EL ÚNICO DE SU CLASE
Baby slow down
The end is not as fun as the start
Please stay a child somewhere in your heart
I'll give you everything you want
Except the thing that you want
You are the first one of your kind
And you feel like no one before
You steal right under my door
I kneel 'cause I want you some more
I want the lot of what you got
And I want nothing that you're not
Everywhere you go you shout it
You don't have to be shy about it
Original of the Species, U2.
Isla Fantasma.
Mar de Braavos.
Essos.
Isla Fantasma no había tenido tantos ocupantes como al momento de recibir al nuevo miembro de ese singular matrimonio. Lady Samara estuvo acompañando a su hijo en todo momento, sujetando su mano y limpiando el sudor de su frente cuando las contracciones, guiándolo con el amor que siempre tendría para él. Los sirvientes intentaron alejar al Tigre de Hielo de la recámara, solo para terminar huyendo por sus vidas cuando dos espadas aparecieron para abrirse paso, pues no hubo poder humano o divino que separara a Sohol de su Omega, con todo y que recibió una que otra maldición por haberle puesto un cachorro en su vientre que ahora pateaba para salir.
Vyeros Gybran nació durante una noche de tormenta, compitiendo con el retumbar de los cielos con sus llantos que parecieron más bien gruñidos que un cachorro Alfa como él pudo lanzar con esos tiernos pulmones en cuanto se llenaron de aire. Largo, de buen peso con piel de leche, ojos violetas, cabellos oscuros salvo el mechón en la frente que fue platinado. Glotón como él solo, bebió la leche de su madre hasta que su pancita se infló y solo entonces permitió que lo examinaran, clavando sus ojos en los de su padre quien lo nombre en esos momentos, presentándolo a los cuatro puntos cardinales de sus dioses.
—Mi Omega —Sohol hincó una rodilla, besando el dorso de la mano de Clement— No me alcanzará la vida para agradecerte por semejante tesoro.
—Tienes mucho por hacer —refunfuñó este con un bostezo.
—Es mejor dejar descansar a los dos.
En Braavos tenían la costumbre de celebrar el nacimiento, pero también al séptimo día cuando se le daba su primer baño, que representaba su entrada formal al mundo. Durante esos días intermedios, el Segundo Señor del Mar hizo una serie de banquetes y entretenimientos en honor a Clement y Vyeros, sobra decir que nadie le contradijo pues se le vio por demás feliz. Incluso Cebolla dejó caer unas cuantas lágrimas al sostener a su nuevo amito, besando esa frente tierna con aroma a leche, prometiéndole que así todos los demonios de la noche se alzaran, nadie le tocaría un solo cabello suyo porque Cebolla estaría ahí protegiéndolo. Clement hizo como que no le dio importancia, limpiándose un ojo aprisa antes de pedir de vuelta a su cachorro.
—Bueno, ya, dame a mi a hijo.
—¿Cuál hijo?
—Cebolla, no comiences.
—Te hice una pregunta.
—¡Mi hijo!
—¡No tengo nada!
—¡¿Cómo que no si lo estoy viendo?!
Pasada la recuperación del Omega y la presentación ante el Gobernador de Braavos del cachorrito Gybran con juramento a su casa, es que pensaron en hacer una visita. Lady Samara se negó muy feroz a que Clement viajara sobre Vhagar con su nieto en brazos, una completa locura casi afirmó. No le contrariaron para no romper con el espíritu de celebración, pero como Lord Herwell ya lo sospechaba, eso no iba a durar. Cuando el barco de Sohol tocó Isla Zarpa para hacer una breve parada, mostrar a la Casa Celtigar ese nuevo pariente y refrescarse, es que Clement insistió en hacer el resto del viaje en su dragona.
—Por favor, mami.
—Es que...
—Ya es un viaje corto y Vyeros adora volar.
Lady Samara apretó los labios, jalando aire. —De acuerdo, pero si le pasa algo...
—Nada —Clement besó su mejilla— No lo olvides, también es un cangrejo.
Enviaron un cuervo a Desembarco del Rey para avisar de su llegada, no fuese que lo malinterpretaran ya que habían pasado varias lunas desde que abandonaran Poniente. Los Siete Reinos, hasta donde tenían entendido, prosperaban. Había paz, una bendición por demás anhelada luego de la guerra, todo estaba casi reparado, quizás no tanto las heridas en el corazón más era cosa del tiempo el arreglar ese tipo de daños. Clement sujetó bien a su cachorro, liberándolo un poco de sus pieles, no necesitaba tanta protección porque era Sangre de Dragón y si eso no bastaba, tenía la de su padre cuya fuerza era igual a la de cien hombres.
Vyeros gorgoteó, bien acunado en los brazos de su madre, admirando el nuevo paisaje igual que los aromas que olfateó lleno de curiosidad, arrugando su nariz conforme Desembarco estuvo a la vista, haciendo esos ruidos de cachorro Alfa inconforme pues no le parecía nada lo que su nariz detectaba. Clement rió al ver todo eso, acariciando su mejilla.
—Lo sé, la capital no siempre tuvo un buen aroma.
Sobrevolaron por la ciudad, luego buscando el espacio para descender. Un grupo de jinetes los alcanzaron, se sorprendió de lo veloz del recibimiento, terminando de bajar de Vhagar quien no quiso tumbarse del todo, era otra sobreprotectora del cachorro.
—Calma —palmeó esa piel arrugada y dura— ¿Lo has olvidado tan pronto? Es nuestra tierra.
Aquel grupo lo lideraba nada menos que el Rey Consorte a quien saludó con una reverencia. Daemon casi se dejó caer del caballo en cuanto notó que llevaba un cachorro en brazos, estirando los suyos para verlo de cerca. No se lo negó, entregándolo con una sonrisa que luego fue una risa porque hizo lo mismo que su hijo, arrugar la nariz al olfatear el aroma de Sohol en el bebé, luego recorriéndolo con tanta atención como si estuviera revisando un documento importante o una espada recién hecha.
—¿Cuál es su nombre?
—Vyeros, Su Gracia.
—Al menos —murmuró Daemon— Bienvenidos a Desembarco.
La emoción creció al entrar a la Fortaleza dentro del carruaje, Clement ni siquiera había terminado de bajar la escalerilla cuando olfateó el aroma de la reina, saliendo casi a carrera, no pudiendo contenerse. Apenas si alcanzó a reverenciarla cuando un par de brazos lo estrujaron, esas manos finas y rudas al mismo tiempo acariciaron sus mejillas, antes de posar su mirada en el cachorro quien gruñó al percibir el manoseo de su madre, pataleando apenas. Los ojos de Rhaenyra temblaron, mirando al Omega, solicitando su permiso para tomar al bebé.
—Su Gracia, es para mí un honor presentarte a Vyeros Gybran, mi hijo y primogénito.
—Vyeros...
El cachorro fue levantado, mirando por unos instantes a la reina quien murmuró alguna oración o canto en Valyrio para él, acomodándolo luego en sus brazos para mecerlo casi a punto de llorar, conteniéndose quizás porque estaban en la entrada de la fortaleza o bien que el pequeño gruñó de repente de una forma tan graciosa que hizo reír a todos, como un pequeño gatito se le antojó a su madre.
—Clement, es perfecto.
—Más o menos —se quejó Daemon.
Rhaenyra negó, volviéndose al Omega. —¿Puedo... tenerlo un poco más?
—Sería todo un honor, milady.
—Ven, entra, creo que hay una charla pendiente. Dime que los Celtigar y tu Alfa ya llegan.
—Oh, sí, fui yo quien quiso adelantarse —confesó algo cohibido.
—Me recuerda a alguien —comentó el Rey Consorte.
—Vamos, vamos, quiero verlo un poco más de cerca.
Entraron a la fortaleza hablando sobre Vyeros, a los ojos de los demás parecería que el Omega Celtigar había alcanzado muchos privilegios con la corona, algunos afirmarían que era casi parte de la familia. No faltarían las malas lenguas diciendo que había hechizado a la reina pues no había razón para estar tan alegre por un bebé que ni siquiera llevaba sangre de un Alfa de Poniente. Serían de los chismes que gustaban circular por la capital, mientras Clement les contaba a los reyes sobre su embarazo, el nacimiento de su cachorro y otras aventuras que había tenido. De cierto que si bien fue la primera visita así, no sería la última. El Trono de Hierro encontraría en el Segundo Señor del Mar y su familia unos aliados poderosos a quienes siempre sentaría en la misma mesa.
Ya no hubo más peleas entre la familia Targaryen para fortuna de todos, la lección fue aprendida y en la historia que escribieran los Maestres en Antigua quedaría bien claro el mal que una envidia y la ambición podrían traer a los gobernantes de no prestar atención. La reina puso especial empeño en que la imagen de Alicent Hightower no fuera manchada, así como sus preciados hermanos a quienes siempre nombraría con cariño incluyendo a Aegon. Así igual se encargó de que nadie más hurgara en el pasado, para dejar tranquilo el futuro de una nueva familia que estaría bajo su protección, pasando ese legado a sus descendientes.
Fue así como la Casa Gybran de pronto creció y más adelante, estaría más cerca de la Casa Targaryen con un matrimonio entre sus miembros, descendientes de la reina Rhaenyra y del Tigre de Hielo. Para ciertos Celtigar, estaba claro que solamente era cosa de familia. Clement entregaría Hermana Oscura a Vyeros cuando llegara su edad para usarla, siendo el último jinete de Vhagar, la Reina de los Dragones alcanzó otras aventuras antes de tumbarse en la playa de Isla Zarpa y cerrar sus ojos para siempre, su fuego había cubierto el cuerpo de ese Omega guerrero que viviera en la Isla Fantasma, azotando mercenarios y siendo leal al trono de Poniente. Sin duda, un Omega jamás volvió a nacer, el único de su clase.
F I N
NOTA: Gracias muchas infinitas por leerme!!!
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