Tres

Amaris.

El grillete en mi pierna sigue, pero ahora como lo que me traen, la manera en que el sultan me alimento fue extrañamente estimulante, aunque me quería resistir el hambre nubló mi visión.

Su toque me quemaba, siento que mi mente se distorsiono al sentir calor por la manera en que me tenía, si estoy resistiendo, pero por una fracción de segundo desee qué cumpliera su amenaza.

Porque aunque dije que es un extraño, El sultan es atractivo su piel morena contrasta con sus ojos azul intenso, que al estar rasgados le dan una mirada depredadora qué estremece a cualquiera, sin mencionar su físico enorme y musculoso.

Pero me gusta pensar en ello, porque me debilita en cierto punto.

Al contrario de las otras concubina yo no tenia asignado a un eunuco, ningún hombre se me acercaba y el contacto con los guardias era mínimo, ellos me trataban con terror como si fuera un monstruo.

—Señora —mi doncella entro con una llave —el sultan pidió que la liberará.

—¿Por fin se rindió? —Ella negó —¿para que me quiere liberar entonces?

—Ira al baño real —frunci el ceño —¿puedo ser atrevida?

—Adelante —se acerco hasta mi comenzando a desatarme.

—Puede que usted desee resistir, pero es mejor ganarse el favor del sultán, finja si desea, pero así le dará más confianza y si obtiene más libertad le será más fácil huir —se encoge de hombros —No se, sacie su curiosidad, puede que la obsesión que tiene con usted baje.

—Si hago eso ganara.

—Puede ser qué si, pero su alteza no deja de ser un hombre, uno orgulloso qué tomo como reto personal el doblegarla, solo le dio un motivo para divertirse más jugando con su presa, es un depredador, si alimenta su curiosidad su hambre será menor.

—¿Crees que me deje ir?

—Puede intentar, además sin ofender usted es hija de mercaderes, tiene princesas a su disposición,  no será blanco de su deseo siempre.

—Me va a costar demasiado.

—¿Qué es más valioso qué su libertad?

Nada.

Al llegar al baño real, el sultán estaba metido en la piscina enorme de aguas termales, sus ojos intensos me observaron con atención mientras yo me metía en la otra orilla, quitando la bata qué era la único que me cubría.

—¿Desayunaste? —asentí —¿crees que esta distancia es suficientemente grande para no tocarte?

—¿Lo es?

—No, no existe distancia qué me separé de ti.

—¿Por qué yo? Sus otras mujeres del harem, son perfectas —se fue acercando poco a poco —hermosas, refinadas, su posición jerárquica es alta, en cambio yo —estaba tan cerca qué me sentí pequeña.

—Tu —su dedo pulgar delineó mi labio — Eres como un trago de agua en el desierto, eres salvaje y con un carácter qué difiere a tu apariencia delicada, debiste darte cuenta de lo que causas, pidieron tu mano más de una docena de veces, una joya escondida.

¿Por qué me estoy sintiendo tan nerviosa?

—No tengo nada que otra mujer del palacio no posea.

—Te equivocas —su cuerpo se pego al mío —Eres la única que posee mi atención.

Puse mis manos en su pecho para intentar empujarlo, pero sus latidos eran tan rápidos como los míos y podía sentirlos aun a través de su pecho firme y marcado. Mis hormonas me están traicionando.

—Amaris —se inclino hasta mi boca —No puedo ser delicado ahora —levantó mis piernas y yo las enrede en su cintura sintiendo lo duro que estaba —va a doler, pero te recompensare cada punzada con placer.

Lo bese, sintiéndome culpable por el enorme deseo que ahora recorria mi vientre y bajaba entre mis piernas…

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