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"Right now I know that I'm not really worth it,
if you give me time, I could work on it...
give me some time while I work on it."






"No entiendo," dijo Evelyn con el teléfono al oído, sentada en el sillón de la casa de Emi.

Eran eso de las seis o siete de la mañana. Su novio todavía no se despertaba y ella se encontraba en el living, al teléfono con Gonzalo, su representante, que le hablaba de guita y ofertas como si fuera cosa de todos los días. Había una taza de café a medio tomar en la mesita ratona de vidrio y ella llevaba puesta solo una remera color vino tinto que había encontrado en el armario de Emi.

"Básicamente, te subieron el sueldo," le explicó su representante sin más preámbulos, buscando llegar al punto.

Sabía que la joven tenía poco interés en hablar sobre temas financieros, lo cual era el motivo por el cual el representante generalmente tramitaba toda esa parte con Scaloni. Sin embargo, el padre se encontraba ocupado aquel día y múltiples clubes estaban presionándolo a Gonzalo para recibir respuestas. (En su opinión, desde un punto de vista técnico, aquel era un movimiento ciertamente irrespetuoso, ya que Evelyn se encontraba a solo unos días de su derrota, tomándose unas merecidas vacaciones, pero no podía discutir).

"¿Y eso no es bueno?" le preguntó Evelyn, todavía sin entender.

"Sí, obvio que sí. Solo que tenés que tomar una decisión."

"¿Sobre qué?"

"Sobre las ofertas, Eve. El Barcelona está dispuesto a pagar medio millón para transferirte," le explicó Gonzalo, hojeando documentos. "El Chelsea y el PSG ofrecen un poco menos, pero igual son buenas ofertas. Después, el Manchester quiere–"

"Pero pará, ¿para cuándo serían todas estas ofertas?"

"Aproximadamente, para el fin de la temporada de este año, comienzos del siguiente. Digamos, diciembre a febrero, 2023/2024. Barcelona te ofrece un contrato de tres años; el Chelsea, uno de cinco..."

"¿Y tengo que tomar una decisión ahora?"

"No necesariamente, tenés unos meses todavía, pero cuanto antes mejor. También podés elegir quedarte en el Olympique, si eso es lo que querés."

"Un contrato de solo dos años con el Olympique me parece un desperdicio." Bufó Evelyn, estresada.

"Sí, pero te están ofreciendo un salario muchísimo más alto, un mejor entrenamiento, más nivel... ya sé que es una decisión difícil," dijo Gonzalo, asintiendo con la cabeza. "Pero tenelo en cuenta al Barcelona por lo menos. Es una diferencia entre un club de primera y uno de segunda; no es mucho, pero te vas a dar cuenta."

Evelyn pensó por un segundo, preguntándose qué sería mejor para su carrera en aquellas instancias. "No sé..."

"No tomes ninguna decisión ahora, Evelyn. Hablemos en algunas semanas y vemos qué hacemos. Pero pensalo," le pidió Gonzalo, aunque la propuesta le generaba poco consuelo a la chica.

"Bueno. Nos vemos," saludó.

"Hasta luego."

Evelyn cortó la llamada y apoyó el teléfono en la mesita ratona, soltando un prolongado suspiro de agotamiento. No sabía por qué estaba eligiendo clubes ahora si las transferencias (en caso de que quisiera dejar el Lyon) no tomarían lugar hasta dentro de un año. Tendría que consultarlo también con su papá, cuya experiencia en el área podría serle de gran ayuda. Pero por ahora, prefería no pensar más en el tema.

"¿Quién era?" preguntó una voz detrás suyo.

Evelyn se giró y lo vio a Emi parado al pie de las escaleras, frotándose los ojos con los puños. No llevaba una remera puesta y tenía el pelo despeinado, indicando que se acababa de despertar. La ausencia de Evelyn en la cama lo había alarmado, por lo que se había levantado en busca de ella y se la había topado sentada en el sillón del living.

"Mi representante," le contestó ella, palmeando el espacio a su lado para que él se acerque.

Emi obedeció y camino perezosamente hasta ella, recostándose boca abajo sobre ella, de tal manera que casi la aplasta. Serpenteó sus brazos alrededor de la cintura de su chica y apoyó su cabeza en su pecho, cerrando los ojos.

"No te vayas a quedar dormido que me asfixias," bromeó Evelyn.

"Hm," contestó él, medio dormido.

Ella se rió y le acarició el pelo con afecto, pensativa. Emi prácticamente pudo escuchar los engranajes de su cerebro trabajando a toda mecha, por lo que levantó la cabeza y la miró a los ojos.

"¿Estás bien?" le preguntó.

"Sí, ¿vos?"

"Bien, bien," contestó, aunque no le creía del todo. "Viajamos en unos días, ¿sabés?"

Ella sonrió de inmediato. "Sí. No lo puedo creer todavía."

Emi se rió suavemente y le levantó la remera hasta debajo del pecho para si poder sentir su piel. Presionó sus labios contra su abdomen y la besó suavemente, disfrutando del calor de su cuerpo contra el suyo. Después, deslizó una mano por debajo de su remera y la apoyó sobre sus una de sus tetas. Evelyn se rió – Emi había adoptado ese hábito hacía varias semanas y ya no se atribuía a un acto sexual, sino a uno de cariño que ella amaba.

"Qué linda que sos," le dijo Emi sin motivo alguno.

Ella solo sonrió, ya que no sabía qué decirle. El corazón le aleteaba en el pecho y un enjambre de mariposas le cosquilleaba en el estómago, y sabía que aquel sentimiento que se negaba a aceptar le estaba circulando en la cabeza, pero no se lo admitía a sí misma.

"Evelyn," la llamó él de repente tras un momento de silencio absoluto en el que solo escucharon sus propias respiraciones.

"¿Sí?" le contestó ella, masajéandole suavemente la cabeza de una manera que lo tenía casi ronroneando.

Emi volvió a apoyarse contra su pecho, abrazándola. "Te quiero mucho, ¿sabés?"

"Yo también te quiero mucho, mi amor," le respondió ella.

Emi ya no sabía qué hacer. No podía contenerse, porque él no sólo la quería, sino que también la amaba y aquellos eran dos sentimientos completamente diferentes. El amor le emanaba de los poros, lo abrazaba completamente, lo ahogaba, y ella no le extendía una mano para ayudarlo a salir de aquellas aguas que le arrebataban el oxígeno. Como que ella quería hacerlo, lo tanteaba, sumergiendo solo sus dedos, pero nunca metía la mano entera, entonces él no podía agarrarla, no llegaba, y eso lo mataba lentamente...

Sus palabras eran arriesgadas. Sintió el riesgo mientras las pensaba, mientras las formulaba y mientras las decía. De hecho, sintió el riesgo todo a su alrededor, ya que el abdomen de Evelyn se tensó debajo suyo apenas empezó a hablar.

"Yo también te amo, Evelyn," le dijo él sin dudar, sabiendo que ella probablemente se levantaría y se iría de la casa, pero dispuesto a tomar ese riesgo. "No sé vos si me amás. Yo ya te lo dije y te lo vuelvo a decir porque la verdad me sorprende que te sea tan fácil ignorarlo."

Evelyn no entendía por completo, pero su abdomen seguía completamente tenso y sus manos habían dejado de acariciarle el pelo.

"Yo no puedo ignorarlo. Dios mío, me mata. Es como que... no sé. Estás en mi cuerpo. Me dejaste una marca que no se va. Te juro que lo intento, intento todo el tiempo ignorar esto que siento, pero es que... yo te amo. Y te amo tanto que me despierto ahogado todos los días, tratando de reprimir lo que siento por vos para no asustarte, porque sé que vos no me podrías decir que me amás ni aunque me amaras." Hablaba lentamente, como con miedo, pero no siente medio. "No sé, Evelyn. Ya no sé qué hacer. Siento que me estoy volviendo loco."

Evelyn se quedó en silencio. Se quedó en silencio por un rato largo: no movía un músculo ni para respirar y Emi temía haberla matado de un susto.

"¿Eve?" llamó él después de unos largos minutos, girando la cabeza para verla.

La mirada de la chica estaba perdida en el piso. Sus labios estaban separados, como si quisiera decir algo pero no fuera capaz de hacerlo, e inhalaba lentamente, dando la impresión de que el aire le pesaba en los pulmones.

"Emi," le dijo ella con lentitud. "Es que yo... yo seguramente también te ame, ¿sabés?"

Evelyn ya se lo había dicho una vez. Evelyn ya se lo había dicho una vez y Emi había sentido como si hubiera ganado el mejor premio del mundo, mejor que cualquier copa material. Pero Evelyn se lo había dicho estando borracha, fuera de sí. Por eso, aquel momento en que se lo volvió a decir se sintió completamente distinto.

Esta vez, era auténtico, era sensible y era delicado, y él sabía que ella se iba a acordar de esto incluso aunque no quisiera. Eso lo hacía aún más real, entonces el corazón se le aceleró tanto que por un momento, creyó que capaz le estaba agarrando un infarto. Pero se sentía tan bien.

"¿En serio?" le preguntó él, asegurándose de que esas palabras no eran solo una promesa vacía.

"Sí, Emi, en serio." Asintió ella. "Creo que te amo. Pero no te lo puedo decir."

Emi la miró. "¿No?"

"No, porque me pesa muchísimo. Me parece demasiado, me parece un sentimiento que yo no soy capaz de manejar de una manera sana sin lastimarte o sin... no sé, sin que pase algo que no quiero que pase," dijo ella. Por primera vez, lo miró a los ojos. "Estoy yendo a terapia, ¿sabés?"

Emi frunció el ceño ante el inesperado comentario, pero aquella información le alegró el corazón de inmediato. "¿Posta?"

"Sí. Por vos," le dijo Eve. "Quiero ser mejor. Quiero poder decirte lo que realmente siento sin que me duela."

Emi la miró, esperanzado, sintió como se le aceleraba el corazón a tal punto que sentía una vibración en el pecho en lugar de latidos.

"Pero todavía falta un tiempo para eso," le explicó Evelyn. "No te puedo decir nada por ahora. Así que espero que puedas conformarte con solo saberlo."

A este punto, Emi se conformaba con la más pequeña de las migajas. Pero esto no era migajas; esto era toda una hogaza de pan. Evelyn había empezado terapia, Evelyn quería sanar y Evelyn quizás lo amaba, y aquello eran tres pasos enormes en dirección a su felicidad. Y Emi estaba orgulloso y no sabía cómo reaccionar, porque Evelyn finalmente estaba trabajando para poder estar bien y lo estaba haciendo por él, para decirle que lo amaba sin que le duela. Y a Emi eso la parecía hermoso.

"Es suficiente para mí," le dijo él con una sonrisa de oreja a oreja. "Evelyn, estoy muy orgulloso de vos."

Evelyn se sintió al borde de las lágrimas. 

"Te amo," le dijo Emi; las palabras se sentían ligeras en su lengua. "¿Te lo puedo decir?"

Evelyn sorbió para la nariz, conteniendo las lágrimas a toda costa. "Sí, sí, Emi. Podés."

Emi sonrió. Se sentía libre, se sentía como nuevo.

"Te amo," repitió él con una sonrisa.

Evelyn sintió como una lágrima se le escapaba y rodaba por su cachete. Como no quería que él la vea llorar, le empujó la cabeza para que la vuelva a apoyar sobre su pecho y apartara la mirada de su rostro.

"Andate a dormir, grandote," le dijo, volviendo a sorber por la nariz. "Es temprano todavía."






"Losin' your patience, and, girl,
I don't blame you: the Earth's in
rotation, you're waiting for me."






a/n –
mis papás

siguientes capítulos: grecia y sexooooo

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