11
Los días pasaban. Scaloni no se atrevía a acercarse a su hija y Evelyn se hacía cargo de no cruzárselo de casualidad, ni en la casa ni en los entrenamientos. Jamás habían sido estrechamente cercanos, no era noticia, pero la ausencia de su hija le provocaba cierto malestar al Scaloni mayor. Sin embargo, Evelyn, cegada por su ira, se sentía más liviana manteniéndose alejada de él, sin contacto alguno.
Su silencio era un castigo inesperado, ya que Scaloni había esperado de todo antes que eso: comentarios pasivo-agresivos, arrebatos de ira, miradas furiosas... su inesperada distancia lo desorientaba. Evelyn solía ser una persona agresiva, de la clase que no ocultaba su enojo, sino que lo manifestaba de todas las maneras posibles. Su comportamiento, entonces, era completamente contradictorio.
Sin embargo, Scaloni había decidido mantener un poco de distancia de todas formas. Sabía perfectamente que el motivo del enojo de su hija era perfectamente válido. De hecho, incluso él mismo se sentía algo decepcionado de sí mismo al haber hecho lo que hizo, pero era un acto de amor mezclado con mera desesperación. Era un acto de humanidad. Un acto el cual, sin importar que tan enojada se encontrara su hija, volvería a cometer.
Mientras tanto, la chica descargaba su ira haciendo lo único que sabía hacer: jugando al fútbol.
"Estás prendidísima hoy, enana," declaró Leo Paredes con una risa juguetona después de que Evelyn metiera su cuarto gol seguido de la tarde.
Se habían juntado en un grupo reducido, compuesto por Emi, Leo, papu y, para la sorpresa de la chica, Kun, en el predio de la AFA para pelotear un rato, sin la presión de un verdadero entrenamiento. Papu había traído la matera, de la cual disponían él y Emi en las tribunas, mientras Leo y Evelyn atizaban al arco con la pelota. Por algún motivo, Kun jugaba de arquero (era sorprendentemente habilidoso en la posición), poniendo en uso los guantes de Emiliano y haciendo reír al resto de la banda con sus chistes ingeniosos.
Evelyn hizo un gesto, algo seria. "Siempre."
"¿Quién te hizo enojar, Scalonita?" Preguntó Kun, cuya relación con Evelyn se había forjado a principios de 2018, durante uno de los primeros entrenamientos de la selección con su papá.
Para Evelyn, Kun era como un hermano mayor.
"Nadie, tarado. Dale, deja de boludear y pasame la pelota," dijo, urgiéndolo a soltar la pelota para seguir el pequeño juego.
Kun miró por sobre su hombro a papu y Emi, haciendo un gesto como para indicar que esa tarde no había que meterse con la chica. Después, le pasó la pelota a Evelyn y, junto con Leo, siguieron el juego. En la tribuna, papu ojeó a Emi, quien sostenía el mate en la mano.
"¿Siguen juntos?" Preguntó, agarrando al arquero desprevenido.
"¿Quiénes?"
"Vos y la enana," aclaró papu.
Emi rió, algo nervioso. "Nunca estuvimos juntos."
Papu se quedó en silencio, penetrándolo con la mirada, por lo que Emi fue inmediatamente derrotado.
"O sea, cogimos un par de veces, pero no estamos juntos," explicó.
"Y bueno, eso. ¿Siguen haciéndolo?"
Emi se encogió de hombros, sorbiendo del mate. "Sí, creo que sí."
"Ignoraste todo lo que te dije, ¿no?" Preguntó papu con una risa. "Qué grande. ¿Lauta no te mató todavía?"
"Lo intentó, pero no podría ni aunque quisiera. Pero igual no me importa. Lo quiero al pelotudo ese, pero él fue el que la lastimó a ella. Y eso no me lo puedo bancar," explicó el arquero, sus ojos posados en Evelyn, llenos de un cariño subconsciente.
Papu notó ese detalle. "Te gusta Eve, ¿no?"
"¿Eh?"
"No soy pelotudo. Se nota a años luz."
"Mentira. Deja de decir boludeces." Emi puso los ojos en blanco, tratando de aparentar confianza.
"Podrán ser boludeces, pero son verdad. ¿O me vas a negar que no le tenés ni un poquito de afecto, eh?" Sugirió papu, dándole un codazo suave.
Emi dudó de su respuesta. Afecto a Evelyn le tenía, y mucho. Le costaba admitirlo, ya que su relación con la Scaloni había comenzado como una simple forma de saciar su hambre, pero cada día, aquella chica se grababa cada vez más en su cerebro. No lo dejaba dormir, ya que deseaba dormir junto a ella; no podía concentrarse, porque su cerebro solo volvía a ella; no podía ni atajar una pelota sin ponerse nervioso, ya que eso lo hacía pensar en ella. Todo giraba alrededor de ella.
"Puede ser," dijo, por fin. "Me gusta. Pero un poquito nomás. No quiero nada con ella."
Papu hizo un ruido, obligándolo a confesar el pequeño engaño. Emi le dio un codazo.
"Dale, pelotudo. Es la hija de Scaloni, no podría tener algo con ella ni aunque quisiera," expresó lo obvio.
"Scaloni te podría lastimar, pero solo si supiera que vos la podés lastimar a ella," explicó papu. "Te veo como la mirás y casi parecés enamorado. Si yo fuese Scaloni, no podría pensar en nadie más que la trataría mejor que vos."
Emi se quedó en silencio por un segundo. Había hecho una promesa: le había prometido a Evelyn que jamás la lastimaría y juraba por su vida que apoyaría esa promesa hasta que ya no diese abasto. No la iba a lastimar; al menos, no intencionalmente.
"Dejame en paz," dijo, por fin. "Me estás tratando de meter en la cabeza la idea de una relación y no la quiero presionar a nada, así que mejor callate."
Papu rió, victorioso al saber que había logrado que Emi admitiese sus obvios sentimientos hacia la hija del director técnico.
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