1 || La Pequeña María
¿Esto es romántico?
¿Por qué tengo que aguantar las voces de bebés que hacen mis amigos? Da vergüenza ajena.
Antes de saber sobre mí, primero les presentaré a Annie Lou Michalchuk, una linda, popular e inteligente chica de mi edad que asiste a mi colegio.
Era de esperarse que saliera con el chico más encantador de todo Miami; Nicolás Soto.
Es una pareja en potencia que suben fotos juntos de cualquier lugar al que van para sus Instagram donde se etiquetan en todo. Pero parece más publicidad por el tremendo talento visual que tienen para las fotos.
¿Cómo él no iba a quererla? Si de verdad parece hija de Afrodita y Tesla. ¿Cómo ella no iba a corresponderle? Si él tiene de todo.
Justo ahora, estamos en el restaurante que abrió mi familia cuando yo tenía cinco años. La misma edad cuando emigramos de México a Miami, Florida.
Sí, soy de esas pocas personas que pudo vivir el sueño adolescente en USA.
Que no te engañen. Nada que ver con las teen movies. Por más que quisiera, mi vida aquí no es como una serie de netflix, yo solo soy como una espectadora de todas las fiestas e historias. Sería como ese personaje inclusivo y secundario que solo tiene una trama de relleno e insignificante. Esa es mi trama en este sitio.
Los chicos deportistas sí existen, pero casi todos son unos narcisistas que intercambian perfiles de mujeres para preguntarse entre ellos qué tan atractivas son.
Te lo cuento yo, a alguien que le gusta observar.
Por otras parte, yo soy mesera de medio tiempo en el propio restaurante de mi familia, ya que para mis padres es la mejor forma de hacerse un carácter.
Ellos nunca me han comprado un celular, yo me lo he tenido que ganar. Y la verdad, no me quejo. Tampoco es que me inviten a muchos lugares para salir, así que tengo más tiempo que Dios mismo.
Cada uno de mis hermanos han trabajado en el restaurante.
Somos una manada grande. Samuel; el mayor orgullo, abogado en Nueva York, con una esposa y una linda hija rubia. Félix; el foráneo, estudia su segunda carrera en UNAM, vive solo en la Ciudad de México. Mateo; el doble vida, trabaja en Amazon pero también sigue intentando su sueño de ser un rockstar tocando en bares. Andrés; el idk, apenas pudo lograr entrar a una universidad, pero viviendo en el campus, solo le importa salir y estar ebrio. Verónica; la oveja negra, universitaria rebelde, popular con los hombres. Yo, María: la pequeña, solo diré eso.
Mis hermanos mayores ya están formando sus vidas en otras ciudades. Solo estamos mi hermana y yo, andando por el mismo camino.
Cuando en el año pasado Andrés se fue a la universidad en el estado de California, mi madre necesitaba a un mesero de medio tiempo que ocupara su lugar.
Es ahí donde Nicolás Soto entra a escena.
Estudiante del primer semestre de universidad. Argentino, nacido en Chaco. Vive con sus abuelos en Miami desde los trece. Tiene un perro que rescató el verano pasado.
Yo le sugerí el nombre, pues es un perro con una faz peligrosa; Quetzalcóatl. Solo le dice Quetza por lo complicado que es de pronunciar. En México existen muchas culturas antes de la conquista española. Quetzalcóatl era un dios azteca.
Pero a lo que iba... conviví tanto con Nicolás, que llegué a encontrar un buen amigo en él.
No fue mi culpa enamorarme...
De hecho, la relación que tiene con Annie Lou, es en parte gracias a mí.
Sé que es demasiado descarado darme mérito.
Pero...
Yo los presenté, porque ella recién la habían transferido de escuela. Yo fui la primera en hablarle, ya que quería ayudarla a que se pusiera al corriente. Un día la invité al restaurante, y adivinen quién fue su mesero.
Después de eso, Nicolás no sabía qué otras cosas decir que no se tratasen sobre ella. Era como si fuera un libro con un escritor inmortal de la biografía de Annie Lou..
Ella venía seguido con la excusa de ir a los bancos y pedir la misma bebida. Su plan era que Nicolás siempre la atendiera. Le gustaba la atención y a él le gustaba dársela.
Al final, cansada de ver el mismo rodaje, le aconsejé a Nicolás que dejara su número de teléfono en la cuenta.
Ahora... llevan saliendo siete meses.
Nunca supe qué pasó con exactitud.
Lo bueno es que se ven felices, y si ellos lo están, no tengo razones para yo no estarlo.
La noche de hoy, me tocó asear y cerrar el restaurante junto a Nicolás.
Mi madre quien es la cocinera en jefe (vamos a decirlo así), se queda hasta el último para asegurarse de cada detalle, pero tuvo que ir a firmar un contrato para la remodelación de la barra de licores.
¿Saben qué es lo cagado? Que mi madre bautizó el restaurante de comida mexicana como 'Little María'. Sí, yo soy la pequeña María. La última hija después de que se cansaran de tener más hijos.
Soy el 1% de inefectividad de los métodos anticonceptivos.
La pequeñita de la familia.
Mientras todos mis hermanos ya saben quiénes son y para dónde van, yo apenas puedo describirme con algún adjetivo. No sé qué quiero aún, y estoy segura que en el año que me queda antes de graduarme de High School, pueda encontrarme de una u otra forma.
¿No dicen que la adolescencia es la etapa de moldeo?
—Cariño —llama Annie Lou, esperando a que Nicolás termine de limpiar las mesas del centro—. ¿Qué película quieres ver? —dice viendo la cartelera en su ¡phone mientras se esconde su mechón pelirrojo detrás de la oreja.
Ella siempre viste muy glamuroso, ya que tiene con qué presupuesto hacerlo.
—La verdad no lo sé, escoge la que te gustaría ver —contesta, cansado. Cuando Nicolás termine su turno, ambos tendrán una salida al cine. Me lo contó en el descanso, ya que últimamente no tienen tiempo de verse. Pobre Nicolás, apenas tiene ratos para respirar con todo eso de la universidad. Se fusiló solo cuando decidió irse por derecho.
—Este... Nicolás, si quieres puedes irte ya. Yo acabo, la verdad es que ya falta nada —le doy una sonrisa cálida.
—¿De verdad? ¿Pero qué decís? No, me quedo a ayudarte. Es mi trabajo —rezonga.
—Vamos, por favor. No hagas esperar a Annie. No es muy caballeroso de tu parte.
—Emm... bueno, pero permíteme recompensarlo mañana. Muchas gracias, iré a cambiarme —sonríe y camina hacia la cocina para entrar al cuarto de staff, donde se hallan las taquillas con las pertenencias de quienes trabajan en el restaurante.
Annie Lou le sigue el paso, dejándome con el mechudo en las manos.
Mi mente se acostumbró a ver momentos así cada vez que están cara a cara, y como dije antes, ellos son mis amigos, de ninguna manera me están traicionando, porque también nunca tuve el valor para decirle a Nicolás que estaba enamorada de su persona, de su forma de vestir, de hacer reír a la gente, de su cabello que rara vez cepilla...
Mejor me detengo y me declaro responsable también.
Por dejar que mis pensamientos recorran mi caprichosa cabecita, pateo por accidente la cubeta con agua y jabón al querer dar la vuelta, haciendo todo un Pacífico por el piso.
Respira, solo es agua.
Asquerosa agua.
Voy a la cocina en busca de una jerga. La puerta del staff no está completamente cerrada, así que las voces de adentro llegan a colarse por el sitio. Solo estoy oyendo, ya que no hay manera que mis oídos se cierren.
—Pareces demasiado cansado. Podemos ir al cine otro día, ya será cuando tengas un tiempecito —dice Annie Lou.
Yo debería irme a limpiar.
—No, ya hemos cancelado muchos planes. Te lo prometí y quiero cumplirlo —su voz es un suave cosquilleo, casi un susurro.
—Tengo una mejor idea —cambia ella su tono a uno más decoroso—. Uno de mis hermanos tiene una fiesta, el otro una práctica de tenis hasta tarde. Mis madres están en una boda de uno de sus compañeros de la universidad, dudo que regresen hoy.
—Creo que es demasiada coincidencia —ríe burlón.
—Está bien, sí, yo les dije a mis hermanos que si salían esta noche yo salía mañana —me estremezco al oír un beso, pues sus labios tronaron, incomodo.
—Me gusta mejor ese plan. ¿Me creerás si te digo que ya no me siento cansado?
Cursi... no, cachondo.
Sí, mejor me voy.
—Me alegra escucharlo, porque lo que te queda de energía, desperdíciala esta noche —susurra Annie Lou.
—Yo no voy a desperdiciar nada contigo —y de pronto, un estruendoso empujón contra las taquillas corre hasta mis oídos, seguidos de una risa femenina.
—Shhh, que María puede oírnos —razona ella.
Tarde.
—Entonces vámonos ya, Frutilla.
Cada vez que escucho el apodo tan extraño que le dio Nicolás a su novia, me da un revuelvo en el estómago.
Frutilla es lo mismo que fresa para mí.
Frutilla (Argentina) = Fresa (México)
Contexto: Annie Lou es pelirroja como un zorro, y llena de pecas como las semillas de una fresa. Lo que me causa incertidumbre es haberme dado cuenta que Annie tiene algún fetiche o gusto cuando Nicolás le habla en español, aunque no entienda qué trata de decirle. Él podría estarle insultando, confesando que mató a alguien, que le dio vomito y para ella sonará sexy.
Cuando noto pasos saliendo, corro de nuevo a las mesas. Caminan tomados de la mano, impacientes por marchar.
—Ya nos vamos, te veo mañana —dice Nico, con las pupilas brillantes y dilatadas.
—¿No te vas a cambiar el uniforme? —suelto al verlo exactamente igual como entró.
—Este, esta vez me lo llevo para lavarlo y traerlo limpio.
—Entiendo. Qué disfruten la película entonces —sonrío, mentirosa.
Tremendo peliculón que se echarán.
Clasificación +18.
Después de que ellos se fueron, terminé de limpiar y acabar con todo. Solo esperaba aventarme en lo único que está para mí siempre, mi cama.
Comencé a caminar por la misma calle de siempre hacia la parada de buses. Aquella avenida donde siempre hay humedad y postes de luz con algunos carteles. Es la única manera de tomar el pesero* que me lleva a casa.
Escucho un motor acercarse, pero ni siquiera tengo los pies en la tierra. ¿Por qué mi memoria repite esa conversación una y otra vez? Es como si tuviera un audio en bucle metido en mi cerebro.
Cuando unas luces cubren mi cuerpo y hacen una larga sombra, volteo.
Mis pies cruzaron la calle sin permiso, cuando justo una motocicleta cortaba su distancia conmigo.
No me iba a quedar como pendeja esperando un golpe. Pero de un impacto y miedo, caí al áspero y doloroso pavimento.
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