oi. lovely
capítulo uno
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El viento soplaba con suavidad mientras los primeros rayos de sol atravesaban las ventanas de la casa de los Diggory, iluminando la habitación de Summer con un cálido resplandor dorado.
Summer se encontraba de pie frente al espejo, ajustando su corbata y la insignia de prefecta en su túnica de Hufflepuff. Aunque su corazón latía con emoción por comenzar su quinto año, su mente vagaba por los sucesos que habían ocurrido recientemente.
La noche anterior, su madre había llorado de orgullo al ver a sus dos hijos como prefectos de Hogwarts. "¿Qué madre tiene la dicha de decir que sus dos hijos son prefectos? ¡Ninguna! Estoy tan orgullosa de ustedes dos", había dicho Eleanor Diggory mientras servía un trozo extra de pastel a Cédric y otro a Summer.
Summer había sonreído con modestia, aunque en su interior sentía que aquel momento pertenecía más a su madre que a ella. Su madre siempre inteligente, deseaba que sus hijos siguieran sus pasos.
Pero para Summer ser prefecta significaba más responsabilidades y más expectativas, pero también una oportunidad de demostrar que podía ser mucho más que la hermana menor de Cédric Diggory.
Mientras tomaba su baúl, su mirada se posó en un rincón de su habitación donde aún descansaba un póster de las Arpías de Holyhead, su equipo favorito de quidditch. Un tenue rastro de amargura cruzó por su mente cuando recordó el Mundial de Quidditch.
El recuerdo llegó nítido y claro. Su padre, Amos, había irrumpido en casa agitando las entradas para el evento como si fueran trofeos.
—¡Conseguí entradas para el Mundial! —había anunciado con su habitual entusiasmo, haciendo que todos en casa lo rodearan de inmediato.
Summer recordaba cómo había contenido el aliento, sabiendo cuánto disfrutaba el quidditch y lo maravilloso que sería estar allí. Pero la burbuja se rompió con rapidez.
—Solo tengo dos entradas, así que iré con Cédric —había dicho Amos sin dudarlo.
Aquello le dolió más de lo que quería admitir. No porque le envidiara a su hermano, sino porque su padre ni siquiera se había planteado llevarla. Lamentablemente nunca la tenía en consideración.
—Papá, Summer también ama el quidditch —había intercedido Cédric con esperanza de hacer cambiar a su padre de opinión.
—Lo sé, pero tú eres mayor y este será un gran momento para nosotros como hombres —respondió Amos, sin darse cuenta de cómo sus palabras la herían— Será un momento padre e hijo.
Pero su madre si lo había notado y con entusiasmo la abrazo.
—No te preocupes querida, nosotras tendremos nuestro propio momento madre e hija.
Más tarde, esa noche, Cédric había entrado a su habitación con una taza de chocolate caliente y luciendo como un perro arrepentido.
—Puedes ir en mi lugar si quieres, Sumy —le dijo suavemente.
Ella había negado con la cabeza. Su hermano siempre había sido muy considerado. Un alma bondadosa. El también estaba muy entusiasmado por asistir al mundial, pero aún así le cedería su lugar sin dudarlo. Había hecho eso desde pequeños... Siempre le daba su último trozo de tarta, dejaba que ella probará su escoba nueva antes que el mismo...
—No, Cédric. Se lo importante que es esto para ti, y no voy a quitarte eso. Además —había añadido con un intento de sonrisa— se que pasaré un día encantar con mamá.
Al día siguiente, cuando escuchó a su padre y su hermano relatar el caos del Mundial y la aparición de la Marca Tenebrosa, se sintió aliviada de no haber ido. Aunque amaba el quidditch, odiaba el caos, y no podía imaginar cómo habría sido estar atrapada en ese desastre.
—¡Summer! —la voz de su madre la sacó del trance.
—¡Ya bajo! —respondió, colocando con cuidado su varita en el bolsillo interno de su túnica y tomando su baúl.
Los cuatro desayunaron rápido y en silencio. Su padre no podía acompañarlos porque debía ir al trabajo, así que se despidio rápidamente. Tan pronto como su padre despareció en la chimenea, su madre los condujo al auto.
La señora Diggory ama viajar en auto porque detestaba las apariciones y Summer, al pasar tanto tiempo con ella había adquirido su mismo entusiasmo por el viaje. Le gustaba disfrutar del paisaje y de la musica muggle que se escuchaba en la radio.
Summer aprovechó el camino para mirar por la ventana, jugando con su hermano para ver quién contaba más autos. Cuando pasaron por un parque, algo captó su atención e ignoró a Cédric que la miró con el ceño fruncido.
Un joven muggle estaba sentado en un banco, con una guitarra en las manos. Sus dedos se movían con rapidez por las cuerdas, y Summer no pudo evitar notar lo hermoso que era. ¡Y un músico! Había algo en su sonrisa mientras tocaba, una chispa de vida de pasión... que la dejó hipnotizada.
—¿Qué estás mirando? —preguntó Cédric, siguiéndole la mirada. Al notar al joven, frunció aún más el ceño.
—Nada importante —respondió ella, aunque sus ojos seguían fijos en el guitarrista.
—¿Nada? —Cédric bufó. Bajó la ventanilla y, antes de que Summer pudiera detenerlo, gritó sin una pizca de vergüenza—: ¡Es menor de edad, por si no te has dado cuenta!
El joven alzó la vista, confundido, y luego volvió a concentrarse en su música. Summer se hundió en su asiento, fulminando a Cédric con la mirada, deseando que la tierra la tragara.
—¿Era necesario? ¡El ni siquiera me había volteado a mirar!
—Completamente. —Cédric sonrió con satisfacción—. Alguien tiene que cuidarte. ¿De que me sirve sino ser el hermano mayor?
Summer bufo con diversión. En realidad nunca podía enojarse con el.
Desde su lugar como piloto su madre soltó una risita que disimuló con diversión.
—¿Que?
—Nada, nada. Solo pensé que aún te seguía gustando ese muchacho pelirrojo que vimos a fin de año en la estación.
Summer frunció el ceño intentando recordarlo. A lo largo de sus quince años le habían parecido atractivos muchos pelirrojos, y no estaba segura de cual de todos ellos hablaba su madre. Pero Cédric, que siempre estaba al pendiente de todas las tonterías de su hermana lo recordó con facilidad.
—¿Hablas de Fred Weasley?
—Si, creo que así se llamaba...
Summer negó.
—Dejo de gustarme hace siglos.
Cédric resoplo con diversión.
Cuando llegaron a la estación de King’s Cross, el bullicio habitual de familias y estudiantes los envolvió. Al cruzar la barrera al andén 9 ¾, Summer se emociono como cuando tenía once años. Hogwarts siempre había sido su hogar, su refugio, y cada vez que veía el brillante tren escarlata, algo en su interior se llenaba de emoción.
Mientras ayudaba a Cédric a llevar su propio baúl al tren, un movimiento en el andén captó su atención. Harry Potter.
Estaba allí, junto a sus amigos Ron y Hermione, con su cabello alborotado como siempre y una sonrisa despreocupada que hacía que Summer sintiera un extraño cosquilleo en el estómago. Desde hace años había sentido una especie de fascinación por él, pero nunca había sido capaz de acercarse realmente.
—¿Otra vez suspirando por Potter? —se burló Cédric, inclinándose sobre el carro para mirarla.
—No sé de qué hablas —respondió Summer rápidamente, aunque el rubor en sus mejillas la traicionó.
—Claro que no. —Cédric rodó los ojos y luego le dio un leve empujón en el hombro.
Su madre los abrazó a ambos antes de despedirse.
—Sean buenos, cuídense el uno al otro y hagan que me sienta orgullosa, ¿sí?
—Siempre, mamá —respondieron al unísono.
Al subir al tren, Summer encontró un asiento junto a la ventana y observó cómo la estación se desvanecía en la distancia. Sentía que este año sería diferente, lleno de nuevas experiencias y oportunidades. Mientras el tren avanzaba, no podía evitar preguntarse qué aventuras la esperaban en Hogwarts.
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