!

Todoroki se tapó la boca para no reír. Kirishima empezó a correr en dirección a los escalones de la entrada.

—¿Y dices que no es culpa de Kacchan...? —Todoroki preguntó con diversión.

Izuku giró sobre sí mismo. Desde adentro de la caja con los regalos de manutención, la cabeza rubia de Kacchan se asomaba sigilosa.

No fue lo suficientemente sigilosa ya que Kirishima corrió hacia la caja y se metió también de un salto. Kacchan le dio un manotazo, incluso bufó, pero nada de ello fue capaz de alejar al gato pelirrojo.

Resignado —resignada—, Kacchan comenzó a lamerle en la cabeza.

—Nunca entenderé por qué les obsesionan las cajas —rió Midoriya—. Los gatos son un misterio.

—Son mi misterio favorito —Todoroki dijo a su lado—. Sé muchas cosas de ellos. Fascinantes y furtivas criaturas; nunca dejaré de admirarlas.

Midoriya jugueteó con sus dedos llenos de cicatrices. Sí, muchas de ellas eran por culpa de su gata, pero ¿qué más daba?

Valía la pena si eso significaba que al final del día podría acariciar su suave pelaje con la misma palma.

—¿Te importaría contármelas todas, Todoroki-kun? —preguntó Midoriya.

El corazón le latía desbocado en la garganta, y sus orejas quemaban más que mil soles, pero eso tampoco importaba tanto.

No si el guapo vecino le miraba con ese hermoso par de ojos y le dedicaba la más bonita de esas tímidas sonrisas de costado.

Kiri y Kacchan seguían jugueteando en la caja, sin ninguna vergüenza o timidez. Tal vez sus dueños humanos podrían aprender los felinos una cosa o dos.

—Estaría encantado de hacerlo, Midoriya —Todoroki asintió—. Solo si me dejas compartir la custodia de nuestros nietos.

E Izuku no tenía ninguna objeción contra aquel pedido. En realidad, no tendría ninguna objeción si la custodia pudiesen llevarla juntos sin tener que turnarse.

Tener un gato sí que le había cambiado la vida.


* * * *


Por alguna razón, estos OS siempre nacen en la madrugada después de alguna idea muy bizarra (?) y debería arrepentirme, pero no lo hago (?)

No juzguen a esta pobre pecadora ;u; y disculpen por el KiriFemBaku, pero no hay algo así como un omegaverse felino así que tuve que recorrer a medidas desesperadas hahaha pero pensar en unos gatitos mezclados con los colores del KiriBaku me dio bastante años de vida extra

Se que hubo poco TodoDeku, pero pues así salió ;u; no descarto hacer una especie de segunda parte algún día (?) quien sabe ;; solo se que quería escribir esto TuT

Este OS esta inspirado un 90% en ziall-x-phan y su gata diabólica. Creo que Kacchan se queda corto con lo feroz que ella es. Me da terror ir algún día México y encontrarme con esos ojitos asesinos ;;;

Espero les haya gustado el OS TuT y se que demoro a veces en subir uno nuevo, pero es porque ya ven que estos nacen muuuuyy esporádicamente haha siempre es en momentos raros y los hago en un ratito. Así que agradezco todo el amorcito que vayan a darle ♥️

Para quienes lean LFDA, ya estoy escribiendo el capítulo nuevo y estará para el fin de semana, creo... ¡No me maten! ;;;;;

Nos vemos pronto bbs, besitos ♥️

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