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a/n: chicos qué bronca plis dejen de culparla a evelyn JAJAJA, ella dijo algo que está mal pero se están olvidando de todo lo que le dijo emiliano antes. acuérdense que aunque sea lindo puede hacer cosas mal, no es siempre ella la que tiene que pedir disculpas. fin del comunicado.














"Ne laisse pas ton odeur
impregner mes draps si tu
m'abandonnes."















Emi aprovechó que Evelyn había salido a caminar para entrar a la habitación a hacer su valija, ya que viajaban al día siguiente, domingo. Eran eso de las ocho de la noche, ya había oscurecido por completo y se podía escuchar el suave balanceo de las olas del mar chocando contra la orilla. Pero aparte de eso, todo estaba silencioso. Demasiado silencioso.

Emi hizo una parada por la cama matrimonial para darle un beso a Sacacorcho y después se metió en el vestidor a agarrar su ropa, pero se sobresaltó al darse cuenta que todas sus cosas ya estaban guardadas. Ambas valijas, la suya y la de su novia, estaban cuidadosamente hechas y apoyadas contra una esquina de la habitación. Evelyn había hecho todo.

Emi se sintió a sí mismo tornándose rojo. El gesto le calentó el pecho y le provocó una tristeza irrevocable; había pasado solo un día, pero la extrañaba como nunca. Después de la llamada desesperada de esa mañana, Emi había quedado como atontado, porque se había dado cuenta que Evelyn había creído que él la había dejado y por eso se había alterado tanto. Y le preocupaba que eso había sido lo primero que ella había pensado.

Porque él sí, estaba enojadísimo y estaba triste y no quería verla. Pero aún la amaba. Ni siquiera se le había cruzado por la cabeza dejarla, sabía que podrían superar esto eventualmente (o eso esperaba) por lo que batirse en retirada le parecía algo de cobardía. Además, dejarla a Evelyn no solo la lastimaba a ella, sino también a él, ya que Emi no creía poder sobrevivir sin ella a su lado.

Es verdad, había una parte dentro suyo que tenía ganas de llamarla y olvidarse de todo, abrazarla y volver a estar bien, pero su enojo era mucho más grande y lograba reprimir su pena con facilidad. Se encontraba en un impase consigo mismo.

Salió de la habitación porque lo agobiaba que todo ahí dentro, naturalmente, le recordaba a Evelyn. Las sábanas de la cama matrimonial estaban tan impregnadas con el olor de la chica (algo así como vainilla, casi medio frutal) que se estaba empezando a marear.

Aprovechó que tenía la casa sola por al menos una hora y se tiró en el sillón junto a Jaime, que no se había movido de su posición en todo el día. El gato naranja era naturalmente bastante mala onda, pero le había tomado cierto cariño a Emi, por lo que le permitió al arquero rascarle las orejas distraídamente.

El hombre se quedó acostado un rato, pensativo. Se le ocurrió prender la tele, pero cuando se estiraba por sobre el felino a su lado para agarrar el control remoto de la mesita ratona, escuchó el ruido de las llaves en la cerradura de la puerta y se sobresaltó. Con el ceño fruncido, compartió una mirada con el gato y se sentó derecho.

La puerta se abrió y entró Evelyn, a pesar de haberse ido hace tan solo quince minutos. Había pequeñas manchas de agua sobre su buzo y tenía el pelo húmedo.

Cuando sus miradas se encontraron a través del living, Emi se dio cuenta que esa era la primera vez que se veían cara a cara desde la noche anterior, la noche de la pelea. La boca se le secó.

–¿Por qué volviste? –le preguntó a la chica con la voz ronca, apretando con fuerza los almohadones del sillón.

–Se largó a llover –dijo ella tímidamente, sacándose el buzo empapado y deshaciéndose también de sus zapatillas.

Lluvia. Qué irónico. El universo sabía que Emi y Evelyn estaban peleando.

Nadie dijo nada por unos momentos. Era un silencio verdaderamente pesado, cargado de palabras que ambos querían decir pero ninguno se atrevía, por lo que el aire a su alrededor se sentía grávido. Emi se acordó de aquella expresión argentina, remar en dulce de leche, y se dio cuenta que aquello era bastante parecido, porque sentía que estaba luchando para poder respirar correctamente y moverse en un espacio espeso. Carraspeó, se paró del sillón y sintió la mirada de Evelyn sobre él. Y se mandó.

"¿Podemos hablar?" le dijo a su novia.

"¿De qué?" replicó ella, seca.

Él la miró, críptica. "De la pelea, Evelyn. Sos mi novia y te amo y no podemos estar así para siempre. No me lo banco."

Ignoró como Evelyn tragó saliva cuando él le repitió que la amaba. Él se paró y dio un paso hacia adelante. Ella lo miró, dubitativa, ya que no tenía ni idea de a dónde quería llegar Emi con esa conversación. Cuando la chica no dijo nada, él lo tomo como el visto bueno para empezar a hablar.

"Mirá, yo no sé si vos te das cuenta o no, pero lo que dijiste..."

"Lo que dije no era en serio," aseguró Evelyn de inmediato, sin dejarlo terminar debido a un momento de desesperación. "Dios, ¿vos posta pensás que yo no quiero nada con vos después de todo lo que vivimos? Estaba enojada, borracha y cansada y me empezaste a decir un montón de cosas... despectivas, diría yo. Minimizando todo lo que yo confié en decirte. Y dije lo primero que se me vino a la cabeza para lastimarte. Fue eso. No te lo tomes tan a pecho."

Emi tragó saliva y su corazón dio un vuelco en su pecho. De repente, se sentía tonto ahora por haber pensado que lo que Evelyn había dicho era verdad. Claro que no era verdad. Dios, era un estúpido.

"Te lastimé y te pido perdón," dijo Evelyn genuinamente, encogiéndose de hombros tímidamente. "Solo me preocupa que vos hayas creído que yo posta no podría amarte."

Emi no dijo nada. Tenía la boca completamente seca, temía no poder formular una palabra. Evelyn aprovechó su silencio y lo esquivó para llegar a la cocina, donde agarró de arriba de la heladera un bol donde tenían guardadas medicaciones. Eligió un ibuprofeno y se sirvió un vaso de agua, bajándose la pastilla en busca de atenuar el dolor de cabeza que la había atacado repentinamente. Emi se dio vuelta y la observó.

"Dijiste que creías que lo nuestro no iba a funcionar," señaló repentinamente.

"Eso..."

"Pará."

Evelyn alzó sus manos en rendición. "Okay."

Emi pensó sus palabras y después empezó a explicarle lo que sentía; como pudo, porque todavía le costaba entenderlo.

"Vos decís eso y me hacés mierda, Evelyn, más sabiendo todo lo que estoy haciendo por vos hace meses," explicó con calma. "Yo te digo que te doy todo lo que me pidas y vos vas y me decís que no creés que vayamos a funcionar y yo siento que no te estoy dando lo suficiente y eso me pone mal. Porque no se qué más darte, además de todo lo que ya te di, y yo quiero que nosotros funcionemos. Pero si vos no querés lo mismo..."

Evelyn no dice nada. Lo mira fijo, se queda callada un momento y después alza las cejas.

"¿Ahora puedo?"

"Sí, sí, ahora sí."

Evelyn asiente. "Mirá, lo que dije no lo dije por vos. Todo lo que me das es más que suficiente, me hacés feliz todos los días, Emi, no podría pedir nada más... pero no vamos a funcionar. Y eso no lo digo yo porque tengo ganas. Porque yo quiero que funcionemos, obvio. Pero queremos cosas distintas, estamos en momentos distintos de nuestras vidas, donde a mí me importa crecer con mi carrera y a vos te preocupa conseguir una familia. Y podemos durar por un tiempo, pero cuando vos empieces a querer hijos y yo te diga que no estoy lista, se nos va a complicar."

Emi entendió rápidamente lo que quería decir.

"¿Vos decís que nos vamos a separar?"

"Y... sea ahora o después... sí."

El hombre asintió con pesar y tragó saliva. Le costaba asimilarlo, se había acostumbrado a una vida teñida por Evelyn, donde todo lo que él tocaba, ella también. Y pensar en que ella lo deje le hacía mal, le dolía el pecho; estaba dispuesto incluso a decirle que él haría todos los sacrificios necesario solo por ella, pero sabía que no era verdad. Que él quería una familia y quería asentarse, y ya no quería esperar más.

"Que sea después," dejó escapar en un arrebato de desesperación.

Evelyn lo miró y él se dio cuenta que era la primera vez que no podía leerla como un libro. La expresión en su rostro era una combinación de tristeza, enojo, angustia y otras emocionas que no lograba diferenciar, y no saber qué era lo que pensaba ella estaba logrando ponerlo nervioso.

"Yo ya me disculpé, faltás vos," dijo por fin Evelyn después de unos segundos de silencio ensordecedor. "Por todo lo que me dijiste."

Emi se mordió el labio y asintió en concordancia.

"Tenés razón, perdón," expresó. "Estuve mal, no debería haberte apurado ni debería haber dicho todas esas cosas. Es que me desesperé y dije listo, me deja. Y quería dejarte antes para que me duela menos."

Evelyn lo miró y por primera vez, sonrió un poquito.

"Gracias," le dijo sinceramente.

"¿Estamos bien?" preguntó él, vacilante.

"Estamos... mejor que antes."

Emi suspiró, tembloroso pero aliviado, y lentamente esbozó una sonrisa tímida. El pecho se le desinfló y logró despojarse de una parte de todo el peso que lo estaba acechando desde la noche anterior; se sintió liviano por primera vez en horas y se dio cuenta de que había sido muchísimo más fácil de lo que creía. Que todavía tenían muchísimo de lo que hablar, pero por ahora, estarían bien.

Le alegraba que habían podido discutirlo como dos adultos, sin gritar ni discutir ni putearse, y habían llegado a un acuerdo mutuo. A pesar de que Evelyn clamaba todavía ser incapaz de amar correctamente, él se empezaba a dar cuenta de lo mucho que había mejorado con el tiempo, y aquello lo ponía feliz.

Era la primera vez que sonreía en horas, después de una semana entera de haber estado sonriendo todos los días. Ignoraba el hecho de que la sonrisa de Evelyn no terminaba de llegarle a los ojos.

"¿Te puedo abrazar?" le preguntó a su novia; le sudaban las manos con la necesidad de tocarla.

"Obvio, Emi."

El chico sonrió y dio una zancada hacia ella, inclinándose hacia abajo para abrazarla por la cintura. Ella se paró de puntitas y le envolvió los hombros con los brazos, y él se deleitó al sentirla tan cerca de nuevo, se sentían como años desde la última vez que se habían tocado. Enterró el rostro en el hueco de su cuello e inhaló el olor a casa que tanto había extrañado.

Pero cuando Emi no pudo verle la cara, Evelyn dejó de sonreír. A ella no se le había soltado el nudo en la garganta; de hecho, lo sentía más ajustado. Por dentro, se estaba ahogando. Por fuera, disfrutaba del ensueño.














a/n –
goodbye my lover de james blunt es la nueva canción de nuestros papis

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pongamos el mismo objetivo que antes: 200 votos y subo la siguiente parte juju

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