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"Pero, ¿está bien?" preguntó Emi consternado, observando a Scaloni mientras éste daba vueltas por la habitación, aparentemente, buscando algo.

Era el día después del partido, veintiuno de diciembre. Emi y Scaloni habían llegado de Londres en el que se encontraba el equipo femenino de Lyon hace tan solo unos minutos. El arquero no había parado de hacerle preguntas al mayor, preocupado por el bienestar de su novia, pero el DT no había podido contestar nada con completa seguridad, ya que él aún no había ido a visitar a su hija.

Sin embargo, Scaloni tampoco le permitía a Emiliano visitarla sin que él lo haga antes, pero por algún motivo, parecía que el mayor estaba buscando evasivas, como si no quisiera ir a ver a Evelyn. Emi no comprendía el por qué.

"Supongo. Parece que sí. Quiere ir a entrenar," explicó Scaloni desanimadamente. "Ella y su mamá nunca tuvieron una relación cercana, así que no creo que la haya afectado mucho."

"¿Le preguntaste?" volvió a cuestionar el arquero; no quería sonar acusador, pero la pregunta era necesaria.

Scaloni dudó. "No. Está en su habitación, enchufada al celular desde ayer. Está cansada nomás."

"¿Cómo sabrías, si todavía no la visitaste?" murmuró Emi, pero se tuvo que callar de inmediato cuando el mayor le envió una mirada asesina. "Perdón."

Scaloni negó con la cabeza y siguió con su búsqueda. "La puta madre, ¿dónde está?"

"¿Qué cosa?"

"Mi teléfono."

Emi frunció el ceño. "Lo tenés en la mano."

Scaloni alzó la mano y notó que sostenía en ésta el dispositivo que tanto buscaba. Alzó las cejas, murmuró un pequeño 'ah' y cesó de buscar. Emi le dedicó una mirada de confusión, pero pronto negó con la cabeza y se adelantó un paso.

"Te lo pido por favor, Scaloni," dijo. "Evelyn está sola y no sé por qué vos no estás con ella, pero me tenés que dejar ir a verla. No me banco más no saber si está bien."

"No quiero que piense cualquier cosa," confesó Scaloni, y aunque Emi no entendió por completo la declaración, estaba listo para soltar cualquier excusa.

"Que yo la vaya a visitar primero no le va a hacer pensar nada. Solamente se va a dar una idea errónea si vos no la visitás en absoluto, pero por algún motivo que desconozco, parece que vos no quisieras verla. Y eso es tu problema, no el mío, así que no veo por qué no me dejás visitarla."

Scaloni se quedó medio paralizado ante las palabras. No miró al arquero a los ojos, pero tampoco le dio una respuesta a aquella pregunta escondida entre líneas. Simplemente resopló e hizo un gesto con la mano.

"Andá, Emiliano. Dale, andá," dijo por fin, algo enojado, pero incapaz de contener al arquero desesperado durante más tiempo.

Emi no tuvo tiempo de agradecer, ya que ya estaba saliendo disparado en dirección del cuarto 701, donde sabía que Evelyn se estaba quedando junto a su compañera de equipo, Grace. A la segunda se la encontró frente a la puerta de la habitación, apoyada contra la pared con el celular en la mano. Una vez que divisó al hombre, se irguió. 

"Emi, right? (Emi, ¿no?)" preguntó en un inglés afrancesado.

"Yeah. Is she in there? (Sí. ¿Está adentro?)"

"Yeah, here. (Sí, tomá)."

Grace le dio la tarjeta de acceso para la habitación 701 y él la tomó precipitadamente, adentrándose en la habitación apenas logró abrir la puerta, solo para después cerrarla detrás suyo. La falta de luz, ambas solar y artificial, en aquella habitación le pegó como un latigazo: todas las cortinas estaban cerradas, impidiendo el paso de los rayos de sol. El aire acondicionado estaba prendido, enfriando el cuarto de tal manera que le provocó un escalofrío, y pudo ver sábanas, almohadas y ropa esparcidas desordenadamente por el piso alfombrado. Lentamente, caminó hacia el interior de la habitación.

En un principio, le costó divisar a su chica bajo el lío de sábanas, cobertores y almohadones sobre la cama, pero por fin, una vez sus ojos se acostumbraron a la oscuridad de la habitación, logró encontrarla en un costado, con su espalda hacia él. Tenía el teléfono en la mano, con el brillo al mínimo, y no pudo ver bien que era lo que miraba, pero pronto descubrió que leía un artículo:

20 DIC 2022 | 10:32 h

Plantel Técnico Se Cuestiona La Capacidad De Evelyn Scaloni De Seguir Jugando

Después de un severo traumatismo en su columna vertebral y el fallecimiento de su madre durante su último partido contra FC Zürich, el plantel técnico del club francés Olympique Lyonnais – entre ellos, el director técnico, Andre Dubois – duda de la habilidad de la joven Scaloni de jugar como titular en los siguientes partidos de la Champions League. Ver más

Emi se mordió el labio, preocupado, y rodeó la cama para acercarse hacia ella. Evelyn solo le dedicó una mirada breve para después volver a su lectura, pero aquel instante fue suficiente para que el hombre lograse ver el destello de lágrimas en sus mejillas, las cuales yacían iluminadas por el brillo del celular. Se arrodilló frente a ella.

"Eve," llamó, pero ella no le prestó atención. "¿Estás bien?"

"Sí," respondió ella fríamente, todavía desplazándose por el artículo en su celular. Más lagrimas brotaron a sus ojos, pero pestañeó y desaparecieron.

"¿Por qué llorás?" sonrió él con simpatía, torciendo la cabeza mientras le acariciaba el pelo suavemente.

Evelyn apartó la vista, avergonzada de haber sido vista llorando por Emiliano. Sin embargo, ya no había vuelta atrás: el arquero le arrebató el celular gentilmente de las manos (al principio, ella luchó un poco, pero pronto lo dejó ir), lo apagó y lo apoyó en la mesita de luz a su lado. Después, volvió a rodear la cama, se sacó los zapatos y se acostó detrás de la chica, atrayéndola hacia sí para sostenerla en sus brazos. Le besó suavemente la cabeza.

"Vos sos mucho más que lo que dicen esos artículos, mi vida," aseguró él.

"Ya sé," tartamudeó ella, su voz temblorosa.

"¿Entonces por qué lloras?" volvió a repetir Emi.

"No lloro," negó Evelyn una vez más, a pesar de que era una mentira obvia.

"Está bien. Yo te abrazo igual."

Evelyn rompió en un llanto silencioso: hizo todo lo posible para que Emi no se diera cuenta, y en un principio, debido al alarmante silencio de sus sollozos, pasó desapercibida. Sin embargo, cuando se sorbió la nariz y Emi la abrazó más fuertemente, supo que él se había dado cuenta.

"No hace falta que hoy vayas a entrenar," dijo él en un susurro, sosteniéndola con gentileza contra su pecho.

"Tengo que ir," arremetió ella, llevándose la mano a la boca y toqueteándose los labios, así como un hábito compulsivo para esconder sus lágrimas. Emi lamentó el detalle.

"Podés faltar a uno, Eve."

"No," volvió a negar ella.

Emi suspiró. "Bueno. Yo te llevo."

Se quedaron un rato en silencio. El chico la miraba de reojo y ella no cesaba de llorar.

Toda su vida, Evelyn se había encargado de llorar sola, donde nadie la viera, para así no generar preocupaciones innecesarias a sus seres queridos. Por este motivo, con el tiempo, Evelyn dejó de encontrarle uso o consuelo alguno a los abrazos, ya que ella se había levantado sola de todas sus caídas, tapándose la boca durante las noches para no despertar a su papá con su llanto.

El abrazo de Emi no le generaba consuelo por ser un abrazo, le generaba consuelo porque era él el autor de éste. Que él la toque de esa forma, asegurándole que todo iba a estar bien, le provocaba una calidez en el pecho que eventualmente la haría sentir muchísimo mejor. Sentía que, si Emi estaba a su lado listo para atajarla si se caía, entonces serían invencibles. Juntos.

"El funeral de tu mamá es mañana en Buenos Aires," confesó Emi después de un rato, eligiendo sus palabras cuidadosamente para no generarle más dolor a la chica.

"Nadie va a ir. Esa vieja loca no tenía amigos ni familia," Evelyn refunfuñó, ganándose una pequeña risa de parte del chico.

El zumbido del pecho de Emi contra su espalda durante la carcajada fueron suficientes para enviarle una pequeño descarga eléctrica al corazón que hizo que le cosquilleara el cuerpo entero.

"Bueno, en algún momento te tuvo a vos, ¿no?"

"No, a mi nunca me tuvo," negó la chica de inmediato, rechazando cualquier ademán del chico de relacionarla con aquella mujer. "Era una hija de puta, no era mi mamá."

Emi se quedó callado por un momento, respirando con suavidad, como si no quisiera quebrantar la delicadeza del ambiente que los rodeaba. Pensó brevemente.

"¿No la querés para nada?" preguntó por fin, genuinamente curioso.

Para su sorpresa, Evelyn no contestó de inmediato. De hecho, permaneció un largo rato callada antes de responder con la absoluta verdad.

"Supongo que, en algún momento, me acostumbré a saber que tenía una mamá en algún lugar del mundo," confesó inseguramente. "O sea, no tenía una mamá. La verdadera era una persona de mierda. Pero como nunca realmente conocí a mi mamá, siempre tuve una ilusión que iba más allá de lo que me podía contar mi papá sobre ella. La mamá de la ilusión era hermosa: usaba vestidos y polleras y me llevaba a la plaza y peloteaba conmigo y me cocinaba galletitas y me compraba caramelos y... y todo lo que una pendeja de diez años pueda querer. Y a esa mamá, a la mamá de la ilusión, yo siempre la quise." Hizo una pausa. "Cuando me dijeron que murió, supongo que una parte dentro mío relacionó a aquella mujer, a la verdadera mamá, con la mamá de la ilusión. Como que pensé que, si hubiera logrado alejarse de las drogas, habría podido cumplir mi fantasía. Pero murió, y eso nunca va a pasar."

Emi, durante el transcurso de su historia, la había ido abrazando cada vez más fuerte, con un pequeño pensamiento fantasioso en su cabeza de que, si no la soltaba, podría protegerla de todo lo que la lastimaba. Pero sin importar que tanto se lo propusiera, sin importar que tanto se pusiera el traje de soldado y tratara de batallar la batalla, él nunca podría protegerla de sus propios pensamientos.

"Ojalá pudiera sacarte ese dolor," expresó con sinceridad, agradeciendo que la chica no podía verle la cara, ya que los ojos se le habían puesto medio llorosos.

Evelyn le acarició el brazo, trazando las venas en el dorso de su mano y paseándose por sus dedos con delicadeza. Lo único en lo que podía pensar era en lo mucho que le gustaban las manos de Emiliano. 

"Me gustan tus manos," dijo entonces, ignorando sus palabras.

"A mí me gustás vos," contestó él sin duda alguna.

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