Cangrejo con escamas de dragón
"Un hombre que no sabe ser un buen padre, no es un auténtico hombre."
Mario Puzo.
"Instruye al niño en el camino que debe andar, e incluso cuando sea viejo, no se apartará de él."
Rey Salomón.
"Cuando le enseñas a tu hijo, le enseñas al hijo de tu hijo."
El Talmud.
Clement había estado en batallas sí, pero siempre fueron contra mercenarios o la Triarquía, no con las personas del reino, eso fue una cara distinta y cruel. Los primeros encuentros le dejaron mal sabor de boca, deseando el poder dialogar, luego entendiendo que eso jamás sucedería porque el odio sembrado desde hacía tiempo ya había echado raíces muy profundas en sus corazones. El rey Aegon estaba bien decidido a exterminarlos junto con quienes los apoyaran, así que las dudas tuvieron que desaparecer y dar paso a la sed de sangre, el ansia por ver los campos arder. Vhagar se alegró, por supuesto, fue revivir viejos tiempos viajando por todas las Tierras de la Corona abriendo paso al ejército de la reina Rhaenyra Targaryen y dirigirse hacia Desembarco del Rey.
Dadas las circunstancias, su convivencia con la familia de su madre biológica había sido inevitable por más que Clement puso cierta distancia por el bien de todos no queriendo cometer un error de indiscreción que complicara más las cosas y alguien saliera herido no por ataque rival. Pese a ello, no había podido impedir ese sentimiento de protección hacia sus otros hermanos, ahora los veía así, como sus hermanos, con todo y que estos no fueron precisamente los más gentiles con él porque a sus ojos era simplemente un bastardo con sangre Targaryen, una verdad a medias. También había peleado junto a Daemon, no dejando pasar la observación de que el ahora rey consorte estaba atento a lo que le sucedía con su persona, siempre sobrevolando alrededor, a veces felicitándolo con una mirada que sabía intentaba decirle muchas cosas.
—Iremos a Harrenhal, si tomamos el castillo, lograremos dominar un punto importante para entrar a Desembarco.
—Sí, Su Gracia.
Daemon iba a decir algo más, negando aprisa, prefiriendo acercarse y ajustar su armadura distraídamente.
—¿Dónde está el inútil de tu esposo?
Eso fue más bien un comentario malintencionado, porque Sohol se había convertido en un puño de hierro que hacía honor a su nombre, logrando que una que otra avanzada se retirara, dejando detrás esos cuerpos empalados como una advertencia de no meterse con las fuerzas del Tigre de Hielo. Gracias a eso, las fuerzas de Lord Corlys habían podido tomar playas y caminos, teniendo en la mira nada menos que Bastión de Tormentas, pero el joven Omega estaba consciente de que esos logros jamás serían aceptados por Daemon ni aunque pasaran cien eras de héroes en el mundo.
—Iré a reunirme con él, milord, les abriremos camino, con su permiso.
—Clement —el Alfa lo miró unos instantes, había alzado una mano que luego bajó, corrigiendo su tono de voz que tuvo un tinte de preocupación, haciéndola más dura— Ve con Rhaenys, no vueles solo hacia Harrenhal.
—Como ordene, Su Gracia.
Podía decirse que la parte norte la tenían controlada, lo cual era importante pues Cregan Stark debía tener acceso libre si apoyaría a la reina con su ejército de lobos para rematar el cerco a la capital. El príncipe Jacaerys había ido a buscarlo para ello, mientras que el príncipe Lucerys fue enviado a entregarle un ultimátum a Lord Borros Baratheon con el objetivo de dimitir de su alianza con los enemigos por las buenas antes de un ataque. Tanto Sohol como Clement estaban seguros de que eso no fructificaría, porque el amo de Bastión debía lealtad por alianza matrimonial al rey Aegon.
El Usurpador.
Le dolía pensar en Aegon de esa forma, todavía incrédulo de que hubiese creído toda la historia que se contaba por los cuervos de la fortaleza, botando ese cariño de hermanos por la ventana sin tratar de dialogar aunque fuese una sola vez con la reina Rhaenyra. Tal vez estaban apoyándolo la mayoría de las casas al ser un Alfa, pero ellos tenían más dragones y los más fuertes, solo era cuestión de tiempo para que la balanza se invirtiera, más si los demás se daban la oportunidad de escuchar a la reina sobre lo sucedido. Clement voló hacia la playa donde actualmente estaba su Alfa, tomando un descanso, hablando con Anvere y Cebolla, este haciéndole caras al llegar con ellos.
—¿Nuevas órdenes? —sonrió Sohol, rodeándolo con un brazo— Deberías tomar una siesta al menos.
—Hay que abrir camino hacia Harrenhal.
—¿Ya mismo?
—No... debemos esperar por la respuesta de Lord Baratheon.
—Es un hecho que se negará, fue una imprudencia enviar al príncipe.
—¿Por qué?
—Está muy cerca del control del Usurpador, si fuera él y me enterara que alguien visita a mi suegro, sin duda volaría para encontrarlo y luchar.
—Lord Baratheon no se arriesgará a la ira de los dioses permitiendo que un mensajero sea lastimado.
—Bajo su techo no, afuera...
Clement lo pensó un poco, mirando al comandante. —Sería bueno asegurarme de que regrese.
—Que lo haga la princesa Rhaenys.
—¿Por qué yo no?
—Simple, los mejores dragones son para los puntos clave, no misiones diplomáticas.
—¿Entendiste, malcriado? —bufó Cebolla, masticando una manzana.
—Tú cállate.
—Cállame si puedes.
—Ganas no me faltan.
—Un cuervo —habló Anvere con su voz gruesa, apuntando al cielo.
Fueron las primeras malas noticias que recibirían, el príncipe Lucerys Velaryon había muerto bajo el ataque del Usurpador quien estuvo espiándolo no muy lejos de Bastión de Tormentas, cayéndole encima cuando el muchachito volaba de regreso luego de ser despedido por Lord Baratheon, quien a propósito lo había entretenido para darle tiempo al rey Aegon de llegar al lugar y emboscarlo entre las nubes de la tormenta donde estuvo persiguiéndolo hasta alcanzarlo en una pelea que según testigos fue algo injusta. El cuerpo de Arrax como de Lucerys cayeron en el mar hechos trizas y en llamas mientras su asesino se carcajeaba y enviaba cuervos para celebrar la muerte de uno de los "traidores" como lo llamó.
Clement miró a su esposo, atónito, en tanto este terminaba de leer el mensaje a sus oficiales con la voz más serena que tuvo. No supo cómo tomárselo, por un lado sintió esa rabia porque habían tomado la vida de alguien que conocía, una suerte de medio hermano pese a que Lucerys no fue un recuerdo del todo grato, por otro, le conmocionó que fuese Aegon quien lo hiciera, porque también era parte de su familia. ¿Cómo pudo hacerlo tan maliciosamente, además? No fue una pelea justa si lo emboscó y sabía que Sunfyre era mejor dragón de batalla que el pequeño Arrax.
—¿Clement? —Sohol lo llamó, mirándolo fijamente— ¿Qué deseas hacer?
—¿Por qué me lo preguntas?
—Porque todo tú apestas a furia.
El Omega jadeó, sonrojándose un poco. —No lo sé.
—Te daré un mal consejo, ve a Bastión de Tormentas, hazlos caer. Nosotros avanzaremos hacia Harrenhal mientras tanto.
—No hace poco me aconsejaste no involucrarme así.
—Así es, pero no estarás tranquilo hasta que hayas hecho algo, yo lo sé. Tu mente requiere paz que no volverá hasta que el fuego en ti se haya apaciguado. Ve, estaremos bien.
—Cebolla, Anvere, por favor cuiden de él.
—Será al revés —bufó Cebolla, pero su mirada no fue de disgusto ni enfado al verlo ir hacia su dragona.
Se quedó unos momentos quieto sobre su montura, apretando las riendas al pensar en lo que estaba por hacer. No le debía nada a Lucerys, pero sí lealtad a su reina, algo de respeto a quien le dio la vida y quien fue su medio hermano por más que hubieran peleado y tenido diferencias. Cerró sus ojos, permitiendo que ese fuego anhelando explotar se liberara en su interior, ordenando a Vhagar el volar, echando un vistazo al campamento antes de posar sus ojos en el horizonte. Una tormenta los recibió, como lluvia de flechas con fuego. Clement entrecerró sus ojos, sus feromonas cambiando para ser agresivas una vez más, incitando a su dragona al ataque, lanzándose contra el castillo, derribando una torre con una de sus patas y luego una parte del muro con un ala.
Una flecha le pasó delante del rostro, pero no temió, regresando en vuelo para seguir atacando el castillo, lanzando fuego dentro de sus pasillos, sobre sus muros, en el interior de sus almenas. No dejó un rincón de Bastión de Tormentas libre de llamas, Vhagar cayendo sobre los escombros, derribando con sus alas partes de la construcción, aplastando soldados que intentaron lanzarle un aguijón, pero el terror les ganó, huyendo para solo ser hechos trizas. Clement bajó de su lomo, espada en mano listo para limpiar aquel sitio de cualquier Baratheon, si es que no ya habían muerto calcinados.
"La misericordia solo es para quien hinca la rodilla delante de ti", le había dicho su Alfa cuando se despidieron, entrecerrando sus ojos que irradiaban venganza.
Su dragona masticó varios techos, rompiendo otros muros interiores, todos ya huían despavoridos, otros salían de sus escondites envueltos en llamas con gritos pidiendo clemencia que se apagaban al ser aplastados por una enorme pata. Fue donde Lord Baratheon, este ya esperándolo con un cuantioso número de soldados. Clement bufó, torciendo una sonrisa al girar en el aire su espada.
—¡DRACARYS!
La muerte del príncipe Lucerys sería recordada como la caída de Bastión de Tormentas, un recordatorio de que la Sangre de Dragón no era algo que pudiera derramarse a gusto sin sufrir consecuencias. Una nodriza tuvo el valor de ir a buscarlo, llevando en brazos un cachorro pálido ante tanto horror. Ella hincó una rodilla, haciendo que el pequeño le imitara, empujando su cabeza para que la inclinara. Tenía el aroma de Borros, su hijo más pequeño y heredero.
—¡MI SEÑOR, TEN PIEDAD, TEN PIEDAD! ¡YA HAS ACABADO CON SUS HIJAS, PERDONA A SU HEREDERO QUIEN NO TIENE EDAD PARA COMETER CRÍMENES!
Sin importarle ensuciar sus ropas, la nodriza se inclinó para besar sus botas sucias de sangre, lodo y cenizas, buscando su compasión. El Omega miró al lloroso cachorro que temblaba entre hipos, sus ojos abiertos de par en par pues tenía frente a sí una figura empapada en sangre que la lluvia trataba de lavar, con un aroma que prometía muerte con fuego. La ira que le consumiera cesó, no sería como Aegon, tomando vidas inocentes, tenía que ser mejor. Cerró sus ojos, tranquilizándose lo suficiente para hablarle al cachorro con la lluvia sobre ellos.
—Lord Baratheon —así nombró al pequeño pues ahora ya era el nuevo señor— Mueve a tus hombres hacia Desembarco del Rey, que tomen los puertos y abran paso. Si lo haces así, tendrás un hogar de vuelta, traiciona a la reina y no habrá techo para ti.
—¡Sí, milord! —lloró la nodriza, besando ahora sus manos sucias— ¡Así será!
Eso también lo había escuchado un escudero y un maestre, los dos corriendo hacia donde su tierno señor cuando Clement se dio media vuelta, dejando Bastión en llamas con buena parte de su construcción derribada para ir hacia Harrenhal. Se inspeccionó al sentir ardor de heridas, no se había dado cuenta de ello, pero no le importó, ahora estaba más tranquilo tal como se lo prometió Sohol. Sí, no podía hacer a un lado su naturaleza Omega que al saber de su familia biológica creaba cierto vínculo imposible de ignorar, más cuando Rhaenyra siempre había sido tan cariñosa con él. De solo imaginar cuánto iba a sufrir por la noticia de Lucerys, no le faltaron las ganas de darse media vuelta y pasar el resto del día acabando con todo ese reino hasta hacerlo desaparecer.
Cuando divisó el continente, estaba más calmado y algo cansado ya, concentrándose en guiar a su dragona por cielos altos para evitar aguijones mortales. Harrenhal apareció tiempo después, sonriendo al divisar entre las largas filas sitiando alrededor los banderines Celtigar. No estaban solos, Caraxes estaba encaramado en las torres, rugiendo a sus inquilinos. Cuando la enorme sombra de Vhagar cubrió el castillo, la resistencia desapareció, banderines blancos fueron levantados en su lugar pidiendo una rendición pacífica. Sin necesidad de pelear, las Tierras de los Ríos, un punto estratégico ahora les pertenecía. El joven Omega dejó a su dragona para ir a buscar a su padre en las tiendas que ya iban armándose, las fuerzas del Tigre de Hielo aún tardarían en aparecer.
—¡Padre! —Clement casi tropezó al correr de verlo con vendajes— ¡¿Esto cuándo pasó?!
—Hace poco, y yo debería ser el asustado —un dedo de su padre apuntó a sus heridas, dando un manotazo a ese dedo.
—Tiene que verte un Maestre.
—Si me acompañas.
—Bueno —frunció su ceño un poco, sujetando a su padre porque estaba cansado, siendo tan pocas las fuerzas armadas, su tarea era de sol a sol— ¿Madre está a salvo?
—No temas, ella está a salvo.
—¿De verdad?
—Están en el refugio familiar, no podrán tocarlos si acaso viajan hasta allá —Lord Herwell ladeó su rostro— ¿Cuándo fue la última vez que dormiste?
—Mm...
—Hijo, caerás por agotamiento.
—Si me descuido, pueden ir a Isla Zarpa. Eso no me lo puedo consentir —Clement jaló aire, mirando a su padre— El rey Aegon asesinó al príncipe Lucerys.
—Escuchamos la noticia. Y algo sobre un asalto a Bastión.
—Ops.
—Luego de atender heridas, quiero que duermas un poco.
—Primero tú, yo soy más joven.
Lord Herwell rió apenas, acariciando una mejilla de su hijo. —¿En qué momento tú te convertiste en el protector y yo en el protegido?
—Tenía que vengar al príncipe Lucerys, porque es hijo de la reina, y fue una trampa. ¿Estás molesto por lo que hice, papá?
—Esto es una guerra, mi amor, y has comenzado a ver cómo nos transforma. Todavía no llegamos a lo peor.
Pese a que deseó mantenerse despierto, Clement ya no pudo más, en cuanto sus heridas fueron curadas y tuvo comida caliente en el estómago, sus ojos le pesaron demasiado. Lord Herwell lo ayudó a recostarse en esa cama improvisada de la tienda que les dieron, observándolo en silencio con una expresión mezcla de orgullo y algo de preocupación; extendió una mano para acomodar unos mechones, sonriendo a medias. Así lo encontraría el príncipe Daemon cuando entró a la tienda donde estaban, quedándose unos momentos ahí en la entrada, caminando despacio hacia el otro Alfa quien se levantó haciendo una reverencia.
—Su Gracia.
—¿Es cierto que atacó Bastión de Tormentas?
—A nombre de la reina y su hijo perdido.
Daemon giró su rostro al durmiente Omega, asintiendo apenas. —Estamos reuniéndonos con Lord Bartimos, vamos.
Los dos Alfas dejaron la tienda casi en silencio, caminando lado a lado por entre las demás tiendas, los soldados pasando a los lados, unos corriendo, otros atendiendo heridos. Lord Herwell observó el rostro serio del príncipe Daemon, volviendo la vista al frente, sacudiendo un poco sus guantes.
—Clement siempre será para mí un regalo de los Siete.
—Es lo natural —replicó Daemon, frunciendo apenas su ceño.
—Solo quería decirlo, para que Su Gracia estuviera consciente de mi cariño por él.
—Lord Herwell, si quiere expresar algo, hágalo sin rodeos.
Este se detuvo, viendo fijamente al rey consorte. —Eres su padre natural, pero fui yo quien lo crió prácticamente desde que nació, es más mío que tuyo. Cierto que es un feroz dragón de auténtica Sangre Valyria, pero fue un hogar Celtigar el que forjó el guerrero que Clement ahora es.
—Pecas de vanidoso —siseó el rey consorte, aunque se mantuvo tranquilo.
—No soy torpe en asuntos de política, sé que si proclamaran a Clement como tu heredero, la muerte vendría por él y eso es algo que no consentiré. Es mi hijo y no lo veré marchar con el Extraño para ganar un trono que jamás hizo algo por mi niño.
Daemon entrecerró sus ojos. —Esto puede costarte la vida, ¿lo sabías?
—Yo lo vi reír, lo vi llorar, lo vi aprender sus primeras letras, lo llevé en estos brazos innumerables veces, que también lo protegieron del peligro. Sé lo que le duele y cómo, sé lo que lo hace feliz y por qué. No me vengas a asustar con tu poder y tu dragón pretendiendo hacerte de algo que a ti no te costó. Yo no te lo robé, los dioses lo trajeron a nuestro hogar, puedes humillarme todo lo que desees, pero en el preciso instante en que lo pongas en riesgo, te juro que extinguiré tu persona así deba vender mi alma a los hechiceros de Assai.
—¿Cómo puedes tenerle semejante afecto al hijo de otro Alfa?
—Una cosa es concebirlo y otra darle vida.
—Altanero.
—De eso sabes bien.
Ambos se quedaron en silencio, viéndose mutuamente, Daemon levantó su mentón en alto, luego riendo desganado al retomar sus pasos con un andar más relajado.
—Para ser un Celtigar, tienes agallas.
—Es mi familia —sonrió Herwell.
—No trato de hacer daño, si es lo que deseas escuchar.
—Gracias.
—Aunque... si me gustaría saber de él.
—Si Su Gracia deja su mala leche contra el comandante, con gusto.
—Valyria renacerá antes de que Sohol sea de mi agrado.
Lord Herwell rió, más tranquilo, se había dado cuenta de las maneras del rey consorte, luego sospechando y ahora confirmando sus teorías del por qué había estado actuando de esa manera. Por eso Daemon parecía sombra tras su niño, si bien comprendía sus razones, primero pecaría de avaricioso antes de compartirlo. Clement siempre sería esa dicha que había llenado todos esos años de algo que no tenía precio y que en realidad era su auténtica razón para estar ahí siendo herido, pasando hambre y sueño, no lo abandonaría mientras los dioses le dieran fuerzas. Cuernos sonaron, anunciando otras filas aproximándose, Herwell divirtiéndose de ver la expresión en Daemon al notar que era el Segundo Hijo de Braavos trayendo refuerzos.
—Deberías darte la oportunidad de conocerlo —se atrevió a hablarle así.
—Muévete, Herwell.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top