17

Finalmente había llegado el catorce de octubre: el día de su cumpleaños. Los nervios fermentaban en los confines de su estómago, por lo que Evelyn se había despertado a las cinco de la mañana y no había podido conciliar el sueño desde ese entonces. Emiliano ocupaba la mayor parte de su cerebro: lo que diría cuando la viera, como actuaría, si le hablaría en absoluto. Había muchas incógnitas y ella jamás había sido una persona a la que le agradara el misterio.

A eso de las seis y media, una vez que dejó atrás sus intentos de dormir, Evelyn se levantó, se bañó y se cambió y empezó a dar vueltas por la casa. Se dio una pasada por el gran piano de cola en el living, pero aunque sostuvo el pedal central para atenuar el sonido, solo se dio el lujo de unos treinta minutos de ensueño antes de darse cuenta de que iba a despertar a su papá por el ruido. Por este motivo, dio una vuelta por la cocina y se comió una manzana, pero aún así, a su cuerpo le urgía un poco de movimiento.

Llamó a Rodrigo. Sabía que su mejor amigo estaba obsesionado con la salud, por lo que se levantaba todos los días a las cinco de la mañana, se hacía un desayuno saludable y salía a correr. Al ya estar despierto y activo, Rodrigo contestó casi de inmediato.

"¿Desde cuándo te despertás temprano vos?" preguntó, extrañado, sabiendo que Evelyn era todo lo contrario a él.

"No podía dormir," explicó ella brevemente. "¿Querés ir a pelotear un rato?"

"¿Ahora? Qué paja."

"Dale, plis. Necesito moverme."

Del otro lado de la línea, Rodrigo resopló. "Bue. Te paso a buscar en quince y vamos a la placita."

"Sos un ídolo. Gracias."

Colgaron la llamada e inmediatamente Evelyn corrió hacia su habitación para calzarse. Después, volvió a bajar y se instaló en el sillón con el celular a esperarlo a Rodrigo, quien llegó no mucho después.

Evelyn salió de la casa y se metió en el auto de su mejor amigo, saludándolo con un beso en el cachete. Rodrigo se vio sorprendido ante la hiperactividad de la chica, ya que ella no solía estar de buen humor por las mañanas, pero inmediatamente asumió que se debía a su nerviosismo.

Evelyn jamás había sido fanática de su cumpleaños, ya que le agobiaba ser el centro de atención, pero aún así, Rodrigo también estaba bastante de seguro que su estrés tenía algo que ver con Emiliano. Después de salir del hospital, Evelyn le había contado todo lo sucedido con el arquero, añadiendo el hecho de que no se habían visto en las dos semanas pasadas. Rodrigo tenía razones para creer que verlo por primera vez después de haber acordado ser solo amigos le generaba ciertos nervios a la chica.

Llegaron a la placita y se bajaron del auto, llevando con ellos la matera y la pelota de Rodrigo. Se instalaron bajo la sombra de un gran árbol, a pesar de que todavía hacía frío a esa hora de la mañana, y mientras Rodrigo preparaba el mate, Evelyn se distrajo haciendo jueguitos con la pelota.

"¿Me vas a contar por qué estás tan rara?" preguntó él, aunque creía ya saber el motivo. "No será por Dibu, ¿no?"

"¿Qué pensás?" refunfuñó ella, mirando fijamente la pelota que rebotaba de uno de sus pies al otro. "No sé cómo voy a hacer hoy."

"Y... mientras no te quedes sola con él, no puede pasar nada, ¿no?"

"No sé. Tampoco sé como se siente él," suspiró ella, pisando la pelota y acercándose a Rodrigo para recibir el primer mate.

Él se rascó la cabeza. "Yo lo vi tranquilo. Lo que sí, está medio agrandado."

"¿Cómo?"

"Se hace el canchero." Se rió Rodrigo. "Como que se dio cuenta que es bueno."

Evelyn no pudo evitar preguntar. "¿Cómo le está yendo con los penales?"

"Re bien, posta. Se cree mil," explicó.

A Evelyn el pensamiento el causó un poco de gracia y lo atesoró con afecto. Aunque no lo admitiera, había una parte suya que realmente había crecido a querer a aquel hombre y no podía negar que lo extrañaba.

Rodrigo pudo leer eso en su sonrisa, por lo que le arrebató el mate de las manos y se paró.

"Dale, loca. Vamos a hacer unos pases."


(...)


"La puta madre," susurró Evelyn cuando abrió la puerta de la casa y escuchó la música proveniente del patio.

Era alrededor de la una de la tarde. Rodrigo y ella habían perdido la noción del tiempo y habían llegado tarde (para su propio cumpleaños, irónicamente). Los invitados ya estaban afuera en el jardín, ya que podían escuchar las voces provenientes de éste, además de la música y el dolor a asado que hizo que les ruja la panza.

"Dale, boludo, entrá," Evelyn lo apuró a Rodrigo. "¿Decís que no se dieron cuenta?"

"Lo veo difícil."

Rodrigo sabía que tenía una amiga medio tarada, pero no se lo decía por pena.

"Bueno, andá yendo al patio. Me tengo que pegar una ducha rápida."

Rodrigo hizo caso y caminó en dirección al jardín. Evelyn, en cambio, se dirigió hacia las escaleras para subir a su cuarto y pegarse una ducha bien merecida. Sin embargo, cuando llegó al living, la sorprendió encontrar que ya había gente ahí. Más específicamente, una persona.

"Llegó la cumpleañera," declaró Emiliano con una sonrisa, guardando su teléfono, el cual estaba previamente usando, en el bolsillo de su jean.

"Perdón, no sabía que estabas acá," se excusó ella, mordiéndose el interior del cachete tan fuerte que saboreó sangre.

"No pidas perdón, Eve." Se rió Emi.

Evelyn hizo una mueca extraña: él jamás la había llamado por el característico apodo. Siempre se había limitado a llamarla por su nombre completo, pero igualmente, aquello sostenía cierto significado. A ella le gustaba que él la llame de esa forma. Por esto mismo, el repentino cambio la sorprendió.

"Me iba a pegar una ducha." Evelyn señaló las escaleras, nerviosa.

"No te molesto entonces." Emi se encogió de hombros y se dispuso a dejar el living. Sin embargo, antes de hacerlo, palmeó el brazo de la chica y le dedicó una sonrisa. "Feliz cumpleaños."

Después de eso, Evelyn se giró y vio como el hombre se perdía en el comedor para después salir al patio. No había habido nada inusual o fuera de lo normal en aquella interacción, pero como era él, todo era inusual. Aquella charla casual la desorientó, ya que había esperado de todo menos eso: que la observe fijamente desde la distancia, que la ignore, que esté enojado. Al parecer, Emiliano ya la había superado.

En ciertos términos, eso le daba el visto bueno para que ella también lo supere a él, que era lo que ella supuestamente quería. Sin embargo, un final tan repentino le hizo doler el pecho, y lo único que pudo hacer para distraerse fue subir a su habitación para tomar aquella ducha que tanto anhelaba.


(...)


"Ah, bueno. Tarde para su propio cumpleaños, quién pudiera," bromeó Scaloni cuando vio a su hija salir al patio. "Feliz cumpleaños, mi vida. ¿Dónde estabas?"

"Perdón. Salí un rato y no me di cuenta de la hora," explicó ella, aceptando con agrado el beso que plantó su papá en su cabeza.

Sin embargo, no pudo hablar mucho más con él, ya que sus amigos pronto la vieron y se vio inmediatamente atrapada en un océano de personas que la aclamaba y felicitaba en aquella importante fecha. Tucu le alborotó el pelo y ella lo miró con mala cara.

"Ya podés entrar a los boliches, pendeja," bromeó él, a pesar de llevarle tan solo tres año.

"Cerra el orto," respondió ella, ganándose una risa en respuesta.

Scaloni después se encargó de empezar a repartir la comida. El patio estaba lleno de jugadores felices comiendo sándwiches de carne, chupando cerveza y riendo a más no poder, y no pasó mucho tiempo hasta que Julián y Enzo empezaron a mostrar síntomas de borrachera. Aquella fue la señal para que Scaloni se fuera a tomar una siesta y dejara a los jóvenes a cargo de la fiesta.

Con una lata de cerveza en la mano, Evelyn fue dando vueltas alrededor del patio, uniéndose a distintos grupos de conversación. Los grupos que trataba de evitar eran generalmente de los que formaba parte Emi, por lo cual pudo mantenerse exitosamente alejada de él por la mayor parte de la tarde.

Por suerte, eran amigos.

Eso sí: él no se estaba inhibiendo de mirarla. Más de una vez, Evelyn y Emi habían cruzado miradas y él se había encargado de no ser el primero en desviarla. Hasta que la chica se tornaba roja debido a sus nervios, mantenían los ojos el uno en el otro por unos segundos, poniendo a prueba quien sería el primero en romper y haciendo que sus cuerpos cosquilleen extrañamente.

A eso de las seis de la tarde, trajeron una torta con la palabra enana escrita en verde fluorescente y Evelyn se murió de la vergüenza mientras los invitados se aplastaban a su alrededor y cantaban una versión desafinada del Feliz Cumpleaños, aplaudiendo y riéndose a la vez que la chica se tornaba roja. Una vez que sopló las velas, cortaron la torta y los invitados volvieron a dispersarse por el patio.

A cierto punto, cuando comenzaba a anochecer, Evelyn se dirigió a la cocina para buscar más aguas, pero cuando empezó a tararear para sí una canción que había estado atascada en su cabeza todo el día, no se dio cuenta de la presencia debajo del marco de la puerta que la observaba, curioso.

"Cantás lindo," declaró Leo, adentrándose en la cocina.

Al escuchar aquella inesperada voz, Evelyn pegó un pequeño salto, sobresaltada. Reconoció al hombre y se llevó una mano al pecho.

"La puta madre, me asustaste, boludo." Se rió ella, exhalando.

Él respondió con una risa divertida. "Perdón."

Llevaba consigo algunos platos vacíos y con restos de torta, los cuales apoyó en la bacha. Evelyn observó la acción con algo de sorpresa, pero agradeció el gesto.

"No hace falta que levantes, yo lo hago después," declaró ella.

"No, tranquila. No me jode."

Evelyn no debatió más, simplemente dedicándole una sonrisa tímida. Alguna parte dentro de ella siempre le había encontrado cierto atractivo a Paredes, ya que sus ojos claros eran una gran debilidad para ella, pero nunca había intentado insinuársele. De hecho, se habían vuelto más cercanos hace relativamente poco, a pesar de conocerse hace ya varios años.

"Lo decía en serio, igual," expresó él después de un instante.

"¿Qué cosa?" preguntó, mientras sacaba dos botella de agua de la heladera.

"Que cantás lindo. Me gustó lo que escuché."

Evelyn sintió algo de vergüenza por ruborizarse tan rápido, ya que, cuando Leo sonrió con descaro, se dio cuenta que él había notado ese detalle. Aparto la mirada para tratar de esconder su rostro.

"Estaba boludeando igual," dijo, tratando de restarle importancia.

"Ajá." Leo se rió suavemente por la nariz.

Hubo un momento de silencio. Evelyn aprovechó para empezar camino de nuevo hacia el patio, tratando de evitar una atmósfera incómoda con el jugador, pero cuando pasó caminando por su lado, el hombre la sorprendió cuando tomó de su cintura y la atrajo hacia sí, pasmándola cuando entrelazó sus labios en un beso.

En un principio, Evelyn no reaccionó, sosteniendo fuertemente las botellas ante la sorpresa, pero cuando sintió la suavidad de los labios de Leo, dejo caer ambas aguas al piso con un gran estrépito y se derritió ante su cuerpo, posicionando sus manos en su nuca. Lenta pero hambrientamente, Leo se encargó de profundizar el beso al introducir su lengua en la boca de la chica.

Evelyn, por un segundo, perdió noción de la realidad. No había esperado que aquel fuese el motivo por el cual Leo había entablado aquella conversación; no sabía si era algo que él había planeado o simplemente algo que había surgido. Pero lo disfrutó, porque la ayudó a olvidarse de todo. Le permitió al chico empujarla contra la barra, moldeando sus cuerpos uno contra el otro con ferviente pasión.

"Ah, bueno."

Escucharon la voz e inmediatamente se separaron el uno del otro, construyendo un espacio de por lo menos un metro entre ellos. La chica se tapó los labios enrojecidos con el dorso de la mano y miró por sobre su hombro, esperando encubrir lo que acababa de pasar. Para su desgracia, encontró la mirada de Emi, quien había visto todo.

"No, no. Tranqui. Sigan. Yo pasaba a buscar escabio nomás. Hagan como que no estoy," declaró él con una sonrisa, como si la situación fuese graciosa para él.

El hombre se hizo paso por la cocina, agarrando una de las botellas de fernet de la barra mientras le dedicaba una mirada asesina a ambos Evelyn y Paredes. Se sirvió de la bebida y miró por sobre su hombro a Leo, quien había apartado la vista, avergonzado.

Emi alzó las cejas.

"Tiene una lengua de la puta madre, ¿viste?" dijo, hablando sobre Evelyn como si ella no estuviera allí, como si fuera simplemente un objeto destinado a su placer.

Ante estas palabras, ambos la chica y Leo dispararon las cabezas en su dirección, confundidos. Evelyn ojeó el vaso de fernet del chico y tragó saliva, sabiendo que un Emi borracho nunca se contenía. Le dieron ganas de vomitar.

"Igual, es para una vez nomás. Ya está demasiado usada," declaró el hombre, mirándola a Evelyn con un odio repentino. "No me digas que te lo vas a comer a Rodrigo también."

Esta vez, Evelyn no pudo evitar soltar una risa incrédula, sus cejas alzadas ante la falta de respeto.

"Sos un hijo de puta," susurró para sí, dejando la cocina pero no sin antes chocar su hombro violentamente con el del arquero.

Emi la observó irse, riendo, y después se volvió hacia Paredes con la misma malicia borracha. Sin embargo, el segundo había estado esperando que Evelyn se fuera de la cocina para poder encajar su puño contra el labio del arquero en un arrebato de ira.

Ante el impacto, el vaso de Emi resbaló de entre sus manos, salpicando fernet por el piso, y él tropezó hacia atrás, contra la barra. Se agarró del borde de ésta para obtener soporte después del golpe y se tocó el labio inferior. Allí, sintió un pequeño corte que rezumaba sangre e inhaló a través de sus dientes ante el dolor.

"¿Qué mierda te pasa?" escupió Leo, encarándolo a pesar de que era considerablemente más bajo. "Con razón te dejó."

Leo procedió a irse de la cocina en busca de la chica, ignorando sus nudillos enrojecidos y dejándolo a Emi solo para arrepentirse de lo que acababa de hacer.








a/n —
perdón pero paredes me re puede a mi. y ya se que ahora seguramente lo odien a emi pero solo esperen un poco más. 

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