el casamiento

MARZO 2024

Emi y Eve se habían casado.

Después de la gran propuesta de matrimonio, ambas partes habían acordado que no querían una boda muy grande, por lo que habían invitado solo a sus amigos más cercanos (es decir, ambas selecciones, masculina y femenina) y a sus familias, y el civil había sido corto y agradable. 

Evelyn había hecho la antigua y había acudido a Jorgelina y Antonela para que la ayuden a buscar un vestido blanco. Habían terminado eligiendo un vestido blanquecino brillante a hombros caídos, ceñido en la cintura y cadera pero suelto al final, que le quedaba hermoso. Antonela y Jorgelina habían querido subir fotos a Instagram, pero Evelyn les había recordado que era de mala suerte que el novio vea el vestido antes de la boda.

Y después, el casamiento había llegado esa tarde de marzo. Habían sucedido toda una sarta de cosas a destacar, como por ejemplo el momento en que Scaloni se puso a llorar, lo cual fue un shock para todos, o cuando Rodri y Lean le pegaron un tortazo en la cara a Emi. Además, Lautaro después se le había acercado a Evelyn y le había dado unas merecidas y emocionadas felicitaciones por el compromiso, ya que por fin habían logrado hacer las paces y ella incluso sospechaba que él se estaba viendo con alguien.

Se sentía demasiado feliz, le dolían los cachetes de tanto sonreír. Tuvieron una buena tarde, oscureció temprano. Evelyn todavía miraba su mano izquierda atónita, sin poder creer que en su dedo anular había un anillo de compromiso que compartía con Emi. Porque ahora estaban casados y en camino a pasar el resto de sus vidas juntos.

Ella había llorado ya mucho, durante todo el casorio. Y es que jamás había esperado verse a sí misma en esa posición, entrando en un salón lleno de todas las personas que más amaba con un vestido blanco, con Emi esperándola al final, en el altar, vistiendo un traje negro y su sonrisa de conejo perfecta que ella amaba. Porque lo amaba a él. Y se habían casado.

Después, cada uno había pronunciado sus votos matrimoniales (a Evelyn le costó decir los suyos, ya que no paraba de llorar), los cuales a ella se le quedarían tallados en el cerebro de por vida.

Nos conocimos en julio y nos enamoramos en enero, y acá estamos, casándonos un año después, había dicho Emi. Siempre fuimos nosotros dos y nadie más, enana, y quiero amarte por esta eternidad y la siguiente, si me lo permitís, porque no planeo abandonarte ni en la muerte.

Evelyn era un mar de lágrimas. Le dio vergüenza y un poco de miedo, ya que temía correrse el maquillaje.

Pero ahora se encontraban en el after party, y ya no lloraban de la emoción, sino que de la risa. Rodrigo se había apropiado de la pista de baile hace rato y lideraba congas sin cesar; parecía estar más feliz por el casamiento que los propios novios, que se deleitaban al verlo bailar descontrolado.

Emi y Evelyn también habían bailado bastante, más que nada juntos, pero ocasionalmente separados.

A eso de las doce de la noche, ya medio en pedo por todo el champagne, Rodrigo se había acercado a la mesa donde Emi y Eve estaban sentados uno pegado al otro, y se había reposado en una de las sillas a su lado, agarrándolo al esposo del hombro bruscamente.

"Bueno, cuña," había dicho él. "¿Vamo' a bailar?"

"Ahora voy, Rodri. Estoy descansando un rato con mi mujer. ¿Cuánto tomaste?" Se había reído Emi, y a Evelyn le había revoloteado el estómago.

"Hm, unas copitas nomás."

"Bueno, andá a bailar entones que yo ahora me sumo."

Evelyn se había reído al verlos interactuar, más que nada al escucharlo a Rodrigo llamarlo a Emi su cuñado, porque era cierto: ella lo veía a Rodri como un hermano y que fuera el cuñado era lo único correcto. 

Como era de esperar, Rodrigo después se había parado y había vuelto a empezar otra conga, dejándolos solos.

Evelyn lo había mirado a Emi con una sonrisa, porque todavía no caía. "Estamos casados, grandote."

"Es verdad, enana."

Y habían compartido un beso.

Eso había sido hace dos horas. Ahora, Emi y Evelyn se encontraban escabulléndose del salón de bodas, buscando algún lugar en el que pudieran estar solos para por fin consumar el matrimonio.

Evelyn se sostenía el vestido para poder correr con más facilidad, a pesar de que siempre había sido un queso usando tacos, por lo que era un milagro que todavía no se haya roto un tobillo. Salieron del salón y empezaron a correr por el pasillo alfombrado, compartiendo miradas y soltando risitas secretas. Se escondieron detrás de una columna cuando lo vieron a Scaloni asomando la cabeza por la puerta del salón, probablemente buscándolos a ellos.

Cuando el mayor volvió a entrar al salón, Emi y Evelyn, cagándose de risa, siguieron corriendo por el pasillo a oscuras hasta llegar a otro salón del museo en el cual habían organizado la boda, que estaba vacío y oscuro. Mientras Emi cerraba la puerta con cuidado, Evelyn se deshizo de los tacos y alzó la vista para recorrer las figuras que decoraban el techo de aquel salón vacío en tonos dorados y pasteles suaves. Abrió la boca, maravillada.

Pero no tuvo mucho tiempo para admirar, ya que Emi la sorprendió por detrás al alzarle por sobre su hombro como un saco de papas, con la tela del vestido tapándole la vista. Evelyn se quejó y pataleó como una nena para que él la bajara, pero su fuerza no se comparaba en nada a la del hombre, por lo que desistió de la tarea en menos de un segundo. Igualmente, no se quejó, ya que Emi la sentó sobre una mesa en una esquina del salón y le atacó la boca apenas pudo.

Debido a la altura del techo, cualquier ruido hacía eco y salía magnificado, cualquier risa y cualquier toqueteo no pasaba desapercibido en aquel lugar enorme, pero a ellos no les importaba. Emi la besó con fuerza, presionándose contra el centro de Eve, invadiéndole la boca con su lengua para poder saborear el champagne y el amor.

Ella gimió contra sus labios al sentir como la erección comenzaba a crecer en el frente de los pantalones de Emi y arqueó la espalda, buscando sentirlo. Él se encargó de frotarse contra ella para hacerla sentir el mayor placer posible a través de la tela, recorriéndole el cuerpo con las manos, queriendo tocarle la piel a toda costa pero sabiendo que tenía que contenerse de romperle el vestido porque después tenían que volver.

"Dale, Emi, cogeme," le suplicó ella de inmediato, frustrada, atrayéndolo más cerca de sí por la cintura, buscando crear fricción entre sus centros.

Estaba mojadísima y pensar en el hecho de que aquel era su primer polvo estando casados la prendía incluso más.

"Ni preguntes," le dijo él.

No sabía como sacarle aquel gran vestido blanco, por lo que se conformó con arrugarlo por sobre sus caderas para así dejar expuesta la tanga de encaje blanco que ella llevaba debajo. Se alejó de ella para analizarla con detención, abriendo la boca en deleite.

"Sos una forra," le dijo él con una sonrisa.

Sintió como los pantalones de inmediato le empezaban a apretar demasiado, más que nada viéndola a Eve jadear con el vestido subido.

"Sacamela, dale," lo retó ella, y él no dudó.

Evelyn se encargó de deshacerle el pantalón negro de vestir mientras él le bajaba la tanga hasta los tobillos. Emi se había sacado el saco y el moño hace rato para poder bailar, lo cual les vino bien en aquella situación ya que, una vez Evelyn terminó de bajarle el cierre del pantalón, no dudó en deshacerle los botones de la camisa.

Ambos estaban jadeando, desesperados por sentirse el uno al otro. Emi se bajó también los bóxers para así liberar su dolorosa erección y envolvió su mano alrededor de su pija, para pajearse por algunos segundos. Analizó la intimidad mojadísima de Eve con los labios separados y ella sonrió, viéndolo mientras él acercaba su mano a sus labios y escupía sobre su palma. Usó su saliva como lubricante, esparciéndola por su falo, y Evelyn contuvo una sonrisa de emoción.

Emi se acercó a ella para volver a besarla con fuerza, mordiéndole el labio inferior, y no dudó en posicionar su pija en su entrada, sintiendo como la lubricación de la chica y su propia saliva le daban la bienvenida a su glande. Deslizó su miembro de arriba a abajo entre sus labios vaginales algunas veces antes de adentrarse en ella por completo con facilidad, a lo que Eve soltó un grito y de inmediato se aferró a sus hombros.

"¿Te duele?" le preguntó él a ella, quedándose quieto, enterrando su rostro en el hueco del cuello de la chica y asegurándose de que ella estuviera bien.

"No, dale."

Emi le mordió el hombro con suavidad y empezó a embestirla. Evelyn de inmediato le rodeó las caderas con las piernas, clavando sus tobillos contra su espalda baja, y Emi la agarró con fuerza, proporcionándole estocadas largas y profundas para ayudarla a ajustarse a su tamaño antes de acelerar.

"Dios, estás mojadísima," susurró Emi, escuchando el ruido de la lubricación de Eve haciendo eco en el salón con cada estocada.

"Sí, solo para vos..." le contestó ella con una exhalación de placer, agarrándole los hombros con fuerza.

Emi de inmediato dejó escapar un gruñido y se impacientó, por lo que aceleró la velocidad hasta adoptar un paso corto y rápido que tuvo a Evelyn gritando en cuestión de segundos. Sus pieles chocaban una contra la otra, produciendo un sonido sordo, y Emi deslizó su mano entre sus cuerpos para estimular brevemente el clítoris de Evelyn a la vez que la embestía.

"A la mierda, Emiliano."

"Como amo que me digas así... soy tuyo, mi reina," le contestó él, chupándole el lóbulo de la oreja y consiguiendo que se le erice la piel.

"Ya lo sé."

Emi la agarró del cuello y la obligó a separarse de él para recostarla boca arriba sobre la mesa, así él podía tener más espacio para las estocadas. Aplicó un poco de fuerza sobre la garganta de Evelyn y ella le agarró la muñeca, sonriendo ante la sensación del leve mareo que aquello le producía.

"Dios, loquita de mierda... ¿cómo vas a sonreír así cuando te ahorco?" Se rió Emi, ahorcándola con incluso más fuerza, queriendo verla sonreír del placer.

Evelyn no pudo contestar por la falta de aire, pero él supo que a ella le encantaba. Él apoyó una mano sobre el abdomen bajo de la chica y aplicó un poco de presión para sostenerla y así poder cogérsela con más fuerza, haciendo que la mesa se mueva con cada estocada y choque contra la pared.

Evelyn era un lío de gritos, deshaciéndose ante el menor contacto, dejando que Emi la ahorque y la garche a su gusto. Mantenía los ojos cerrados y el ceño firmemente fruncido, además de una mano alrededor de la muñeca de su esposo mientras él la ahorcaba, y a él le encantaba la vista.

"Más fuerte," suplicó Evelyn, sintiendo su orgasmo acercándose.

"Cuidado con lo que pedís."

Él hizo caso, empezando a cogerla sin medir su fuerza, dejando de contenerse por miedo a lastimarla porque sabía que a Evelyn aquello la prendía incluso más. Agarró su vestido y tiró de éste para así poder ver sus tetas, las cuales rebotaban con cada embestida. Se inclinó sobre ella y tomó uno de sus pezones entre sus labios, masajeándola con su lengua para después alejarse y pegarle una cachetada. Evelyn pegó un grito y él observó con deleite como la marca roja de su mano aparecía en su cachete. La volvió a cachetear con incluso más fuerza y a Evelyn se le cruzaron los ojos por inercia.

"Dios, qué trola que te ponés, eh..." dijo Emi, mordiéndose el labio, cogiéndosela a su gusto.

La agarró de la mandíbula para obligarla a abrir la boca y escupió dentro de ésta, después acercándose para tomar la lengua de Evelyn entre sus labios y succionar. Ella gimió ante el placer – un placer que se asemejaba a dolor, pero que le encantaba – y no tardó mucho más en correrse. 

A pesar de que el orgasmo y la fuerza de las estocadas la habían dejado sensible, Emi la siguió cogiendo con la misma velocidad para así encontrar su propio clímax. Se vino unos segundos después, llenándola con su descarga, gimiendo su nombre bajo su aliento con la voz ronca y echando la cabeza hacia atrás con los ojos firmemente cerrados.

Ambos jadeaban, recubiertos en sudor.

"Dios, Evelyn... podría venirme de tan solo mirarte."

Evelyn se rió, exhausta, transpirada de pies a cabeza. Emi se deslizó fuera de su interior y ella soltó un quejido, a lo que él después le volvió a subir la tanga y le puso el vestido en su lugar mientras se acomodaba el pantalón. Evelyn se irguió y él apoyó las manos en la mesa, a cada lado de sus caderas, para besarla. Se miraron de cerca con sonrisas.

"Te amo mucho, ¿sabés?" dijo él, todavía medio sudado y agitado por la cogida.

"Y, más vale. Sino me sentiría estafada," contestó ella.

Emi se rió y la ayudó a bajarse de la mesa, rodeándole la cintura con un brazo para que no se caiga, ya que todavía le temblaban las piernas. Evelyn buscó sus tacos del otro lado de la habitación mientras él se abrochaba los botones de la camisa y después se encontraron frente a la puerta cerrada del salón oscuro. 

Emi le ofreció el brazo.

"¿Vamos, reina?"

Evelyn lo miró, pero no aceptó de inmediato.

"Bancá," le dijo.

Acercó una mano a su rostro y le limpió los labios, que habían quedado manchados con su labial rojo. Después, sonrió.

"Listo," dijo. "Vamos."

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