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advertencia: +18.
"¿Qué?" Emi frunció el ceño, pero Evelyn le devolvió la mirada completamente seria.
No estaba jodiendo.
"Junta las manos atrás de tu espalda, Emiliano," le volvió a ordenar ella firmemente. "No te lo voy a volver a pedir."
"Evelyn..." Emi arqueó una ceja; se dejaba dominar, pero ceder tanto poder le daba miedo.
"Emi," devolvió ella con la misma obstinación.
El arquero se pasó la lengua por el interior del cachete, negando con la cabeza, incrédulo. Sin embargo, sabía que Evelyn no iba a dar el brazo a torcer, por lo que no tuvo más opción que hacerle caso. Lentamente, a regañadientes, juntó sus muñecas detrás de su espalda, mojándose los labios, manteniendo el contacto visual con su novia.
"No te vas a salir con la tuya, eh," le dijo Emi.
"¿Pero si ya lo hice?" sonrió ella inocentemente, inclinándose hacia adelante.
Emi le miró los labios, creyendo que ella iba a besarlo, pero en vez de eso, agarró sus muñecas y usó el cinturón para atarlas juntas, asegurándose de que esté lo suficientemente ajustado como para que él no se pudiera zafar. Emi negó con la cabeza, sin poder creer que se estuviera dejando hacer eso.
"Vas a portarte bien, ¿me entendiste?" le dijo ella.
Emi la miró a los ojos. Evelyn se deslizó hacia adelante en su regazo para quedar posicionada justo sobre su erección, la cual sintió entre sus piernas a través de las capas de ropa que los separaban. Apenas sintió el contacto, Emi dejó escapar un quejido grave y tensó la mandíbula, sabiendo de inmediato que Evelyn no le iba a otorgar un orgasmo así de fácil.
"¿Me entendiste?" volvió a repetir ella, agarrándolo desprevenido cuando le envolvió el cuello con la mano.
Él alzó la mirada, con los ojos grandes como platos, pero Evelyn aplicó un poco de presión sobre su garganta, así que él no tuvo más opción que responder a la pregunta.
"Sí," dijo.
"¿Sí, qué?"
"Sí, mi amor."
Evelyn sonrió, satisfecha, y le soltó el cuello, comenzando a mover sus caderas lentamente. Las manos de Emi de inmediato empezaron a sudarle con la necesidad de tomarla de las caderas y acelerar aquel movimiento, ya que la lentitud del contacto era suficiente para proporcionarle cierto placer pero no para alcanzarlo a un orgasmo. Evelyn inclinó la cabeza y sonrió cuando se dio cuenta de que Emi estaba desesperado por zafarse.
"Emiliano," le advirtió, "las manos las dejás en su lugar."
Emi se mordió el labio. Muy lentamente, Evelyn aceleró un poco el movimiento de sus caderas, sintiendo como la fricción entre sus centros hacía que la temperatura de la sala de estar suba varios grados. Llevó sus manos a la camisa de Emi y la desabrochó lentamente, lamiéndose los labios ante la vista de su pecho desnudo empezando a transpirar.
"Más rápido," le dijo Emi, teniendo que recurrir a su voz debido al hecho de que no podía usar sus manos.
Evelyn arqueó una ceja. "¿Cuáles son las palabras mágicas?"
"Evelyn," bufó él entre dientes, pero la chica no se iba a dejar, por lo que él no tuvo más opción. "Por favor, Evelyn, más rápido."
"A tus órdenes, mi vida."
Aceleró el movimiento de sus caderas aún más, apoyando sus manos contra el amplio pecho de Emi para conseguir soporte. La chica dejó escapar un sonido ahogado ante el contacto y él tragó saliva, sabiendo por adelantado que amaba escucharla gemir y que aquello sería muy difícil de sobrellevar.
Tener las manos atadas detrás de su espalda lo desesperaba. Quería tocarla, quería besarla, tirarle del pelo, hacerla suya, y ella lo sabía, por lo que estaba usándolo para su propio entretenimiento. Y él lo amaba tanto como lo odiaba, ya que no manejaba bien la frustración.
Evelyn exhaló pesadamente, sintiendo como el calor lentamente le lamía el cuerpo, y deslizó sus manos entre sus cuerpos. A una velocidad tortuosamente lenta, deshizo el cierre de los jeans de Emi, sabiendo que la prenda ya le estaba empezando a apretar debido a la gran erección. Ella dejó de moverse y pasó el peso a sus rodillas, y Emi la ayudó al levantar las caderas del sillón lo suficiente como para que ella pudiera bajarle los jeans.
Cuando Evelyn se arrodilló entre sus piernas abiertas, Emi no pudo soportarlo más.
"Necesito que me toques, Evelyn," suplicó, desesperado, ya que su excitación comenzaba a dolerle.
"¿Sí?" tanteó ella.
"Evelyn, por favor."
"Amo que me supliques," dijo ella, tranquila, palmeándole la erección por sobre los bóxers. "Te hacés el agrandado pero yo tengo tanto poder sobre vos como vos sobre mí. Si te la chupo ahora, seguro te venís en menos de un minuto."
Le bajó los bóxers para así exponer su erección. Ella se mojó los labios y escupió en su palma para usar su saliva como lubricante cuando empezó a tocarlo lenta, suavemente. Emi inhaló con fuerza por entre los dientes y levantó las caderas desesperadamente, sintiendo como la mano de Evelyn lo masturbaba de a poco.
Él referenció sus palabras previas con una ceja enarcada. "¿Es un reto eso?"
Evelyn lo miró con una sonrisa. "A ver, empezá a contar."
Emi la miró por un segundo, fijamente, y se pasó la lengua por el labio inferior. Su mirada aterrizó en la mano de Evelyn alrededor de su miembro por un segundo hasta que por fin la volvió a mirar a los ojos.
"Sesenta... cincuenta y nueve... cincuenta y ocho..."
Evelyn se sonrió y de inmediato lo tomó en su boca. Emi, habiendo estado previamente sensible, casi cesa de contar al sentir su lengua, pero se contuvo porque no quería ser tan débil, a pesar de que ella lo dejaba boludo. Empujó sus caderas hacia arriba nuevamente y disfrutó de la sensación, luchando por mantener el ritmo de su cuenta regresiva. No creía ser capaz de durar tan poco, pero algo dentro suyo lo empujaba al borde a una velocidad peligrosa.
"Cincuenta y tres... cincuenta y – mierda — dos... cincuenta y uno..."
Evelyn estimuló la punta de su miembro con su lengua a la vez que usaba su mano para tocarlo con más velocidad, buscando un orgasmo rápido pero igual de intenso. Lo tomó de nuevo dentro de su boca y lo hundió hasta su garganta, viendo como Emi echaba la cabeza hacia atrás y volvía a empujar sus caderas hacia arriba, disfrutando un poco demasiado el sonido de Evelyn ahogándose.
"Cuarenta y cuatro... Dios mío, Evelyn, la puta madre... cuarenta y dos..."
La chica escupió sobre su miembro y esparció su saliva a lo largo de éste con su mano, sonriendo al ver como Emi luchaba por zafarse del cinturón, pero a duras penas lograba aflojarlo un poco. El hombre empujó sus caderas con fuerza, gimiendo abiertamente.
"Treinta y cinco... treinta y cuatro... treinta y tres... treinta y dos..."
Su cuenta regresiva se tornaba cada vez más distraída y apenas conseguía mantenerse en el ritmo, por poco olvidándose de contar cada vez que Evelyn movía la cabeza.
Sentía como su orgasmo crecía en la parte baja de su espalda, presentándose como una creciente presión que hacía que le cosquillee el estómago. Su piel estaba recubierta por una capa de sudor y su abdomen y bíceps se contraían debido a la fuerza que empleaba en tratar de moverse.
"Calmate, Emiliano, vas a romper el cinturón," se rió Evelyn mientras lo masturbaba con su mano.
"Es la idea. Y te aviso que no vas a poder cumplir tu reto."
"Teneme confianza, mi vida," dijo ella antes de volver a tomarlo en su boca.
Emi pasó de los treinta a los veinte mientras ella movía la cabeza de arriba a abajo rápidamente, frenando ocasionalmente para dejar que él pudiera sentir la parte trasera de su garganta antes de volver al ritmo. Los oídos del hombre zumbaban y sentía el orgasmo demasiado cerca, como para sorprenderlo dentro de los próximos segundos...
"Cinco... cuatro... tres..."
Se sintió al borde. Gimió abiertamente al sentir como el clímax le trabajaba por las venas, pero antes de que pudiera llegar, Evelyn frenó.
Emi abrió los ojos y la miró con el ceño fruncido, confundido. Evelyn seguía arrodillada entre sus piernas, pero ya no lo tocaba.
"¿Qué hacés?" preguntó él.
"¿Qué te hace pensar que te voy a dejar venirte así de fácil?" arremetió Evelyn con un puchero. "Todavía ni empecé a divertirme."
Emi la miró, incrédulo. "¿Me estás jodiendo?"
Ella arqueó una ceja, volviendo a subirle el jean. "No sos el único que puede jugar, Emiliano."
Él tensó la mandíbula de la frustración. La observó mientras ella se paraba y lentamente desabrochaba su brasier, dejando expuesto su pecho.
"¿Qué vas a hacer?" le preguntó Emi, recorriéndole el cuerpo con los ojos, desesperado por sentirla de alguna manera, pero sabía que ella no iba a dar el brazo a torcer ni aunque se lo suplicara.
"Voy a jugar," se encogió de hombros ella, "y vos vas a mirar."
Qué hija de puta.
La sangre le fluyó hasta la entrepierna nuevamente y sintió como la necesidad de un orgasmo lo ahogaba dolorosamente, pero la boca se le secó de la emoción. Evelyn dejó caer su brasier en el regazo de Emi y rodeó la mesa ratona para tomar asiento en el sillón opuesto del que él estaba.
"Te gusta verme sufrir, ¿no?" le dijo él, inevitablemente bajando la mirada a su culo.
"Puede ser," le contestó ella, reclinándose en el asiento y abriendo lentamente las rodillas, así provocando que los ojos de Emi aterrizaran en su entrepierna.
El hombre se retorció en el sillón. Evelyn deslizó la tanga por sus piernas lentamente hasta llegar a sus tobillos y volvió a reclinarse contra el respaldo, llevándose el dedo medio y anular a la boca. Emi no sabía dónde mirar, sus ojos se paseaban por la totalidad de su cuerpo desnudo y no estaba seguro de si lo que veía era una bendición o el siguiente motivo de su creciente frustración sexual.
Todavía sentía los restos del orgasmo que había estado a punto de sentir hace unos segundos, por lo que se encontraba incluso más sobreexcitado. Evelyn deslizó los dedos fuera de su boca y usando su saliva como lubricación, llevó su mano hasta su centro para empezar a tocarse, a la vez que mantenía el contacto visual con Emi.
El hombre separó los labios y respiró con pesar, sintiendo como el estómago se le contraía apenas Evelyn empezaba a trazar círculos alrededor de su clitoris.
"Por Dios..." suspiró él para sí, estremeciéndose en su asiento ante la escena pornográfica sucediendo justo en frente suyo.
"No te retuerzas mucho, eh," se burló Evelyn con la respiración ya medio agitada, acelerando el movimiento de sus dedos sobre su centro. "La puta madre."
"Evelyn, por favor."
"¿Por favor, qué?"
"Dejame tocarte."
Ella negó con la cabeza. "No."
Emi la miró, frustrado, mientras Evelyn lentamente deslizaba un dedo en su interior y empezaba a moverlo con lentitud. Él se estremeció el escuchar el sonido de su lubricación facilitándole el movimiento y sintió como el pantalón volvía a pesarle. Apretó los puños con fuerza y maldijo internamente a su novia.
"Ay, Dios," gimió Evelyn fuertemente, echando la cabeza hacia atrás.
Emi tenía los ojos fijos en la mano de la chica en su interior, con los labios separados y la respiración agitada mientras ella se encargaba de estimularse a sí misma, arqueando la espalda y moviendo sus caderas para sentir más. Emi quería decirle que no se venga, que lo espere a él, pero sabía que ella no le haría caso.
"Más vale que estés pensando en mí," dijo en vez, sin aliento, tratando de ganar ventaja en aquella situación.
"Creeme," le contestó ella entre jadeos, deslizando un segundo dedo en su interior. "Sos lo único en mi mente."
Emi sintió como un escalofrío le recorría el cuerpo. Evelyn aumentó la velocidad, acercándose a su orgasmo, arqueando la espalda para dejar más de su pecho desnudo al descubierto. El chico no se bancaba más los pantalones, estaba buscando cualquier manera de zafarse de aquel cinturón para poder al menos tocarse a sí mismo, porque lo que veía le contraía el estómago de tal manera que lo hacía temblar.
A Evelyn le zumbaban los oídos y le pesaban los párpados, ya había desistido de mantener el contacto visual con Emi porque el placer la cegaba. Se llevó la mano libre al pecho, jugando con sus pezones, pellizcándolos para así aumentar las sensaciones de placer. Sus muslos dieron algunos espasmos violentos hasta que él por fin pudo ver como la chica se venía sobre sus propios dedos, gimiendo su nombre sin vergüenza alguna. Emi no quiso pestañear para no perderse lo que estaba viendo: la imagen de su novia, transpirada de pies a cabeza, tocándose a sí misma y sobrellevando su orgasmo con la espalda arqueada y las piernas abiertas solo para él.
"Evelyn, por Dios," soltó Emiliano en un suspiro, echando la cabeza hacia atrás, viendo estrellas a pesar de que ella ni siquiera lo había tocado.
Evelyn se dio tiempo a sí misma para bajar de su clímax y Emi retornó la mirada a ella justo a tiempo para ver como la chica se llevaba los dedos a la boca y se los chupaba lentamente, saboreando su propia descarga. Él tragó saliva.
"Te lo pido por favor," le dijo él, un mar de sudor. "Necesito que me toques. No me lo banco más."
Ella sonrió entre jadeos. "Ya va, impaciente."
Emi se sintió en el cielo cuando Evelyn por fin se paró, con las piernas todavía temblándole, y camino hasta él. Se arrodilló entre sus piernas abiertas y se extendió por sobre su cuerpo para llegar hasta sus manos atadas, ahí desabrochando el cinturón y por fin liberándolo del agarre de éste.
Emi no lo dudó ni un segundo. La agarró del pelo y estampó sus labios contra los suyos, evitando perder tiempo cuando deslizó su lengua por entre sus labios y volvió a sentir su sabor. Se sentía como la primera vez que la besaba en años y mientras lo hacía, se apuró a bajarse los jeans, donde su erección ya le dolía.
"Las manos en el respaldo," le dijo a su chica entre el beso. "Y no las movés de ahí."
Evelyn gimió entre lengüetazos. Amaba hacer que Emi se entregue a ella, pero también amaba entregarse a él. Por ese mismo motivo, no dudó en arrodillarse en el sillón y agarrar el respaldo, con Emi parándose detrás suyo y posicionando su miembro en su entrada. Esta vez, el hombre no le dio tiempo a ajustarse, deslizándose dentro de ella con tal fuerza y rapidez que Evelyn ahogó un gemido.
Emi empezó a embestirla con fuerza por detrás, respirando pesadamente y escuchando los gemidos de Evelyn, que se encontraba ya bastante sensible debido a su orgasmo previo hace tan solo unos segundos. Él agarró el pelo de la chica y tiró fuertemente de éste, obligándola a arquear la espalda. Se inclinó hacia adelante y acercó sus labios al oído de la chica, con la mandíbula tensa.
"Si te portás mal, recibís castigo, Evelyn," le dijo entre dientes, todavía sosteniéndole el pelo con fuerza. "A mí no me volvés a boludear de esa forma, ¿me escuchaste?"
"Sí, Emi," le contestó ella, largando gemidos a más no poder, con su cuerpo entero sacudiéndose con cada violenta embestida.
"Bien."
Emi volvió a erguirse y agarró su cadera con su mano libre, cargándola contra el sillón con cada vez más fuerza, buscando el orgasmo del cual ella lo había privado. Sin pensarlo, azotó su culo, urgiendo un grito de los labios de la chica. Emi disfrutó ver como una marca roja con la forma de su mano lentamente tomaba forma sobre su piel, como una nueva forma de marcarla y hacerle saber que ella era suya, y que él mandaba.
"¡Emi, Dios!" gritó Evelyn, sobrecargada.
"Sí, gritá mi nombre, hija de puta."
Evelyn amaba que él la elogiara durante el sexo, pero aquello era todo un nuevo nivel. Escucharlo hablándole así desencadeno su segundo orgasmo y al sentirla, Emi supo que iba a venirse también, por lo que se deslizó fuera de ella y mientras ella todavía se retorcía, sensible, él la obligó a arrodillarse frente a él y tragarse su descarga.
"Qué buena chica, Evelyn," dijo en un suspiro, viniéndose sobre su lengua.
Echó la cabeza para atrás y aminoró la velocidad de su mano sobre su miembro, dejando escapar un gemido de éxtasis ante la sensación. Evelyn, que todavía sobrellevaba su propio orgasmo, tragó su descarga y lo miró a través de sus pestañas, con los muslos temblándole.
Cuando pudieron calmarse, se desplomaron en el sillón y Emi agarró una de las mantas en el respaldo para tapar sus cuerpos desnudos, a pesar de que el calor todavía los agobiaba. Sintiéndose segura contra el pecho de su novio, Evelyn suspiró profundamente.
"Mierda," dijo, sin saber qué más decir.
"Mierda, efectivamente," contestó él.
"Me dejaste boluda," confesó con una risa.
Todavía jadeaban para cuando escucharon un maullido detrás suyo que los obligó a voltear. Desde la puerta del lavadero, Sacacorcho observaba la escena atentamente. Evelyn lo miró a Emi, horrorizada.
"¿Decís que vio algo?" le preguntó en un susurro, como para que el gato no escuchara.
"No sé, no quiero traumarlo."
"No, yo tampoco."
"Capaz no vio nada."
"Espero que no."
a/n –
pobre sacacorcho che
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