#21#
Mabel y Will no desaprovecharían la oportunidad que la vida les había regalado.
Subieron a un enorme árbol muy cerca de la ventana de la habitación de los mellizos. Con valentía lograron dar un salto hacia aquella ventana _ la única de la habitación _ y se ocultaron para ver la "despedida" de sus hermanos.
Observaron como Dipper tenía sus manos sobre el pecho de Bill, y esté rodeaba la cintura del chico con una mano, y con la otra le acariciaba la mejilla. Mientras se besaban.
Habían juntado sus labios y estaban muy pegados.
-Esto es hermoso. - comentó Mabel mientras sus ojos brillaban y traía una sonrisa boba. - ¿No lo crees Will?- agregó mientras lo miraba de reojo. Ya que no quería perder ningún detalle sobre lo que hacía su hermano con Bill.
-S-Si... - dijo tímido sonriendo levemente.
De repente, un fuerte gemido pudieron escuchar los dos desde donde se encontraban, quedándose en blanco por unos momentos.
-¿Q-Qué fue...?- logró decir la castaña. Juraba que el gemido provenía de la voz de su mellizo. Will no contestó. Estaba estático. Mientras seguía observando lo que sucedía dentro de la habitación.
Al igual que Mabel, pudieron observar cómo iban cayendo hacia la recamara del castaño, Dipper rodeó con sus piernas la cintura del rubio. Mientras parecían que se comían entre besos y leves gemidos salían de su boca.
No sabían si seguir viendo o irse de ahí para darles más privacidad. Aunque ellos no tendrían que enterarse...
(...)
Aquel roce se había profundizado hasta el grado de que los gemidos involuntarios salieran y la necesidad de estar muy cerca del otro fuese máxima. Bill movía su lengua al ritmo de Dipper, al principio se había impresionado por que se haya dejado hacer, pero no se quejaba mientras ambos lo disfrutaban, tanto como él lo la hacía. Claramente, Dipper era inexperto, y eso lo volvía aún más adorable e inocente.
Hizo que Dipper cayera sin brusquedad hacia la recamara, sin romper el beso. Sabía a lo amargo del café y lo dulce de la vainilla. Sin mencionar un toque a nueces o quizás... algo aún más exquisito para el rubio. Aunque ver a Dipper así de sumiso ya lo era bastante. Y pensar que mañana cumpliría apenas 13. Acarició las flexibles piernas del castaño provocando que esté rodeará su cintura. Se a pegaba mucho al menor sintiendo una clase de fricción que los volverían locos.
-Ahí~ Bill... - esos eran los gemidos que le fascinaba oír.
-Si gimes así solo por este contacto... ya me quiero imaginar cuando hagamos cosas de adultos. - susurró suavemente en su oído con travesura. Y antes de que Dipper le contestara, seguramente algo molesto, lo volvió a besar. Mientras metía su mano en la playera del chico, por detrás. Acariciando sus espalda en círculos. Y con la otra sólo la mejilla. Era realmente sorprendente cuánto podían aguantar.
Sintiendo sus respiraciones y el calor que emanaba de sus cuerpos tan cercas... siendo apenas unos críos.
Sus labios seguían moviéndose sin control. Probablemente llevaban más de cinco minutos en eso. Mucho más. El rubio quería aprovechar todo el contacto que pudiera tener con su pareja antes de que está se marchara. De tan sólo recordarlo se sentía triste y un pinchazo doloroso en su pecho.
"¿Por qué Pino se tiene que ir?"
No quería que se fuera. Lo quería tener muy cerca.
Sus lenguas habían explorado cada rincón de sus bocas sin dejar uno ser tocado. Se detuvieron aprovechando al aire que les hacía mucha falta.
La respiración del Pines era frenética y en sus mejillas poseía un enorme sonrojo, superando incluso a Bill que se deleitaba con aquella espléndida vista. Esos ojos ámbar brillosos y rogando... quizás por más.
-Te quiero pino, te extrañaré mucho. - soltó abrazándolo de manera protectora y cariñosa.
El rubio sabía que por el momento no podían llegar más lejos, el temor de romper aquel frágil cuerpo lo hacía pensar mucho, tenía que esperar por el bien de su relación.
-Igual Bill. - le sonrió tímido. Con la mirada puesta en el mayor. Cargada de sentimientos puros.
-¿A qué hora te irás mañana? - preguntó interesado. Sin dejar de abrazarlo respirando profundamente su adicto aroma.
-A las once de la mañana.
-Ya veo....
Ambos se acomodaron en la cama de la manera en que más pudieran disfrutar del contacto del otro sin molestia alguna. Ya que ésa era prácticamente su última noche juntos.
Y quizás, la más importante.
La noche había transcurrido demasiado de prisa para los dos, o tal vez ellos lo habían sentido de tal manera. Los rayos del sol traspasaban la ventana.
Dipper se encontraba muy cómodo encima del rubio sintiendo su respiración tan tranquila. Y Bill lo abrazaba.
Cada segundo, cada minuto que transcurría era algo muy valioso. Sentir a su Pino simplemente el mayor deseo que pudiera pedir.
Aunque el grito de Stanley no se hizo esperar, y tenía que bajar por que sus estómagos se los pedían. Y obviamente no serían los únicos.
Los dos pares de gemelos bajaron a desayunar.
Aunque parecían algo desanimados.
Stanley notó el mal humor. Aunque la verdad no tenía ni idea de cómo cambiar el ambiente. Apenas y podía aceptar la relación que establecía su sobrino con el rubio, como para darles ánimo para que cambiaran de humor.
-Bueno Dipper, salúdame a tus padres de mi parte.
-Si tío...- contestó sin mucho ánimo mientras suspiraba entre aburrido y cansado.
-Hey no te pongas así. Podrás venir el próximo verano. - agregó Stan sonriendo para dar le su apoyo. Una sonrisa no muy atractiva pero de cierto modo alentadora para todos aquellos que se encontraban presentes ahí.
-¿En serio crees que podré?
-Tú y tu hermana. Tranquilo que yo hablaré con ellos.
-¡Gracias Tío! - ex clamaron ambos castaños sonriendo mientras se aventaban hacia él para abrazarlo con cariño.
-¡Hasta que haces algo bueno viejo!- gritó el rubio contento. Se notaba por su sonrisa. Y su gemelo también lo estaba.
Para Will, Mabel y Dipper eran personas muy simpáticas y grandes amigos que alguna vez pudo haber tenido. Los recordaría con un sentimientos nostálgico.
-Cierra el hocico mocoso. - escupió Stan irritado.
-Aun así... falta mucho para el próximo verano. - recordó Dipper.
-Pero la espera valdrá. - dijo Bill mientras le sonreía de manera comprensiva.
(...)
Ahí se encontraban, esperando el autobús que les llevaría de regreso a California. En menos de diez minutos, el trasporte ya estaría ahí. Con sus maletas en la mano y una tristeza en los ojos, ya que no querían dejar ese lugar lleno de hermosos recuerdos.
-Bill... Quiero darte eso. - dijo Dipper mientras le entregaba un paquete mediano pero no pesado. Provocando una enorme curiosidad en el contrario. Un paquete envuelto con un tipo de papel brillante de color amarillo.
-¿Qué es?
-Abre lo cuando me vaya ¿Si?-le sonrió amable.
-Está bien, Pino.
Ambos se abrazaron aspirando al aroma del otro, querían que aquel abrazo no fuera el último que tuvieran. Y como si el tiempo estuviera en su contra, como si deseara que ambos rompieran aquel abrazo, el transporte había llegado.
-No quiero que te vayas... - dijo Bill mientras lo abrazaba con más fuerza.
-Pero tengo que... suelta me. - respondió un poco apenado y dolido. Él tampoco quería irse. No quería dejarlo.
-Pero te quiero mucho... Pino no, no te vayas... quédate conmigo.
-Yo igual quiero estar contigo pero lamentablemente no podre. Lo siento. Pero... no olvides que te quiero mucho. - le regaló un tierno beso.
-Ah...- suspiro algo molesto, no con su Pino, nunca con él, ya no más. Pero no podía soportar experimentar la despedida.
-Adiós Bill. - se apartó de él y junto a su hermana, subieron al autobús.
-Adiós Pino...- vio como los mellizos subieron al autobús y de inmediato recordó.- ¡El obsequio!
Abrió el paquete, encontrándose con una nota y una tela doblada. De color amarilla.
"Mi hermana me enseñó a tejer abrigos, y hace semanas que lo vengo haciendo. Y éste fue el mejor. Espero te guste. Te quiero Bill"
Sin más, se puso el abrigo que le quedaba un poco grande pero aun así, le encantaba.
Tenía un ojo en el centro. Y en las orillas un mosaico de ladrillos color dorados, y el abrigo entero era de un color amarillo llamativo.
-Es perfecto.- dijo conmocionado.
-Pero que dramático. - comentó Stanley virando los ojos, se sentía como en una novela dramática y cursi. Muy cursi.
Bill empezó a correr detrás del autobús.
-¡Bill! ¿¡A dónde vas!?- le gritó Will confundido.
-¡¡¡No lo sé!!!- le respondió sin mirar atrás.
En definitiva, el amor te vuelve loco, hasta cierto punto que llegas a desconocerte o quizás... no admites lo que sientes.
El castaño que se sentaba junto a la ventana, pudo observar en ésta como cierto rubio corría para llamar su atención. No evitó que una pequeña risa saliera de sus labios. La parecía gracioso y... lindo.
Bill le decía, por medio de señales que revisará algo en el bolsillo de su pantalón.
Y bajo su mano directo a sus bolsillos para encontrarse en uno de ellos, una nota.
"¿Cómo llegó ahí?"
Quizás fue cuando se despidieron con ese último abrazo. Sin perder más tiempo leyó la nota.
"Nos veremos el próximo verano. Recuerda que siempre te amaré, mi lindo Pino"
Y aquello lo hizo sonreír y se ruborizó. Miro a la ventana, Bill todavía seguía corriendo y sabía que muy pronto se cansaría. Se despidió con una seña mientras le sonreía por última vez.
Y ambos, aunque quizás no escucharán al otro por la distancia y el movimiento que realizaban, tanto como en el transporte como la acción de correr (por parta del rubio), soltaron al aire unas sencillas pero significativas palabras.
"Te amo"
"Capítulo 21:
Extrañaré"
Fin de la primera parte
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