Capítulo 24 {2ª Parte}
El sábado 4 de junio llega con una mañana soleada. Los rayos del sol iluminan cada rincón del pueblo de la costa de Dorset. Aidan y Nadia despiertan en sus respectivas habitaciones, las cuales anteriormente habían sido ocupadas por su hermana mayor y Tara Williams. Nada más abrir los ojos, el joven pastor con cabello trigueño recibe un mensaje por parte de Paul Coates, el actual vicario que dirige la Iglesia de San Andrés, en Broadchurch. Éste le pregunta si está disponible para reunirse y hablar de su posible puesto de trabajo, de modo que el joven de veintiocho años responde afirmativamente. Habló un poco con él el día anterior, apenas se habían instalado en la vivienda, y a su juicio, se trata de un hombre afable, realmente preocupado por dejar a su comunidad en las mejores manos posibles.
En ese momento recibe un mensaje por parte de su amada esposa, logrando hacerlo sonreír.
Sábado, 4 de junio de 2017
07:02 Buenos días, mi amor...
07:02 Te echo de menos.
También yo te echo de menos... 07:02
Pero siempre te tengo en mis pensamientos. 07:02
07:02 Y yo a ti....
07:02 Oh, quería comentarte algo.
07:02 He estado hablando con esa mujer que mencionó tu hermana:
07:02 Becca Fisher...
¿Y bien? ¿Alguna novedad? 07:02
07:02 Parece más que dispuesta a vender el Hotel.
07:02 Estoy por cerrar el trato.
¡Eso es genial, Nefti! 07:02
¡Me alegro mucho por ti! 07:02
07:02 Sabía que dirías eso...
07:02 Siempre te alegras por mí.
¿Cómo no hacerlo? 07:02
¡Eres estupenda! 07:02
07:02 Pero antes de aceptar...
¿Hay algún problema? 07:02
07:02 No, pero...
07:02 Quería saber si estás de acuerdo.
07:02 Si acepto el trato, viviremos allí.
07:02 En Broadchurch, lejos de todo...
Aquí está mi hermana, mi familia. 07:02
De modo que, nada me haría más feliz. 07:02
07:02 ¿Estás seguro?
Completamente. 07:02
07:02 ¿Pero qué hay de ti?
07:02 Tu trabajo es muy importante...
Estoy en contacto con un reverendo que busca un reemplazo. 07:02
Es muy posible que consiga un nuevo empleo. 07:02
07:02 ¡Eso sería maravilloso, amor mío!
07:02 Aceptaré el trato de Becca entonces.
07:02 Como prometí en nuestra boda...
07:02 Adonde tú vayas, iré yo.
Donde estés tú, ahí estará mi hogar, Nefti. 07:02
07:02 Cuando cierre el trato te llamaré.
07:02 Tenemos que planificar la mudanza.
Sí, y yo debo comentarte algunas cosas acerca de la herencia... 07:02
07:02¿Ha pasado algo malo?
Todo lo contrario. 07:02
Luego hablamos, querida. 07:02
Te quiero. 07:02
07:02 Te quiero, Aidi.
Tras suspirar, el joven reverendo se viste con su atuendo habitual de párroco, con la camisa negra y el alzacuellos, además de pantalones vaqueros, deportivas y una gabardina marrón. Tras asearse en el aseo que hay en la habitación, peinándose el cabello con una raya que lo divide en dos, baja a la cocina, de cuyo interior emana el característico olor del café recién hecho. Está claro que su hermana gemela se ha despertado antes que él, y ya se ha afanado en preparar el desayuno. Cuando cruza el umbral de la puerta de la cocina, encuentra a la mujer de veintiocho años de cabello trigueño leyendo el periódico matutino, mientras en su mano derecha sujeta una taza de café con leche. Tiene el ceño fruncido y parece estar molesta por algo en concreto. Aidan suspira al ver esto: tener que lidiar con su gemela desde primera hora de la mañana no es fácil, pero hacerlo cuando claramente está de tan mal humor... Eso sí que es un desafío.
Tras servirse algo de café de la cafetera, no pudiendo evitar admirar la exquisita y bella decoración de la casa, probablemente hecha por Tara, suspira hondo, preparándose para comenzar una charla con Nadia, la cual, probablemente, acabe dándole dolor de cabeza, pero necesita ayudarla a desahogarse.
—¿Qué te tiene de tan mal humor, Nadi? —cuestiona, apoyándose en la encimera de la cocina, antes de darle un sorbo al café, encontrándolo realmente dulce, como a él le gusta. Mientras traga el líquido, sintiendo que baja por su garganta, contempla cómo su gemela rueda los ojos, enseñándole la primera página del periódico matutino.
—¿¡Se puede saber a qué imbécil se le ha ocurrido cambiar la noticia de Margaret Radcliffe, que trata de cómo la policía está haciendo lo posible para atrapar a ese agresor sexual, por esta otra, donde se hace un ranking de los mejores bikinis para esta temporada!? —espeta de pronto, tomando a su hermano por sorpresa, y provocando que Aidan sienta un escalofrío: definitivamente, no hay nada que ponga más furiosa a su hermana que el ver cómo una noticia de primera página es relegada a un segundo plano—. ¡Menos mal que Cora me advirtió sobre lo que pretendían hacerle al Eco de Broadchurch! —se escandaliza, antes de suspirar, tomando un sorbo de su taza de café—. Me he puesto en contacto con Margaret, identificándome, y le he comentado mi plan para comprar el local en el que está su periódico, para poder integrarlo en el Dorset National, dejándole claro que seguirá teniendo libertad para decidir qué sale en portada, con la diferencia de que contará con un equipo cualificado a sus órdenes para poder hacer su trabajo más eficientemente...
—¿Y qué te ha respondido?
—Puedes verlo tú mismo —tras sonreír, hace un gesto hacia su teléfono, el cual está sobre la encimera frente a la que se encuentra el reverendo de ojos turquesa, antes de darle la vuelta al periódico, continuando su lectura. Desvía la mirada durante unos segundos hacia Aidan, quien tentativamente toma su teléfono en sus manos, leyendo los mensajes allí escritos.
Sábado, 4 de junio de 2017
Buenos días, Margaret. 06:55
Soy Nadia Taylor, Directora del Dorset National. 06:55
06:55 Buenos días, Nadia.
06:55 He oído hablar de ti.
Lamento no haber contactado antes contigo, dada la situación. 06:55
He sabido gracias a mi hermana, que tu situación peligra. 06:55
Así como la de tu periódico: el Eco de Broadchurch. 06:55
06:55 ¿Tu hermana?
La Inspectora Coraline Harper. 06:55
De momento no hay nadie en el pueblo que lo sepa. 06:55
Como compañeras de profesión que somos, te ruego discreción. 06:55
06:55 Tienes mi palabra, Nadia.
06:55 Nadie en el pueblo sabrá de vuestra relación por mí.
06:55 De modo que Cora te ha contado que van a cerrar mi periódico...
06:55 Irónico: las noticias sí que corren rápido, incluso cuando no las escribo yo.
Una periodista de tu nivel no se merece que le hagan esto. 06:55
Por eso, quiero hacerte una propuesta, Margaret. 06:55
Pienso comprar el local de tu periódico, así como sus derechos. 06:55
De esa forma, seguirá en activo, aunque lo publique mi firma, Dorset National. 06:55
Y te pondré a cargo del periódico, facilitándote un equipo que trabaje contigo. 06:55
06:55 ¡Vaya, es una propuesta de lo más generosa!
06:55 No esperaba que la Directora del Dorset National estuviera tan interesada...
He seguido tu trabajo desde que estaba formándome como periodista. 06:55
Nada me honraría más que trabajar a tu lado. 06:55
Puede que en el mundo de la prensa sea una novata comparada contigo... 06:55
Pero si unimos fuerzas podemos conseguir mantener a flote el periodismo. 06:55
Cercano a la gente, sus historias, y verídico, sin sensacionalismos. 06:55
06:55 Si me lo pones así, no tengo más remedio que aceptar, Nadia.
06:55 Y por favor, llámame Maggie.
06:55 Si vamos a trabajar juntas, debemos tratarnos de manera más cercana.
06:55 Pero antes de empezar...
06:55 Quiero poder despedirme como es manda de esta compañía del carajo.
Como quieras, Maggie. 06:55
Por lo que tengo entendido, el alquiler vence dentro de cinco semanas... 06:55
06:55 Estás bien informada, sí.
Voy a quedarme en el pueblo hasta mañana. 06:55
Voy a empezar con los trámites para adquirir el local y los derechos. 06:55
Les haré una oferta que no puedan rechazar. 06:55
06:55 Perfecto, Nadia.
06:55 Estoy deseando trabajar contigo.
Aidan bloquea la pantalla del smartphone con una sonrisa ladeada, dejándolo en la encimera: sin duda, su hermana tiene un don para tratar con la gente, que ya quisieran muchos en la industria del periodismo... Mientras continúa leyendo las noticias del periódico que tiene entre menos, Nadia deja escapar una carcajada algo maliciosa. Su gemelo palidece ligeramente al escucharla: que ella se ría así solo puede significar que está haciendo uso de su poder e influencia para conseguir lo que quiere, aunque en este caso sea por una buena causa, como ayudar a una gran reportera como Maggie Radcliffe. No puede decir que esté de acuerdo con ese leve abuso de poder que ejerce, aprovechando la influencia que su suegro le dio al convertirla en la directora del periódico nacional, pero sabe que a grandes males, solo hay grandes soluciones. Y este caso no es la excepción.
—Bueno, te veo luego, Nadi —se despide de su gemela tras dar un último sorbo a su café, dejando la taza en la fregadera—. He quedado con Paul Coates para hablar acerca de mi incorporación a la parroquia de Broadchurch... —su hermana sonríe, dejando el periódico de lado, al igual que su propia taza de café, a fin de despedirse adecuadamente de él.
—Espero que todo vaya sobre ruedas, Den —le desea, abrazándolo antes de besar su mejilla afectuosamente—. Yo voy a ponerme en contacto con mi querido suegro para comprobar cómo van los trámites para hacernos con el local y El Eco de Broadchurch...
—Siempre aprovechando cualquier oportunidad que se te presenta, ¿eh? —bromea el pastor.
—Ya me conoces: solo apuesto si tengo la certeza de que voy a ganar —apostilla ella, tomando nuevamente su taza de café en su mano, antes de sujetar en la otra su teléfono móvil—. Te veo luego.
Aidan sale de la vivienda mientras escucha de fondo como su hermana reportera empieza a hablar y pasear por la cocina, realmente concentrada en su trabajo. Lo hace sonreír y poner los ojos en blanco por unos segundos: si alguien es capaz de conseguir lo que se propone, esa es Nadia. Y ahora que ha puesto los ojos en ayudar a Maggie Radcliffe y al pueblo de Broadchurch, sabe que no piensa detenerse ante nada ni nadie. Cierra la puerta de la casa a su espalda, antes de echarle un vistazo al reloj en su muñeca izquierda: aún tiene tiempo de sobra para llegar a la Iglesia de San Andrés y hablar con Paul. Encaminándose hacia allí a paso vivo, consciente en todo momento de las miradas indiscretas y curiosas de los transeúntes del pueblo con quienes se topa, el joven de veintiocho años espera conseguir el trabajo que lleva tiempo esperando.
Aproximadamente a las 7:45, una vez despiertan de su apacible sueño, con Alec aún rodeando su cintura, acariciando su vientre, los inspectores se desperezan. Tras el día y la noche anterior, han logrado dormir profundamente, consiguiendo el reposo que tanto necesitaban desde hacía días. Contemplando la hora en sus respectivos teléfonos móviles, la pelirroja deja escapar una sonrisa suave, encaminándose a la habitación de Daisy, una vez ella y su querido escocés se han vestido para trabajar. El Inspector Hardy por su parte desciende a la planta inferior, antes de brindarle un cariñoso beso en los labios a su ahora prometida. Es indudable que su ademán protector está aflorando poco a poco a la superficie, especialmente ahora que sabe que espera su primer hijo.
Coraline abre la puerta despacio, advirtiendo cómo la adolescente de cabello rubio descansa tranquilamente en su cama, abrazada a su almohada. El contemplarla así la hace reprimir una carcajada: sin duda, ha conseguido conciliar el sueño, y ahora descansa apaciblemente. Suspira con suavidad, antes de sentarse en el borde de la cama, junto a Daisy. Odia tener que despertarla a estas horas, especialmente siendo sábado, pero quiere darle la buena nueva personalmente, y por si fuera poco, quiere comunicarle que van a trabajar, de modo que no cree que pueda llevarla a la clase de defensa personal.
—Dais... —la llama en un susurro, besando su suave mejilla, antes de acariciar su espalda con afecto—. Vamos, cielo, despierta —la adolescente aún adormecida se revuelve en su sueño, emitiendo leves gruñidos de protesta, antes de abrir poco a poco los ojos. Parpadea rápidamente, intentando ajustar su vista—. Buenos días, Daisy.
—Buenos... —la joven bosteza—. Buenos días, Mamá —se sienta en la cama, desperezándose, antes de frotarse las cuencas de los ojos, luchando por despertarse del todo. Cuando finalmente parece conseguirlo, su ánimo cambia completamente—. ¡Vamos, cuéntame! ¿Qué pasó anoche? —su curiosidad es evidente, y la pelirroja con piel de alabastro no puede evitar carcajearse—. ¿La cena fue bien? ¿Lo sabe ya Papá? ¿Te pidió matrimonio? —lanza las preguntas una detrás de otra, sin darle el tiempo necesario a la analista del comportamiento para responderlas. Sin embargo, no pasa desapercibido para la mentalista la última pregunta que ha realizado su hija, de modo que arquea brevemente una de sus cejas, antes de suspirar, posando sus manos en los hombros de la rubia.
—Primero, cálmate, Dais... Apenas acabas de despertarte —la alecciona con un tono divertido, antes de observar cómo en las mejillas sonrosadas de su hija aparece un rubor carmesí característico—. Y respondiendo a tus preguntas en orden... —se prepara para contarle acerca de lo sucedido la noche anterior—. Sí, la cena fue estupendamente: la comida fue exquisita, el ambiente muy acogedor, y tu padre estaba muy guapo —ante sus palabras, Daisy sonríe de oreja a oreja, pues ella misma aconsejó a su padre sobre qué debería llevar puesto a la cena—. Le confesé que estaba embarazada, como imaginabas que haría —en el mismo momento en el que la escucha decir esas palabras, la estudiante no puede evitar emitir un chillido lleno de emoción, antes de abrazarse a su madre, realmente contenta porque su familia esté aumentando.
—¿Está contento? ¿Reaccionó bien?
—Sí —Cora asiente lentamente, con una sonrisa dulce adornado sus labios, rememorando como la abrazó con inmensa ternura, cómo besó sus labios, su frente y su vientre, donde su bebe crece día a día. Piensa en revelarle esto a la muchacha que tiene frente a ella, pero a riesgo de parecer ñoña, decide obviarlo, al menos de momento, puesto que, si quiere más detalles, se los dará—. Deberías haberlo visto, Dais... Nunca lo he visto sonreír tanto y carcajearse de alegría como anoche. Realmente está emocionado por la idea de ser padre nuevamente, aunque empieza a preocuparme que ese lado protector suyo aumente de grado conforme avance el embarazo.
—No te preocupes, Mamá —niega la muchacha de ojos azules, aun abrazada a ella, escuchando el latir de su corazón, antes de posar una mano en su algo abultado vientre, acariciándolo con ternura—. Me aseguraré de ayudarte a pararle los pies si se pone en plan «Papá Helicóptero» —ambas se carcajean ante sus palabras.
—Me quitarás un peso de encima si lo haces —afirma la taheña con ojos celestes, antes de suspirar—. Pero ahora hay algo que quiero que me confirmes, a pesar de que tus palabras lo han hecho hace escasos segundos... —conforme el tono de Coraline se torna suspicaz, Daisy empieza a sonrojarse más violentamente—. ¿Sabías que tu padre quería pedirme matrimonio...? —la adolescente desvía su mirada a todos lados, evitando posarla en sus ojos azules.
—Eh... —su omisión le da la respuesta que necesita.
—De modo que has estado haciendo de celestina y confidente entre nosotros, ¿eh, pillina? —la pelirroja de piel de alabastro comienza a hacerle cosquillas a la adolescente de cabello rubio, logrando hacerla carcajearse.
—Sí, yo... —Daisy es incapaz de terminar las frases por el ataque de risa que la domina debido a las cosquillas en su torso—. ¡Piedad, piedad...! —ruega entre risas estruendosas—. ¡Por favor, Mamá! —exclama, sintiendo que las lágrimas aparecen en sus ojos, logrando detener el ataque por parte de su figura materna de cabello carmesí, quien únicamente la observa con una sonrisa tierna en el rostro—. Papá me pidió consejo sobre cómo debía pedirte matrimonio, y me hizo prometer que no te diría nada, al igual que tú me pediste que no le dijera nada acerca del Bebé Hardy —tras decir estas palabras, Daisy recibe un cariñoso y amable beso en la frente por parte de Coraline, haciéndola sonreír sin poder evitarlo.
—Me alegra que hayas cumplido tu palabra, cielo: gracias a ti somos muy felices —la alaba la analista del comportamiento, antes de colocarle un mechón de cabello tras la oreja—. Escucha, me temo que tenemos que irnos a trabajar...
—¿Un sábado? Pero si es fin de semana... —la jovencita de cabello rubio y ojos azules realiza un puchero, y el tono de su voz indica claramente su ligera molestia e inconformismo por ese hecho. Está claro que le encantaría pasar el día con sus padres, disfrutando de su tiempo en familia, especialmente ahora que sus vidas van a cambiar en un futuro.
—Sí, lo siento Dais, pero como dice tu padre, tenemos que ponernos manos a la obra para atrapar a ese agresor sexual cuanto antes... —Daisy emite un suspiro hastiado de manera casi disimulada, pero que no escapa a la atención de la taheña—. Créeme, me encantaría pasar el día contigo, especialmente ahora que nuestras vidas están cambiando tanto, pero me temo que no podemos dejarlo en manos de nuestros subordinados —intenta razonar con ella, sintiéndose mal por el tono decepcionado de sus palabras, pues ante todo no quiere decepcionarla, ni hacerla sentirse abandonada.
—No pasa nada, lo entiendo —a pesar de lo que sus palabras indican, su tono de voz la traiciona, provocando que la pelirroja cierre los ojos con firmeza, pues es capaz de ver que Daisy empieza a ver paralelismos entre la situación con Tess y la actual situación con Alec: ambos priorizan su trabajo.
—Intentaré hacernos volver a casa cuanto antes, ¿de acuerdo? —intenta animarla—. Quizás podamos salir a cenar por ahí, o podríamos hacer la cena, como aquella vez, ¿qué me dices? —ofrece con una leve sonrisa, advirtiendo cómo la estudiante se encoge de hombros, ahora en una actitud a la defensiva y claramente decepcionada.
—Vale... —Daisy se recuesta nuevamente en la cama, antes de tomar su teléfono móvil en sus manos, comenzando a teclear en él—. Imagino que tendréis prisa... —ni siquiera deja tiempo a su querida inspectora taheña a intervenir, antes de hablar de nuevo—. Voy a avisar a Chloe para que me acompañe a la clase de defensa personal, así que no te preocupes por mí —consigue esgrimir una sonrisa en el rostro al alzarlo para observar a Coraline, cuya expresión facial es la viva imagen de la tristeza y la culpa—. Tranquila, Mamá —Daisy deja a un lado el teléfono tras recibir la respuesta por parte de Chloe, quien afirma que la acompañará a la clase, antes de abrazar a la policía—. Estaré bien: vete con Papá al trabajo.
—¿Estás segura? —cuestiona la inspectora de cabello taheño y ojos celestes, reciprocando el abrazo, sin dejar de lado su preocupación por su querida Daisy. No puede evitar sentir la corazonada de que con los recientes acontecimientos, la rubia empezará a inclinarse hacia la inevitable posibilidad de marcharse de Broadchurch para evitar las habladurías. Si este es el caso, no soporta pensar en lo que puede desencadenar en Alec.
—Sí, y ahora vete, o Papá empezará a dar gritos —sentencia la estudiante de instituto, antes de escuchar claramente la voz barítona de su padre desde la planta baja, indicándole a su prometida que se dé prisa—. ¿Lo ves? —ambas no pueden evitar carcajearse ante el vaticinio de la rubia, quien tan bien conoce a su padre—. Te veo más tarde, Mamá.
—Y yo a ti, Dais —se despide la pelirroja, antes de besar su frente, levantándose de la cama, antes de salir de la habitación, cerrando la puerta tras ella.
Apenas ha dado unos pocos pasos hacia las escaleras, cuando escucha los inconfundibles sollozos provenientes del interior de la habitación, provocando que su corazón se resquebraje: no quiere que Daisy sufra nuevamente la situación que tuvo que soportar en Sandbrook con Tess, y teme que el ansia de Alec por resolver el caso acabe imponiéndose a su vida familiar. Al fin y al cabo, también es algo que la preocupa a ella, pues su querido escocés sigue teniendo esa visión de túnel que lo domina en ocasiones, y puede que este caso no sea el primero que los haga chocar respecto a sus diferentes puntos de vista. Cuando finalmente desciende las escaleras hasta la planta baja, contempla a su prometido esperándola cerca de la puerta principal, con las llaves del coche en la mano derecha. Al ver a su querida prometida, Alec no puede evitar sonreír de oreja a oreja, y para Coraline no pasa desapercibida la mirada castaña que se mantiene fija por unos segundos en su vientre, antes de enfocarla en su rostro.
Al cabo de unos minutos, aproximadamente a las 8:02h, los tres amigos y compañeros de trabajo se encuentran a las puertas de la casa de Trish Winterman. Como ya va siendo habitual, los tres se han desplazado hasta allí en el coche de Coraline, a quien el escocés trajeado ha relegado al asiento trasero del vehículo. Sin embargo, a pesar de ser este hecho algo muy usual entre ellos, la pelirroja de ojos celestes no puede pensar que su prometido de cabello castaño empieza a ser demasiado sobreprotector con ella y el bebé. Suspirando para sus adentros, la pelirroja contempla cómo Ellie Miller toca el timbre de la casa, apareciendo la inquilina de ésta a los pocos segundos tras ella. Está ataviada con una bata de color azul celeste con motivos de estrellas, llevando el camisón de color rosa chicle bajo ésta, dejándolos pasar al interior de la vivienda.
Una vez los lleva a la cocina, los inspectores intercambian una silenciosa mirada entre ellos, preguntándose unos a otros de manera implícita quién va a sacar el tema de Jim Atwood. Finalmente, es la analista del comportamiento quien decide arrancar la tirita de una sola vez, cruzándose de brazos, y posando su inquisitiva mirada en el rostro de Patricia.
—Trish, ayer detuvimos a Jim Atwood al encontrar una coincidencia entre su ADN y los rastros de ADN hallados en ti tras la denuncia —inmediatamente al escuchar dichas palabras, la mujer con el cabello teñido de carmesí desvía su mirada al suelo, claramente avergonzada—. No te insultaré preguntándote si te acostaste con Jim Atwood el día de la fiesta: ya tenemos su confesión —deja escapar un suspiro pesado, antes de que Trish trague saliva.
"Sí, Jim dijo la verdad anoche al relatarnos que se acostaron el 28 de mayo, y aunque Trish es capaz de ver que lo que hizo es con certeza reprochable, especialmente en el código no escrito de las mejores amigas, veo por su ademán también que no se arrepiente demasiado de haber mantenido dicha aventura", analiza en su mente el escocés de cabello y vello facial castaño, esperando a que su clienta responda a las palabras de su prometida y madre de su hijo nonato.
—Cath es mi mejor amiga... —Trish traga saliva, mordiéndose el labio inferior—. Si llega a enterarse, yo... —mientras su clienta habla, Cora es capaz de ver de reojo el rostro serio y algo molesto por parte de Alec, quien no puede evitar encontrar deleznable la infidelidad en cualquiera de sus formas—. Oh, Dios, fue un error, y jamás me he sentido tan mal por algo, pero...
"Y ahí está el «pero»... Siempre hay un «pero»", piensa Ellie, quien también encuentra esta situación ligeramente incómoda a la par que molesta. Tampoco ella puede evitar su ligero ademán crítico respecto a las acciones de Trish.
—Solo quería sexo —concluye la cajera de Farm Shop—. No está mal quererlo...
—No... —Ellie es incapaz de decir algo más al respecto, y su voz se torna fina al hablar.
"Sí, no está mal quererlo, pero de ser así, podrías haber buscado un ligue por internet, un trabajador sexual, o satisfacerte tú misma, en vez de acudir al marido de tu mejor amiga, injuriando por completo vuestra amistad", critica mentalmente la analista del comportamiento de ojos celestes y piel de alabastro, antes de desviar su mirada hacia las flores en la encimera cercana, percatándose de que su querido Alec también ha posado su mirada en ellas.
—¿Quién te envió las flores, Trish? —la voz barítona del inspector trajeado rompe el momentáneo silencio que se ha instalado entre ellos, dejando que su acento escocés se deslice por cada una de sus palabras con facilidad. Sus ojos pardos están fijos en la tarjeta que Beth Latimer les mencionó a sus dos compañeras ayer.
—No lo sé —admite la cajera mientras se encoge de hombros, buscando también la respuesta a esa inquietante y desquiciante preguntita, que le ha impedido pegar ojo esta noche—. Las dejaron en la puerta principal con una tarjeta —se frota el rostro con las manos, completamente agotada, antes de suspirar.
—¿Podemos llevárnosla? —cuestiona Cora Harper, dando un paso hacia el ramo de flores.
—Claro.
Tras meter la tarjeta en una bolsa de pruebas, los tres inspectores salen de la vivienda de la superviviente de abuso sexual. Una vez la puerta de la casa se cierra a sus espaldas, Alec da la vuelta a la tarjeta, dejándoles ver a sus compañeras de trabajo el texto allí presente, el cual dice: «Estoy pensando en ti». Mientras caminan hacia el coche de la mentalista, Ellie introduce la pequeña bolsa de pruebas en su bolso, antes de percatarse de que Coraline ha recibido un mensaje de texto en su teléfono móvil. Rápidamente, la taheña se lo deja ver a su mejor amiga.
—¡Oh, Dios mío! —exclama la veterana inspectora de cabello castaño, abriendo los ojos como platos, logrando captar la atención del inspector trajeado, quien camina a pocos pasos de ellas.
—¿Qué?
—La tarjeta de crédito que utilizaron en esa página web para mandarle ese mensaje anónimo a Trish, era de su marido, Ian —responde su prometida, bloqueando el smartphone, antes de guardárselo en el interior de la chaqueta, sacando las llaves del coche del bolso que lleva colgado en el hombro izquierdo, pues han llegado hasta su coche, estacionado en el aparcamiento de Trish.
—¿Su marido le está enviando mensajes anónimos amenazantes?
—Por el análisis de personalidad que hice de Ian, no parece concordar el hecho de que envíe dichos mensajes amenazantes: es una persona en lo general cobarde, que deja que otros tomen decisiones por él, aunque tiene un ademán protector con su familia muy fuerte, casi rozando la obsesión —sentencia la joven de treinta y dos años, entregándole las llaves a su amiga de cabello castaño, cavilando para sus adentros quién puede ser el auténtico autor de dichos mensajes—. Como se suele decir, si descartamos lo imposible, en este caso que haya sido su exmarido el autor de los mensajes, lo que queda aunque improbable, que en este caso es que otra persona del entorno de Ian haya sido el autor, tiene que ser cierto.
—De modo que estás teorizando que hay otra persona detrás de los mensajes...
—Exacto, Alec.
—Bueno, Sherlock —apostilla Ellie con un tono bromista, desbloqueando el coche, sin dejar de apreciar y valorar positivamente sus teorías sobre dicho asunto—, como analista del comportamiento, ¿qué deberíamos hacer ahora? —inquiere, pues si el análisis de su amiga está bien encaminado, algo de lo que está segura al cien por cien, deben confiar en su experiencia profesional.
—¿Os apetece ir a tener unas palabritas con él ahora?
—Sí, cómo no —dice Alec en un tono irónico, dejando constancia acerca de que no le hace ni pizca de gracia el hecho de tener que ir a interrogar a Ian Winterman—. Será muy productivo —apostilla, abriendo la puerta del pasajero, con Ellie haciendo lo propio con la del conductor, mientras que la taheña abre la puerta de la parte trasera.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top