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Evelyn salió del estadio aquella tarde con una sonrisa en el rostro. Después de un breve encuentro de las jugadoras en los vestuarios, el micro de la federación las transportó de vuelta al hotel: un viaje de media hora aproximadamente, tiempo durante el cual las jugadoras cantaron y gritaron, aclamando su triunfo. Incluso abrieron una botella de champagne para celebrar la primera de muchas victorias.

Cuando llegaron al hotel, cenaron y después, algunas (entre ellas, Evelyn), dieron la noche por terminada y subieron a sus habitaciones. La chica compartía un cuarto con Grace, que se había quedado abajo festejando con el equipo, por lo que Evelyn aprovechó el rato a solas. Usó algunos minutos para bañarse y cambiarse y después se recostó en su cama para llamarlo a Emi.

El teléfono estuvo sonando un rato, largo, pero finalmente, el hombre contestó.

"Hola, vida," saludó Eve con una pequeña sonrisa.

"Hola," contestó él. "Toda la noche esperando que me contestes, loca."

"Perdón, me tenía que concentrar para el partido de hoy. Si me la pasaba pensando en vos, seguramente perdíamos," explicó ella con una risa suave. Ante el silencio del chico, se rió. "¿No me vas a felicitar?"

"Felicitaciones," dijo él después de un momento, pero a pesar de que estaba orgulloso, no podía sonreír.

Evelyn frunció el ceño. "¿Estás bien? ¿Qué pasó?"

"Te tenía que hablar ayer, Eve," dijo él, su voz cerrada. "Me hubieras avisado por lo menos. Me quedé esperando."

"Perdón, amor. Pensé que sabías que hoy tenía partido," contestó, algo confundida, sentándose derecha en la cama debido a su preocupación. "¿Qué me tenías que decir? Decímelo ahora."

Emiliano titubeó. Se moría de ganas de encararla debido a sus palabras en la entrevista, pero no quería enojarse con ella por esa clase de cosas. Al no ser pareja, Evelyn no le debía nada, era verdad, y ella probablemente había dicho eso para ocultar su relación de los medios, pero no podía evitar sentirse herido, especialmente debido a la confianza y a la seguridad que había adoptado para su respuesta. 

"Solo algo que dijiste ayer." Él se encogió de hombros.

Evelyn hurgó por su cerebro durante un instante, pero pronto dio con las palabras que había expresado el día anterior ante las preguntas.

"¿Estás enojado porque dije que vos y yo no éramos nada? ¿Eso es?" preguntó ella, alzando una ceja.

"No estoy enojado, solo... decepcionado, capaz."

"Si vos sabés que somos algo, Emi." Evelyn se rio suavemente.

"Pero no veo por qué no se lo podemos contar a la gente. Tu papá ya lo va a aceptar y a la gente no le va a molestar, Evelyn. Y yo quiero que la gente vea lo mucho que–" se frenó antes de que pudiera hablar de más.

Evelyn ignoró ese detalle y negó con la cabeza. "¿Vos pensás que yo no quiero que la gente se entere porque tengo miedo de que me juzguen?"

Emi se quedó en silencio, temiendo haber tocado un tema sensible, demasiado pronto. Tragó saliva y esperó impacientemente las siguientes palabras de la chica, quien se mordió el labio en un intento de contener las puteadas.

"¿No escuchaste lo que me dijeron ayer? Creen que yo soy parte de la selección porque mi papá me compró un espacio, porque yo no tengo la habilidad suficiente," explicó ella. "Si ahora, en el comienzo de mi carrera, la gente se entera que vos y yo somos algo, voy a quedar como 'la novia de Dibu', y no como Evelyn Scaloni, ¿entendés? A vos no te importa porque la fama, el reconocimiento y la carrera ya la tenés hecha. Pero yo recién estoy empezando. Yo todavía tengo algo que probarle a la gente, y si me relacionan con vos, ya no voy a poder hacerlo, porque no va a importar. Y si pensamos un poco más adelante, la gente se va a dar cuenta de que me llevas casi diez años y ahí sí que hacer algo de mi carrera va a ser imposible. Van a pensar que me estoy aprovechando de vos, o viceversa." Hizo una pausa. "Yo solo quiero ser mi propia persona antes de ser la tuya, Emi."

Emiliano no supo bien qué contestar. No pudo, de todas formas, porque Evelyn pronto recibió otra llamada.

"Me llama mi papá," dijo. "Me tengo que ir."

Cortó sin saludar, pero Emi, de todas formas, estaba helado. Se les había presentado un obstáculo en la relación, él la había encarado al respecto y, una vez más, ella había terminado dándole la razón más valida, más sensata del universo. Ella siempre tenía un motivo para todo, y a él le sorprendía que ella parecía tener todo resuelto antes de que él siquiera pudiera empezar a pensarlo.

Evelyn contestó la llamada de su papá. "Hola, pa."

"Hola, amor," saludó él con una pequeña sonrisa. "Felicitaciones, gorda. La rompiste."

Ella respondió a la sonrisa. "La rompimos."

"Sí," dijo él, pero después su sonrisa desfalleció. "Tenemos que hablar de algo, Eve."

Ella frunció el ceño, preguntándose qué estaba pasando ese día que todos parecían tener algo en su contra. "¿Qué pasó?"

"Mirá, Eve. Yo no soy boludo," empezó y a Evelyn le sorprendió un poco la elección de palabras.

"Eh, no. Ya sé. ¿De qué hablás?"

"Emiliano," reveló, ocasionando que el aliento de Evelyn se atasque en su garganta.

"¿Qué pasó con él?"

"Ya sé que están juntos, Evelyn, así que no te gastes en mentirme. Sé que todas las noches que no las pasás en casa, las pasás con él."

Evelyn no le iba a mentir ya, pero tenía que buscar alguna manera de explicárselo.

"Pa, te juro que–"

"No me jures nada," dijo él, y suspiró para sus siguientes palabras. "Ya sos grande, Eve. Yo no te voy a andar diciendo con quién andar y con quién no. Aunque crea que está mal, y aunque crea que debería ser ilegal."

Si no hubiera estado tan conmocionada por la repentina aceptación de su padre, probablemente se hubiera reído.

"Sigo creyendo que lo suyo no va a funcionar. Nunca. Pero bueno, quién soy yo para opinar, además de tu padre," dijo él. "Si querés estar con Martínez, podés. Yo no me voy a interponer en tu camino."

Evelyn se quedó en silencio por un instante, incrédula. "¿Posta?"

"Sí, amor, posta. Tuve un tiempo para pensarlo y me di cuenta que es verdad que ya sos lo suficientemente grande como para decidir con quién querés estar. Y prohibírtelo no va a impedir que lo hagas, solamente va a hacer que me odies." Scaloni terminó. "No quiero que me odies."

"No podría odiarte ni aunque quisiera, pa." Sonrió ella, sintiendo una súbita emoción que hizo que se la acelerara el pulso. "Gracias."

"Pero que lo acepte no significa que esté de acuerdo. Sabelo."

"No arruines el momento."

"Bueno."

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